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Trino Márquez: Irán e Israel: ¿paz duradera?

Posted on: junio 27th, 2025 by Super Confirmado

 

En el recién finalizado conflicto entre Irán, Israel y Estados Unidos –Donald Trump lo ha llamado pomposamente La guerra de los 12 días, en clara referencia a la Guerra de los 6 días, de 1967-, los tres países involucrados directamente en la confrontación han reclamado para sí el triunfo total.

El régimen de los ayatolás celebró la victoria con manifestaciones populares en Teherán y otras ciudades. El presidente del país dijo que el programa nuclear, con fines civiles y pacíficos, continuará porque ni los bombarderos norteamericanos ni los israelíes lograron acabar con el proyecto adelantado desde hace décadas por la nación persa. Benjamín Netanyahu, con menos apoyo popular, señaló que la victoria de su país había sido fulminante, y que su ejército erradicó la posibilidad de que Irán contase con armas nucleares capaces de destruir a Israel. Trump, como siempre escueto y directo, dijo que el potencial nuclear iraní había sido ‘obliterated’ (anulado) y su capacidad nuclear ‘completamente destruida’.  Como puede apreciarse, la versión iraní contrasta abiertamente con la euforia de los mandatarios de Estados Unidos e Israel.

Desde luego, no se trata de que Alí Jamenei, Benjamín Netanyahu y Donald Trump tengan cada uno la razón, sino que sus afirmaciones son solo parcialmente ciertas. De allí que la comunidad internacional y, al menos, los medios de comunicación estadounidenses más imparciales, hayan tomado con escepticismo el acuerdo de paz entre Israel e Irán. Las razones que yo destaco para esa suspicacia son las siguientes.

El arreglo no fue resultado de la acción de la diplomacia de esas naciones, con el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU o de algún otro órgano de ese foro mundial, encargado de tutelar el cumplimiento permanente de las cláusulas suscritas. En ningún texto Irán se compromete a abandonar el enriquecimiento del uranio para obtener armas atómicas. Al contrario, luego del cese el fuego, el Gobierno iraní se ha ufanado de contar todavía con cerca de 400 kilogramos de uranio enriquecido, lo cual le permite proseguir su anhelado plan. De acuerdo con la versión iraní, los daños causados por los ataques de Israel y Estados Unidos, con su avión con bombas rompe búnkeres, fue muy parcial. No afectó el corazón del proyecto atómico.

Esa versión ha sido sugerida por un informe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA, por sus siglas en inglés), que ha circulado de forma restringida en Washington, al cual han tenido acceso varios medios de comunicación norteamericanos. El informe de la agencia que depende del Departamento de Defensa, indica que no hay un método fáctico que permita corroborar que el programa nuclear iraní sufrió daños irreversibles. El documento rebajó el impacto político que había alcanzado la incursión de los aviones norteamericanos en territorio iraní.    Lamentablemente, al parecer, por lo que dice la DIA, la capacidad atómica de Irán, aunque disminuida, no sufrió daños irreparables.

Si hubiese habido una negociación en la cual la diplomacia internacional hubiese tenido un papel más activo, este factor hubiese podido atenuarse con un compromiso mayor por parte de Irán para paralizar el proyecto. Es cierto que podrá decirse que esa nación no cumple los acuerdos. Sin embargo, ahora, luego de los ataques de Estados Unidos e Israel, el Gobierno de Irán cuenta con la excusa perfecta –en nombre de la defensa de su integridad territorial y soberanía nacional- para justificar ante sus ciudadanos y algunos países que lo apoyan, la continuación de su programa nuclear.

