Google fue golpeado en el core de su imperio digital. La gigante tecnológica, conocida por su dominio indiscutible en el mundo de las búsquedas, aceptó pagar una multa de $35,8 millones de dólares en Australia.
¿La razón? Un juego sucio que, para muchos, es una traición a los principios de la competencia.
La multa no es un capricho. Según reseñó EFE, es la consecuencia de una conducta que, de acuerdo con la Comisión Australiana de Competencia y Consumo (ACCC), ahoga el mercado.
Durante un año y medio, entre 2019 y 2021, Google pactó con las dos principales compañías de telecomunicaciones del país, Telstra y Optus.
El trato se resume en un acuerdo para preinstalar su motor de búsqueda en los teléfonos Android de miles de usuarios, convirtiendo a su competencia en una sombra. A cambio, una porción de las ganancias publicitarias de Google caería en los bolsillos de estas telecos. Un pacto, en el fondo, para monopolizar la puerta de entrada a Internet.
Gina-Cass Gottlieb, la presidenta de la ACCC, lo resumió de la siguiente manera
“La conducta que restringe la competencia es ilegal en Australia porque generalmente significa menos opciones, costos más altos o peor servicio para los consumidores”.
En este caso, el costo no es solo económico, es una limitación en la libertad de elección del usuario.
El acuerdo, que aún debe ser ratificado por el Tribunal Federal de Australia, no es solo un castigo. También es un compromiso de Google para desmontar las cláusulas que impiden la preinstalación de buscadores rivales. Una pequeña victoria para la competencia que podría abrir una ventana a la innovación, dando a los usuarios la posibilidad de elegir.
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