La roja rojita huella de carbono

Posted on: diciembre 10th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

En una presentación a los funcionarios del Ministerio de Energía Eléctrica sobre la carta “emitida” por Nicolás Maduro a los jefes de Estado y de Gobierno que participaron en Madrid en la COP 25 (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) aparece el infinitivo “haber” escrito “a ver” que ha sido un tópico para los cazadores de gazapos y otros detritus gramaticales.

 

 

En la misiva original –con la firma del remitente y la frase “Salvemos la humanidad” del puño y letra del remitente– el verbo aparece con la grafía correcta. Las calamidades del texto no son gramaticales, sino que se relacionan con la tosquedad con que insulta la inteligencia de los receptores del mensaje.

 

 

Con auténtica desvergüenza se refiere a la pérdida de diversidad biológica, a la desertificación, a la sobreexplotación de los recursos marinos, a las alteraciones de los sistemas de agua dulce, a la deforestación y conversión de tierras como “variables y categorías que se identifican con el modelo retrógrado capitalista”, cuando precisamente esa destrucción de la naturaleza, sumada a una crisis humanitaria sin parangón, es lo que se ha perpetrado en Venezuela desde que se instaló en Miraflores su autoproclamado gobierno progresista. Ha repartido con entusiasmo tanto dióxido de carbono como penurias y torturas.

 

 

Desde 2007 los científicos expertos en cambio climático han desarrollado la huella de carbono como una herramienta para medir las emisiones de gases invernadero, que son los que influyen en el calentamiento global. Se aplica a naciones, empresas, instituciones, actividades, hogares y personas naturales. Determinan el consumo de gas y de electricidad, el kilometraje recorrido en avión y automóvil y el consumo de alimentos, productos y servicios.

 

Si se midiera cómo han aumentado las emisiones desde que el socialismo bolivariano decidió alentar la minería ilegal y semilegal al sur del Orinoco, quedaría demostrado que el país muestra una vergonzosa exterminación de su paisaje y de sus recursos, además de un indolente envenenamiento de las fuentes de agua, con el agravante que ocurre en parques nacionales, monumentos naturales y reservas de biósfera. ¿Esquizofrenia?

 

 

La huella de carbón que deja el país es cada vez más honda y más grande, la retórica al uso equipara la justicia social con la justicia climática. China y Rusia son los países más injustos socialmente y los que más contaminan las aguas y lanzan más C02, a la atmósfera, pero son los socios privilegiados en las actividades extractivas que fomenta y aplaude el Estado venezolano. El salto Ángel está asediado por una mina de oro, Canaima es tierra arrasada y los tepuyes crujen a punto de desaparecer.

 

 

Venezuela aparece entre los cuatro países de América Latina con la huella de carbón más grande, con un promedio anual de 6 kg de CO2 por habitante. No solo Pdvsa es una de las empresas petroleras más contaminantes, por la ineficiencia de su gerencia, sino que también la deforestación implacable que se ha aplicado tanto en Bolívar como en Amazonas significa la pérdida definitiva de especies únicas de animales y plantas, la destrucción de suelos muy frágiles, una acelerada contribución al cambio climático y la pérdida del segundo reservorio de agua de América del Sur. Todo lo contrario de lo que se dice en el mensaje enviado al COP 25. No obstante, la peor falta a la verdad está referida a la protección de los pueblos indígenas, los más indefensos y olvidados. Nunca se les delimitó su territorio y han sido víctimas de desalojos y matanzas consumadas por pranes aliados con militares y guerrilleros del ELN. Mientras crece la huella de carbón se apoca la vida en el planeta y la humanidad que los rojos rojitos invitan a salvar. Alquilo bolsa de embustes y manual de ortografía, porsia.

 

 

 Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Paraíso rematado

Posted on: diciembre 3rd, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Las riquezas del Arco Minero del Orinoco van a empobrecer aún más a los venezolanos. El oro, el coltán y todos los minerales estratégicos han despertado la codicia de militares, guerrilleros, pranes y demás avispados dispuestos a arrasar con todo ser vivo que se les atraviese, a convertir la selva en arenales estériles y a acabar con la fuente de agua más importante de Venezuela. Sobran los cómplices, los pescadores en río revuelto, los que miran para otro lado, los despistados y los que esperan que les toque algo en el desorden, bochinche general.

 

 

El decreto que creó el Arco Minero del Orinoco fue publicado en Gaceta Oficial el 24 de febrero de 2016 y desde ese mismo día comenzaron a sonar las alarmas entre científicos y ambientalistas. En junio la Asamblea Nacional discutió el informe de las comisiones de Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático; de Energía y Petróleo, y de Pueblos Indígenas que advertía que el Arco Minero era “la muerte de la República y de su biodiversidad y pone en peligro el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales protegidos en el preámbulo y los artículos 127, 128, 129, 304, 327 y 327 de la Constitución”.

 

 

Los diputados aprobaron “desconocer, por ser contrario a los intereses de la República y una abierta violación de los derechos ambientales, el Decreto Presidencial 2.248 del 24 de febrero de 2016, y negaron la autorización constitucional al Ejecutivo “con el objetivo expreso de proteger” las últimas reservas de agua dulce, no contaminada del país, ubicadas al sur del Orinoco, la riqueza en biodiversidad contenida en la Reserva Forestal Imataca, la Reserva Forestal El Caura, La Paragua, las zonas protectoras, la Cuenca del río Caroní, los Tepuyes, de las demás áreas bajo régimen de administración especial, las áreas protegidas o de especial importancia ecológica y el hábitat de los pueblos indígenas”.

 

 

Consta en actas, pero no en la realidad. Siendo un país con dos gobiernos mantiene una conducta esquizofrénica y suicida. No se trata ya de imponer un determinado tipo de gobierno ni de enaltecer determinada clase social, sean obreros, campesinos o lumpen con apego a las cartillas marxistas del siglo XIX, o de imponer el liberalismo económico de Adam Smith, sino que el afán de lucro de unos cuantos, sin importar el bando, amenaza la existencia de la República, no solo como un concepto político, sino también como realidad territorial y geográfica.

