Incomprensión de la derrota

Posted on: diciembre 10th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Hay dos indicadores que presagian el fin del gobierno. En primer lugar, el resultado electoral del pasado 6 de diciembre. La alta participación electoral, el carácter plebiscitario de la elección, la amplísima ventaja a favor de la oposición, la ruptura del voto segmentado socialmente y un racimo de datos cualitativos que denotan el hastío y rechazo de la población, para esta forma ya malsana de conducir las políticas y las relaciones del Estado con la sociedad, dejan bastante claro que hemos llegado al fin de un ciclo, a la terminación del populismo petrolero que inauguró y mantuvo el presidente Chávez.

 

 

El segundo indicador, si bien no es más que una reafirmación de una de las incapacidades que ya hemos visto a lo largo de estos dos años del gobierno de Maduro, es la inmensa dificultad que tienen para leer los signos de los tiempos. Desde temprano, cuando la actual administración recién se iniciaba, no lograron interpretar la absoluta inviabilidad que implicaba hacer lo mismo cuando todo era distinto. Sin liderazgo, con un triunfo presidencial cuestionado y sin las bases materiales de sustentación (precio alto del petróleo), el gobierno optó por lo más cobarde, lo que exigía menos pensamiento, pero también lo que lo llevaría a la derrota de hoy. Hacer lo mismo y bautizarlo como legado.

 

 

Esa misma dificultad que tuvieron para interpretar la realidad económica la exhiben hoy pero para ignorar el cambio político-electoral que se les vino encima. Trepanados en el entendimiento (mitad por los intereses a cuestas, mitad por la pereza ideológica que evidencia su verbo), no terminan de entender lo que el pueblo les dijo hace dos días. Las explicaciones dadas, que llegan a tildar de traidor al propio pueblo, los llamados a administrar la victoria por quienes no supieron gerenciar la heredada, junto a la insistencia en el uso descontextualizado de los lugares comunes del presidente Chávez, dan claras señales de que estamos frente a una especie política sin capacidad evolutiva, con poca o ninguna posibilidad de adaptación a los cambio y, como todo proyecto sin atributos para aprender, destinado a la extinción.

 

 

La incapacidad de la que hablamos no tiene que ver con atributos relacionados con la idiotez o las pocas luces, aunque esto ayuda, para el caso del proyecto político oficial muy probablemente se deba a la estructura vertical de mando, el diseño cerrado de la organización y la toma de decisiones centrada en un órgano central poco permeable.

 

 

El presidente Chávez, entre las herencias que dejó, fue la de una organización política cuyos órganos de dirección tienen barreras de entradas muy altas. Ritos demostrativos de lealtad que llegan a tener que reconocer la omnisciencia del líder, o de la cúpula que dejó tras su muerte, lo cual no solamente no es cierta (ni antes, ni ahora), sino que además castra la crítica o impide la incorporación de nuevas ideas, en un catecismo que ya no funciona.

 

 

Todo lo anterior explica la soberbia, la doblez y el cinismo de las primeras declaratorias. No es un traspié, no se trata de un accidente, pequeño tropiezo o cualquier otro calificativo con el que se pretende minimizar la avalancha o el tsunami opositor.

 

 

Por fortuna, y por la orillas, algo de crítica interna aflora con timidez. Ojalá la atiendan; al cambio todavía le falta algo de tiempo, y cuanto menos se sufra, será mejor para todos.

 

 

Luis Pedro España

Récord de pobreza

Posted on: noviembre 26th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Así calificamos los niveles de pobreza registrados por el país en este catastrófico 2015. La caída del ingreso familiar ha sido la más grande desde que se llevan cifras de pobreza de ingreso. Nunca antes, desde 1975 a la fecha, hemos registrado hasta 76% de pobreza.

 

 

Una combinación de factores nos ha traído hasta aquí. La mayoría completamente prevenibles, solo el gobierno no parecía saber a qué se enfrentaba o, si lo sabía, lo ignoró. Como siempre, como ahora, se hizo el loco por la necesidad de privilegiar sus intereses políticos.

 

 

Pero esta vez de tanto ignorar a la gente y de tanto confiar en sus recetas fallidas, la realidad le ha pasado una factura gigantesca. Tiene en su haber la cifra más alta de pobreza de toda nuestra historia y esa pesada realidad le va a costar una profunda derrota el próximo 6 de diciembre. La crisis social que han provocado, por culpa de insistir hasta el hastío en políticas económicas que no funcionan y de unas acciones sociales que ya ni siquiera convoca a los adeptos, es la responsable de los déficits sociales que hoy reflejan la encuesta de calidad de vida que por segundo año consecutivo sigue mostrando el deslave del país.

