Milagros cancelados, las dos acepciones

Posted on: junio 25th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Nos movemos entre esplendorosos y fugaces amaneceres y noches tan largas que parecen definitivas, rodeados de miles de explicaciones que no se entienden y son indigeribles aunque las masticamos, molemos y simplificamos una y otra vez. El paisaje cotidiano, el vecino amable, pero también el gritón y agresivo, los pájaros y los árboles –no hablemos de la farmacia de siempre o el botiquín con la cervecita cubierta de escarcha– han devenido en recuerdos imprecisos y tan lejanos que no nos atrevemos a aceptar que nos pertenecieron. Vivimos entre ruinas: techos desplomados, paredes que apenas se sostienen y ventanas atravesadas por la nada.

 

No hay principio ni fin. Es una calle ciega, un desierto infinito. Un llanto seco e impaciente que nadie escucha, una estampida. Todo tiene una razón, una lógica, un comienzo, pero no se entienden ni se atienden. Cada día coincide con un paso más hacia donde la nada se multiplica y algunos intentan ver algún punto de luz sin abrir los ojos, confían en su oído o en un golpe de suerte. Alimentar guacamayas en el balcón no las salva de una muerte segura, las hace más indefensas ante los nuevos predadores, los cazadores furtivos urbanos.

 

 

Las avenidas, los puentes y las laderas, al igual que las quebradas y los centros comerciales, se han ido poblando de ruinas como si los sueños de un arqueólogo enfermizo hubiesen invadido el vecindario. Las bibliotecas tienen menos libros y los depósitos de los museos se han vaciado, también las redacciones de los diarios, los estudios de las televisoras, los centros de enseñanza y de investigación. Un manto pegostoso, grisáceo, pesado y maloliente cubre ciudades y pueblos. Los peatones parecen detenidos, quietos.

 

 

En los centros de detención, tortura y muerte se mantiene una febril actividad. El movimiento –la planificación de operativos, allanamientos y detenciones– no se detiene. Se compran y se desechan equipos de escucha telefónica, de rastreo que radiografían data y desencriptan mensajes por Internet. Son centros de inteligencia, salas de análisis situacional en cuatro idiomas y a veces seis, si se agregan el turco y el sueco al chino, el ruso, el iraní y el cubano. Es un gran fracaso ideológico, que supera el Gran Salto Adelante de Mao Tse-tung y la Revolución Cultural china. Se han ido 4 millones de personas y cada día aumenta la tasa de idos, pero eso no preocupa a quienes detentan el poder. Su gran preocupación, el último motor de la revolución en marcha, es preparar una gran explanada de reconciliación para ser perdonados y en los próximos quinientos años no haya resentimientos ni reclamos. Poder disfrutar del derecho humano a la paz.

 

 

Víctimas y victimarios, como han solicitado y esperan las naciones que presumen civilidad y don de gentes, se abrazarán y reconciliarán sin importarles los niños que han muerto de hambre o por falta de medicinas, los cientos de miles que quedarán baldados por efectos de la represión, los tiroteos y allanamientos en la madrugada y a plena luz del día; tampoco el llanto de los ancianos abandonados, los profesionales sin trabajo y los obreros que han visto evaporarse su salario y su futuro. Será un abrazo desgarrador que borrará odios y resquemores. La felicidad absoluta. Beneficiará al opresor, al ladrón, al mal gobernante, como el indulto del ladrón crucificado al lado de Cristo. Los países civilizados habrán evitado una guerra fratricida, que es cuando Abel se rebela y evita que Caín siga desollando hermanos en el nombre de la pureza ideológica o para no tener que explicar el desastre en que convirtió el Paraíso. Regalo retrato de Henri Falcón y Enrique Ochoa Antich, no se aceptan devoluciones.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Peor de lo pensado

Posted on: junio 11th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

No hay estadísticas, solo cifras al azar, lo cierto es que cada día circulan menos vehículos, aunque las colas por gasolina en las estaciones de servicio sean enormes. Las ciudades se han ido quedando solas y a oscuras. Pocos se arriesgan a salir de noche, a menos que sea una emergencia médica o a buscar una medicina. Un país de fantasmas con pueblos fantasmas, sin agua, sin electricidad y sin nada que hacer. Es el socialismo del siglo XXI azuzado con un retrato falso de Simón Bolívar en cada anuncio oficial.

 

 

Un país destruido, una nación a la deriva, un Estado carcelero. En el sur, en la zona más indefensa y vulnerable, donde se guardaba la fábrica de agua para el futuro y se protegía la biodiversidad, que es la vida de todos y no solo de los que detentan el poder, mandan la codicia y la ignorancia. El Arco Minero ha sido la legalización del genocidio y la destrucción. Unos pocos se hacen muy ricos mientras condenan a la indigencia más miserable al resto de la población. Los diamantes, el oro, el uranio y el coltán que ofrecen a rusos, bielorrusos, iraníes y chinos deja sin futuro a los nacionales, a los verdaderos dueños de esas riquezas naturales.

 

 

En noviembre de 1998, en el extinto Gran Salón del Caracas Hilton, el candidato que lideraba las encuestas y que se había ganado el respaldo de los ambientalistas porque rechazaba el aprovechamiento minero de la reserva forestal de Imataca y que un tendido eléctrico atravesara zona sagrada pemón en la Gran Sabana profirió la mayor mentira de todos los tiempos, que prefería un vaso de agua fresca que todo el oro que se pudiera extraer de las selvas al sur del Orinoco. El enorme aplauso que le dieron todavía retumba en la conciencia de la mayoría de los engañados.

