Barco a la deriva

Posted on: julio 30th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Winston Churchill, líder político inglés, uno de los artífices de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, despreciaba las encuestas y se hizo, por su inteligencia, coraje y don de oportunidad, un emblema para superar dificultades. El señor Churchill, también premio Nobel de literatura 1953 por su brillante pluma, fue uno de los pocos políticos de su tiempo que advirtieron sobre los peligros que representaban Hitler y el nacionalsocialismo para la paz de Europa y del mundo.

 

 

Entre todas las adversidades que padecía Inglaterra para el momento en que los nazis se anotaban las victorias más resonantes en los inicios de la guerra, dijo con denodado entusiasmo, propio de un auténtico líder: Aunque mantenga mi absoluta confianza en la victoria final, no creo que la gente de este país se haya dado cuenta aún del alcance o de la amenaza que se nos viene encima. Guardando las distancias con los alcances de las magnitudes de aquel desastre si los aliados hubiesen perdido la guerra, no deja de tener los signos de una catástrofe para la nación de consolidarse lo que aun solo gracias al respaldo de una cúpula militar corrupta amenaza con llevarnos a un verdadero infierno.

 

 

No es posible que una decisión que tiene que ver con el destino de un país de tanta significación para la geopolítica latinoamericana y mundial, como Venezuela, donde está en juego el esqueleto o lo que queda del naufragio de la democracia ante el último de una serie de montajes electorales, de los cuales se han rechazado con vehemencia los dos últimos, hoy se invoque la activación de la participación y la disputa de espacios que ya la dictadura tiene previamente repartidos y consolidados, como si esta fuera la única opción que le queda a la ciudadanía para terminar de entregar una plaza sitiada.

 

 

Los dos últimos llevaron a elegir a Nicolás Maduro Presidente de manera fraudulenta y a una Asamblea Nacional también fraudulenta, esta de gobernadores y alcaldes sería la estocada para definitivamente avalar la consolidación de la dictadura y ganarnos la perdida de respeto y de solidaridad para que el mundo nos abandone a un destino siniestro similar al pretendido paraíso del cual pretende librarse al costo que sea necesario el pueblo cubano.

 

 

Lo más grave es que aparte de las posiciones claramente definidas de María Corina Machado, Andrés Velázquez, David Smolansky, Juan Pablo Guanipa, Delza Solórzano, íntegros en la política como lo han demostrado hasta ahora, el asunto de participar o no queda a discreción de los partidos y organizaciones no gubernamentales, como si fuera la elección de una reina de carnaval o alguna fiesta patronal que solo interesa a quien va a disfrutarla. Creo que empiezo a entender la crisis de la dirigencia política de la oposición de este país, a los Alacranes y también a sus aliados, los Falcón, los Zambrano, los Ochoa Antich, los Fermín, y los Felipillo de pillo, como lo bautizaría ese insigne venezolano llamado Teodoro Petkoff, a Felipe Mujica, que siempre da la impresión de estar en todo y nunca ha estado en nada.

 

 

El camino que lleva la vida política venezolana no es nada promisorio. Hay un total abandono de la ciudadanía y pérdida total de conexión con el sentir de la gente. Vamos rumbo a una emboscada que reafirma en el terreno el secuestro de una sociedad, la supremacía de los más ineptos en el ejercicio de gobierno y la perdida casi total de la moral republicana. La cultura de la corrupción ha permeado a todos los estratos sociales y los niveles de percepción de las nuevas generaciones son de escepticismo e incertidumbre después de más de 20 años de caos, saqueo y malversación de la riqueza nacional. La siembra de antivalores y la pérdida total de escrúpulos para gobernar y mentir crean una situación de desamparo total material y espiritual ante la cual una parte de esta dirigencia no está a la altura para revertir.

 

 

Se comienza a sentir el vacío en la jefatura cuando al final se imponen los nuevos líderes tarifados de las encuestadoras, el «filósofo» Luis Vicente León y el eminente «politólogo» Félix Seijas; imagínense cómo será la crisis de direccionalidad de nuestra oposición que la voz cantante y la inducción de la opinión ciudadana la marcan los dueños o socios de las encuestadoras. Es decir, el Gobierno pone la fiesta y las encuestadoras la música. Alacranes y otros bichos bailan y beben gratis toda la noche.

 

 

Señores, aquí está en juego el futuro de Venezuela, pues la participación de las fuerzas democráticas lleva implícito el reconocimiento de los poderes constituidos, todos elegidos e impuestos de manera inconstitucional y fraudulenta, y lo que es peor, lleva a la pérdida progresiva del respaldo internacional a la lucha por devolver una vida digna a los venezolanos, muchos de los cuales se encuentran hoy sin patria, dispersos por el mundo, y a las nuevas generaciones que reclaman un futuro mejor.

 

 

El espectáculo está montado con toda precisión; ha habido ensayos de todos los escenarios para noviembre de 2021 en la mesa situacional donde tienen analistas permanentes que estudian con detalles pormenorizados cómo terminar de atornillarse para siempre, al igual que la dictadura cubana. Por eso aflojan las tuercas y aceptan dos «representantes» de la oposición en el CNE, dicen que van a México y encarcelan a Guevara y Tarazona, dos de los activistas más destacados en defensa de la democracia en la actualidad.

 

 

Detrás de todo el gran show electoral, independiente de los resultados, está la aprobación, después de las elecciones de gobernadores y alcaldes, de la Ley del Estado Comunal, que de seguro creará el sustituto del antiguo protector, que funcionará directamente con las ZODI y las REDI, dependientes directamente del comandante en jefe. Esta es la esencia de la flexibilización. Entonces él dirá con el clásico, bruto cinismo que crispa: «Yo dije que no más protectores, pero la nueva la Ley del Estado Comunal ahora me ordena una versión llamada presidentes comunales, producto de una nueva división administrativa.

 

 

Se le hace la venia a Nicolás Maduro y al militarismo siniestro y se ignora que en una dictadura de matones no hay adversarios como en democracia: hay solo enemigos. Su proyecto para este país constituye la aniquilación del modelo de vida por el que luchó y murió una parte representativa de valiosas generaciones. Cuando se actúa en política, se piensa en todos nuestros muertos y en todos los tiempos.

 

 

Hay luchas de gran aliento, la nuestra es de esa naturaleza, para la cual necesitamos grandes hombres. Los fundadores de la democracia, comenzando por ese gran líder llamado Rómulo Betancourt, que pasó más de veinte años entre el exilio y la clandestinidad –corriendo todo tipo de riesgos y pasando toda clase de privaciones–, y ello nunca evitó que escribiera sus artículos semanales y redactara cartas donde intercambiaba ideas e instruía directrices a sus colaboradores, pero su voz era un mandato, su ejemplo una conducta a seguir, porque solo el líder enseña con su talante, con su aliento, con su credo, con su manera de hacer política.