 

 

Si bien la encuesta reporta información sobre diversos ámbitos de la realidad social, hasta ahora se ha dado a conocer lo relativo al indicador global de pobreza. Como se esperaba los indicadores dan cuenta de un shock de ingresos negativo, de una caída del poder de compra, el cual, junto a la extrema situación de desabastecimiento ha lanzado a más de 2,8 millones de hogares a la pobreza.

 

 

Por tratarse de una crisis de ingresos, por ahora podemos hablar de pobreza reciente. Bastaría una reanimación del aparato productivo, bajo condiciones de cierto equilibrio y recuperación de la confianza, para que estos escandalosos índices de pobreza se reduzcan de manera importante. Pero para ello se necesita hacer tantos cambios económicos y un giro tan radical en las políticas que, como tantas veces se ha dicho, el gobierno tendría que volver a nacer.

 

 

Las rigideces de intereses, las ataduras ideológicos y la evidente incapacidad que muestra el gobierno ha hecho de la pobreza un problema político, casi inherente al sistema que trató de imponerse. Es imposible salir de ella, hacerla retroceder o siquiera detener su avance, sin que medie una cambio radical de políticas, que necesariamente tendrá que pasar por un cambio de gobierno.

 

 

El chantaje electoral trata de sembrar el miedo sobre la pérdida de beneficios. Prebendas y subsidios que no serían del todo necesarios si los venezolanos vivieran de su trabajo o, mejor aún, si el pueblo no estuviese condenado a los pocos bienes a los que tiene acceso y que son la consecuencia de las políticas de controles y antiproductivas.

 

 

Hasta 6 millones de venezolanos dice adquirir algunos alimentos en la red de Mercal o por medio de alguna de las modalidades de la Misión Alimentación. Esto, lejos de ser un éxito, es la evidencia del fracaso productivo del país. Si no se adquieren los alimentos subsidiados por medio de la renta petrolera que aún queda, el país sencillamente no come. Bajo esa red de precario abastecimiento, solo se come mal, se consume lo que se encuentra, se trata de solo llenar las ganas, importando poco su valor nutricional, su calidad y mucho menos la variedad. Nos han convertido en un país de carbohidratos y grasas.

 

 

La buena noticia es que por ahora esa pobreza es reversible. Con relativa rapidez podríamos salir de ella, pero para ello habrá que cambiar primero de gobierno. Oportunidad que luce, al menos en su inicio, a la vuelta de la esquina.

 

Luis Pedro España

Mirando hacia adelante

Posted on: noviembre 12th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Preocupa, y mucho, cada vez que se escucha decir a alguien esa frase tan pavosamente recurrente que dispara desde el cinto un ser confiado: ¡Esto está listo! La crisis del gobierno, su inminente deslave, parece convertirse en un frotar de manos para algunos insensatos que ven en un ministerio una línea más para su currículo o, para otros, una oportunidad para los negocios.

 

 

Pues sí, todo parece indicar que al gobierno le va a costar mucho salvarse de una aleccionadora derrota electoral. La crisis social, por la que nos han empujado tras la increíble inamovilidad gubernamental, se ha convertido en una fuerza de cambio que encontrará su canal por la vía del voto.

 

 

La tortura diaria de tener que lidiar con la consecuencia de tantas equivocaciones juntas es el impulso mayor de un país que parece estar convencido de que los herederos de la revolución no solo no encuentran qué hacer con ella, sino, lo más importante, cómo hacerle frente a su inevitable fracaso.

 

 

La fantasía populista terminó y vamos para otra cosa. Algo que, para que sea políticamente estable y viable económicamente, necesitará que se tomen en serio las causas que nos llevaron a esta tragedia de 16 años y no, como en más de una declaración se deja entrever, a repetir los postulados que probablemente sean económicamente correctos, pero sumamente descontextualizados y carentes de consenso social en la Venezuela poschavista del futuro.

 

 

Pone la piel de gallina escuchar la reedición de la “dictadura de los sabios”. Esos que parecieran estar esperando que alguien haga el trabajo sucio para entonces volver a los trajes oscuros y las impecables camisas de cuello duro.

 

 

Así como sorprende que el gobierno no ha aprendido de sus errores, hay muchos otros que se llenan de excusas para no caer en cuenta de que esta Venezuela no es gobernable como se hizo en el pasado, y que el cambio fundamental consiste en, efectivamente, tener al pueblo en el corazón y sus intereses en las políticas.

