70 años de pruebas y fulgores

Posted on: agosto 4th, 2013 by lina No Comments

La fundación de El Nacional es uno de los grandes actos de civilidad del siglo XX. El 18 de octubre (de 1945) liquida políticamente el gomecismo, pero antes, en 1943, la inauguración de El Nacional supone la entrada en circulación de un periódico no solo democrático, sino antigomecista (su director, Antonio Arráiz había estado en la áspera cárcel de la tiranía; uno de los dueños y gran reportero, Miguel Otero Silva, es de la generación del 28, frente estudiantil contra la satrapía del momento). Quizá por eso, el periódico cumplirá una permanente tarea didáctica: recordar la ferocidad de un largo régimen y recordar a algunas de sus jóvenes víctimas (por ejemplo, Armando Zuloaga Blanco).

 

El general Medina, el último de los presidentes posgomecistas, no debe ser recordado solo por la creación de la reurbanización El Silencio o algunos conglomerados escolares, sino porque garantizó un tiempo de libertad que permite, entre otras auroras, la creación de El Nacional, que surge signado por la modernidad democrática y también por la ideología de ese tiempo terrible pero esperanzador: a favor de los aliados y de la causa ya perdida, pero siempre vigente, de la república española.

 

El Nacional impone una serie de novedades técnicas: la mancheta, grandes fotos casi cinematográficas firmadas por el Gordo Pérez. Al tener al frente a un poeta como Antonio Arráiz, la literatura es como una causa moral, otra forma de afirmación de inteligencia frente al oscuro e ignorante país de las primeras décadas. Hay, de hecho, un Papel Literario que, con Juan Liscano al mando, dará oportunidades a los jóvenes cuando el zarpazo militar vuelva a ceñirse sobre el país.

 

Es un periódico que valora al redactor no solo informado sino que sabe escribir. Basta con recordar a Cuto Lamache, Federico Pacheco Soublette, Raúl Agudo Freites, Sergio Antillano, Ramón J. Velásquez, Ratto Ciarlo, Carlos Dorante, Lorenzo Batallón, Miyó Vestrini, Susana Rotker y tantos, que el espacio nos impide incluir.

 

La firma será uno de los orgullos del periódico, tanto nacionales como Mariano Picón Salas, Arturo Uslar Pietri, Guillermo Meneses, Josefina Palacios, Alejandro García Maldonado. Juana de Ávila escribirá con denuedo y autoridad sobre los asuntos de la infancia. En la columna Belvedere, de la famosa cuarta página, aparece diariamente un nuevo valor, como Andrés Mariño o Antonio Márquez Salas.

 

La mujer periodista-escritora aparece desde el primer momento en las figuras de Elba Arráiz (la única gran narradora de los años 30, la Dinorah Ramos de “Seis mujeres en el balcón”). Al unísono, aparece la figura precoz de Ida Gramcko, una poeta muy joven, que asombra con la riqueza de sus reportajes desde su cargo de reportera de Arte, algo innovador para el momento; lo mismo que el jefe de redacción, el primero de ellos, José D. Benavides, merece justo y sobrio recuerdo, como la gran reportera Francia Natera. Y es en estas páginas donde se han publicado muchas de las piezas magistrales de Elisa Lerner.

 

El periódico mira hacia el hondón del país con sus páginas de Provincia, a las que confiere importancia.

 

En los años 50, aún con el acoso de la dictadura, bajo pseudónimo incluyó

 

los nobles y sagaces aportes de Ramón Álvarez Portal (Luis Esteban Rey) y de Lupe Ravelo (Ana Luisa Llovera). En la página cuarta, con la firma bella del escritor republicano español, Antonio Aparicio, que murió olvidado de todos entre nosotros. Y en el Papel Literario, abriendo página, glorias literarias del exilio español como María Zambrano, María Teresa León y, en las centrales, la crítico de arte Margarita Nelken o Luisa Sofovich, la argentina esposa de don R. Gómez de la Serna con sus crónicas preciosas. Pablo Neruda colaboró con sus poemas por largos años.

 

En los años 70, el periódico fue generoso y abierto con la intelectualidad venida del Sur. Tomás Eloy Martínez tuvo vara alta. Una desconocida Isabel Allende (aunque luego se ha quejado de lo poco que se le pagaba) pudo escribir por años sus notas breves de revista femenina.

 

Pocos meses antes de morir Salvador Garmendia, notable hombre de letras venezolanas, escribió páginas muy hermosas. Lo que también puede decirse de Simón Alberto Consalvi.

 

El humor, gracia de la inteligencia, ha tenido destacado papel en este periódico, inaugurado con los versos que Aquiles Nazoa escribiera con el pseudónimo de Lancero. Y el maestro Zapata, nuestro gran escritor del humor en la prosa breve, ha merecido un sillón en la Academia de la Lengua con los textos para sus viñetas.

 

Entre pruebas y fulgores, El Nacional ha vivido como un venezolano más.

 Milagros Socorro

Muchos más

Posted on: julio 28th, 2013 by lina No Comments

Cada vez que va al Zulia promete que su gobierno acabará con el contrabando de extracción. Desde luego, el saqueo de Venezuela por todas las orillas sigue a todo vapor; y no sólo el que perpetra Cuba con el auspicio de la revolución y el Alto Mando Militar, también el que sigue la ruta de Colombia. Nadie le hace caso. Los “bachacos” persisten alegremente en su negocio de adquirir productos a precios regulados y venderlos al otro lado de la frontera con ganancias exorbitantes.

 

La flagrancia del desacato le recuerda que no es Presidente. Debe parecerlo. Y su escuela de simulación lo enseñó a salir del compromiso con una declaración a un tiempo vacía y altisonante. Es así como Nicolás Maduro fue hace unos días a Maracaibo y, entre el fragoroso ir y venir del bachaqueo, amenazó con que habrá cien años de chavismo en Venezuela (por cierto, una rebaja de la pena, puesto que Chávez hablaba de un cuarto Reich de mil años).

 

Pero qué es el chavismo. El propio Chávez no contribuyó a arrojar luz sobre este problema, puesto que se definió de muchas maneras, incluso contradictorias entre sí: bolivariano, aliado de Saddam Hussein y Muamar Gadafi, maoísta, pro iraní, allendista, segundo Fidel Castro pero a la vez “antidictador”, marxista “sin haber leído El capital”, zamorano, “peronista profundo”, demócrata lo mismo que defensor del tirano de Zimbabue, Robert Mugabe; y al principio aseguró que compartía las tesis de Carlos Matus, de quien dijo, en entrevista con Mempo Giardinelli y Carlos Monsiváis, sostenida en 1999, haber “leído bien”.

 

Carlos Matus fue un economista chileno, ministro de Economía de Chile en el gobierno de Allende, quien murió en Caracas en 1998. Recibido en Venezuela con la generosidad que el país brindaba a los perseguidos por las dictaduras militares de esos años, Matus ingresó como investigador del Cendes nada más llegar a este país, en 1975; fue asesor del entonces ministro de Hacienda, Héctor Hurtado, y desempeñó altas responsabilidades en ese despacho, a lo largo de varios años. La precisión viene al caso, puesto que Chávez se declaró partícipe del pensamiento de Matus, quien fuera consultor de Cordiplan y asesor del VII Plan de la Nación.

 

Semejante picadillo podría conducir a la certeza de que el chavismo es todo y es nada. En realidad, es el cruce de dos tragedias: la secular imantación de las masas venezolanas por el despotismo y el proyecto castrista de echarle garra a Venezuela. Fecundado en esa encrucijada, el chavismo tiene más de cien años. Muchos más. Es tan viejo como la paradoja venezolana: un país siempre en busca de la modernidad y siempre anclado en el atraso militarista.

