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Pudimos haber sido Venezuela

Posted on: julio 17th, 2016 by Laura Espinoza 1 Comment

 

La reciente celebración del bicentenario de nuestra independencia nos llenó de legítima emoción. Sentimos el orgullo compartido de ser argentinos, lo que supone apreciar que tenemos una identidad propia y rica, que se edifica sobre nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestros valores comunes. Una identidad que se pretendió manipular para tratar de reemplazarla por una presunta identidad regional, como si para integrarnos debiéramos dejar de ser lo que somos, cuando lo cierto es que son precisamente las diferentes identidades nacionales de nuestra América latina las que nos fecundan y enriquecen a todos, y las que nos hacen comprender el valor de la diversidad y la importancia de vivir en paz, con respeto y tolerancia.

 

 

 

Es momento de recordar que a lo largo de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner la Argentina había comenzado a transitar un camino opaco que conducía a ser como Cuba o Venezuela. Fue hecho con disimulo, para no generar resistencias en aquellos que comprendíamos que ésa es la vía que irremediablemente lleva a la pérdida de las libertades civiles y políticas más importantes. Paso a paso, nos acercamos a la ideología que impulsó Hugo Chávez en Venezuela a partir de 1998 y que contagió visiblemente a Bolivia, Ecuador y Nicaragua e infectó a algunos otros países de nuestra región. El modelo económico y social se fue haciendo autoritario y hasta nuestra política exterior, no exenta de negociados, estuvo insensatamente alineada con las directivas que generalmente llegaban desde Caracas.

 

 

 

El sabio cambio de rumbo político votado por nuestra ciudadanía en noviembre pasado evitó que el tránsito hacia el autoritarismo se consumara. Por eso, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, dijo lo correcto cuando recientemente señaló que “la Argentina pudo evitar ser Venezuela”.

 

 

 

Mientras tanto, un inepto Nicolás Maduro y su modelo colectivista llevaron al pueblo venezolano a vivir diariamente en la penuria derivada de la escasez de los bienes más elementales, como son los alimentos y los medicamentos. Maduro demolió a Venezuela y su democracia, las destrozó no sólo en el plano político, sino también en el económico. Como consecuencia, el nivel de vida de los venezolanos comenzó a hundirse en un proceso que parece no haber tocado fondo aún.

 

 

 

Cabe entonces imaginarse qué hubiera pasado en nuestro país si la artera deriva en dirección a Venezuela hubiera tenido éxito. Primero, habríamos sido testigos de la desarticulación de las instituciones de la democracia. Tendríamos un Poder Judicial completamente sumiso al Poder Ejecutivo y autoridades electorales no independientes. También, patotas armadas para enfrentar y suprimir las disidencias. Estaríamos en un paraíso del narcotráfico y del crimen organizado.

 

 

 

Prevalecería una sensación generalizada de vivir en un universo corrupto y oprimente, al tiempo que la libertad de opinión y la libertad de prensa serían sólo una farsa. Habría total intolerancia política y la cultura del insulto hubiera aumentado exponencialmente. Viviríamos bajo la intimidación y el miedo, empujados por las amenazas. Haríamos de la mentira un auténtico culto; de la descortesía, una constante; del odio y los resentimientos, un veneno cotidiano. Habríamos provocado el éxodo de nuestra clase dirigente y centenares de miles de nuestros ciudadanos podrían haberse transformado en exiliados.

 

 

 

La economía estaría totalmente paralizada por la ignorancia, la arbitrariedad, el capricho y las confiscaciones. El país, sin inversión, habría sido condenado a achicarse, sumiéndose en el aislamiento, el atraso y la postergación. El sector privado habría disminuido sensiblemente su participación relativa en nuestra economía y la estatización de casi todo lo habría reemplazado. El campo, que fue objeto de castigo, se habría achicado aún más.

 

 

 

El desempleo habría crecido ferozmente y la inflación sería la más alta del mundo. Como Venezuela hoy, podríamos tener 76% de nuestra población viviendo por debajo de la línea de pobreza, con el clima de inseguridad personal también más alto del mundo.

