La «paz» como estrategia de mercadeo

Posted on: abril 2nd, 2014 by Super Confirmado No Comments

La «paz» se ha vuelto la palabra de moda para el modelo de dominación madurocabellista, casi tanto como «revolución» e «imperio», vocablos que hasta ahora dominaban en frecuencia el léxico gubernamental. Por supuesto, nunca tanto como el nombre y apellidos del comandante eterno, el mismo que necesita ser mantenido con vida artificial a punta de intoxicación mediática colectiva, so pena que el actual experimento político pierda toda identidad y referencia. Pero apartando las referencias al supremo líder sideral, la «paz» se ha convertido en un auténtico «cliché verbal», a decir del amigo Leonardo Padrón. Es el nuevo vocablo consentido de la retórica oficialista en estos días de dolor y sangre.

 

¿Cómo concibe el Gobierno la «paz»? Un simple análisis de contenido de los discursos y peroratas de nuestra oligarquía dirigente, arroja que para ellos «paz» se limita solo a dos acepciones: una, como «vuelta a la normalidad», y la otra como «orden». En la primera, se asume que la situación que ha venido viviendo Venezuela (la tasa de homicidios más alta de la región y entre las 3 más altas del mundo, la inflación más elevada del planeta, los índices de escasez más graves de todo el continente, sin contar el estado agónico de los sistemas de salud, educación, infraestructura y servicios) se traduce como «normal», y de lo que se trata es de volver a ella como quien regresa a la más placentera y envidiable de las condiciones humanas. Y la segunda acepción parte del falso principio que «paz» es igual a todo el mundo calladito y quieto. La misma paz que pregonaba Juan Vicente Gómez. La paz preferida de Pérez Jiménez. La paz que enarbolaba Pinochet. La paz de los cuarteles y de los cementerios.

 

Así, dada su estrechez de miras y su indigencia intelectual, para el madurocabellismo «paz» es solo ausencia de conflictos, desconociendo que los conflictos son la expresión natural e inevitable de toda sociedad plural, la cual requiere –justamente por ello- de gobiernos que sepan administrar las diferencias para convertirlas en la fuerza que la impulse hacia el progreso y la superación continuas.

 

Pero, además, esta concepción limitada y primitiva de «paz» les permite derivar en otros productos argumentales, como aquellos de que quienes se oponen al Gobierno están movidos por el odio, mientras que quienes dirigen el aparato represor del Estado lo hacen inspirados por el más puro y virginal de los amores.

 

En función de esa interesada y útil concepción cuartelaría de «paz», se ha emprendido una gigantesca campaña de mercadeo publicitario para intentar vender esa idea restringida según la cual, si quieres la paz, cállate, ponte firme, y deja que la normalidad del caos en que vivimos siga su curso.

 

Pero la trampa de esa estrategia de mercado no está solo en asociar «paz» con lo que el madurocabellismo quiere que signifique, sino que aceptarla implica asumir que aquí hay una guerra. ¡Falso! Aquí no hay guerra, lo que hay es una represión severa y una violación masiva y generalizada de los derechos humanos, como respuestas soldadescas a unas manifestaciones legítimas de descontento.

 

Por eso lo democrático e inteligente es rebelarse contra la manipulación militarista de la palabra «paz» que intenta vender la estrategia oficialista, porque ello es caer en el juego del gobierno de consentir que aquí hay una guerra.

 

De lo que se trata no es de «reestablecer» la paz -porque lo que el Gobierno ha instaurado con sus políticas en nuestro país no es más que caos- sino de «construir» la paz. Y la paz se construye, de manera concreta, sólo a través de la lucha por las condiciones sociales, económicas y políticas que la hagan posible. No es una paz abstracta, para los discursos y las proclamas: es la paz concreta que se traduce en la posibilidad de una vida digna para todos sin excepción. No es la paz de la tranquilidad cuartelaría, es la paz que surge de que aprendamos a vivir juntos quienes pensamos distinto.

 

¿Cuáles son estas condiciones? ¿Cuáles son las propuestas de los diferentes sectores sociales para construir la paz? Ayudar a identificarlas, a reunirlas, a engranarlas, a darles viabilidad y concreción, es parte de la tarea que hay que asumir.

 

El reto de quienes queremos un país distinto no es presentar «propuestas de paz», sino propuestas concretas que ayuden a solucionar los inmensos problemas sociales, y que conecten con el creciente descontento popular que germina – a paso de vencedores- en la mayoría de los hogares de nuestra Venezuela.

 

@angeloropeza182

Por Angel Oropeza

¿Otra vez el Chávez de enero 2004?

Posted on: marzo 26th, 2014 by lina 1 Comment

Algo muy extraño está ocurriendo en Venezuela. Durante los últimos días, cada vez que la tensión en las calles pareciera migrar hacia otros necesarios estadios de organización y expresión social, surge el gobierno a echarle gasolina al fuego y a reavivar la violencia.

 

Dados los últimos acontecimientos (agudización de la represión, encarcelamiento de funcionarios electos, amenaza de destitución ilegal a alcaldes), no cabe duda que el principal interesado en que la violencia no disminuya es el gobierno nacional. Ha tenido en sus manos la oportunidad de calmar las aguas, y procede en vez de eso a agitarlas con furia. Desde el punto de vista de la lógica racional, cualquier gobierno medianamente democrático estaría haciendo justo lo contrario del nuestro. Entonces, ¿cuál es la explicación?