 

Hace 110 años, Delfín Aurelio Aguilera escribió, durante su presidio en La Rotunda, esta instantánea del país de su época: “Los ladrones más visibles suelen ser los más gritones, a los que hacen coro esos rateritos de minucias, siempre prontos a gritar viva quien vence, descubridores de genios y propagadores de virtudes inéditas en cada desconocido llegado no se sabe cómo, de la noche a la mañana, a una posición política elevada.

 

El sujeto que ve holgarse una situación monetaria que no tenía y se oye ensalzado por individuos que él tiene el instinto de que valen más que él (por más que él no valga nada), llega a creer que es un genio que tiene esas facultades que le encomian; y ya entonces, para revelarse mejor, lo menos que hace es pedir un policía que le sirva de portero”. Como se ve, ya en 1903 había quedado retratado el chavismo y el propio Chávez, así como sus secuelas, tipos como el emir del Furrial y el gris Maduro.

 

Ortega y Gasset escribió que: “La moneda falsa circula sostenida por la moneda sana”. Es trocha que nos lleva a augurar que el chavismo, ese atavismo con incrustaciones de la tiranía cubana, esa antigualla que, como hemos intentado demostrar, tiene mucho más de un siglo de andadura y destrucción, ha circulado en los hombros de un sólido anhelo de legalidad, institucionalidad y liberalismo, que terminarán por imponerse en Venezuela cuando se haya disipado esta última recurrencia primitiva.

 

No olvidar que hace apenas un año, el difunto ahora “galáctico”, dijo, en un acto militar: “Quien no es chavista no es venezolano”. No es el primero que intenta dejar sin bandera a quienes, como Delfín Aguilera en tiempos del Cabito, aceptamos al tirano “de verdugo, pero no de protector”.

 

Milagros Socorro

Hablando de nepotismo

Posted on: julio 21st, 2013 by lina No Comments

En los perfiles de Cilia Flores que han aparecido en la prensa internacional, a propósito de su reciente boda con Nicolás Maduro, se destaca la operación mafiosa mediante la cual la antigua abogada del golpista del 92 enganchó su extensa familia en la nómina de la Asamblea Nacional.

 

Es un abuso que en su momento documentó minuciosamente el periodista Miguel Salazar, quien en 2008 publicó la lista de parientes de Cilia Flores y los cargos que les fueron asignados. Un elenco que incluía hermanos, primos, cuñados, sobrinos, primos, tíos, nueras y compadres, quienes a su vez, eran vectores de contratación de más gente relacionada por vía consanguínea o política.

 

El inventario de enchufados, en desconocimiento de las normas y de la tradición de ingresos por concurso y mérito, rozaba el medio centenar; y no faltaban quienes, además, estuvieran activos en otras dependencias de la administración pública.

 

Esta práctica no ha sido, desde luego, exclusiva de la jerarca de la voz nasal. El propio Hugo Chávez atornilló a su clan a los favores del Estado, ubicándolos en posiciones de poder y, sobre todo, de proximidad a tesorerías de garantizada opacidad.

 

Y jamás despertó por ello ni el más mínimo murmullo de desaprobación en las huestes revolucionarias; ni siquiera frente a los casos en que la falta de preparación de los Chávez Frías, así como de la siguiente generación fuera escandalosa.

 

No es de extrañar, pues, que muchos hayan copiado el modelo del caudillo en cuanto a reclutar funcionarios en su órbita consanguínea. El Seniat, por ejemplo, es ejemplo de esa rotación de colaterales. José Gregorio Vielma Mora, también golpista del 92,ya había sido intendente nacional de Aduanas cuando, en mayo de 2003, Chávez lo designó superintendente del Seniat.

 

Allí estaría hasta febrero de 2008, cuando fue sustituido por José David Cabello Rondón, quien venía del Aeropuerto de Maiquetía.

 

Mientras Vielma Mora estuvo en el cargo, corrían rumores según los cuales varios familiares de su asistente habían obtenido cargos en el Seniat. Era fama que una señora muy próxima a la asistente era una bachillera que, al ser nombrada jefe de división en el Seniat, había causado malestar entre los profesionales de carrera de esa institución.

 

Idéntica cartilla siguieron los Cabello Rondón. Cuando José David Cabello asume como superintendente del Seniat, se trae un apreciable volumen de gente que no venía del área fiscal tributaria ni aduanera… sino de la burocracia de Diosdado Cabello en la gobernación de Miranda, para cuya reelección había sido derrotado. Esta imposición y desconocimiento de las correctas rutas de acceso y ascenso produjo nuevos rencores que siguen allí, callados, soterrados.

 

En los cargos importantes del Seniat ­me dice uno de esos funcionarios que han visto desfilar mucho cuñado y mucho primose nombran personas provenientes del área militar, así como del círculo familiar de los Cabello Rondón y Contreras, o del Furrial, estado Monagas. Hasta que se fue para su candidatura a diputada por Miranda, Marlene Contreras de Cabello ocupaba un cargo de jurisdicción nacional en el Seniat. Recientemente apareció en la prensa nacional el intento de robo y víctima de tiroteo de un alto funcionario del Seniat, en Macaracuay, quien era hermano de Marlene Contreras.

 

Y es común encontrar, en cargos de gerencia de muchas direcciones, a personas relacionadas familiarmente con las dos familias, desconociendo el componente profesional interno, que tiene años de carrera y conocimiento del área. Eso despierta molestias y mucho desagrado, puesto que las grandes ventajas de los puestos destinados a militares, parientes y comprovincianos estimulan entre ellos una competencia a ver quién es más cercano al jefe y merece por ello posiciones de mayor provecho.

 

Con todo, Vielma Mora es recordado como el jefe que procuró mejoras en los beneficios socioeconómicos del personal.

 

Como esas mejoras sufrieron un frenazo se dice que es una estrategia de presión para estimular la matraca y crear cadenas de complicidad.

 

En lo que sí hay continuidad es en el uso del Seniat como brazo de persecución a a políticos, medios de comunicación, periodistas y empresarios que pudieran contribuir con partidos de oposición y sus campañas electorales. Algunos de ellos han sido declarados Contribuyentes Especiales, sin cumplir con ninguna de las condiciones previstas en las leyes y sus reglamentos, o para presionarlos con el alicate tributario.

 

Igual que la invasión de Flores en la Asamblea Nacional, nada de esto es percibido por el cándido pueblo chavista.

Milagros Socorro

Pío Miranda a Beyoncé

Posted on: julio 14th, 2013 by Super Confirmado No Comments

El día que me quieras, la pieza más popular de José Ignacio Cabrujas, se ha vuelto a representar en Caracas. Este fin de semana comienza una nueva temporada en el Teatro de Chacao, con el mismo montaje que Juan Carlos Gené dirigiera para el Grupo Actoral 80. Todo es igual, la escenografía, el vestuario, los movimientos de los actores, el ritmo… todo, menos la interpretación de Héctor Manrique en el papel de Pío Miranda, el fracasado comunista que, a falta de un proyecto de vida, se pasa los años haciendo el relato de la épica soviética con el aire embelesado de los fans de las estrellas de Hollywood.

