¿Diálogamos o nos pateamos?

Posted on: junio 15th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Hay diferencias que los seres humanos no pueden resolver sino con los pies, como por ejemplo las futbolísticas. Por estos días y durante todo un mes, estaremos viendo cómo treinta y dos países de todo el orbe resuelven a patadas sus contradicciones deportivas. Durante cuatro semanas y pico, cientos de atletas lanzarán miles de puntapiés en los engramados rusos, cada uno con el objetivo de imponerle a los adversarios su respectiva camiseta, vale decir su bandera.

 

 

 

La retahíla de patadas mundialistas que, como siempre, capitaliza la atención de millones y millones de espectadores en los cinco continentes, no es una sampablera sin concierto. La pateadera tiene sus reglas, sus códigos de ética deportiva, su fair play, que es como llaman en  inglés al juego limpio. Y por si fuera poco, tiene sus mediadores, que en este caso son los árbitros, ahora apoyados con novedosos y precisos elementos tecnológicos para garantizar justicia en las jugadas de dudosa o polémica apreciación.

 

 

 

Pero aparte del fútbol, del patinaje, las caminatas, los maratones y algunas otras competencias en las que las protagonistas son las extremidades inferiores, la inmensa mayoría de las controversias entre seres humanos requieren ser procesadas y evacuadas por la vía del diálogo, de la negociación, del acuerdo.

 

 

 

Es precisamente el diálogo pacífico, como expresión de la sociedad civilizada, y no la guerra como expresión de atraso y destrucción, el camino que han encontrado los humanos para identificar sus diferencias y superarlas mediante acuerdos que satisfagan los sentidos intereses de las partes en controversia.

 

 

 

Y, por supuesto, la humanidad encontró que le resulta más conveniente a su propia subsistencia y a la legítima convivencia con el adversario, contar votos en vez de contar muertos y heridos en sus disputas intestinas.

 

 

 

En Venezuela quisimos cambiar al gobierno el 20 de mayo por la vía electoral, pero el abstencionismo nos impuso la reelección de Nicolás Maduro.

 

 

 

En el caso específico de nuestra compleja realidad nacional, la negociación política y el voto son herramientas muy valiosas a las que los venezolanos no tenemos por qué renunciar.

 

 

 

Por supuesto, es necesario garantizar condiciones adecuadas para que ambos instrumentos cumplan con eficacia su cometido y resulten verdaderamente útiles a la superación de la extrema y asfixiante polarización política, así como a la resolución de los gravísimos problemas económicos y sociales que padece la súper empobrecida población nacional, buena parte de la cual se ha visto forzada a emigrar al exterior en busca del sustento familiar.

 

 

 

Si dos enemigos jurados, el norteamericano Donald Trump y el norcoreano Kim Jong-un, pudieron sentarse a dialogar civilizadamente para buscar un acuerdo que garantice la desnuclearización y  la paz en la península coreanas, no se justifica bajo ningún concepto que entre el gobierno venezolano y la oposición en sus distintas expresiones, así como los diversos sectores representativos de la sociedad, no se produzcan los encuentros y acuerdos necesarios al interés nacional de superar la crisis.

 

 

 

Está obligado el gobierno a conceder condiciones apropiadas para un diálogo respetuoso, fructífero, con una agenda clara, mediadores imparciales y confiables a las partes y mecanismos seguros de verificación de los potenciales acuerdos. Sin eso no habrá diálogo posible. El oficialismo debe evidenciar una inequívoca voluntad política de llegar a entendimientos en favor del interés nacional y de cumplirlos. Nada bien habla del gobierno su muy reciente y escandalosa violación de los acuerdos suscritos entre los candidatos presidenciales que concurrieron al proceso electoral del 20 de mayo.

 

 

 

Pero darle patadas, bien sea desde el gobierno o desde la oposición, a la idea de un eventual diálogo político y social, es cerrar las puertas a la resolución pacífica de la grave y multidimensional crisis que vive Venezuela.

 

 

 

Dejemos las patadas para el fútbol y, como sociedad civilizada a la que debemos propender, echemos mano a todos los mecanismos que nos permitan salir en paz del calamitoso estado en que se encuentra nuestro país en todos los órdenes.

 

 

 

¿Cuántas rupertas y rupertos humanos tienen que seguir muriendo de hambre y de mengua, al igual que ocurrió con la desnutrida elefanta del zoológico de Caricuao, para que el gobierno introduzca cambios indispensables en su modelo depredador y en sus hambreadoras políticas públicas? Para exigir esos cambios y para reinstitucionalizar el país es que se justifica el diálogo en Venezuela.

 

 

@mario_villegas

mariovillegas100@gmail.com

Carceleros y esbirros rojo-rojitos

Posted on: junio 8th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Trata uno, cuando escribe, de no hacerlo con las vísceras. De no cargar de odios y bajezas los razonamientos y juicios respecto al accionar de aquellos a quienes adversamos en cualquier esfera de la existencia o el pensamiento humano. La tolerancia, la prudencia y el debido respeto, tanto por quienes  adversamos como por quienes nos escuchan, leen u observan en el entorno, nos convocan al autocontrol, a ponerle freno a la provocación de los bajos impulsos. A colocar la razón sobre la emoción, lo racional sobre lo emocional.

 

 

 

Pero a veces la indignación es tal que amenaza con desbordarnos y hacernos sucumbir a la tentación de decirle cuatro barbaridades a quienes bien se la merecen.

 

 

 

Es lo que ocurre cuando presenciamos la repugnante manera como el régimen pretende presentar como bueno el infrahumano y humillante trato que da a sus presos políticos, que los ha tenido por montón y aún tiene, pese a las excarcelaciones que ha realizado por estos días.

 

 

 

Resulta insólito y despreciable que quienes en tiempos de la democracia representativa enarbolaban banderas en defensa de los derechos humanos, clamaban por una amnistía general y libertad plena de los presos políticos, hoy se conduzcan como los peores represores, carceleros, esbirros y torturadores que haya conocido la Venezuela republicana.

