Macri, Rajoy, Orwell y la oposición venezolana

Posted on: marzo 2nd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Luego de haber ganado Mauricio Macri la elección presidencial argentina ¿Qué experiencias de gobierno pueden en este momento ser útiles para la administración naciente? ¿Qué aprender de las desazones de la gestión de Mariano Rajoy, en España? Y, finalmente, ¿Qué lecciones de todo ello puede asumir la oposición venezolana?

 

 

Pasada la alegría de la victoria, y luego de la luna de miel de las primeras semanas de preparación de los equipos de gobierno, ha llegado la realidad que implica pasar de las promesas a las realizaciones, de las esperanzas a los logros. Sin ánimo de pensar que todo pueda salir a la perfección -lo cual es sencilla y humanamente imposible-, hay experiencias recientes que pueden mencionarse, y que pueden ser útiles tanto al gobierno argentino como a la oposición venezolana -presente gobierno parlamentario y, si Dios quiere, futuro gobierno nacional-.

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Tomemos el caso español: Mariano Rajoy llega al gobierno, con mayoría absoluta, luego del desastre –las otras palabras posibles son todas sinónimos- de José Luis Rodríguez Zapatero, un hombre hoy tan popular en su tierra como George W. Bush o Jimmy Carter entre los norteamericanos. El mandato dado a Rajoy y al Partido Popular era claro: rescatar la economía española de la crisis, recuperar los centenares de miles de puestos de trabajo perdidos, ayudar a un tejido social que había sufrido un verdadero cataclismo.

 

 

Al día de hoy, muchos de los objetivos fueron logrados. Ningún analista serio, al menos fuera de España, lo duda. ¿Por qué entonces el partido perdió 64 escaños, y un tercio del voto popular, en las pasadas elecciones del domingo 20 de diciembre?

 

 

A esta altura de la nota, algún lector podría replicar que los variados casos de corrupción han afectado al Partido Popular, lo cual no se puede negar. Pero es que la caída en las encuestas ya era acentuada mucho tiempo antes de que el partido fuera sacudido por los escándalos diversos.

 

 

El gobierno de Rajoy, por su conducta, y los resultados de la misma, al parecer nunca le dio importancia al sabio dicho de que la política es en gran medida percepción. Lo que la ciudadanía percibe y siente, es tan o más importante que los hechos y las realizaciones. Nos guste o no, es así. Y la oposición española, en especial la de izquierda, explotó siempre la expresión de una cierta distancia, una lejanía, con un lenguaje dogmático, tecnocrático y burocrático, de parte del equipo de gobierno presidido por Rajoy. Desde el primer día. Y al tan importante tema del lenguaje siempre hay que hacer especial referencia.

 

 

Un hecho esencial en las sociedades del siglo XXI es que la gente desea y aspira liderazgos empáticos. La gente espera de sus políticos que sientan sus afanes y problemas, no que les den clases magistrales desde las alturas del poder. Los políticos no pueden seguir actuando como como si no tuviesen que explicarle a los ciudadanos las razones de sus decisiones.

 

 

En una entrevista televisada previa a las elecciones, Rajoy confesó, con ingenuidad disfrazada de sinceridad, que en los primeros momentos de su gobierno, cuando tuvo que tomar decisiones difíciles y controversiales, “yo no explicaba nada. Seguramente me expliqué muy mal. En realidad, ni me expliqué.”

 

 

Macri debe pedirle a sus ministros que aprendan la lección española: tan importante como las buenas decisiones y acciones, es saber comunicarlas y explicarlas. Y no olvidarse que en el centro de todas las decisiones están ¡siempre! las personas de carne y hueso, y sus graves problemas.

 

 

Se cuenta que en los años ochenta, Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal norteamericana, luego de haber hablado ante una comisión del congreso, les espetó: “Si les parezco especialmente claro es porque deben haber malinterpretado lo que he dicho”. Que me perdone el señor Greenspan, pero los responsables de las políticas económicas deben hablar con sencillez, transmitir calidez y cercanía. Y olvidarse de expresiones oscuras, áridas, abstractas o simplemente incomprensibles para el ciudadano común. Que no declaren sólo para la cofradía, para sus colegas.Cuando sufre el lenguaje, sufre la política. Porque hay una íntima relación entre lenguaje y política, como la hay entre cultura ysociedad.

 

 

Frente a la oscuridad expresiva, se necesita el lenguaje claro y llano, como las palabras de la nueva vicepresidenta argentina, Gabriela Michetti, en la noche del triunfo. Asimismo, el gobierno de Macri debe llevar a la práctica el título de la canción de campaña: “Estoy con vos”.

