Héctor Malavé Mata

Posted on: febrero 19th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

Recientemente falleció Héctor Malavé Mata, destacado economista y profesor universitario, maestro de múltiples economistas egresados de la Universidad Central de Venezuela y de otras universidades latinoamericanas, como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Buenos Aires, donde él se desempeñó como profesor visitante.

 

 

Fue un académico a carta cabal y a la vez un hombre con profundas inquietudes humanísticas, destacándose no solo por las múltiples obras que escribió en el ámbito económico, sino también en el literario, distinguiéndose como un cuentista de alto rango. Hizo contribuciones de importancia en el análisis de nuestra economía, particularmente en relación a la importancia del petróleo en su comportamiento y evolución, así como en el tema del desarrollo económico y en el análisis de la inflación en las economías emergentes. En cuanto a este último tópico, defendió la tesis estructuralista de la inflación, según la cual, entre las causas fundamentales generadores de este flagelo están las rigideces que caracterizan a las estructuras productivas de estas economías, y no los fenómenos puramente monetarios, los cuales más bien se deben considerar como mecanismos de propagación inflacionaria que intensifican o agravan el fenómeno, contándose entre estos el gasto público deficitario y su monetización a través de su financiamiento por los bancos centrales, así como la efusión crediticia de la banca y los reajustes de las remuneraciones salariales.

 

 

Sus estudios sobre el tema inflacionario, buena parte de los cuales fueron desarrollados durante el período en que Venezuela disfrutaba de una estabilidad de precios envidiada por muchas otras economías de la región, cobran hoy particular relevancia, cuando hemos caído en un colapso económico producido por las pésimas políticas públicas que se han implementado en las dos últimas décadas. Una de las características de esa situación caótica en que nos encontramos ha sido la inflación creciente que hemos padecido, hasta desembocar en la hiperinflación que hoy depaupera a la población, cuya condición de vida se deteriora de forma dramática. Ese proceso inflacionario se intensificó a lo largo de los últimos años por la indisciplina fiscal que se ha vivido, que llevó a la generación de crecientes déficits públicos financiados por el Banco Central a través de la masiva creación de dinero primario, que ha incrementado la oferta monetaria de forma desproporcionada.  Pero también ha tenido mucho que ver con la imposibilidad del aparato productivo de generar la oferta de bienes y servicios necesaria para satisfacer la creciente demanda, estimulada por la desbocada expansión monetaria, muy en línea con lo planteado por la tesis estructuralista defendida por Malavé Mata. Esa imposibilidad, no solo se produjo por el relativo bajo desarrollo y diversificación de ese aparato productivo, sino también por el insólito y perverso proceso de destrucción al que fue sometido a través de absurdas expropiaciones y expoliaciones, así como de imposiciones de desproporcionados controles de precios y de otra índole, de penalizaciones y de acosos injustos por parte del gobierno.

 

 

Si bien yo sabía de la obra de Héctor mucho antes de entrar en contacto personal con él, no fue sino hasta las postrimerías de la década de los ochenta del siglo pasado cuando lo conocí, comenzando entonces una estrecha relación personal que fue agrandándose y consolidándose a lo largo de los años.  Al igual que lo que me sucedió con Armando Córdova, al momento de incorporarse Héctor a la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE) en 1988 como Individuo de Número Fundador, la divergencia de criterios e ideología que creíamos tener nos hizo ser algo escépticos el uno del otro, escepticismo que desapareció rápidamente cuando comenzamos a intercambiar criterios y puntos de vista sobre los temas económicos de nuestro interés. Rápidamente nos dimos cuenta de que nuestras coincidencias eran mucho más comunes y profundas que nuestras divergencias, iniciándose entonces una fructífera relación, no solo profesional, sino también de amistad, camaradería y mutuo respeto.

 

 

Muchos fueron sus aportes a la ANCE durante más de tres décadas, destacando entre estos la dirección de Nueva Economía, la revista insignia de la institución, que él desempeñó por muchos años de forma magistral, dándole realce y prestigio a esa publicación por los excelentes trabajos allí publicados, producidos en muchos casos por profesionales e intelectuales de primer orden, no solo nacionales sino también extranjeros. Eso él lo hizo posible a pesar de la precaria situación económica en que se encontraba la Academia debido al abandono a la que la sometió en Gobierno Nacional, quien la privó de los recursos más básicos a través de recortes presupuestarios agobiantes, que prácticamente la condenaron a una precaria situación de sobrevivencia.

 

 

La ausencia de Héctor se hará sentir, pues su guía y ponderada opinión son hoy más necesarias que nunca. El momento aciago que vive el país requiere de la orientación y la sabiduría de personas de aquilatada experiencia y formación, como la que él tenía. Por ello lamentaremos doblemente su ausencia, no solo la del estimado y apreciado amigo que se fue, sino también la del experimentado y sabio profesional cuya voz se acalló para siempre.