Otro objetivo que no se logró es el derrumbe y sustitución del régimen teocrático iraní –factor clave del Eje de la Resistencia- meta que Netanyahu se plateó de forma explícita cuando decidió atacar militarmente a Irán.  Es muy pronto para considerar que el ayatola Jamenei salió fortalecido de este trance. La oposición, golpeada por décadas de persecución implacable y destrucción continua, no se encuentra en condiciones de capitalizar los errores del régimen, la crisis económica –que pareciera estar en el origen del pacto con Israel y Estados Unidos- y el aislamiento internacional al cual han llevado sus gobernantes a Irán. El cambio de sistema solo sería posible por las secuelas dejadas por  una invasión extranjera o por la fractura interna del modelo político, cuyo eje se encuentra en la fusión entre el clero islamista y el Estado. Este constituye el núcleo de una de las pocas teocracias existentes en el planeta. En la mayoría de los países musulmanes, donde la importancia del clero es considerable, existe una cierta separación que permite que el Gobierno seglar opere con relativa autonomía frente a las autoridades eclesiásticas.

Las consecuencias de la permanencia en el poder de los ayatolas en Irán resultan impredecibles. La vocación del modelo iraní es expansionista. Sus líderes han favorecido a grupos terroristas como Hezbolá y Hamás, en el Medio Oriente, y los Hutíes, en Yemen. Con las autoridades iraníes es difícil llegar a acuerdos duraderos. Parecieran creerse herederos de Ciro el Grande, fundador del imperio persa.

La diplomacia, sustituida en esta ocasión por el ucase de Donald Trump, tendrá que retomarse en el futuro cercano para que la paz entre Irán e Israel, es decir en el Medio Oriente, sea perdurable.

 

Trino Márquez

@trinomarquezc

Editorial de El Nacional: Día del Periodista

Posted on: junio 27th, 2025 by Super Confirmado

 

Desde hace medio siglo se celebra en Venezuela el Día del Periodista cada 27 de junio. Un día como hoy en un país muy distinto a aquel de 1972 se aprobó la Ley de Ejercicio del Periodismo —una rareza legislativa inexistente en la mayoría de las naciones— y se estableció esta fecha para honrar el oficio de buscar, procesar y ofrecer información, sustancia vital de una democracia. El 27 de junio de 1818 Simón Bolívar, junto con Juan Germán Roscio y Cristóbal Mendoza, entre otros hombres de la gesta independentista, pusieron en marcha el Correo del Orinoco en plena guerra contra la metrópoli española. La fecha viene de allí.

Aquel país de 1972 transitaba por su cuarto gobierno de elección popular (Betancourt, Leoni, Caldera y Carlos Andrés Pérez) desde la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, tan bien recordado en los predios de la presidencia ilegítima que encabeza el régimen actual.  El presidente Pérez impulsaba su plan de La Gran Venezuela, que, entre otras realizaciones, incluyó la nacionalización del hierro y el petróleo, el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho y algunas ideas insostenibles como el pleno empleo. Los medios disfrutaban de un ambiente de libertad cada vez mayor, eran el centro del debate político e intelectual en un país que se había vuelto una suerte de faro democrático en la región, poblada de terribles dictaduras militares.

Medio centenar de años después estamos rodeados de democracias, imperfectas sí, como era la nuestra, mientras Venezuela padece ahora la asfixia de gobernantes inescrupulosos, alérgicos a la libertad, que han destrozado en un par de décadas el sistema de medios (radios, televisoras, diarios, revistas) para imponer el silencio, la persecución y el miedo. También un periodismo servil en los medios que se financian con recursos públicos y cuyos dueños, en teoría, somos todos los venezolanos.

En el Día del Periodista, en aquella democracia que aborrecían los “revolucionarios” de cafetín y trincheras, el Palacio de Miraflores abría sus puertas para entregar los premios nacionales de periodismo a un puñado de profesionales que solían ser, por lo general, críticos del gobierno de turno. Gobiernos de centro izquierda o de centro derecha —desde 1958, los extremos fueron insignificantes durante 40 años— que tenían la gallardía de reconocer a los buenos periodistas por su trayectoria profesional, por encima de las simpatías partidistas.