 

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En un celebrado ensayo titulado “La política y el idioma inglés”, George Orwell afirmaba que adoptar malos hábitos expresivos trae como consecuencia que dejemos de pensar con claridad, y que existe una clara relación entre la decadencia de la política y la degradación del lenguaje. De esto último, el chavismo es uno de los ejemplos más perfectos en la historia.

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En claro contraste, no es casualidad que el político democrático más importante del siglo XX, Winston Churchill, fue asimismo Premio Nobel de Literatura.

 

 

Los venezolanos obtuvimos el 6-D un gran resultado para la renovación democrática del país. Conviene que los liderazgos partidistas de la MUD, y sus expresiones parlamentarias, también tomen en cuenta lo aquí dicho. De entrada, lo han estado haciendo bien.  Entendieron que las primeras decisiones no podían ser sólo del ámbito político –como la justa liberación de los presos- sino que debían aprobarse asimismo resoluciones que ayudasen a aliviar la tremenda fractura social y económica que hoy padecemos, comunicadas con un lenguaje empático, cálido, comprensivo. Sigan así. Que cada vez que abran la boca para declarar, parezca que también están tendiendo la mano.

 

 

Después de 17 años de chavismo, los venezolanos hemos aprendido, como dice Mark Lilla, que “la tiranía comienza con el lenguaje de la tiranía”. Y al demagógico y falso lenguaje de la tiranía hay que enfrentarlo con el lenguaje transparente y claro de las libertades democráticas. Ya el agotado estilo chavista, en boca de Maduro o Cabello, ni convence ni mueve voluntades.

 

 

Finalmente, volviendo a las tierras de las pampas: hay que aceptar con sobriedad y prudencia que Macri no le ganó a un partido, o a un candidato. Ni siquiera le ganó a la presidenta. Le ganó a una cultura política, la peronista, la cual no se va a quedar tranquila. Que se recuperará, con mucha probabilidad, luego de las luchas por el liderazgo interno (y ya comienzan los posicionamientos de las tendencias frente a las elecciones parlamentarias de 2017). Quizá salga un nuevo líder de las nuevas generaciones, o Sergio Massa consolide su independencia frente al nefasto kirchnerismo y su visión feudalista de la política. Pero los seguidores de la expresidenta tranquilos no se van a quedar, y en el congreso harán toda la oposición posible, por vías legales o no tanto, con el fin de impedir la labor del líder de Cambiemos. Por eso el reto de Mauricio Macri es muy grande; del tamaño de su país, de la dimensión de la crisis que enfrenta, y de las expectativas de su pueblo.

 

 

 

Marcos Villasmil

Una cita con…Albert Camus y su maestro

Posted on: febrero 24th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Albert Camus ganó el Premio Nobel de literatura en 1957 y, entre los agradecimientos que dio, uno muy especial fue a Louis Germain, que había sido su maestro en primaria.

 

 

Louis Germain fue un maestro muy especial: no sólo animó al joven pupilo a que continuara a la escuela secundaria, sino que también le ayudó a preparar el examen de ingreso e incluso convenció a su abuela -que quería que fuese aprendiz de algún comerciante local- para que le dejase seguir sus estudios. El día del examen, lo acompañó, e hizo un gran esfuerzo para que consiguiera una beca.

 

 

Jean Daniel, periodista y compañero de Camus, y uno de esos amigos que se prueban no solo en los encuentros y coincidencias, sino especialmente en los desencuentros y diferencias, afirma en su libro ‘Camus: a contracorriente” lo siguiente: ‘El propio Camus, por más precoz que fuera en cuanto a la conciencia de su destino, evocó siempre a sus maestros e ídolos con una gratitud imbuida de evidente humildad”.

 

 

Pocas veces se puede transmitir, como en la carta de Camus que compartimos, un sentimiento tan profundo y tan sencillo, el agradecimiento en su estado más puro. No se agradece algo material, sino lo más importante: haber encendido la llama del saber a un niño pobre de solemnidad, sin otro futuro previsible que repetir la vida de carencias y necesidades que habían vivido sus mayores.

 

 

Nacido en Argelia, en el seno de una humilde familia de colonos franceses (en palabras de Camus, “que carecía de todo pero no envidiaba nada”), con una madre analfabeta y casi sordomuda, y un padre que no llegó a conocer al morir en la Primera Guerra Mundial, Camus no olvidó los esfuerzos de su profesor. Y los agradeció en el momento en que el mundo le reconocía su arte. Por unos momentos, en unas breves líneas, el niño volvió a ver a su maestro más querido:

 

 

París, 19 de noviembre de 1957

 

Querido señor Germain:

 

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser un alumno agradecido.