 

 

 

Cuánta indignación produce ver a varios diputados incorporarse y juramentarse ante la Asamblea Nacional tras salir del ilegal y humillante encierro en el que los mantuvieron por meses o años pese a que gozaban de inmunidad parlamentaria. No son pocos los casos de presos políticos que en la llamada cuarta república, aun siendo procesados por graves delitos, salieron en libertad en el mismísimo segundo en que resultaron proclamados diputados electos y fueron convocados para incorporarse al Congreso de la República. ¿Cómo es posible que quienes en el pasado usaron, y en algunos casos hasta abusaron de la inmunidad parlamentaria, hoy defecan sobre ella, que es defecar sobre la Constitución misma y sobre la ciudadanía que la aprobó en referéndum popular?

 

 

¿Cómo no indignarse al saber que en las cárceles pesuvistas se incomunica, se niega la atención médica y se tortura física y psicológicamente a los presos y a las presas políticas?

 

 

Ahí está el caso del irreductible general Raúl Isaías Baduel, el mismo a quien el fallecido Hugo Chávez le debió en abril de 2002 su restitución en la silla de Miraflores. Baduel está incomunicado y enclaustrado en “La Tumba”, tal vez una de las más siniestras salas de castigo que conozca la historia penitenciaria del país.

 

 

Las condiciones de reclusión de Baduel  y las de cualquier preso político de las cárceles rojas-rojitas, contrasta sideralmente con las condiciones privilegiadas que disfrutó Chávez tras su sangriento golpe de estado de 1992, el cual costó la vida a cientos de venezolanos. Y contrasta, también, la libertad plena que recibió Chávez y el usufructo de sus derechos políticos con las minusválidas condiciones legales y comunicacionales en que los “hijos de Chávez” han colocado a los presos políticos que han sido excarcelados.

 

 

No puede ser sino irritante que tras conducir personalmente el golpe del 4F de 1992 y liderar a distancia el del 27N del mismo año, con el horrendo saldo de muertos, heridos y destrucción, Chávez haya estado en prisión apenas dos años y pico, mientras su “revolución bonita” mantiene en prisión por más de tres lustros al comisario Iván Simonovis y a los policías metropolitanos señalados por los hechos violentos del 11 de abril de 2002.

 

 

La libertad de Simonovis y de los PM es una justa causa. Lo es también la libertad del dirigente político Leopoldo López. Y lo es, en suma, la libertad plena de todos los presos políticos.

 

 

Molesta que entre las excarcelaciones de presos políticos efectuadas hace unos días, el régimen metió de contrabando al grupo de delincuentes comunes que el 2 de abril atacó violentamente una caminata del candidato presidencial Henri Falcón en el Bulevar de Catia, donde fue herido de gravedad el diputado Teodoro Campos, del partido Avanzada Progresista. ¿Cómo no indignarse ante semejante burla a la legalidad, a la justicia y al país?

 

 

No es poco el daño que causa a la sociedad venezolana la vocación policial y represiva del régimen, de su liderazgo político y de sus funcionarios, tornados en verdugos de los derechos humanos, de las libertades democráticas y de la constitucionalidad. Algunos lo son por acción, otros por cómplice omisión.

 

 

 

La burla sistemática en este y en muchos otros asuntos va produciendo un acumulado de enojo, de irritación, de rabia, de ira, de furia, de coraje.

 

 

 

Una indignación acumulada que, en beneficio del país, debemos transformar en racional motivación para continuar en lucha por la liberación de todos los presos políticos y el urgente cambio democrático que tanta falta hace a Venezuela.

 

 

 

@mario_villegas

mariovillegas100@gmail.com

 

El chavista de la OEA

Posted on: abril 14th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Henri Falcón rompió con el chavismo cuando el proyecto del fallecido presidente Hugo Chávez gozaba del mayor poder político-institucional-financiero y el más grande arraigo popular que líder y gobierno alguno hayan podido tener a todo lo largo de la historia republicana.

 

 

 

Falcón no solo se deslindó de Chávez y de su militancia en el PSUV, sino que se enfrentó firme y abiertamente a los excesos y desviaciones autoritarias gubernamentales, de las cuales ya venía discrepando internamente desde años atrás. Muy publicitado y crucial fue su total desacuerdo con la expropiación de galpones y terrenos de las empresas Polar en Barquisimeto, capital del estado en el que Falcón era gobernador. Su voz se alzó y resonó con la fuerza de quien asume sin vacilaciones la defensa de los derechos constitucionales de los venezolanos, en cuya autoría su nombre está inscrito por ser uno de los hombres y mujeres que integraron la Asamblea Constituyente de 1999 y suscribieron la Constitución Nacional vigente.

 

 

 

Ya en la oposición, Falcón no solo desafió y derrotó a Chávez en el estado Lara, donde fue ratificado con la más alta votación que gobernador alguno haya alcanzado en su reelección en cualquier estado del país, sino que además fue figura fundamental en la segunda candidatura presidencial de Henrique Capriles Radonski, cuya jefatura de campaña asumió con coraje y determinación.

 

 

 

Él, a diferencia de algunos ultrarradicales de presunta oposición, no oculta su pasado chavista. Lo fue, aunque se definía como “chavista light”, razón por la cual era cuestionado por los sectores oficialistas más antidemocráticos. Curioso es que ahora, esa misma y ya vieja autodefinición le sea enrostrada como una grave debilidad, cuando haber sido “chavista light” es precisamente una de sus más grandes fortalezas a los efectos de conquistar al electorado chavista descontento y de liderar un proceso de transición pacífica y democrática en Venezuela con perspectivas reales de éxito.