 

 

Las nuevas generaciones tienen entre ellos jóvenes de la misma cepa para el combate, con una química, una preparación y una disciplina que podría ser inspiración de ese gran líder. Ya hemos visto la resistencia de Guaido, el temple de Ecarri, el coraje y la entereza de Guevara, Smolansky, Caro y Tarazona, es el momento de dar un paso adelante.

 

 

Tenemos que refundar las organizaciones políticas; tenemos que trabajar conjuntamente con la sociedad civil, tenemos que sustituir a los traidores y a los que están cansados. Tenemos que crear una organización hermética, ingeniosa, novedosa. De cara a la gente, fresca, transparente, de ideas renovadas y adaptadas a los tiempos que corren de la revolución digital y el imperio de la ciencia, que rescate la esperanza y el sueño venezolano, como un ideal modelo de vida al que todos los nacidos en este bendito territorio tenemos derecho. Manos a la obra. Hay los recursos y sobran los talentos.! ¡Viva la Venezuela Democrática!

 

 

León Sarcos, julio 2021

 

¿Atrapado sin salida?

Posted on: julio 22nd, 2021 by Laura Espinoza No Comments

Nunca pensé que el final fuera tan sobrecogedor. El costo emocional y humano ha sido demasiado doloroso. Nunca avizoré que, habituado a la vida entera, mi imaginación prisionera me reservara un The End improvisado, donde el director sin libreto, por castigo, indolencia o venganza, cortaba la cinta y yo quedaba suspendido solo aferrado a la almohada, a la computadora o a unas hojas de cuaderno en las que llevo mis notas.

 

 

Siempre pensé que después del domingo, cuando llegaba el agradable disfrute departiendo con mis familiares y seres queridos, tenía fuerzas renovadas para empezar de nuevo el lunes a romper los días y a esperar nuevos mañanas. Había tiempo para todo y en gratas evocaciones transcurrían horas de música, anécdotas, chistes, y ricos almuerzos, demasiadas escenas para representar e innumerables las opciones de bebidas para elegir.

 

 

La vida es arbitraria, dijo Cioran, y no sé si fue que me sacaron el país, al que yo daba por sentado como una vieja, sucia y querida alfombra, para enseñarme a volar con otros instrumentos o si yo conscientemente me recluí en un manicomio para evitar tener que tomar la opción de ser, ya en el otoño de mi vida, un viejo inmigrante sin casa, sin genealogía y sin destino, similar al Mc Murphy de Atrapado sin salida, que en busca de la libertad prefirió ir a morir en el nido del cuco antes que pagar consciente algunos años de cárcel.

 

 

Todo ha pasado tan abruptamente y es tan desalentador el resultado del quehacer del régimen, que a quien tenga por azar leer esta nota no quiero recordarle más sufrimientos de los que tenemos que enfrentar en el día a día. Siempre hay opciones, y yo elijo buscarlas, sin domingos felices y al costo que sea. Por eso quiero hacer una reflexión sobre el Qué Hacer, en momentos en que las fuerzas democráticas se encuentran en un gran dilema sobre si aceptar o no la participación en las elecciones para elegir gobernadores, alcaldes y asambleas legislativas.

 

 

Quiero dejar claro, antes que nada —y ya lo expliqué razonadamente en otro artículo— por qué no debemos participar en ningún proceso electoral tutelado, dirigido y manipulado por un gobierno corrupto hasta los tuétanos y sin ningún tipo de escrúpulos para mentir, perseguir, encarcelar, torturar y matar a opositores y a los que no son también. Si las fuerzas de oposición cambiaran mayoritariamente el rumbo, posibilidad que ya se asoma, en lo que a mí respecta por ningún motivo me anotaré allí.

 

 

Entramos a una fase de la confrontación donde a ellos les quedan muy pocos recursos, a los cuales empezaron a echar mano desde hace tiempo: la manipulación de la opinión, la persecución, el chantaje, la violencia y transmitir la sensación de que ellos son siempre ganadores y la oposición débil y dividida, perdedores. Todo es montaje, nada es verdad, cada día son más débiles, cada día su estructura tiene más grietas, cada día tienen no solo menos que ofrecer, sino lo que es peor, nada que dar.

 

 

Solo que no se produce la unidad de las fuerzas democráticas y los manejos de la dirección no están enfocados en una estrategia única y el diseño de una organización no convencional, que con audacia e ingenio se replantee el trabajo directo con la gente y una manera de comunicar que utilice a las personas y las vocerías más influyentes y respetadas de barrios y urbanizaciones para alejar confusiones y manejos interesados de la información que buscan debilitar el mensaje opositor.

 

 

Los medios de comunicación públicos y privados están totalmente controlados por el régimen, por tanto, allí no pasa nada y eso está a la vista. Las redes están penetradas hasta la intoxicación por expertos en presentar mentiras como medias verdades y, convencido estoy, jode más una media verdad bien presentada que una mentira elaborada. Las mentiras y montajes como la última, de asociar a miembros de Voluntad Popular a la promoción y financiamiento de bandas delictivas, se caen por sí solas: resultan demasiado torpes, tan traídas por los cabellos que hasta los más incautos son capaces de desmontarlas en el mismo momento que se las menciona.

 

Son medias verdades, por ejemplo: Comité de DD. HH de la ONU pide a Cabo Verde suspender extradición del diplomático venezolano Alex Saab a los Estados Unidos. Primero, ese tal comité no tiene facultades para nada que obligue a la Justicia de Cabo Verde a tomar una decisión. Segundo, Saab no es diplomático venezolano.

 

 

Es media verdad, este titular: La disyuntiva de la UE y EE. UU sobre las elecciones en Venezuela. El sumario es más venenoso: El tema electoral ha sido la piedra en el zapato para que Washington y Bruselas avancen de forma más concreta hacia una oferta formal de dialogo con el Chavismo, aunque la opción no está totalmente descartada. Ni hay tal disyuntiva, ni fue ninguna piedra en el zapato. El único que tiene esa disyuntiva es el señor, asistente y continuador de ese idiota, llamado Rodríguez Zapatero: Josep Borrel

 

 

Esta, no es ni siquiera media, es una farsa total: Presidente Maduro, se reunió con la Organización Democrática de EE.UU. Esa tal organización no tiene a un solo demócrata o a un republicano, no menciona un solo nombre de los miembros de tal organización. Tal institución es solo una entelequia inventada para dar la sensación que la sociedad estadounidense también está abierta al Socialismo del siglo XXI.

 

 

El manejo que hacen los equipos del régimen de la información no puede negarse que cumple su cometido: confunde, enturbia, inquieta, desespera, agota a una opinión pública saturada de ver y sentir injusticias, atropellos, desmanes en la calle, en las gasolineras, en los dispensadores de comida, en los transportes colectivos y en todas las instancias donde tenga presencia la fuerza pública o la opinión gubernamental. Puedo decirlo de esta otra manera más simple y gráfica: entre mentiras, abusos y arbitrariedades cansa vivir.