 

 

 Pedro Palma 

Ajustes salariales

Posted on: julio 13th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

A raíz del reciente ajuste del salario mínimo ha resurgido el tema de la justificación de esa medida como una vía para preservar el poder adquisitivo de los ingresos de los trabajadores ante el fuerte aumento de los precios. Siempre he mantenido que esos ajustes –que de hecho se traducen en aumentos generalizados de las remuneraciones–, en un ambiente inflacionario elevado, como el que existe en Venezuela, no solo no solucionan el problema sino que lo agravan, pues los precios siempre terminan aumentando con mayor intensidad que los salarios. Veamos por qué.

 

 

Empecemos por aclarar cómo se calculan los precios de los bienes y servicios que producen o prestan las empresas. Para producir un bien se necesita disponer de diversos insumos, como materias primas, electricidad y otros, así como de mano de obra, personal administrativo, maquinarias y equipos, repuestos, infraestructura física, etcétera. A los fines de determinar el precio de una unidad de producto, el empresario calcula el costo promedio en que se incurrió para producirla, y a ese monto le agrega un margen de beneficio que remunere el capital, y queda así establecido el precio unitario del bien. Obviamente, si los costos de los factores de producción aumentan, los precios de los productos también lo harán, pues de lo contrario bajaría o se extinguiría el margen de beneficio, y podría caerse en situación de pérdida. Por ello, los incrementos compulsivos de salarios generan aumentos de los precios no solo por el mayor costo laboral directo que implican, sino porque los precios de los otros factores de producción también suben, pues sus proveedores tienen que pagar más salarios a sus trabajadores y, a su vez, precios más altos por los insumos que compran.

 

 

 

Adicionalmente, en ambientes de alta inflación todo se encarece intensamente, lo que hace que los empresarios utilicen los costos esperados de reposición para calcular los precios de sus productos, pues, aun cuando estén produciendo con insumos que adquirieron tiempo atrás a precios más bajos, saben que al momento de reponer esos factores de producción serán mucho más costosos, y deben aumentar hoy los precios de sus productos para mañana disponer del dinero necesario para adquirir aquellos insumos.

 

 

La situación se complica si el empresario tiene impedimentos para aumentar sus precios debido a la imposición de controles gubernamentales o por temor a que se desplomen sus volúmenes de venta. En esos casos mermaría el margen de beneficio o incluso podría incurrir en pérdidas que harían inviable su actividad productiva. Esto es de particular relevancia en el caso de las pequeñas y medianas empresas, que son altas empleadoras de personal, y que, a diferencia de las grandes empresas, no tienen las posibilidades de compensar las pérdidas de unas líneas de producción con las ganancias de otras menos afectadas por los aumentos de los salarios o por los controles gubernamentales.

 

 

Por todo lo anterior, los ajustes compulsivos de salarios en lo que se traducen es en más inflación, quiebra de empresas, más desempleo y menos capacidad de compra de la población, sobre todo de aquellas personas que no se benefician de esos ajustes por no tener un empleo formal. La solución al grave problema de la pobreza y la depauperación de la población causada por la inflación galopante que tenemos hay que buscarla en el abatimiento de ese flagelo, objetivo que se logra, como ya lo hemos explicado múltiples veces*, a través de la implementación de políticas racionales en el ámbito fiscal, monetario, cambiario, productivo y regulatorio. Necesitamos un cambio de rumbo con urgencia y sin demora; hay que dejar a un lado la retórica falaz de la especulación empresarial y de la guerra económica, y afrontar el problema inflacionario con decisión y realismo.

 

 

 

*Ver el artículo “Cómo abatir la inflación” y otros trabajos sobre el tema en la página: pedroaplama.com.

 

 

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Economía de centro

Posted on: junio 29th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

La elección del nuevo presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha contribuido a revivir y a poner en la palestra de la opinión pública internacional un concepto con el que he comulgado desde hace varias décadas: la economía de centro, un sistema económico que se aparta de extremos como el estatismo y el liberalismo. La economía es dinámica, está en permanente movimiento, y en ella interactúan múltiples actores, muchos de los cuales tienen intereses y objetivos contrapuestos. Por ello, su manejo es muy complejo, y las políticas posibles de implementar para influir en su comportamiento pueden ser diversas y generar resultados muy diferentes.

 

 

¿Cuál es entonces el sistema económico óptimo? Creo que conseguir una respuesta acertada a esa pregunta no es tarea fácil, pues cualquiera que se aplique genera aspectos positivos pero también negativos, por lo que debe buscarse uno que esté caracterizado por políticas realistas, balanceadas y aplicables, cuya implementación maximice los pro y minimice los contra y los obstáculos para la consecución de un objetivo central, que no debe ser otro que la sólida y sostenida mejora de la calidad de vida de la población. A su vez, ese sistema debe formar parte de un plan integral de desarrollo sustentable con visión de largo plazo, que tome en consideración no solo lo económico, sino también lo social, lo ambiental, lo cultural, lo educativo, lo tecnológico y tantos otros aspectos y valores esenciales en los que se tiene que fundamentar una sociedad libre para progresar y desarrollarse.

