Títeres de Fidel

Posted on: junio 15th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Mi papá era un ávido lector y coleccionista de las Selecciones: las famosas revistas de Reader?s Digest que en sus páginas presentaban una gran variedad de temas. Algo así como el internet de la época; pero, de tinta y papel. Las adquiría religiosamente. Lo hizo desde que salió a la venta la primera. Las leía completicas sentado en su estudio y luego guardaba el ejemplar en su biblioteca, en el estante destinado a esa publicación, donde todavía hoy reposan intactas, y se acumulan años de la colección. Posiblemente, de él heredé el hábito de ojear las páginas de Selecciones. Incluso en estos tiempos de web, portales de noticia online y redes sociales, subo a su estudio, reviso su biblioteca y escojo cualquiera de las revistas para contrastar las realidades de ayer con las de hoy.

 

 

 

Así fue como me topé con una cuya portada atrapó mi atención. “El Último Comunista”, resaltaba en letras amarillas el título. Mi instinto –o quizá la ilusión de que fuera un ejemplar reciente, que vaticinaba con gran acierto el futuro cercano de Venezuela-  me hizo buscar rápidamente la fecha de la publicación: agosto de 1991. Por supuesto, como era de esperarse, el trabajo se centraba en Fidel y Cuba. En los años en los que Chávez, imagino, se sentaba debajo del Samán de Güere, con otros militarcitos como él, a planificar su Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, ese grupo clandestino que en el 92 se alzó en armas y pretendió -fallidamente- derrocar a CAP.

 

 

 

El redactor del trabajo ahondaba en la vida de Fidel antes de que su nombre y apellido generaran rechazo o adoración. El retrato del Fidel obsesionado por el poder, su verdadero amor, que le obligó a ocultar su pasado para poder lograr sus objetivos. El de las múltiples personalidades en sus años de juventud. El contestatario, el arrogante, el belicoso, el trasgresor, el rencoroso, el mentiroso, el astuto, el embaucador, el timador…el que supo calar en la esperanza de un pueblo para, luego de cautivarlo, fusilarlo con sus propias manos de ser necesario. El que, para la fecha de publicación del reportaje, celebraba tan sólo treinta años de su revolución. Tres décadas, a las que hoy –en pleno siglo XXI- se le suman tres décadas más de autoritarismo, miseria e ideologización.

 

 

 

Independientemente de cuál de los Castro se encargó de gobernar, o de si Miguel Díaz-Canel –su actual presidente, salido de las bases del Partido Comunista- le dará algún viraje al país; el asunto es que el comunismo en Cuba no murió con Fidel. Ni tampoco murió cuando, a finales de los ochenta y principios de los noventa, Castro y su ideología se quedaban solos. El modelo comunista cubano no desapareció a pesar de ser cada vez más aborrecido por esas masas que, al principio de la revolución, lo aceptaban.

 

 

A finales de los ochenta, principios de los noventa, Cuba radicalizó su comunismo a pesar de que Fidel ya no contaba con países aliados: Fidel, sin el apoyo de Panamá, la de Noriega, esa que los americanos invadieron, impidiendo, entre otras cosas, que Castro siguiera recibiendo, vía contrabando, tecnología, medicinas y otros bienes de consumo. El Fidel que se quedaba sin las armas que le enviaba la extinta Checoslovaquia, la que se transformó en República Checa y Eslovequia. El Fidel que ya no podría enviar a sus esbirros a Alemania Oriental a recibir adiestramiento militar. Fidel, uno que quiero imaginar iracundo y abatido al mismo tiempo, frente a un Gorbachov que, con su glasnot y la perestroika, iniciaba una serie de reformas que marcarían el fin de la Unión Soviética.

 

 

 

Y a pesar de todo, del aislamiento y los bloqueos, el comunismo de Cuba no pereció. Es más, me atrevo a asegurar que recibió un nuevo impulso vital. Uno que le llegó, quizá, cuando en el año 92 soplaron vientos favorables a su causa. El año cuando las noticias provenían de su botín más apetecido: Venezuela. Un año en el que, muy probablemente, comenzó a preguntar quién era ese, el que se llamaba Chávez, el militar alzadito y con bríos, que se rindió y dijo “por ahora”; pero que, sin duda, pretendió emular su gesta.

 

 

 

No, Fidel no fue el último comunista. Ni Cuba la única nación que por culpa del modelo estalinista se hundió en la miseria. Fidel pudo clavarle sus afilados colmillos, impregnados con el mortal veneno comunistoide, al fantoche que, después de la mordida, le entregó el control y las riquezas de Venezuela. No, Fidel Castro no fue el último comunista de esta era. Tuvo un segundo aire que le proporcionó los recursos que necesitaba para seguir haciendo de su modelo opresor una escuela. Por la que desfilaron los artífices -pichones de dictadores, los títeres de Fidel- que hoy devastan nuestra tierra.

 

 

 

 

José Domingo Blanco 
 @mingo_1

Instagram: mingoblancotv

¿Chamba segura?

Posted on: junio 7th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Los vi en la avenida principal de Los Campitos. También en la autopista Prados del Este a la altura del Distribuidor Santa Fe. La mañana del jueves, fueron los responsables de la tranca en la autopista –congestionamiento ahora inusual, porque la ciudad está cada vez más solitaria y poco transitada. Un grupo estaba apostado cerca de la escultura en forma de gota que está al lado del CCCT. Otro, más allá de La Carlota. Unos cuantos, debajo del Distribuidor Altamira. A veces, eran tantos, que el trayecto se reducía a un solo canal. Los encontré esparcidos en el camino que transité, tanto de ida como de vuelta. La tranca me permitió detallar lo que hacían y cómo estaban identificados: podaban la maleza, recogían los escombros y apilaban la basura. Incluso, barrían las cunetas, talaban árboles, sembraban maticas ornamentales, arrancan afiches y pintaban, de amarillo o gris, las paredes o los bordes de las aceras. Una labor que tenía tanto tiempo sin ver que, debo confesarles, me tomó por sorpresa… y despertó la suspicacia.