 

 

Creo que estamos atrapados desde hace tiempo en las redes del Gobierno, mediante la violencia, la persecución y el supuesto delito político y el control también del Gobierno de los encierros graduales, que limitan la actuación política por la pandemia; la vacunación por goteo y a su capricho, y un orden totalmente arbitrario de cadenas nacionales que crean la sensación de un país que por lo menos marcha adelante pese a la oposición, a las sanciones y a las conspiraciones para desestabilizar al Gobierno y asesinar a su presidente.

 

 

Esta parece más una guerra de inteligencia comunicacional que una lucha entre facciones políticas que tienen proyectos diferentes para dirigir el país. Desnuda la contienda de florituras, una batalla de intereses entre un grupo que trata por la fuerza hacerse dueño del país para hacerlo a su medida —tal cual lo hicieron los Castro y una camarilla de generales que se repartieron los negocios de Cuba y pretenden hacerlo los mandos militares nuestros mediante las ZODI y las REDI—, y del otro lado una mayoría abrumadora de gente bien intencionada y amante de la libertad, del trabajo, del bienestar, del estado de derecho y los valores democráticos, con sus excepciones —alacranes y otras especies de bichos perniciosos ya familiarizadas con la corrupción—, que se sostuvo coherente hasta las elecciones legislativas de 2015, pero en adelante sin un liderazgo unificado y una estrategia clara, inteligente y fácilmente asumida por el descontento popular, que es abrumador.

 

 

No necesito botar por un gobernador o un alcalde cuerda floja, que será mandado a callar y hecho preso cuando al jefe del Gobierno le dé la gana, si es que las picadas de los alacranes no lo envenenan y corrompen antes de que llegue. Necesito votar el día que existan reglas claras y transparentes para elegir un presidente de la república, no usurpador, a una asamblea nacional, no fraudulenta y unos alcaldes, gobernadores y legislaturas, que no sean fruto del capricho del dictador y sus secuaces.

 

 

Ya hace bastantes años, en 2009, cuando, estando la oposición al frente de las gobernaciones de Zulia, Táchira, Carabobo, Miranda y Nueva Esparta, el comandante eterno —con su quincalla ideológica y su delirante ignorancia, al decir del maestro Uslar Pietri—, sentenciaba para quitarnos la conquista más importante de la democracia, la descentralización, en uno de sus ataques de histeria, refiriéndose a Bolivariana de Puertos y Bolivariana de Aeropuertos: Serán escuelas de un nuevo código ético transparente que permita luchar contra tantos vicios enquistados en esos espacios y otros más: el contrabando, el narcotráfico, la corrupción y el compadrazgo. Ironías de la vida, especialmente para quien se transformó en el emblema más resaltante de la depredación de la riqueza y de la corrupción en el siglo XX y lo que va del XXI.

 

 

Ni uno solo de esos gobernadores tuvo la visión y los cojones para dejarse hacer preso; ninguno de ellos era un auténtico líder; todos sin excepción eran dirigentes. En las condiciones actuales, ¿en qué puede marcar pauta un gobernador o un alcalde para ejecutar una obra de gobierno con políticas publicas eficientes e innovadoras, que reivindiquen los valores democráticos en una dictadura? Todo es un absurdo que seguiremos pagando con creces los ciudadanos y nuestros herederos si juntos no detenemos este caos.

 

 

El tiempo cuenta para las fuerzas democráticas; es hora de activar a toda la militancia democrática a la participación en defensa de sus derechos, pero no a través de unas elecciones regimentadas y moderadas por los representantes del régimen. Debemos, quienes nos sintamos ciudadanos responsables para ejercer nuestros derechos, salir a hablar con la gente y organizarnos para una intensa y prolongada lucha de calle que algún día no muy lejano nos dará la Victoria.

 

 

León Sarcos, julio 2021

 

Opinión y juicio

Posted on: julio 9th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Las buenas opiniones carecen de valor. Lo que vale es quien las tiene. Karl Kraus

 

 

Luchar contra el mal exige el mismo esfuerzo que combatir la mentira; requiere la misma animación espiritual, integridad moral, pasión serena y tenacidad, que sin duda también agota. Hay que ponerle el mismo ánimo y convicción ética que le ponen los chavistas a su voluntarismo ciego, deshumanizado y tramposo.

 

 

Hoy, en esta época de democratización de los medios y de revolución de la tecnología digital, cuando todos tienen opinión, pero muy pocos poseen juicio, viene al caso un excelente libro titulado Ontología del lenguaje, del chileno Rafael Echeverría, para marcar diferencia entre ambos conceptos generalmente utilizados por el común de la gente de manera indiscriminada, y usados en política con fines de manipulación del gran público.

 

 

La opinión, para Echeverría, es una valoración subjetiva con respecto a alguna cosa que se nos presenta. Generalmente, es una opinión emotiva, superficial, formulada a vuelo de pájaro, sin evaluar y sin soporte científico o por lo menos de rigurosos contrastes con diversas experiencias sobre el tema que se ventila. Cuando hablamos de que es subjetiva, nos dice, nos damos cuenta de que es solo nuestra apreciación personal; aunque podamos estar o no equivocados.

 

 

Se pueden discutir las opiniones, siento, si la gente aceptara la consideración del gran poeta austriaco W.H. Auden acerca de la conversación: El primer prerrequisito de la civilización es la capacidad de conversar adecuadamente. Cuando desaparece el ego desaparece el poder sobre el lenguaje. Osadía de un necio, en mi caso, pedir sosiego en el dialogo a una sociedad de caribes, harta de discursos sin juicios.

 

 

En cambio, un juicio es una opinión razonada. Cuando decimos razonada es porque recurrimos a la mente para encontrar fundamentos a nuestro pensar, para poder darle un valor a la misma cosa. Se busca argumentar. Con alegatos, usando los conocimientos para aproximarse a una verdad general. Se reflexiona, se recurre al arsenal de ideas contenidas en la memoria que se han acumulado a través del vivir, del estudio y la experiencia,

 

 

La principal y aparente diferencia entre una opinión y un juicio consiste en que en la opinión somos conscientes de que nuestra reflexión es muy personal y puede ser debatida si hay condiciones y ambientes para ello. Es decir, estamos conscientes de que podemos o no estar equivocados. En cambio, en el juicio, echaremos manos de todos los recursos aprendidos para justificar que la valoración que hacemos cumpla con varios criterios de efectividad para tomar una determinación o confirmar nuestra opinión. El juicio le da carácter de comprobación o certeza a la opinión. La opinión se tiene, el juicio se labra.

 

 

Hoy en el mundo todos tienen opinión, gracias a la revolución de las nuevas tecnologías comunicacionales —antes también la tenían, pero no se podía conocer—. Como diría Humberto Eco: Las redes sociales le han dado el derecho a hablar a legiones de idiotas. Ello paradójicamente constituye uno de los dramas más terribles y de consecuencias más desastrosas de la era digital para los fines de la libertad y un sano crecimiento espiritual, porque todos opinan de todo, y solo las minorías saben algo de todo. Todos pueden y hacen culto a Onán con los llamados selfis, autorretratos, celebraciones y fiestas permanentes de melancólicas evocaciones.