 

 

Incorporar los interés de los otros, y en especial de los más humildes, no es un asunto únicamente de voluntad o sensibilidad. Eso ayuda, pero el voluntarismo no solo no es suficiente, sino que deviene en mesianismo y santurronerismo del cual ya tuvimos demasiado. En las democracias modernas incorporar los intereses del pueblo únicamente es posible por medio de su participación orgánicamente canalizada a través de instituciones múltiples y variadas, pero donde los partidos políticos tienen un lugar no solo privilegiado sino insustituible para logar que efectivamente se incorporen los intereses de quienes no disponen de poder propio, sea económico o cultural.

 

 

Vamos camino, como decíamos al principio, de una potencial derrota gubernamental en la Asamblea Nacional. Es muy posible que se inicie un nuevo capítulo en este proceso de cambio político que, por ahora, únicamente ha conocido de empobrecimiento masivo y restricciones en todos los estratos sociales. Pero para que el posible triunfo electoral sea el inicio de un cambio estable, se necesita que los nuevos actores políticos atiendan la crisis social y no que solo la capitalicen.

 

 

 

Será el tiempo de los partidos políticos. Viejos y nuevos que, con la ayuda de las enseñanzas de la crisis, desechen a los que pretenden volver como si nada hubiese pasado, como si Venezuela no hubiese cambiado.

 

Luis Pedro España

 

¿Está asegurado el triunfo?

Posted on: octubre 29th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

No solo no lo está, sino que además nunca lo está. Pregúntele a los peronistas, si necesitamos un ejemplo reciente, o a muchas de las sorpresas electorales del pasado. En la últimas elecciones parlamentarias de 2010 las encuestas no daban medio a favor de la oposición. Lo cierto fue que no solamente el oficialismo no alcanzó ninguna de las mayorías calificadas previstas en la Constitución, sino sus adversarios casi doblaron el número de escaños que presagiaban las encuestas.

 

 

Hoy la cosa parece ser muy distintas. Esas mismas encuestas están dando una intención de voto clara y de aparente irreversible mayoría a la oposición. Pero recalcan “intención de voto”, lo que es muy diferente a escaños y puede que también a votos. La intención no empreña.

 

 

¿Cuál es la situación a menos 40 días de las elecciones? Primero, ciertamente hay una intención de voto entre la oposición y el oficialismo que favorece al primero entre 14 y 17 puntos, según la encuesta que consulte. Segundo, los que a estas alturas se declaran indecisos no superan 12% y en su mayoría seguramente terminaran inclinándose por la oposición. Tercero, y este es el punto importante, puede que más de un tercio del electorado decida no ir a votar y, por primera vez, esta población abstencionista es en su mayoría “es o ex” chavista.

 

 

La clave del oficialismo es clave, mover a sus compañeros desilusionados. No les será fácil, pero ese es el factor para lograr parapetar los resultados que hoy les resultan claramente adversos.

 

 

Como tanto se ha dicho, hay que tener en cuenta que esta elección es por circuitos. De lo que se trata es de ganar escaños que, como sabemos, no necesariamente son igual a votos en la suma nacional.

 

 

Las encuestas (no muchas) que se han hecho por circuitos dan ventajas estrechas en aquellos de tendencias electorales históricamente no definidas, con lo cual el control sobre el escamoteo de votos, ese que ocurre en las incomprensibles prorrogas que da el CNE, parece ser vital para la oposición en estas elecciones. Además de pelear por mayores restricciones al voto asistido o el activado sin las captahuellas. En resumen, frente a un chavismo que no parece estar motivado a votar, hay que cuidar que esos “espacios en blanco” no sean llenados entre gallos y medianoche.

 

 

¿Qué debería hacer la oposición? Seguir lanzando puentes al país descontento que alguna vez fue partidario del gobierno. Ellos tienen muchas razones para no apoyar a los herederos de lo que creyeron, pero aún les falta muchas para creer en algo nuevo.

 

 

El partido de gobierno pretende apoyarse en el pasado, la imagen y recuerdo ad nauseam del líder como garante de los beneficios que reciben o alguna vez recibieron. El chantaje de que la oposición lo que quiere es el control político y no los beneficios para el pueblo se reafirma cada vez que la oposición habla de política y no de los problemas de la gente. Por fortuna, eso ha cambiado, eso tiene a la oposición arriba y con chance, pero no es suficiente.