En esta ocasión, el Pío Miranda de Héctor Manrique está muy lejano del que en su momento encarnaran Fausto Verdial y el propio Cabrujas, quienes entregaron un personaje idealista, siempre en la mercurial línea entre lo trágico y lo cómico. Pero incluso el Pío Miranda del anterior Manrique es distinto de este que respirará en el Centro Cultural Chacao hasta el 21 de julio. El de ahora es menos llorón que el de antes, pero más desgarrado, más desesperado. La evolución del trabajo de Manrique, en contraste con el del resto del elenco, que conserva el registro tenso pero amable, dulcemente provinciano, lo hace aparecer anticlimático, un huracán de angustia en medio del salón de las hermanas Ancízar, donde la brisa filtrada por los helechos parece morigerar las frustraciones.

 

Este Pío Miranda no tiene el pantalón sobre el ombligo (como lo usaba Raúl Rodríguez Bauza, tío de Manrique, militante del Partido Comunista como Héctor, su padre). Todas esas marcas son insustanciales ahora, cuando el actor no quiere rozar la comicidad sino entregar con toda crudeza el dolor y la vergüenza de todos los Píos Miranda de Venezuela, malogrados pero honestos, fallidos pero dignos en su austeridad de hombres humildes, que no han trocado su oscuro empleo en una escuela nocturna por una jugosa canonjía en la dictadura de turno.

 

Este Pío Miranda está impregnado la consternación del venezolano decente, abrumado y perplejo, entre el descampado moral a que ha descendido el país. Tal es su perturbación por el hedor a corrupción que entra por las ventanas de las Ancízar, que parece un Dorian Gray, afeado y avejentado al tiempo que se deteriora el cuadro circundante.

 

Hay, sin embargo, un momento en que ese Pío Miranda parece recomponerse de su trastorno. Es cuando se dirige a Gardel (en insólita visita a la casa de las caraqueñas, durante su visita a esta ciudad antes de hacer una parada en Medellín con rumbo a la eternidad). Miranda le dice al Zorzal: “Su presencia en esta casa es un gesto afortunado propio de un gran artista popular”. De pronto ha adoptado el tono de un adulto, de alguien que se ha puesto al frente de su destino y ya no habla como un admirador de los embelecos del Hollywood estalinista, sino como un hombre que ha cobrado súbita conciencia de que su país es Venezuela, su realidad está aquí y no en un koljosz en Ucrania ni en el balcón de la zarina. De repente parece caer en cuenta de que su peripecia no merodea por los alrededores del Terrible sino que está amarrada a la tiranía del Bagre. Y, con desolada serenidad, se dirige a Gardel para advertirle a qué erial de la justicia ha traído su arte.

 

—Permítame decirle –es Pío Miranda levantando la mirada a Gardel– que hemos soportado durante veintisiete años una brutal dictadura, y que las cárceles de este país están llenas de gente decente. Que nuestro pueblo se muere de hambre y de paludismo mientras los jerarcas del régimen derrochan el dinero a manos llenas. Pero que en todas partes hay un espíritu combativo que en poco tiempo logrará imponerse (…). Cuando esto ocurra, y ocurrirá, téngalo por seguro, el gobierno popular lo invitará (…) para que su arte pueda ser escuchado por el pueblo y no por la banda de criminales que mayoritariamente llenó hoy el teatro Principal.

 

En estos días, un ministro célebre por sus carcajadas frente a las cifras de homicidios en Venezuela, mostró como logro del régimen la venta hasta el agotamiento de las entradas para el espectáculo de Beyoncé. Bienvenida sea la talentosa beldad norteamericana. Un día, algún Pío Miranda reunirá redaños para decirle que cantó, monumental y broncínea, no lejos de donde gemía Iván Simonovis su abominable presidio.

 

Por Milagros Socorro

 

Herman Sifontes: «Todo empezó con un baúl lleno de secretos»

Posted on: julio 7th, 2013 by lina No Comments

 

Herman Sifontes tiene una curiosa característica. Cuando uno le hace una pregunta, él escucha atentamente y, hacia el final de la interrogante, ya tiene esa cara, de interés y expectativa, como si fuera él quien la hubiera formulado. Todo lo que escucha –o buena parte- parece suscitarle más preguntas que certezas. Atiende a lo que se le inquiere y hace una pausa en que el interlocutor se siente interrogado.

 

Es como si fuera a decir: y tú, ¿qué piensas de eso que acabas de plantear?, que es la manera en que muchas personas tantean el punto de vista de su contertulio antes de aventurarse a emitir sus propios juicios. Pero no éste el caso. Lo que ocurre, cabe pensar, es que Herman Sifontes es coleccionista, y cada pieza admitida en el conjunto que atesora está relacionada con algún momento de su vida, con sus preocupaciones más hondas y con sus figuraciones de futuro.

 

Por eso, al someterlo a un cuestionario acerca del carácter y motivaciones de la colección que auspicia, desde la Fundación para la Cultura Urbana, se ve emplazado a hablar de sí mismo, de sus fantasías infantiles, de su apego a los relatos y del país que aspira. Y esto no siempre es fácil.

 

Ese instante de atenuada sorpresa que asoma a su rostro al escuchar las preguntas debe atribuirse, pues, a que todas ellas apelan a su biografía, a su propia memoria, a su iniciación en los misterios de la vida, de las mujeres (su abuela será tempranamente vector de emociones, revelaciones y secretos), de su noción de la impronta de lo público en los vericuetos más hondos de lo privado, de sus sobresaltos y sus aspiraciones.

 

Ya se verá, al leer el resultado de la entrevista, que la colección de la Fundación para la Cultura Urbana tiene su génesis en la intención de un grupo de jóvenes empresarios de ejercer la parte del liderazgo social que admiten. Pero esta decisión corporativa corre por un cauce previamente tallado en la subjetividad de Sifontes, que tiene que ver con su historia y sus afectos. La colección a la que nos referimos recoge, desde luego, la memoria de la urbe, que es como decir las historias de quienes la habitan y la habitaron en el pasado.

 

Pero cada imagen y cada documento se han incorporado a ella por la pasión de un hombre. De Herman Sifontes. Por su deseo -que puede presumirse, nunca se verá saciado- de atisbar en un arcón donde estaban –todavía están- las ocultaciones más maravillosas.

 

El anhelo de ese baúl, que ya es una caja imaginaria donde caben millones de cosas, lo mantiene en vilo. Y con esa cara de súbita perplejidad.

 

–Desde mi infancia he tenido una gran afición por la imagen –dice Herman Sifontes cuando se le pregunta cómo se inició la colección de la Fundación para la Cultura Urbana-. Mi abuela, Celeste Silva de Tovar, acumulaba documentos de la resistencia en los años más duros de la dictadura de Pérez Jiménez y entre esos legajos había muchas fotografías.

 

Los tenía en una especie de baúl, muy cerrado, al que en contadas ocasiones tuve acceso. Ella no dejaba que nadie se metiera con sus papeles, pero, por esa manía de los niños, de estar hurgando donde no deben, a muy temprana edad avizoré esos documentos, que me vincularon no solamente con la fotografía sino también con la necesidad de conocer los vínculos de mi familia con ese proceso histórico.

–Usted nace después de la dictadura. Significa que cuando tiene acceso a esos documentos, ya estaban “desclasificados”.

 

Ya no tenían ninguna peligrosidad. ¿Por qué, sin embargo, esos documentos eran de difícil de acceso? ¿Por qué se imponía sobre ellos el ritual de la prohibición, de cosa guardada, de cosa más o menos secreta?

 

–Entiendo que tenía que ver con esa estricta discreción de todo lo relacionado con la dictadura, con la represión, que normalmente dejan una secuela en la memoria personal y colectiva; y, de allí, esa necesidad de resguardar algunos secretos familiares. Mi abuelo era primo hermano de Rómulo Betancourt y era un empresario muy importante, ligado al sector farmacéutico.