 

 

Como diría Pankaj Mishra en La edad de la ira: La obligación de mostrar el lado más atrayente de uno mismo es irresistible e infecciosa. Las plataformas digitales están programadas para fotografiar estos intentos compulsivos de presentarse (o autoembellecerse), y los publicistas permanecen alerta para vender todo aquello que ayude a las personas a seguir falseando su retrato.

Solo el buen juicio puede salvarnos en el futuro, si se diseña una educación que forme sobre los alcances y el uso productivo y efectivo —así como los límites— de la ciencia y la tecnología para fruto del progreso y el desarrollo humano. Esa es una verdad indiscutible, pero también es cierto que nunca antes el hombre estuvo tan necesitado de una educación para fortalecer las iniciativas relativas al cultivo del arte y a el desarrollo de la espiritualidad, que en esencia es el primero de los insumos para ser libres eternamente. Recordemos que la fe más importante de occidente, el cristianismo, nace de un agotamiento de la vida material, de los excesos de la carne y de la corrupción del espíritu y de la decadencia del antiguo imperio greco-romano.

Para la democracia la sola opinión, sin juicio, ha puesto al occidente al revés. Da la impresión que hubiese un exceso de democracia, y no es así: hay una sobreabundancia de opiniones y muy pocos juicios. Los grandes estadistas parece que se marcharon con el siglo XX, y un grupo de dirigentes, en su mayoría anodinos, muy escasos de juicios y de ideas y más atolondrados de voluntarismo ideológico vacío y capricho, tienen a su cargo las riendas de la mayoría de las naciones.

No solo falta mucha gente de juicio y de mérito, sino que para peores males, la debilidad del pensamiento avanzado para gobernar con eficiencia y sindéresis ha traído consigo el relajamiento de las normativas democráticas, un exceso de tolerancia con el delito y una sobreprotección sin límites del ciudadano que ha provocado un resquebrajamiento de la ley, en los países donde la democracia funciona, y el uso arbitrario de la misma es utilizada con fines retroactivos para cobrar viejas querellas, de un pasado muy remoto, raciales, sexuales, ideológicas y religiosas.

 

 

Por eso no tiene nada de extraño que  algunos pensadores de avanzada, cuando finalice la pandemia, en sus análisis desprejuiciados afirmen que los países asiáticos, con gobiernos autoritarios, tienen siempre de su lado mecanismos de emergencia y vigilancia mucho más rápidos y eficientes para controlar epidemias y desastres naturales que los países democráticos de occidente, y no es de extrañar, porque los desafíos democráticos de este siglo exigen, para la sobrevivencia y fortaleza del sistema de convivencia más desarrollado de la civilización mundial, mucha más unidad y entereza,  inteligencia, carácter y grandeza de sus gobernantes, y una aplicación más severa y rigurosa de la normativa democrática, menos considerada y flexible con el delito, más implacable con los fanáticos de la igualdad y más severos con los enemigos del estado de derecho y la libertad.

 

 

Los juicios requieren rigor, estudio, esfuerzo, honestidad, y todos los seres humanos están obligados a llegar a tenerlos. El juicio está asociado al mérito, a la educación, a la formación y no son tampoco necesarias academias renombradas para lograrlo. Un Estado organizado y eficiente puede proporcionarlo de una manera eficaz y para todos. Buen juicio es buena elección.

 

 

El problema no son las nuevas tecnologías, es el uso que les demos, es el sereno y sano juicio que instrumentemos y enseñemos a las nuevas generaciones sobre su aplicación. Tampoco es la democracia el más perfecto de los sistemas de convivencia humana, el real problema es cómo la hacemos incorruptible y perfectible, y al ser humano, el más imperfecto de todos los sistemas, menos impredecible y menos concupiscente gracias al buen juicio.

 

 

León Sarcos, julio 2021

por Taboola
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Bolívar falsificado

Posted on: junio 24th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Cada venezolano tiene su Bolívar. El mío, cuando de niño lo fijé por primera vez en la escuela era, gracias a mis maestras, un general y político que con sus defectos y virtudes —y la colaboración de otros muchos civiles y militares tan distinguidos como el primero, a quienes les decían próceres—, hizo posible la independencia, de acuerdo con mi fuente, sellada con el triunfo en la Batalla de Carabobo el 24 de junio de 1821.

 

 

Tenía la impresión en ese entonces de que la lucha librada había representado un esfuerzo colectivo inmenso de millares de hombres y mujeres que costó muchas vidas, pero que definitivamente valió la pena, ya que nos había dado la libertad y emancipado del poder imperial español.

 

 

Para mí, el nombre de Simón Bolívar quedaría asociado a la patria, a la escuela, a mi primera maestra, a la bandera y al Himno Nacional que escuchábamos bajo un inclemente sol en la antesala del aula, procurando escapar de sus rayos bajo la mirada vigilante y celosa de los custodios del orden que nos obligaban a permanecer en la fila.

 

 

Luego, en el bachillerato, tomaría el camino de las humanidades y tuve de nuevo que saber del Libertador, ahora otro distinto al elemental de primaria. Este, blindado en virtudes humanas, morales y espirituales. Genio literario, brillante estadista, pensador universal, militar invencible, filósofo y profeta de una nueva religión: el bolivarianismo.

 

 

De ser un general destacado y un político visionario que había librado muchas contiendas de toda naturaleza por la libertad de los venezolanos, se había convertido en un semidiós aclamado por todos, y sobre todo en la musa, la música y la letra de la partitura fundacional del alma nacional. Ese Bolívar no me gustó y lo expresaba con libertad y desenfado en cada ocasión que podía, causando hilaridad y rabia en mis interlocutores.

 

 

Solo cuando estudiaba la carrera de economía, mi vocación por la literatura y la historia y mi curiosidad intelectual pondría en mis manos la primera edición (1969) de El culto a Bolívar, del profesor Germán Carrera Damas. Ese texto luminoso vendría a lavar todos mis pecados de hereje y a curar muchas de las heridas infligidas por los celosos defensores de la religión bolivariana.

 

 

Tuve el privilegio de leer en 1976 El culto a Bolívar, que reviviría en mí con tal fuerza el espíritu crítico y mi respeto por la historia como ciencia, que me estimularía a cultivar con pasión esa disciplina y a muchos de sus autores.

 

 

Su libro, sin duda, constituye en mi caso la primera de las fuentes para ayudarnos a comprender y a la vez explicar por qué Bolívar se transformó en un culto, en una religión laica, en una ideología histórica, principio y final de toda la conciencia nacional.

 

 

¿Por qué es tan importante la develación del culto? ¿Qué misterio esconde? ¿Cuál es la significación histórica de tan sagrada devoción por un hombre?