 

El sur del Orinoco es la región natural más frágil de Venezuela. Cualquier mínima intervención humana puede significar el fin de especies únicas y la destrucción de equilibrios que han requerido millones de años, pero cuando se utiliza la violencia de la tala y la quema y se emplean sin ningún control elementos tóxicos como el cianuro y el mercurio para la extracción de minerales el daño resulta mucho peor. Ha sido la práctica, con aliños delincuenciales, discursos varios y tapadera oficial.

 

 

El país mayoritario ha guardado silencio. Ha sido indiferente, irresponsable y descuidado. Ya aparecerán las excusas. Desde el recurrido “estaba comprando kerosén” hasta la falta de alimentación y de servicios públicos, incluida la banda ancha de Internet. También está registrada de manera indeleble la conducta impasible y el silencio criminal de las organizaciones ambientalistas como Greenpeace que se dedican aparentemente a “salvar el planeta”, pero solo cuando los causantes son de derecha, capitalistas, de resto pueden autorizar la quema de la selva amazónica, como lo hizo el socialista Evo Morales, y no levantan ni el dedo ni se les escucha una anémica exhortación.

 

 

El extractivismo es la apropiación inmediata de las riquezas de la naturaleza por unos pocos. Las consecuencias, sin embargo, son eternas. Los daños que ocasionan son irreversibles. Afectan la existencia de la vida del hombre y su entorno. Olvidan que el agua del Orinoco vale más que todo el oro y los diamantes del mundo. Sin selva y sus integrantes no hay agua ni Orinoco. Alquilo bongo en el Cuyuní antes de que se seque.

 

 

 Ramón Hernández 

@ramonhernandezg

 

 

 

Recalentamiento posmodernista

Posted on: noviembre 26th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Todavía demasiados gobiernos y dirigentes consideran que el cambio climático, el efecto invernadero y la amenaza cierta de una sexta extinción es una exageración de científicos fanáticos; una “hipótesis” que ha sido aprovechada por el izquierdismo internacional con los medios de comunicación y las redes sociales para montar un entramado conspirativo contra el capitalismo y la democracia. Es una media verdad.

 

 

Mientras Santiago de Chile arde, al igual que la selva amazónica y las principales ciudades de Ecuador, Bolivia y Colombia, la minería ilegal, oficial y semioficial destruye los bosques y la capa vegetal de Venezuela dentro y fuera del Arco Minero del Orinoco. Unos y otros se dicen de izquierda y proclaman que luchan por salvar el planeta, pero la realidad los desmiente.

 

 

Las cantidades de CO2, hollín y ceniza lanzadas a la atmósfera por la quema de bienes públicos y privados por jóvenes radicales o indígenas bolivianos autorizados y bendecidos por Evo Morales significan a corto y mediano plazo más producción de gases de efecto invernadero, más desempleo, pero sobre todo la prolongación de la inestabilidad y el ahondamiento de la crisis humanitaria, nunca la construcción de una sociedad más justa y sana. Unos tratan de engañar a los distraídos a sabiendas de que mienten, mientras que otros lo hacen por ignorancia con terribles consecuencias en la existencia de humanos, animales y plantas. Peligra el planeta.

 

 

El término “progresista” y su variante en otros idiomas es arduamente utilizado por la izquierda para enunciar un supuesto compromiso con la justicia social y la mejor calidad de vida. En los tiempos estalinistas, de comunismo duro, sin libertades y con campos de concentración para los enemigos políticos y sociales –demócratas, burgueses, pequeñoburgueses y homosexuales en toda su frondosa definición– el progresismo era uno de los tantos motes con los que se escurrían los militantes del PC, del Partido Comunista, que es único y universal, sin diferencias nacionales ni locales. Como una reminiscencia, el PSOE llama “progresista” su pacto con los chavistas de Podemos en un rústico mercadeo político. Cuba, con 60 años de atraso y precariedad absoluta, se dice progresista, también antiimperialista, aunque su conducta ha sido de procónsul.

 

Con el posmodernismo el uso de la palabra perdió furor, pero poco a poco se le fue restituyendo con el mismo fin de siempre: enmascarar la realidad, ¿se acuerdan del “proceso” en los primeros años del chavismo?

 

 

Antes de que fuera derribado el Muro de Berlín y quedaran al descubierto todas las podredumbres y fracaso ocultos detrás de la Cortina de Hierro, un grupo de filósofos franceses, ante la incapacidad del marxismo no solo de interpretar el mundo y cambiarlo según sus propuestas de reingeniería social, inventaron el “posmodernismo”. Una interpretación del mundo y de Occidente que fascinó al mundo académico “progresista”, aunque cuestionaba al ídolo Karl Marx y reivindicaba a Nietzstche y a Heidelberg en sus postulados de destrucción de los valores occidentales, no solo morales sino también científicos: nada es absoluto, todo es relativo; dudan de la razón y equiparan la brujería con la física del estado sólido, ambos son saberes válidos.

 

 

Si el fin justifica los medios en el marxismo más rústico, en el posmodernismo la verdad es un asunto de mayorías, de cuantos crean que una mentira es verdad o existe determinada situación. Se descarta la comprobación y se miden las fuerzas. La fórmula se aplica en todas las esferas de la vida. Eliminada la ética social y la ética profesional, también es arrasada la ética de la Tierra, la que establece que los humanos son parte de una comunidad de seres vivos, no los dueños, que no hay que presentar cuentas a nadie, mucho menos a la ciudadanía que se ha transformado en pueblo municipal y espeso.

 

 

Sin ética ni valores toda ideología es quincallería y la religión, las creencias ancestrales, les sirven para servirse de la ingenuidad humana. De ahí que veamos a iconoclastas pidiendo perdón con un Cristo en la mano, que se fomenten las creencias esotéricas, la idolatría, la santería en todas sus variantes y se arremeta contra valores como el respeto a lo ajeno. Quienes defienden los valores de la familia, la amistad y la solidaridad son presentados como anticuados o demodé.

 

Con demolición de la verdad y la razón, de la ciencia y de la ética –de ahí su vínculo con el narcotráfico, los pranes y el sicariato– también se derriban otros pilares de la civilización como el lenguaje. Ya no importa lo que se dice y cómo se dice, sino la repetición de un valor, de un sueño, de un deseo, y todos pueden hacerlo con sus palabras, con su imaginación, con sus carencias. Aparecen en la televisión y son virilizados en las redes sociales aunque nada se les entiende ni nada dicen. Aquel grito de “todos somos poetas” viene por esos lados. Es la destrucción de la civilización, no su sustitución por otra mejor o más avanzada. Nihilismo absoluto.