Quienes hoy se merecen los premios por hacer su trabajo son los que están tras las rejas, los que son capaces de vencer el miedo todos los días para buscar y difundir noticias, o los que se fueron del país acosados por el poder, sus fiscales, jueces, policías y los círculos de la furia bolivariana. Desde 1999, en el que comenzó este oscuro período de la vida política venezolana, ¡más de un cuarto de siglo!, se fueron restringiendo los espacios para la crítica, para el debate, cercando a los medios con leyes inconcebibles, multas económicas desorbitadas, estatización de empresas para cortar suministro financiero a los medios y la presión del aparato estatal para ponerle la mano a históricos diarios y medios radiales y audiovisuales hasta acabar con ellos.

La libertad de expresión es cierto que nunca es completa. Las sociedades democráticas, aún las más abiertas y de mayor solera, enfrentan desafíos para preservar la libertad de acción de medios y periodistas. La era Trump, por ejemplo. Pero ese no es el caso en Venezuela: en nuestro país no es un problema de censura o de limitaciones para publicar determinadas informaciones. En nuestro país, de la misma manera que se pretende imponer un sistema político que clausure la vida en democracia, también se quiere erradicar cualquier asomo de prensa (en todos sus formatos) que no esté supeditado a la estructura del poder.

Los medios que se rebelan contra esa realidad, los periodistas que persisten en su oficio, que entienden como un compromiso público, lo pagan de diversas maneras, todas crueles: cárcel, exilio, persecución, inseguridad personal y familiar, secuestro de bienes personales.

Lo que hay que celebrar hoy es la decisión de seguir luchando por una sociedad democrática, en la que el periodismo, con sus aciertos y también sus excesos, contribuya al debate público sobre los asuntos de mayor interés para los ciudadanos. El buen periodismo, al que se llega por perseverancia, conciencia crítica, independencia y compromiso ético y profesional, debe ser un vigilante del poder en todas sus manifestaciones. Y más de éste, ilegítimo y entregado a intereses contrarios al bien público.

Desde hace medio siglo se celebra en Venezuela el Día del Periodista cada 27 de junio. Un día como hoy en un país muy distinto a aquel de 1972 se aprobó la Ley de Ejercicio del Periodismo —una rareza legislativa inexistente en la mayoría de las naciones— y se estableció esta fecha para honrar el oficio de buscar, procesar y ofrecer información, sustancia vital de una democracia. El 27 de junio de 1818 Simón Bolívar, junto con Juan Germán Roscio y Cristóbal Mendoza, entre otros hombres de la gesta independentista, pusieron en marcha el Correo del Orinoco en plena guerra contra la metrópoli española. La fecha viene de allí.

Aquel país de 1972 transitaba por su cuarto gobierno de elección popular (Betancourt, Leoni, Caldera y Carlos Andrés Pérez) desde la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, tan bien recordado en los predios de la presidencia ilegítima que encabeza el régimen actual.  El presidente Pérez impulsaba su plan de La Gran Venezuela, que, entre otras realizaciones, incluyó la nacionalización del hierro y el petróleo, el programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho y algunas ideas insostenibles como el pleno empleo. Los medios disfrutaban de un ambiente de libertad cada vez mayor, eran el centro del debate político e intelectual en un país que se había vuelto una suerte de faro democrático en la región, poblada de terribles dictaduras militares.

Medio centenar de años después estamos rodeados de democracias, imperfectas sí, como era la nuestra, mientras Venezuela padece ahora la asfixia de gobernantes inescrupulosos, alérgicos a la libertad, que han destrozado en un par de décadas el sistema de medios (radios, televisoras, diarios, revistas) para imponer el silencio, la persecución y el miedo. También un periodismo servil en los medios que se financian con recursos públicos y cuyos dueños, en teoría, somos todos los venezolanos.