 

Tuvo que mantener dos vidas paralelas: la de atender sus responsabilidades de empresario y, a la vez, ayudar a su primo en la construcción de un partido y de una idea que venía cuajándose desde hacía mucho tiempo. Yo siento que ese afán de mantener las actividades políticas en secreto tiene que ver con esa condición de clandestinidad y temor, que se mantuvo muy presente en el siglo XX venezolano, signado por la dictadura.

 

–¿Qué había en el baúl de su abuela?

 

–Documentos escritos y fotografías.

 

Yo recuerdo que, siendo muy niño, me tropecé con una correspondencia de Alberto Carnevali [1916 – 1953, dirigente político adeco desde su fundación]. Se trataba de cartas que aludían a una etapa muy crítica, que obligaba a mantener una comunicación muy subterránea, con códigos. Esto para mí tenía la emoción de un descubrimiento detectivesco.

 

Yo tenía unos ocho años. Y esas historias familiares vinculadas a la resistencia, las que me contaba mi abuela y su archivo, me despertaron el deseo de comenzar a acumular, a mi vez, fotografías y textos relacionados con esa etapa de la vida venezolana.

 

La relación familiar de mi abuelo con Rómulo Betancourt signó a la familia. Ellos nacieron en Guatire. Mi abuelo, junto con su hermano, montó una pequeña bodega en La Pastora. Era un negocio familiar, muy pequeño, pero parte del excedente lo destinaba a ayudar a Rómulo y a mucha gente que se encontraba al margen de la ley porque estaba haciendo política, en la clandestinidad. Y eso condicionó el negocio y nuestra historia familiar.

 

Muchas de las historias que mi abuela me contaba de niño tenían ese escenario. Y eso me despertó muy tempranamente un gran interés y curiosidad por la historia de un partido y por el recuento de un momento histórico que estaba vivo en ese baúl que mi abuela guarda todavía con mucho celo.

 

–¿En qué momento le hacía ella esos relatos?

 

–El hábito de conversar conmigo y contarme historias era parte de la cotidianidad. No había un momento particular. Yo tenía la costumbre de pasarme los fines de semana en su casa y esto daba ocasión a un diálogo sostenido. Ella ha debido advertir que a mí me apasionaban esos cuentos. Y me imagino que desde entonces me enganché con el anecdotario de lo que fue la construcción de la democracia en Venezuela.

 

Podría ubicar el inicio de esa fascinación cuando yo tenía ocho años. Yo nací en el 63, de manera que estamos hablando del 1971, cuando Venezuela vivía un esplendor económico y unas condiciones políticas muy favorables.

 

Las historias de mi abuela, aún sabiendo yo que eran reales, tenían mucho de fantástico porque yo pertenecía a otro momento histórico; y esas situaciones, en las que alguien podía verse preso o perseguido por expresarse o porque no pensaba como los que tenían el poder, donde había gente que estaba luchando por construir una Venezuela mejor que lo que mi abuela me decía que había existido antes, a mí me apasionaban. Sentía que eran una historia de otro mundo, porque yo vivía y pertenecía a otro espacio.

–¿Se interrumpieron esos diálogos con su abuela cuando usted se hizo adolescente?

–No, nunca ha habido una interrupción. Cuando yo crecí, el diálogo se hizo más complejo. Yo fui madurando y mi abuela fue envejeciendo y se fue apegando más a los recuerdos y a su memoria. El baúl donde guardaba los documentos representaba para ella el pasado, pero para mí era el futuro, en el sentido de lo que éste no debía ser. El baúl y los relatos mantuvieron siempre para mí su poder de fascinación y, a la vez, la advertencia de lo que nunca debía repetirse.

 

Desde luego, yo estoy profundamente marcado por la experiencia democrática en la que nací y me formé. Pero como siempre estuve expuesto a la historia que me había precedido, he mantenido la conciencia de que la dictadura y la opresión son amenazas que están allí siempre, que pueden volver, como los ciclos de la naturaleza.

 

Y aprendí que la democracia y la prosperidad son parte de la construcción que tenemos que ir haciendo todos los días, incluso en términos de resarcir lo que en nuestro espacio histórico han sido los momentos más estelares de la nación. Yo creo que ese espacio que se abrió a partir del 58, que duró 20 ó 30 años, fue el periodo más importante, el de mayor libertad que ha vivido el país. Porque fueron los años donde floreció la política como sistema de convivencia y con una clara aspiración de modernidad.

 

–Entiendo que estos documentos no están en la colección de la Fundación para la Cultura Urbana. Los documentos de su abuela siguen guardados en el baúl y no se han hecho públicos. Entonces, usted está conformando su propio baúl.

 

–Ese baúl mi abuela todavía lo conserva muy celosamente y yo, aún hoy, no puedo tener acceso a él. Pero, es cierto, yo he tratado de construir mi propio baúl. Y parece una cosa signada por los dioses, por decirlo de alguna manera, porque me he tropezado con una serie de documentos importantes que he logrado reunir en una colección que sí será pública. A veces me pregunto qué habrá en el baúl de mi abuela… confieso que he llegado a pensar que yo he logrado construir un baúl más importante que el de mi abuela. Por lo menos, más numeroso.

 

La magia del manuscrito

 

–¿Cómo nace la idea de crear la Fundación para la Cultura Urbana?

 

–Econoinvest se constituyó hace diez años. Y desde ese momento tuvimos claro que el próximo paso sería la constitución de una fundación que le diera a la empresa un cauce social y de contribución a la comunidad. Nosotros nos orientamos por la idea de que el dinero por el dinero no tiene ningún sentido. Ya he explicado la idea de Nación en la que nacimos y crecimos como generación; y, dentro de esa percepción de país, pensamos que el éxito financiero de una organización es una manera de vincularnos con la totalidad nacional, una manera fundamental y muy importante, ya que contribuimos a crear riqueza y fuentes de trabajo, pero no es la única.

 

Esta también, y de manera relevante, la creación de un capital simbólico, que reditúe bienes culturales para la comunidad y prestigio para la institución. Nosotros pensamos que las personas y las organizaciones deben tener dos cuentas, una financiera y otra asociada a su reputación como factor de contribución a la sociedad y sensibilidad frente a sus prioridades; y que ambas deben tener un saldo equivalente.

 

Al principio no sabíamos cómo cristalizaríamos estas ideas. La idea de la Fundación para la Cultura Urbana surge de una conversación que yo tuve con Rafael Arráiz, quien me propuso crear un espacio que indagara acerca de lo urbano, un asunto de vital importancia para la Venezuela que somos hoy y donde nos hemos desarrollado. Esa propuesta nos sedujo a todos. E inmediatamente comenzamos a establecer las bases de la Fundación.

 

Desde un primer momento tuvimos la intención de emprender varias líneas de trabajo. Primero, la línea editorial, con miras al rescate de algunas de las obras más importantes de ambiente urbano. Asimismo, nos propusimos la valoración y divulgación de la música urbana venezolana. Al tiempo que detectamos la necesidad de darle forma a un fondo de fotografías y documentos para preservar el registro de lo que ha sido el tránsito de la movilidad urbana en Venezuela.

 

–No hay que ser muy agudo para percatarse de la influencia de sus inclinaciones personales en el dibujo de la Fundación para la Cultura Urbana.

 

–Bueno, sí. Digamos que ha habido una coincidencia entre mi historia personal y mis inclinaciones intelectuales con el proyecto de la Fundación. Se trata de un encuentro afortunado, una sintonía creativa.