 

El anacronismo intelectual de quienes ocupan –tanto aquí como en Cuba- posiciones de decisión en el gobierno del madurocabellismo, les hace seguir creyendo en la estupidez aquella de la violencia como partera de la historia (El Capital, vol 3) y en la insistencia del papel determinante de la violencia en eso que llaman «la praxis revolucionaria». No es gratuito que el Manifiesto Comunista de 1848 diga textualmente: «Los comunistas proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente». Tampoco es casualidad que Lenín («El Estado y la revolución») insistiera machaconamente en «el carácter inevitable de la violencia» en el tránsito del capitalismo al socialismo. ¿Pero será esa la única explicación a la violencia intencional del gobierno? Estos trasnochos ideológicos ciertamente permean la actuación oficialista. Pero más allá de ese contaminante doctrinario, existen 5 posibles explicaciones al interés por mantener la confrontación y estimular la violencia. ¿Cuáles son estas hipótesis?

 

1) Dada la obsolescencia neuronal de la gerontocracia cubana, y su incapacidad para administrar diferencias que resultan normales en una democracia pero que son impensables para ellos, ¿lo que estamos viendo son las consecuencias de las órdenes de La Habana en el sentido de intentar acabar con cualquier disidencia u opinión contraria como se hace en la isla, a punta de sangre y fuego?

 

2) ¿O la agudización intencional y precipitada de la crisis política se hace para que sea ésta quien ocupe el centro de la atención nacional, y no la crisis económica, cuyos síntomas perversos están todavía por verse? De hecho, el estímulo a la agitación social han sido muy buen negocio para el gobierno, porque le ha permitido aplicar la mayor devaluación de la historia venezolana o subir descaradamente los precios de los alimentos, y que tales cosas pasen inadvertidas dada la relevancia noticiosa de la crisis política. ¿Será por esto que no les interesa que la tensión social baje en intensidad?

 

3) ¿O se persigue el recalentamiento de la crisis política para justificar la represión y la persecución contra la dirigencia política y social del país, y así evitar que puedan estar al frente de sus liderazgos cuando estalle la versión dura de la crisis económica que se avecina?

 

4) ¿Acaso se persigue generar las condiciones de violencia para justificar y «legitimar» una represión social generalizada que termine provocando frustración y desmoralización popular, lo que desanimaría los esfuerzos de ese mismo pueblo por alzar su voz y levantarse cuando estalle la crisis económica?

 

5) ¿O estamos en presencia de una jugada de la facción cabellista del gobierno para provocar una crisis de tal envergadura que debilite a tal extremo a la camarilla madurista, y justifique una especie de «barajo revolucionario» que ponga al inefable presidente de la AN al frente del Ejecutivo, con la excusa de que «la revolución no se puede perder»?

 

Cualquiera de las hipótesis anteriores, todas nefastas para el país, son en principio posibles. Lo que sí es cierto es que resulta difícil no asociar esta conducta del gobierno con la delincuencial confesión del expresidente Chávez en su informe anual a la AN el 15 de enero de 2004, cuando afirmó sin vergüenza, refiriéndose a los acontecimientos que desembocaron en el 11 de abril de 2002: «las crisis son necesarias y muchas veces hay que generarlas. Lo de Pdvsa era necesario. Cuando yo saqué el pito aquel en un aló presidente y empecé a botar gente, yo estaba provocando la crisis. Y cuando nombre a Parra Luzardo, pues estábamos provocando la crisis. Ellos respondieron y, bueno, se presentó el conflicto. Y aquí estamos hoy. Eso era necesario».

 

¿Está el gobierno queriendo aplicar la misma receta del comandante galáctico? No lo sabemos, pero el hambre enfermiza de poder y el apetito desenfrenado por los beneficios económicos del mando son unos consejeros muy peligrosos. Hay que estar alertas para no pisar peines. Lo que sí está claro es que el gobierno está intencionalmente promoviendo la violencia y estimulando la agudización del conflicto. ¿Qué carta oculta bajo la manga?

 

@angeloropeza182

 

¿Dónde queda «la calle»?

Posted on: marzo 12th, 2014 by lina No Comments

La gente en Venezuela está molesta e inconforme. Al menos eso es lo que recogen los últimos estudios de opinión pública realizados por todas las encuestas serias del país. En promedio, 80% de los venezolanos muestra preocupación por la marcha de la realidad económica y social, piensan que el país va por mal camino, creen que su situación personal y la de su familia es peor que el año pasado, y expresan desagrado por el estado actual de las cosas en Venezuela, especialmente en lo que se refiere a la inseguridad, el desabastecimiento y el alto costo de la vida. Sin embargo, no todo este altísimo porcentaje de venezolanos descontentos milita en la oposición ni se sienten identificados con ella.

 

Hay 2 detalles que algunas personas olvidan con frecuencia. El primero, que es muy distinto –por ejemplo- que una mujer esté molesta con su marido, a que eso signifique automáticamente que se vaya a enamorar de otro. En política es igual. Las personas pueden estar muy insatisfechas y hasta enojadas con su gobierno, pero ello no se traduce de manera mecánica e inevitable en la migración de sus fidelidades a otro actor o facción política. Esto último sólo ocurre como consecuencia de una inteligente y seductora acción de convencimiento, y no simplemente por la molestia con su parcialidad original.