 

 

 

Siempre he defendido que el mejor sistema económico es uno de centro, en el que los distintos miembros de la sociedad, incluidos el Estado, los empresarios, los trabajadores, los profesionales y técnicos y tantos otros jueguen un papel importante en su implementación para lograr los mejores resultados. En un reciente artículo (“Ocupar el centro”, Project Syndicate, 3/5/2017), el economista chileno Andrés Velasco resumió brillantemente las bases de esta propuesta diciendo que los centristas somos pro mercado en lugar de pro empresa, como lo proponen los libertarios, como él los llama, pero somos conscientes de que los mercados no son perfectos ni pueden curar todos los males, y pueden ser fuente de inestabilidad en caso de no estar bien regulados y efectivamente supervisados. De allí que se necesite un sector público efectivo y eficiente que establezca unas reglas de juego racionales y balanceadas que fijen los límites dentro de los cuales puedan actuar libremente las empresas. Esto le permitiría al gobierno supervisar y regular eficientemente distintas actividades económicas con el fin de evitar prácticas indebidas, como el dumping, la cartelización de empresas para la fijación de los precios, o el uso indebido y riesgoso de los fondos del público depositados en el sistema financiero. Estas regulaciones no deben confundirse con la imposición de controles y prohibiciones absurdas, ineficientes y distorsionadoras que impiden el funcionamiento eficiente de los mercados.

 

 

Como se ve, lo que busca el centrismo es un balance en el que cada actor económico juegue el papel que le corresponde, sin caer en situaciones extremas. Veremos si Macron tiene éxito en la aplicación del modelo que propone para la economía de su país y para la Unión Europea, para lo cual cuenta con una amplia mayoría en el Parlamento francés, con el apoyo y la esperanza de su pueblo y con la anuencia de otros líderes europeos que, como él, quieren fortalecer el mercado común del viejo continente. Ojalá sea así.

 

 

En lo personal, tengo una gran expectativa en la experiencia francesa, pues pienso que lo que allí se propone hoy en materia económica es el camino a seguir no solo en ese país, sino también en nuestra Venezuela. Hace ya más de tres décadas un colega me definió con un toque de sorna como un economista “radical” de centro, y no le faltaba razón.

 

 

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Dicom: ¿otro intento fallido?

Posted on: junio 1st, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Acaba de entrar en vigencia un nuevo sistema de asignación de divisas conocido como Dicom, el cual complementa el sistema de divisas protegidas, Dipro, a través del cual se asignan los dólares preferenciales para las importaciones gubernamentales y prioritarias, así como para otras operaciones básicas a un bajísimo tipo de cambio. El Dicom busca establecer un mecanismo que regularice las operaciones cambiarias y permita la adquisición de dólares a precios razonables. Esto se pretende lograr a través de subastas periódicas de divisas, reguladas y administradas por un ente autónomo adscrito al BCV, a las que acudan como oferentes entes públicos, como el BCV y Pdvsa, así como personas naturales y organizaciones privadas; y como demandantes, cualquier individuo o empresa privada y el mismo BCV. El tipo de cambio Dicom fluctuará en cada subasta, pero se mantendrá dentro de bandas preestablecidas.

 

 

 

Dado que entre los objetivos centrales del nuevo sistema está el de abatir el tipo de cambio libre y forzarlo a bajar de los altísimos niveles en que se encuentra, es válido que nos preguntemos qué posibilidades de éxito puede tener este, máxime cuando otros sistemas precedentes, como el Sitme, el Sicad I, el Sicad II y el Simadi, han perseguido objetivos similares, habiendo fracasado todos ellos estrepitosamente. La condición de base para lograr ese objetivo es que una vez que se determine el tipo de cambio, o un rango del mismo, la oferta de divisas satisfaga plenamente la demanda que se genere, es decir, que se logre y se mantenga un equilibrio en el mercado cambiario.

 

 

 

La demanda de divisas, además de depender del tipo de cambio y de otros factores económicos, también responde a otras realidades, tales como incertidumbre política, intranquilidad social, percepción de riesgo y otras tantas. De allí que las perspectivas nada favorables de los precios petroleros, la incertidumbre existente, la conmoción política y social que se vive en el país, y la amplia disponibilidad de bolívares estén contribuyendo a exacerbar la demanda de dólares. La oferta de moneda extranjera, por su parte, se encuentra muy restringida debido a las menores exportaciones petroleras, a los bajos niveles de reservas internacionales, a las escasas posibilidades de financiamiento externo y a las exiguas entradas de capital. Todo lo anterior explica por qué existe una situación de sobredemanda de divisas que he disparado el tipo de cambio libre.