 

No hay duda de que la conformación de una colección –y de ésta, en particular- debe contar con el soporte de una pasión, de una acuciosidad, incluso me atrevería a decir que de una obsesión por conseguir todas las imágenes y documentos posibles, porque no se arma una colección con un espíritu burocrático sino a partir de una pasión. Eso, creo, se aplica todas las colecciones y a todas las instituciones.

 

Por ese camino, el de la pasión por la memoria y sus soportes, me han ocurrido cosas fabulosas. Cuando yo tenía doce años, mi abuela me dio un libro. Se trataba de Se llamaba SN, de José Vicente Abreu. Ella me lo dio en un gesto de complicidad con ese interés desbordado que veía en mí por la historia de la represión en Venezuela –una obsesión que ella había sembrado y estimulado-.

 

Desde luego, el libro me impactó. Resulta que recientemente encontré el manuscrito de ese libro; y, cuando digo manuscrito, me refiero a unas hojas escritas a mano, en perfecto estado, por cierto. Y eso me ha sacudido. Me devolvió a la época en que lo leí, cuando estaba saliendo de la infancia. Pero no se ha tratado de una evocación cualquiera, como las que te produce una canción o un perfume.

 

Ha sido una experiencia muy honda porque, a la vez que me ha devuelto un ámbito donde todo funcionaba muy bien: íbamos al colegio, jugábamos béisbol, me la pasaba con mis compañeros del colegio San Agustín, de El Marqués… he hecho una conexión de esa época con la que estamos viviendo, en la que transcurre la infancia de mis hijos… cómo podría expresarlo… la visión del manuscrito de Abreu, su contacto, hizo como un quiebre en mí.

 

Te cuento todo esto para ilustrar hasta qué punto estoy comprometido con este proyecto: estoy hablando de algo más que de una colección de piezas raras o especialmente valiosas; estoy hablando de la culminación de un recorrido personal, de una pasión, permítaseme el exceso, por mi país y su memoria.

El manuscrito de Se llamaba SN me trajo, de golpe, los cuentos de mi abuela, las historias de la resistencia, la biblioteca de mi abuelo, las fotografías de esa época, los secretos del tío Anselmo, que se escondía en la parte de arriba de la casa de mi abuela en La Florida, y cuyo trato le desaconsejaban a mi mamá y a mi tía, porque, supuestamente, el tío Anselmo sufría de problemas psíquicos, pero que en realidad era un hombre que estaba tratando de construirse un espacio, de reponerse después de mil traumas. Esta colección, creo yo, contribuirá a que la república se reconstruya de sus traumas.

 

El viaje imaginario

–La tendencia del coleccionista es siempre ir a más. Se comienza con pintura o grabados y se termina recogiendo objetos muy diversos que recuperan su sentido dentro del conjunto atesorado.

 

–Efectivamente, a partir de la incorporación de todos los documentos, fotografías e imágenes que hemos venido recolectando, se me ha despertado el deseo de constituir una serie de colecciones. Ya veremos. Lo importante es mantenernos dentro de nuestra misión, que está muy claramente establecida: queremos fijar una mirada del país que conserve su vigencia para los próximos cincuenta, cien años o más, para que las nefastas etapas cíclicas de las que hemos hablado no se vuelvan a repetir o tenga la Nación instrumentos intelectuales y culturales para prevenirlas.

 

Por supuesto, tenemos plena conciencia de que estamos actuando desde el ámbito privado, lo que implica la aceptación de nuestras responsabilidades y nuestros límites. No nos planteamos sustituir al Estado ni competir con él. Se trata, estrictamente, de crear espacios empresariales a tono con los tiempos y con las demandas de la comunidad; siempre con una aspiración de modernidad.

 

-Por ese camino, la colección podría convertirse en un baúl sin fondo, que incorpore fotografías pero también mapas, planos, cartas, postales, monedas, recetarios… ¿Tendrá la colección un perfil determinado o quedará abierta a la recepción de todo aquel documento, e incluso objeto, que contenga un fragmento de la memoria nacional?

 

-No hay que precipitarse. La colección apenas tiene cinco años, está en proceso de definición, y creo que nos va a llevar otros cinco años la figuración definitiva de su perfil.

 

Creo que eso es normal en cualquier colección. Todos los involucrados en la Fundación y en su colección estamos conscientes de que esto va a ser un proyecto de muy largo aliento y que debemos ir afinando los criterios.

En cualquier caso, la política de definición de la colección ha sido muy abierta.

 

Si el país mismo se está construyendo, qué puede quedar para una colección que aspira hacer el registro de su devenir. Cada vez que adquirimos lotes importantes de colecciones ya existentes, encontramos piezas que cuadran perfectamente con la colección que ya tenemos, pero se incorporan otras cosas, diferentes, impensadas, que también resultan pertinentes. Vienen en el paquete y no las desechamos, las clasificamos y las archivamos.

 

El lote inicial de la colección estaba constituido por el tema urbano: retratos, el tema político. Y, de repente, ha comenzado a surgir el tema de lo privado, de la vida íntima; a través del álbum familiar, por ejemplo. Y esos hallazgos nos han confrontado con el hecho de que la vida privada es, también, un recodo de lo urbano. Y, bueno, lo hemos incorporado con un gran entusiasmo. No es extraño, entonces, que ya tengamos alrededor de veinte mil piezas, catalogadas en su casi totalidad.

 

La colección es un viaje que está imaginando y descubriendo un inmenso territorio sobre el que se están descifrando grandes lagunas… e intuyendo otras nuevas.

 

Es un viaje apasionante y solitario, porque somos la única institución del país de la que tenemos conciencia que se haya abocado al resguardo y reconstrucción de una memoria histórica fundamentada en lo urbano, en el crecimiento de nuestras ciudades. En ese sentido, ha sido un trabajo estimulante, relacionado con la construcción de patrones de belleza y orientado al esbozo de grandes murales históricos.

 

Tenemos, por ejemplo, el mural de la modernidad donde hay diez o quince protagonistas, los grandes fotógrafos viajeros de su tiempo. Queremos reconstruir, asimismo, un panel de los años 30. Y estamos ya reconstruyendo un panel visual de finales del siglo XIX. Además de Caracas, hay esbozos para ciudades como Maracaibo, Ciudad Bolívar, Valencia.

 

Y así como trabajamos con diferentes ciudades e íconos arquitectónicos dentro de la urbe venezolana, vamos a enfocarnos también en el retrato, en los protagonistas del mundo social, político, deportivo, artístico o del espectáculo. Han surgido, y seguirán surgiendo, muchos tópicos que iremos abordando en su momento.

 

–¿Cuál es la noción de modernidad a la que usted se atiene?

 

–Estoy consciente de que ésa es una noción muy amplia. Cuando nosotros hablamos de modernidad, nos referimos la voluntad de hacer, de construir, de desarrollar un país. Por fortuna, Venezuela puede exhibir muchos ejemplos de emprendimiento exitoso, incluso en momentos de la historia nacional en que casi cualquier iniciativa se forjaba en medio de la nada.

 

Sobre esa plataforma estamos trabajando, para resarcir esa tradición de constructores, de gente que creyó en la modernidad, que tenía la mirada puesta en el futuro y una indeclinable fe en el país. Nosotros queremos honrar esa tradición desde lo privado. En esa línea, queremos impulsar la investigación y escritura de una historia del emprendimiento en Venezuela.

 

En la medida en que los jóvenes nuestros se vinculen con la mentalidad emprendedora y no con los temas asociados a la épica de la guerra, la sangre o la violencia sino a la de la construcción, en esa medida estaremos en capacidad de que el siglo XXI venezolano sea realmente una etapa provechosa.