 

 

Dicho culto ha constituido una necesidad histórica. Su función ha sido la de disimular un fracaso y retardar un desengaño y la ha cumplido satisfactoriamente hasta ahora… De recurso ideológico, si es que no de mitificación, podría calificarse este expediente, gracias al cual fue posible equilibrar el balance histórico de la lucha emancipadora, al permitir presentar como contrapartida de un saldo adverso a las aspiraciones de las masas populares, la perspectiva luminosa y siempre abierta de perfeccionamiento de una obra cuyas fallas e inconsecuencias saltaban a la vista. Gracias a este recurso ideológico, o mitificación, fue posible compensar el desaliento causado por los resultados de una empresa emancipadora que nació y fue promovida bajo los auspicios de la regeneración de una sociedad hasta entonces corrompida y degradada por los efectos de un colonialismo cuyos tintes negativos fue necesario recargar a la hora de la justificación de la insurgencia.

 

 

El país demandaba unidad en el nuevo tránsito de Estado-Nación a partir de 1830, y solo la imagen y el pensamiento del Libertador podía proporcionarlo; la guerra entre caudillos liberales y conservadores amenazaba con desintegrar la naciente nación y era necesario un consenso sobre un ideario, un símbolo que le diera cohesión y funcionalidad a la sociedad.

 

 

Tres grandes objetivos se proponían con esta mitificación histórica del Libertador. En primer lugar, convertirlo en factor de unidad nacional. En segundo lugar, convertirlo en fuente de inspiración política. Y, en tercer lugar, convertirlo en factor de superación nacional, como religión de la perfección moral y cívica del pueblo.

 

 

Nada entonces más oportuno que pedir la repatriación de los restos del Padre de la Patria, solicitados inicialmente por Páez desde 1833 y cuyo retorno solo fue concertado una década después.

 

 

Una cita de Carrera resume sumariamente la elevación que gana Bolívar en el pueblo venezolano a partir de la vuelta a la patria. Un Bolívar al que nadie quería, pero todos necesitaban. Un Bolívar centralista y autoritario. Un Bolívar enterrado en Colombia, enfermo y solitario con todos sus sueños rotos, especialmente el de la Gran Colombia. Ese Bolívar regresa a su tierra para transformarse en el símbolo de la unidad nacional y en el más grande y excelso de los hombres que jamás imaginó un pueblo.

 

 

No es Dios, pero tan solo porque proclamarlo sería una apostasía. Pero sí es un dios, y para su culto naciente habrá de edificarse toda una religión, llamada a complementar en el orden cívico la función que la otra realiza en el plano espiritual y moral. Una religión que tendrá, sobre todo, la virtud de responder a las exigencias muy concretas y urgentes de una conflictiva situación política en el momento cuando nace, porque conservará esa propiedad terapéutica y prestará por ello más de un útil servicio a más de una inútil causa.

 

 

Luis Castro Leiva es el otro historiador que, en Venezuela, con su libro De la patria boba a la teología bolivariana, esta vez con mucha más irreverencia y vehemencia, se atrevió, cincel en mano, a golpear hasta derribar del pedestal al culto en sí. Con total razón, él ha dicho, a lo largo de su reflexión sobre la historia de las ideas en nuestro país, algunas conceptualizaciones que resumo:

 

 

Más que un líder militar, Bolívar se ha convertido en el punto de referencia moral para todo ciudadano, en tanto que ser bolivariano equivale a ser venezolano. Gracias al culto venezolano a Bolívar, los demás ciudadanos aparecen como enanos morales. El bolivarianismo es un historicismo de la peor especie que entraña una moral inhumana e impracticable y tremendamente corruptora de la vida republicana. Esa filosofía no es más que una perversa escatología ambigua, que solo ha servido para alentar el uso político del pasado.

 

 

Lo más grave del culto, en palabras del mismo autor, es que Bolívar se convierte en el padre del militarismo, del personalismo y del providencialismo voluntarista, además de erigirse en el obstáculo más importante para fundar el Estado moderno.

 

 

El Bolívar de esta celebración de hoy 24 de junio, del bicentenario de Carabobo, auspiciado por el tirano de Miraflores, es un nuevo episodio de reanimación de esa falsificación histórica celebrada en la carpa del circo verde olivo —a la que ha derivado la institución militar, otrora forjadora de libertades—, en función ejecutada por payasos, magos y maromeros improvisados frente a un pueblo famélico y al borde de la sicosis. Este nuevo aporte a la falsificación trae ahora como novedad, por obra de la revolución, un proceso hiperinflacionario nunca antes visto en el país, que contrasta y desdice de la esencia de la animación del espíritu heroico y nacional que dio origen a Venezuela como nación, y al bolívar como una fuerte divisa.

 

 

León Sarcos 

¡Salvemos a Venezuela!

Posted on: junio 12th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Hace tiempo, diría uno de nuestros abuelos, vivimos sin Dios, sin Ley y sin Santa María. Una buena grafica coloquial de los tremendos desmanes de un régimen atroz que se ha impuesto liquidar la República, La Nación y la Democracia liberal, de las cuales somos hijos todos los nacidos y asumidos por este territorio bautizado Venezuela, por quien debemos acordar definitivamente ¡la Salvación Nacional!

 

 

Presidido por una férrea dictadura populista de izquierda, el Estado venezolano fue creando progresivamente condiciones excepcionales para convertirse en un Estado fallido: pérdida del monopolio de la fuerza y del dominio y control sobre nuestra geografía; erosión de la autoridad legítima resultado de la violación sistemática y descarada de la Constitución Nacional; incapacidad para suministrar servicios públicos y eficientes a su población, altos niveles de corrupción y criminalidad, significativo número de refugiados y desplazados, y evidente depauperación económica…

 

 

Por esas mismas razones que lo caracterizan, ningún Estado fallido es fuerte y sostenible en el mediano plazo; las fuerzas conjuntas del orden interno y transnacional, la perseverancia y lucha de sus ciudadanos de buena voluntad, educados con valores humanos de tolerancia y respeto por sus semejantes —máxima herencia del legado democrático y de sus fundadores—, reaparecerán siempre con fuerza inusitada en otros seres, en nuevas e ingeniosas formas de lucha y con coraje renovado, por el rescate de una vida digna, en libertad y con más oportunidades para vivir y soñar.

 

 

Es imposible que quien ejerce el poder en esas condiciones de Estado fallido no continúe su sistemático debilitamiento al punto de que cunda la anarquía y el sálvese quien pueda, luego de las fragmentaciones y discordias que van produciéndose en el circuito de poder, unas visibles y otras imperceptibles, pero de carga más destructiva y demoledora que las que se observan en la superficie.

 

 

Al régimen lo sostiene la propaganda voluntarista y vocinglera de las largas, fastidiosas y antipedagógicas cadenas de todos los días a las 5 pm, donde la mentira se confunde con la ficción  y el deseo de “crecimiento y desarrollo”, donde se habla del éxito de unas “zonas económicas”, de un “desarrollo agrícola e industrial” en el que siempre se cita a un coronel de la Aviación de pelo blanco —que se pretende el Rene Dumont de la primera Cuba de Castro—; se invita a inscribir 5.000 estudiantes del tercer mundo en nuestras universidades, sin presupuestos, sin profesores y en ruinas; se organizan elecciones regionales, municipales y legislativas donde nadie piensa participar y se siguen ofreciendo imposibles a un 10% sostenido en cautiverio gracias a unos CLAP cada vez más menguados y la garantía de vacunas seguras. Manera esta de usar fallidos discursos para vencer el miedo a un final que se siente ya cercano.