 

 

 

En materia de política exterior, estaríamos alineados detrás de Cuba y nuestro país tendría en sus servicios secretos y de seguridad una invasión de presuntos especialistas cubanos. La Organización de Estados Americanos nos habría aplicado la Carta Democrática Interamericana. Entre nuestros países más amigos se destacarían Irán y Corea del Norte.

 

 

 

La sabiduría de la Constitución de 1853, particularmente en materia de protección de nuestros derechos y garantías individuales, habría sido dejada de lado y sustituida por un autoritarismo verticalista, cuyo objetivo central hubiera sido la instalación de un discurso único.

 

 

 

Tendríamos, entonces, un país bien distinto, no democrático. Felizmente, la fachada democrática del chavismo se ha derrumbado. Y gracias a Dios, pese a que estuvimos cerca de transformarnos en un país como el edificado por Chávez y Maduro, eso no sucedió.

 

 

Editorial de la Nación Argentina

Argenzuela

Posted on: septiembre 1st, 2014 by Super Confirmado No Comments

 

El gobierno argentino ha sido uno de los mejores discípulos del chavismo en la invención de enemigos internos y externos, y en cómo dividir a la sociedad

 

Para ser la mejor alumna, hay que seguir las enseñanzas de la maestra. Si la Argentina aspira a graduarse de Argenzuela, debe aprender de Venezuela a lidiar con la inflación. Y como los precios son renuentes a los buenos modales, por más cuidados que fueran, la presidenta Cristina Kirchner instruyó al secretario de Comercio, Augusto Costa, a que estudiase la nueva ley venezolana de Precios Justos, «para frenar al capitalismo ladrón, tracalero e inmoral». Tal vez subyugado por el calificativo «tracalero», Costa, con el aporte intelectual de Guillermo Moreno y la redacción del viceministro de Justicia, Julián Álvarez, calcó el texto de la norma venezolana, guardando nuestra Constitución en una caja fuerte y esperando la bendición de la agrupación Justicia Legítima.

 

Según el proyecto del gobierno argentino, las empresas se convertirán en concesionarias precarias de sus organizaciones productivas, ya que el secretario Costa tendrá poder para analizar costos, establecer márgenes, fijar precios, obligar a vender a pérdida, intervenir empresas, multar y disponer clausuras, facultad esta última que en un principio contemplaba hacerlo sin orden judicial alguna, pero que fue excluida del dictamen del Senado.

 

Hugo Chávez nunca comprendió cómo el kirchnerismo no cooptaba a las Fuerzas Armadas, sobre todo, cuando la inflación, el desabastecimiento y el descontento hacen necesario pergeñar conspiraciones, espiar con inteligencia y controlar a los uniformados. Tardó un poco, pero la sugerencia del pedagogo no cayó en saco roto. Con la designación del general César Milani como jefe del Estado Mayor del Ejército, ambos modelos convergieron en el único punto que los diferenciaba.

 

Todavía hay distancia entre las dos naciones. El litro de nafta de 95 octanos en Venezuela se regala a menos de dos centavos de dólar, según la cotización oficial de esa moneda contra el bolívar; en la Argentina, en cambio, pese a que, cuando YPF pasó a ser controlada por el Estado, se señaló que uno de los objetivos era que los combustibles fuesen más baratos, el litro de nafta súper promedia el equivalente a 1,40 dólares y sólo en lo que va de 2014 ha subido más del 40 por ciento en moneda local.

 

Hay, por cierto, otras diferencias. En Venezuela, hay rebelión estudiantil y social, con una represión salvaje y un saldo que hasta ahora supera los cuarenta muertos. Los líderes opositores están presos, aunque para el presidente Nicolás Maduro no hay presos políticos, sino políticos presos. La expulsión arbitraria de la diputada María Corina Machado de la Asamblea Nacional por el presidente del cuerpo, Diosdado Cabello, y el durísimo encarcelamiento del líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, en una prisión militar, muestran la realidad de una dictadura de facto. Por ahora, eso no ocurre en la Argentina, pero no se puede desechar la posibilidad de que una interpretación como las que ya se han hecho de la ley antiterrorista pueda llevar las cosas a una situación no deseable.