 

 

El desastre empezó en el mundo académico y no se detiene. Desbarrancado el rigor científico y académico, el objetivo es convertir las universidades, los centros de altos estudios y de investigación, en porfías entre analfabetas o en entidades dispensadoras de títulos, no de conocimiento o de saber. Ahí está el estrangulamiento presupuestario y las tomas por agentes exógenos, sean del pranato callejero, el caso de la Universidad de Oriente, o del judicial, caso de las elecciones en las universidades autónomas y semiautónomas. La deriva del Instituto de Estudios Avanzado en un centro de folklore y de artesanía costumbrista, que obvia entre sus tareas de investigación los desastres ecológicos y sociales que ocurren en el Arco Minero, puede significar un salto irreversible a la oclocracia, lo contrario del gobierno de los mejores.

 

 

Todo lo anterior, más lo que se queda en el tintero, da luces de que es cierto que los rojos, en su versión antigua, y los noveleros “progres” los colores han inventado o, mejor, son inexcusables causantes de una alta proporción del calentamiento global. Ahí están los desastres ambientales ocasionados por la Unión Soviética, en lo que Chernobyl, no es exactamente el peor si se cuenta el exterminio de 100 millones de presuntos “contrarrevolucionarios”; los desvíos de grandes ríos en China y su incipiente desarrollo industrial a costa de la naturaleza y de su propia gente. Su capitalismo salvaje es tóxico. Produce para el consumo humano arroz de plástico o leche de cualquier otra sustancia indigerible.

 

 

Las protestas con quema de caucho y autobuses, saqueos y destrucción a martillazos del mobiliario público –como hizo la influencer colombiana Daneidy Barrera, conocida como ‘Epa, Colombia’– tampoco son ecológicas. Lanzan más carbón a la atmósfera que todos los laboratorios farmacéuticos de Alemania que Eduardo Samán quiere sustituir con medicina yanomami y pemón, las etnias indígenas que el ELN y sus secuaces masacran en el estado Bolívar para quitarles el oro y las tierras. Vendo manual de convivencia a la intemperie.

 

 Ramón Hernández

@ramonhernandezg

 

La nada y el infinito

Posted on: noviembre 19th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Venezuela posee grandes yacimientos de uranio, de torio y de tierras raras, además de petróleo, coltán y diamantes, pero su principal riqueza es el agua y la diversidad, que garantizarán la subsistencia de sus ciudadanos. Obviamente, en los últimos veinte años, después de que quedó claro que la tan cacareada protección del medio ambiente que ofrecía el teniente coronel y sus cómplices era un vulgar aprovechamiento electoral, el agua y la biodiversidad han sido víctimas de las más grandes tropelías. Se destruyen grandes extensiones de bosques con sus habitantes –sean animales, plantas o microorganismos– y se envenenan las corrientes de agua con mercurio, cianuro y otros materiales tóxicos utilizados en la minería.

 

 

Desde comienzos de la década de los años setenta se guardaba el secreto de las importantes reservas de torio encontradas en el cerro Impacto, al sur del  río Orinoco. Las prospecciones se hicieron dentro del programa la Conquista del Sur en el más rigoroso secreto. Pocos militares lo sabían. El torio es un mineral radiactivo que puede sustituir con ventajas al uranio en la producción de energía pacífica. Las plantas de torio son más “limpias”, emiten menos CO2.  El gran problema es su extracción.

 

 

El cerro Impacto se encuentra dentro de los límites del único parque natural que se ha decretado en los últimos veinte años y que ocupa 75.340.000 hectáreas, el más grande de Venezuela. Es una zona de abundante selva prístina, que ha sido defendida por ambientalistas y científicos. En un tiempo estuvo amenazada con la construcción de una gran represa hidroeléctrica en el Alto Caura, pero los proyectos fueron engavetados. Sin embargo, con la excusa del Arco Minero se ha incrementado la minería ilegal, el desalojo de los pueblos nativos y la desforestación irracional.

 

 

En los mapas de uso corriente no aparece señalada la ubicación precisa, pero ahí trabajaron durante muchos años geólogos y científicos que tenían su base San Juan de Manapiare, en Amazonas.  Cerro Impacto tiene 10 kilómetros de diámetro y es rico en torio, bario, cuarzo, titanio y otros minerales de gran valor. Hasta hora se ha mantenido como una reserva estratégica, pero con el desastre económico de los últimos años, después de la destrucción de la industria petrolera y de las industrias básicas de Guayana, ha florecido una tendencia extractivista que puede ser el fin definitivo del país, de su hermosa geografía y de su población.

 

En esa zona protegida hay cientos de plantas y animales autóctonos que no han sido clasificados ni estudiados, otros tantos no han sido descubiertos, pero su producción más grande es agua potable, ahí se encuentra 84% del agua  con que cuenta Venezuela, y corre peligro. Rusia, Irán y China, junto con emisarios de las FARC-ELN, han hecho sus propias prospecciones y presionan al gobierno para que modifique o deje sin efecto los decretos  que regulan las áreas naturales bajo administración especial, que son los parques nacionales, los monumentos y las zonas de reserva de biósfera.

 

 

Los extractivistas, los que no miran las consecuencias, nunca calculan el impacto ambiental. Suponen que la naturaleza está ahí para sacarle provecho, que ellos son los únicos dueños del planeta. Uno de esos personajes publicó  en una página oficiosa que  debajo del suelo de Venezuela hay  3,86 veces el PIB anual de Estados Unidos, que es 16 billones de dólares. Podría ser verdad, pero extraerlos sería tan perjudicial para el planeta como la administración roja-rojita lo fue para Pdvsa, que no solo destruyó las refinerías, sino que también convirtió en inservibles cientos de ricos pozos petroleros. La meta petrolera del país era producir 10 millones de barriles diarios, pero produce poco menos de 600.000, y Rusia ahora suple a su principal cliente, Estados Unidos. Cerrado por falta de energía.