 

Un siglo donde el entendimiento y la construcción sean lo determinante, y que eso nos depare estabilidad económica y una democracia más eficiente. A eso le hemos apostado todo.

 

Milagros Socorro

 

0-800 SENIAT

Posted on: junio 30th, 2013 by lina No Comments

Cuentan que en la sede principal del Seniat, ubicada en Mata de Coco, Caracas, hubo llanto el pasado jueves 20 de junio, al saberse que la máxima autoridad del ente, José David Cabello Rondón, había hecho “un llamado a los venezolanos a denunciar cualquier tipo de irregularidad, a través de la línea telefónica 0-800 SENIAT (736428) y el correo electrónico denuncia@seniat.gob.ve”. Pero no todas las lágrimas tenían la misma densidad.

 

Unos lloraron de piedad al concebir la idea de que la monumental corrupción que campea en el servicio, y de la que allí se habla abiertamente y sin disimulo, hubiera pasado inadvertida hasta ese momento por el cándido Cabello Rondón, quien vino a enterarse de la compacta red criminal que opera en la institución que dirige, el día en que detuvieron al jefe de Operaciones de la Aduana Marítima de La Guaira, por presuntos delitos de extorsión y asociación para delinquir, y le encontraron “algo más de 4 millones de bolívares en efectivo, en allanamiento a un apartamento del este de Caracas, desde donde se presume, dirigía junto a sus cómplices, las operaciones”.

 

Otros lloraban de la risa. Por algún motivo, la imagen del “súper” conminando a la población a denunciar irregularidades en el Seniat, los movía a las carcajadas. Y no faltó quien sugiriera que el verdadero objetivo de la invitación a señalar corruptos es detectar quiénes están haciendo cobros irregulares y negociados, sin entregar la tajada correspondiente a los jefes.

 

De hecho, se dice que la detención del funcionario de La Guaira se debió, precisamente, a que se estaba quedando con parte de la suma que debía cotizar al “pote aduanero”, la estructura piramidal de coimas mediante la cual, como ha dicho el periodista Manuel Isidro Molina, “directivos nacionales y regionales del Seniat han manejado una montaña de millardos de bolívares”, provenientes de la matraca, la extorsión y otros ilícitos aduaneros y fiscales, que les reporta tal volumen de dinero (al margen del control bancario) que los implicados lo movilizan el efectivo, en bolsas, maletas y cajas de gran tamaño.

 

Cada funcionario enganchado a la cadena de corrupción (que, desde luego, no son todos, pero sin duda abarca un buen número, sujeto a fuerte presión de sus mandos), desde la base tiene que aportar un porcentaje de su guiso al pote. El dineral se capta no solo por los cobros irregulares de servicios que el Seniat debe prestar gratuitamente, sino por el tejemaneje de las aduanas, que es casi ilimitado. El chanchullo de los contenedores, por ejemplo, se atiene a una tarifa particular y muy escalonada: los precios se fijan según la dimensión de metros cúbicos y/o el valor de la mercancía que traen (o deberían traer); y también dependen del funcionario al frente de la trácala.

 

Y no faltó quien llorara de nerviosismo. La pesca de sardinas alertó a los peces gordos. De allí que poco después de la captura del chivo expiatorio de La Guaira, se diera la orden en el Seniat de “bajar el perfil”.

 

–Por lo menos por dos semanas -se dijo en asamblea a la que asistieron numerosos empleados, algunos de los cuales aportaron información para esta nota- no hacer negocios. Van a tener que conformarse con sus sueldos.

 

Al menos por estos días, hay angustia en el ambiente. Y la consigna es enconcharse. No hacer olas, Pasar lo más desapercibidos posible. Como en todo proceso de corrupción, las evidencias están a la vista, por los muchos rastros y porque no hay manera de esconder la riqueza de muchos funcionarios del Seniat, cuyo tren de vida supera con creces lo que sus ingresos formales podrían cubrir (es una averiguación muy expedita, puesto que bastaría con revisar sus declaraciones al ISLR y compararlas con sus haberes). De allí que en los corrillos se pondera la abundancia de alumnos de Arné Chacón Escamillo, quien administró con tal maña su sueldo y sus cestatickets, que pasó de empleado del Seniat a banquero y propietario de caballos de carrera, entre otros boatos.

 

Una corredora de inmuebles me explica que la gran cantidad de adquisiciones hechas por funcionarios del Seniat con un pago único y por precios mayores a los de la plaza (algunos llegan con maletines llenos de dinero y superan las ofertas formuladas por otros aspirantes), han afectado al mercado inmobiliario. Empleados que devengan un promedio de Bs 15.000 al mes (en salario integral), compran apartamentos, locales, negocios y carros carísimos “chin chin”.

 

Milagros Socorro

(Continuará).

 

Y mientras unos destruían…

Posted on: junio 23rd, 2013 by Super Confirmado No Comments

 

 

Hace una semana fui a escuchar a Natalia Lafourcade en el auditorio de Corp Banca, Caracas. El pequeño pájaro mexicano abrió su espectáculo con su versión, acompañada sólo de guitarra, de “María bonita”, el clásico de Agustín Lara. Desde ese momento, la figura de la intérprete, que a sus 29 años es en extremo menuda y delicada, comenzó a crecer en el escenario hasta llenarlo con notas inesperadas. El público, compuesto mayoritariamente por sus contemporáneos, estaba hechizado por el encanto de Lafourcade, quien ha tenido el tino de amarrarse a la portentosa tradición de música popular de su país (antes de honrar el arte de Agustín Lara había rendido tributo a Tin Tan).

 

Era cosa de ver aquellos muchachos siguiendo las letras de un compositor nacido en el siglo XIX (Agustín Lara nació en 1896, y murió en 1970, cuando Lafourcade y sus fanáticos de todo el continente estaban lejos de nacer). ¿Por qué no hay –me preguntaba mientras transcurría el show– una cantante venezolana que se equipare en el tipo de carrera y la fama de esta muchachita?

 

Por falta de talento no será. Ni mucho menos por desinterés del país hacia la música. Sin necesidad de restar méritos a Natalia Lafourcade, es seguro que en Venezuela hay unas cuantas vocalistas jóvenes de equivalente solvencia artística y estampa física. Si a ello le añadimos el hecho de que en este país surgió, en 1975, el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, un modelo pedagógico celebrado en todo el mundo, por el que han pasado miles de jóvenes, pues lo natural sería que nuestros cantantes y músicos populares fueran las estrellas de esta era, en todas partes.

 

La misma presentación de Lafourcade dio indicios para consolidar esta idea. Invitados por Lafourcade, salieron al escenario para cantar junto a ella los venezolanos Ulises Hadjis, Henry D’Arthenay, Alain Gómez, Alejandro Sojo, Beto Montenegro y Gustavo Guerrero y el grupo Los Hermanos Naturales. Todos estupendos. Muy buenos cantantes y con magnífico desempeño en escena.

 

Con estas visiones, empecé a preguntar por ahí. ¿Cómo se explica que los músicos venezolanos de esta época no sean conocidos en todo el país y por todas las generaciones, como ocurría hasta hace unos 20 años? En el camino de las interrogantes fui descubriendo un movimiento extraordinario –en calidad y variedad– de figuras y grupos, en número tal que sería imposible de mencionar en este espacio. Me refiero a intérpretes de baladas, rock, ritmos caribeños, géneros venezolanos, bandas experimentales, fusiones… mencione usted: tenemos para dar y prestar.