 

 

No solo se desdijo sobre el tendido eléctrico, sino que no le importó la muerte a mano de la represión militar, sus hombres, de doce indígenas que se oponían a la construcción de las torres. Al decreto que le entregaba a la minería lo que dejaban los explotadores forestales de Imataca solo le cambió el número, el palabrerío siguió apuntando contra la conservación de los bosques y sus habitantes. Veinte años después se agudizó la corrupción y se multiplicó la destrucción irreversible de la naturaleza. La minería ilegal –gambusinos con fusil al hombro y respaldo del hamponato internacional– extrae metales preciosos de los parques sin consecuencias legales y con grandes ganancias que no declaran al fisco, apenas al jefe militar que los cuida y alienta.

 

 

Nadie habla ahora de especies en peligro de extinción. Todas corren el riesgo de desvanecerse para siempre. El jardín botánico se quedó sin agua y sin dolientes. Desaparecieron, se carbonizaron, colecciones completas, y del herbario que era el orgullo de Tobías Lasser y Leandro Aristeguieta apenas quedan dos macetas de plástico y una de arcilla. El Museo de la Estación Biológica de Rancho Grande agoniza con la misma prontitud que lo hacen los museos de arte y desaparece el mobiliario urbano de las ciudades que se quedan sin alumbrado, sin plazas y sin bancos dónde sentarse. El país en su totalidad se transforma en polvo cósmico, en vacío, en un indetectable hueco negro en el cual reverberan las consignas y amenazas de los personeros de la revolución y sus matones de sueños.

 

 

Nadie se hace responsable ni en el alto ni el bajo gobierno. No explican, decretan; no hablan, ordenan; no disienten, matan; no gobiernan, usurpan para salvar la cartera y los dineros mal habidos. Parecen estatuas de sal con los ojos fijos en la nada. Tampoco hay dónde quejarse ni nadie que escuche los reclamos. Los lamentos se multiplican y el ay, mi madre se repite de boca en boca. Ha sido mucho peor que lo advertido y de lo esperado, pero las esperanzas no ceden aunque carezcan de fundamento. Vendo callejón de milagros inéditos y alegrías por inventar.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Infierno propio

Posted on: junio 4th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

En el socialismo del siglo XXI no hay campos de concentración, hay hospitales. Los resultados son los mismos. Las muertes son diarias y no existe compasión alguna. Los pacientes van cayendo como fichas de dominó y nadie conoce su posición en la cola ni cómo funciona el algoritmo. Es una guerra del Estado contra la población en general en el nombre de la construcción de una sociedad más justa y más libre. Mientras funciona la dialéctica de Hegel, la lucha de los contrarios que generará la irrupción de la síntesis con los mejor de ambos –es los que enseñaba Carlos Marx–, campea la muerte, la destrucción, la inseguridad y el sálvese quien pueda.

 

Los campos de concentración son un perfeccionamiento de Vladimir Ulianov Lenin de los centros de aislamiento de los zares y que los secuaces de Adolf Hitler y Stalin llevaron a una etapa superior. Pese a los reclamos civilizados de los más variados gobiernos y de la vergüenza que entrañan para la humanidad, siguen operando en muchos países con distintos nombres y diversos fines. Son más crueles en la medida en que los gobernantes se sienten más débiles.

 

 

En Cuba hubo campos de concentración para disuadir a los “disidentes” y a los homosexuales, travestis y proxenetas. Ahí fueron a parar con sus huesos y dolores filósofos marxistas, artistas revolucionarios y poetas de dar y recibir. Las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción, nada indica homofobia) fue la alternativa que encontraron para contrarrestar el paredón que aplicaba el submédico Ernesto Che Guevara hasta a las mujeres infieles. Por ignorancia o masoquismo muchos gays lucen en su pecho el rostro de Guevara en las marchas en las que ondean con orgullo la bandera del arcoíris. Por mucho tiempo fue un secreto, pero fueron los hijos de los revolucionarios con preferencias sexuales heterodoxas los que alzaron la voz: la hija de Raúl, el hijo de Fidel, la hija del Che. Jean Paul Sartre ni Simone de Beauvoir, tampoco Michel Foucault, salieron a defender la libertad sexual, como tampoco lo hizo Julio Cortázar en el caso del poeta Ernesto Padilla y sus versos “contrarrevolucionarios”.

 

 

En los hospitales del siglo XXI los niños esperan la muerte con los ojos idos y el estómago vacío. No reciben leche ni proteína alguna. A veces agua de avena o un carato frío que nadie sabe con qué lo hicieron. Los adultos no tienen un trato distinto. Los que necesitan diálisis llevan su propia cuenta y las mujeres que dan a luz no saben si agradecer a Dios o volverse ateas. Fuera, en los barrios y urbanizaciones, no es distinto. Falta todo y no se consigue nada, pero siempre aparece un opinador-influencer del régimen como William Castillo para advertir contra las manipulaciones del imperio yanqui a través de la serie Chernobyl, como si la vida diaria, las decisiones y las injusticias cotidianas cometidas por los funcionarios no ratificaran la total ausencia de humanidad de los gobernantes. Stalin decía que un millón de muertos es una estadística y un muerto una tragedia, pero solo para sus familiares y amigos. Castillo es un mentiroso compulsivo y bien pagado.

 

 

En Venezuela se viven millones de tragedias diarias. Unos emigran y otros mueren, los matan o se suicidan. El mundo permanece expectante y va de sobresalto en sobresalto, pero nadie mueve un dedo. Ha ocurrido antes. Pasó en Ucrania, en Polonia, en la antigua Yugoslavia, en Armenia, en el Tíbet, en Haití y en cada milímetro de África. Las grandes potencias no actúan porque mueran siete niños o tres adolescentes se ahorquen, lo hacen cuando sus intereses geoestratégicos o su seguridad peligran. No es tan sencillo como decidir sobre el ganador de un premio de literatura en concordancia con las coordenadas del mercado editorial.