 

 

 

Las características con que arranca el nuevo sistema cambiario hacen pensar que el mismo no podrá lograr el objetivo de normalizar el mercado cambiario y forzar a la baja el tipo de cambio libre. De mantenerse las bandas oscilando entre 1.800 y 2.200 bolívares por dólar, lo que se va a generar es una alta demanda de divisas, pues ese rango de precios es muy inferior al tipo de cambio libre, mientras que muy pocos tenedores privados de moneda extranjera se verán inclinados a ofrecer sus dólares a esos precios tan bajos, todo ello atentará contra el objetivo de bajar la tasa libre. Incluso, el Dicom tiene menores posibilidades de éxito que los sistemas que le precedieron, pues estos últimos iniciaron operaciones con tipos de cambio muy próximos al del mercado paralelo, lo cual facilitaba en principio el objetivo de dominar la tasa libre, metas que no se lograron debido a distorsiones ulteriores en el manejo de los mismos.

 

 

 

Adicionalmente, el nuevo sistema, además de limitar severamente las cantidades de divisas que se pueden adquirir por su conducto, conlleva un inconveniente adicional al decidirse que el tipo cambio Dicom será el utilizado para calcular los costos externos de producción que hayan sido cubiertos con divisas propias o no adquiridas a través de ese mecanismo. Esto implicará una gran subestimación de esos costos y la generación de pérdidas importantes. Como se ve, el Dicom inicia vuelo con plomo en las alas.

 

 

 Pedro Palma

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Ajustes salariales e inflación

Posted on: mayo 18th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Tradicionalmente, en economías con alta inflación se busca evitar la pérdida de poder de compra de los ingresos de la población a través de aumentos compulsivos de los salarios, como el decretado recientemente en Venezuela; pero se ha demostrado que esos ajustes, lejos de solucionar el problema, lo que hacen es agravarlo. Eso se debe a que esas elevaciones forzosas de las compensaciones laborales se traducen en mayores costos que se transfieren a los precios, contribuyendo a que el aumento de estos últimos siempre acabe siendo más intenso que el de los salarios. Adicionalmente, muchas empresas no pueden absorber esos mayores costos por tener limitaciones para incrementar sus precios, bien sea por estar estos controlados o fijados arbitrariamente, o por el riesgo de que su aumento desplome los volúmenes de venta. Eso es de particular relevancia para las pequeñas y medianas empresas, pues al ser ellas altas generadoras de empleo, los ajustes compulsivos de salarios les implican aumentos desproporcionados de sus costos que, al no poder ser transferidos totalmente a los precios, les generan cargas que en muchos casos las obligan a cerrar sus puertas o a reducir operaciones.

 

 

 

Adicionalmente, esos incrementos obligatorios de las remuneraciones solo benefician a los trabajadores con trabajos formales, mas no a aquellos que están en la economía informal o desempleados, ni a las personas que están fuera de la fuerza laboral, quienes no ven incrementados sus ingresos, pero sí resultan afectados por la intensificación de la inflación. En resumen, el aumento compulsivo de salarios quiebra empresas, aumenta el desempleo y agrava la inflación, particularmente en momentos de crispación social y política, como la que vivimos hoy, que genera incertidumbre, paralización económica y destrucción de empresas por los saqueos y actos vandálicos.

 

 

 

Entonces, ¿cuál es la solución? Sin duda, abatir la inflación. Para lograrlo, hay que comenzar imponiendo disciplina fiscal y monetaria, eliminando los déficits públicos recurrentes y crecientes que han llevado al gobierno a obligar al BCV a financiarlos a través de la creación masiva de dinero sin respaldo, con las consecuentes expansiones desproporcionadas de la oferta monetaria. Esa disciplina se logra a través de la imposición de limitaciones al gasto público, del control efectivo del uso de los recursos, y de esfuerzos para incrementar la eficiencia del gasto, de los subsidios y de la recaudación tributaria. Paralelamente, es indispensable respetar la autonomía del BCV, que no solo tiene que tener la potestad de negarse a financiar gasto público deficitario, sino también la de fijar metas anuales de inflación, y tener la autoridad para establecer acciones e implementar políticas orientadas al logro de esos objetivos.

 

 

 

Adicionalmente, es fundamental estimular la oferta de bienes y servicios a través de incentivos a la inversión reproductiva privada, no solo para incrementar y diversificar la producción, sino también para modernizar el aparato productivo y aumentar su eficiencia y productividad. Para ello es necesario generar confianza a través de la preservación del Estado de Derecho, y de la aplicación de reglas de juego claras y convincentes. Además, se requiere prestar atención al desarrollo del capital humano, pues sin personas preparadas y bien formadas es muy poco lo que se puede avanzar en el logro de una mayor eficiencia productiva.