 

 

Los sostiene la indolencia y la falta de escrúpulos frente al dolor y al sufrimiento ajeno, que ya rebasa los límites de lo dantesco, por el solo y único propósito de mantenerse en el poder sin importar el costo económico, político, social y cultural, y cuyas consecuencias los especialistas han bautizado como daño antropológico, que no es otra cosa que perversa afectación de la condición humana y su sano desenvolvimiento resultado del sometimiento y las manipulaciones por parte de quien usurpa el poder.

 

 

La foto de aquella anciana —cargada como una res en un gesto solidario por un connacional cruzando el Río Bravo— habla por sí sola del desespero de una población y de la triste tragedia que vivimos, en una abuela de 75 años que, en una demostración de valentía, aspira a vivir dignamente y en libertad la última fase de su vida. O la imagen de otra mujer angustiada y al borde de la desesperación, parada frente al hotel Alba, manifestando su rabia por la discriminación de la que fue objeto por parte de los organizadores que solo atienden a los portadores del carnet de la patria.

 

 

Al régimen lo sostienen algunos ingresos lícitos, sin control ni supervisión, de los cuales dispone a su antojo, y la mayoría fruto de procedencia ilícita y de manejos irregulares de nuestros recursos naturales como el oro y otros minerales, además de otros productos cuya producción y comercialización la policía y la justicia internacional castigan con denodada severidad, por sus consecuencias nefastas para la humanidad.

 

 

Al régimen lo sostiene una elite militar heredera del comandante eterno, que se concibe a sí misma como superior a los civiles y ungida por la voluntad divina. Entusiasmo y fe que se sustentan ya no en ideologías, sino en los intereses económicos y los beneficios crematísticos de la estancia en el poder, disfrazados en un supuesto bolivarianismo y camuflados en una exaltación de próceres y batallas que a nadie interesan y de las que nadie se acuerda.

 

 

La institución militar sigue teniendo sus reservas profesionales, imposibles de movilizar dada la nueva estructura de REDI, ZODI y ADI, donde hay muchos mandos, de diferentes fuerzas y ninguno, por lo que ha perdido la esencia de su naturaleza, que es la unidad de mando. La institución militar, siento, no comparte como un todo el rumbo que lleva la nación. Y las actitudes de malestar imperceptibles, en un medio supervigilado, amenazan con hacerse sentir después de la terrible fragilidad de nuestras supuestas fuerzas especiales, puestas a prueba para enfrentar un puñado de bandoleros en Apure. No están todos los que son ni son todos los que están.

 

 

La coyuntura que vive el régimen, sostenida en un voluntarismo de hierro, hay que reconocerlo, y por cinco o seis fanáticos con discurso de cartilla panfletaria; sus limitadas fuentes de recursos, sus frágiles alianzas con las superpotencias enemigas de los Estados Unidos, más de boca y de propaganda que de hecho, y el malestar que ya empieza a sentirse en una parte sustancial de sus hombres de uniforme, lo van a obligar a abrir de nuevo el camino democrático. Se juegan con ello, el régimen y sus representantes, la última oportunidad de salir en paz, fruto de un acuerdo negociado. Las consecuencias de que no lo haga son impredecibles para todos.

 

 

Por eso saludamos de nuevo la iniciativa del presidente interino, Juan Guaidó, al Gobierno de los Estados Unidos, a la UE, a la OEA, al Grupo de Lima, al Gobierno español y al Gobierno noruego, y a todos los que han recibido e impulsado con beneplácito el llamado a un gran acuerdo de Salvación Nacional.

 

 

Un gran escritor enamorado de la belleza, y siempre confiado y seguro de las bondades de su arte ha dicho algo muy hermoso que también vale para la política:

 

 

El verano llega. Pero solo llega para el paciente, para quien muestra un ánimo sereno, apacible y anchuroso, y vive como si la eternidad terminara a sus pies.

 

 

León Sarcos

 

 

Suma de todos los miedos

Posted on: mayo 30th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

Los venezolanos hace mucho tiempo vivimos en crispación. Lo que nos sucede es cruel, inhumano. Para los que lo padecemos y hasta para quienes nos observan de lejos. Apenas si nos es permitido conciliar el sueño en pequeñas dosis y a saltos desde que se inició esta tormentosa calamidad: la pandemia del coronavirus, que vino a sumarse, para colmo de males, a la otra, al intensivo caos que comenzó como una gigantesca fiesta popular en las elecciones de diciembre de 1998 con la victoria abrumadora, desgraciadamente por la escasa sensatez de nuestra sociedad, del sr. Chávez.

 

 

Desde entonces —diría que antes, en febrero de 1992—, en aquella fotografía emblemática del tanque tratando de ascender por la escalinata de Miraflores para acabar con la civilidad y con la acogida masiva que tuvo en la opinión publica ese intento, sentí que se enseñoreaban con  el poder sin que la gente siquiera lo soñara —y así lo escribí, desde que observé fisonomía, gestos y discurso de su principal portavoz, en un libro titulado 4F lo que no debemos olvidar—, el resentimiento, el deseo de venganza y los complejos de los herederos sobrevivientes del pensamiento marginal y anacrónico de la vieja izquierda.

 

 

Esos dos acontecimientos se han vuelto miedo en cada uno, y el temor que tiene infinitas versiones, unas visibles y otras inaprensibles se ha hecho nuestro amigo inseparable, como diría ese brillante director de Hollywood, Woody Allen, especialista en comedias inteligentes: El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro.

 

 

Pero, desde el momento en que comencé a perder mis derechos y pude ver el rostro de quien los liquidaba —capaz no solo de llevarte a prisión y de matarte a la luz del día, tal cual lo vimos en centenares de jóvenes estudiantes en plena calle por defender la ciudadanía, o no tan de día, en los oscuros calabozos de los servicios de inteligencia, como lo hicieron con el concejal Fernando Albán o con el capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo—, el miedo lo percibo más íntegramente en la versión de Montaigne: Una pasión extraña que trastorna nuestro juicio, y, aun en los seres humanos de cabeza más firme, engendra graves alucinaciones.