 

 

 

 

El lunes de esta semana, algunas de las principales arterias viales –las más vistosas- del sureste de la ciudad fueron tomadas por unas cuadrillas de limpieza, armadas con rastrillos, cuñetes de pintura, brochas, bolsas plásticas y otras herramientas. Lucían como único uniforme unas franelas azul marino nuevecitas con la cara de Chávez y Nicolás. Imaginé que el comandante de este operativo era el gobernador de Miranda quien, desde su elección, se ha mantenido más bien calladito y bajo perfil. Su nombre, Héctor Rodríguez, grandote y en negritas, no relucía por ningún lado -un gesto que interpreté como de humildad; por cierto, poco usual entre los políticos que adoran ver su cara y nombre estampados en cuanta cosa emprenden. En cambio, la jornada estaba identificada solo con el perfil del difunto y de Maduro. No había logos de ministerios ni de la gobernación. Solo la cara de Hugo y Nicolás, mirando hacia la izquierda, y con un lema a pie de página: “Juntos todo es posible”, como para que no olvidemos que, si este régimen todavía persiste, es porque Chávez así lo impone desde el más allá.

 

 

 

 

 

 

Para mi sorpresa, las tareas continuaron el martes, el miércoles y el jueves. Por la cara de los trabajadores, la mayoría muchachos muy jóvenes, supuse que eran los beneficiados del Plan Chamba Juvenil, esa promesa de Nicolás de trabajo bien remunerado y digno y al que, según los publicistas de la Revolución, se han incorporado más de un millón de jóvenes quienes, por supuesto, para poder beneficiarse de él, también deben portar el Carnet de la Patria.

 

 

Como el tráfico me lo permitió, y mi curiosidad era mucha, bajé el vidrio del carro y llamé a uno de los chamos para que me contara de qué se trataba todo eso. Se acercaron tres muchachos, tan curiosos como yo y dispuestos a responder, o quizá para aprovechar la excusa de mi interrogatorio y tomar un breve descanso. El más conversador me contó que barrer no era lo suyo; pero, que prefería hacer eso “que estar atravesao en la calle”. “Nos van a dar tres mil bolos semanales que no me van a alcanzar ni pa? comprá un pollo. Menos pa? comprarme una motico que es lo que de verdad quiero”, y me di cuenta que, pese a que el gobierno aplazó la reconversión, desde hace rato en las barriadas populares, para poder sobrellevar la hiperinflación, cuando se habla de cifras, la moneda perdió los tres ceros.

 

 

 

-No se crea, patrón, es verdad que estamos dejando esto bien pulío; pero, nos dijeron que esto es solo por tres meses. No se mal acostumbre y vaya a creer que nos va a ver por aquí a cada rato. Son solo tres meses. Y sueltan una risa burlona, conscientes de que, lo que hacen, es solo parte de un circo.

 

 

 

– ¿Y tuvieron que sacarse el Carnet de la Patria? –aprovecho para preguntarles en vista de que la cola sigue sin avanzar.

 

 

-Claro, patrón. Si no nos dan la chamba; pero, la plata para pagarnos se la van a depositar al jefe de cuadrilla y él después nos la va a dar a nosotros.

 

 

 

“¿No se la van a meter en el Carnet de la Patria?” les repregunto para poder entender el sistema de pago con el que le remunerarán el trabajo a destajo. “Yo lo único que sé –responde- es que toda la plata se la van a dar a él”. ¿Y la bolsa Clap no se las ofrecieron como beneficio adicional? Indago. “Qué bolsa Clap, ni que nada patrón. La franela y tres mil bolos por semana. Más nada”. Y aunque 12 millones de bolívares por un mes de trabajo es más que la pensión de los jubilados y el salario mínimo, percibo la inconformidad propia de la juventud que siente que la remuneración no es proporcional al esfuerzo.

 

 

 

La corneta del carro que tengo atrás, me obliga a poner punto final a la entrevista improvisada. Cuando estoy a punto de despedirme de los chamos, el que llevó la batuta a la hora de responder me espeta: “patrón, si usted vuelve a pasar por aquí y me ve, ayúdeme a conseguir un trabajo estable en una empresa”. Y sentí en su petición la inconformidad hacia el plan que, lo menos que ofrece, es una chamba segura.

 

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv 

Soplan vientos a favor

Posted on: junio 1st, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

-Sabemos lo que hace falta para salir de esta crisis; pero, ya no lo tenemos

 

– ¿Y qué es mi pana? –le pregunté

 

 

-Dinero

 

 

 

Así me respondió mi amigo, el economista Orlando Ochoa, a quien tenía tiempo sin ver y con quien, casualmente, me crucé hace pocos días. No titubeó para darme su diagnóstico, rápido, simple y certero, de la situación. Le bastó una sola palabra y no necesitó fórmulas complejas, que solo entienden los expertos en esa materia. Para salir de la situación actual requerimos, con carácter de urgencia, algo que no tenemos. Algo que no aparecerá imprimiendo más billetes, ni ofreciendo una reconversión, ni remarcando, ni sacando de circulación todos los billeticos de 100 o inventando un nuevo cono monetario que, antes de entrar en marcha, ya huele a devaluado.

 

 

 

 

No hay dinero, porque ha caído la producción petrolera. Y ni con decretos de autonomía, ni otorgando plenos derechos, la industria se reactivará y comenzará a extraer el petróleo que se necesita para llenar los miles de barriles que tenemos que vender para obtener algo de ingresos; ingresos que urgen para salvar la economía del país. No hay dinero para pagar las deudas del régimen con los acreedores internacionales, que tienen todo listo y están a escasos minutos de embargarnos. No hay dinero para echar a andar la maquinaria productiva o poner a funcionar otros sectores estratégicos con los que, antes, obteníamos algún dinerito. No hay dinero porque, el que había, que resulta que era mucho –muchísimo- fue a parar a “otros fondos” y se lo están gozando algunos inescrupulosos sin remordimientos, que hicieron de la corrupción su jugoso y rentable modo de vida.

 

 

 

El dinero se esfumó y dejó, en su ausencia, un deterioro inocultable. Pero, sin embargo, en medio de esta oscuridad, algunos sectores del país se reinventan para soportar el vendaval que nos azota. Lo vi en la XLVIII Asamblea Anual de Consecomercio donde, pese a las dificultades, los empresarios se las ingenian para surfear el tsunami y aportar sus experiencias de supervivencia para el futuro que no tarda en llegar. Ese al que apuestan y en el que confían, aun cuando están conscientes de que, el momento actual, les adversa. Y, sin embargo, pese al escenario, ajustan sus ofertas de servicios para satisfacer la demanda de los consumidores locales: y lo hacen convencidos de que es ahora, que es en este momento cuando Venezuela los necesita sacando el pecho por ella.

