Patrocinador o muerte, ¡partiremos!

Posted on: febrero 2nd, 2023 by Super Confirmado No Comments

Era la madrugada del 23 de enero cuando la balsa, con 28 personas a bordo, zozobró en la costa norte de la provincia de Matanzas, Cuba. Al menos cinco balseros murieron y otros 12 permanecen aún desaparecidos. La tragedia, que vuelve a enlutar a las familias de esta Isla, ocurrió apenas dos semanas después de que se iniciara un nuevo programa migratorio concebido por Estados Unidos para frenar la avalancha de cubanos que ha estado llegando a su frontera sur.

 

 

“Necesito un patrocinador, cueste lo que cueste”, me dijo mirándome, sin pestañear, un vecino al que le sobran canas y le faltan recursos. Atrapados en el ascensor de este bloque de concreto, el hombre se sentía lo suficientemente seguro para lanzarme su pedido: “Alguien que me saque de aquí y pago con trabajo lo que sea”. En su apartamento de un edificio que se construyó con subsidio sovético en la década de los 80, su mujer, sus dos hijas y tres nietos esperan que sus gestiones brinden frutos cuanto antes.

 

 

Mi vecino, que hasta hace poco militó en el Partido Comunista, ahora quiere encontrar un camino para “sacar a la mayor brevedad” a los suyos. La posible vía de fuga es el parole humanitario que Estados Unidos anunció a inicios de este año para beneficiar a migrantes de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Haití. Con dicha medida, Washington pretende acoger cada mes a 30.000 nacionales de estos países, y rechazar a los que intentan ingresar a su territorio de forma ilegal.

 

La tensión ha terminado por estallar. Los que siguen armando la balsa para enfrentarse al mar son los que no tienen otra opción
Pero el camino no es nada fácil. Para tramitar el permiso humanitario, el beneficiario debe contar con un “patrocinador” en Estados Unidos, que tiene que asumir la responsabilidad con su situación financiera y mostrar ingresos monetarios que le permitan iniciar el proceso. Aunque en los últimos años la emigración cubana ha sido muy variopinta, de diferentes clases sociales y orígenes raciales, es evidente que el exiliado blanco y profesional tiene ahora mejores posibilidades que le aprueben un parole para sus parientes en la Isla.

 

 

Si la balsa hacia el Estrecho de Florida o el cruce por Centroamérica es brutal y potencialmente mortal, el nuevo permiso parte de unos requisitos económicos que filtran y dejan fuera del tamiz a los grupos más pobres, menos urbanos y a los afrodescendientes. Este es un camino para los que pueden tener a alguien del lado de allá que ponga la cara y la billetera. Pero esta Isla contiene millones de almas en pena deseosas de escapar que no pueden contar con un patrocinador.

 

 

La tensión ha terminado por estallar. Los que siguen armando la balsa para enfrentarse al mar son los que no tienen otra opción. A diferencia de mi vecino, camarógrafo jubilado de la televisión oficial, que lanza sus propuestas a todo el que le pase por delante y, probablemente, tiene algún pariente en Florida que financie parte de su escapada, los balseros de este minuto son los que no encajan en una categoría ni en otra. No quieren quedarse, pero ningún programa legal y ajustado a sus bolsillos les permite irse.

 

 

Madrugada del 23 de enero: 28 personas sin posibilidades de ser “patrocinadas” y sin esperanzas de tener una mejor vida en Cuba se lanzan al mar. Las olas se han tragado los sueños de buena parte de esos cubanos.

 

 

Yoani Sánchez

 

Este artículo fue publicado en 14ymedio el 30 de enro de 2023

Gracias, querido Pablo, por el legado musical y la honestidad

Posted on: noviembre 25th, 2022 by Super Confirmado No Comments

Generación Y

Hace tres décadas, cuando se movía el dial de cualquier aparato de radio en Cuba, resultaba muy poco probable no tropezarse, en varias emisoras, con la cálida voz de Pablo Milanés. Era el momento en que el fenómeno de la Nueva Trova estaba en su apogeo en la Isla, y el cantautor protagonizaba conciertos, entrevistas, programas televisivos y hasta temas musicales de apoyo a un proceso político al que entregó no solo sus mejores acordes sino también su prestigio artístico. Poco después, algo se rompió para siempre en aquella relación y este 22 de noviembre, cuando el artista murió a los 79 años en Madrid, ya hacía mucho que se había convertido en un crítico abierto del régimen de La Habana.