 

El segundo detalle es la creencia que la sola acumulación de problemas provoca, de manera directa e ineluctable, una reacción política. Falso. Lo que genera una reacción política es la asociación de esos problemas con un responsable. Y aquí volvemos con lo que recogen las últimas encuestas. A pesar que 8 de cada 10 venezolanos se siente agobiados por los problemas sociales y económicos, menos de la mitad atribuye esos mismos problemas a quien de verdad es el responsable principal de sus penurias, que no es otro que el gobierno nacional. Así, por ejemplo, investigaciones recientes demuestran que la población oficialista no se diferencia de la opositora a la hora de identificar y mencionar los principales problemas nacionales. Sin embargo, el dato relevante es que ambos grupos racionalizan e interpretan de manera diferente la realidad política: mientras los opositores establecen un vínculo causal entre los problemas y el gobierno, la mayoría de los oficialistas no lo perciben igual.

 

En consecuencia, la gran tarea de quienes queremos un país distinto es fundamentalmente educativa, es decir, política. Y consiste en que quienes sufren comprendan quién es el responsable de sus desgracias.

 

Todo lo anterior viene a cuento, porque en estos días se habla mucho de la «calle» como sinónimo de lucha política. Pero cuando se habla del combate de calle, no se puede reducir sus actividades sólo a la presencia física masiva –por cierto, necesaria y muy legítima- en labores de protesta o movilización. Esta es apenas una parte importante de la tarea, pero no toda ella. Es necesario complementarla, reforzarla, y migrar de una concepción restringida de «acción política de calle», entendida exclusivamente en términos de metros cuadrados de asfalto, a una noción de «calle» como «actitud política», que se traduce en «politizar la cotidianidad».

 

La «calle», en sentido amplio, es asumir que en cualquier actividad diaria que desarrollemos –social, de trabajo, de estudio-, y donde quiera que estemos, nuestro deber es convencer y seducir a quien piensa distinto, solidarizándose con su problema pero ayudándole a entender qué y quienes están detrás de su desdicha. La «calle» es una actitud de apostolado permanente, que consiste en nunca dejar de hablar, de denunciar, de convencer, de conquistar gente para nuestra causa.

 

Por distintas razones, no todos pueden estar en las siempre necesarias actividades políticas de movilización física. Pero si todos asumimos «actitud de calle» –en el sitio de trabajo, en el mercado, en las colas, en la universidad, en la visita a un enfermo en el hospital, dentro de las empresas, en el autobús o el metro, al interior de las organizaciones populares- nos convertiremos en un poder social indetenible y poderoso.

 

El gran reto de la «calle», entendida como actitud de politizar nuestra cotidianidad, es ayudar a transformar el enorme descontento social en fuerza política. Pero ello pasa por que la mayoría entienda, de nuevo, la asociación causal de sus problemas con el gobierno y su fracasado modelo. Y pasa también por ayudar a desmontar la polarización artificial entre venezolanos y a procurar, en nuestro entorno inmediato, el acercamiento de todos los afectados por esta tragedia devenida en gobierno, no importa sus creencias o la orientación de sus simpatías.

 

El objetivo de la «calle», cada quien desde su particular realidad, es apostar por una nueva e inteligente repolarización social, no la ya gastada entre oficialismo y oposición, sino la que separa y enfrenta a la mayoría de los venezolanos con quienes los engañan y explotan para su propio beneficio económico y político.

 

@angeloropeza182

 

Fascista suena feo

Posted on: marzo 5th, 2014 by lina No Comments

La incapacidad estructural de los modelos militaristas de dominación para administrar las diferencias inevitables que surgen en una sociedad plural, hace que su discurso no pueda superar el nivel básico de las divisiones dicotómicas. Dada su imposibilidad de entender la grisácea complejidad que caracteriza la realidad social, el militarismo basa toda su argumentación en un reduccionismo dualista que simplifica el mundo entre buenos y malos, patriotas y traidores, obedientes y rebeldes, los míos y los contra mí.

 

Derivado de esa misma incapacidad, el militarismo gusta de esconder su indigencia argumental recurriendo con indeseable frecuencia al insulto y la descalificación personal. Al insultar, siente engañosamente que queda exonerado de argüir y razonar, para lo cual se sabe en desventaja. Por eso los militaristas son tristemente conocidos en su relación con los demás por su propensión a la ofensa, la provocación y el escarnio.

 

En Venezuela, nuestra oligarquía gobiernera ha venido incluyendo con cada vez mayor reiteración en su repertorio de insultos el calificativo «fascista», para endilgárselo de manera indiscriminada a los no sumisos. Poco importa si la mayoría de quienes lo usan como fetiche discursivo conozcan qué significa: «fascista» suena feo, sabe a insulto, y eso es suficiente. Al fin y al cabo, el objetivo es agraviar, y para eso cualquier palabreja que suene repulsiva y fachosa sirve.