 

 

 

 Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Extravíos educativos

Posted on: noviembre 12th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Aristóbulo Istúriz Almeida no es marxista, es socialista de oído. Repite lo que escucha de otros repetidores. De aplicado estudiante del Instituto Pedagógico de Caracas derivó, con el título de profesor de secundaria de Historia y Geografía, en un perreroso dirigente del Colegio de Profesores y del gremio docente en general que dividió el magisterio venezolano. Enseñar, lo que se llama enseñar, analizar, debatir, por ejemplo, las inconveniencias de la Campaña Admirable y de haber entregado prematuramente el título de Libertador a Simón Bolívar –faltaba tanto tiempo y lucha para decidirse definitivamente la Independencia– nunca lo hizo.

 

 

Lo más que enseñaba en clase y en las asambleas reivindicativas de maestros y profesores era su dentadura, su zalamería, sus tan celebradas salidas propias de los muchachos barloventeños, de mente ágil y despierta que nunca pierden una, y que siempre tienen a mano una respuesta chispeante que desarma. La última y definitiva fue cuando aseveró con franca molestia, que Hugo Chávez –el comandante supremo intergaláctico e infalible– “se había fumado una lumpia” (que estaba high, trono, que se había metido un tabaco de marihuana de la mala) cuando rechazó los candidatos para gobernadores que le propuso el PPT.

 

 

A partir de entonces se mantuvo o lo mantuvieron en silencio hasta que lo desalojaron del Ministerio de Educación y tuvo que cargar la cajita de cartón con los pocos macundales que lo dejaron recoger. Nadie lo ayudó y casi tuvo que regresar a su casa en una camionetica de las que se paran en la esquina de Salas. Lo sustituyó el hermanísimo Adán Chávez, también profesor de secundaria, pero de Física y Matemáticas. Ni uno ni otro arregló nada ni resolvió algunos de los tantos problemas de la educación venezolana, pero ambos se enredaron en unas comisiones milmillonarias con los seguros del personal docente y administrativo que todavía no se han investigado.

 

 

Su ostracismo duró hasta que lo sacaron del emporio que como gobernador sancochero se había construido en Anzoátegui para que, como vicepresidente ejecutivo de la República, actuara con su natural picardía como “operador político”, un eufemismo instituido por José Vicente Rangel en sustitución del término “negociador”, tan cercano a esa palabra que le produce un escalofrío en la cuenta bancaria: “negociado”, “grandes negociados”.

 

No dio la talla, había perdido cualidades o sus intereses eran otros, y en menos de lo que espabila un cura loco apareció al frente del Ministerio de las Comunas y los Movimientos Sociales, que es como entrar a la nada. En un salto llegó a la vicepresidencia de la asamblea constituyente írrita, pero pronto fue colocado en el Ministerio de Educación. Esta vez un ayudante le cargó de vuelta la cajita con los efectos personales.

 

 

Aristóbulo se construyó una imagen de honrado, simpático, abierto, de negrito guachamarón y con sensibilidad social que fue rayando y exprimiendo hasta que solo quedó ese esperpento que apenas levanta la vista en sus retrecherías de guapetón barriobajero que ya no necesita hacerse el simpático ni oculta sus complejos y resentimientos. Contrario a su antecesor Elías Jaua, también de Barlovento, la manipulación informativa y el culto a la apariencia dejó de ser parte de su ejecutoria, nada de Internet ni de páginas web, los comunicados oficiales los sigue mandando por correo ordinario, en papel bond 20, tamaño carta. Igualito a la foto de uno que circuló por las redes y resultó falso, un fake, y que anunciaba el fin de las reglas ortográficas y demás restricciones a la libertad de comunicarse. Pocos sospecharon de su veracidad, aunque había otras razones para desconfiar además de la falta del saludo revolucionario y los otros cognomentos que acompañan la prosopopeya epistolaria del régimen.

 

 

La falta de lecturas y de humor en el ámbito nacional es mayor de lo que se supone. Al voleo resulta obvio que las incoherencias conceptuales, lugares comunes, mal uso de la puntuación, faltas gramaticales y destrozos lexicales son deliberadas, no que Istúriz tiene como escribiente a una versión moderna de Francisco Delpino y Lamas, el Chirulí del Guaire. Solo en los gloriosos tiempos de la Renovación Académica de la UCV, cuando aparecieron en la vieja Escuela de Periodismo Cucurulo, Deslinde, El Mosca y El Bola, entre otros pasquines, hubo un despliegue similar de burla con inteligencia. El texto de marras, el fake, está tan mal escrito, tiene tantos errores y en tan alucinante que pocos dudaron de su autenticidad. No se puede esperar otra cosa cuando el menos vergonzoso de los entuertos que aparecen en la Gaceta Oficial y demás órganos oficiosos en los últimos veinte años es el solecismo “motivado a”. Vendo libro Mantilla con el celofán enterito.

 

 

 

 Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Poder de lucro

Posted on: noviembre 5th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

La despiadada búsqueda del lucro destruye el planeta, pero lucro no es solo el afán de obtener ganancias, puede ser también el afán de mantenerse en el poder. Juan Vicente Gómez no tuvo nunca un sueldo asignado, como administrador se despachaba y se daba el vuelto; Iosif Stalin nunca abrió los sobres con su sueldo como secretario general del Partido Comunista Soviético, pero regalaba carros de lujos a sus amigos y secuaces; y el teniente coronel Hugo Chávez donó su sueldo a alguna misión en un acto de “desprendimiento”, aunque nunca lo concretó y lo mantuvo invariable –pese a la alta inflación y las devaluaciones– para que los ex presidentes Jaime Lusinchi, Luis Herrera, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera no tuvieran con qué hacer frente a sus necesidades. La pensión no les aumentaba si el sueldo del jefe del Estado en ejercicio no aumentaba.

 

 

Transcurridos veinte años de mandato bolivariano el país ha visto con sorpresa y espanto cómo la camarilla gobernante se ha lucrado y ha engordado. Basta el ejemplo del ex tesorero de la República Alejandro Andrade que, por perder un ojo jugando chapita con Tribilín en Miraflores, lo pusieron donde había y hoy paga condena en Estados Unidos por blanqueo de capitales provenientes de la corrupción y el cobro de comisiones por más de 1 millardo de dólares. Todavía es joven, cuando salga dentro de una década seguirá disfrutando: le deben quedar algunos ahorros en Rusia. Otro caso es el de Nelson Merentes, ahora fuera del foco de los medios de comunicación, pero que siendo el presidente del BCV denunció que le robaron 350.000 dólares de su apartamento en Naiguatá, dinero que tenía destinado para pasar del fin de semana.