 

 

El fallecimiento de Milanés cierra una etapa cultural en la Isla, aunque todavía sigan en activo trovadores de su generación, al estilo de Silvio Rodríguez. Él pone el punto final a una época porque, a diferencia de este último, el autor de himnos como Yolanda o Yo no te pido, no solo había cautivado musicalmente a su público sino que también había logrado hacerse un hueco en el corazón de la audiencia. Su fama de hombre bueno, sin odios y solidario con los jóvenes talentos le ganó mucho aprecio dentro y fuera de la Isla. A eso se sumaba su honestidad, una cualidad personal que lo hizo reconocer públicamente su distanciamiento del modelo ideológico que una vez había ayudado a ensalzar con sus canciones.

 

 

«Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo», se lamentó en su cuenta de Facebook

 

 

En julio de 2021, cuando miles de cubanos se lanzaron a las calles pidiendo un cambio de sistema y una apertura democrática, Milanés fue tajante en su apoyo a los ciudadanos y en su repudio al oficialismo. «Es irresponsable y absurdo culpar y reprimir a un pueblo que se ha sacrificado y lo ha dado todo durante décadas para sostener un régimen que al final lo que hace es encarcelarlo», se lamentó en su cuenta de Facebook. El artista aprovechó para recordar que llevaba un buen tiempo denunciando «las injusticias y errores en la política y gobierno» de Cuba. Aquellas palabras han sido repetidas y recordadas en las últimas horas, tras conocerse su muerte, como un digno epitafio al compositor de El breve espacio en que no estás.

 

 

El oficialismo cubano ha sido cauto hasta ahora en sus condolencias. Unos breves mensajes de despedida han salido de las cuentas de instituciones culturales y de algunos líderes partidistas, pero se nota el tono escueto y distante de estos obituarios. Milanés no es un muerto cómodo para un régimen acostumbrado a ensalzar solo a aquellos que lo aplauden con entusiasmo. El trovador se les había convertido en un ser difícil, algo que quedó claro durante su último concierto en La Habana en junio de este año. En aquella ocasión, las autoridades quisieron recluir al artista en una pequeña sala que iban a llenar de acólitos de la Plaza de la Revolución, pero la indignación de sus seguidores obligó a cambiar el guion y trasladar la presentación para la más amplia Ciudad Deportiva. Eso sí, el lugar estaba repleto de policías políticos para evitar que el público coreara «¡Libertad!» u otras consignas contestatarias.

 

 

Durante aquel espectáculo, muchos sintieron que, probablemente, estaban asistiendo a la última vez que Milanés cantaba en su país. Con la grandeza que lo caracterizaba, él no quiso ponerse sentimental o hacer hincapié en una posible despedida, pero su edad y su frágil salud levitaban sobre los miles de asistentes.

 

 

Las redes sociales se han llenado de mensajes de respeto y cariño por todo lo que entregó durante toda una vida a la gente. Junto a un legado musical impresionante, su principal testamento se resume en haber sido consecuente, una coherencia que espanta a la propaganda oficial pero que su público reconoce.

 

 

Gracias por las canciones y por la sinceridad, querido Pablo.

 

Yoani Sánchez

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Nota de la Redacción: Este texto fue publicado originalmente por la página de América Latina de Deustche Welle.