 

Cristina Kirchner ha lanzado una ofensiva sobre el sector privado que su marido no hubiese soñado ni menos aún aconsejado. El ministro de Economía, Axel Kicillof, no hubiera durado un instante en el gabinete del ex presidente. Inspirada en el Plan de Desarrollo Endógeno Bolivariano, la mejor discípula aspira a profundizar el «vivir con lo nuestro», versión Orinoco, que en Venezuela provocó el cierre de 4000 empresas, el desabastecimiento completo ?desde leche hasta medicamentos- y una brecha cambiaria del 1200 por ciento.

 

Por si alguna duda quedara sobre el entusiasmo que despierta en el kirchnerismo ese modelo, hay que recordar que el joven Nicolás Maduro Guerra, que no es otro que el hijo del mismísimo presidente de Venezuela, visitó en los últimos días la Argentina y hasta dio clases sobre las supuestas bondades de la ley de abastecimiento de su país a algunos de los propios legisladores argentinos que pretenden trasplantar aquel plan bolivariano.

 

Al negarse a cumplir con la sentencia del juez neoyorquino Thomas Griesa, el gobierno argentino ha ido más lejos que la propia Venezuela. Entre su propia gente y Wall Street, nuestro mentor caribeño ha optado por lo segundo, pagándoles a los tenedores de bonos de manera religiosa. Pero con el fuerte cepo cambiario, ha mandado a la quiebra a muchas compañías que necesitaban dólares para importar desde harina hasta papel higiénico. También ha perjudicado a la población, que además de informarse por Twitter sobre los comercios donde puedan encontrarse artículos de primera necesidad, para salir corriendo a buscarlos, ahora deberá registrar sus huellas digitales, como cartas de racionamiento para evitar que las familias compren más del cupo que les será otorgado.

 

En materia cambiaria, las semejanzas entre uno y otro país son cada vez mayores. Desde hace años, el chavismo impuso un cepo cambiario, que derivó en graves restricciones para salir del país y en un colosal mercado negro, del que se benefician no pocos amigos del poder político.

 

Como en Venezuela, la prensa independiente de la Argentina viene sufriendo persecuciones administrativas y judiciales, además de cepos publicitarios y toda clase de discriminaciones. Para silenciar a la oposición, el chavismo no renovó la concesión del canal 2 (RCTV) y forzó las ventas de medios independientes como Globovisión y Cadena Capriles a grupos afines al poder político. Entre nosotros, el kirchnerismo intentó hacer algo semejante con la ley de medios audiovisuales. Es cierto que aún no se han impuesto aquí las duras multas que sufrieron algunos medios de comunicación y periodistas venezolanos por el simple hecho de difundir la cotización del dólar en el mercado marginal, algo que se encuentra insólitamente prohibido en aquel país. Sin embargo, podemos sospechar con fundamentos que las leyes de abastecimiento y antiterrorista persiguen claramente igual objetivo.

 

El kirchnerismo sigue el mismo camino, si se recuerda que el titular de la Unidad de Información Financiera, José Sbattella, puntualizó que la cuestionable ley antiterrorista podría ser aplicada contra el periodismo, como ya se quiso hacer en Santiago del Estero, ayer feudo de los Juárez y hoy de los Zamora. En el mismo sentido, la Presidenta no dudó en descalificar a la prensa y sugerir que le cabrían las sanciones de la norma antiterrorista, por el simple hecho de haber informado algo tan cierto como que una empresa que se declaró en quiebra había dejado en la calle a 400 trabajadores. Al igual que la venezolana, la sociedad argentina enfrenta divisiones, por los efectos de un discurso político sustentado desde las más altas esferas del Gobierno en la confrontación y en la permanente búsqueda de enemigos internos y externos. Se trata de la peor herencia que nos dejará el kirchnerismo.