 

 

 

Hace unos días, el secretario general de la Organización de Estados Americanos, el uruguayo Luis Almagro, hacía gala una vez más de sus afanes por desmarcarse de su muy reciente condición de chavista duro. Almagro, por cierto, es de quienes quisieran ocultar la historia, ya que no pueden devolverla, para esconder declaraciones y actuaciones suyas en las que se babeaba por Hugo Chávez, a quien adulaba en vida y glorificaba ya muerto. Y para lograrlo, acusa a Falcón de peón de Nicolás Maduro, como lo hace el verdadero delincuente que ha despojado a alguien de su cartera y grita “¡Al ladrón, al ladrón!” para confundir y desviar a los transeúntes y a la policía.

 

 

 

La carta con la cual Falcón rompe definitivamente con Chávez y el chavismo data de febrero de 2010, es decir ocho años atrás. En contraste, hasta hace muy poquito tiempo Almagro exhibía sin recato su babosa adoración por Chávez.

 

 

 

Veamos las fechas y sus palabras.

 

 

En marzo de 2014, con Maduro en la presidencia desde hacía más de un año, al lanzar en la embajada de Venezuela en Uruguay unos sellos postales por el primer aniversario de la muerte de Chávez, el entonces canciller Almagro dijo que este “reinventó Latinoamérica” y que “hay un norte que tiene que ver con la integración que Chávez fue construyendo ladrillo a ladrillo”. Más aún, en esa ocasión dijo: “Es claro que si todos fuéramos más como Chávez, habría mejores condiciones de democracia, habría mejores condiciones de derechos humanos para todos nuestros pueblos en Latinoamérica. Ojalá que cada uno de nosotros, en el ámbito que corresponda, recoja su ejemplo y lo lleve adelante, como de alguna manera intento yo cada día”.

 

 

 

En septiembre de 2015, hace apenas dos años y medio, siendo ya secretario general de la OEA, entrevistado en Washington por mi hermano Vladimir, Almagro sentenció: “Chávez cambió completamente la arquitectura de las relaciones en nuestros países, demostró una generosidad extraordinaria, demostró una dimensión humana como muy poca gente”. Y la guinda del pastel: “Si yo tuviera que decir algo de Hugo Chávez, diría que es el político latinoamericano más grande, más genial en su dimensión intelectual y moral de los últimos 52 años”.

 

 

 

A Falcón jamás le oí ni le leí semejantes templadas testiculares con Chávez vivo, ni tampoco muerto.

 

 

 

Ahora resulta que el chavista duro Almagro, carente de toda autoridad moral, acusa al ex “chavista light” Falcón de querer legitimar a la dictadura venezolana porque como candidato opositor está a punto de derrotar electoralmente a Maduro.

 

 

 

Por argumento en contrario, vale también preguntarse: ¿Será que hay algún interés oculto en el llamado de Almagro a los venezolanos a abstenerse en las elecciones presidenciales del 20 de mayo? Él sabe muy bien que lo único que asegura la abstención es que Maduro continúe seis años más en el poder.

 

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

O lo raspamos con nuestros votos o Maduro pasará eximido

Posted on: marzo 10th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Si hubiese estado en su interés y efectivamente se lo hubiese propuesto, el presidente Nicolás Maduro habría podido evitar la catástrofe multidimensional por la que hoy atraviesa el país.

 

 

 

Posibilidades reales las tuvo: poder político gigantesco, sumisión absoluta de los demás poderes públicos (hasta enero de 2016, cuando se instaló la nueva Asamblea Nacional), subordinación total de la Fuerza Armada Nacional, férreo control sobre los medios de comunicación social y, muy especialmente, recursos financieros a montón, aún a pesar de la baja en los ingresos petroleros.

 

 

Pero lejos de evitar esa catástrofe nos condujo hasta ella y avanzó en su profundización.

 

 

En vez de rectificar políticas y acciones claramente nocivas dispuestas por su antecesor, Maduro las continuó, afianzó, aumentó y algunas aderezó con nuevos aditivos aún más perversos: el ya ruinoso control de cambios, la persecución y asfixia al empresariado privado, la desnaturalización y desprofesionalización de Petróleos de Venezuela, la onerosa e inoperante estatización de las industrias básicas, las expropiaciones e intervenciones arbitrarias de empresas y fundos privados en plena producción, el artificioso y engañoso control de precios, la partidización del Banco Central de Venezuela, igualmente de la administración aduanera y tributaria y de toda la administración pública, el acoso a las universidades, a los gremios profesionales y a las organizaciones sindicales autónomas, el cercenamiento de libertades políticas y sindicales, la liquidación de la contratación colectiva, del derecho de huelga y de la concertación tripartita del salario mínimo, la violación sistemática de los derechos humanos, la implantación encubierta de la pena de muerte en operativos contra el hampa, la represión sistemática de las manifestaciones y protestas, la violación consuetudinaria de las libertades de expresión e información, la persecución y acoso a los periodistas y medios de comunicación, cerco institucional y financiero a la Asamblea Nacional, así como a las alcaldías y gobernaciones lideradas por factores de la oposición… y pare usted de contar.

 

 

Los resultados están a la vista: un país empobrecido en todos los órdenes, destruido su aparato productivo y su institucionalidad democrática. Limitadas las libertades públicas. Hambreada y malnutrida la mayoría de sus pobladores. La hiperinflación hace estragos en la economía y aterroriza a las familias, cuyos ingresos se ven pulverizados por precios que suben segundo a segundo. El desabastecimiento de alimentos y medicinas se acrecienta gravemente. Los servicios de salud están derruidos no solo en su infraestructura física sino en también en su capacidad resolutiva. Hasta las clínicas privadas están desbordadas y maniatadas. La inseguridad azota a la sociedad toda. La miseria y el desempleo crecen en la misma medida en que se agigantan las corruptelas de una pequeña casta que se enriquece a la sombra del poder.

 

 

Los aumentos salariales y las cajas de alimentos que distribuye el estado a precios regulados son meros paliativos que no van a resolver los problemas.

 

 

Si Maduro no va a rectificar y a cambiar el rumbo, bien sea por razones ideológicas o de cualquier otra naturaleza, hay entonces que sacarlo, echarlo, despedirlo, eyectarlo de Miraflores.