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11J, el día en que nos comimos el miedo

Posted on: julio 12th, 2022 by Laura Espinoza No Comments

 

Nadie lo previó, ningún analista lo incluyó en sus pronósticos y hasta los más optimistas habían aparcado hace años la posibilidad de una protesta popular en Cuba. “Ya la gente se acostumbró”, “los jóvenes prefieren lanzarse al mar que manifestarse en una plaza”, “les amputaron el civismo”, “se han vuelto mansos y dóciles”, eran algunas de las frases que nos decían desde todas partes, pero bastó la jornada del 11 de julio de 2021 para destrozar todos esos diagnósticos que nos hacían parecer un pueblo incapacitado para alzar su voz.

 

 

Aquella mañana de domingo, la chispa ni siquiera prendió en las dos ciudades más grandes del país, sino en las calles de San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, una comunidad que hasta ese momento se asociaba en nuestras mentes al río Ariguanabo, la villa del humor, su escuela internacional de cine y los largos apagones. Las primeras imágenes de la indignación popular nos llegaron a través de Facebook y Twitter, pero nuestro propio escepticismo aplacaba el entusiasmo y muchos pensábamos que era solo algo puntual y pequeño.

 

 

Luego el reclamo se extendió por Palma Soriano en Santiago de Cuba, Cárdenas en Matanzas, diferentes puntos de La Habana y otras tantas regiones. Lo que nadie había vaticinado estaba sucediendo. Para muchos, aquel fue uno de los días más importantes de sus vidas, hasta el punto de que todos en esta Isla recordamos qué estábamos haciendo cuando comenzaron las manifestaciones. Como la jornada en que nos nace un hijo, se nos muere un padre o en la que ocurre una catástrofe natural, aquel 11J ha dejado una marca en nuestras existencias.

 

Y entonces llegó la represión impulsada y aupada por Miguel Díaz-Canel y la “orden de combate” que impartió ante las cámaras de la televisión nacional, una convocatoria que podría llevarlo un día ante un tribunal para ser juzgado por azuzar la violencia y lanzar a los militares contra la gente desarmada. No solo vimos a los uniformados golpear con saña a jóvenes y adolescentes, sino que la prensa oficialista –que inicialmente se había quedado sin guion y no supo reaccionar ante el pueblo en las calles– comenzó a tratar de crear un relato diferente y paralelo a la realidad.

 

 

En esa narrativa dictada por la Plaza de la Revolución, las protestas eran pequeñas, violentas, protagonizadas por delincuentes, vándalos y marginales. Para imponer esa ficción apelaron al monopolio de la televisión, la radio y los periódicos impresos, pero ya la verdad del 11J se había colado en la retina de millones de personas gracias a las redes sociales y la prensa independiente. En las imágenes que salieron de cientos o miles de teléfonos móviles se ve a una ciudadanía que vuelve a probar, después de décadas amordazada, su voz cívica. Fue el día en que nos comimos el miedo, lo masticamos largamente y nos percatamos de que éramos mucho más los inconformes que los represores.

 

 

Después de aquellas horas luminosas, en que las protestas mostraron su talante libertario y masivo, llegó la larga noche de la represión, bajo la que seguimos ahora. Pero basta recordar aquel domingo del verano pasado para concluir que los cubanos ya no somos los mismos. Hemos gritado en las calles, hemos coreado libertad y hemos demostrado al mundo que ni cobardes ni doblegados, solo que una calculada dictadura nos impidió por mucho tiempo tomar nuestras plazas. El próximo estallido tampoco podrá preverse ni pronosticarse, pero quizás sea la última vez en que el régimen pueda aplastar el malestar y responder con golpes, disparos y tribunales. El 11J también aprendimos que el temor cambió de bando.

 

Yoani Sánchez

 

 

 

Las togas cubanas no entienden de justicia

Posted on: marzo 27th, 2022 by Maria Andrea No Comments

 

Los juristas oficiales cubanos están molestos, muy molestos. Tras las condenas, que llegan hasta los 30 años de prisión, contra cientos de manifestantes de la protesta del pasado 11 de julio, los nombres de fiscales y jueces se han difundido en las redes sociales. Junto a sus rostros aparece también la denuncia de que usaron los tribunales para enviar un mensaje de terror y, ante esta queja, los letrados han respondido con varias amenazas.