 

 

 

Por otra parte, hay que eliminar los excesivos controles y regulaciones existentes que impiden el funcionamiento racional de los mercados y la óptima asignación de los recursos, e implementar una política cambiaria dinámica, funcional y racional, caracterizada por la libre convertibilidad de la moneda y por la flexibilidad del tipo de cambio.

 

 

 

Pareciera que estas impostergables acciones tendrán que implementarlas otros en el futuro. Pero urge que se comience pronto.

 

 
Pedro Palma

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Tipos de cambio y precios

Posted on: mayo 4th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 
Recientemente se han conjugado varios factores negativos que han influido en el comportamiento del tipo de cambio paralelo, elevándolo de forma intensa. La exacerbación política que se vive en el país; el mantenimiento de los precios petroleros en niveles bajos, lo que acrecienta la duda de que los esfuerzos de la OPEP y de otros países exportadores para apuntalarlos a través de recortes de producción darán los resultados deseados; los bajos niveles de reservas internacionales; la expansión astronómica de la liquidez debido al financiamiento de gasto público deficitario por el BCV; la caída sostenida de los volúmenes de producción y de exportación de petróleo; y la mayor demanda de divisas en el mercado libre debido, en parte, a la búsqueda de cobertura contra futuros encarecimientos y escasez de las mismas son algunos de esos factores perturbadores.

 

 

 

Ese comportamiento cambiario, a su vez, se refleja sobre la inflación, ya que al aumentar el precio del dólar en el mercado paralelo se encarecen los bienes y servicios que se adquieren en el exterior con esas divisas. Adicionalmente, las restricciones cada vez más severas para acceder a los dólares preferenciales hacen que los importadores privados tengan que acudir al mercado paralelo para adquirir las divisas que requieren, haciendo que sus costos aumenten de forma considerable, pues los bienes que antes podían importar con dólares preferenciales ahora los tienen que comprar con dólares mucho más costosos. No solo eso. Dada la incertidumbre acerca de la accesibilidad a los dólares preferenciales en el futuro, el establecimiento de los precios de los bienes que hoy se producen tiene que basarse en los costos esperados de reposición, los cuales, a su vez, dependen en gran medida de las expectativas acerca del comportamiento futuro del tipo de cambio libre.

 

 

 

Como ya lo hemos explicado en múltiples ocasiones, un productor que esté produciendo con insumos que adquirió en el pasado con dólares preferenciales, no puede establecer el precio de esos bienes basado en los costos en que incurrió al adquirir esas divisas, pues cuando tenga que reponer los insumos que hoy está utilizando, muy probablemente no lo podrá seguir haciendo con divisas subsidiadas, sino que tendrá que hacerlo con dólares libres que adquiera a una tasa de cambio mucho mayor que las oficiales, e incluso más alta que la cotización actual en el mercado paralelo, por lo que tiene que aumentar sus precios hoy, para disponer mañana de la cantidad de bolívares que requerirá para comprar los dólares, pero a un precio substancialmente mayor. Si no lo hace, se estaría condenando a sufrir grandes pérdidas en el futuro, que incluso lo podrían llevar a la quiebra.

 

 

 

Esta no es la descripción de un escenario que podría presentarse o no en el futuro; es la realidad actual. Dado que la cantidad de dólares preferenciales que se le liquida a las empresas importadoras privadas se ha desplomado, al punto de estar hoy por debajo de 7 millones de dólares por día, es lógico inferir que esas organizaciones están acudiendo al mercado paralelo para obtener las divisas que necesitan. Esto ha hecho que, de acuerdo con cálculos de Ecoanalítica, el tipo de cambio promedio de las importaciones privadas haya pasado de 131 bolívares por dólar en 2015 a 625 en 2016, y que este año pueda estar por encima de 3.000. Ante las expectativas de que en el futuro previsible la disponibilidad de divisas subsidiadas seguirá siendo muy escasa, dados los deprimidos precios petroleros y los elevados pagos por servicio de deuda pública externa, los empresarios, al momento de establecer los precios de sus productos, tendrán que tomar en consideración la posible continuación del encarecimiento del dólar paralelo, y la creciente dependencia de este para la realización de sus compras foráneas. De no hacerlo, estarían arriesgando la supervivencia de sus empresas.

 

 

 

 

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Venezuela: dolarizar o no

Posted on: abril 6th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

En una reciente encuesta de la firma Datincorp, 62% de los consultados manifestó su respaldo a una eventual dolarización de la economía venezolana, entendiéndose por esta la sustitución total del bolívar por el dólar norteamericano como moneda de curso legal, sustituyéndola en todas sus funciones, es decir, como unidad de cuenta, como reserva de valor y como medio de pago de todas las transacciones internas. Esto avivó nuevamente el debate sobre si convenía o no la dolarización en Venezuela, buscando con ello el abatimiento de la altísima inflación y conjurar la incesante depreciación del bolívar.