 

 

Son muchos los rumores sobre herederos y amantes, pero por ahí andan ex alcaldes, ex gobernadores y hasta ex directores de línea de ministerios que nunca más han trabajado ni se les conoce actividad productiva alguna; sin embargo, mantienen inalterable su consumo de whisky, sus viajes recurrentes y sus compras de zapatos deportivos por encima de los 767 dólares, por nombrar lo más irrelevante.

 

 

Para haber llegado al poder sobre la ola de la lucha contra la corrupción y la justa distribución de la riqueza, no lo han hecho nada mal. Pocos tienen menos de 900 millones de dólares en la faltriquera, quizás uno sea Giordani que se dio cuenta tarde del juego, pero no se queja para no empañar su imagen de santón, asceta y anacoreta. Su hermano sí jugó posición adelantada desde el principio y aprovechó sin remordimientos contratos y chanchullos.

 

Fines de lucro de una manera abierta y desvergonzada ha tenido el gobierno cubano, siempre en el nombre de la solidaridad de los pueblos y la lucha contra el imperialismo yanqui. Por cada médico raso el Estado venezolano le paga 5.500 dólares y 9.000 por los entrenadores deportivos, además del estraperlo y los 110.000 barriles diarios de petróleo liviano, un adjetivo que siempre se olvida colocar y que es muy importante cuando se habla del negocio petrolero. No está claro todavía cómo es la participación de La Habana en la faja petrolífera del Orinoco y el Arco Minero, obviamente con fines de lucro, bastante lucro, muy parecida a sus actividades en las oficinas del Registro y las notarías.

 

 

El sufrimiento y precariedad del pueblo cubano son parte de un lucro distinto. La revista Forbes, que sí sabe de fortunas y sus escondrijos, calcula que los Castro en 60 años han acumulado menos que los Chávez en un par de lustros de bonanza petrolera y empréstitos a cuenta. Son socialismos distintos, con diferentes velocidades y chapucerías.

 

 

No sé a quién se le ocurrió la idea de los gallineros y huertos en las escuela, un proyecto que no aplicó la Unión Soviética, tampoco Mao en su gran Gran Salto hacia Adelante ni Kim Il-sung y sus herederos –tan diestros con los puñales de madera y el entrenamiento de perros salvajes–, mucho menos los sociolistos cubanos que salieron buchones con los cultivos orinopónicos de Parque Central y el Central Azucarero Ezequiel Zamora en Barinas. Todos los cálculos indican fracaso por los lados del lucro y de la subsistencia, a menos que el proyecto esté en manos del yernísimo, que le saca punta a una piedra con un cortaúñas, o del emprendedor que en 2014 recibió en cadena de radio y televisión de manos de Nicolás Maduro un cheque por 100 millones de dólares para montar un centro de cría y beneficio de aves y no se le ha visto ni el plumero. Otro que sabe lucrarse y escapar liso es Darío Vivas, el “dueño” de ANTV-PSUV, que se hizo con una televisora sin haber comprado un enchufe de su bolsillo de ex concejal y ex diputado, cargos de poco lucro y lucimiento, pero que en socialismo garantizan una vejez tranquila y sin afanes. Vendo a pérdida camarilla roja.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Una mina de mentiras y un pozo de desdichas

Posted on: octubre 22nd, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Ni Guaicaipuro ni Tiuna, ni ninguno de los indios caribes que recorrieron los descampados que eran las montañas de la Cordillera de la Costa y sus hermosos valles, eran mineros. Se dedicaban a la caza y a la pesca; sus mujeres, a la recolección de frutos y a la manufactura de casabe. Nada de plátanos ni de cambures ni leche de vaca. Comían monos, lapa y gusanos. El oro no abundaba, pero podían encontrar una que otra pepita.

 

 

Desde el siglo XVI, hubo en Baruta minas de oro de galería y aluvión que fueron explotadas esporádicamente por misioneros y encomenderos, pero pronto se agotó. En el siglo XVII, para garantizarse la subsistencia, los pocos habitantes sembraban tabaco, cacao y caña de azúcar. Joseph Luis de Cisneros decía en 1764 que todavía se sacaba oro de aluvión de buena calidad, usado por los plateros para dorar sus trabajos, pero exageraba. En 1776 José de Abalos intentó reactivar las minas, pero trabajaron varios años sin mayor éxito. Alejandro de Humboldt, escribió que en 1800 los indios de Baruta todavía extraían oro allí, pero eran cuentos de camino. En el siglo XIX, en lo que hoy ocupa la urbanización La Trinidad se cultivaban un sabroso café y abundantes hortalizas.

 

 

En el siglo XX, el valor de los terrenos en los predios de Prados del Este, Baruta y El Hatillo, incluida La Lagunita y también Oripoto, valían muy poco, pero hubo un emprendedor, contaba Paco Vera, que para valorizarlos enterraba pepitas de oro, costaba menos de cuatro bolívares el gramo, para engatusar a los compradores y que se corriera la voz y se revalorizaran. Pronto se descubrió la coña, pero no era del todo mentira: en todas las quebradas del país puede encontrarse una que otra pepita de oro, pero insuficientes para enriquecer a nadie. Sacarían a alguno de un apuro a costa de causarle daños irreversibles a la naturaleza.

 

 

Ahora, con el anuncio de que a cada estado bolivariano le van a entregar una mina de oro, quizás se repita en los alrededores de La Guairita y por los lados de La Limonera, Los Picapiedras, Ojo de Agua, La Palomera y la laguna de La Bonita situaciones parecidas a las que se vivieron hace 2 años en Palmarote, estado Carabaobo, cuando una madrugada llegaron más de 3.000 garimpeiros o mineros ilegales a extraer oro. La presidente del consejo comunal les entregaba una autorización firmada y sellada. Nadie halló una pepita luego de semanas de trabajo, pero el caserío, las siembras, los corrales de las gallinas y el potrero de las vacas, todos los árboles fueron destruidos y las aguas que surten a 4 millones de carabobeños fueron contaminadas con mercurio y cianuro. Un Chernobyl en pequeño. Nadie se hizo millonario, ni reunió suficiente para pasar una vejez tranquila, pero el gobierno nacionalizó “la mina” y se la entregó al gobernador que la tiene tan abandonada como la recibió.