 

 

Lo abrazo con todas mis fuerzas,

 

 

Albert Camus

 

 

¿Y el maestro qué le respondió?

 

 

Es fácil imaginar la enorme satisfacción del profesor Germain al recibir la carta de su querido alumno, “su pequeño Camus”, reconociendo sus esfuerzos y enseñanzas. Por ello, le contestó de forma igualmente sincera y emotiva:

 

 

Mi pequeño Albert:

 

 

He recibido, enviado por ti, el libro “Camus”, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl.Brisville.

 

 

Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí “mi pequeño Camus”.

 

 

Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y éstas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo. […]

 

 

He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad (es la pura verdad) no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo Camus: bravo. […]

 

 

Hace ya bastante tiempo que no nos vemos.

 

 

Antes de terminar, quiero decirte cuánto me hacen sufrir, como maestro laico que soy, los proyectos amenazadores que se urden contra nuestra escuela. Creo haber respetado, durante toda mi carrera, lo más sagrado que hay en el niño: el derecho a buscar su verdad. Os he amado a todos y creo haber hecho todo lo posible por no manifestar mis ideas y no pesar sobre vuestras jóvenes inteligencias.  […]

 

 

Recuerda que, aunque no escriba, pienso con frecuencia en todos vosotros. Mi señora y yo os abrazamos fuertemente a los cuatro. Afectuosamente vuestro.

 

 

Louis Germain

 

 Por Marcos Villasmil

Elecciones EEUU: New Hampshire

Posted on: febrero 11th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

The hardest thing about any political campaign is how to win without proving that you are unworthy of winning. -Adlai Stevenson, 1900-1965)

 

 

(La cosa más difícil en cualquier campaña política es cómo ganar sin demostrar que usted no merece ser el vencedor.) – Adlai Stevenson.

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Buena la frase de Adlai Stevenson II, quien fuera un famoso orador e importante líder del ala progresista del partido demócrata, además de gobernador de Illinois y embajador de su país ante la ONU. Es sin embargo más recordado por haber sido el candidato demócrata derrotado en dos ocasiones (1952 y 1956) por el candidato republicano a la presidencia, Dwight Eisenhower (y su afortunado lema de campaña -con una simpleza fonética que, como destaca Umberto Eco, es sencillamente intraducible- “I like Ike”). En 1960 intentó lograr una tercera candidatura, pero fue vencido en las primarias de su partido por el futuro presidente, John Kennedy.

 

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La frase de Stevenson dice una verdad actual: hasta ahora, en ninguno de los dos grandes partidos norteamericanos ha surgido un candidato claro que merezca ser considerado ganador.

 

 

No es casualidad que hace pocas horas el posible candidato independiente, el multimillonario y ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, reconociera que“estudia todas las opciones” para presentarse como candidato independiente en las próximas elecciones presidenciales de EE.UU. argumentando que lo hace porque el nivel de la actual campaña es “un insulto a los electores”.

 

 

LA PRIMARIA DE NEW HAMPSHIRE: los Republicanos

 

 

Sobre la elección primaria de New Hampshire: no hubo sorpresas. Donald Trump yBernie Sanders ganaron fácilmente. Pero con una gran diferencia: Sanders arrasó, con algo así como el 60% de los votos; Trump solo alcanzó el 35% de los votos.

 

 

Un dato fundamental es que el voto anti-Trump está disperso entre demasiados aspirantes. Si Ted Cruz ganó en Iowa, ahora quedó en tercer lugar; John Kasichsorpresivamente encabezó el pelotón de derrotados. Y el candidato de los nerds republicanos, Jeb Bush, también recibió una brisita de aliento. Veremos si la puede convertir en algo más. ¿El gran derrotado de la noche? Sin lugar a dudas, Marco Rubio.

 

 

John Kasich, gobernador de Ohio, es un aspirante muy distinto a quienes han encabezado las apuestas hasta ahora; para empezar y terminar, sus posiciones políticas son mucho más moderadas que las de Trump, Cruz o Rubio. Pero una pregunta obligada es: ¿cómo le irá en las siguientes primarias, en especial Carolina del Sur, donde el voto conservador es mucho mayor que en New Hampshire?