 

 

Algunos pocos –osados en extremo– hablan de guerra civil o de invasiones humanitarias, pero los que más repiten su cantaleta son los que favorecen el diálogo, el entendimiento, la negociación y el “adelanto” de las elecciones como si se tratara de que siguiera el juego de abalorios y en algún momento actúe la astucia de la razón, que fue lo que encontró Hegel para que los humanos creyéramos que en el mundo real siempre ganan las buenas causas o, en su defecto, los buenos. Hegel nunca imaginó en su pensamiento abstracto que sería posible un gobierno de la delincuencia, sin principios ni valores, sin un gesto de civilización, de pura maldad. Lo tenemos. Presto salto al vacío y regalo entrada al infierno.

 

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

 

 

Lengua de trapo

Posted on: mayo 29th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

El padre de Freddy Alirio Bernal Rosales fue un aguerrido tachirense que se fajaba a defender la dictadura de Pérez Jiménez en cualquier esquina y circunstancia. Militó en la Cruzada Cívica Nacionalista, el partido que fundaron los perezjimenistas en la democracia, no porque fuera conservador ni hombre de derecha, sino porque era su opción real de ser gobierno y mandar. Llegó a cabo II cuando prestó el servicio militar obligatorio y siempre pensó que Venezuela necesitaba ser gobernada con puño de hierro.

 

Su hijo quiso seguirle los pasos y se incorporó a la Escuela de Formación de Oficiales de las Fuerzas Armadas de Cooperación, la Efofac, pero no dio la talla y le dieron la baja a los pocos meses. No era aficionado a jugar beisbol ni animaba, obvio, actos culturales. Encontró una opción para canalizar su afán de disciplina y mando en la escuela de suboficiales de la Policía Metropolitana en El Junquito. Ahí obtuvo el grado de subinspector y luego el diploma de licenciado en Ciencias Policiales. El papel aguanta todo.

 

 

En la PM se destacó por su osadía y afán de figurar. Aunque indisciplinado, lo nombraron jefe del grupo CETA, el Comando Especial Táctico de Apoyo, sobre todo por su actuación en el grupo motorizado policial conocido como los “pantaneros”, con mucha mala fama en los barrios de Caracas, una especie de SWAT venido a menos en dos ruedas que se encargaba de procedimientos difíciles y peligrosos, casi siempre extrajudiciales por cuenta propia.

 

 

Hizo cursos de paracaidismo y de supervivencia. Ha contado que cuando estaba franco se iba a los laberintos del Ávila a entrenarse para sobrevivir en las peores condiciones. Asegura que no sintió repulsión el día que tuvo que comerse a su mascota, el perro que lo acompañó por dos años, para demostrarse a sí mismo y a los policías que entrenaba que los sentimientos no deben obstaculizar el cumplimiento de las tareas encomendadas.

 

 

Desde niño ha tenido problemas con el lenguaje, tanto en la entonación como en la pronunciación, pero ni en San Cristóbal ni en Capacho, donde pasaba largas temporadas, había terapistas del lenguaje ni su deficiencia fue motivo de preocupación para los padres. Los compañeros de clase le decían “lengua ’e trapo” y hasta se fue a los puños con algunos. Como suboficial de la PM le decían “Flaco”, y entre los voluntarios de los grupos que entrenaba con su lugarteniente Iván para las operaciones de subsistencia del MVR –asaltos y secuestros– le decían “el Poli”.

 

 

Saltó a la política abierta cuando con varios funcionarios de CETA se incorporó a la intentona golpista del 27 de noviembre de 1992 y desde dos helicópteros que apenas volaban intentaron bombardear el Palacio de Miraflores. Todos fueron capturados, pero los expulsaron sin someterlos al juicio correspondiente.

 

 

A partir de entonces se radicalizó y se vinculó a disidentes de Bandera Roja y remanentes de Punto Cero. Entrenó a un grupo guerrillero que iba a funcionar en las montañas del Bachiller, pero Chávez lo llamó para la campaña y empezó a aparecer con flux y corbata en programas de televisión con periodistas entusiasmados con el proceso y complacientes con un ex policía que hablaba de revolución, aunque se le trababan las erres y las ideas.

 

 

Con Chávez en el poder le resultó muy fácil hacerse de la Alcaldía de Caracas. Luego de ocho años de abundantes presupuestos y muchas erres trabadas su gran obra pública se limitó a ese esperpento que desnaturalizó la avenida Fuerzas Armadas: el Bus Caracas, una pésima copia del Transmilenio de Bogotá, pero subió de nivel.

 

 

Hasta el año 2000 vivió en la avenida Estadio en Alta Vista, Catia, pero con su condición de alcalde se mudó a una amplia y confortable quinta en El Paraíso y se compró un buen terreno vacacional en el cerro El Cristo, en los límites de los municipios Libertad e Independencia en el estado Táchira, su tierra, su paisaje. Levantó un alto muro de tapia y construyó un establo amplio y lujoso para sus caballos finos, al lado de una casa como nunca imaginó su padre, con mucha carne asada y miche bueno. Quería ser ministro de Relaciones Interiores, pero Hugo Chávez no pasó la hoja de la noche de abril de 2002 cuando le dijo cobarde porque en lugar de inmolarse como le aconsejó José Vicente pergeñó su renuncia a la Presidencia con su letra de estudiante desaplicado.

 

 

Sufrió cuando la obediente “militancia” del PSUV le negó la posibilidad de ser candidato a gobernador del estado Vargas, pero Bernal, después de que fueron depositados en el Cuartel de la Montaña los restos del comandante, se ha ido fortaleciendo en los hilos del poder. Nicolás lo nombró ministro de Agricultura Urbana, aunque nunca había sembrado nada y en tercer grado no supo hacer el germinador que le puso la maestra de tarea. Su mayor logro en esos predios fue un video en el que recomendaba a los venezolanos criar cabras en el apartamento y mostraba cómo había transformado una de las habitaciones de su mansión en un centro de producción de carne y leche caprina. Hasta ahí. Nunca informó cuánto tiempo aguantó ese mal olor, el hedor, mientras seguía desde su estudio las cadenas de radio y tevé de Maduro.