 

Tal como señalamos en anteriores editoriales, intelectuales, artistas y hasta miembros de una misma familia evitan encuentros personales para evitar roces que puedan ser provocados por la simple divergencia entre sus opiniones políticas. A partir de la concepción oficial de que los adversarios son enemigos, se han reflotado odios y resentimientos como nunca se vieron en nuestro país desde la recuperación de la democracia. No es ni más ni menos que algo que viene sucediendo en la Venezuela chavista desde hace mucho tiempo.

 

La baja calidad institucional y la falta de adecuados órganos de control que permitan limitar la corrupción pública hermana a ambos gobiernos. Es probable que algunos funcionarios kirchneristas vean con cierta envidia los progresos del chavismo para domar completamente al Poder Judicial venezolano. Afortunadamente, la presión de la sociedad argentina y la acción de la Corte Suprema impidieron que se convalidaran los más nefastos aspectos de la reforma judicial que aún hoy sigue queriendo imponer el gobierno de Cristina Kirchner.

 

El camino hacia la Argenzuela autárquica y endógena será muy duro. Si fuese exitoso, la mayor parte de la población vivirá de recursos públicos y sólo una porción reducida se mantendrá en el sector privado. Posiblemente, tejiendo boinas de color rojo, para enviar a nuestro preceptor, en reconocimiento por las valijas recibidas y por tantas enseñanzas aprovechadas por el mejor discípulo en lograr una Argentina minúscula. Una Argenzuela..

 

Editorial de la Nación de Argentina

País ilegal

Posted on: diciembre 29th, 2013 by lina No Comments

 

Hay que pasar de las palabras a los hechos para sentirse representando a los ciudadanos

 

En una supuesta conversación con un cubano que no es revolucionario ni capitalista, pero que no tiene valor para construir una balsa ni para pagar los múltiples peajes que se requieren para salir de la isla, éste nos explica que es imposible sobrevivir sin violar de manera cotidiana las normas que rigen allí desde hace 54 años: entre nosotros no puedes comer, ni desplazarte, menos trabajar, si no pisoteas una tras otra una norma escrita o no, y mucho de eso ha sido trasladado a Venezuela, que es sin lugar a dudas un país ilegal.

 

Nos explicamos, si el pueblo de manera unánime te escoge como gobernador, alcalde o concejal, inmediatamente el régimen crea un organismo paralelo que es el que recibe los recursos, pisoteando la voluntad popular.

 

Si los ciudadanos rechazamos en un referéndum la visión centralizada, comunal y comunistoide del oficialismo, ipso facto las autoridades ponen en ejecución lo que ha sido rechazado por la mayoría y así sucesivamente; por ello podríamos resumir en una sencilla frase el escenario político actual: «vivimos en un país inconstitucional desde la médula de los huesos hasta el aire viciado que respiramos».

 

A mayor abundamiento vayan los siguientes tips: el régimen se reserva las divisas, que son prácticamente un monopolio de la clase política en el poder, reduciendo cada vez más lo que se le entregaba al sector privado, hasta prácticamente limitarlas a alimentos y medicinas; sin embargo para el gobierno no existe el dólar paralelo, que es indispensable para importaciones necesarias, y sin el cual habría que declarar a la nación en terapia intensiva, como cuando en una compañía anónima la asamblea de accionistas rechaza el balance financiero.

 

En una visión diabólica se iniciaron con fuerza las fiscalizaciones previas a las municipales, que cambiaron la tendencia del voto y ubicaron a un porcentaje de pequeñas y medianas empresas en una situación límite, que se definirá en el primer trimestre del año 2014. El concepto de lo que está ocurriendo es corto y elemental, gobierno bipolar, radical y aplastando, en nombre de la revolución, la Constitución aprobada en 1999 y los postulados esenciales del Estado de Derecho.

 

Todo lo anterior nos ubica en una estrategia de supervivencia, porque lo que se le aplica a las amas de casa, estudiantes, sindicatos, organizaciones partidistas de oposición, ONG y a lo internacional democrático, es la más absoluta indefensión.