En el Día del Periodista, en aquella democracia que aborrecían los “revolucionarios” de cafetín y trincheras, el Palacio de Miraflores abría sus puertas para entregar los premios nacionales de periodismo a un puñado de profesionales que solían ser, por lo general, críticos del gobierno de turno. Gobiernos de centro izquierda o de centro derecha —desde 1958, los extremos fueron insignificantes durante 40 años— que tenían la gallardía de reconocer a los buenos periodistas por su trayectoria profesional, por encima de las simpatías partidistas.

Quienes hoy se merecen los premios por hacer su trabajo son los que están tras las rejas, los que son capaces de vencer el miedo todos los días para buscar y difundir noticias, o los que se fueron del país acosados por el poder, sus fiscales, jueces, policías y los círculos de la furia bolivariana. Desde 1999, en el que comenzó este oscuro período de la vida política venezolana, ¡más de un cuarto de siglo!, se fueron restringiendo los espacios para la crítica, para el debate, cercando a los medios con leyes inconcebibles, multas económicas desorbitadas, estatización de empresas para cortar suministro financiero a los medios y la presión del aparato estatal para ponerle la mano a históricos diarios y medios radiales y audiovisuales hasta acabar con ellos.

La libertad de expresión es cierto que nunca es completa. Las sociedades democráticas, aún las más abiertas y de mayor solera, enfrentan desafíos para preservar la libertad de acción de medios y periodistas. La era Trump, por ejemplo. Pero ese no es el caso en Venezuela: en nuestro país no es un problema de censura o de limitaciones para publicar determinadas informaciones. En nuestro país, de la misma manera que se pretende imponer un sistema político que clausure la vida en democracia, también se quiere erradicar cualquier asomo de prensa (en todos sus formatos) que no esté supeditado a la estructura del poder.

Los medios que se rebelan contra esa realidad, los periodistas que persisten en su oficio, que entienden como un compromiso público, lo pagan de diversas maneras, todas crueles: cárcel, exilio, persecución, inseguridad personal y familiar, secuestro de bienes personales.

Lo que hay que celebrar hoy es la decisión de seguir luchando por una sociedad democrática, en la que el periodismo, con sus aciertos y también sus excesos, contribuya al debate público sobre los asuntos de mayor interés para los ciudadanos. El buen periodismo, al que se llega por perseverancia, conciencia crítica, independencia y compromiso ético y profesional, debe ser un vigilante del poder en todas sus manifestaciones. Y más de éste, ilegítimo y entregado a intereses contrarios al bien público.

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Estos son los rostros de los 16 periodistas que hoy están injustamente tras las rejas

 

¿Por qué se celebra hoy el Día del periodista?

Posted on: junio 27th, 2025 by Laura Espinoza

El 27 de junio se celebra el Día del Periodista en honor al primer ejemplar del Correo del Orinoco, periódico fundado por el Libertador Simón Bolívar en el año 1818.

Anteriormente el Día del Periodista era celebrado el 24 de octubre en conmemoración a la Gaceta de Caracas, el primer periódico que circuló en Venezuela, que respondía a los intereses de la colonia española, pero el periodista, historiador, analista político y diputado del Partido Comunista de Venezuela, Guillermo García Ponce, propuso en 1964 el cambio de fecha, desde el cuartel San Carlos en Caracas donde permanecía preso acusado de rebelión militar.

El Correo del Orinoco se convirtió en la voz de la libertad. En el primer enunciado de aquella publicación Bolívar resumió de forma brillante el deber ser de esta hermosa profesión: “Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar al público”.

“Mándeme usted de un modo u otro una imprenta que es tan útil como los pertrechos”, escribió Bolívar a Fernando Peñalver.

El 27 de junio de 1818 salió el diario impreso por una máquina movida a brazo y con cuatro páginas de papel de hilo.

Hoy en 2025, queremos rescatar la libertad  sobretodo el derecho de expresarnos, de pensamiento libre,  eliminar la censura, desde Confirmado.com.ve les deseamos todos los colegas un Feliz día…

 

Consignas (o las paredes hablan) | Diario de un E.R.E.

 

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