 

 

Desde 2011 tiene una orden de captura de las autoridades de Estados Unidos. Lo acusan de suministrar armas a las FARC y al ELN, grupos guerrilleros colombianos que trafican drogas y cometen actos terroristas. El gobierno de Donald Trump le ratificó las medidas y le agregó otras sanciones por ser el responsable de los CLAP y de los actos de corrupción que han acompañado todas las etapas del programa de suministro de alimentos a los más indefensos económicamente.

 

 

Bernal es el protector del Táchira. Lo nombró Maduro para que de manera extraconstitucional reciba y disponga del presupuesto que debería administrar la gobernadora que sustituyó a José Vielma Mora, otro pájaro de cuentas por cobrar. Ninguno de esos cargos y funciones que le permiten acceder y disponer de los medios de comunicación a su antojo lo hacen tan feliz como poder chapear con su carnet de comisario del Sebin, es su recompensa, su sueldo fijo indefinido, por su labor como policía del CETA y pantanero de la PM.

 

 

Los demás también estamos contentos. Que aparezca en las redes sociales en un video explicando las razones por las que los ciudadanos deben hacer cola para echarle gasolina a sus vehículos mientras que a quienes han destruido el país desde altos y medianos cargos de gobierno se les asignan estaciones de servicio para su uso exclusivo, sin colas y sin límites de litros para llenar el tanque, enseña más de la realidad derivada de las teorías de Marx, Lenin, Stalin y Mao que todo lo que diga Gloria Álvarez y lo que hayan escrito George Orwell, F. A. Hayek o Ludwig von Mises sobre las miserias del socialismo. Bernal, pese a su lengua de trapo y su dificultad suprema para pronunciar la erre de revolución, deja claro que en socialismo todos somos iguales, pero unos pocos, los dueños del poder, son muchísimo más iguales. Vendo maniquí para probar uniformes militares y ametralladoras calibre 9.19 mm.

 

@ramonhernandezg

El oso ruso ve para otro lado

Posted on: mayo 21st, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Han sido pocas las fiestas tumultuosas, tipo cosaco, en la Embajada de Rusia en Caracas. Una ocurrió cuando todavía existía el régimen soviético y la representación diplomática pretendía ponerse a tono con la perestroika y el glasnost que anunciaba la modernización del comunismo y trajo el gran derrumbe del bolchevismo y los primeros amagos de democracia en la patria de Aleksandr Pushkin y Anna Ajmátova.

 

 

 

El búnker de Valle Arriba se llenó de políticos, empresarios, funcionarios y representantes de los medios de comunicación social. Que fuesen tan obsequiosos con el vodka friíto y las cucharadas de caviar asombraba a los presentes, también al personal diplomático y consular acostumbrado al secreteo y a la frugalidad. Nadie podía creer que se ofrecieran con tanta generosidad las huevas de esturión o salmón –no de carite ni de jurel, pero nunca de beluga o lucio–, como si se tratara del vino dulzón y barato que tanto le gustaba a Iosif Stalin siendo secretario general del PCUS.

 

 

El secreteo volvió después de que Vladimir Putin sustituyera a Boris Yeltsin y se empecinara con Dmitri Medvédev en restituir, si no el sistema soviético, el régimen autoritario que ha construido dentro de los patrones de la antigua KGB. No importa el tipo de negocio que en el siglo XXI Venezuela hiciera con la nueva Federación Rusa, la sede diplomática en la urbanización Valle Arriba ha mantenido su aspecto misterioso y de pocas visitas.

 

 

Después de la huelga petrolera de 2002 los lazos con Moscú se estrecharon y no solo por recomendaciones de Cuba, sino porque comenzaron los verdaderos y los buenos negocios. A pesar de que la producción petrolera venezolana empezó a descender luego del despido de más de 18.700 trabajadores de Pdvsa, Chávez inició las compras milmillonarias de material bélico a empresas estatales rusas, desde fusiles AK103 hasta aviones Sukhoi de combate y helicópteros de transporte, además de los muy publicitados sistemas misilísticos antiaéreos S-300. Cada semana llegaba un juguete nuevo para los militares y se firmaban más acuerdos de empréstitos con rusos, bielorrusos y otros gobiernos subrogados a Moscú. Rusia se apoderaba de los mercados petroleros que Venezuela dejaba de suplir y a pulso recuperó y multiplicó su producción con la ayuda de las multinacionales que Chávez insultaba y expropiaba.

 

 

Los rusos se apoderaron sin disparar un tiro de cada centímetro que abandonaba Pdvsa, que habiendo sido una de las empresas más eficientes del mundo, al transformarse en roja rojita en manos de Rafael Ramírez y Alí Rodríguez Araque, fue sucumbiendo a la corrupción y al lavado del dinero, a la destrucción generalizada. Después vinieron los militares que hicieron caída y mesa limpia con lo poco que quedaba. Los rusos y Arabia Saudita se quedaron con los mercados que abastecía Venezuela, y si se busca con cuidado de ahí vinieron los dineros que con tanto esplendor financiaron al candidato Hugo Chávez.

 

 

Ahora Rusia trae aviones con mercenarios y pone a tono los sistemas de defensa antiaéreos, pero las puertas enormes de la misión diplomática están cerradas a extraños y son muy contados los acercamientos a los medios de comunicación. Apenas dedican tiempo a los 4.640 seguidores de su cuenta en Twitter para reiterar que la solución de la crisis “puede ser únicamente venezolana, mediante el diálogo entre todas las fuerzas políticas del país, de manera pacífica y con pleno apego a la Constitución”.