 

Lo interesante y al mismo tiempo irónico de todo esto es que nuestros burócratas oficialistas suelen ser tan ignorantes que si supieran qué es en verdad el fascismo, sabrían que ellos son hoy por hoy en el mundo, unos de sus mejores y más genuinos representantes.

 

A manera de rápida recordación, hagamos un vuelo rasante sobre algunas de las características más salientes del fascismo como modelo político-social de dominio. Por ejemplo, el fascismo reconoce los derechos de las personas solo cuando no entran en conflicto con las necesidades del Estado (y por tanto, son siempre inferiores y subordinados a estas últimas); mantiene una idolatría cuasi fálica a la figura de las armas, como fuente y sinónimo del poder; busca la constante exacerbación de las desigualdades sociales con fines políticos (y, por tanto, su interés se reduce a mantenerlas pero no a resolverlas); vende una fantasiosa igualación del líder –presentado como supremo, único y casi sobrehumano- con los héroes ancestrales de la patria; asume que la vida del país queda subsumida en el Estado; muestra un inocultable desprecio por los mecanismos de intermediación e instituciones ciudadanas, para defender un modelo vertical líder-ejército-pueblo; abunda en referencias discursivas a la sangre, el sacrificio y la muerte; persigue una constante exaltación y movilización de las masas mediante la manipulación de la frustración individual o colectiva; reduce la complejidad social de los problemas y conflictos a la identificación de un enemigo (otro país, los adversarios políticos, el imperialismo); sufre una crónica obsesión por el complot y la amenaza de los enemigos; y propugna la idealización de la violencia como forma de control político. Como usted seguramente habrá notado, cualquier parecido de las características anteriores con el modelo que profesa el actual gobierno venezolano no es ninguna coincidencia.

 

Para colmo de similitudes, el madurocabellismo mantiene y alimenta uno de los rasgos más distintivos y definitorios del fascismo, como lo es el uso de bandas armadas de paramilitares o «colectivos», que cumplen la cuádruple función de sembrar el terror en la población, servir como herramienta de control popular, dar apariencia de fortaleza y de apoyo al régimen, y por último llevar a cabo actividades ilegales que la fuerza pública oficial no puede asumir abiertamente dado el carácter delincuencial de esas acciones.

 

Así, los «colectivos oficialistas» son la versión criolla de una tradición cruel y represiva que incluye perversiones sociales como las tristemente célebres «camisas negras» o «milicias voluntarias para la seguridad nacional» de Mussolini, los «camisas pardas» de Hitler, los colectivos maoístas de la Revolución Cultural china, los «batallones de la dignidad» de Noriega, los «grupos de respuesta rápida» de Fidel Castro, las «turbas divinas» de Daniel Ortega, y los «tonton macoute» de Francois y Jean Claude Duvalier. Estos «colectivos» oficialistas, de clara inspiración y modelaje fascista, han vuelto a ser protagonistas en las últimas semanas como brazo civil y armado de la sangrienta represión que ha llevado a cabo el madurocabellismo contra un país que se niega a bajar la cabeza y lamer la bota que le oprime.

 

¿»Fascista» suena feo? Sin duda. Pero utilizado como etiqueta para otros en boca de sus indiscutibles representantes, no pasa de ser un vulgar sarcasmo. Tan irónico como asesinar en nombre de la paz, o hablar de diálogo apuntando a la cabeza.

 

@angeloropeza182

 

Oposición, sus trampas y sus traidores

Posted on: febrero 12th, 2014 by lina No Comments

No ha sido fácil para la oposición venezolana enfrentar durante 5 lustros a un enemigo formidable, tan excedentario en recursos como indigente en escrúpulos.

 

Los juicios excesivamente severos sobre el trabajo de los sectores opositores suelen obviar lo difícil que ha sido aprender con el tiempo cómo se combate con muy pocos medios y siempre en desventaja a un modelo de dominación fuerte, popular y escasamente democrático, pero cuya caracterización y real naturaleza todavía están lejos de ser definidas con precisión y consenso, lo cual ha sido un obstáculo adicional a la hora de combatirlo.

 

Durante ese tiempo, quienes se oponen al proyecto militarista de dominación han intentado varias fórmulas de enfrentamiento, no pocas de ellas surgidas de la improvisación y la ingenuidad política.

 

Así, los venezolanos hemos presenciado un abanico de propuestas de «salida» que van desde la infeliz decisión de algunos sectores minoritarios que jugaron a alimentar insurrecciones y fantasías militares, hasta la inefable estrategia de la «desobediencia civil», con sus consecuentes recetas de abstención, «marchas sin retorno» y el siempre proverbial «no participo más con estas condiciones».

 

Todas estas «salidas» de estéril radicalismo tuvieron 2 grandes elementos en común: primero, escondían una profunda ceguera para comprender el comportamiento colectivo del venezolano y la naturaleza del momento político.

 

Y en segundo lugar, y derivado de esto mismo, todas ellas –sin excepción– terminaron en un fortalecimiento y relegitimación del régimen, quien resultó al final en el único beneficiado de tan desastrosos e inútiles ensayos. Las tales «salidas» resultaron así en unas auténticas trampas.