 

 

Una declaración de la filial de la Unión de Juristas de Cuba en La Habana asegura que sus miembros están siendo víctimas de una «campaña de descrédito». El texto advierte que sobre cualquier persona que se sume a esas críticas, incluso «simplemente facilitando la información», recaerá todo el peso de la ley. Añade que están dispuestos a cambiar la toga y el estrado por el fusil y la trinchera. El tono del documento recuerda más al lenguaje bélico que al jurídico.

 

 

¿Por qué está reacción tan iracunda? ¿Si consideran haber sido justos a qué se debe el malestar por que se difundan sus identidades? ¿Acaso esperaban que los familiares de los condenados iban a mantener en secreto las sentencias y a conformarse con ver languidecer a sus hijos tras las rejas? ¿Es que se creen tan por encima del pueblo que no se les puede siquiera cuestionar su desempeño? El comunicado de estos fiscales y jueces solo puede entenderse si temieran que el actual sistema político cubano tuviera sus días contados. Solo es comprensible si presienten que la posibilidad de rendir cuentas por sus actos está al doblar de la esquina.

 

Aunque a la Justicia la representan como una mujer de ojos vendados, los profesionales que se ocupan de impartirla deben regirse por la transparencia y rubricar con su firma cada proceso legal en el que participen
Aunque a la Justicia la representan como una mujer de ojos vendados, los profesionales que se ocupan de impartirla deben regirse por la transparencia y rubricar con su firma cada proceso legal en el que participen. No se trata de una banda de forajidos con pasamontañas ejecutando a presuntos culpables en medio de un bosque en la oscuridad de la noche, sino de personas que se graduaron de una especialidad que implica la responsabilidad de asumir públicamente sus decisiones y fallos.

 

 

La declaración intimidatoria difundida por la Unión de Juristas hunde más en el descrédito a un sistema penal sin independencia que se ha prestado para intimidar a la ciudadanía y privarla de su derecho a la protesta cívica. Con sus actos, y ahora con sus palabras, dejan claro que su lugar no está del lado de las garantías procesales sino del poder político. Han usado los juzgados con el fin de respaldar una ideología. Han enlodado sus togas.

 

 

Aunque el texto oficial está salpicado de frases agresivas, entre líneas se lee el miedo. En lugar de una reivindicación de su ejercicio de la jurisprudencia es en realidad el comunicado de gente que le tiene pavor al futuro. Cada palabra allí escrita es una evidencia del espanto que les crece por dentro, cada vez que imaginan que un día podrían terminar en los tribunales, ante un jurado que no responda a un Partido sino a la ley.

 

Yoani Sánchez

14ymedio.com

 

La nueva ruta de escape para los cubanos se llama «Nicaragua»

Posted on: noviembre 30th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

Decenas de personas esperan en la fila de la aerolínea Copa Airlines, en La Habana, para obtener un boleto hacia Managua. (14ymedio)

 

Uno de los primeros recuerdos que conservo data de 1980, cuando todavía no había cumplido los cinco años. En la cuartería de La Habana donde vivía los gritos de varios vecinos captaron mi atención y me asomé al pasillo. Un grupo numeroso gritaba insultos contra un joven que había decidido emigrar a través del puerto de Mariel y en mi memoria se grabó para siempre aquella explosión de palabrotas y rostros descompuestos.

 

 

Ahora estamos viviendo otra estampida, pero a diferencia de aquellos años, cuando el oso soviético enviaba cuantiosos recursos a Cuba, los piquetes oficiales no tienen huevos para lanzar contra las puertas de los que quieren escapar del país ni pintura para embadurnar con consignas sus muros. En lugar de eso, las autoridades parecen deseosas de que se alivie la presión de la olla social y se sumen nuevos emigrados a la lista de los que mandan remesas a la Isla.