 

Se tira la pedrada del dólar turístico y se mantiene en la realidad el llamado dólar fronterizo, que cabalga en la economía de dos países con un pie en cada territorio, a pesar de que las autoridades debían pensar primero en el ciudadano y luego en sus intereses que abarcan las comunas, la posible cartilla de racionamiento y la inseguridad que mantiene a la población en extremada tensión, porque debe adaptarse a las reglas del terreno las 24 horas del día y además porque la institucionalidad revolucionaria busca tener votantes, pero rechaza a quien pretenda ser un ciudadano a tiempo completo. Lo que vale son los «deberes revolucionarios» y no los derechos democráticos.

 

Estamos en un estado de guerra, donde la violencia contamina cada actuación del Ejecutivo y se escapa por los intersticios de las puertas y ventanas, mientras el ciudadano tiende al aislamiento, hay desconfianza, confusión y el enemigo más peligroso del radicalismo es su propia propaganda, que pretende sustituir la realidad del desabastecimiento, la inseguridad, fallas en los servicios, y el absoluto desprecio del poder a la presencia dinámica de quienes pretenden ejercer a plenitud el núcleo básico de la declaración universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

 

La libertad no puede ser instrumentada por el viceministerio para la felicidad, porque es lo que nos hace hombres con deberes y derechos. En fin, cultura política, rendición de cuentas, respeto y el principio indeclinable de la soberanía del pueblo.

 

Gobierno y oposición están como dos puercoespines, que de la boca para afuera dicen que quieren acercarse y se hacen daño: hay que pasar de las palabras a los hechos para sentirse representando a los ciudadanos.

 

 

No es vencer sino convencer, no es imponerse sino razonar, no es lucrarse sino trabajar solidariamente en beneficio de las mayorías y minorías y no pretender protegerse en una especie de campana neumática, que nos aleja de las contingencias cotidianas, tales como las colas en búsqueda de alimentos, el riesgo de sobrevivir en los barrios o la inflación, que es una pandemia que mata sin posibilidades de vacuna, y que es generada por el régimen por lo disparatado de las medidas, que ofrecen comida para hoy y hambre para mañana. El gobierno se devora a sí mismo.

 

juanmartin@cantv.net

Desafortunada iniciativa contra el periodismo

Posted on: mayo 4th, 2013 by lina No Comments

Un proyecto del gobernador Capitanich propició la obligatoriedad de que los hombres de prensa hagan público su patrimonio

 

 

Sería injusto decir que el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, ha sido un perseguidor implacable del periodismo o que ha estado vinculado como el que más con la izquierda burocrática enquistada en el poder durante la era kirchnerista.

 

Capitanich ha actuado en estos años con las oscilaciones propias de la mayoría de los gobernadores de provincia, con fastidios íntimos por los desvíos más temerarios de la Casa Rosada, y hasta en algún momento, con la convicción anticipada de que el ciclo de los Kirchner se encontraba definitivamente agotado.

 

No se entendió bien, por lo tanto, que a estas alturas hubiera salido con el anuncio de que propiciaría un proyecto de ley por el cual se ordenaría un código de ética para el periodismo , con la obligación de hacer público el patrimonio de los oficiantes alcanzados por esa norma eventual. Pasaron apenas unos días antes de que el gobernador chaqueño pusiera paños fríos en su declaración.

 

Acaso ésta había fermentado en el contexto impaciente de la conducción del Partido Justicialista, reunido para emitir un comunicado con la denuncia de supuestas acciones «destituyentes» en el país. Lo último que ha dicho Capitanich es que no pretendió introducir «ningún (nuevo) apriete» y que, de no encontrar consenso, retiraría la controvertida iniciativa.

 

Como era inevitable, el gobernador ha debido atajar una catarata de fundadas críticas a la propuesta inicial. Las declaraciones patrimoniales públicas impuestas por ley conciernen a quienes de un modo u otro -gobernantes, funcionarios de diverso orden, legisladores- toman decisiones relativas a los negocios públicos del país, por las que se juegan los recursos fiscales extraídos del trabajo y esfuerzo de la sociedad en su conjunto.