 

 

Como afirmaban muchos analistas, este resultado no decide nada, salvo que otro grupo de aspirantes republicanos (Christie, Fiorina, Carson) deberá hacer las maletas rumbo a“cruzar otros mares de locura”, en las inmortales palabras de Roberto Cantoral, sobre todo cuando se escuchan en la voz del chileno Lucho Gatica (bolero “La Barca”.) A Trump le conviene que se mantenga el mayor número de rivales posible, porque de esa manera luce mayor ese sólido 30% de apoyo entre los votantes conservadores.

 

 

Repitamos ese dato fundamental: Trump ganó en New Hamsphire –entre otras razones- porque son demasiados los candidatos anti-Trump, el establishment sigue indeciso.

 

 

Ted Cruz, mientras, luego de la derrota en New Hampshire, espera recuperarse en Carolina del Sur, gracias a sus fieles seguidores evangélicos. En New Hampshire se dedicó a atacar a Rubio, su verdadero rival…por ahora.

 

 

Como era de esperarse, en la más reciente encerrona republicana para debatir, los ataques contra Marco Rubio se intensificaron. Y su presentación fue mala. El propio Rubio lo reconoció. Llama la atención que un candidato sin chance, el gobernador de New Jersey, Chris Christie,  encabezara los cañonazos a Rubio (¿buscará ganarse méritos ante los ojos de Cruz y Trump con la idea de “agarrar algo, aunque sea fallo”, la vicepresidencia, por ejemplo?). Christie llamó a Rubio “el chico de la burbuja…que solo responde preguntas cuyas respuestas ya han sido preparadas y ensayadas”. Hay que reconocer que no deja de tener razón Christie. Jeb Bush calificó la presentación del joven senador en el último debate como “robótica“. Veamos esta caricatura del Washington Post:

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Mientras, Donald Trump sigue mostrando una característica que lo define y lo desnuda cada día más: la única razón de ser de su existencia es ganar la candidatura y presidencia este año. Él no guarda esperanzas para el futuro, como podría hacerlo Marco Rubio. Su expectativa es seguir rompiendo bolas de cristal, en especial las del establishment republicano.

 

 

Un fantasma que recorre los cenáculos republicanos es el Tea Party. Debe recordarse que los dos candidatos republicanos derrotados por Obama, John McCain y Mitt Romney, arrancaron sus campañas con unos currículos muy respetables. Fue la influencia de la extrema derecha teapartista, y la manera en que sus campañas cambiaron para no enojar a los fundamentalistas que tienen casi secuestrado al partido republicano, lo que los hizo caer en picada. El votante centrista norteamericano los repudió.

 

 

Si el candidato del GOP fuera Cruz, o Trump, no habría problema por el lado fundamentalista. No tendrían que cambiar ni una coma de su discurso, de sus propuestas, de su visión de país. Y Marco Rubio como que va por el mismo camino; pareciera deseoso de abrazar las ideas más lunáticas de la ultraderecha.  Una cosa es afirmar que tu contrario está equivocado, eso forma parte del modus operandi de cualquier político, incluso de su razón de ser. Pero afirmar, como hace Rubio, que Obama está destruyendo los Estados Unidos “de forma intencional” es otra cosa, es sencillamente bellaquería argumental.

 

 

Unas preguntas fundamentales que ya surgieron en Iowa siguen pendientes: ¿quién será el campeón del establishment republicano que intentará derrotar al dragón Donald? y la siguiente, tan  importante como la primera: ¿será capaz ese candidato de unir a todas las corrientes del partido republicano (moderados, social conservadores, libertarios, teapartistas, etc.)?

 

LA PRIMARIA DE NEW HAMPSHIRE: El campo demócrata
Veamos una publicidad de Bernie Sanders (debo confesar que me gusta mucho, entre otras cosas por la canción que usa: “America” es una de mis favoritas de siempre entre las melodías de Simon & Garfunkel):

 

 

Si en el campo republicano abundan los aspirantes, en el demócrata escasean. Ante la sólida victoria de Bernie Sanders, Hillary Clinton necesita decir algo que capture la imaginación liberal. Recuérdese que la izquierda siempre le dedica más atención a la utopía, al arrullo de los cantos de sirena del cambio radical, mientras que la derecha es siempre más pragmática y tiene los pies puestos sobre la tierra.