 

 

En esta ocasión, en lugar de optar por abrir un embarcadero para todos aquellos que quisieran venir a buscar a su familia o por quitar el cierre a las fronteras para que miles de paupérrimas balsas crucen el estrecho de Florida, como ocurrió en 1994, al oficialismo se le ha ocurrido una fórmula que mata varios pájaros de un tiro. Gracias a la complicidad con su aliado político Daniel Ortega, se ha anunciado esta semana que los cubanos no necesitan visado para entrar a Nicaragua.

 

 

El país centroamericano se convierte así en la esperanza de todos aquellos que ya no aguantan más las estrecheces materiales y la falta de libertades
El país centroamericano se convierte así en la esperanza de todos aquellos que ya no aguantan más las estrecheces materiales y la falta de libertades. Pero Managua no es el destino final, solo un primer paso para emprender la ruta hacia la frontera sur de Estados Unidos. La Plaza de la Revolución bien sabe de estas expectativas y calcula que en unos meses miles de sus ciudadanos se agolparán en esos puntos fronterizos reclamando entrar.

 

 

Con la jugada que acaba de hacer, el régimen cubano se asegura de que Joe Biden tenga muy pronto un quebradero de cabeza y una gran discusión interna debido al aumento considerable en el número de migrantes provenientes de esta Isla. De paso, se libra dentro del territorio nacional de los más inconformes y rebeldes, que podrían protagonizar la próxima explosión social al estilo de la ocurrida el pasado 11 de julio.

 

 

Pero las salidas masivas son un arma de doble filo. La Administración estadounidense puede tomarse el asunto de una forma muy diferente a la que proyecta La Habana, y la escapada de miles de cubanos dejaría también muchos efectos en una sociedad ya envejecida. Si a lo largo de los próximos meses esta Isla pierde a parte de los jóvenes, los profesionales y a aquellas personas con la suficiente autoestima para creer que pueden prosperar en un escenario competitivo, no solo se estará retrasando un cambio democrático, sino que también se estará aplazando la recuperación económica y el desarrollo de todo el país.

 

 

Juguetear con la alquimia migratoria puede traer también otras amargas sorpresas para el castrismo.

 

Yoani Sánchez

14ymedio

 

La cuerda se tensa mientras se acerca el 15 de noviembre

Posted on: octubre 14th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Están vestidos de civil y simulan esperar el ómnibus o conversar en una esquina, pero todos saben que son segurosos, la palabra popular para llamar a los agentes de la temida policía política. Su presencia ha aumentado en las calles cubanas desde las protestas populares del 11 de julio pasado y se espera que crezca aún más, a medida que se acerca el 15 de noviembre, la fecha elegida por la plataforma de activistas Archipiélago para realizar una marcha pacífica.

 

 

Usando a su favor la propia legislación vigente, varios jóvenes entregaron solicitudes a las autoridades locales -en al menos seis provincias- para manifestarse el próximo 20 de noviembre. Quienes redactaron el texto apelaron a las garantías que brinda la Constitución para el respeto de los derechos de reunión, manifestación y asociación. Además, pidieron a las autoridades que dispusiera que las fuerzas del orden del país brindaran a los manifestantes “la debida protección”. Aquella misiva fue como dar un golpe en el avispero.

 

 

De inmediato comenzaron los voceros oficiales a llamar “asalariados del imperio” a los organizadores de la marcha, algunos de ellos han sido amenazados por la Seguridad del Estado, su servicio de telefonía móvil cortado y los alrededores de sus casas vigilados. Sobre estos jóvenes han caído todos los proyectiles del fusilamiento de la reputación y las presiones sobre los familiares más cercanos para que les aconsejen no seguir con tal empeño.