 

Ni los médicos, ni los plomeros, ni los periodistas como tales tienen nada que hacer en ese mundo regido por la política y en representación del interés tantas veces violentado de la ciudadanía.

 

El mismo código de ética sobre el que habló Capitanich no es más que un retorno a proposiciones similares hechas en el pasado desde el ámbito oficial cuando la crítica por escándalos públicos alteraba más de la cuenta el nervio de los gobernantes. Ocurrió con la actual presidenta Cristina Kirchner, dos años atrás, y antes que con ella, con el presidente Carlos Menem.

 

Se ha olvidado de que los periodistas enfrentan todos los días el juicio más implacable con el que puedan encontrarse, que es el de los lectores, los oyentes, los televidentes, que los premian o abandonan. Están además alcanzados por las leyes ordinarias, tanto en el ejercicio de la actividad que realizan como en cualquier otro aspecto de su desenvolvimiento personal.

 

No hay un fuero especial que proteja a la prensa y a sus miembros, y nadie lo reclama, pues mal podría haberlo en una democracia republicana, por más que la Justicia parezca en muchas ocasiones mirar hacia otro lado frente a las tropelías de sujetos gravitantes del poder político. No se trata de deficiencias eternas.

 

La experiencia enseña que tan pronto se advierten resquebrajaduras de importancia bajo el piso político de los gobernantes, los jueces y fiscales que nada oyen y nada ven comienzan a recuperar las facultades disminuidas y actúan como si nunca hubieran padecido de patologías físicas o morales.

 

Comprenderá, pues, Capitanich que no hay maridaje posible entre la Justicia y la prensa independiente, contrariamente a lo que en primera instancia se atrevió a sugerir como uno de los fundamentos de su propuesta.

 

En todo caso, tanto en ese punto como en otros, la confusión del gobernador tal vez haya provenido de las fortunas que la Casa Rosada dilapida, como nunca había sucedido con otros gobiernos, en propaganda para el ego inagotable de sus figuras. Así se acrecientan día tras día las arcas de la prensa complaciente. Pero ese asunto se resuelve de otras maneras, si es ello lo que preocupa al gobernador.

 

La frase del mismo funcionario, de que convendría aplicar «un control popular de los periodistas», proviene de la matriz de los antiguos maoístas y stalinistas aupados al kirchnerismo, y más atrás aun, de los ya borrosos vestigios del nacionalismo fascista, que surgen del estudio arqueológico del peronismo.

 

El gobernador de Chaco debería librarse de tan nefasta emulación y concentrarse en la modernización de su provincia y en la defensa de sus intereses agropecuarios, respecto de los cuales ha hecho contribuciones innegables.

 

No son tiempos para enredarse alegremente con una política nacional a la deriva, sin otro rumbo preciso que el de anular la división de poderes, amputar la imparcialidad de la Justicia, según la propia condena de la Organización de las Naciones Unidas, y asfixiar a la prensa libre.

 

La voluntad de unos pocos de obtener la perpetuación en el poder está percibiendo que, tarde o temprano, las mentiras oficiales empiezan a ser embestidas, tanto en el país como en el mundo, con la fuerza incontenible de las corrientes adversas crecientes, mientras se abre paso una respuesta cultural al falso relato que prevaleció por demasiado tiempo en desmedro de los intereses permanentes de la sociedad.

 

Es hora de que el Gobierno comprenda que no hay un lugar en la historia asegurado a perpetuidad para los que «van por todo» y de que es inexcusable repensar el país con humildad. Es de esperar que se decida a hacerlo así, junto con quienes desde antes han buscado la conciliación, el consenso y el genuino desarrollo social.

 

Esto significará afirmar la República sobre las bases perdurables de la Constitución Nacional y seguir las huellas del nuevo tiempo que se ha abierto para América latina, no por casualidad, desde la unción del papa Francisco.

 

Editorial La Nacion

 

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