 

 

Ya no caben dudas para quienes la tenían. Para sacar al país de la crisis hay que salir democráticamente de Maduro. Simplemente decirle: “Si pudiste y no lo hiciste, pues ahora tiene que irte”.

 

 

¿Y qué mejor oportunidad para hacerlo que las venideras elecciones presidenciales? ¿Qué arma más poderosa tenemos los ciudadanos que nuestro voto? No renunciemos a él.

 

 

O salimos en masa a votar o Maduro, el candidato del hambre, pasará eximido por seis años más.

 

 

Que se vaya Maduro y saquemos al país de la crisis.

 

 

¡Cambio y fuera¡ O mejor dicho: ¡Fuera y cambio!

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

Un corazón sureño que llora en silencio a Venezuela

Posted on: febrero 9th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

En diciembre recibí una carta que hacía días quería compartir con mis lectores. A reserva de su identidad, el autor me autorizó a hacer pública esa carta y una segunda, las cuales se explican por sí solas.

 

 

Carta número 1

 

 

“Estimado Mario. No sé si algún día leerá este mensaje, pero igual me voy a arriesgar a escribir algunas líneas.

 

 

Nos conocimos en la avenida Lecuna, donde tenía su sede la CUTV, de la cual su padre, el señor Cruz Villegas, era presidente y nos prestaba el local para hacer mítines de solidaridad con mi país. Años oscuros y aciagos.

 

 

Tampoco voy a entrar en detalles porque sé que usted y su familia fueron muy solidarios con nuestra causa y siempre estuvieron informados de lo que acontecía en el Sur.

 

 

Arribé a Maiquetía un día de enero de 1976 y ya en febrero estaba en el aula frente a mis niños, haciendo lo que me habían enseñado.  Llegué con dos maletas, una muy ligera de solo 20 kilogramos y otra muy pesada, donde iban todas mis saudades y mis sueños.

 

 

Mi integración a la sociedad venezolana fue  sacada de una chistera. Allí empecé a rodar por las calles de Caracas. Era joven y caminar nunca ha sido un problema para mí. Sí, subí a los cerros de Petare, entré a La Charneca, San Agustín del Sur y Norte, 23 de Enero, La Vega, La Yaguara, me desplazaba como pez en el agua por el Centro de Caracas.

 

 

Iba a donde se me diera la gana, siempre buscando solidaridad y ayuda para mis hermanos del Cono Sur. Jamás, así como lo lee, jamás nadie me atracó, jamás nadie me tocó ni con el pétalo de una flor. Amo y echo de menos no solo esa Caracas tan benigna para la vida.

 

 

Recorrí su país, mi país, nuestro país de cabo a rabo, cuando todos o casi todos solo querían ir a Miami.

 

 

Claro, quería regresar a mi terruño. Luego nacieron mis dos hijos que son venezolanos, ambos nacieron en el Hospital Universitario. Y el tiempo fue pasando y en mi país no tenía cabida, habían demasiados genios y los imbéciles como yo no teníamos lugar.

 

 

Querido Mario, no me arrepiento de nada. No soy de los que van disociando la vida, en los aciertos, derrotas y errores. Todo lo veo como parte integral de mi vida. Y jamás dejaré que me soben el ego, prefiero que los hechos hablen por mí.

 

 

Hoy no puedo vivir sin las aguas tibias del Caribe, el calor de los Llanos y el silencio de las montañas de Mérida. Aunque mi perfil diga otra cosa, sigo aquí y aquí con mis hermanos venezolanos seguiré dando la pelea por una sociedad más justa, más solidaria y más vivible.

 

 

Y si por alguna razón, no entiende mi posición, se la resumiré así. El 4 de febrero de 1992 le dije a mis colegas: ‘No miren a los cuarteles. Es muy fácil sacar a los militares de los cuarteles, lo difícil es volver a meterlos’. Desgraciadamente, nadie escuchó. Y hoy vivimos la propia tragedia, donde los tartufos sobran.

 

 

Las pocas veces que he ido a mi Caracas en estos últimos años, mi corazón llora en silencio. Y digo esa no fue la Tierra de Gracia que me recibió y jamás me pidió que me nacionalizara. Era uno más y así lo haré hasta que el cuarto de hora que me queda se agote.

 

 

Querido Mario, omito detalles no por cobardía, no quiero que me agarren y me boten a un país donde no sé vivir. Los conozco y en primera persona y sé como son. Y usted sabe leer entre líneas.

 

 

El haber luchado en la clandestinidad me enseñó que no es más valiente el que grita más.

 

 

 

Un abrazo y siga escribiendo lindos artículos. Lo sigo semana a semana”.

 

 

Esta carta la respondí el 31de diciembre, a horas de que finalizara 2017. Luego recibí esta otra.

 

 

Carta número 2

 

 

“Estimado Mario. Te agradezco de corazón y  en nombre de mi familia que se patea el día a día en esta  Tierra de Gracia, tus escuetas, pero  valiosas y  hermosas palabras. Cuando te escribí, lo hice con  pocas esperanzas de que algún día me leyeras. ¡Y qué hermoso regalo de fin de año!

 

 

También te deseo que 2018 sea portador solo de cosas buenas para la vida a ti y a toda tu familia.

 

 

El tú que hoy uso es el tú caraqueño, un tú cargado de solidaridad, amistad y hermandad.

 

 

Tienes mi autorización para publicarla. Solo encarecidamente te pido mantener mi anonimato, no es cobardía, es  simpleza, humildad, y no quiero que los esbirros otra vez me lancen al limbo. Y sigo luchando en formar generaciones de buenos profesionales, que los necesitaremos para la reconstrucción.

 

 

Nunca me nacionalicé, no, porque quería preservar la mía.

 

 

 

Cuando necesité la nacionalidad venezolana, apareció la solidaridad de mis hermanos venezolanos  y por vía de excepción me permitieron seguir mi hoja de ruta y de ahí para adelante solo recordaba mi nacionalidad cuando iba a viajar.