 

 

Extraña que quienes han vendido tantos instrumentos bélicos y hasta firmaron un contrato para permitir el ensamblaje en Venezuela de fusiles AK-103, aparezcan como grandes pacifistas y se enorgullezcan tanto de que el escultor ruso Sergey Kazantsev sea el autor de la estatua del comandante Chávez que el 7 de octubre de 2016 se inauguró en Sabaneta, estado Barinas.

 

 

Los rusos no quieren conflictos, ya cumplieron sus objetivos estratégicos con respecto a Pdvsa y pueden retirase tranquilos a sus dachas a comer caviar con galletes de centeno y a beber vodka. Por supuesto que quieren cobrar las deudas de la chatarra militar, pero si a ver vamos no son tan enormes y ya están bien pagados con las explotaciones petroleras que han recibido en propiedad, algo a lo que no se atrevió ni siquiera el general Juan Vicente Gómez. Con esa enorme ganancia toda pérdida queda resarcida, que otros se ocupen del juego de ajedrez geopolítico y de darle cobijo a quienes piden un sitio donde pernoctar la negra noche que se les anuncia. Vendo colección de mentadas de matriuskas. Nicolás.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

El enemigo ya entró

Posted on: mayo 14th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

En las últimas horas se ha acelerado la tendencia militarista en las redes sociales. Cada minuto aparece un experto en conflagraciones de alta y mediana intensidad; en logística, comunicaciones y contrainteligencia bélica; en apoyo cibernético y secuencias algorítmicas de puntos estratégicos y, también, no faltaba más, en consecuencias indeterminadas.

 

 

Describen con reglas de interés simples y compuestas, además de ecuaciones de tercer grado, el famoso binomio de Newton y la estrategia de la suma cero, cuántos efectivos y qué volumen de tropas se requieren para emprender misiones simples o complejas, y el tiempo que requieren para cumplir las metas trazadas. Nada los perturba en sus cálculos ni nada les impide publicar sus acometidas a la sinrazón, solo que se vaya la luz o corten Internet.

 

 

Estos expertos se han atrevido a calcular el tipo de derrota que será infligida, la cantidad de cartuchos defectuosos y la posición de aliados y adversarios en los foros internacionales, con un recuento pormenorizado de los daños colaterales y bajas ajenas al campo de batalla.

 

 

La guerra no es una materia fácil, ni creo que la investigación y análisis de los opinadores de oficio y beneficio hayan ido más allá de uno o dos vistazos a Google y Wikipedia, con sus respectivos gazapos y desconciertos, pero se hacen sentir entre los más despistados. En el caso que nos ocupa, y preocupa, no es necesariamente un asunto bélico, sino de astrología, de horóscopos, que se exceden en su audacia y falta de pudor en cuanto a las predicciones.

 

 

Extraña la minuciosidad y los detalles de que hacen gala los barruntadores; saben al dedillo las capacidades y límites de las fuerzas estadounidenses, los obstáculos políticos que deben vencer para ordenar el desembarco, pero sobre todo se refieren a lo que creen la gran verdad: la imposibilidad de los gringos de caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Nada dicen sobre la situación del apresto operacional, disciplina de oficiales y soldados, de su entrenamiento y otros asuntos de las fuerzas armadas nacionales con tanto que hay a la vista sin necesidad de demostración. Si a José Antonio Páez, Santiago Mariño, Campo Elías o Pedro Zaraza se les hubiese ocurrido uniformar con pantaloncitos cortos y franelitas a sus oficiales y soldados y sacarlos a trotar con un gordiflón al frente cada vez que se sentían amenazados por Pablo Morillo, Domingo Monteverde o el degenerado José Tomás Boves, todavía Caracas sería una preterida ciudad española y Venezuela una olvidada provincia de ultramar; y lo peor: todavía se estaría escuchando el eco de las carcajadas realistas.

 

 

Hasta no hace mucho en las emisoras de radio que controlan los colectivos y el sicariato cubano se escuchaban disertaciones sobre las guerras de tercera, cuarta y quinta generación, y de cómo el poder del pueblo y su férrea voluntad de defender la dignidad de los latinoamericanos haría morder el polvo a los comandos del imperio.

 

 

Ahora son otros los que ven en Washington tácticas políticas inmediatas que les impiden emprender acciones bélicas en el nombre de la libertad, la democracia o de su propia seguridad nacional. Esos “expertos” afirman que Donald Trump no hará nada que perjudique su reelección, así implique que el hemisferio se convierta en un sitio invivible, desarticulado e inestable.

 

 

Si se escucha con cuidado, el vocabulario y el sonsonete son cubanos. Son las consignas que Cuba repite desde la incursión en Bahía de Cochinos –abortada antes de nacer–, pero que Fidel y Raúl presentan como el Waterloo de los americanos, mientras callan su vulgar y vergonzosa entrega a los rusos por un puñado de rublos.

 

 

Preocupa, sí, y mucho, que más de 5.000 hombres en armas de la guerrilla colombiana, unos del ELN y otros que desertaron de las FARC, hayan encontrado refugio en Venezuela con el beneplácito de la oficialidad castrense y sean los que mandan en los estados Bolívar, Amazonas, Apure, Barinas, Táchira, Zulia, Sucre, Delta Amacuro y en buena parte de Cojedes, Portuguesa y Táchira. Se ha alertado antes que el verdadero peligro no es que Washington se decida actuar con sus cañoneras para superar la crisis humanitaria, sino la indefensión del Estado venezolano si los cubanos, colombianos, iraníes, rusos y chinos se le voltean a Nicolás Maduro y quieren administrar el petróleo, el oro, los diamantes, el uranio y el coltán sin la intermediación del pranato chavista-madurista. Vendo resumen de la historia de la estupidez humana.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

 

Rumbo al desastre

Posted on: mayo 7th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Salvo unas pocas escaramuzas sin consecuencias, Cipriano Castro y sus andinos no encontraron mayor resistencia para llegar a Caracas y hacerse del poder. Ignacio Andrade huyó y Castro gobernó casi diez años, a pesar de que se peleó con medio mundo y las cañoneras inglesas y alemanas bloquearon las costas venezolanas para cobrar deudas propias y también las de Italia, Francia, Holanda, Bélgica, Estados Unidos, España y México, que de manera oportuna y rápida se anexaron al pedimento. Castro fue desplazado en el poder por su compadre Juan Vicente Gómez. No hubo golpe violento ni derramamiento de sangre.

