Todavía la gente lamenta la desaparición de forma catastrófica de Kobe Bryant, uno de los emblemas de la NBA. Fue como una bomba para el deporte mundial.
Bryant viajaba en un helicóptero que se estrelló en la ladera de una colina y en medio de una densa neblina matutina en el sur de California. Iba acompañado de su hija Gianna, de 13 años de edad.
En la aeronave viajaban también un entrenador, la esposa y la hija de ellos. La niña era compañera de Gianna, que compartía con su padre el amor por el basquetbol. Comenzaba a destacar y la estrella de la NBA la acompañaba orgulloso a las prácticas.
El deporte corría por las venas de Kobe y por eso lo pasó a su hija. Bryant nació el 23 de agosto de 1978 en Filadelfia. Su padre, Joe, jugó en la NBA con los 76ers de Filadelfia, los Clippers de San Diego y los Rockets de Houston.
A Kobe le apodaron la Mamba Negra. Siempre fue fiel a los Lakers desde que debutó en la temporada 1996-1997 hasta que se retiró de las canchas en 2016, cuando con 20 años como profesional dijo adiós con 5 títulos en las alforjas.
Disputó en 18 ocasiones el partido de estrellas de la NBA y era el tercer máximo anotador de la historia de la liga con 33.643 puntos, hasta que el sábado fue superado por LeBron James, que lamentó con lágrimas su muerte.
Muchos no lo sabían, pero Bryant era un amante del idioma español. En principio comenzó a hablarlo cuando estuvo en Europa de niño con sus padres. Luego vino su matrimonio con Vanessa Cornejo Ubrieta, hija de una mexicana que tomó el apellido de su padrastro, Stephen Laine. Dicen que era seguidor de telenovelas como La madrastra y del programa Sábado Gigante.
Venezuela también lamentó su partida. “Se fue un ídolo. Todavía no creo que se haya marchado”, dijo el basquetero venezolano Greivis Vásquez, quien jugó en su contra mientras estuvo en los tabloncillos de la NBA.
Vendrán muchos homenajes para un grande del deporte, un jugador que dejó una huella imborrable en la afición mundial. Paz a sus restos.
Editorial de El Nacional