 

 

Pocos días después de entregada la misiva, el oficialismo se sacó de la manga el anuncio de que en la fecha propuesta iba a hacerse un ejercicio militar nacional, en evidente respuesta al pedido de los activistas. Pero estos no se dejaron amilanar y adelantaron para el 15 de noviembre la convocatoria, entregando nuevamente los documentos a los gobernadores locales. Este martes la respuesta del Gobierno ha sido categórica: considera que la iniciativa es “ilícita” y la tilda de “provocación para un cambio de régimen”.
De esa manera, el oficialismo actúa sin sorpresas, pero también apuesta por una postura peligrosa. La Plaza de la Revolución ha optado por no permitir ni un milímetro de disenso público, quiere prolongar por más tiempo estos 62 años sin marchas legales de inconformidad ciudadana, sin obreros que puedan tomar las calles demandando mejoras salariales ni opositores políticos que muestren en una plaza sus críticas al Ejecutivo. El castrismo ha decidido seguir mostrándose inquebrantable.

 

 

Sin embargo, dice un proverbio japonés que “el bambú que se dobla es más fuerte que el roble que resiste”. No ceder, no optar por permitir la marcha y encerrarse en la intransigencia puede ser uno de los más graves errores que cometan los dirigentes en estos estertores finales del sistema. Después de la demostración de hartazgo popular que los cubanos protagonizaron en el verano, elegir la mano dura y la represión es como darse un tiro en el pie. Podrían estar acelerando su caída y, en el peor de los casos, conduciendo al país hacia una guerra civil. En fin, no saben lo que hacen.

 

Yoani Sánchez

 

 

Este artículo fue originalmente publicado en Deutsche Welle para América Latina el 13 de octubre de 2021

Los ruidos de la crisis en Cuba

Posted on: agosto 25th, 2021 by Super Confirmado No Comments

 

 

Amanece y el sonido de unas gallinas de un patio cercano se oye por todo el barrio, al llegar el mediodía se escuchan los gritos de una vecina que avisa que hay plátanos en el mercado de la calle Tulipán y, en la tarde, el chirrido de una carretilla cargada con dos chiquillos nostálgicos de un parque de diversiones se cuela por las ventanas. Son los sonidos de la crisis en Cuba.

 

Aunque las imágenes de largas colas, de las caras sin sonrisa y las bolsas vacías son las más recurrentes a la hora de describir la actual situación de esta Isla, hay una banda sonora del descalabro que apenas se describe pero que nos rodea por todas partes. Algunos de esos ecos se parecen a los que escuchábamos en los años 90, durante el Período Especial, como si la aguja del tocadiscos de nuestras vidas hubiera saltado y vuelto a comenzar otra vez a reproducir la misma música.

 

Estos últimos tiempos me recuerdan a aquella época en que unos vecinos de nuestro edificio criaron un puerco en su baño y para que no molestara demasiado le operaron las cuerdas vocales, al final el animal emitía un sonido ronco y aspirado mucho más inquietante que su gruñido original. Ahora, en un balcón cercano mantienen encerrados en una jaula a varios guanajos [pavos] que cloquean todo el tiempo, una práctica que intenta garantizar algo de proteína para las familias temerosas de que lleguen peores tiempos.

 

 

Pero también hay otro tañido permanente y es el de la irritabilidad. Llegan las palabrotas de las peleas hogareñas azuzadas por la falta de recursos y el forzado confinamiento que ha traído la pandemia en las familias con casos positivos por covid-19; el llanto de los niños que no entienden por qué no pueden salir a jugar y los sollozos del hijo cuya madre murió por falta de oxígeno o de medicamentos.

 

Una resonancia asfixiante, el coro de una ciudad y de un país desesperado.

 

Este artículo fue publicado originalmente en 14ymedio el 24 de agosto de 2021

 

Ahora son ellos los que nos tienen miedo

Posted on: julio 17th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

En la cola nadie habla. Una mujer se mira la punta del zapato y un joven tamborilea con los dedos sobre la pared. Han pasado unos pocos días desde que los cubanos tomaron las calles en una protesta sin precedentes en los últimos 62 años y la indignación invade cada espacio. En la medida en que salen imágenes de la brutalidad policial, más testimonios de madres con sus hijos desaparecidos desde aquel domingo y los videos de las ciudades militarizadas, la irritación popular crece.