 

 

A Gómez lo sucedió Eleazar López Contreras. No hubo enfrentamientos, el único que murió de un disparo fue Eustoquio Gómez. De malas maneras intentó tomar la Gobernación de Caracas cuatro días después de la muerte de su primo Juan Vicente y todavía no se sabe quién haló del gatillo. El 18 de octubre de 1945 Isaías Medina Angarita fue desplazado por los militares y el partido AD. Salvo la policía de Caracas y uno que otro desprevenido nadie se opuso y no hubo derramamientos de sangre. Cuando Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Pérez Jiménez se alzaron contra el primer gobierno elegido por elecciones directas, universales y secretas, Rómulo Gallegos consideró que era mejor el destierro que una guerra fratricida. En 1958 Pérez Jiménez prefirió huir que verse obligado a comprobar que los cogotes no retoñan.

 

 

La democracia en sus primeros años se vio agredida por la guerra de guerrillas promovida y subvencionada por el gobierno de los hermanos Castro. Hubo actos de terrorismo y matanzas como el asalto del tren del Encanto, pero la subversión fue derrotada política y militarmente. Hubo muertes, actos heroicos y traiciones en ambos bandos, pero los venezolanos pudieron superar los desencuentros de una manera civilizada.

 

 

Después de la transformación de la Fuerza Armada Nacional en garante de un proceso que se denomina chavista, revolucionario y demás cognomentos asociados con los anacronismos socialistas que han destruido la producción, la sociedad, el sistema de salud y la familia venezolana en los últimos veinte años, y viendo la crueldad con la que torturan a los opositores, reprimen las protestas y como matan con certeros balazos en la cabeza a jovencitos que luchan por un mejor futuro, solo corresponde a ingenuos pensar que bastaría una negociación con un poco de presión internacional para que los detentadores del poder se vayan “para evitar derramamientos de sangre”. El derramamiento comenzó casi con el ascenso al poder de Hugo Chávez y se incrementó con Nicolás Maduro.

 

 

Los políticamente “correctos”, sean los integrantes del Grupo de Lima, el grupo de observadores designado por la Unión Europea o la propia Unión Europea están demasiado comprometidos con el que dirán, con portarse bien, y no desean sacrificar su comodidad por la democracia venezolana o cualquier otra. Su compromiso se limita a una declaración o a un gesto inocuo, ninguno resucitará la Doctrina Betancourt para aislar las tiranías. Prefieren la aquiescencia, a mantener activo su tan particular estado de somnolencia, antes que defender los ideales que tanto ensalzan en las fiestas nacionales y demás actos públicos.

 

 

El problema de Venezuela no es económico ni político, es militar. Como en los peores momentos del siglo XIX la república anda a la deriva, quien domina el timón no tiene las destrezas ni las capacidades para escoger el rumbo, pero no duda en matar a cualquiera que intente suplantarlo en el puente de mando, aunque sea el indicado para evitar el naufragio y la muerte. Nada en venta por dolor en el corazón.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

 

Eutanasia socialista

Posted on: mayo 1st, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

En el siglo XXI los venezolanos conocieron el socialismo, una utopía que les conquistó la imaginación y el corazón desde mediados del siglo XIX, pocos años después de que Engels y Marx publicaran en 1848, sin mucho éxito de audiencia, el tan recurrido, reeditado y reprologado manifiesto comunista y su advertencia: “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”.

 

 

Después de la toma del poder por los bolcheviques se esparció sobre el planeta la leyenda dorada del socialismo. Pocos se atrevieron a desenmascarar la farsa. Con presuntos marinos europeos que llegaban a Puerto Cabello desembarcaron los primeros emisarios del paraíso obrero que desde los Urales hasta el mar de Bering se conocería hasta su desintegración en 1990 como la URSS, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

 

 

No fue fácil ni pacífico. Hubo mucha sangre, torturas, injusticia y hambre. Todos los padecimientos multiplicados al infinito. Una barrera de terror, la cortina de hierro, ocultaba al mundo la verdadera naturaleza de la ingeniería social que se aplicaba a partir de las teorías de Marx y Lenin. Se impuso un régimen totalitario y primitivo, contrario a la esencia humana, en el siglo en que el hombre lograba los más importantes avances científicos y sociales: llegó a la Luna, caminó sobre su superficie y volvió para contárselo en persona a quienes lo habían seguido a través de la televisión en vivo y en directo. Casi nada, mientras la leña era el principal combustible en 90% de Rusia.

 

 

En 1928, cuando Stalin se hacía de todo el poder como secretario general del Partido Comunista ruso, los estudiantes venezolanos se alzaban contra el general Juan Vicente Gómez en el nombre de una novia que llamaban Libertad, que muchos la confundieron por demasiado tiempo con el socialismo, el supuesto gobierno ideal y perfecto. En marzo de 1931 empezó a funcionar clandestinamente el Partido Comunista, un grupete de pequeños burgueses, no de proletarios, que enamoraba a la clase media que emergía gracias al petróleo que extraían las transnacionales, los capitalistas.