 

Afortunadamente, dentro de la oposición existen sectores que han mostrado una deseable capacidad de aprendizaje, y desde hace algunos años se apostó por una estrategia que incluía alcanzar la unidad de sus múltiples factores, y asumir sin ambages la tarea de la organización ciudadana y la acumulación gradual y progresiva de fuerza popular, como la única forma viable y permanente de conquistar el poder para cambiar al país. Esta es la estrategia que más teme el gobierno, porque supone retar su liderazgo allí donde se cree todavía fuerte.

 

El reto fundamental que el momento actual plantea a la sociedad democrática venezolana es el relacionado con las dinámicas económicas, sociales y políticas asociadas con la pobreza.

 

Y para competir con el oficialismo allí donde está su menguante base de apoyo social y electoral, es decir, en los espacios que son asiento de la pobreza urbana y rural, el discurso y la práctica política de la Alternativa Democrática debe brindar esperanza y camino a nuestros hermanos de la Venezuela profunda, hoy rehenes de un proyecto político profundamente injusto.

 

Con todo el respeto que merecen quienes hoy vuelven a propugnar «salidas» ya demostradamente inútiles, hay que insistir hasta el cansancio que el único trabajo político que realmente funciona, y que debería ser la agenda de la oposición en los meses por venir, es reanimar y vigorizar la conexión con las organizaciones populares, acompañar y hacer conectar entre sí las manifestaciones de protesta social y de lucha por los cada vez más vulnerados derechos del pueblo, reagrupar y fortalecer sus fuerzas internas, y colaborar con la despolarización y el acercamiento entre los venezolanos, para hacerlos más fuertes frente a un gobierno que los golpea diariamente y sin clemencia.

 

La situación de penuria generalizada que hoy sufre el país amerita que la oposición demuestre capacidad de aprendizaje y evite repetir los caros errores del pasado, que resultarían en un agravamiento de las condiciones sociales y políticas de los venezolanos al permitir la relegitimación política de sus explotadores.

 

Nuestro camino tiene que estar siempre al lado de la gente, contra los falsos radicalismos de salidas que conducen sólo a las trampas de catarsis emocionales desordenadas, que adolecen de propuestas políticas factibles y viables para superar la situación de dominación, que no favorecen el robustecimiento de las estructuras orgánicas necesarias para el cambio político, que no contribuyen a ampliar la base popular de la alternativa democrática, y que sólo conducen a profundizar la frustración social y el fortalecimiento del gobierno.

 

Quienes insisten en la única «salida» que verdaderamente funciona, no son «traidores», ni indignos colaboracionistas del régimen, ni gente despreciable vendida al mejor postor.

 

Son sólo venezolanos que humildemente han aprendido de la historia y del comportamiento político y psicológico de nuestro pueblo, y no quieren repetir los lamentables errores del pasado. Merecen el mismo respeto que quienes piensan distinto.

 

Ya bastante daño ha hecho a nuestra cultura política la indeseable penetración del fascismo militarista y pro-cubano, para que quienes dicen oponérsele terminen adoptando sus mismos códigos de lenguaje.

 

@angeloropeza182

 

Un problemón y una ayudadita

Posted on: enero 22nd, 2014 by lina No Comments

La administración Maduro arranca el año 2014 con un severo problema que puede complicarle en extremo su hoja de ruta, pero al mismo tiempo con una potencial y nada despreciable ayudadita en la que confía para sortear los efectos políticos adversos de esa situación.

 

El problemón para el gobierno deriva de la situación social que enfrentan –y lo harán todavía más en este año– un porcentaje importante de los venezolanos. Comparada con la región latinoamericana, nuestro país sigue siendo –de lejos– el de peor desempeño económico.

 

Durante el 2013 se registró la inflación más alta de los últimos 10 años, así como una situación de desabastecimiento que no tiene comparación en la historia moderna del país. Por más controles, ensayos, insultos, amenazas y acciones represivas contra comerciantes y empresas, las familias venezolanas terminaron el año con una inflación oficial del 56% y de 79% para los alimentos.

 

El 2014 comienza así con cerca de 4 millones de personas en condición de necesidad alimentaria extrema (13% de pobreza crítica), y con un 35% adicional (11 millones de venezolanos más) en situación de pobreza, en medio de una situación económica de elevada inflación, notable desabastecimiento y decrecimiento del PIB.

 

Tanto las crónicas políticas de desestímulo al crecimiento económico y a la productividad interna implementadas por los gobiernos de Chávez y Maduro, como las que necesariamente tendrán que adoptarse este año para intentar «medio» equilibrar los severos desajustes macroeconómicos, terminarán por impactar desfavorablemente la capacidad adquisitiva de los trabajadores, reducir el consumo, y muy probablemente aumentar la conflictividad social que ya viene amenazando desde el año pasado.

 

En síntesis, la principal y más peligrosa amenaza para el Gobierno proviene de la molestia y frustración sociales acumuladas, de cómo éstas se expresen o no en términos de conflictividad, y cómo se gerencie su manejo desde el Gobierno.

 

Los meses que vienen no lucen ciertamente muy auspiciosos. Pero lo que es todavía más preocupante, es que la oligarquía oficialista –dado su composición y comportamientos anteriores– ciertamente no luce capacitada para generar confianza en este escenario.

Sin embargo, para evitar que esta situación le genere costos políticos indeseables para su popularidad e imagen, la administración madurista confía en el apoyo proveniente de ciertos sectores procedentes de la acera opositora.