 

 

Cualquiera que, antes de esa fecha ya histórica, no conociera la Isla pudiera decir que las autoridades han logrado controlar la situación y que la calma reina otra vez en las calles cubanas. Pero, en realidad esta aparente tranquilidad es solo espanto, ira y dolor. En La Habana la tensión puede cortarse en el aire y por todas partes hay policías, militares y civiles  afines al Gobierno con improvisados garrotes en las manos. Dentro de las casas el malestar aumenta y las lágrimas corren. Pocos han vuelto a dormir una madrugada completa.

 

 

Miles de familias buscan a alguien en las estaciones de policía, otras tantas esperan que los uniformados toquen a su puerta para llevarse a algún pariente sospechoso de participar en las protestas. Algunos nuevos focos de inconformidad estallan en diferentes puntos de la geografía nacional y son ahogados a golpes y disparos por las tropas especiales, las temidas “avispas negras”. Numerosos periodistas independientes están detenidos, otros bajo encierro domiciliario y el acceso a internet ha sido censurado en varias ocasiones desde que estalló la primera demostración popular.

 

 

El pueblo que las autoridades mostraban como fiel en su totalidad al sistema, dócil y apacible ya no existe. En su lugar, hay un país lleno de gritos, algunos a voz en cuello y otros sordos que no se puede calcular con exactitud cuándo estallarán. La Cuba real se ha distanciado aún más de la nación que habita en la prensa oficial. Mientras la primera siente que ha recuperado la voz cívica, probado masivamente su fuerza en las calles y degustado decir en voz alta la palabra “libertad”; los titulares controlados por la prensa oficialista hablan de conspiraciones llegadas desde fuera, de grupúsculos que se manifestaron y de delincuentes que vandalizaron mercados. Ambos relatos son excluyentes y no podrán coexistir por mucho tiempo.

 

 

Miguel Díaz-Canel ha intentado matizar ante el micrófono las primeras palabras que pronunció aquel domingo cuando, prácticamente a cada hora, se sabía de un nuevo foco de protesta. “La orden de combate está dada” y “estamos dispuestos a todo”, amenazó entonces y el fantasma de la guerra civil sobrevoló el archipiélago. Ahora, sin retractarse de aquellas palabras, intercala conceptos como “armonía”, “paz” y “alegría” pero no logra convencer, porque a la par de esas frases almibaradas cientos de ómnibus por todo el país siguen desembarcando sus tropas de choque en plazas y barriadas.

 

 

Hasta ahora, la única flexibilización anunciada, en un intento de apaciguar las protestas, ha sido eliminar el límite para que los viajeros traigan a la Isla medicamentos, alimentos y productos de aseo. Pero la medida llega tarde, después de años de exigencias y ha sido vista como una migaja ante el fuerte reclamo social de que se desmantele el sistema, renuncien sus principales figuras y se comience cuanto antes una transición a la democracia. “La libertad no cabe en una maleta“, advierten muchos en las redes sociales, como tampoco a la rebeldía la detiene un escudo policial. “Teníamos tanta hambre que nos comimos el miedo”, se lee también por doquier. Pero ahora tenemos tanta ira que son ellos los que nos temen y se les nota.

 

Yoani Sánchez

 

 

Este texto fue originalmente  publicado en  Deutsche Welle para América Latina

 

 

 

Y las calles cubanas hablaron alto y claro

Posted on: julio 12th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

Escenas inéditas y hermosas por todo el país, como si la chispa de San Antonio de los Baños hubiera prendido en la hierba seca del encono social
Yoani Sánchez – 14ymedioHace 4 horas0 27

 

 

Solo era cuestión de tiempo. La frustración y la desesperanza se habían ido acumulando y este domingo las calles estallaron. Miles de cubanos salieron de sus casas a ejercer el derecho a la protesta cívica, ese que le han arrebatado por más de medio siglo. Con sus gritos de «Abajo la dictadura» dejaron claro que ni el adoctrinamiento ni el miedo han logrado cercenar en esta Isla las ansias de libertad.