 

 

El general Gómez murió en su cama y dejó al mando al general en jefe Eleazar López Contreras, que prosiguió la institucionalización del país desandada a golpe de machete y disparo de chopo ‘e piedra desde que José Tadeo Monagas, azuzado por Antonio Leocadio Guzmán, asaltó el Congreso el 24 de enero de 1848 para evitar que lo enjuiciaran por haber violado la Constitución, “ese papel amarillo que sirve para todo”.

 

 

Entre 1938 y 1939, cuando Stalin acababa con sus adversarios reales o imaginados mediante los llamados procesos de Moscú, en Venezuela no se aprendía la lección de la guerra civil española, la primera gran traición de los comunistas a los proletarios de Occidente. La moda era ser socialistas, Robin Hood de la política. Finalizada la Segunda Guerra Mundial y mientras se mantenía oculta la verdadera naturaleza del régimen soviético, el general Isaías Medina Angarita legalizó el PCV. La verdadera carrera ascendente del socialismo en el corazón de los venezolanos empezó cuando sus cuadros se fajaron con valentía a luchar contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y por la democracia. Pasado el romance con el populismo y la candidatura de Wolfgang Larrazábal, fueron catequizados por el castrocomunismo. Sin revisar razones ni estrategia se embarcaron en la lucha insurreccional que los llevó a una derrota política y militar. Hubo sangre y fuego, pero la lección no fue aprendida ni comprendieron el espíritu democrático del venezolano.

 

 

Pacificados volvieron a la lucha política, mientras tanto y por si acaso. Muerto Stalin y desenmascarada la verdad por Nikita Kruschev, el socialismo trastabillaba. El debate lo abrió un venezolano, Teodoro Petkoff, con sus tesis contra el socialismo real que imponía su paraíso totalitario con tanques de guerra, fusilamientos y gulags. En Venezuela, en 1989 el socialismo duro se había comido sus entrañas. Ser socialista era ser socialdemócrata, reformista. Hasta los más ortodoxos dejaron de visitar Cantaclaro, el edificio sede del PCV, en la parroquia San Juan. Si el Comité Central se reunía en una moto sobraban puestos. Apenas era la referencia de un dogma superado. En 1992, con el golpe militar, saltó a la palestra pública un chafarote que había militado en una organización subvencionada por Cuba, los asaltos a bancos y secuestros, el PRV-Ruptura, y con un par de palabras encantó a una población que buscaba un ángel vengador que los salvara de las tropelías reales e infundadas de banqueros y políticos corruptos.

 

 

En 2002, luego de las marramuncias y teatros sangrientos de abril, el mandón asumió el socialismo cubano y en todos los cuarteles se escuchó la consigna “Patria, socialismo y muerte”. Al viejo y dinosáurico PCV le arrebataron sus colores –rojo y amarillo– y las antiguas consignas agrarias; solo le dejaron la foto apagada de un gallo pataruco. Las fuerzas armadas, dizque herederas del Ejército Libertador, comenzaron a ufanarse de ser el brazo armado de políticas trazadas en La Habana, sin importarles el bienestar ni la felicidad de los venezolanos.

 

 

 

Han pasado veinte años de la toma del poder. Ahí está la patria plena de muerte, de hambre y miseria, se hizo realidad la utopía del socialismo. Fracaso total. Vendo hoz y martillo ensangrentados.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

 

 

Escribas y chulos

Posted on: abril 23rd, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En todos los gobiernos que ha tenido Venezuela desde 1830 ha habido adulantes, mercenarios de la pluma y proxenetas en abundancia. Bolívar también contó con excelentes ayudantes, secretarios y zalameros, que consecuentemente halaban el mecate del genio militar que descansa luego de fogosas discusiones, batallas o comilonas, que también las disfrutaba. De ahí el término jala mecate como sinónimo de halagadores y serviles, que es la depravación de ser servicial, educado y atento con el prójimo.

 

 

En los últimos veinte años hemos visto cómo sin solución de continuidad un país que se cansaba de sus presidentes a los tres años de oírles discursos, sintonizar las coberturas de ruedas de prensa en todos los noticieros y periódicos, asumían que el periodo de gobierno se estaba haciendo demasiado largo y que había que hacer algo para adelantar la campaña electoral. Pasó con Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins, Jaime Lusinchi, los seis meses de Ramón J. Velásquez y la agonía eterna que parecía el segundo mandato del heredero del Escritorio Liscano en Plaza España. Parecieron un  siglo los cinco años que separaron la reelección de Caldera hasta su negativa de traspasarle la banda presidencial al golpista al que le dictó un sobreseimiento que le permitió competir en las elecciones y ganar con el apoyo de importantes fortunas dentro y fuera del país.

 

 

 

Cada pausa de Caldera en sus discursos, lo despacioso de su andar y hasta que sus obligados silencios parecían a los ojos de los venezolanos “ansiosos de cambios”, de la llegada de los nuevos tiempos que todos adivinaban como trabas. Si no, ¿cómo explicar el desbordamiento de las masas que querían escuchar, tocar y si era posible abrazarlo y besarlo. Llegaba el vengador, el mesías, el caudillo, el salvador que pondría orden, que repartiría la riqueza de manera equitativa y que haría justicia social. Los nombres de los venezolanos de renombre, de líderes políticos y de opinión, también poetas, escritores, cultores populares, artistas e intelectuales en general que fueron arrastrados por el furor que alevosamente multiplicaban los medios de comunicación.Todos iban con las velas desplegadas al encuentro de la felicidad.