 

Casi desde el mismo 8 de diciembre, se han desatado pugnas y tensiones internas en el mundo opositor. Algunas derivan del cuestionamiento de sectores tanto a la conducción política de la MUD como al liderazgo de Capriles, y al empeño por sustituir ese liderazgo por otras personas.

 

Otros enfrentamientos son los que ocurren entre tendencias, específicamente entre los radicales (con sus banderas de «salida ya como sea» y «a Maduro ni agua») y los opositores moderados, quienes apuestan por salidas políticas constitucionales, y ponen el énfasis en reforzar la organización popular como única garantía de un cambio político viable y posible. Estos últimos son insultados por los radicales, al mejor estilo oficialista, como «colaboracionistas», «traidores» y «vendidos» al Gobierno, o –en el mejor de los casos– como pusilánimes y cobardes.

 

Lo cierto es que la unidad opositora y la clara visibilidad de su liderazgo, las cuales eran señaladas desde la década pasada como las metas principales que debía conseguir la oposición para aspirar a convertirse en opción real de poder, y las cuales finalmente se obtuvieron y reforzaron a partir del año 2012, vuelven a estar en entredicho y en riesgo.

 

Por ceguera, o por alguna extraña patología masoquista, sectores de la oposición están empeñados en destruir lo que se tardó casi 14 años en construir, para volver a empezar desde cero. Es posible que gracias a esto, y a pesar del problemón social y económico que se le viene encima, Maduro termine el 2014 agradeciendo haber salido políticamente bien parado del trance.

 

Ángel Oropeza

@angeloropeza182

 

Consejos del beisbol a los venezolanos

Posted on: enero 8th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Los que conocemos y amamos el beisbol, sabemos que se trata de mucho más que un juego apasionante. El beisbol, el más cerebral y complejo de los deportes de conjunto, esconde implícito en los fundamentos del juego una particular y muy profunda filosofía de vida y de las cosas. Y creo firmemente que si el beisbol pudiera hablarle a los venezolanos de hoy, algunas de sus sabias enseñanzas se pudieran convertir en guías prácticas de acción, tan necesarias como útiles en nuestra accidentada e incierta cotidianidad, la cual, ayuna de claridades y preñada de confusiones, necesita de luces que le ayuden a orientarse en medio de la opacidad de los tiempos que nos corren. Solo a manera de ejemplo, revisemos algunas de las cosas que los venezolanos de hoy tendríamos que aprender de ese viejo e ingenioso maestro, si pudiéramos tener la fortuna de invitarle a un café para escuchar sus juiciosos y agudos pareceres. Seguramente le oiríamos decir como estas:

 

El beisbol, como todo deporte, no se puede jugar solo. Siempre hace falta el otro, porque si no, el propio yo –el que no es «el otro»- estaría incompleto. No hay posibilidad alguna para aberraciones tales como «equipos únicos» o «partidos únicos». Todo equipo, así como todo partido, necesita del otro y no puede prescindir de él. Los que practican el beisbol, a pesar de sus naturales y deseables diferencias, que son además las que hacen al juego interesante, se reconocen recíprocamente como parte de una misma familia, la familia del beisbol. Y como comunidad familiar, comparten algunos valores y actitudes, entre los cuales está la convicción de que el adversario es para ganarle, para competirle y para aprender de él, pero nunca para destruirle, porque sin el otro no hay juego, y si no hay juego no hay vida.

 

En el beisbol, como en la vida, lo determinante y definitivo no es el tiempo, si no lo que hagas o dejes de hacer. No es un juego de tiempo prefijado, donde si estás arriba en el marcador puedes abstenerte de seguir atacando y entretenerte con el resultado, para dejar pasar el tiempo. En el beisbol, las aventuras no vienen constreñidas por un tiempo rígido, al cual debes someterte de manera hierática y rigurosa, sino que surgen en cualquier momento, por muy inesperado y hasta sorpresivamente tardío que pueda parecer.

 

¡Cuántos juegos se han resuelto a la hora de recoger los bates! ¡Cuántos malos fanáticos han recibido la inolvidable lección de abandonar el estadio antes del último out, decepcionados por el quehacer momentáneo de su equipo, para luego descubrir, camino a sus casas, a través de la radio o –peor y más doloroso aún- en la prensa del día siguiente, que su casi-seguro derrotado había dado vuelta al marcador o dejado en el terreno al contrario! En el beisbol, como en la vida, quien determina el resultado no es el tiempo transcurrido, sino la calidad de lo que hayas hecho o dejado de hacer.

 

En el beisbol, si te sacrificas puedes ser la figura estrella de la jornada, aunque no hagas nada más. Para ser el héroe no hace falta ser el más famoso, solo que hagas tu trabajo, y que muestres solidaridad con tus compañeros. Cuando todos lo hacemos, el equipo triunfa. Y eso, tanto en la pelota como en la vida, es impelable.

 

Así como el beisbol refuerza y premia a quienes luchan, es implacable contra los timoratos y sumisos. No acepta las «abstenciones». De hecho, uno de los axiomas sagrados de la pelota, y que repite como advertencia permanente desde el chamo preinfantil hasta el consagrado profesional, es aquella de «al que no hace, le hacen». El beisbol castiga a quienes le juegan con mezquindad. Y es tanta su vocación en contra de la mediocridad y el conformismo, que no acepta empates en el marcador: hay que jugar, no importa cuánto y hasta cuándo, hasta llegar a una definición.