 

 

 

Salieron los jóvenes, esos que crecieron con la dualidad monetaria, la falta de sueños, los apagones y el lavado de cerebro constante en las escuelas. Salieron las amas de casa, cazuela en mano para al menos hacer sonar unas ollas en las que apenas hay algo que echar. Salieron los padres de familias y sus nietos; los primeros, parte de una generación que ayudó a construir el actual modelo autoritario, y los segundos, potenciales balseros en el Estrecho de Florida. Salió la gente.

 

 

 

Escenas inéditas y hermosas por todo el país, como si la chispa de San Antonio de los Baños hubiera prendido en la hierba seca del encono social. El Capitolio de La Habana estremecido con los gritos de «libertad», las calles de Cárdenas con un cordón humano que desafiaba a las tropas de choque, Palma Soriano sacudido por las manifestaciones, Alquízar volcada a sus callejones sin asfaltar y Camagüey con un río humano en sus plazas.

 

 

 

Este 11 de julio demostramos al mundo y a nosotros mismos que somos muchos más que quienes nos aplastan

 

 

 

Este 11 de julio demostramos al mundo y a nosotros mismos que somos muchos más que quienes nos aplastan, que cuando nos unimos y actuamos ellos solo pueden amenazarnos, encarcelarnos o matarnos pero no convencernos de seguir aceptando el yugo. Ahora, el oficialismo hará su versión de los hechos y culpará al vecino del Norte, pero todos sabemos que fue la espontaneidad y la masividad el signo distintivo de estas protestas.

 

 

Se veía venir, solo había que tener el oído atento a la realidad para notar el ruido interno que crecía y que ayer se sacudió la mordaza.

 

 

Si no fuera por el mango

Posted on: julio 9th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

De todos los horrores vividos en Cuba durante la crisis de los años 90, había uno que se anunciaba como una posibilidad pero que no llegó a materializarse: la temida Opción Cero, en que el país quedaría totalmente detenido por la falta de combustible, las familias serían reubicadas en campamentos y la olla colectiva se convertiría en el único suministrador de la poca comida que nos llevaríamos a la boca.

 

 

En mi adolescencia, me imaginaba un futuro de gente esquelética alrededor de una fogata donde solo hervía agua con algunas piltrafas, mientras los altavoces seguían transmitiendo los discursos del rozagante líder y sus llamados al sacrificio ajeno. Afortunadamente, antes de llegar a ese escenario, al peor estilo de Kampuchea, tuvo lugar una tímida apertura económica que nos alejó de la sopa comunitaria; pero los temores no cesaron con las flexibilizaciones, solo se aparcaron temporalmente.

 

 

Este martes en la mañana recorrí varios mercados de La Habana. Las tarimas prácticamente vacías y las caras largas de los clientes me trajeron de vuelta aquellos miedos. ¿Estaremos al borde de la Opción Cero? “Al menos nos quedan los mangos”, me contestó un vecino cuando le compartí mis inquietudes. Con el verano y la llegada de las lluvias los árboles están cargados de esa fruta a la que “el castrismo no ha logrado destruir”, añadió el hombre.

 

 

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Sin embargo, la temporada de mango dura solo unas semanas. Después de que los últimos frutos caigan de sus ramas, ¿con qué vamos a llenar el hueco que dejarán esas tajadas amarillas y dulcísimas que ahora ponemos sobre el plato? Me temo que la crisis humanitaria que lleva meses sobrevolándonos ya está aquí. Cada día que pasa sin que las autoridades reconozcan la gravedad del colapso son vidas que se pierden, y no solo por un rebrote de covid-19 que se le ha ido de las manos al régimen, sino por la falta de nutrientes y medicamentos.

 

 

Son momentos de aparcar la arrogancia y el orgullo político para pedir ayuda internacional urgente, dejar de maquillar titulares y poner punto final a la táctica de inflar estadísticas productivas. El conteo regresivo empezó y apenas nos queda el tiempo en que maduran los últimos mangos que cuelgan de las matas.

 

 

Yoani Sánchez: 

 

 

Este artículo se publicó originalmente en 14ymedio el 6 de julio de 2021