 

 

 

Durante el evento, tuve la oportunidad de compartir tribuna con importantes empresarios, cuyos negocios suman en años más de cien: escuchar sus experiencias que no estuvieron exentas de momentos clave y tensos que pusieron en riesgo sus operaciones; pero que, sin embargo, lograron superar. Escuché el paseo por la historia que nos hizo el académico Rafael Arraiz Lucca, quien magistralmente describió la vida comercial de una Venezuela que, en algún momento de su pasado, ocupó los primeros sitiales en el ranking de la prosperidad económica del continente.

 

 

Tampoco faltó el diagnóstico de la situación política y económica actual del país, exposiciones que estuvieron a cargo de Beningno Alarcón y Henkel García. Y como podrán suponer, el escenario no es alentador. Venezuela vive un momento inédito, muy difícil; pero, no insuperable, según la opinión de estos expertos. Es verdad que la situación política, parece un juego de dominó trancado. Es muy cierto que la hiperinflación nos tiene al borde de un serio colapso. Incluso, según los cálculos de Econométrica, la inflación de mayo cerrará en 99,2%. Y, sin embargo, la buena noticia para quienes nos aferramos al país es que, una situación tan asfixiante como la actual, no será eterna. Y será, desde todo punto de vista, la que impulse la aplicación de los correctivos urgentes e inmediatos que se requieren.

 

 

 

La situación económica será, muy probablemente, la que propicie los cambios políticos. Cambios para salir de este modelo inservible y nefasto. Cambios no para radicalizarlo, sino para erradicarlo y dejarlo como un capítulo desventurado de nuestra historia, que jamás debemos volver a procurar. Es lo que aspiramos los venezolanos que no dependemos de una caja Clap o un bono de la Patria, sino que hemos construido nuestras hojas de vida con el producto de puro esfuerzo y trabajo. Pero, aún el tránsito por este túnel oscuro, peligroso y miserable, no termina. Sin poder precisar cuánto falta para salir de esta crisis, situaciones similares en otras regiones, demuestran que, tarde o temprano, esta caída libre, en algún momento, se detiene y toca fondo. Y comienza a reflotar lo bueno del país. A poner en marcha las oportunidades que hoy, incluso en medio de la crisis, se están ideando y engendrando.

 

 

 

No es hora de echar para atrás, y eso lo percibí en cada uno de los empresarios que siguen metiéndole el hombro a Venezuela y no pierden su confianza en ella. El tiempo es relativo cuando lo que está en juego es el futuro de un país. Y nuestra esperanza es que ese tiempo, el de los vientos a favor, el que se llevará las malas vivencias, pronto comenzará a soplar con más fuerza.

 

José Domingo Blanco

@mingo_1
Instagram: mingoblancotv 

In Memoriam

Posted on: abril 27th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Las campanas gimieron y luego callaron.

A mansalva, las balas salieron desde el puente

.
De bruces cayeron los cuerpos,

rasgadas fueron las banderas

pero, colgadas del aire quedaron, las canciones.

Hay un dolor

desmayado en el alma,

hay tantas muertes colgadas de nuestro dolor,

y no sabemos cuál será el castigo.

 

Estado de Sitio

Poemas

Rubén Osorio Canales

 

Jairo, Daniel, Miguel Ángel, Gruseny Antonio, Carlos José, Paola Andreína, Johan, Cristian, Yorman, Edy, José Francisco Guerrero, Juan Pablo Pernalete, Armando Cañizales, Miguel Castillo Bracho, Diego Arellano, Paul Moreno, Neomar Lander… la lista no se detuvo allí: fue sumando víctimas con la velocidad que ofrece la impunidad y con la indolencia que da el abuso de poder. Quien ostenta la autoridad, desconoce los límites entre el bien y el mal. Ignora las leyes que se redactaron para limitar sus actuaciones. Quien controla el poder, cree que la ley se redactó para imponerla a su conveniencia. Interpretándola de manera tal que no perjudique sus intereses. Como si la vida, tarde o temprano, no los sentase en el banquillo de los acusados.

 

 

 

En manos de estos sicarios de turno, Jairo, Daniel, Miguel Ángel, Gruseny Antonio, Carlos José, Paola Andreína, Johan, Cristian, Yorman, Edy, José Francisco Guerrero, Juan Pablo Pernalete, Armando Cañizales, Miguel Castillo Bracho, Diego Arellano, Paul Moreno, Neomar Lander… y los otros cientos que faltan en mi lista, perdieron la vida. Sus sueños. Sus primeras novias. Sus actos de graduación. Sus próximos conciertos. La violencia con la que actuaban los cuerpos de seguridad del régimen durante las protestas de 2017, les silenció el reclamo de un balazo. Les segó el camino de vida que tenían ideado como plan a largo plazo. Eran muchachos. Eran, en su mayoría, jóvenes, con la pasión y la valentía que da esa etapa. El régimen les quitó la oportunidad de vivir. Los arrancó de los brazos de la vida, para apagarles los sueños de forma prematura.

 

 

 

Hace un año, cientos de padres, enterraron a sus hijos. Unos hijos con el pecho desnudo, y un corazón palpitante, como único chaleco antibalas. Armados con ideales. Sintiéndose infalibles e invencibles. Sin miedo a lo que pudiera ocurrirles, porque, si lo hubieran sentido, hoy estarían organizando sus rumbas o sus paseos a las playas… o sus vidas en otros países, porque, tanta realidad país, probablemente, los habría hecho migrar. Cuando los asesinaron y, día tras día, un nuevo nombre se sumaba a esta luctuosa lista, llorábamos de forma anónima con esos padres; compartiendo su dolor, sintiendo su rabia, gritando su impotencia. Sentimos nuestra la pérdida de esas valiosas e incuantificables almas. Nada consuela cuando un hijo es asesinado. Y en 2017, el régimen se encargó de dejar sin hijos -sin hermanos y sin nietos- a muchos hogares. Invirtiendo el orden natural de la vida, donde morir de viejos debería ser lo normal.