 

 

Dado que en el segundo semestre de 2015 escribí cuatro artículos en esta columna sobre ese tema, trataré de evitar en las líneas que siguen repetir los argumentos en pro y en contra de una medida de este tipo allí expuestos, los cuales siguen teniendo gran vigencia(*).

 

 

 

Me concentraré en dos aspectos de particular relevancia para una economía como la venezolana, en caso de que se decidiere dolarizarla, y para ello me referiré a la experiencia reciente de la economía ecuatoriana, dolarizada desde el año 2000 y altamente dependiente de las exportaciones petroleras, aun cuando no en el grado extremo de la venezolana. El desplome de los precios petroleros de la segunda mitad de 2014 y su ulterior estabilización en niveles muy bajos le creó un serio problema a esa economía, ya que sus ingresos de divisas cayeron, creando una estrechez de liquidez de grandes proporciones. Ello llevó al gobierno ecuatoriano a mantener un alto nivel de gasto público para evitar caer en recesión económica, particularmente en un año electoral como el actual, implicando ello la necesidad de buscar cuantioso financiamiento, tanto interno como externo, para cubrir el amplio déficit fiscal. De allí que el Banco Central haya comprado obligaciones del Estado en cantidades importantes que ya suman un monto equivalente a 5,5% del PIB, y la deuda pública, tanto local como foránea, se haya incrementado intensamente. Aun así, el consumo privado se contrajo 5,3% en 2016 y el PIB, 2,5%, y se esperan nuevas contracciones de esas variables en el presente año. Eso le planteará un escenario muy complejo al nuevo gobierno, que tendrá que lidiar con un desequilibrio fiscal profundo, con una economía paralizada, y con una crítica situación laboral. Lo anterior demuestra que la dolarización no asegura el equilibrio fiscal.

 

 

Adicionalmente, las transacciones externas de esa economía también están muy golpeadas, al punto de que en 2016 las importaciones cayeron 24% y las exportaciones 8%, no habiendo mayores esperanzas de que las ventas externas repunten en un futuro previsible. Esto último se debe a que la sólida apreciación del dólar norteamericano le ha restado competitividad a los productos ecuatorianos, máxime cuando las monedas de Colombia y Perú se han depreciado de forma importante, apuntalando la competitividad de sus productos en los mercados externos. Al no poder ajustar su tipo de cambio, Ecuador ha visto constreñidas sus exportaciones no petroleras, lo que atenta no solo contra las posibilidades de diversificarlas y aumentarlas para así compensar las mermadas ventas de petróleo, sino también con las probabilidades de incrementar la inversión y estimular su actividad productiva.

 

 

 

Esas lecciones pueden ser de particular relevancia para una economía como la venezolana al momento de decidir a favor o en contra de dolarizarla, ya que esa acción, si bien generaría beneficios, como el control de la inflación y la reducción de la incertidumbre cambiaria, también puede atentar contra objetivos fundamentales, tales como la diversificación de la economía y la reducción de la dependencia petrolera, además de caer en una serie de rigideces que limiten las posibilidades de aplicar políticas monetarias y cambiarias tendentes a afrontar problemas y adversidades que se puedan presentar.

 

 

 

(*) Léalos en mi página: pedroapalma.com

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¿Hasta cuándo el caos?

Posted on: marzo 9th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Recientemente se conocieron los resultados de la tercera “Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela”, Encovi, una investigación anual llevada a cabo por tres prestigiosas universidades venezolanas (UCAB, UCV y USB) que busca establecer el nivel de bienestar y la calidad de vida de la población. Como era de esperar, esos resultados reflejaron la situación caótica actual y concluyeron que entre 2014 y 2016 el porcentaje de hogares en condición de pobreza de ingreso pasó de 48,4% a 81,8%, y los que estaban en situación de pobreza extrema pasaron de 23,6% a 51,5%. También se reseñó que el año pasado 4,2 millones de pobres no se beneficiaron de ninguna “misión” o programa social gubernamental, que 9,6 millones de personas ingirieron 2 o menos comidas al día, que a 93,3% de los hogares no les alcanzó el ingreso para comprar alimentos en cantidad suficiente, y que 72,7% de la población perdió en promedio 8,7 kilogramos de peso corporal. Adicionalmente, se reportó que en 2016 el consumo de alimentos se desplomó, y que hoy existen las peores condiciones de desprotección de salud desde principios del siglo XX.