 

 

Omite mi nacionalidad, pon cualquier cosa, di que soy de Tabarnia, y nunca digas dónde trabajo y cuál es mi profesión. Los esbirros con esos datos llegan rápidamente a mí.

 

 

Gracias por haber leído mi mensaje. Un Abrazo. Tu amigo de Tabarnia”.

 

 

@mario_villegas

mariovillegas100@gmail.com

Haz clic aquí para Responder o para Reenviar

De la “sorpresita” del Gobierno a una sorpresota de la Unidad

Posted on: febrero 3rd, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Cuando la Unión Europea adoptó sanciones individuales contra varios jerarcas de la neodictadura venezolana, Diosdado Cabello amenazó con que el régimen las respondería con una “sorpresita”. Al día siguiente, la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente decidió, a proposición del sancionado Cabello, que las elecciones presidenciales pautadas para fin de año sean adelantadas para este primer cuatrimestre en curso.

 

 

 

La tal “sorpresita” no sorprendió a nadie. Todo el mundo sabía que el gobierno tramaba jugarse esa carta.

 

 

 

Por supuesto que, aún sin ser una sorpresa, la convocatoria a elecciones en tan breve plazo consigue a la oposición en situación de clara desventaja, aunque a decir verdad en todos estos años las fuerzas democráticas no han estado jamás en ventaja frente al gobierno. El ventajismo apabullante del aparato del Estado y el grotesco uso de los recursos públicos, amén de la inocultable parcialización del árbitro electoral, han estado siempre a la orden del día y ha colocado a los candidatos oficialistas en mejores condiciones para competir que los de la alternativa democrática.

 

 

 

Pero digamos que en esta coyuntura la situación de la oposición luce supremamente desventajosa: una notoria división política, afectiva y orgánica entre su dirigencia, varias brújulas estratégicas apuntando en direcciones opuestas, dañina campaña antipartidos y anti Unidad en la que coinciden laboratorios del régimen y sectores ultrarradicales, cuestionamientos a la vía electoral, agotamiento y desesperanza en las bases opositoras y la ciudadanía producto de sucesivos errores e incoherencias del liderazgo, creciente emigración de millones de compatriotas mayoritariamente contrarios al régimen, encarcelamiento e inhabilitación de numerosos dirigentes, ilegalización de la tarjeta de la MUD, son entre otros los datos que hoy dibujan el complejo panorama de las fuerzas del cambio democrático en Venezuela.

 

 

 

Es precisamente en esas debilidades y amenazas que agobian a la oposición que se basa el adelantamiento de las elecciones y los sueños reeleccionistas del presidente Nicolás Maduro y su combo.

 

 

 

Guardando las distancias, este momento político nacional tiene algo en común con las elecciones presidenciales ocurridas tras la muerte del presidente Hugo Chávez el 5 de marzo de 2013. El ambiente previo era absolutamente adverso y desolador para la alternativa democrática, que venía de dos sonoras derrotas electorales, una en octubre de 2012, cuando Chávez fue reelegido con holgadísima mayoría frente al opositor Henrique Capriles, y otra en diciembre del mismo año, en la que el chavismo obtuvo 20 de las 23 gobernaciones de estado. Sumado a ello, el oficialismo se mostraba altamente motivado y envalentonado en el propósito de homenajear a su líder muerto con una rotunda victoria en las elecciones convocadas para el 14 de abril, poco más de un mes después del fallecimiento del llamado “comandante eterno”. El candidato oficialista sería el entonces vicepresidente Maduro, quien había sido ungido por Chávez como su heredero político.

 

 

 

Nadie en la oposición quería ser candidato para esas elecciones. El tiempo para tomar la decisión era muy corto, los lapsos de la campaña sumamente breves y atropellados, escasos los recursos y la población opositora exhausta y desanimada. Asumir la candidatura presagiaba una segura derrota.

 

 

 

Aún así, ocurrió lo que ocurrió: Capriles aceptó ser nuevamente el abanderado y, contra todos los pronósticos, la oposición se sacudió el desánimo y estuvo a puntico de ganarle las elecciones a Maduro. Si bien Chávez, con 8 millones y pico de votos le había sacado a Capriles una ventaja de casi dos millones, ahora este se empinaba en 7 millones 363 mil 980 votos y perdía por apenas 141 mil ante un Maduro que sumó 7 millones 505 mil 338 sufragios.

 

 

 

Si en aquel momento Maduro navegaba con viento a favor por la abundancia de petrodólares, la onda expansiva de las victorias electorales precedentes y el influjo motivador desatado por la muerte de Chávez, la realidad de hoy es absolutamente diferente.

 

 

 

Destrucción del aparato productivo, escasez de alimentos y medicinas, hiperinflación galopante, hambre y miseria por doquier, hospitales y clínicas en terapia intensiva, corrupción generalizada, desempleo creciente, criminalidad desbordada, violación sistemática de derechos humanos, éxodo masivo de compatriotas… Todo eso asociado a Maduro.

 

 

 

Si los factores democráticos son capaces de poner de lado las diferencias y mezquindades, de hacer causa común en una candidatura presidencial única y unitaria, y de definir un programa de gobierno que convoque a la unidad nacional y a la resolución de la crisis, la “sorpresita” que ha montado el régimen se le puede devolver en una verdadera sorpresota.

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

El candidato tiene que ser único y unitario

Posted on: enero 26th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

La Asamblea Nacional Constituyente, ilegítima y todo lo demás, pero materialmente empoderada y envalentonada en la arbitrariedad del gobierno y las bayonetas a su servicio, ha dispuesto celebrar las elecciones presidenciales durante el primer cuatrimestre en curso y así ha de convocarlas el muy obediente Consejo Nacional Electoral.

 

 

 

Doy por sentado que, más allá de todas las consideraciones y objeciones que se pueden hacer sobre la ilegitimidad de tal convocatoria, no queda otra opción: la oposición está forzada a participar.

