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Sobre dar limosna

Posted on: marzo 14th, 2017 by Maria Andrea No Comments

Todos es una palabra que nos ha costado ampliar, a veces siento que nos rehusamos a aplicarla porque prela en nosotros un Dios salvaje difícil de dominar. Esta crisis alborota demonios y destila veneno. Me sigue frustrando la inmadurez de culebrón con la que tratamos los asuntos políticos. Sí, vale, no eludo que nuestra realidad casi primigenia es que siempre hemos sido un país 80/20, eso que en estadística llaman Principio de Pareto:

 

 

 

El principio de Pareto se ha aplicado con éxito a los ámbitos de la política y la economía. Se describió como una población en la que aproximadamente el 20% ostentaba el 80% del poder político y la abundancia económica, mientras que el otro 80% de población, lo que Pareto denominó «las masas», y tenía poca influencia política. Así sucede, en líneas generales, con el reparto de los bienes naturales y la riqueza mundial.

 

 

 

Cabe mencionar que si bien Pareto determinó esta relación basándose en sus estudios sobre la riqueza, la aplicación universal, es decir, la aplicación del principio a otras áreas fuera de la economía se debe al trabajo de Joseph Juran, quien encontró la relación 80-20 y aplicó a otros fenómenos (fuente: Wikipedia).

 

 

 

Yo no sé si todo este entuerto de gente desbocada que se levanta todos los días pensando que el mundo se acabará, contemple la posibilidad de que somos el mismo país, que hay países que se propusieron un cambio social, se organizaron y democratizaron sus instituciones, con unas ideas más aplicables que otras. Siendo más llano, en Ecuador los automercados tienen de todo, lo mismo Chile, Uruguay, Perú, Bolivia, Guatemala, Honduras, El Salvador, Brasil, Colombia y Argentina, allí hay de todo también, en cualquiera de los casos los pactos sociales se mantienen, y entusiastas, algunas de las instancias que los gobiernan se inventan organizaciones que los agrupan, y hacen diplomacia, y se venden productos entre ellos, y todo insisto, porque en sus tierras hay cierta prosperidad devenida de la estabilidad, en un grado u otro, pero hay respeto a ciertas cicatrices. ¿Entonces puedo decir tranquilamente que a nuestra herida le cuesta cerrar, y a nosotros madurar más? Creo que vamos hacia allá, falta, pero estamos encaminados.

 

 

 

El viernes almorzaba en un local de Caracas. Muy caro. Buen café y empanadas, atención mejorable, baño terrible. Lugar de encuentro irremediable.

 

 

 

Casi al terminar mi orden, llegó una señora con una estampita. Humilde, de cincuentas, delgada, pocas canas. Ayer mi hija dio a luz en la Maternidad Concepción Palacios y no tenemos para comprar nada, no tengo para darle de comer.

 

 

 

He tomado una decisión con respecto a la limosna. En el autobús suelo dársela a cantantes, en el metro, lo mismo, a artistas, en la calle a estudiantes y enfermeras. No soy el único. En transportes públicos la gente discrimina cada vez más a quién darle dinero. En el caso de la señora que supuestamente venía de la maternidad, preferí decirle que si le parecía, le compraría un Muffin.

 

 

 

Hace días leía a Marcy Alejandra Rangel con su reportaje en Prodavinci, sobre la alimentación en algunos centros hospitalarios de Caracas. Búsquenlo. También he escuchado en la radio a especialistas advertir sobre cómo las sociedades deben actuar frente a las personas que piden.

 

 

 

Yo sencillamente, pedí el Muffin, y a los pocos segundos el mesonero me dijo que no, que le iban a amonestar, le dije que entonces me sirviera el Muffin a mi, que yo lo entregaba. Mi proposición causó revuelo, hasta alcanzar tonos indeseables, pero que terminaron en la entrega del ponqué.

 

 

 

¿De verdad estamos pasando por lo que estamos pasando y seguimos teniendo una sociedad con gerencias como estas?