 

Y no es que no se editen sus discos (muy poco, en realidad), que no se presenten en algunas salas, auditorios o plazas o que no los divulgue la radio (y en ciertas ocasiones la TV). Es que todos esos factores, imprescindibles para el estímulo y difusión de la música popular, parecen estar desarticulados. No hay una cadena de circulación que sirva de estructura capaz de conectar la formidable movida musical venezolana con todos los ámbitos posibles de la recepción. Y las redes sociales no son suficientes.

 

Cabe pensar que mientras el país ha estado absorbido por la ceremonia atroz de destrucción obrado por el régimen, se ha ido configurando un tesoro precioso del que tenemos noticias aisladas, nombres que nos suenan, espacios donde se presentan artistas, suerte de catacumbas donde se cita esta secta para poner en escena sus rituales.

 

Mientras la revolución invertía en la música clásica, porque ésta no es conflictiva, le da lustre y le reporta propaganda internacional, la música popular crecía realenga, con poco apoyo y condenada a públicos más fragmentados de lo que es lógico esperar.

 

Tras unos días de consulta febril, persisto en la ignorancia. Pero, al menos, he conocido la revista Ladosis, dirigida por Juan Carlos Ballesta y Xabier Landa, una publicación muy seria y bien hecha, que nos muestra el vasto panorama de la música venezolana actual. Y empiezo a pensar que las instituciones públicas y privadas pierden una gran oportunidad de enriquecer sus marcas al no promover conciertos semanales, editar discos y apoyar espacios audiovisuales donde se presenten estas estrellas.

 

Bueno, sí, como De Fiesta con Venevisión, como los festivales de la canción y el Show de Renny, aquella escuela entrañable donde completamos nuestra formación sentimental.

 

Por Milagros Socorro

Peligrosamente previsible

Posted on: junio 16th, 2013 by lina No Comments

Todas las respuestas y trucos de Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), en la cadena audiovisual impuesta para comentar la “verificación” de las elecciones del 14-A eran predecibles. Nadie esperaba el más mínimo atisbo de verdad.

 

Por eso la supuesta finalización del supuesto examen de los resultados no fue noticia. La cobertura en todos los medios, incluidos los de propaganda del régimen, fue burocrática. Por no dejar.

 

Fue como ese encuentro amatorio, administrativo y aburrido, que según el sexólogo falconiano Solano Calles Paz marca el fin de una relación (y sin cuya latosa tramitación no se verifica realmente la ruptura). Fue, pues, un ayuntamiento sin emoción: prensa y funcionarios fingiendo ser convocados por un hecho noticioso, cuando, en realidad, se estaba cumpliendo el acostumbrado ritual de Tibisay Lucena recitando con el sonsonete de quien hace siglos que canjeó pasión por caletre, la letanía que conviene al régimen.

 

Es mentira que “la ampliación de la verificación nos permite decir que el sistema es transparente, robusto e inviolable”. La oposición democrática no pidió una verificación entre máquinas y papeletas, sino que exigió una auditoría que incluyera la revisión minuciosa de estas y de los cuadernos, máquinas y captahuellas; puesto que todos los tramos del proceso están bajo sospecha y es seguro que en los cuadernos se encuentra un relato con muchos personajes, algunos muertos y otros vivitos, que, como dijo Liliana Hernández, son los que van, con sus malas mañas y sus franelas rojas, a votar en lugar de los fallecidos.

 

Es mentira que la auditoría haya sido solicitada “por el ciudadano Capriles”. En realidad fue una impugnación del Comando Simón Bolívar, con el soporte de un equipo de abogados, que introdujeron el recurso de impugnación ante el Tribunal Supremo de Justicia, apoyados en un documento de más de 180 páginas.

 

Es mentira que la oposición democrática se hubiera inhibido de participar en la verificación propuesta por el CNE “pese a que todo el país fue testigo de su aceptación a las condiciones”. Lo que en verdad ocurrió es que la coalición opositora impugnó todo el proceso electoral.

No sólo el evento registrado el 14 de abril, sino sus escandalosos hechos precedentes: ventajismo en la campaña; vicios en el Registro Electoral, que favorecen la usurpación de identidad; uso abusivo de recursos del Estado al servicio de la candidatura oficialista; el llamado voto asistido, que se perpetró mucho y con la mayor desvergüenza; hostigamiento a los electores por parte de bandas de motorizados de clara adscripción chavista; y, en suma, numerosas irregularidades que tuvieron lugar antes de las elecciones, ese día y después.

 

Es mentira que, como afirmó Lucena: “Se confirma una vez más que (el sistema electoral) refleja de forma precisa la voluntad del sufragio”. Lo cierto es que la oposición democrática ha consignado, en instancias nacionales e internacionales, pruebas fehacientes de una serie de graves violaciones de las leyes electorales, que, como ha escrito Vladimiro Mujica (Tal Cual, 13/6/2013), “tiene el potencial necesario para distorsionar sustancialmente los resultados”. Esta adulteración está hondamente anclada en la mente de la nación. Muestra de esto la dan cotidianamente los medios de comunicación del Gobierno, alineados en el empeño de dar a Maduro una pátina de legitimidad, que, francamente, no parece tener posibilidades de obtener.

 

Con todo, lo más grave no fueron los embustes sino los ardides para polarizar el reclamo, poniéndose ella de parte del régimen: Lucena acusó a los impugnadores de ocultar un “verdadero ataque”, que según ella estaría dirigido “al modelo político establecido en la Constitución”, es decir, a la revolución. Una vez presentadas sus endebles pruebas, procedió a esgrimir un argumento político.

 

Esta fue una afirmación innecesaria, tan provocadora como el brazalete de la felonía que usó en el funeral de Chávez, prueba de que Tibisay Lucena no se molesta en cuidar las apariencias. Y de que la pulcritud del voto no se cuenta entre sus garantías prioritarias. Esperemos que la artimaña produzca el efecto contrario al calculado por la banda encabezada por Lucena… y que el país democrático se movilice aún más el próximo 8-D.

 

Milagros Socorro

 

Desabastecimiento moral

Posted on: junio 9th, 2013 by lina No Comments

Con creciente frecuencia vemos mencionada la posibilidad de un «estallido social» en Venezuela.

 

Muchos observadores dan por hecho que la deriva natural del descontento (debido a la inflación, el desabastecimiento, la inseguridad y la falta de respuesta a las necesidades básicas de la población) sería una explosión de violencia callejera, que eventualmente rebasaría la capacidad de respuesta del Estado.

 

Desde luego están también los eternos pescadores en río revuelto, abonados permanentes a la tesis según la cual una erupción de malestar social no regulada sería la clarinada de la ingobernabilidad, el definitivo barrido a lo que queda de las instituciones, la pérdida de la ínfima legitimidad del Gobierno y, finalmente, su sustitución brusca.

 

Cada vez que veo una alusión al supuesto estallido inminente, me pregunto a qué se refieren. Ya conocemos el ritual clásico, que ha variado en varios episodios de la historia contemporánea de Venezuela: saqueos a comercios (por lo general de medianos comerciantes, que ven así perdido el patrimonio de años de trabajo), asedios a sedes de Gobierno y ­lo vimos luego de la muerte de Gómez y de la caída de Pérez Jiménez­ asaltos a las residencias de los más conspicuos representantes del régimen depuesto.

 

En estos brotes, no sólo el Estado ve disminuida su preeminencia (ya vencida en su incapacidad de negociación entre los grupos de poder, y entre éstos y la sociedad), también los liderazgos políticos y de opinión pierden capacidad de convocatoria y de orientar el cauce de la inconformidad.