 

 

Si al gobierno le interesa y hace lo indecible para que los factores democráticos abandonen la vía electoral, tanto más necesario y obligante es que estos se mantengan abrochados a la única ruta que a lo largo de todos estos años le ha dado algunas victorias a la oposición. ¿Que luego las ha dilapidado? Es verdad, pero eso no es atribuible a la vía en sí misma sino a los múltiples y graves errores en que ha incurrido la dirigencia de las fuerzas políticas en la valoración y la administración de tales victorias.

 

 

 

La de este año no es una coyuntura electoral común, como aquellas que se realizaban en el país en tiempos de relativa normalidad democrática. No es una como para presentar candidaturas simbólicas o testimoniales sobre las cuales empujar un proyecto político de largo aliento o un liderazgo en formación y crecimiento. ¡No señor!

 

 

 

Este acontecimiento electoral tiene que ser asumido por los factores democráticos como la oportunidad para ponerle punto final al proyecto depredador que desgobierna al país y para comenzar a sacar a Venezuela del profundo foso en que este la metió.

 

 

 

Dadas las muy desfavorables condiciones en las cuales la oposición debe competir contra el obsceno ventajismo oficialista y el parcializado árbitro electoral, es indispensable que las fuerzas democráticas concurran con un candidato único y unitario. Ese candidato tiene que reunir las dos condiciones. ¿Por qué único y unitario? Porque no es lo mismo ni se escribe igual. Puede haber un candidato único que no sea unitario, como puede haber uno unitario que no sea el único. En ambos casos los resultados serían catastróficos para la propuesta electoral opositora.

 

 

 

El candidato tiene que ser uno solo, no más de uno, para hacer frente con posibilidades reales de éxito a un poderoso aparato estatal volcado al objetivo de eternizar en Miraflores al proyecto dictatorial personificado hoy en Nicolás Maduro.

 

 

 

Y tiene que ser un candidato verdaderamente unitario, que ponga de lado cualquier sentimiento sectario y exclusionista, que convoque y exprese a las más diversas parcialidades políticas, que reúna y amalgame a los más amplios sectores representativos de la sociedad venezolana y que formule un programa para la transición democrática, la unidad nacional y la superación de la crisis multidimensional que atraviesa el país.

 

 

 

Hasta ahora, solo los dirigentes políticos Henry Ramos Allup, Henri Falcón y Claudio Fermín han hecho públicas sus aspiraciones presidenciales. El rumor habla de otros presuntos aspirantes que hasta ahora no se han manifestado por propia voz. Uno es el empresario, Lorenzo Mendoza, quien al igual que los ya mencionados reúne los requisitos y tendría todo el derecho de presentar su nombre. Pero hasta ahora es solo un rumor, como lo son también los casos de Eduardo Fernández, Andrés Velásquez y Juan Pablo Guanipa. Si hay otros aspirantes, es el momento de que lo hagan saber. No hay otro.

 

 

Aunque el tiempo es corto, es muy propicio que los sectores que promueven el cambio democrático le muestren al país la variedad y calidad de su liderazgo. Sus rostros, sus credenciales (cívicas, políticas, profesionales y morales), sus propuestas programáticas, sus estilos personales, sus experiencias administrativas, de gobierno o en cualquier otra esfera del quehacer social.

 

 

En las presentes circunstancias, el consenso luce como el método más conveniente para escoger a uno solo entre esos aspirantes. Puede ser producto de una decisión política inmediata, consensuada racionalmente entre los distintos partidos y alianzas, o producto de mediciones de opinión pública que permitan definir cuál de los precandidatos reúne las mayores adhesiones.

 

 

 

Para las elecciones del año 2006, tres líderes democráticos recorrieron el país como precandidatos: Teodoro Petkoff, Julio Borges y Manuel Rosales. Al cabo de dos meses, los dos primeros declinaron a favor del tercero, quien había logrado acumular la mayor suma de voluntades entre los venezolanos, según lo documentaban las encuestas de opinión pública.

 

 

 

Esa sería una buena manera de escoger a un candidato único y unitario en esta ocasión, sin que deban someterse a las turbulencias y riesgos que ofrece la opción de unas elecciones primarias precipitadas y poco confiables.

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

Míseras navidades

Posted on: diciembre 10th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Aún en los tiempos de la más oscura pobreza, jamás en nuestra mesa navideña faltó una hallaca, un modesto regalo en nuestro arbolito, ni un sencillo estreno para que cada quien recibiera el año con ropita nueva. Todo a punta de grandes sacrificios de padres muy abnegados y de limitadísimos ingresos económicos.

 

 

 

La tradición ha sido heredada y proseguida en el tiempo. Las generaciones subsiguientes la hemos replicado para que, siempre en modesta medida, nuestros hijos disfruten de unas merecidas festividades navideñas y de fin de año en la más amplia unión familiar.

 

 

 

Pese a las adversidades, todos los años hemos hecho las hallacas y compartido estas no solo con la familia, sino que incluso unas cuantas han sido destinadas cada año a determinadas amistades. Hemos hecho nuestros regalitos e intercambios familiares y comprado a los hijos menores sus estrenos.

 

 

 

Pero desde el año pasado, todo eso se acabó. Por primera vez, en mi casa no hicimos hallacas en 2016 (ni para los amigos, ni para nosotros), no hubo estrenos, menos aún regalos. Y, por supuesto, este año 2017 tampoco los habrá.

 

 

 

Esto, que parece la realidad circunstancial de una familia en particular, es la triste realidad de millones y millones de familias que en la Venezuela de hoy sufren los embates de una feroz guerra económica, declarada y conducida contra el pueblo por el alto mando político instalado en el Palacio de Miraflores.

 

 

 

Guerra económica que no empezó el presidente Nicolás Maduro, es verdad, puesto que su indiscutible autoría corresponde al fallecido presidente Hugo Chávez, pero que él ha profundizado en su empecinamiento de no cambiar de raíz las nefastas políticas económicas que heredó y que han conducido al fenomenal desastre que estamos sufriendo. Tal vez desastre sea un calificativo benevolente, porque lo que la inmensa mayoría de los venezolanos estamos soportando se asemeja a un verdadero infierno económico y social.