 

 

 

A cientos de jóvenes que hoy no están en sus clases, en sus trabajos, en sus casas, el régimen los sentenció, condenó y se encargó de ejecutar el castigo, sin escatimar en exceso de violencia, que aderezó con odio, saña, morbo y, por qué no, cierto grado de disfrute perverso. Y nosotros, en abril, mayo, junio, julio de 2017, voluntariamente nos hicimos solidarios con las familias que se enlutaban de forma inesperada y precipitada. Algunos, incluso, hasta hicieron una promesa: “Prohibido Olvidar”, un lema que se ha vuelto común, por la cantidad de desapariciones en el haber de este desgobierno.

 

 

 

Son meses de luto para el país. Porque esas muertes todavía duelen. Hace un año el régimen silenció con balas, lacrimógenas y perdigones, el futuro de Venezuela, el que se llamaba Juan, Yorman, Paul, Miguel o Andreína… un futuro lleno de bríos que salió a las calles a dar la cara por nosotros, a pelear por nosotros, a reclamar los derechos de todos, sin egoísmos, ni mezquindad. Pero, que encontró la muerte. Y sus nombres, se unieron a los nombres de los que también murieron en las protestas de 2014 y que hoy, casi ni recordamos.

 

 

 

“Prohibido Olvidar”, en un país donde los habitantes, pareciéramos sufrir de memoria corta. En un país, donde la hipocresía se ha vuelto la práctica común que facilita la convivencia. “Prohibido Olvidar” y, sin embargo, una vez más, el régimen se anota otro triunfo seduciendo –o aplastando- con sus perversiones a quienes en algún momento promovían las protestas e hicieron sentir a esos jóvenes, que hoy cumplen un año injustamente asesinados, que el cambio por el que luchaban, ocurriría en cuestión de horas y sin necesidad de que interviniese el CNE.

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1
Instagram: mingoblancotv

Represión socialista y equitativa

Posted on: abril 14th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, OVCS, presentó recientemente su informe. Y los datos, como era de esperarse, son el mejor reflejo de cómo los venezolanos estamos reaccionando ante la miseria, la escasez, la inseguridad y el hambre. El deterioro y el colapso de la calidad de vida provocaron que, durante el primer trimestre de 2018, las protestas registraran un incremento de 93%, en comparación con el mismo período de 2017.. Y la única respuesta del régimen ante los reclamos de la población se refleja también en el incremento considerable del número de detenciones. Lo que Nicolás y su mafia no son capaces de entender es que, reprimiendo, encarcelando o intentando acallar los reclamos de la sociedad civil, no cambia ni un ápice la realidad venezolana, porque el deterioro es de tal magnitud que es imposible ocultarlo.

 

 

 

Las causas que han originado el incremento de las protestas durante los primeros meses de este año, según lo que refleja el informe, son las fallas en los servicios públicos (no tenemos agua, se interrumpe el servicio eléctrico, no hay gas y los teléfonos de nuestras casas quedaron como objetos decorativos, porque amplios sectores del país, que otrora contaban con el servicio han sido víctimas de unas averías irreparables). También, la escasez de alimentos y medicamentos ha hecho que los venezolanos se vuelquen a las calles en busca de alguna respuesta por parte de los organismos encargados y responsables de garantizar estos derechos consagrados en la Constitución. Pero, en Venezuela, morir de hambre o morir por falta de medicinas ahora es una posibilidad que el régimen se ha encargado de hacer muy socialista y reparte de manera equitativa.

 

 

 

A todo este cóctel de conflictividad se le unen otras variables que no dejan de aportar su nivel de presión para que los estallidos, las protestas y los brotes de saqueos repunten. Intenten ir a un cajero automático a retirar efectivo. ¡No hay! Y si hay, las colas son inmensas y los retiros limitados a un monto que ya no es capaz de pagar lo que cuesta el estacionamiento. Los billetes están tan escasos como los medicamentos que necesitan los pacientes trasplantados para poder vivir o como la quimioterapia que le urge a los niños del J. M. de los Ríos, quienes juntos con sus madres trancaron las calles para ver si lograban alguna reacción del Estado. El efectivo pasó a ser un lujo, con el que muchos especuladores –esos aprovechadores tramposos que nunca faltan en el país– han hecho un negocio que duplica sus ganancias. En contraposición con los trabajadores de los sectores formales que ven cómo, a diario, su salario se diluye y pierde capacidad de compra en esta Venezuela hiperinflacionaria que Nicolás y su mafia engendraron, y que se ha transformado en un grotesco modelo económico que devora despiadadamente todo lo que encuentra a su paso.

 

 

 

No puedo dejar de comparar los resultados del informe del OVCS con las advertencias que hacen los psiquiatras y psicólogos sobre la influencia que tiene la terrible “situación país” en el incremento de la disfuncionalidad mental, generada por una discapacidad social que se alimenta de la situación política y económica. Es decir, la “situación país” está provocando una alta tasa de depresión en los venezolanos, una enfermedad muy peligrosa, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras cuando no se atiende. Por eso, según los expertos, hemos experimentado un incremento alarmante en la tasa de suicidios: hombres, mujeres o ancianos que, en medio de la depresión y la desesperanza que les produce la situación actual de Venezuela, se ven acorralados y optan por tomar una fatal decisión.

 

 

 

La magnitud de la crisis, sumada a la indolencia, perversidad y astucia del régimen por mantenerla, están provocando en Venezuela fenómenos sociales en los que las protestas, las huelgas, los saqueos o, por qué no, el éxodo masivo de compatriotas buscando calidad de vida y seguridad no son extraños. Son indicadores que se incrementan, tal como lo demuestran los estudios, incluido el del OVCS. Tasas comparativas que, de 2017 a 2018, aumentan como resultado del crecimiento exponencial de la pobreza, el hambre, la escasez, la miseria, la corrupción, el deterioro de los servicios públicos, la reducción de las fuentes de empleos o las trabas para generarlos…

 

 

¡Queremos calidad de vida! ¡Queremos seguridad! ¡Queremos servicios públicos! ¡Queremos medicinas! ¡Queremos comida! ¡Queremos vivir en paz! Son los carteles que se ven en las distintas manifestaciones que brotan en las calles, y que no son más que los gritos, ¡el clamor! de cada venezolano que intenta reclamar su derecho, con la esperanza de que el régimen reaccione enviando soluciones y no a sus violentos cuerpos de seguridad para disolver las protestas.