 

 

Entre las razones que originaron esa adversidad están los bajos precios petroleros que han existido desde fines de 2014 a esta parte, fenómeno que, combinado con la declinación de los volúmenes de producción y exportación de hidrocarburos, generó una reducción brusca de los ingresos de divisas. Sin embargo, esa no fue ni la única ni la más importante razón, fue más bien un factor coadyuvante. Las verdaderas causas que generaron el caos que vivimos son las pésimas políticas públicas que se han implementado, no solo durante los últimos años, sino desde hace varios lustros. Fueron esas políticas las que causaron la práctica ruina de Pdvsa, la depauperación del aparato productivo interno, la exacerbación de la condición rentista de la economía y de su dependencia de los volátiles precios de los hidrocarburos, el despilfarro de los mayores ingresos petroleros de nuestra historia, y la altísima inflación que padecemos. Estas políticas, combinadas con una corrupción desbocada, y con la imposición de un sistema de gobierno autocrático que no respeta la Constitución y las leyes, que no se somete a los controles debidos, y que eliminó la independencia de los poderes públicos, han llevado a la aniquilación del Estado de Derecho y a la conformación de un país en caos, y de una sociedad dependiente de la voluntad de los gobernantes. Quizá este último punto explique por qué el gobierno se empeña en ser el único que importa alimentos o medicinas, o controla esas operaciones comerciales con particular recelo, ya que ello le da la potestad de ser el que determina qué productos de primera necesidad son los que puede obtener la gente, particularmente los más desposeídos, lo que le da un control creciente sobre la gran masa de la población, la cual percibe que para poder tener acceso a los alimentos o a las medicinas, aunque sea en cantidades precarias, hay que estar de buenas con el gobierno. Esto está muy en línea con el criterio que históricamente ha caracterizado a muchas revoluciones, particularmente a las de corte comunista: fomentar la miseria, pues ella genera dependencia del Estado y sumisión al gobernante.

 

 

Pero, ¿por cuánto tiempo más tendremos que padecer este caos? La historia también nos demuestra que esa perversa línea de acción tiene sus límites, llegándose tarde o temprano a un quiebre inevitable. Este puede tomar la forma de una presión, violenta o no, que fuerce el cambio, bien sea a través de la modificación radical de las políticas públicas por parte de la dirigencia gubernamental misma con el fin de mantenerse en el poder, o a través de un cambio de gobierno, pacífico y electoral, o forzoso. Ojalá que el cambio de rumbo que se siga cuando lleguemos a ese punto de quiebre sea el más pacífico y positivo posible.

 

 

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Reservas y vulnerabilidad económica

Posted on: febrero 9th, 2017 by Laura Espinoza 10 Comments

 

Las reservas internacionales de Venezuela han caído sostenidamente durante los últimos tiempos hasta llegar a fines de la semana pasada a 10,5 millardos de dólares, nivel muy bajo que no se veía desde hace mucho tiempo; de hecho, es común escuchar que ese monto equivale al que existía a fines de junio de 1995, cuando estas se ubicaron en 10.548 millones de dólares. Esa comparación, sin embargo, puede llevar a conclusiones erradas, ya que la capacidad de compra de las reservas de mediados de 1995 era mucho mayor que la de las reservas de hoy. En efecto, tomando como referencia los precios al consumidor de Estados Unidos, en junio de 1995 se podía comprar con un dólar lo que hoy se adquiere con 1,60 dólares. En otras palabras, las reservas de mediados de 1995 equivalían a 16,9 millardos de dólares de hoy, nivel muy superior a las disponibilidades actuales. En conclusión, si queremos comparar las reservas existentes en la actualidad con las de fechas pretéritas, debemos expresar estas en dólares constantes de hoy, y no en dólares corrientes.

 

 

 

Ateniéndonos a ese criterio, las reservas actualmente existentes equivalen a las de noviembre de 1973, las cuales estaban alrededor de los 2 millardos de dólares de entonces, pero que al expresarlas en dólares de enero de 2017 equivaldrían a las reservas actuales. Ahora bien, ¿significa esto que la relevancia de disponer de 2 millardos de dólares de reservas en noviembre de 1973 era igual que contar en el presente con unas reservas de 10,5 millardos de dólares? Definitivamente, no. La dimensión y las obligaciones de la economía de hace 43 años eran mucho menores que las actuales y, en consecuencia, disponer de unas reservas de 2 millardos de dólares a fines de 1973 era de mucho mayor significación y solidez que contar en la actualidad con unas reservas de 10,5 millardos de dólares, máxime cuando en aquellos tiempos los ingresos de divisas crecían sólidamente debido al franco aumento que experimentaban los precios del petróleo por el embargo petrolero que lideraba Arabia Saudita en retaliación por el apoyo de Occidente a Israel en la guerra del Yom Kippur de octubre de 1973. Adicionalmente, los compromisos de pago por servicio de deuda externa eran bajos, y las reservas internacionales equivalían a más de 9 meses de importaciones.