 

 

 

Un infierno que tiene a millones de seres humanos pasando el trabajo parejo. Hemos pasado a ser un pueblo que se muere de hambre en los basureros y de mengua en los hospitales, tras la borrachera de quienes desde la opulencia del poder despilfarraron (y algunos se robaron) la descomunal riqueza petrolera que, en mala hora para el país, les tocó administrar.

 

 

 

Muy pocas son las familias que comen tres veces al día y, en caso de hacerlo, se han visto forzadas a reducir la calidad y la cantidad de sus alimentos. Muchísimas son las que comen dos o menos veces al día, lo cual se traduce en una progresiva desnutrición, especialmente en la población infantil.

 

 

 

¿Si la gente no tiene cómo resolver la papa diaria, de dónde carrizo va a sacar los recursos para preparar y comerse una hallaquita en familia durante estas navidades y año nuevo? Ni qué decir de los estrenos y de los regalos, cuyos precios se han disparado a niveles estratosféricos, inalcanzables para el común.

 

 

 

No parece exagerado decir que las de 2017 serán de las más miserables navidades que le haya tocado sufrir a una inmensa porción de los venezolanos de hoy.

 

 

En contraste, se destapan ahora gigantescas corruptelas mil veces denunciadas desde la oposición e ignoradas olímpicamente por el gobierno, las cuales han deparado miles de millones de dólares a mafias rojo-rojitas enriquecidas al amparo de complicidades en la cúspide del poder.

 

 

 

¡Qué rostro tan feo el que verdaderamente tiene la revolución bonita!

 

 

¿Y aún así hay quienes quieren que el pueblo se abstenga de votar este domingo en las elecciones de alcaldes?

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

Entre Maribel y el otro yo del alcalde Jorge Rodríguez

Posted on: diciembre 1st, 2017 by Super Confirmado No Comments

Caos y asco son palabras que se escriben con las mismas letras y tienen un responsable común en su actual versión capitalina: el alcalde Jorge Rodríguez, cuya gestión convirtió a Caracas en la caótica y asquerosa ciudad que hoy tenemos.

 

 

A mí me duele Caracas desde que tengo uso de razón. Y me disculparán los lectores que por esta vez escriba en primera persona.

 

 

 

Solo durante dos paréntesis he vivido fuera de la capital: uno involuntario, entre mediados y finales de los años 50’, cuando con mi madre y hermanas nos mudamos a Puerto Ayacucho para estar cerca de mi padre, quien había sido confinado a las selvas del Amazonas por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez; y el otro desde 1969 hasta 1972 para estudiar un oficio técnico en Budapest, becado por los sindicatos húngaros.

 

 

 

De resto, toda mi existencia la he vivido, estudiado, trabajado, luchado, sufrido y disfrutado en Caracas, en cuya Maternidad Concepción Palacios nací como casi todos mis hermanos y hermanas.

 

 

 

Junto a mis padres, tuve ocasión de residir en el bloque 34 del 23 de enero, en las barriadas populares de El Cementerio (Las Palmas-La Vereda y Primero de Mayo), después en Coche y, ya independizado, de vuelta en El Cementerio, en El Paraíso, en Los Dos Caminos (municipio Sucre), en La Candelaria, en Altagracia y, finalmente, en dos sectores de El Recreo, parroquia en la que actualmente habito.

 

 

 

Caraqueño como me precio de ser al cien por ciento, tengo que decir con mucho dolor que de todas las etapas en que aquí he hecho vida, la gestión municipal del alcalde Rodríguez es –y por mucho- la peor y más ruinosa de todas las que han conducido los destinos capitalinos, con todo y haber dispuesto de la mayor suma de poder y de recursos financieros de toda la historia de Caracas, desde su fundación en 1567.

 

 

 

Jamás tuvimos una ciudad tan oscura, peligrosa e insegura, tan asquerosa por la abundancia de basura desparramada por doquier, tan destrozadas sus calles y avenidas, tan deplorable el estado de sus escuelas, tan lastimera la condición de sus hospitales y demás centros de salud, tan ruinoso su aparato productivo y comercial, tan destartalados sus servicios de transporte público, tan astronómicos los precios en los mercados municipales, tan poco confiables sus servicios policiales, tan descuidado y peligroso su cementerio municipal, una Caracas tan sufrida por sus empobrecidos habitantes y tan evadida como destino por el turismo nacional e internacional.

 

 

 

La Caracas que hoy padecemos, otrora orgullo indiscutible de propios y extraños, es producto del abandono y la desidia, de la ineficacia, de la irresponsabilidad, de la politiquería, de la prepotencia, del autoritarismo y de la corrupción. Esta deshecha ciudad tiene la innegable autoría del alcalde Rodríguez, quien estuvo al mando de ella por dos periodos consecutivos, ocho largos años de inescrupulosa indolencia. La obra de Rodríguez es lo que el propio Hugo Chávez llamaría una soberana plasta.

 

 

¿Vamos a dejar los caraqueños que el responsable de esta nefasta herencia municipal se vaya sin, por lo menos, la categórica censura electoral que merece?

 

 

 

Abstenernos, no ir a votar el 10 de diciembre, es favorecer el continuismo. También lo es votar por la candidata oficialista. Erika Faría es más de lo mismo, es el otro yo de Rodríguez. Así que votar por ella es premiar la funesta gestión del alcalde.

 

 

 

Los caraqueños queremos darle un drástico vuelco a la Alcaldía del Municipio Libertador. Una transformación por la que claman hasta las bases chavistas, tan afectadas como el que más por graves penurias sociales que no hacen distingos políticos, ideológicos ni de ninguna otra naturaleza.

 

 

 

Digo con firme convicción que ese necesario vuelco municipal lo encarna Maribel Castillo, la candidata de la unidad y del cambio democrático.