 

 

Se necesita un remate, un nuevo impulso, una nueva razón para que el desesperanzado o desilusionado de lo que fue pueda creer en que sí es posible un nuevo futuro. De eso dependerá que el próximo 6-D sea el comienzo del cambio que necesita el país.

 

 

 Luis Pedro España

Gobierno sin propuestas

Posted on: octubre 15th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

La excusa nunca fue electoral, al menos no del todo. La parálisis gubernamental no puede explicarse solo por la tradicional presunción del cálculo político, el costo social o la posible afectación de la popularidad. La respuesta es más simple: no tienen la menor idea de cómo se enmiendan sus errores.

 

 

El jingle publicitario de que el gobierno tiene un proyecto y la oposición no, se contrapone a la sorprendente inacción y su desastrosa consecuencia. Tras dos años de inmovilismo y deterioro progresivo nadie cree que el gobierno pueda resolver siquiera uno de los problemas creados por ellos mismos. Tenemos una sola certeza, mañana será peor que hoy, 2016 peor que 2015.

 

 

La creencia pública de que el gobierno no tiene respuestas, sino increíbles excusas, es la responsable del deseo generaliza de cambio. Sin entrar a detallar la naturaleza del cambio, porque probablemente nos encontremos que, en el fondo, la gente quisiera que se apliquen las mismas políticas pero con resultados distintos a los que tenemos, se necesitan propuestas que animen al pueblo.

 

 

No es este el momento para debatir sobre las creencias económicas del venezolano, pero sí lo es para impulsar propuestas que cuenten con el respaldo de la población y que además dejen en claro que el deseo de controlar la Asamblea Nacional es para ayudar a resolver los problemas, no para incrementarlos.

 

 

Tampoco lo es para plantear el camino que llevará la transición política en Venezuela. Imaginar una ruta electoral de triunfo parlamentario, triunfo de las autoridades regionales y luego un revocatorio para que entonces efectivamente tengan lugar los cambios que solucionen los problemas de hoy, es casi tan perverso como invitar a la gente a que se goce las colas o haga del desabastecimiento una oportunidad para la creatividad. El hambre no puede esperar tres años más.

 

 

Venezuela necesita propuestas, creíbles y compartidas. Necesita sueños posibles y no solo duras realidades. Todos sabemos que para salir del desastre bolivariano habrá que asumir sacrificios, pero es hora de poner por delante las políticas que demuestren que las soluciones de la oposición están de lado del pueblo y no de incomprensibles requisitos macroeconómicos para relanzar al país. Tratemos de no repetir la historia del último intento de superar el populismo. Ya sabemos sus resultados.

 

 

Es hora de poner por delante una agenda social. Una agenda que sirva como programa para la próxima Asamblea Nacional. Propuestas de acompañamiento del pueblo en esta hora de sufrimiento económico. Planes de compensación de emergencia para el país que está pasando hambre y trabajo. Auténticos programas para impedir que nuestros jóvenes dejen la escuela por culpa de una crisis de la que no son responsables. Sistemas de acompañamiento a los enfermos crónicos que requieren de tratamientos para mantenerles la vida. Un sistema de revisión trimestral del salario mínimo y las pensiones para enfrentar la inflación, junto con las necesarias exigencias de austeridad fiscal y nuevo modelo cambiario para que el Ejecutivo la combata.

 

 

Una revisión completa de los planes de inversión del Estado con el fin de redireccionar los recursos en aquellos que tengan impacto sobre la calidad de vida, agua y electricidad como grandes prioridades. Además de un exhaustivo control del gasto del Estado para eliminar todo lo suntuoso y bochornoso que siguen siendo los viajes y comitivas al exterior.

 

 

Es la hora de las propuestas. De una oferta social impulsada desde un parlamento de oposición, pero que a su vez obligue al gobierno a la corrección económica que no sabe o no quiere hacer.

 

 

Luis Pedro España

 

Camino al 6-D

Posted on: octubre 1st, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

A medida que se aproxima el 6 de diciembre la realidad nacional se vuelve más crítica y la acción del gobierno más incomprensible. Aunque sea cierto que no estamos frente a un gobierno responsable, que efectivamente le preocupe o le duela algo más que sus propios intereses e intestinos, no deja de sorprender cómo se empecinan en construir su propia inviabilidad.