 

 

 

Clinton es retada por Sanders exactamente en su talón de Aquiles: su punto más débil –lo fue hace 8 años contra Obama- es que es demasiado cautelosa. Asume que el triunfo es suyo, no arriesga, ofrece una campaña convencional, sin originalidad o creatividad. Y para peor, el destino le ha puesto enfrente al candidato menos cauto en la historia reciente del partido demócrata. Es como si el hombre cada vez que se encarama en una tarima supiera que no tiene nada que perder, así que se atreve a decir cosas que a otro candidato más convencional jamás se le habrían ocurrido. Es casi seguro que de ser Sanders el candidato a la presidencia sus chances serían pocas (dependerá asimismo de quién es su rival), pero desde hace rato le está conectando jabs a la mandíbula de Hillary y ella, sorprendida, no sabe cómo responder.

 

 

 

¿Es posible que Bernie Sanders tenga chance en noviembre, a pesar de lo que se deduce de la experiencia previa? (Barry Goldwater en 1964, y George McGovern en 1972 son dos buenos ejemplos de candidatos “extremistas” que perdieron por paliza). Un politólogo que afirma que sí es Alan Abramowitz, de la Universidad Emory. Su argumento descansa en lo que él llama “negative partisanship” (partidismo negativo). Debido al aumento de la polarización política en la sociedad norteamericana,  se ha incrementado la tendencia en los votantes a votar en oposición a un partido. Es decir, no importa quién sea el candidato demócrata, los votantes del partido votarán por él con tal de derrotar al republicano. La verdad es que intuitivamente esto quizá funcione en estados como New York (para los demócratas) o Texas (para los republicanos), donde ni que haga campaña a su favor el papa Francisco junto al Dalai Lama ganaría las elecciones el candidato rival. Pero ¿qué pensar de aquellos estados que en verdad deciden las elecciones, los llamados “swing states“? No lo veo claro. Por lo demás, el mismo argumento le sirve a Cruz y a Trump en el caso republicano.

 

 

Seguir con su discurso “realista”, de ganadora segura, no le ha funcionado a Hillary. Debe recordar la muy citada frase del exgobernador de New York, Mario Cuomo: “se hace campaña con poesía, luego se gobierno con prosa.” Parece que la antigua primera dama no ha leído a muchos poetas.

 

 

Un gran contraste entre los discursos del martes 9 por la noche: El de Hillary acentuó el “I” (yo); en el de Sanders, en cambio, predominó el “we” (nosotros).

 

 

Ahora,  los candidatos de ambos partidos viajan a Nevada (caucus) y Carolina del Sur (primaria). Se llevarán a cabo el 20, 23 y 27 de febrero.

 

 

Todavía puede afirmarse que Hillary Clinton es entre los diversos precandidatos, y con ventaja, la persona con más experiencia para ejercer la presidencia, en medio de un grupo candidatural lleno de iconoclastas. Pero el tiempo se acorta: y aunque a la larga, a partir del gran “super Tuesday” del 1 de marzo, comience a ganar primaria tras primaria, podría llegar a la campaña muy debilitada, con muchos flancos débiles abiertos.

 

 

Cualquiera que sea el candidato republicano, será un verdadero perro de presa, y no el chihuahua que hasta ahora se pensaba era Bernie Sanders. Un chihuahua muy ladrador, pero chihuahua al fin. A menos que, para pesar de Clinton, el chihuahua demócrata se convierta en un pastor alemán.

 

Marcos Villasmil

Venezuela: El futuro nos alcanzó

Posted on: febrero 3rd, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
“Soylent Green” (en español la llamaron “Cuando el destino nos alcance”), es una película de ciencia ficción filmada en 1973 y protagonizada por Charlton Heston y Edward G. Robinson (fue su última película; falleció antes de su estreno). Es el año 2022, y la tierra está sobrepoblada y contaminada –hay una escena impactante, donde se nos muestra el único árbol que sobrevive del Central Park, en Manhattan-. La alimentación de lo que queda de la raza humana es casi exclusivamente provista por una compañía “Soylent Industries”, que supuestamente convierte el plancton marino en comida. Claro, hasta que nuestros protagonistas descubren que los responsables de la empresa son algo así como precursores de los boliburgueses chavistas, y la materia prima es en realidad…pero no les voy a contar la película, obviamente. El destino alcanzó a la humanidad sin que nadie asumiera sus responsabilidades. La tragedia no pudo ser evitada.

 

 
En mi nota anterior hice referencia a una afirmación del economista Orlando Ochoa: “ en Venezuela los tiempos de la política son hoy más lentos que los de la economía”. En esa misma onda, el Fondo Monetario Internacional anuncia vientos socio-económicos huracanados, al predecir que la inflación de este año podría llegar a 700%. La Asamblea Nacional, haciéndose eco de las alertas de todo tipo, nacionales e internacionales, señala que vivimos una crisis humanitaria.