 

 

 

No tengo la menor duda: Maribel es la mejor opción, yo diría que la única, capaz de cerrarle el paso al continuismo y liderar a los caraqueños en la transformación de sus instituciones municipales y ponerlas al exclusivo servicio de los ciudadanos. Ella conoce al detalle la ciudad y los problemas de sus gentes, tiene amplísima experiencia municipal, es una luchadora popular, combativa, a tiempo completo y comprobadamente honesta.

 

 

El 10 de diciembre, al votar por Maribel Castillo en la tarjeta de Avanzada Progresista o el MAS, no solo estaremos castigando al irresponsable alcalde Rodríguez y salvando a Caracas de su otro yo, sino también abriendo las puertas a un renacer de la municipalidad, a una gestión de cara a los ciudadanos y a la solución oportuna y eficiente de los múltiples y graves problemas que arrastra la ciudad.

 

 

@mario_villegas
mariovillegas100@gmail.com

  Sancionados aquí mismito

Posted on: noviembre 18th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Del cielo a la tierra es la diferencia entre ser sancionado por un gobierno extranjero y serlo por el gobierno de tu propio país.

 

 

 

Que decenas de jerarcas venezolanos, entre civiles y militares, hayan sido incluidos en listas negras por Estados Unidos y Canadá representa para esas personas impedimentos y restricciones en el territorio de esos estados o para la realización de operaciones mercantiles y otras transacciones con ciudadanos o entidades de esos países.

 

 

 

Cada país  determina las condiciones para que un extranjero ingrese, permanezca, mantenga propiedades y negocios dentro de su territorio, lo cual es inherente a la soberanía y autodeterminación de las naciones. Los gobiernos del fallecido Hugo Chávez y de Nicolás Maduro cerraron la entrada o echaron del país a extranjeros que les resultaban incómodos.

 

 

 

Ninguno de los hombres y mujeres de la cúpula chavista sancionados podrá turistear o tener bienes y negocios en EUU y Canadá, lo cual lejos de ser una tragedia parece ser motivo de regocijo para ellos, como lo han declarado públicamente. Han dicho sentirse orgullosos y honrados de estar en esas listas.

 

 

 

¡Pero hay que ver lo que significa para muchísimas otras personas ser sancionadas en su propio país!

 

 

 

Se trata de compatriotas atropellados de mil maneras por el gobierno y amenazados permanentemente de nuevas y mayores penalidades en su propio espacio territorial, patrimonio de todos los venezolanos. Su delito: pensar, expresarse, disentir, protestar, denunciar, manifestar, quejarse, patalear y votar distinto a como la casta gobernante pretende que lo hagan.

 

 

 

Son millones las víctimas del insulto, la descalificación y la burla oficialista por no profesar, rendirle culto y adoptar la ideología y fraseología chavista. Desde hace rato que estas personas fueron sancionadas por el odio oficialista y tachadas de “apátridas”.

 

 

 

¿Cuántos hombres y mujeres no han sido sancionados con despidos injustificados en sus empleos como servidores públicos por no vestir de rojo, asistir a marchas pesuvistas y aclamar a la cúpula gobernante?

 

 

 

Si usted es opositor o sospechoso de serlo, está sancionado con la prohibición de protestar en el municipio Libertador, so pena de ser reprimido, encarcelado y hasta asesinado.

 

 

 

Si vive en zonas o viviendas con apariencia de no ser afectas al oficialismo, está sancionado con no acceder a los alimentos a precios regulados que comercializa el gobierno.

 

 

 

¿Es usted militar o tiene vocación de ser oficial del Ejército, la Marina, la Aviación o la Guardia Nacional? Está sancionado: jamás ingresará, será ascendido ni podrá mantenerse en la carrera militar si no recita cada día y a cada momento la humillante verborrea dizque revolucionaria y chavistoide.

 

 

 

Sancionados han sido miles de empresarios y productores de la ciudad y del campo que no se arrodillan políticamente al oficialismo y cuyas fincas, empresas o propiedades han sido invadidas, confiscadas, expropiadas, multadas, amenazadas, extorsionadas, intervenidas, asfixiadas, quebradas o cerradas por efecto de las políticas oficiales o por acción de retaliaciones y prácticas irregulares de agentes gubernamentales.

 

 

 

Si usted es militante o dirigente político, está sancionado con el riesgo de ser inhabilitado o apresado a capricho del gobierno, incomunicado, torturado física y psicológicamente, no recibir atención médica, ni medicamentos. Puede ser inocente y recibir la boleta de excarcelación de un juez, pero no saldrá en libertad hasta que a Miraflores le dé la gana.

 

 

 

Postularse a un cargo público por un partido opositor tiene múltiples sanciones: será víctima de todo el aparato del estado, incluido el árbitro electoral, cuyas autoridades harán todo por anular su postulación, impedir la sustitución de candidatos, cerrar o esconderle los centros de votación a sus electores y garantizar impunidad al obsceno ventajismo de los candidatos oficialistas. Si aún así usted gana por abrumadora mayoría, sigue sancionado: tiene que juramentarse ante una entidad írrita e inconstitucional y, pagado ese peaje, ver cómo la neodictadura le recorta las competencias y el presupuesto a la gobernación o la alcaldía que usted ganó. Y por si fuera poco, le nombran un gobernador o alcalde paralelo con muchos más recursos que los que quedan a su disposición.

 

 

 

Si es diputado a la Asamblea Nacional no tendrá salario, ni inmunidad parlamentaria, ni podrá viajar en líneas aéreas nacionales. Tampoco aprobar ninguna ley, porque el ilegítimo Tribunal Supremo la neutralizará.

 

 

 

Sancionados están los medios de comunicación que no rinden pleitesía a Miraflores. Jamás recibirán publicidad oficial y estarán siempre expuestos a represalias, al cierre o el despojo de su concesión y de sus equipos.

 

 

Imposible sentirse honrado y orgulloso de ser sancionado en tu propio país.

 

 

 

@mario_villegas

mariovillegas100@gmail.com