|

Años de oscurantismo informativo en Venezuela

Posted on: junio 29th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Donde la desinformación es la regla las cosas no pueden marchar bien. Aquí los sistemas se comportan de manera impredecible, dejan a un lado cualquier análisis de tendencias y escenarios. El respeto por las ciencias se perdió, lo que dio paso a una seguidilla de individuos que casi esotéricamente gobiernan al país con mayor reservas de petróleo en el mundo, Venezuela, en una suerte de «como vaya viniendo, vamos viendo».

 

 

 
El rector de esta atolondrada manera de hacer política fue sin duda el finado Hugo Chávez, a quien se le atribuyen adjetivos como «supremo», «eterno» e «inmortal». En su oportunidad, entre coplas y populismo, pavimentó el camino para esa especie de ensayo y error de gobierno. Las políticas públicas se convirtieron en el resultado de acciones reactivas, dementes y erráticas, que oscilaban según los cambios de la Luna.

 

 

 
Pero parecería que sus seguidores, jefes del partido de gobierno, Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), hicieron bien la tarea al replicar no sólo sus ideas poco ortodoxas, sino, además, llevar al límite de la incredulidad al ciudadano promedio, que pasó del «No vale, yo no creo» a «Aquí puede pasar cualquier cosa» y más en un esquema de gobierno ajeno, atípico, desafinado.

 

 
Han sido años de oscurantismo informativo los que ha vivido Venezuela.Los medios, los pocos medios que quedan, están plagados de artimañas legales, jurídicas y políticas que los han llevado al colapso económico, por no agregarle ya el descalabro del país como sistema.

 

 

 

Hemos dejado a la suerte el futuro de Venezuela. A la buena de Dios, o a los designios de quien las autoridades crean. Las estadísticas, las matemáticas, la sociología, la ingeniería quedaron en un segundo plano para ver con total estupefacción cómo se transmitía en cadena nacional a un chamán haciendo un rito para que lloviera, en una dramática crisis de generación eléctrica más producto del desfalco a la nación por treinta mil millones de dólares que no se vieron y por la ineficiencia y la falta de mantenimiento del sistema eléctrico nacional que por las consecuencias del fenómeno climatológico El Niño, recurso obligado para el discurso revolucionario y cómplice.

 

 
Debemos ser francos. Es cómplice el que defiende aún a este sistema de gobierno. Tan culpable como los corruptos que, en nombre de una supuesta ideología, se robaron los sueños, la seguridad, la medicina y los alimentos de los venezolanos. Es cómplice el que acepta que en la crisis se utilice reiterada y groseramente la imagen de Chávez para reflotar un sentimiento que transmutó del amor popular al rencor y la decepción por tantos sueños rotos, por tanta mentira puesta en evidencia.

 

 
Nuestro deber es mostrar un país que lo tiene todo, a pesar a sus gobernantes. Un país que, aunque enfermo socialmente, tiene cura y puede apartar tanto a cómplices como a autores para dar paso a su reconstrucción a partir de un verdadero y genuino esfuerzo, no de barriles de petróleo ni de oro. En nuestro sacrificio estará el futuro, en nuestras manos y nuestro sudor. No dejemos el futuro a la suerte, ya vimos cuáles son las consecuencias de hacerlo.

 

 

Vladimir Kislinger
@leadpoz

“Enchufados” de un país desenchufado

Posted on: mayo 6th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Mucho hemos hablado de los enchufados y sus grandes fortunas en todas partes del mundo. Lujos, carros deportivos y una opulencia que, lejos de ser ocultada por necesidad, ha sido dada a conocer a los cuatro vientos, amparados por ese gran axioma venezolano que es la impunidad. Y es que no necesitaron ni las empresas offshore para ocultar sus fortunas. La corrupción nos ha pegado una cachetada en la cara, a plena luz del día, para luego dejarnos en penumbra.

 

 

Esta es una diplomacia de mafiosos. “Usted roba, váyase con sus millones a un consulado”. “Usted es ineficiente, tome esta embajada y viva tranquilo por unos cuantos años”. “Usted es profundamente patriota-revolucionario y además sostiene un cargo público, pues es el momento preciso para montar una estética en Miami, por ejemplo”. Ni hablar de los ministros “quita y pon”, que van dejando una estela de pobreza, corrupción, hambre y miseria sólo superada por el nepotismo y la negación.

 

 

Mientras tanto, Venezuela vive una de sus peores épocas en toda su historia. En un país dividido en dos, el mediático-gubernamental que hace de todo una novela, una dramatización en los géneros de ficción, suspenso y drama, y otro país más terrenal, aterrizado, ese que se despierta con el corte de luz y que llega a casa siempre y cuando la “buena voluntad” del malandro así lo quiera.

 

 

Son horas, días, años y generaciones perdidas. Nos desenchufaron, cual paciente terminal. Las raciones de agua y comida fueron reducidas hasta el mínimo posible, así como las de medicinas y la atención de los servicios públicos. Dejamos de trabajar, de producir, de soñar.

 

 

La institucionalización de lo improvisado trastocó nuestros esquemas, nuestra cultura y la planificación a futuro. El futuro es ahora, es el empaque de harina Pan que espero conseguir en el mercado de los chinos, es el jabón y el shampoo que le compraré al bachaquero en la noche al salir a casa, es el pote de agua que llenaré para lavar los corotos y poder bañarme cada dos días, en el mejor de los casos.

 

 

Los enchufados nos desenchufaron. No es la guerra económica, no es el imperio, ni Álvaro Uribe. Son los corruptos boina rojas que se valieron del mayor capital de la historia de Venezuela para, embelesados por el poder y la fortuna, dejarnos el cascarón vacío, la casa sin luz, el estante sin comida.

 

 

Paradójico es el simple hecho de saber que luego de tantos años lo re-estatizado volvió a manos de inversionistas privados y extranjeros, con muchos más cuestionamientos que los que les precedieron, que, a pesar de haber “invertido” más de sesenta mil millones de dólares en el sector energético, hoy día se viva uno de los racionamientos eléctricos más cruentos de la historia nacional. Y ni hablar del paro gubernamental que llevó a la administración pública a trabajar solamente ocho horas a la semana, para luego detener el país otros cinco días sin justificación real ni coherente.

 

 

Nos desenchufaron, esa es la realidad. Jugaron sistemáticamente con la paciencia del pueblo, con el hambre de la gente. Pero como todo tiene un límite, los últimos acontecimientos han demostrado que cuando la gente se cansa y se obstina, el cortocircuito llega. Y como los enchufados no son electricistas de verdad, pues el chispazo los sorprenderá en el momento más inesperado.

 

Vladimir Kislinger

|