 

 

No son precisamente alucinaciones las que colman la vida diaria que estamos obligados a llevar los venezolanos; son una realidad que de verdad nos provoca miedo, incertidumbre, desconsuelo y hastío. Sitiados por el hambre, la hiperinflación, la violación de los derechos humanos, desarraigados por un éxodo multitudinario, el más azaroso de la historia latinoamericana —además de por la falta de efectivo, por la carencia y el pésimo funcionamiento de los servicios, por la falta de asistencia médica, por la degradación de las pensiones, por la falta de gasolina y gasoil, por el desmantelamiento del sistema educativo hasta volverlo escombros, por el abuso de los vendedores y de los banqueros, por el atropello de los transportistas, por el infame trato de los servidores públicos y por el ultraje a la dignidad de la decencia civil a manos de patanes de uniforme—, sentimos el otro miedo del que hablo  Leopardi, el miedo a la prisión, el miedo a la miseria y, con más relevancia, el miedo a la muerte, que antes nos parecía lejana, sin amenaza próxima, y de la cual no conocíamos en carne propia  agresiones generales y repentinas, mientras que hoy padecemos nuevas formas de desenlaces sorpresivos, rápidos e inminentes. Poeta al fin, decía, esos

 

 

miedos son irrelevantes: hay que temer es al miedo.

 

 

Las dos pandemias, la de la dictadura en nuestro caso y la del coronavirus a nivel mundial, han logrado que la sinrazón, la decadencia y el azar se hayan apoderado de casi todos los escenarios donde hacemos vida los seres humanos. Parece que las agujas del tiempo hubiesen enloquecido cruzando sucesos del pasado y del porvenir, produciendo un pastiche presente donde ningún modelo de sociedad se reconoce y todo es posible, porque de todos los ismos del pasado solo sobrevive el anarquismo, que conlleva a la violencia y el terrorismo como únicos caminos para que cada quien haga justicia a su manera.

 

 

Todos nos tememos y a todo tememos. Ha germinado así el miedo aristotélico, entendido como enfermedad del alma. La pandemia ha hecho que el uso de las tecnologías fortalezca el aislamiento humano y la soledad. La videoconferencia sustituye a los sitios de encuentro. Las clases por Internet, al calor humano y tierno del maestro. La pornografía, a la magia del enamoramiento. Ya lo ha expresado Byung Chul Han, remplazo de la comunicación convencional y la tradición por el reino de la era digital y las tecnologías inteligentes. Atrás los rituales y su belleza, que tanta felicidad de alma nos prodigaban.

 

 

En el caso de la pandemia de la dictadura populista de la izquierda retrograda, con su carga de primitivismo y demencia, esta amenaza con expandirse como un virus letal por América Latina, al igual que el virus macabro, que pareciera mutar y mutar con cada una de las nacionalidades más desprotegidas en materia de políticas públicas de prevención de la salud.

 

 

Estimulados ambos males por la revolución tecnológica, el mundo se ha vuelto una moderna caja de Pandora, de la que aparecen homúnculos improvisados y advenedizos que se reconocen a sí mismos como importantes e inteligentes, se derriban estatuas indiscriminadamente sin importar su significado, los negros han aprendido a cobrar en retroactivo el costo de las discriminaciones y maltratos que recibieron de los blancos, los indios el ultraje a sus mujeres por parte de los conquistadores, y nosotros, mestizos, las exclusiones y humillaciones de la oligarquía mantuana,  por lo que se han reactivado en paralelo el racismo y la supremacía blanca, el desconocimiento de las reivindicaciones logradas por la mujer y en materia de igualdad sexual se ha acentuado la discriminación por preferencias sexuales no oficiales.

 

 

El mundo ha vivido el miedo como una enfermedad del alma, pero no ha perdido la esperanza; muchos países, los más organizados, han empezado a superar la pandemia mediante la vacunación de toda su población, por lo que una buena parte anuncia la vuelta a la normalización de la vida pública. América Latina, siempre rezagada, ha comenzado su ciclo con las limitaciones propias de nuestra cultura ciudadana. Nosotros, venezolanos, una buena parte en un exilio doloroso, el resto en cautiverio, esperando que el mundo se apiade de nosotros e implemente mecanismos de presión para que la vacuna llegue. De seguro cuando lo haga será usada como mecanismo de coerción política, de dominio, de control de la población, como ha sido utilizada hasta hoy la avanzada de vacunas de Rusia y China.

 

 

La situación no puede ser más desalentadora e inspiradora del miedo como una enfermedad del alma, pues ya no es la muerte por enfermedad que anuncia un malestar físico o por un accidente del azar. No, ahora la muerte y la desesperanza nos esperan en casa, porque aquí ya no son posibles ni una vida digna, ni calidad de vida, y menos aún las atenciones de los servicios de salud. Llevamos una vida de perros de la calle, que le ha provocado llanto incontenible al Padre General de la congregación jesuita, Arturo Sosa Abascal, ayer simpatizante de la revolución: Lloro, lloro, más de dolor que de rabia, es muy duro todo lo que ha ocurrido. Nunca imaginé que se pudiera destruir tanto.

 

 

Confiemos en que el espíritu santo nos ayude junto a la ciencia y a la sabiduría humana, a comprender y a explicarnos —orígenes, razones y sinrazones de este inédito y duro momento de transición de la historia de la humanidad en que nos encontramos perplejos— los nuevos fenómenos que nos conmocionan y debemos enfrentar con entereza, porque cuando se comprende ya no se teme. Las aguas en su momento volverán a su cauce, más cristalinas, fluidas y frescas.

 

 

Marie Curie, Premio Nobel de Química y de Física, nos diría en su sereno y frío lenguaje científico: Nada en la vida debe ser temido, solamente comprendido. Ahora es el momento de comprender más para temer menos. O como diría el sacerdote bretón que le firmó a Marcel Proust la biografía de Renán sobre Cristo, refiriéndose a la muerte: Para temerla menos, enséñame a comprenderla mejor.

 

 

León Sarcos, mayo 28 de 2021

Un CNE manido

Posted on: mayo 23rd, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Ya lo dijo nuestra versión tropical de dama de hierro, la Sra. Machado, que, si no fuera porque es un pitcher de un pobre repertorio en sus lanzamientos, —lo mejor, una recta de 102 millas, que la equipara a un Aroldis Chapman en el béisbol, solo buena para relevos— ya hace años complaciendo los deseos del historiador German Carrera Damas, lideraría con mucha ventaja entre tantos feos las encuestas de la oposición. Ha dicho esta lady, inteligente, bonita y corajuda, sentenciando con su velocidad sorprendente: En este momento es irrelevante a quiénes nombren como rectores del CNE. Es un salto al vacío. Es reconocer al usurpador y a la ilegitima Asamblea Nacional.

 

 

Contraria a esta contundente apreciación de la Sra. Machado, aparecen unas tan insulsas y etéreas como todos los discursos y propuestas del Sr Capriles Radonski, a quien parece que los ciudadanos estuviéramos obligados a pagar sus servicios como candidato presidencial —dándole obligada credibilidad, según algunos jaletis de oficio— para afirmar con poses de estadista en ciernes, esta perla tan descaradamente fatua, como aquella que uso en las últimas elecciones más del mundo de la ficción que de la política: El tiempo de Dios es perfecto, que evitan usar los cristianos cultos. Ha dicho Capriles, recientemente, la elección del CNE es un acontecimiento que mueve el tablero y plantea nuevas posibilidades. ¡Por Dios!