 

 

 

Cuando aparecieron los primeros contratiempos y los amagos de malcriadeces autoritarias, que no le habrían aguantado nunca a un civil, hubo “operadores políticos” que salían a explicar y a enmendar el entuerto. Los “intelectuales” hacían silencio, escribían manifiestos, salían al exterior a explicarles a los países vecinos y lejanos las bondades del proceso, de la revolución bonita que “acontecía” en Venezuela. La ceguera se recrudeció cuando los precios del petróleo se dispararon. Los viajeros con dólares preferenciales y demás raspacupos no tenían de qué quejarse.

 

 

 

Cuando empezaron las expropiaciones de fincas en producción y empresas no fueron pocos los que argumentaron las numerosas ventajas de la propiedad pública sobre la privada, la eficiencia del Estado. Muchos se sintieron vengados con el cierre de RCTV, como si se sintieran realizados con el deterioro creciente y vergonzoso de VTV, que pasó a ser PSU-TV. Unos cuantos se encerraron en la Villa del Cine y unos pocos en los periódicos, radioemisoras y programas culturales que todavía el gobierno podía soportar sin tener que hacer muchas concesiones. Ahí estuvieron agazapados, esperando que las musas se les despertaran. No ocurrió. No hubo Sergei Eisenstein ni Vladimir Mayakovsky. Al contrario, Román Chalbaud, Fruto Vivas y hasta los ya no tan muchachos y muchachas de Un Solo Pueblo se eclipsaron. Da vergüenza ajena que un obediente antropólogo al que le dieron todas las facilidades y fondos para organizar  el Museo del Hombre en el antiguo Cuartel San Carlos aparezca veinte años después recibiendo un diplomita por servicios prestados y nadie le reclame que no hiciera nada, y sea cómplice de la crisis humanitaria, del hambre generalizada y de la destrucción del país. Vendo frasco de amor propio y otro de vergüenza.

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg

Imparcialidad y engaño

Posted on: abril 16th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

 

António Guterres –António Manuel de Oliveira Guterres– es el burócrata más importante de la ONU. Llegó al cargo cuando la opinión pública, ese fantasma que se mete en todo y que todos desconocemos quién es, decidió que era tiempo que un político con experiencia ocupara la Secretaría General, que podría entender mejor los conflictos del mundo actual. Su nombre fue escogido después de varias rondas en el Consejo de Seguridad de la organización. No fue una elección democrática y abierta, sino una conspiración de intereses.

 

 

 

Contaba con muchos amigos y relaciones. Desde el 15 de junio de 2005 hasta el 15 de diciembre de 2015, diez años, se desempeñó como alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Aunque estaba al frente de la organización durante algunas de las peores crisis de refugiados de la historia, incluidas las de Siria, Afganistán e Irak, no se le recuerda ninguna actuación especial. Es un operador políticamente correcto y con gran sentido de la oportunidad. Hasta el 24 de abril de 1974 militó en organizaciones religiosas de las que hacían tan feliz al dictador António Oliveira Salazar, pero cuando la Revolución de los Claveles trajo un nuevo amanecer se inscribió en el Partido Socialista, en el cual llegó a secretario general y ganó las elecciones para ser primer ministro. En ninguno de los cargos hizo grandes cosas.

 

 

 

Es un personaje grisáceo aunque fue el mejor estudiante de bachillerato, con 18 puntos, y tras 6 años de estudios en el Instituto Superior Técnico se licenció de Ingeniería Electrotécnica con un promedio de 19 puntos. En 1994 sorprendió al electorado portugués porque siendo primer ministro y ex profesor de Teoría de Sistemas y Señales de Telecomunicaciones desconocía qué significaba el símbolo @ y para qué se utilizaba. No importó mucho, tampoco que como candidato a jefe de gobierno no supiera cuál era el PIB de Portugal.

 

 

Por la calidad de las imágenes y la asepsia de los textos, es evidente que un equipo bien pagado por la ONU maneja la cuenta oficial de António Guterres que el 13 de abril, por fin, se refirió a la necesidad que tienen 7 millones de venezolanos de asistencia humanitaria y señala que “trabajan para expandir la asistencia en consonancia con los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia. Asume de antemano que en Venezuela hay dos bandos en pugna, no que un tirano usurpa el poder y se ha entregado al gobierno de otro país, a costa de someter a su población a las mayores iniquidades y carencias para cumplir los tributos que les imponen los amos antillanos. Es imparcial, neutro e imparcial, es decir, se pone del lado del opresor.

 

 

 

No fue distinto de lo que expresó el pasado 20 de febrero cuando se reunió con el marido de Rosa Virginia Chávez y aseguró que “la ONU seguirá actuando de acuerdo con los principios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia”. Si antes no hizo nada, ahora tampoco. Es el blablablá de los funcionarios que ganan altos sueldos y solo se ocupan de quedar bien con las partes en pugna. Le importa poco la situación real de los venezolanos, solo pone atención a las señales de los amigos que lo mantienen en el puesto. Los informes sobre violación de derechos humanos, de desnutrición y de la violencia de los grupos represivos no alteran su neutralidad, imparcialidad y humanidad.

 

 

 

Guterres, el ex presidente de la Internacional Socialista, no rompió su escandaloso silencio, como batió palmas el periodista Andrés Oppenheimer, ni escuchó el grito desesperado de Venezuela luego del “trabajo tenaz y documentado de la oposición democrática venezolana”.

 

 

No, como en los peores momentos de la guerra fría, los burócratas tratan de no importunar a los que les pagan los salarios y administran el reparto de prebendas, bonos y nombramientos. Guterres no reconocerá al embajador hasta que no sienta un martilleo metálico detrás de la oreja. Poco le ha importado la gravedad de los informes que ha recibido en los últimos años de la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos, está ocupado con los desplazamientos en Libia y los 300.000 niños que dejaron de estudiar en Palestina, sus agujetas contra Estados Unidos, el gran adversario del socialismo europeo. Remato burócratas imparciales.

 

 

 

 

Ramón Hernández

@ramonhernandezg