 

 

 

Jonathan Reveron

 

 

Por Confirmado: Francys Garcia

La niña sin champú

Posted on: junio 7th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Alguien grabó con su celular a una niña. Mide menos de un metro con diez centímetros, pone su mano izquierda sobre la cintura, es una morenita primorosa que lleva puesta una pijama con una princesa rubia estampada. Quizás cubre su cabeza con un turbante. La niña le dice a la cámara y mirando varias veces a las personas que tiene enfrente:
“Presidente Maduro, estoy cansada de la situación. No tengo agua, no tengo comida, no tengo medicinas, y lo último…

 

 

”.
La niña hace un gesto revelador y se quita lo que parecía un turbante, dejando al descubierto una cabellera estrictamente parada, como la de un troll. “…¡No tengo champú!”. La niña hace una mueca graciosa. Fin del video.

 

 

 
El día que recibí ese video, a las 9:30 am una señora habla por su celular y le dice a su interlocutora: “Estoy decepcionada, chica. Estoy haciendo cola desde las 4:00 am y no conseguí nada. Tú quédate en Chuao. Yo voy a seguir rodando…”

 

 

.
Eran dos negras jamadas con cara de cañón, unas súper señoras. No podía dejar de pensar en el aire risueño de la niña del video que me incomodaba por una razón que me costó definir, pero que pasaba por la idea de que esa niña no estaba casada con la realidad oscura de estómagos vacíos viajando en una camionetica por puesto.

 

 

 
Llego a casa de mi madre y me consigo con que mi hermana nos ha enviado algunas provisiones no tan básicas y sí al mismo tiempo. Me vuelve a llegar por chat el video de la niña. Almuerzo y salgo tomando un Metrobús donde sólo se hablaba de comida y cómo encontrarla, Y dónde fuiste a hacer cola a las 4:00 am, y qué conseguiste; también vi tres mujeres de menos de treinta años con bebés en los brazos diciendo entre ellas que ya no les salía leche. Un viejito al subirse tropieza con otras dos adolescentes, dos chamitas de 18 y 19, el señor les pregunta la edad porque en el empujón ellas respondieron groseramente al anciano. Él les pregunta que si no estudian, ellas contestan que no, que comen o estudian, y se ríen perversas. El viejo todavía trata de dar lecciones, y les suelta un de ustedes es el futuro. “¡Aquí no hay futuro!”.

 

 

 
En fin, vuelve a mi mente el video de la niña a la que le medio están dictando algo, y aunque lejos de parecerme gracioso o simplemente patético por alguna razón que no identifico, me genera frustración porque su tono no transmite la realidad tan horrorosa en torno al hambre que sólo había leído en las novelas de guerra y empiezo a presenciar en los transportes públicos.

 

 

 
Esto último, como se lo estoy contando a usted, se lo conté a una amiga española que había montado en su muro de Facebook el video de la niña sin champú. Aquí comparto el foro:
–Es muy linda la niña. Y también puede haber humor en situaciones extremas. Yo lo he vivido ese humor, en niños etíopes.

 
Otra amiga se integra al foro. Una venezolana que tiene tiempo viviendo en Madrid.

 

 

 

 
–Jonathan, es que es gracioso y patético y conmovedor, y trágico y dulce y triste, y habla de nuestro carácter. Te abrazo fuerte.

 

 

 

 

 

–Sí. Es exactamente eso, mi tolerancia con ese carácter está llegando a unos límites. Eso, eso, es eso– apunto.

 

 

 
–Jonathan, te quiere decir que viviendo en el epicentro de aquel caos día a día nuestro carácter se nos hace insoportable– completa la venezolana residenciada en España.

 

 

 
–He puesto el video porque parece que ya ni se puede decir nada de tu país, pero no sé si puedes entenderlo– finaliza mi amiga española.

 

 

 
Le digo que lo comprendo absolutamente. Pero también le digo que sí, Venezuela está más susceptible que nunca.

 

 

 


@elreveron
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