 

Contrario a lo que se quiere transmitir, Venezuela tiene algo de oro, pero no tiene más que Papúa Nueva Guinea que es el decimocuarto productor mundial con 65 toneladas anuales. China es el primero con 400 toneladas. El Dorado que está en Guayana no es la mentira que se repite desde hace más de 500 años, sino un deprimente y abandonado centro carcelario. El oro no sustituirá al petróleo, tampoco el coltán ni los diamantes. No son suficientes, y si los hubiera, habría que ver lo que hicieron con el petróleo. ¿Se lo robaron, lo regalaron?

 

 

Pese a los discursos por  VTV y las sonrisas lingote en mano, Venezuela no es el vigésimo productor de oro ni tiene posibilidad alguna de ser el primero. Si equivocadamente lo intentara equivaldría a vender los zapatos para comprar trenzas nuevas o betún. Si alguien intenta sacar la pepita que probablemente hay en el patio de su casa, gastará veinte veces más en encontrarla que los billetes devaluados que le darán a cambio. Extraer el poco oro existente sería la destrucción definitiva de todas las fuentes y reserva de agua, de bosques y siembras para convertir cada metro cuadrado de superficie en un arenal. Más hambre y muertes.

 

 

Venezuela no tiene la cuarta mina de oro más grande del mundo. Eso es tan falso como el nombre del Ministerio de Desarrollo Minero Ecológico. En Las Cristinas no hay 1,5 millones de kilos de oro, lo que ha habido es un tejemaneje financiero que le costó al país –por la ignorancia de Hugo Chávez– más de 1,2 millardos de dólares y daños ambientales inconmensurables. Hasta ahí.

 

 

La irresponsabilidad del sector militar, el silencio de los intelectuales de quince y último, la incapacidad del funcionariado técnico, el afán de riqueza y lujos de la camarilla que mantiene secuestradas las estructuras del Estado se han encompinchado para destruir el país como el paso siguiente a la demolición del sistema democrático. Se diluye el futuro.

 

El plan minero 2019-2025 permitirá que unos cuantos se hagan multimillonarios a costa de dejar al resto de la población sin electricidad, sin agua corriente, sin alimentos y de la exterminación de la fauna y de la flora. En noviembre de 1998, en la recta final de la campaña electoral, el intergaláctico afirmó que no cambiaba un vaso de agua por una tonelada de oro, pero ahora su discípulo trueca todo el territorio nacional por unos lingotes áureos que extraen pranes, soldados y guerrilleros con su autorización. La mentira repetida y aumentada.

 

 

Con las minas, se anunció la entrega de hasta 3,3 millones de euros bimensuales a los gobernadores para que puedan “moverse amplia y libremente en atender y satisfacer las necesidades de la región”. Es la danza de los millones, de las fábulas, la ficción del socialismo y sus infinitas miserias. Vendo destapador con sacacorchos.

 

@ramonhernandezg

Autopista al fracaso

Posted on: octubre 15th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Estoy de acuerdo en cambiarle el nombre a la autopista Francisco Fajardo, hijo de una india guaiquerí prima hermana del cacique Naiguatá y de un conquistador español, a quien se le quiere reconocer como gran mérito su frustrado intento de fundar la ciudad que hoy se conoce con el nombre de Caracas en uno de los valles más hermosos del continente, tanto que por mucho tiempo lo consideraron la sucursal del cielo. Le pondría Juan Germán Roscio, el guariqueño que escribió El triunfo de la libertad contra el despotismo, redactó la Constitución de 1811 con Cristóbal Mendoza y fue el jefe ejecutivo de Venezuela durante la Primera República, que era federal y anteponía la libertad y el debate a la violencia, y con mucha mala leche la han etiquetado como la “Patria Boba”.

 

 

En cada octubre de los últimos veinte años la caterva en el poder ha aprovechado la fecha más importante en la vida del Almirante de la Mar Océana, Cristóbal Colón, para tratar de reivindicar un pasado que crasamente desconocen y les es ajeno. Insisten en repetir una película mal contada y peor realizada, mientras desacreditan a los constructores o confunden los tejemanejes liberales del viejo Antonio Leocadio Guzmán con el diestro en arte de la morisqueta de Antonio Guzmán Blanco, dos actores muy distintos de la historia patria aunque fuesen padre e hijo.

 

 

Quizás muchas de las atrocidades perpetradas contra la sociedad venezolana en las dos décadas que ya cuenta la república bolivariana tienen conexión con el desconocimiento de la Guerra federal y la leyenda buenista que se ha tejido a su alrededor y de una de sus principales víctimas, Ezequiel Zamora. Los años que van desde el Grito de la Federación en 1859 hasta la firma del Tratado de Coche en 1863 son de extrema violencia y salvajismo, especialmente en los estados llaneros; los Andes, Guayana y el Zulia se mantuvieron prácticamente al margen de la lucha. Salvo Santa Inés, Coplé y Buchivacoa, no hubo grandes batallas. Fue una guerra de guerrillas extremadamente cruel y salvaje. Una conflagración contra la civilización y contra la naturaleza, que excedió las tropelías y vesanias de José Tomás Boves y tuvo al Iluminado Espinosa como gran ejecutor. Costó más de 170.000 vidas, cuando la población del país no llegaba a 2.000.000 de habitantes.

 

 

Los “feberales”, como decían los campesinos en armas –machetes y rifles de percusión–, arrasaron pueblos enteros y acabaron con más de 7.000.000 de reses. Terminado el conflicto, los nuevos caudillos regionales se apoderaron de las tierras, no se concretó la distribución de la tierra y todo siguió igual, quizás sea la razón por la que a partir de entonces se recalca el igualitarismo de los venezolanos. Tuvo que llegar el general Juan Vicente Gómez para que el país reanudara la institucionalización que José Antonio Páez comenzó en 1830, después de que la guerra de Independencia había dejado una gruesa capa de ceniza y llanto sobre la naciente república. Otra vez la sangre y la pólvora borraba los sueños y los logros.