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv

Esperanza inútil,

Posted on: abril 6th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

La soledad de las calles. Noches de casas a oscuras. Ventanas clausuradas. Silencio que aturde. Risas ausentes. Rostros llenos de arrugas. Cabellos a merced de las canas. Hoy salgo a enfrentar a una Caracas distinta. Suena a lo lejos Daniel Santos, y me parece que su “Esperanza inútil” me restriega aún más el desamparo. Busco a nuestra juventud en las caras que se cruzan en mi camino. La cuenta decrece. Aumentan los adultos arrastrando sus tristezas: muchos, huérfanos de hijos. Tal vez, hasta de nietos cuyas partidas de nacimiento los atribuyen a otras fronteras. Hijos y nietos que postergan las razones para regresar a nuestra tierra. Y lo entiendo…aunque me duela. ¿Creen que luego de cinco, diez, quince años, los que se fueron, quieren volver a Venezuela?

 

 

Es muy difícil la respuesta. Muchos de los que se fueron, hoy tienen la vida establecida y arraigada en esos países a los que llegaron buscando lo que el nuestro les negaba. No es fácil la vida del emigrante. Sin lugar a dudas. Y aunque, en oportunidades me dejo embargar por la esperanza de que regresarán, sobran argumentos para desechar la idea. Mis compatriotas, los que se fueron, luego de los años de esfuerzo, luego de “comerse las verdes”, luego de pasar trabajo y someterse a la dura prueba de ser extranjero, se acoplan. Encuentran nuevos amigos. Adoptan nuevas palabras. Incorporan a sus vidas nuevas reglas. Mis compatriotas, los que se fueron solteros y tienen años viviendo afuera, a la larga conocen a la mexicana, al español, a la gringa o el canadiense del que se enamoran. Y comienzan la vida conjunta. Y se produce una mezcla de gentilicios que engendra nuevas costumbres, en donde no es raro encontrar pozole y hallacas durante la cena navideña.

 

 

 

Mis compatriotas, los que tienen años viviendo lejos de Venezuela, no olvidan sus raíces. Incluso, van al trabajo con una gorra que luce los colores de nuestra bandera. Pero, la vida los obliga a adaptarse al país que los acogió. El país que, durante la estampida, les abrió las puertas. ¿Cómo negarse a una nueva nacionalidad, si después de muchos años, quizá, esa era la meta? Aun cuando el alma siga palpitando al ritmo de nuestra tierra, es natural que la vida de los venezolanos que se fueron se adapte al estilo, las normas, los hábitos de sus nuevas patrias. Y aun cuando quisiera decirles: “Todo pasó. ¡Por favor, vuelvan!”, es lógico que, para muchos, regresar no sea parte del plan. Aunque al principio, al momento del adiós en Maiquetía, lo fuera. Porque, para poder aguantar como extranjeros en otras tierras, adaptarse, es el primer requisito. Y luego pasa un día. Cambian las estaciones. Se acumulan los meses, que luego sumarán años. La vida de mis compatriotas se va llenando de nuevas costumbres, nuevos propósitos: una casa, un carro, un trabajo decente que permite, más temprano que tarde, una llamada a los padres que permanecen en Venezuela para informar la fecha de la boda o anunciar que tendrán un nieto que, probablemente, no sabrá decir en español “abuela”. Los venezolanos que han avanzado tanto con sus vidas en otros países ¿pensarán en volver?

 

 

 

Maduro, días atrás, les dijo a nuestros muchachos, a nuestros profesionales, a nuestra gente valiosa y preparada que se ha ido del país, que regresen. Una súplica que era muy mía; pero, que no soporto en boca de Nicolás. Porque, no me atrevo a pedirle a esos compatriotas que se fueron que vuelvan a este país que él y el difunto destruyeron. Una Venezuela ruda, violenta, pobre, hambrienta, desahuciada e inhóspita, que mantiene como rehenes a quienes nos negamos a abandonarla.  No, pedirles a mis compatriotas que regresen, no será mi ruego mientras este régimen tenga secuestrada a Venezuela. No, mientras no existan garantías, ni libertad, ni seguridad, ni calidad de vida, ni independencia de poderes, ni democracia… esa que ahora disfrutan, los que se fueron, en otras regiones. Pero, el tiempo está pasando. Y, mis nietos, y los nietos de mis amigos, seguramente, nacerán en otras tierras. Y mis hijos, y los hijos de mis amigos, alcanzarán en otros países sus metas. Por eso, con las pocas o muchas fuerzas que nos queden, a todos los que permanecemos en Venezuela, la responsabilidad de la reconstrucción, será nuestra. Aunque, tengamos la esperanza de que, algún día, los que se fueron, vuelvan.

 

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv

Inspiración para Nicolás

Posted on: marzo 24th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Cuando en un país las instituciones son independientes y fieles a los principios para los cuales fueron creadas, las cosas funcionan. Cuando en un país, los magistrados y congresistas cumplen a cabalidad con las funciones de sus cargos y no con las órdenes del mandatario de turno, las cosas funcionan. Cuando en un gobierno, el Congreso vela por los intereses de los ciudadanos, la Contraloría exige transparencia en la ejecución de los presupuestos y la Fiscalía castiga a los que disfrutan desviando los recursos de la nación hacia sus cuentas personales, eso es un modelo exitoso. Cuando un presidente que se ve involucrado en escándalos de corrupción renuncia, eso es “el deber ser”. Cuando un hombre, ocupando la cúspide del poder, antepone su moral y se aparta del cargo para evitar la inestabilidad política de una nación, eso es gallardía. Y no muchos tienen las agallas para realizar un acto como ese.

 

 

 

Por el contrario, nuestro continente está plagado de historias de caudillos enfocados en lograr que su permanencia en el poder sea vitalicia. Caudillos de este siglo, con sueños trasnochados y ansias de reflotar modelos fracasados, que mantienen secuestrados los países que gobiernan, movidos por sus egos y ambiciones personales. Latinoamérica, la del siglo pasado y este, está plagada de mandatarios que no han terminado de ganarse la banda presidencial, cuando ya están pensando en cómo abolir la Constitución, darle un golpe de Estado al Congreso y gobernar con plenos poderes otorgados por los serviles ambiciosos que nunca faltan. Latinoamérica está infectada de caudillos febriles que se creen neolibertadores de unas naciones que, más que liberadas, aspiran a ser gobernadas con equilibrio y justicia, con garantía y respeto a la vida de sus ciudadanos, con crecimiento económico, con oportunidades, desarrollo y calidad.