 

 

La señal más evidente proviene, claro está, de la vida material. Lo tangible, contante y sonante que es la economía, hace que para todos sea una obviedad que el gobierno no puede con esto. Más de 60% de los venezolanos está convencido de que la escasez, este fenómeno único entre nosotros y que vamos para años sin tener disponibilidades para satisfacer lo más esencial, no se va a solucionar hasta que no ocurra un cambio de gobierno. Porcentaje al que habría que sumarle 20% adicional de los que creen que este problema nunca se va a resolver y será algo con lo que tendremos que vivir para siempre.

 

 

Otras materias menos concretas, pero igual de dramáticas, simplemente corroboran la tragedia que estamos viviendo. Por más que el gobierno trate de ocultar la realidad que requiere de números e indicadores para que se haga visible socialmente, y no que sea la sumatoria de experiencias personales de malestar, todos sabemos que los servicios de salud, educación, culturales y de infraestructura llevan rato empeorando la calidad de vida de los venezolanos.

 

 

Mientras todo esto ocurre, el gobierno irresponsablemente sigue orientando sus políticas y ocupando el tiempo en tratar de dilucidar cuál es el golpe de suerte que lo podrá salvar de su desastre electoral. Tan es así, tan histéricamente se comporta frente al escenario de la derrota, que nuevamente la misma mayoría que está convencida de que la situación socioeconómica no tiene solución, siente temor por lo que pueda ocurrir el 6 de diciembre.

 

 

Lo antidemocrático, de quienes heredaron el poder del último de los caudillos contemporáneos, es sentido por la ciudadanía en forma de temor por lo que puedan hacer los fanáticos bolivarianos que una y mil veces nos repiten consignas fachistoides que, al final del día, no son sino conjuros para espantar sus propios miedos.

 

 

Pero la gran interrogante que tienen los venezolanos, la mayoría de civiles que son los que en definitiva constituimos este país, y que por derecho humano, siquiera uno, es más importante que cualquier institución del Estado, es tratar de dilucidar e imaginarse qué es lo que ocurre, o al menos en qué están pensando los integrantes de la Fuerza Armada sobre esta complicada realidad nacional.

 

 

Las mismas encuestas que hablan de miedo por lo que pueda ocurrir el 6 de diciembre, también hablan de confianza en la Fuerza Armada. Ellas serán las que contengan las locuras de los colectivos con granadas, o las ganas de desconocer unos resultados aplastantes. Es por ello que, a juicio de buena parte de los civiles, esa institución del Estado será el garante de sus derechos.

 

 

Sobre esto último, sobre la posibilidad de que ocurra lo que nunca antes ha ocurrido en Venezuela, realmente no hay forma de saberlo. En el mejor de los casos, y a falta de mejor pronóstico, cualquier especulación debería remitirse a lo que ha ocurrido en el pasado, en otras palabras, que la mayoría electoral siempre ha sido el gran consenso en Venezuela, sea en los cuarteles y fuera de ellos.

 

 

Luis Pedro España

Sin ver a la cara

Posted on: septiembre 17th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Como quien dicta una sentencia injusta y el remordimiento le impide verle la cara al sentenciado, quién sabe si así ocurrió tras la lectura del veredicto contra Leopoldo López, así mismo hace el gobierno cuando ignora, hace silencio o simplemente habla de una cosa distinta a la tragedia nacional que está ocurriendo en cada hogar venezolano que lucha por su supervivencia en medio de la inmensa crisis económica y social que padecemos.

 

 

Venezuela está atravesando una de las peores crisis sociales de su historia reciente. Los costos sociales de los ajustes macroeconómicos de 1989 o 1996, el Viernes Negro de 1983 o la crisis financiera de 1994, todas esas fatídicas fechas sencillamente palidecen frente a los índices de inflación, desabastecimiento, inseguridad y colapso de los servicios sociales de estos últimos dos años.

 

 

En ninguno de esos episodios la inflación alcanzó los 200 o 300 puntos que promedia la actual. Ni en los peores momentos del deterioro social de las décadas de los ochenta o los noventa la pobreza había crecido a la velocidad y con la reciedumbre con lo que lo ha hecho en el bienio 2014-2015. Nunca se había mantenido por meses, que ya van para años, situaciones críticas de desabastecimiento que solo se equiparan con los índices de escasez padecidos por las economías comunistas, en años en los cuales la hambruna llegó a tocar sus puertas.

 

 

Mientras, Venezuela soporta sobre los hombros de los responsables de sus familias, porque cada venezolano lo único que tiene para enfrentar esta crisis social es a su propia familia ante la ausencia de una política social de protección, el gobierno está mirando paro otro lado, construyéndose una agenda electoral que sirva de acción disuasiva como para que nadie sepa ciertamente la magnitud del padecimiento masivo y colectivo al que nos han llevado las irresponsabilidades y desaciertos de sus políticas.