 

Pues ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario: ese CNE tiene propietario consumado desde 2004, cuando el siquiatra Jorge Rodríguez, culto para los incultos, se posesionó como Presidente de la Junta Nacional Electoral. Allí, en ese momento, empezó el manoseo, la asfixia, la degradación de los funcionarios profesionales que laboraban en esa institución y se dio inicio a la privatización peseuvista por parte de este singular siquiatra que, como todo comunista de vocación monopólica, selecciona la institución del poder que mejor calza a sus intereses personales para terminar enchiquerándola; en su caso el poder electoral.

 

 

Por eso cuando se dio inicio al proceso de depuración y llegó el momento de abordar a los funcionarios de más jerarquía, como buen policía hacía que fueran llevados a espacios donde no pudieran las cámaras ni el sonido dejar huellas de los argumentos con los que se prescindía de sus servicios, para decirles, sin más ni más, chao contigo. Él fue moldeando a su gusto la institución y para comenzar en su labor de comisario político eligió, para estimularla, a una de las más humildes y obedientes de los relevos a quien sus limitaciones económicas delataban al caminar en las gastadas tapitas de los tacones: Tibisay Lucena.

 

 

Durante 2005 y hasta 2006, como Presidente del CNE, Rodríguez Gómez empieza a tejer con mano de hierro lo que será la estructura del partido para consumar su perpetuación en el poder.  Tibisay Lucena, la nueva presidenta a partir del 2006, concitara por su estilo parcializado y ventajista todo el odio y el desprecio de la opinión pública nacional. Ella junto al Mayor Carlos Quintero, quien después de 16 años de su ingreso, y de haber movido y controlado la maquinaria electoral en 17 elecciones, se transformará en la llave maestra que abre y cierra todas las ventanas de monitoreo y control absoluto del CNE, hasta el 2020, cuando definitivamente y en solitario pasa a retiro.

 

 

En todos esos años, la única voz disidente que recuerdo dentro del organismo, siempre salvando el voto para dejar sentir su desacuerdo, fue un gordito con el pelo engominado y media lengua que, con bastante parecido en su fenotipo a ese prócer del derecho llamado Hermann Escarra, alertaba sobre abusos y desusos que se perdían entre mucho ruido de micrófonos atropellados. Hasta ahí llegaban los pataleos de la oposición, porque un tres a dos en las decisiones —y me perdonan la expresión por cruda, aunque usada por la monarquía española, en un célebre incidente con un connacional— equivale sentenciosamente, en nuestro medio pasional latino, sin más, a un mejor por qué no te callas.

 

 

Carlos Quintero ha sido Director del Registro Electoral, Director de Informática y miembro de la Junta Nacional Electoral, cuarto bate y novio de la madrina, hasta que el pollo Carvajal decidió soltar el yoyo y acusarlo de fraude en las megaelecciones en que el Sr Maduro se hizo usurpador. Favor que le hizo, pues ha vuelto, y no se sabe cómo, a la vida militar después de retirarse, ahora con el grado de coronel y como pedro por su casa a figurar en la nueva directiva de este CNE, el más equilibrado, para los ingenuos, de todo el periodo chavista, esta vez de la mano de Tania D’Amelio, quien funge de nuevo comisario político en sustitución de Tibisay y reporta directamente a Rodríguez.

 

 

Ya en la nueva distribución de cargos aparece Pedro Calzadilla como presidente, que no tiene tal poder, que está allí porque resultaba inconveniente a los propósitos de apertura colocar a la D’Amelio, la verdadera jefa. La designación de vicepresidente resulta decorativa en el Sr. Enrique Márquez, apenas de figurín, para quien las cámaras son como el oxígeno y a quien se le escuchó, en un momento en el que la oposición estuvo lo más cercanamente lejos del poder, decir con muchas ínfulas que aspiraría a la Presidencia de Petróleos de Venezuela. Márquez ya lo dijo todo al afirmar en declaraciones muy peregrinas: El poder electoral procurará unas elecciones medianamente transparentes. ¿Se podrá ser medianamente honesto? ¿Se podrá estar medianamente preñada? Estas interrogantes debe responderlas con valentía el Sr Márquez.

 

Ya la Sra. D’Amelio se posesionó como presidente de la Junta Electoral Nacional, nada menos que el órgano del poder electoral encargado de la dirección, supervisión y control de todos los actos relativos al desarrollo de procesos electorales y de referendos previstos en la constitución venezolana. Allí estará la señora D’Amelio escoltada por Carlos Quintero y Roberto Picón Herrera. La junta electoral Nacional es la clave de las elecciones, porque en ellas prácticamente recae el control del desarrollo y tratamiento de actores y manejadores del proceso en sí.

 

 

Sobre Roberto Picón Herrera, no tengo el gusto, pero soy respetuoso de los seres humanos que han estado en prisión; a ellos es mejor dejarles libre y sin prejuicios el camino de la actuación para que sea esta quien hable de ellos. Asumo su paso como el de Rafael Simón Jiménez, en quien pudo más la sensatez que la ingenuidad de querer ayudar cuando simplemente no se puede.

 

 

Sobre las condiciones, estamos obligados a esperar cuáles serán. ¿Estará considerado en la estrategia del régimen, para asegurarse casi todas las gobernaciones posibles, devolver los símbolos a los partidos? ¿Será posible que consideren dar el voto a los venezolanos en exilio? ¿Será posible habilitar a los inhabilitados a la vida pública y devolverles su derecho a ser elegidos? ¿Sera posible la invitación como observadores a los noruegos, a los Estados Unidos y a la Comunidad Económica Europea?

 

 

Siento que los más interesados en estas elecciones son, por supuesto, el régimen, los alacranes y todos sus aliados pagados, alguna gente que desinteresadamente cree que pueden ser un mecanismo de recomposición y fortalecimiento de la oposición, y las firmas, óigase bien, que viven del mercado electoral, sin el cual les cuesta sobrevivir, por lo que la opinión de sus voceros, así no queramos, siempre nos parecerá sesgada por sus intereses crematísticos.

 

 

Lo más grave de todo esto es que el personal electoral del régimen, sus funcionarios, líderes políticos y comunales, para mucho antes de la fecha estarán vacunados y preparados para imponer sus condiciones y las Fuerzas Armadas aportarán el soporte emotivo, físico y moral de todos los activistas del gobierno. Nuestra gente —la verdadera mayoría, inerte, con aliento apenas para sobrevivir el día a día, los que tienen cómo, de apagón en apagón, en gigantescas y perennes colas de días enteros para la gasolina, sin medicamentos al alcance para luchar contra cualquier enfermedad, y sin vacuna— corre un alto riesgo de no llegar con vida a noviembre. En esas condiciones, un raquítico favor estaríamos haciendo a las fuerzas democráticas, pero en cambio, sí llevaríamos agua fresca al molino del régimen.

 

 

León Sarcos