 

 

 

Cuando me enteré de que el presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, había renunciado, y escuché las razones de su dimisión, pensé en Nicolás. Lamenté que la noticia no tuviera como protagonista al culpable de la destrucción de nuestro país. Deploré que eso estuviese ocurriendo en Perú y no en Venezuela donde, desde hace algunos años, hemos apelado a todas las opciones constitucionales para extirpar este cáncer llamado chavismo/madurismo, y que ha sido el causante de la crisis más profunda y cruenta que haya tenido nuestra nación. Me vinieron a la memoria los cientos de casos de corrupción, estafas, desvío de recursos que han ocurrido en los últimos veinte años –que yo mismo he denunciado, junto con otros colegas, con pruebas, entregadas en las instituciones correspondientes– y con culpables abiertamente identificados –algunos prófugos; otros, olvidados; caídos en desgracia o, en el peor de los casos, aún gobernando al lado de Nicolás.

 

 

 

Pero también pensé en el aplomo que se requiere para tomar una decisión como la que tomó Kuczynski. Insisto, no todos tienen esas agallas para soltar el poder que, en la mayoría de los casos –y solo, salvo contadas excepciones de comprobada honradez– reporta “enormes beneficios”. Y son, precisamente, esos enormes beneficios los que envician a quienes desesperadamente buscan las justificaciones para mantener el control de un país, de sus ciudadanos y sus recursos “a como dé lugar”.

 

 

 

Mientras escuchaba a Kucsynski, imaginé que era Nicolás quien se dirigía a nuestra nación. Que era Maduro el que nos hablaba para darnos la excelente noticia –sí, esa sería una excelente noticia– de que renunciaba al cargo al que fue ilegítimamente designado. Pero que, además, antes, en un acto de arrepentimiento y compasión, ponía a la orden de la Interpol o el FBI a cada uno de los funcionarios que le acompañaron –a él y a Chávez– durante estos 20 años e hicieron de Venezuela su caja chica. Que él, y no el fiscal poeta de la revolución, antes de renunciar, destapaba las ollas podridas de corrupción y guisos que han caracterizado las dos últimas décadas. Que, antes de ponerse a la orden de las nuevas autoridades judiciales del obligatorio período de transición y de la Asamblea Nacional –por la que sí votamos– señalaba a cada uno de los corruptos del régimen, responsables de la quiebra del país: una delación de la que no se salvaría nadie. Ni su amada Cilia.

 

 

 

Pero fue Kucsynski el que renunció. Y todos los venezolanos aspiramos a que el gesto del mandatario peruano sirva de inspiración a Nicolás.

 

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1

Instagram: mingoblancotv

Emblemas de destrucción

Posted on: marzo 16th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

¿Cómo recuperar en 15 días un sistema eléctrico que tiene años sin recibir mantenimiento? ¿Cómo espera Motta Domínguez resolver en un lapso tan corto, un problema tan grave ocasionado por la falta de inversión? ¿Cómo piensa rehabilitar el colapsado sistema eléctrico nacional? ¿Qué hará para sustituir los equipos dañados, las turbinas detenidas, las calderas apagadas por falta de diésel o gas, si para eso se necesitan muchos dólares, mano de obra calificada y años de planificación? El país se apaga. Venezuela retrocede a niveles de calidad vida de hace más de 50 o 60 años. Y sin luz, ¿cómo puede haber progreso?

 

 

 

Vivir, en pleno siglo XXI, con interrupciones de electricidad que pueden superar las 20 horas, en un país que, además, tuvo en algún momento un barril de petróleo cotizado en 100 dólares, es imperdonable. Venezuela, gracias a la renta petrolera, tuvo ingresos con los que hubieran podido construirse otro Guri, otra Tacoa, otro Uribante Caparo y generar suficiente energía como para vender el excedente a nuestros países vecinos, haciendo de eso, una fuente importante de ingresos para las arcas de la nación. Pero, no. El régimen no tuvo esa visión. Y muchos, sobre todo los que padecen a diario largas interrupciones del servicio eléctrico, piensan que esta falta de luz es parte del plan diabólico del régimen para terminar de someternos a sus malos designios y seguir capitalizando el poder. Porque, sin energía eléctrica, un poblado, una ciudad, un país, se paralizan. No producen, no fabrican, no construyen…no avanzan.

 

 

Los venezolanos hemos sido testigos del deterioro acelerado de los servicios públicos; deterioro que impacta y desmejora nuestra calidad de vida. Quizá por eso, ya no somos de los países más felices de la región según el último ranking de la felicidad. Porque, para ser felices es indispensable que las cosas funcionen, que la comida y los medicamentos abunden, que la hiperinflación no nos asfixie, que las libertades estén garantizadas, que la seguridad sea la norma y que los servicios públicos funcionen a la perfección. Y nada de eso está ocurriendo en Venezuela en estos momentos.

 

 

 

A las interrupciones continuas del servicio eléctrico, debemos sumarle los años de racionamiento de agua que nos ha impuesto este régimen. La falta de agua en nuestros hogares se agudiza. Llega por gotas y sin mucho respeto del calendario establecido por la empresa hídrica. El deterioro de los sistemas de bombeo ha hecho que los grifos hayan quedado de adorno y las lavadoras se transformen en recipientes para almacenar “el preciado líquido”, hoy más preciado que nunca y tasado, según los dueños camiones cisterna, a un monto que desde hace rato superó las seis cifras. La causa de este mal servicio es la misma que destruyó nuestro sistema eléctrico: negligencia de un régimen que se ocupó de hacer millonarios a sus serviles ministros y funcionarios, con un dinero que tuvo otro destino y no se invirtió en nuevos sistemas de bombeo, acueductos y tuberías capaces de cubrir la creciente demanda o reemplazar, de forma planificada, tubos instalados en la cuarta república que ya cumplieron su vida útil.