 

 

Pero por más que se prohíban las cifras oficiales, que se persiga a cualquier periodista o simple ciudadano que reporte la magnitud de una cola, el zaperoco en una farmacia o la trifulca por un paquete de harina, cada uno de nosotros no solamente está descontento, molesto y deseando un cambio, sino que, además, sabe quién es el responsable y, por lo tanto, hasta el más desinformado sabe que mientras no ocurra un cambio político la crisis de empobrecimiento masivo a la que nos enfrentamos no tendrá fin.

 

 

Las encuestadoras oficiales tratarán de seguir mostrando equívocas cifras de cuestionarios que preguntan hasta la mitad, para tratar de hacer ver que, si bien es cierto que hay un descontento, este no desemboca en un cambio de alternativa a lo que han sido los errados postulados de los últimos dieciséis años. Falacia mercenaria, el próximo 6 de diciembre, salvo sorpresas inconstitucionales, por lo menos 60% del electorado va a expresarse muy claro y va a decir en las urnas lo que los controles oficialistas callan por la vía de la omisión o de la represión.

 

 

En las elecciones de diciembre la voluntad de cambio se va a expresar, y saldrá a la luz lo que hoy falsamente se interpreta como pasividad en las colas o conformismo con la situación social.

 

 

No importa qué tanto el gobierno le siga volteando la cara a la realidad. Ni siquiera importa lo que se invente para tratar de salvar el pellejo, a costa de agravar el nuestro. El deslave social que vivimos es inocultable y tendrá una expresión política, no les quepa la menor duda.

 

 

Luis Pedro España

Revolución farisea

Posted on: septiembre 3rd, 2015 by Laura Espinoza 1 Comment

 

A las personas que se atribuyen una moral, unas creencias y unos sentimientos que en verdad no tienen se les aplica el calificativo de fariseos. Tratándose de grupos o propuestas colectivas, el adjetivo se utiliza con mayor propiedad. Finalmente, los fariseos, y su hipócrita moral que reseña el evangelio, no era sino el clásico comportamiento moralizante y de “golpes de pecho” que nos resulta tan común en cada declaración o acción de este gobierno.

 

 

En su maniática búsqueda de permanecer en el poder extreman sus dobleces, al punto de que es difícil encontrar a un venezolano, que obviamente no esté ligado a la minoría del régimen, que le pueda imputar al comportamiento gubernamental de estos meses una misión distinta que la de atinar algún golpe de suerte, “dakazo” de por medio, que le permita parapetar los resultados cantadamente desfavorablemente de la próxima cita electoral.

 

 

No importan las consecuencias que ello impliquen para el pueblo, al cual no solo dicen representar, sino que, como buenos fariseos, cada vez que pueden se desgarran las vestiduras en señal de absoluta entrega popular. Cuando, en verdad, nada es más falso que su política de controles, de abastecimiento importador y el obsesivo intento de regular todo lo que pasa e interesa a los venezolanos.

 

 

Detrás de cada control hay un privilegio que disfrutan y usufructúan las mafias encargadas de negociarlos. En cada compra masiva de alimentos o medicinas, que absurdamente importamos en vez de producir o siquiera empacar en Venezuela, hay un viajecito de por medio, una comitiva rimbombante y una tajante cuota a dólar regalado. Tras cada regulación, hay una coima, un peaje, una excepción de la cual se lucra el jefe político, el funcionario de turno o algún otro interesado bienhechor del régimen.

 

 

En la medida en que las acciones farisaicas no remontan encuestas, no reporta el retorno electoral que la inspiró, tienen que salir a desmontarlas, disfrazarlas o simplemente bajarles el volumen. Pasó con el conflicto con Guyana y pasará con el inhumano cierre de la frontera. Son un escándalo las imágenes de la gente humilde y desplazada que cruza senderos, cauces de ríos o, sencillamente, permanece frente a una alambrada tratando de volver a casa, todo por culpa de una absurda medida.

 

 

Por ello, no tardarán mucho en solucionar “face to face” un problema que nunca debió haber existido o, al menos, que se debió atender de una forma distinta de la que busca un simple escándalo electoral.

 

 

Los disparates de la política internacional, como a los que nos tienen acostumbrados en materia económica o social, solo evidencian que, para las cuentas electorales, que son las únicas que les interesan, los almuerzos gratis sí existen, pero sólo una vez.

