Todo está mutando. Después de esta sacudida, nada volverá a ser lo que era. Las protestas originaron un quiebre. En este instante, la revolución y la MUD encaran a un país que tiende a empujar, a cada uno de los polos, hacia un replanteamiento del manejo del conflicto interno.
Dos hechos narran el nuevo estado de cosas. Por una parte, el enfriamiento de los apoyos populares del gobierno -que no tienen el frenetismo del pasado-, y por la otra, la honda aprehensión que ha anidado en un amplio segmento del país opositor, respecto de las rutas que hasta ahora se le han planteado. La novedad salta a la vista: una evidente indocilidad está interpelando a las dirigencias de ambos campos, exigiéndoles abandonar sus respectivas zonas de confort.
La indiferencia del país bolivariano ante lo que Maduro ha denunciado como un «golpe de Estado», se ubica en el escepticismo que el chavismo de a pie posee hoy frente a los burocratizados conductores de la revolución. La otra cara de la moneda no es tan distinta: el repertorio argumental del elenco opositor también está sufriendo su propio desgaste, lo que ha implicado alteraciones en la acogida de sus mandos.
Tal vez es temprano para hablar de una crisis terminal de representatividad, pero es indiscutible que ninguno de los auditorios se siente por entero complacido con sus líderes. El recelo del chavismo ante la hiperpolítica revolucionaria -que los relega del listado de prioridades-, marcha a la par de los recelos del país opositor que se ha lanzado a las calles. Las dos masas se hallan insatisfechas y contrariadas.
Mientras una apreciable fracción del pueblo revolucionario descree de las competencias de Maduro y Diosdado, otra del campo democrático ha dejado de creer en aquello que la mantenía esperanzada. La ruta electoral, la acumulación de fuerzas, la necesidad de una «oferta superior», hoy representan verdades quebrantadas por la certeza, amplia y creciente -incluso entre los chavistas- de que el gobierno jamás cederá posiciones de poder por vías pacíficas y civilizadas.
Detrás de esas cortinas está la respuesta a la pregunta que todos se hacen por estos días. «Lo que viene» dependerá de los canales que los dos grupos de escépticos adopten para intentar redimirse. En ambos prima el descontento por los «paños calientes». Por mucho tiempo podrían simplemente rumiar juntos sus malestares. Pero no sería absurdo que, sin proponérselo, terminen amalgamados, coincidiendo en un cortante «que se vayan todos». En ese caso, producto de la frustración, estaríamos ante una muy inesperada forma de reencuentro entre los venezolanos y una inevitable profundización de la crisis… La pelota rebota sin control sobre las canchas de la política, donde acecha la antipolítica.
Argelia.rios@gmail.com / @Argeliarios
Por Argelia Ríos