 

 

 

Cantv tampoco se salva. Conozco sectores de la ciudad que han estado por meses sin servicio telefónico y sin ABA. ¿Y la respuesta que da la empresa cuando reportan la avería? “El problema es muy serio y no tenemos los equipos para reponer los que se dañaron”. Asunto resuelto: sin derecho a más reclamos, sin dar más explicaciones y sin esperanzas de recuperar el servicio, Cantv nos somete a la incomunicación, por desidia de un régimen que se ocupó de politizar y militarizar las instituciones públicas en vez de garantizar la profesionalización de sus encargados. Y así, la empresa telefónica del Estado, se suma a esta cruzada abanderada por el desgobierno, cuyo único objetivo es radicalizar la marginalización de los servicios hasta hacer de ellos otro emblema de la destrucción, incapacidad, negligencia e indolencia. Y cuando en otros países las comunicaciones viajan a la velocidad de la luz, nosotros, en Venezuela, no tenemos ni siquiera tono en nuestros teléfonos para poder llamar.

 

 

Para que los servicios públicos funcionen de manera óptima, el mantenimiento preventivo y las inversiones son clave. La luz, el agua y las comunicaciones -que son indispensables para el confort y la calidad de vida- en los últimos tres lustros, han estado administrados por manos de incapaces, que solo han sido exitosos en colocar la foto de Chávez y el de Maduro en las oficinas de las empresas que mal regentan. En las direcciones de esas importantes empresas hemos visto desfilar, a lo largo de estos años de desgobierno, funcionarios sin la preparación, sin la formación, sin la capacidad ni los conocimientos gerenciales y técnicos que se requieren para entender cómo funcionan las cosas o cómo se resuelven los problemas antes de que aparezcan. El cargo se ha designado por fidelidad hacia el régimen y no por las consolidadas competencias técnicas que se requieren para conducir a estas empresas. El asco que este régimen siente por la palabra privatización, es proporcional a su incapacidad para gestionar con éxito las instituciones que deberían garantizarnos servicios básicos estables, que nos permitan trabajar, producir… ¡progresar!

 

José Domingo Blanco

@mingo_1
Instagram: mingoblancotv

Chichita

Posted on: marzo 8th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Con estas líneas, quiero homenajear a todas las mujeres fabulosas que logran hacer de nuestra vida, un tránsito ligero y muy feliz

 

 

 

Mi cardiólogo dice que nosotros, los hombres, no seríamos capaces de resistir lo que es capaz de aguantar una mujer. Él insiste que, a nosotros, nos tocó la parte fácil de la vida y lo tilda de una injustica contra las féminas. “Nosotros no podríamos ni con la mitad de lo que ellas hacen. Tienen una fuerza interior que las convierte en poderosas. Ellas son mucho más fuertes que nosotros”, asegura. Y yo, por supuesto, coincido plenamente en su apreciación.

 

 

 

Desde mi infancia, he estado rodeado de mujeres maravillosas. De mi abuela Tata, por ejemplo, aprendí su disciplina. Su bondad, no pasaba desapercibida. Iba a misa todos los días y en sus bolsillos llevaba caramelos para repartir entre los niños que encontraba a su paso. Era una mujer buena, sin malicia. Pero regia, como para soportar el encarcelamiento de mi abuelo, el general Manuel Blanco, durante la dictadura de Gómez. Nacida en 1888, tuve la dicha de disfrutarla hasta 1967. Juntos, veíamos la lucha libre y nunca coincidíamos en cuál de los contrincantes era el mejor. Hacía como nadie la torta de queso blanco criolla y otro postre que aún añoro: natilla con ciruelas pasas.

 

 

 

Otra de las mujeres que marcó mi niñez fue mi abuela Carmen Teresa. Fui su primer nieto. El primero, el que la estrenó en ese rol que, solo quienes han sido abuelos, describen como una experiencia única, saturada de amor. Un amor que ella me demostró siempre. Con mi abuela Carmen Teresa di mis primeros pasos en la lectura. Como su casa quedaba muy cerca de la nuestra, me encantaba ir todas las tardes y sentarme a su lado para leer algún cuento o el periódico. Era como una especie de ritual: a la hora de la lectura, tomaba el periódico y, antes de comenzar a leer, hacía un ejercicio de vocalización -“copiti, copiti, copoti, copoti”- que a mí me causaba risa. En esa casa también vivían mis tías: Yolanda, Beatriz, Trinelena y Morella, las hermanas de mi mamá; para ese entonces, una pavas bellas y solteras que, al igual que mi abuela, se encargaban de hacer de mis visitas, momentos únicos, divertidos y especiales.

 

 

 

Por muy pocos años, acaparé la atención de las mujeres de la familia porque, luego, nació mi hermana Adriana, con quien desarrollé esa complicidad que es muy propia en los hermanos gemelos. Fuimos una especie de morochos; pero, a destiempo. Mi compañera de juegos y travesuras. Travesuras que yo ideaba y ella ejecutaba; pero que, al final, nos hacía merecedores de la reprimenda conjunta. Ya más grandecitos, nuestra dupla fue consolidándose. Sabíamos cómo complementarnos. Comenzamos a asistir o a organizar las fiestas típicas de la adolescencia: y yo, con mis 15 años a cuestas, me esforzaba por lucirme como discjockey para deslumbrar a las amigas que Adriana invitaba. Mi hermana me llena de orgullo: es por mucho, una mujer fuera de serie.

 

 

 

No puedo dejar de mencionar a mi querida Mamaía. La autoridad personificada. Con solo verla, infundía respeto. Mamaía tenía un método para todo. Siempre sabía cómo hacer las cosas y su forma de hacerlas, era la manera correcta. Era rígida y estricta. Era una mujer que, para cualquier niño, hubiese sido de temer; pero, para mí, fue sólo mi Mamaía: la de las mejores delicadas de guayaba, la que me cuidó como si hubiese sido su propio hijo, la mujer dedicada que apoyó a mi mamá en la titánica tarea de disciplinarnos hasta el final de sus días, con una entrega que en nuestra familia retribuimos con mucho respeto y amor.