 

 

El “dakazo”, la mentira de que los controles transformarían los precios en “justos”, solo dura su tiempo de reposición. El nacionalismo, las bravuconadas internacionales, se desmoronan cuando se vuelven xenófobas e imposibles de sostener en este mundo de hoy, interdependiente y abierto.

 

 

Entre desaciertos y errores de política se les va cayendo la careta a los fariseos. Acabar con la intrincada red de intereses que los justifica no va a resultar sencillo. El fariseísmo no entiende de valores, sino de lucro y utilitarismo. Pero desmontarla será fundamental para que algún gobierno venezolano pueda, en justicia, volver a llamarse servidor del pueblo.

 

 

Luis Pedro España

¿Hasta cuándo?

Posted on: agosto 6th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Es una interrogante que nos hacemos todos, por distintos motivos, pero todos coincidimos.

 

 

Nuestra mínima común pregunta se resume en tratar de saber cuánto nos falta para que recuperemos alguna normalidad nacional. Partidarios del gobierno o del cambio tienen la misma incógnita. Los primeros acotan el tiempo desde las pistas que pueden dar algunas de las insostenibles explicaciones que dan sus interesados jefes. Los segundos sabemos que solo terminará la espera cuando comencemos a rebanar las instancias de poder del gobierno para lograr el cambio.

 

 

Los que parecen obligados a creer en las excusas gubernamentales, quizás lo hagan porque es imposible que el gobierno pueda cambiar de monta a mitad de carrera. Los más informados de ellos coinciden en que el gobierno lleva sobretiempo y que de lo que deberían ocuparse es de salir por la puerta de atrás y con alguna honrilla.

 

 

En ambos casos, el gobierno carga la deuda de no haber tenido el valor de adaptarse a las nuevas circunstancias de liderazgo, la merma de apoyo político y los cambios en el mercado de petróleo. El oficialismo optó por el conservadurismo. Como buenos revolucionarios pasados de tiempo en el poder, prefirieron por “más de lo mismo”, y la consecuencia ha sido esta descomunal crisis que terminará por echarlos.

 

 

Demasiados intereses encontrados, estupideces ideológicas y privilegios inconfesables, cuando no claros delitos contra la cosa pública, son los lazos que los inmovilizan. La pregunta por tanto no es si se van, sino cuándo.

 

 

Pero de este lado, del lado del cambio, ese ¿hasta cuándo? también tiene visos de inviabilidad. Cuando le atribuimos a taras, ingenuidad o ignorancia que hasta 30% de venezolanos sigue apoyando las barbaridades que salen de Miraflores, de alguna forma se evidencia cierto apartheid sociopolítico que nuevamente nos segmenta y nos distancia, lo que no solo es útil para el discurso confrontacional que tanto favor le hace al gobierno, sino que coloca obstáculos a la unidad nacional que será necesaria para rehacer lo que en estos años se destruyó y dejó o desaprovechó de hacer.

 

 

A quienes así piensan, hay que recordarles dos cosas. En primer lugar, que esos hermanos venezolanos fueron los últimos que abandonaron su lealtad al antiguo bipartidismo y seguramente por la misma razón que ahora serán los últimos en abandonar el torpedeado barco chavista. Esa parte del país es la más dependiente del Estado. Lo que reciben (poco, mucho, bueno o malo) se lo deben al gobierno. Toca en el futuro seguir apoyándolos (siempre y cuando tengamos una transición democrática socialmente inclusiva), y con suerte pasarán a ser partidarios libres de la oposición, cuando esta sea gobierno. Para ello, la política social deberá ser un derecho y no un favorcito personalista.

 

 

En segundo lugar, hay que recordar también que los sabiondos radicales de la clase media de hoy, en su gran mayoría apoyaron las barbaridades del cambio militarista, personalista y mesiánico que llevó a la aventura vengativa del chavismo al poder. Gracias al voto urbano del antipartido y la antipolítica, el cual en su momento estuvo tan obstinado como hoy de la situación que vivía, apoyaron lo que hoy adversan. Les falta modestia y mucho arrepentimiento.

 

 

Finalmente, preguntarse cuánto falta es una cuestión democrática, no es una incitación a la desestabilización. Es la nueva forma de unirnos en un proyecto común, en una misma aspiración: salir de esto. Es una espera que se traduce en angustia, según el estrato social de cada uno, pero que ya se asemeja en una alianza policlasista que se encuentra en las colas y se identifica en la inmensa peladera de la que todos padecemos.