 

 

En 1999 se volvieron a escuchar los cantos de sirenas que ofrecían –otra vez– que tanto repitió Antonio Leocadio Guzmán, “nuevos hombres y nuevos procedimientos” y que Cipriano Castro repitió para hacer más de lo mismo. No ha habido guerra, aunque también se cuentan cientos de miles las bajas a manos de la delincuencia; ni ha habido una explosión nuclear, pero ha llegado al límite del poeta larense que decía que la vaina estaba tan jodía que hasta las moscas y los zamuros pasaban hambre.

 

 

La destrucción es general y hasta la independencia que Bolívar confundía con libertad se ha perdido. Mandan poderes extranjeros y junto con la soberanía se les han entregado vastos territorios a cambio de “unas gramas” de oro y promesas de redención. Luis Miquilena abandonó el barco cuando oyó a Fidel Castro decirle a Hugo Chávez que dentro de 500 años millones de personas peregrinarían para visitar su casa natal en Sabaneta. El segundo al mando del desastre repite con su mazo al hombro que la revolución bolivariana no ha arado en el mar ni sembrado en el aire. Es verdad. Ni aran ni siembran, saquean y matan. Nada que ofrecer, tierra arrasada.

 

 

 

 Ramón Hernández 

@ramonhernandezg

Polarización suicida 

Posted on: octubre 8th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

Los refranes, que se aceptan como verdades aprendidas a través del tiempo, se usan en la política cotidiana con fines adversos y perversos: disfrazar crímenes imperdonables, tapar equivocaciones o distraer a la opinión pública mientras se remoza la fachada gubernamental. Cuando Stalin mataba de hambre a más de 7.000.000 de ucranianos con el único fin de eliminar de faz de la tierra el ADN de un pueblo inteligente, contestatario y perseverante, el corresponsal del diario The New York Times en Moscú, Walter Duranty, que se había tragado la rueda de molino de que la construcción de una sociedad más justa y libre del capitalismo requería el sacrificio de vidas, utilizó un proverbio de uso corriente entre los estadounidenses para negar, restándole importancia, el genocidio que se cometía: “Digámoslo de una manera ruda, para hacer una tortilla hay que romper los huevos”. Duranty ganó el Premio Pulitzer en 1932 y la empresa editorial se ha negado a retirarle el galardón pese a su grave traición al oficio. Otros dicen que se puede explotar petróleo sin contaminar y que el humo del tabaco no es cancerígeno.

 

 

Casos como el de Duranty se repitieron en todo el siglo XX y continúan apareciendo cuando ya casi comienza la tercera década del siglo XXI, pero ahora con una fuerte ayuda –más que competencia– de influencers, millenials y bots. Con el debate sobre el cambio climático los medios tradicionales de comunicación, la web y las redes sociales se han visto compelidos a tomar partido a favor o en contra de una advertencia científica bien fundamentada y explicada con claridad: el hombre, la civilización, acelera con su progreso la extinción de la vida. Al igual que en el Medioevo, cuando la mayoría no aceptaba la redondez de la Tierra, ahora no se quiere aceptar el cambio climático y hay quienes lo consideran otra falacia de comunistas, socialistas y demás.

 

 

Conociendo la capacidad de pescar en río revuelto que tiene la internacional de la izquierda, claro que hay que desconfiar cuando los progresistas –así se denominan– hablan de medioambiente, feminismo, derechos humanos y orgullo gay. Es simple oportunismo. Se montan en la ola de los movimientos sociales con el fin de tomar el poder y apropiarse de los medios de producción, los depósitos bancarios y las mejores viviendas. Lo hicieron los soviets en Rusia, los barbudos en Cuba, los sandinistas en Nicaragua y los bolivarianos en Venezuela. Sin embargo, periodistas que siguen la mala conducta de Duranty y que cuentan con el beneplácito de importantes medios de comunicación (o la totalidad del medio de comunicación como es el caso de RT, la televisora que sirve al Kremlin) y de toda una intrincada red de portales web para dispersar su embuste de que solo el socialismo pondrá fin al cambio climático y que ya una mayoría de jóvenes estadounidenses e ingleses detestan el capitalismo que mata los pajaritos. Por Dios.

 

 

El terrible daño que las empresas extractivistas rusas están ocasionando a los bosques venezolanos es solo continuación de lo que ocurrió en la URSS y que sigue sucediendo en la Federación Rusa. La destrucción que también perpetran chinos, iraníes y los bandoleros del ELN-FARC en conjunción con el pranato nacional no alarma a las organizaciones no gubernamentales que defienden el ambiente, la limpieza atmosférica. Ven hacia otro lado y no se enteran. Los científicos apenas farfullan en su soledad que se están destruyendo las reservas de agua. ¿Se acuerdan? El agua es vida.

 

 

En los últimos treinta años, especialmente entre 1992 y 1998, proliferaron en la democracia venezolana los grupos dedicados a la defensa de los derechos humanos y de la naturaleza. Denunciaban la corrupción y las irregularidades del sistema de justicia, cualquier cosa, pero siempre con un dardo dirigido a la empresa privada. Siempre encontraban un vínculo entre la burguesía y los “entuertos” gubernamentales que denunciaban. Bastó que la revolución bolivariana se hiciera del poder para que grupos e individualidades, salvo las excepciones de rigor, se replegaran y se dedicaran a hacer lo que antes cuestionaban. ¿Habrá terminado alguno en torturador?

 

 

La derecha mundial, que arrastra mucho de la inquisición medieval, desconfía con mucha razón de las denuncias del progresismo y las descarta a priori, ha optado por desentenderse de esa calamidad mundial y la niega, como Duranty aliado con Stalin. Insiste en que la Tierra no se mueve alrededor del Sol, como el tribunal le hizo abjurar a Galileo Galilei. Pese a unos y otros, aumenta el nivel de los océanos y se secan los ríos, los bosques y sabanas se convierten en arenales, se extinguen insectos y demás animales indispensables para la polinización de los cultivos y la eliminación de plagas. Las abejas no solo producen miel y el rabipelado es un gran amigo de perros y tigres: controlan la expansión de las garrapatas en selvas y jardines. El hombre, que se cree tan sabio y tan superior cada día, le recorta con su particular progreso millones de años a la vida del planeta, pero no estamos dispuestos a creerlo. Vendo ejemplar de especie próxima a extinguirse.