 

 

 

Obviamente, la situación actual es muy diferente, pues, por una parte, los compromisos de pago por servicio de deuda externa son muy elevados, llegando estos a niveles próximos a los de las reservas internacionales existentes y, por la otra, las necesidades de importaciones son altas, ya que se depende de ellas para abastecer al mercado interno de todo tipo de productos, incluyendo los más básicos, como alimentos y medicinas. Esa situación, combinada con los mermados volúmenes de exportación petrolera, con los bajos precios de los hidrocarburos y con las escasas posibilidades de que estos se recuperen sólidamente en el futuro inmediato, lleva a pensar que los requerimientos de divisas para este año superarán con creces los ingresos de moneda extranjera, lo que generará un abultado déficit que no podrá ser cubierto con las bajas reservas internacionales disponibles, por lo que será necesario buscar un abundante financiamiento externo, por demás costoso y de difícil asequibilidad.

 

 

 

Durante varios períodos críticos de la economía venezolana en el pasado, como la crisis financiera de 1994, el desplome de los precios petroleros de 1998 y de 2008, y el paro petrolero de diciembre de 2002 y comienzos de 2003, las reservas internacionales expresadas en dólares de hoy estaban en niveles mucho más altos que los actuales, razón que refuerza el argumento de que en la actualidad nuestra economía está en una situación de altísima vulnerabilidad, a lo que contribuyen las bajas reservas internacionales existentes.

 

 

Pedro Palma

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Lecciones de 2016 para 2017

Posted on: enero 12th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Revisando el artículo que escribí hace un año en esta columna sobre las perspectivas económicas de 2016 constaté no solo lo acertado de esas previsiones, sino también la vigencia que estas aún tienen para 2017. Para dar soporte a lo que digo, reproduzco algunos párrafos de aquel artículo que, creo, pueden aplicarse al año que recién comienza: “Después de un año devastador desde el punto de vista económico, las perspectivas (…) no son nada alentadoras. Los deprimidos precios petroleros y las escasas o inexistentes posibilidades de que los mismos experimenten una sólida recuperación en los próximos meses, llevan a pensar que los ingresos de divisas de este año serán muy bajos, haciendo que continúe la restricción crítica de dólares para la realización de una serie de operaciones externas, la importación de productos básicos como alimentos y medicinas, entre ellas. Esto, combinado con las pocas posibilidades de incremento de la producción local debido al diezmado aparato productivo privado, a la ineficiencia supina de las empresas estatales, y a la imposición de desproporcionados controles de precios y de otra índole, hará que los ya críticos problemas de escasez y de desabastecimiento continúen a lo largo del año, o incluso se agraven. El descomunal desequilibrio de las finanzas públicas, (…) y el financiamiento de buena parte del mismo por el BCV a través de la creación masiva de dinero sin respaldo, continuará materializándose en el presente año”.

 

 

“De continuar el manejo de la cuestión económica como hasta ahora, los resultados de este año serán muy adversos (…) La inflación sería aún mayor, con su efecto devastador sobre la capacidad de compra de los ingresos de los venezolanos, traduciéndose esto en un aumento aún más acentuado de la pobreza que el que ya se produjo el año pasado. La actividad productiva, por su parte, volvería a mostrar una contracción muy intensa, limitando las posibilidades de trabajo y aumentando notablemente los niveles de desempleo y subempleo. Toda esta situación tendería a agravarse por las dificultades cada vez mayores de obtener financiamiento externo, y el bajo nivel de reservas internacionales debido a la dilapidación irresponsable de recursos en los años recientes, lo cual podría llevar a una imposibilidad de seguir honrando los compromisos financieros externos que vencen este año”.

 

 

 

“Ante un panorama tan adverso, cabe preguntarse qué efectos podría tener el nombramiento del nuevo gabinete económico. La pregunta no es fácil de contestar, ya que, por una parte, quienes integran el nuevo equipo no han dado signos claros de cuál será la nueva orientación de la política económica, (…) y, por la otra, la persona que ahora tiene la responsabilidad de liderar ese equipo es un manifiesto partidario y defensor de la política económica hasta ahora implementada. (…) De imponerse esas recomendaciones en el manejo de la cuestión económica en los próximos meses, lo que tendremos será la profundización de la crisis que vivimos, más escasez, inflación aún más alta, acentuación de la pobreza y depauperación”.

 

 

 

Como se ve, lo que predijimos hace un año se cumplió a cabalidad, al materializarse el año pasado una inflación de alrededor de 500%, una contracción económica superior a 10%, una fuerte caída de la capacidad de compra de los ingresos percibidos por los venezolanos y, consecuentemente, un incremento notable de la pobreza. Hay que aprender de esa lección, pues de no darse un giro en la conducción del país, ese cuadro dramático muy posiblemente se continúe materializando a lo largo de 2017, para desgracia de todos los que aquí vivimos.

 

 

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Deseo invitar a todos mis lectores a que visiten mi nueva página web, aún en formación: www.pedroapalma.com donde encontrarán una recopilación de mis artículos de prensa, de algunos trabajos profesionales, y algo más. Mis mejores deseos para todos.

 

 

 

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