 

Pero el punto es que un desbordamiento social no suele ser espontáneo, aunque tengan fama de ello, y no surgen cuando se registran picos de descontento sino cuando hay una verdadera oportunidad política de realizarse y cuando alguien va a derivar una ventaja de ello.

 

En los últimos meses hemos rozado la desesperación colectiva, y las anomalías económicas y sociales han llegado a extremos impensables. Sin embargo, los agravios, tremendos e innegables, no han desembocado en el mentado estallido. Lo que hemos sabido acerca de los sucesos de febrero de 1989 indica que azuzando los violentos reclamos estaban ciertas organizaciones y personajes que sacarían gran ventaja de aquella fisura del orden social.

 

El propio Chávez se jactó en varias ocasiones de haber estado detrás del Caracazo y muchos de sus protagonistas llegaron, con ese currículum, a ejercer altos cargos de gobierno.

 

En suma, no me cuento entre quienes avizoran una emergencia de masas amorfas, llevadas por la irracionalidad, hija de la ira. La salida a este régimen, que ha demostrado muy claramente su fracaso e inviabilidad, será institucional (lo que no significa idílico). Eso lo ha aprendido la sociedad venezolana con duras lecciones.

 

Pero hay un cambio en el horizonte. Eso también se ve con nitidez. Un cambio cuyo motor no es la depauperación económica sino la moral.

 

En realidad, los estallidos sociales ya los estamos viviendo en los secuestros que, según el presidente puesto por el CNE, son perpetrados por policías; en las humillantes colas para comprar harina de maíz, azúcar e insumos de aseo (eclipse de la dignidad que hemos tomado a chiste para poder mirarnos a la cara); en el montón de cadáveres que cada día se apila en las mesas mal lavadas de la morgue; en las promociones enteras de profesionales egresados de nuestras universidades sin más alternativa que marchar a la emigración; en el caso del obrero Ricardo José Carmona, de 29 años, muerto a mano de policías frente a su hijo de un año y a su mujer embarazada, a quien se llevaron detenida los asesinos para forzar a una declaración que los exculpe. Todo eso configura un estallido social.

 

Diario. Y no fugaz sino sostenido.

 

Lo que está horadando los cimientos de la República no es el desabastecimiento en los anaqueles de los mercados sino en la complexión moral de la nación.

 

Cada «audio» que nos imponen, con su elenco de rufianes, con sus viles revelaciones, con la vergonzosa constatación de la degeneración de las instituciones, con ese castellano de albañal, con esa piara de miserables enseñoreados del país; cada genuflexión ante Cuba, la tiranía que nos ocupa; cada atisbo del macizo excremencial donde estamos parados nos acerca al espasmo final de este horror que Venezuela no merecía.

 

Milagros  Socorro

 

Dónde están los reales

Posted on: junio 2nd, 2013 by lina No Comments

 

Si en su escalada represiva el gobierno autoritario instalara micrófonos en abastos y supermercados, para husmear en las opiniones de la población, haría redadas multitudinarias. En esos ámbitos hay una protesta sostenida, indisimulada, cada vez más airada y amarga.

 

Si desde 2007, más o menos, hemos padecido un desabastecimiento puntual de algunos productos, sobre todo en repuestos y suministros de maquinarias y electrodomésticos, en los últimos tres años la escasez se ha hecho endémica y generalizada: la procura de los bienes de consumo básico nos exige horas de búsqueda, peregrinación, colas y gastos extras en transporte. Además de que, al encontrar la mercancía, nos cuesta mucho más de lo que habíamos calculado.

 

La inflación se le salió de cauce al Gobierno desde septiembre de 2012, tras haberse ufanado de haberla doblegado con la Ley de Costos y Precios Justos (esto es, después de haber extendido y profundizado los controles de precios, recurriendo a congelaciones y descensos forzosos de los precios en un grupo de rubros, entre ellos, por cierto, el papel higiénico y las toallas sanitarias).

 

La escasez originó más inflación, con la particularidad de que esa porción del aumento fue al bolsillo del vendedor (formal o informal) que consigue y vende los productos escasos, pero no al bolsillo del productor, quien sigue esperando que el Gobierno autorice el aumento de precio del bien regulado.

 

Si esto fuera poco, el nefasto ministro Giordani contribuyó a aumentar la crispación con sus amenazas: “Pónganse alpargatas, que lo que viene es joropo”, y con la intensificación del racionamiento de divisas que disparó el precio del dólar paralelo.

 

El cierre de la asignación de divisas no sólo disparó la inflación (cuando el BCV publique el resultado de mayo, la inflación anual habrá superado 30%), sino que al prolongarlo se ha impuesto un curso recesivo a la economía: después de reportar un crecimiento económico de 5,7% (asociado en 70% a la construcción), al final de este año se reportará una caída de, al menos, 2%.

 

Al consultar con la economista Tamara Herrera por qué se racionan las divisas, si está claro que eso provocará esta desesperante situación, que, además, está socavando el gobierno del presidente puesto por el CNE, ella responde: “Por diseño”.

 

El régimen procede de esta manera, que sólo abona al caos, no de manera improvisada sino por diseño, que, explica Herrera: “No sólo es inherente a un control de cambios cada vez más rígido (al punto de borrar, en febrero, 20% del suministro de divisas para importaciones privadas, provisto vía Sitme), sino que para lograr el mayor control sobre la renta nacional, a lo largo de los últimos siete años se han creado y modificado normas para poner inmensas proporciones de las divisas petroleras fuera de la mirada de los venezolanos. La rendición de cuentas es tan pobre que parece un acto de cinismo”.

 

¿Cómo ocurre esta acumulación de recursos en dólares mientras el BCV opera con un saldo promedio de reservas líquidas de apenas 3 millardos de dólares? Por tres vías: 1) Traspaso de reservas del BCV hacia el Fonden, por un supuesto “excedente”, del que se tenía noticia exclusivamente por lo que a Chávez le diera la gana de decir. 2) Aportes mensuales al Fonden por parte de Pdvsa, según el precio del petróleo (por cada 100 dólares, Pdvsa entrega 21 dólares); y 3) acumulación en Bandes de los pagos de China por petróleo. Por estas 3 rutas, en 2012 se canalizaron 31 millardos de dólares al Fonden.

 

Si los mecanismos siguen activos, en lo que va de año se han dirigido hacia el Fonden y Bandes al menos 8 millardos de dólares. Así que, sin contar los recursos del Fondo Chino y Bandes (cualquiera que sea la cantidad que se dignen a informarnos algún día), a los 4 millardos de dólares que había en el Fonden a comienzos de 2013 (según memoria del Ministerio de Finanzas), hay que sumar al menos 8 millardos de dólares.

 

¿Será posible que, en lo que va de este año, se haya invertido tanto dinero? ¿En cuáles programas?, si es evidente que el país se está cayendo. ¿Por qué el Gobierno se endeuda para obtener dólares? ¿Será que, además de las reservas, también se rasparon los recursos de Bandes y Fonden?

 

Si los reales están, que los muestren y reconozcan que no los sueltan porque consideran que a esta economía le basta con lo que se ve. Por ende, que hemos estado viviendo un ajuste económico impuesto por vía del racionamiento.

 

Y si no están, que rindan cuentas, porque hemos comenzado a sospechar que alguien movió ese dinero con la idea de rescatar la revolución en el último momento. O, simplemente, que tal como confirmó Mario Silva, la república ha sido secuestrada por ladrones que actúan en complicidad con factores extranjeros.

 

El pueblo venezolano podría estar pasando penurias porque los jerarcas del régimen decidieron esconder los dólares en cuentas secretas… o privadas, con sus nombres.

 

Milagros Socorro