 

En el beisbol siempre tienes una segunda oportunidad. Es un juego tan generoso, que siempre regala a sus actores, especialmente a aquellos que han cometido algún error o cuyas pifias –incluso las mentales- han sido muy caras para su equipo, un chance para redimirse. Así, quien parecía el villano del partido en un 5to inning, al final puede salir del dogout aclamado por los vítores del público. Solo los malos fanáticos, aquellos que no conocen de verdad todo lo que se mueve en un juego de pelota, son capaces de pitar a un jugador por una falla, sea ésta un costoso error o un lamentable ponche con las bases llenas para el último out de la entrada.

 

Por alguna extraña razón, que es casi una ley natural, el juego le va devolver a ese jugador el chance de remediar esos fallos, y hacerlo bien esta vez. Al igual que la vida, el beisbol nos enseña a no desesperarnos ante los fracasos, a no creer que los errores nos conviertan automáticamente en malos jugadores, y a pensar que las segundas oportunidades existen, justamente como reto para -aprendiendo de las equivocaciones y desaciertos- , prepararnos para enfrentarlas y aprovecharlas a nuestro favor.

 

Por Ángel Oropeza

Otra nueva oportunidad

Posted on: enero 2nd, 2014 by lina No Comments

Desde el punto de vista del funcionamiento de las personas, los ciclos cumplen un rol adaptativo importante. No sólo facilitan un adecuado desempeño psicológico, sino que nuestra propia biología funciona con base en ellos.

 

El ritmo circadiano de vigilia y sueño y las estaciones de los llamados biorritmos son un ejemplo de estos ciclos biológicos que caracterizan la vida humana.

 

Paralelo a esta fisiología biológica, existe también una fisiología psicológica, que tiene a los ciclos como una de sus estructuras dinámicas fundamentales, porque entre otras cosas nos permiten segmentar la inmensa complejidad de nuestro entorno vital, y reducirla perceptualmente a unidades más manejables y que faciliten nuestra adaptación y funcionamiento.

 

Es así como los humanos aprovechamos también los ciclos estacionales de nuestro entorno ambiental para dividir nuestra vida en «capítulos», que tengan un final pero sobre todo un nuevo comienzo. La división en «capítulos vitales» es importante porque facilita la evaluación de lo hecho y la mejor comprensión de nuestro transitar existencial.

 

Además, esos «nuevos comienzos» son útiles porque nos proveen psicológicamente de nuevas oportunidades para corregir errores, ensayar mejoras y mantener siempre viva la esperanza que podemos ser como queremos y alcanzar lo que deseamos.

 

La oportunidad de reinventarse constantemente que deriva de la división perceptual de nuestra vida en ciclos, es fundamental para mantener viva la fe en nosotros mismos, evitar la impresión de que nuestra vida es una sucesión caótica y desordenada de acontecimientos, y para darle sentido a la trayectoria, accidentes y rumbo de nuestra propia existencia.

 

Tener la sensación que, dentro de la continuidad temporal de nuestra vida, siempre es posible volver a comenzar, es una ventaja psicológica que nos proporciona no sólo esperanza y ánimo frente a los días por venir, sino sentido de propósito a nuestro propio transitar como seres humanos.

 

El día de hoy, primero de enero, representa el fin de un ciclo y el comienzo de otro. Para que este episodio estacional cumpla mejor su cometido, procuremos que nuestros deseos de este día vayan inteligentemente acompañados del establecimiento de algunas metas realistas, concretas, retadoras pero alcanzables, y sobre todo medibles para poder saber cuándo las alcanzamos o no.

 

No es lo mismo prometerse «bajar de peso» de manera genérica, que fijarse la meta de tener, por ejemplo, 5 kilos menos para el mes de marzo. No es lo mismo proponerse ser este año un mejor padre, que fijarse la meta de no dejar pasar una semana sin sentarse un rato con cada hijo a conversar sobre sus problemas, sus sueños y sus dudas.

 

Que las metas que hoy nos fijemos no busquen beneficiarnos sólo a nosotros mismos, sino que incluyan lo que pensamos hacer –de manera concreta– para que nuestra familia sea más feliz, para que quienes viven con nosotros o con quienes interactuamos a diario reciban siempre ejemplos de constancia y alegría, nunca de desánimo o tristeza.

 

Y, finalmente, que esos propósitos del nuevo ciclo incluyan también al menos algo que podamos hacer para contribuir a que nuestra Venezuela sea más justa, libre y digna.

 

Como bien afirma el Padre Jean Pierre Wyssembach en la hoja «Domingo» del pasado 29 de diciembre, los seres humanos no venimos determinados. Podemos ser muchas cosas distintas. Hoy es otra oportunidad para intentar un nuevo comienzo, un necesario y saludable «reinventarse» que nos acerque más al sueño de una vida con sentido de trascendencia, que nos haga más felices, más útiles y sea una fuente de estímulo y alegría para quienes comparten con nosotros.

 

Hoy es el día para recordar que el futuro no está escrito, sino que será la consecuencia de lo que hagamos. ¡Feliz 2014 a todos!