 

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Negocio redondo sin gasto militar

Posted on: octubre 1st, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

La FSB, Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa, depende directamente del presidente Vladimir Putin. Con un aproximado de 300.000 agentes encargados de labores de inteligencia, contrainteligencia y espionaje, no solo heredó la imponente sede de la KGB en la plaza Lubianka de Moscú, sino también muchas de las prácticas non sanctas junto con calabozos, salas de tortura y centros de ejecución. Sin embargo, salvo algunos asesinatos de periodistas y ex espías no han sido los “muchachos” de la FSB los que mantienen vivo el misterio que siempre envolvió al histórico cuerpo represivo soviético. Los nuevos tiempos han traído nuevos procedimientos y hombres: el grupo Wagner, una contratista militar privada de mercenarios, se encarga de las tareas sucias y le lava la cara al establecimiento militar ruso. Están donde las tropas legales no pueden estar.

 

 

Dmitri Utkin, un oficial retirado de la inteligencia militar rusa, es su jefe y dueño fundador en asociación secreta con Evgueni Prigozhin, un empresario de San Petersburgo proveedor de comidas preparadas, a quien se le conoce como el chef de Vladimir Putin y se le vincula a la fábrica de trolls que se involucraron en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. Utkin simpatiza con las ideas del Tercer Reich y está vinculado con el movimiento neonazi y el renacer de la religión eslava. Por ser un fanático de Wagner adoptó ese nombre como su contraseña personal y luego se lo adosó a su negocio de servicios bélicos.

 

 

Participar por una paga en una guerra de otro país es un delito que se castiga en Rusia con 15 años de prisión, pero los mercenarios del grupo Wagner han actuado en primera línea de batalla en Siria y en Sudán sin consecuencias legales ni jurídicas. Actúa y se lucra a la sombra del poder. En la República Centroafricana, donde el Ejército ruso colabora con autorización de la ONU en la protección del presidente Faustin-Archange Touadéra, los hombres de Utkin actúan como instructores militares. Se ha publicado que la empresa de Utkin y Prigozhin cobra 250.000 dólares diarios por garantizar la seguridad de Nicolás Maduro y algunos de sus allegados en Venezuela.

 

 

La información sobre el viaje de Maduro, Jorge Rodríguez y Tareck el Aissami a Moscú la semana pasada ha sido escueta y ramplona. Abundaron las especulaciones, los análisis y los fakes news. El oficialismo echó mano al palabrerío acostumbrado para anunciar “un nuevo mapa de cooperación estratégica con Rusia” y la promesa del Kremlin de enviar 1,5 millones de vacunas contra la gripe a Caracas, con la posibilidad de subir la cantidad a 5 millones. El presunto aumento de 10% en el intercambio comercial que hizo sonreír con desdén a Putin no tiene mayor impacto en la economía de los dos países. Se debe al traspaso de petróleo a traspuertas para eludir las sanciones de Estados Unidos. No se firmó ningún préstamo ni hubo compra adicional de armas, mucho menos hablaron del envío de tropas o de mejorar la puntería de los anticuados sistemas antiaéreos S-300.

 

 

Putin sigue jugando ajedrez con Venezuela y se mantiene distante de los probables contratos privados que pudiese haber entre Wagner y Miraflores. Sus prioridades están en otro sitio, aunque le encanta hacer gambetas en el patio trasero estadounidense. No hay nueva guerra fría, mucho menos caliente. Permanece la mutua amenaza nuclear, que mantiene limitados y atentos a los burócratas de Moscú y confiados a los de Washington; si se resbalan, el planeta entero morirá con el intercambio nuclear, una puerta que no traspasaron con Fidel Castro, entonces una leyenda, mucho menos lo harán ahora con una dirigencia de corto aliento en la política y grandes bolsillos en los “negocios”.

 

 

Después del derrumbe del Muro de Berlín, Rusia ha intentado dejar atrás el subdesarrollo y se ha propuesto con Putin recuperar el prestigio de gran poder que tuvo la Unión Soviética y convertirse en un real competidor en los mercados mundiales –seguir un poco el camino de China–, pero salvo materias primas, tecnologías obsoletas, chatarra militar y los escándalos que generan los hacker rusos con sus incursiones es poco lo que puede ofrecer. Sigue siendo un país extractivista, exportador de materias primas.

 

 

Después de Chernóbil y de unos cuantos accidentes menores en otras plantas nucleares, también perdió credibilidad en la ralentizada carrera armamentista. Los adversarios temen más a la irracionalidad de la dirigencia en funciones de gobierno y a la impericia de los operadores de las lanzaderas nucleares que a la puntería y el presunto poder destructor de sus misiles intercontinentales hipersónicos. Uno y otro saben que la respuesta los volvería polvillo cósmico.

 

 

Distinto de Cuba, Venezuela sí ha sido un buen negocio para Rusia. Le vendió 12 millardos de dólares en obsoleto equipo militar y apenas necesitó invertir 4 millardos para hacerse de la mejor tajada del negocio petrolero venezolano y garantizarse para su provecho la explotación de oro, diamantes, coltán y cualquier otro mineral valioso que se le atraviese o se le antoje. A la satrapía cubana, por adosarse a la hoz y al martillo a 90 millas de la Florida, Moscú le enviaba por más de 3 décadas un subsidio por 4 millardos de dólares anuales y solo recibió a cambio los dolores de cabeza que le causaba Fidel Castro con sus movimientos guerrilleros en Latinoamérica, sus incursiones en África y sus experimentos agropecuarios que costaron verdaderas fortunas.

 

 

A Moscú, aunque reconozca la legitimidad y pertinencia de la Asamblea Nacional, le interesa que Venezuela se mantenga como está: fácil de extraerle –y a muy bajo costo– hasta el último rastro de sus recursos naturales al tiempo que crea trastornos de estabilidad en el patio trasero de su adversario histórico, al que le suple con largueza y prontitud el petróleo que Pdvsa ya no puede producir. Juego a tres bandas. Vendo cursillo de ruso con dejo checheno.

 

 

 Ramón Hernández