 

 

Así, cada vez que nos preguntemos hasta cuándo, y cuantos más sean los que se hagan la pregunta, sabremos que estamos más cerca de encontrar esa simple respuesta… Pronto.

 

 

Luis Pedro España

En el nombre del pueblo

Posted on: julio 23rd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

No hay un solo proyecto político que no se pretenda en el nombre del pueblo. Los holistas y revolucionarios mucho más. Construyen utopías sobre la base de la redención del pueblo, del logro de valores sublimes y trascendentales. Colocan al pueblo y sus padecimientos en el centro del debate. Son reivindicadores, prometen la tierra prometida a la que siempre se tuvo derecho, pero de la que fueron desterrados o fueron excluidos por la perversidad de sus enemigos. Oligarquías, transnacionales o simples burgueses son los culpables. La redención son ellos, el proyecto transformador lo encarna la vanguardia, los puros de corazón, finalmente el líder o el partido de la revolución.

 

 

En algún momento de la historia de los pueblos, especialmente cuando se han padecido largas crisis, o mejor, profundos quiebres de expectativas colectivas, este tipo de proyectos políticos emergen. Hasta los pueblos que han parido los mayores filósofos, protagonizado los grandes avances o han sido protagonistas de maravillas civilizatorias, han padecido de estas tentaciones que no vale la pena ni mencionarlas.

 

 

Venezuela no ha sido la excepción. Llevamos más de tres lustros con el invento de la tierra prometida, un lugar donde lleva el líder y el pueblo sigue. Prometen algo donde el pueblo no es el sujeto, solo un objeto. Desde el principio este tipo de proyectos menosprecian al pueblo. Lo consideran minusválidos, seres inferiores a los que la revolución y sus líderes les tienen compasión. El pueblo humilde, se hace grande por apoyarlos a ellos. De lo contrario son apátridas, traidores, manipulados o simples faltos de consciencia.

 

 
Por ello es que en el nombre del pueblo se han cometido los mayores disparates de la humanidad y sus más terribles tragedias, y Venezuela no es la excepción. Llevamos dos años en los que la experiencia diaria de cualquiera de nosotros nos recuerda cómo vamos de mal a peor. Recitar la cotidianidad caótica del venezolano cansa, recuerda un ir y venir de cosas absurdas, de colas inmensas, de pésimos tratos y peores servicios. Compararnos con los países hermanos más que envidia da rabia, y hasta recordar nuestro pasado no tan lejano incluso nos asombra. Nos hemos vuelto la borra del continente, no hay como ocultarlo.

 

 

Pero lo más sorprendente, lo que nos lleva por igual de la ira a la risa, son las justificaciones de los jerarcas para explicar lo que nos pasa. Manos peludas desde un teclado manipulan los precios de todo un país, oscuras prácticas desatan situaciones internacionales de las que somos víctimas, la delincuencia, la corrupción, la violencia, el desencuentro de los venezolanos es culpa de todos, menos de ellos. Ese ha sido el camino para exculpar a los verdaderos culpables.

 

 

La revolución no es responsable de lo malo, pero sí es protagonista de lo que se inventan como bueno. La identidad es sencilla, ellos son los buenos, nosotros somos los malos. En el nombre del pueblo ellos se han convertido en el centro. No importa si los niños no tienen pañales o leche, los enfermos medicinas y tratamientos, o si lo necesario para vivir supera varias veces el salario promedio del país. Solo importa el proyecto, es decir, ellos. Así será mientras sigan en el poder. No importa el hambre o el desempleo, con la revolución me resteo. El que piense diferente es egoísta, individualista, inconsciente o manipulador.

 

 

No es mucha el hambre que evidencian sus barrigas, ni son muchos callos los que exhiben sus arregladitas manos o falta de detergente sus impecables prendas. En el nombre del pueblo es su proyecto. Es en el nombre de ellos, de sus ideas, egos y delirios de historicismo. Por suerte, todos los que pusieron las ideas por encima de las mujeres, los niños y los hombres, es solo cuestión de tiempo para que terminen y se vuelva a tener la oportunidad de construir algo nuevo que esta vez sí haga centro, no en el hombre, sino en un hombre, en una madre y su niño. En el más humilde, en el que la pasa mal en concreto, esa es la verdadera y única forma de hacer al pueblo sujeto de un proyecto, no como hasta ahora, y gracias a su interesada abstracción, un simple instrumento.

 

Luis Pedro España