 

@angeloropeza182

 

¿Estamos cayendo en la trampa?

Posted on: noviembre 27th, 2013 by Super Confirmado No Comments

Durante las últimas semanas, el país ha sido testigo de un extraño y desagradable coctel: medidas «económicas» inspiradas en las que aplicó Mugabe para condenar a Zimbabue al último lugar en el Indice de Desarrollo Humano de la ONU; imposición ilegal de una ley Habilitante con objetivos tan genéricos que la convierten en un cheque en blanco al Ejecutivo para que haga cuanto le venga en gana; inhabilitación sin juicio ni sentencia a David Uzcátegui, al igual que antes se hizo con Richard Mardo; allanamiento de la inmunidad a la diputada Aranguren para poder conseguir lo que la corrupción no logró, que era comprar al menos a un diputado de la Unidad y así lograr la mayoría artificial que permitiera el paso a la Habilitante; la persecución contra el más fuerte aspirante a la Alcaldía de Valencia, Miguel Cocchiola; el impedimento de los vuelos a Henrique Capriles; y, para cerrar esta pequeña lista de «botones de prueba», la declaración del 8D como el día de la lealtad a Chávez, a fin de facilitar la violación de la normativa electoral en esa fecha a través de movilizaciones, cadenas y todo tipo de manifestación proselitista gobiernera.

 

El signo común de este coctel es la amenaza. Cada una de estas medidas ha venido acompañada por su correspondiente ladrido de intimidación y amenaza: amenaza a políticos, emprendedores, estudiantes, comerciantes, consumidores, y a la gente común. Sin duda, la amenaza y la provocación son los signos distintivos de nuestra oligarquía gobernante.

 

¿Qué hay detrás de tanta bravuconería e intimidación? En el fondo, todo esto es un síntoma de mucha debilidad interna. Quien tiene autoridad, sólo la aplica. En cambio, quien sólo tiene poder, necesita recurrir a la amenaza y al grito.

 

El madurismo tiene serios problemas de legitimidad y de fractura interna, y necesita medidas efectistas para cohesionar a los suyos, mediante la viejísima treta de buscar enemigos a quién culpar, y de asustar a los demás, para que no se den cuenta, como el que silba en la oscuridad para darse ánimos, que quien está aterrado es él.

 

El postchavismo no podía llegar a las elecciones del 8D, que son importantísimas para intentar lograr la legitimidad que no obtuvo el 14 de abril, sin sacudir la mesa, porque estaba perdiendo el juego. Era urgente voltear el foco de atención sobre otros para escapar a la señalización popular sobre su irresponsabilidad e indolencia.

 

Sin embargo, y para delicia del gobierno, empiezan a aparecer -sorpresivamente- algunas voces que dicen que a Maduro no le falta razón. Que sí, que no se puede negar que hay especuladores y que había que hacer algo contra ellos.

 

¿Hay especuladores en Venezuela? ¡Claro! Y en Italia, en Colombia, en Estados Unidos, en China, y hasta en las Islas Fiji. Por lo general, cuando la demanda es mucho mayor que la oferta, y en presencia de exceso de controles discrecionales sobre la actividad económica, la especulación se dispara y se sale de control. Pero por eso mismo, intentar acabarla acentuando las mismas políticas que explican su aparición, es como querer apagar un incendio con gasolina.

 

Las «medidas» mugabianas de Maduro son exactamente iguales a si el gobierno decidiera mañana prohibir la circulación de vehículos en el país, con el argumento de que hay muchos conductores irresponsables. O que se prohíba que la gente salga a la calle como una medida de combatir la delincuencia, porque los malandros actúan es en la calle. ¡Y que haya gente que caiga en la trampa y empiece a discutir si es verdad o no que los malandros salen a la calle o que si es cierto o no que haya conductores locos!

 

«Resolver» problemas como el de la especulación a la manera de Maduro, es como querer acabar con las cucarachas de una casa… ¡incendiando la casa! La discusión no es si había o no cucarachas, sino lo ridículo y catastrófico del «remedio».

 

Hay que ser muy ingenuo o estar muy desencarnado de la realidad venezolana para no reparar en que lo que nuestra oligarquía busca es simplemente un efectismo electoral de corto plazo. Lo grave de este «remedio» no es sólo que sea inútil, sino que al mugabizar la economía, la especulación, la escasez y la inflación, en vez de disminuir, van a aumentar, al igual que se agravará el cáncer de la división y el odio social, y se desestimulará la inversión del resto de los sectores productivos y de comercio. Una vez vacíos los anaqueles, siguiendo la tristemente célebre orden de nuestro oligarca mayor, y no haya reglas claras de juego económico, nadie va a querer invertir, ni producir, y ni siquiera importar productos.

 

Con ello vendrá -como en Zimbabue- un alza considerable del desempleo y en consecuencia un aumento sustancial de los índices de pobreza. Recordemos que prácticamente la mitad de los casi 8 millones de personas que se desempeñan en el sector formal de la economía, lo hace en el sector comercio, justamente donde hay más incertidumbre y angustia sobre su futuro y el de sus trabajadores a partir del 1er trimestre de 2014.

 

@angeloropeza182

Por Ángel Oropeza