 

 

 

Y por supuesto, está la mujer que ha sido el eje de mi vida, mi gran amiga: Chichita, mi mamá. La misma con quien, gracias a Dios, sigo conversando todos los días. Incluso por teléfono, sin miedo a lo que decimos, y burlándonos de cómo, en algún momento, nuestra famosa conversación –ilegalmente grabada- fue material de venta para los buhoneros. Ella es una experiencia que me enriquece y fortalece. Me gusta escucharla porque tiene una forma especial de compartir sus recuerdos. De ella, amo sus ocurrencias, su timbre de voz, su sabiduría nata, su coquetería, sus cuentos, su sentido del humor y su envidiable capacidad de reírse de sus propios chascos. Con ella hablo de todo: de la vida, del país, de mi papá, de la gente, de poesía, de música. Mi mamá es como la melodía que acompaña nuestras tardes. A veces escuchamos boleros. Otro día nos da por poner jazz, o tangos, o música llanera. Pero, sobre todo, la escucho a ella: porque todavía a estas alturas de nuestras vidas, estoy aprendiendo de su reciedumbre, admirando su fortaleza y agradeciéndole ese optimismo con el que combate las situaciones adversas.

 

 

Chichita, mi mamá, es mi amiga. Mi mejor amiga; pero, también, es la mujer que admiro. Y, les aseguro, me faltan líneas para describir cómo ha llenado mi vida de buenas y bellas anécdotas. Porque Chichita, en cada uno de sus roles –como hija, esposa, hermana, madre y abuela-, y haciendo siempre derroche de inmenso cariño, ha sabido desarrollar su máximo potencial e imponer ese don especial con el que invoca e invita a la unión y el reencuentro.

 

 

José Domingo Blanco

@mingo_1
Instagram: mingoblancotv

A lo “Falcón” Crest

Posted on: marzo 1st, 2018 by Laura Espinoza No Comments

“Se solicita candidato de buena presencia, pocos escrúpulos, muchas ambiciones, preferiblemente con un poquito de maquinaria propia, capaz de asumir el criticado rol de contrincante opositor en unas elecciones ilegítimamente convocadas, en las que, aun sin celebrarse, podrían conocerse desde ya los resultados. Garantizamos excelente remuneración, viáticos y viajecitos pagados para toda la familia a los pocos países que no hayan emitido sanciones contra funcionarios venezolanos. Abstenerse los eternos aspirantes a candidatos presidenciales”.

 

 

 

Y así, luego de leer el avisito clasificado -publicado en un periódico del interior del país por el G2 cubano, el aspirante a candidato preparó su flux marrón, escondió su gorra del PSUV y le pidió a su equipo de trabajo que quemaran todos los archivos, videos o recortes de prensa en los que apareciera declarando que “su corazón latía al ritmo del chavismo” o en los que juraba que “jamás sería un candidato opositor”. Salvado ese primer escollo, cogió rumbo al CNE, donde Tibisay lo saludó con un fuerte abrazo, agradeciéndole el noble gesto de presentarse como contrincante de Nicolás; porque, de esa manera, la farsa electoral –ahora postergada para la segunda quincena de mayo- sería más “tramparente” y tendría “un poquititico” de credibilidad.

 

 

El contrincante sabe que el trabajo no es fácil. Pero, igual lo aceptó. Si en algún momento analizó las ventajas y desventajas de su participación, sin duda, los beneficios tienen que haber superado por mucho, las consecuencias de lanzarse como candidato opositor. ¡Qué importa si hace poco –en los recientes comicios regionales-  no resultó favorecido con los votos para asumir de nuevo la gobernación! ¡Qué importa si su honestidad está en entredicho ¡Qué importa que lo vinculen con el partido de gobierno si, total, en una jugada maestra de los asesores del régimen, Somos Venezuela es el que postula a Nicolás! El punto es que, para autenticar estas ilegítimas elecciones presidenciales, se requieren candidatos que le hagan contrapeso al aspirante a reelección. Se necesitan más candidatos de la oposición; pero, no precisamente como el pastor religioso que se postuló, porque con el historial que trae a cuestas, enturbiaría aún más las elecciones, elecciones que, desde su convocatoria, están la margen de la legalidad.

 

 

 

Sin embargo, como nuestro país se ha vuelto el lugar donde lo inverosímil se hace realidad, ¿quién nos asegura que esta candidatura no es otro ardid ideado por el mismo desgobierno, en conchupancia con el contrincante, concebido como la jugada maestra para “entregarle” el mando a un caimán de su mismo pozo, calmar los ánimos internacionales, bajarle el tono a las sanciones, salvar a algunos funcionarios que ya tienen hasta la celda asignada; pero, seguir gobernando a través de un títere que nunca ocultó su admiración por el comandante, a quien en más de un discurso, incluso en el timbre de voz, imitó? Es el escenario donde esta nueva versión de Arias Cárdenas, saldría victorioso; pero, para salvar a sus compañeros de ideales y luchas. ¿Imposible? No, imposible no es. Si no, pregúntenle a Tibisay si, con una tendencia irreversible y haciendo uso de todo lo que ha aprendido en el transcurso de los varios comicios que le ha tocado preparar, el contrincante podría ser electo el próximo Presidente de Venezuela para tranquilidad de un Nicolás que, por un tiempito, se mantendría en la sombra mientras se calman los ánimos, tanto nacionales como internacionales.

 

 

Así que, vamos a prepararnos porque, de cara a las elecciones –repito, ahora postergadas para mayo -lo que viene es show. Mucho show y exceso de actuación. El remake de una obra que ya presenciamos en 2000. Serán los días en los que el contrincante escogerá y anunciará el nombre de su Jefe de Campaña –tal vez, incluso, esté evaluando devolverle el favor a quien, en su misma posición, le otorgó a él el honor de conducir su campaña. Habrá dos o tres debates televisados entre el principal contrincante y el aspirante a reelección. Se dirán insultos ensayados. Se acalorarán y vociferarán en un intento por convencer a los pocos electores dispuestos a participar. El contrincante recitará su Plan de Gobierno, el programa para sus primeros 100 días como Presidente, su estrategia para sanear al país que en nada se diferenciará de la que hemos oído de boca de otros candidatos. Exigirá con vehemencia algunas condiciones para que se realicen las elecciones; y quizá, hasta amenace con retirarse de la contienda si no se las garantizan. Pero, al final, cuando se apaguen las luces y las cámaras, el contrincante y Nicolás se estrecharán las manos, y muy emocionados, se felicitarán por el gran espectáculo que acaban de ofrecer, y con el que aspiran mostrar el gran espíritu democrático que tiene esta dictadura.

 

 

 

@mingo_1