 

 

Ese futuro, ominoso y trágico, inevitablemente producido por el chavismo, ya nos llegó a los venezolanos. La situación solo ofrece, en los meses próximos, perspectivas aún peores. ¿El régimen? Negando la realidad, con sus capos mayores turnándose en dar declaraciones desastrosas. Y el futuro no le interesa porque tiene 17 años viviendo un escapismo infantil, anclado en un presente eterno.

 

 

Sería un error pensar que la situación es debida a la incapacidad de Maduro y su equipo. Los vientos que produjeron estas tempestades fueron originados por Hugo Chávez, y tienen 17 años preparándose para el proceso de destrucción total.

 

 

Ante todo ello, una pregunta que cabe hacerse es ¿Es posible una colaboración gobierno-oposición, una especie de cohabitación, para intentar salvar la situación? Sobre ello tratan las líneas que siguen.

 

 

Lo primero: teóricamente es loable y perfectamente deseable que ante una situación como la actual se busquen todos los esfuerzos que puedan ofrecerse. Ello deviene de razones esencialmente éticas. Pero sucede que la crisis sobrevenida después de 17 años, la destrucción de los tejidos institucionales por parte del chavismo, no tiene en su raíz (pero debe formar parte de su solución) un fundamento solamente material, o económico, sino ético. Es la visión ética del chavismo la que sembró las semillas de odio y de división que han destruido al país, no sus decisiones económicas, aunque estas últimas sean las consecuencias aparentemente más visibles. El chavismo ha resultado ser, en su esencia, una construcción política inhumana.

 

 

Una oposición política que se enfrenta a un régimen autoritario, sobre todo cuando ella es mayoría, no está para salvarle la situación a un gobierno que se ha negado a todo tipo de convivencia y que se muestra todavía hoy indiferente ante los padecimientos ciudadanos, incluso ante la muerte derivada de sus errores. Y, como afirma un joven Winston Churchill a Lord Grey en una reciente y muy recomendable miniserie de la BBC sobre los orígenes de la 1ª. Guerra Mundial (“37 days”), “la amabilidad nunca es una estrategia”.

 

 

En cambio, sí son profundamente estratégicas –de hecho son dos de las reglas fundamentales de la estrategia en la teoría de juegos- estas consideraciones: 1) “si usted tiene una estrategia dominante, asúmala”. La estrategia dominante de la oposición hoy, derivada del mandato recibido el 6-D, es conquistar el poder ejecutivo, por vía constitucional, lo más pronto posible. 2) “Hay que conocer al rival al que te enfrentas”.Creo que los venezolanos hemos sufrido lo suficiente a estos tiranos como para hacernos ilusiones sobre lo que se puede esperar de ellos. Y ya no es posible –ni ética ni políticamente- hablar de “dos fuerzas iguales”. Mucho menos, poner en la misma balanza moral a los liderazgos tiránicos y a los democráticos.

 

 

Nicolás Maduro no posee ni un solo gramo de legitimidad. De hecho, nunca la ha tenido. Por la forma mediante la cual sustituyó al difunto, y la manera como se violó la constitución en esa oportunidad, ya estaba ilegitimado para ejercer la primera magistratura. Además, no es deseable transportar al mundo de la ética los cálculos políticos basados en mayorías y minorías. Ellos son un dato a asumir, y ciertamente determinan en buena medida las decisiones a tomar. Pero afirmar que el chavismo está legitimado “éticamente” (y que Nicolás Maduro es, o ha sido presidente de “todos los venezolanos”) por unos resultados electorales en medio de la grosera manipulación y ventajismo de cada proceso electoral, es inaceptable desde el punto de vista de la ética democrática.

 

 

El chavismo, desde sus primeras y tempranas violaciones a la constitución, se ha convertido progresivamente en un gobierno de hecho, que no de derecho. Y no hay resultados electorales que puedan maquillar ese dato esencial.

 

 

En vez de darle una tabla de salvación, hay que continuar la tarea que está realizando la Asamblea Nacional: aprovechar cada ocasión para desmontar la mentira, las múltiples corrupciones, el pozo negro moral que ha constituido el chavismo y su líder máximo, con su orgullosa inhumanidad.

 

 

Hoy, insistamos, resulta que la mayoría claramente está del lado opositor. Y ello, a pesar de todas las mencionadas irregularidades cometidas por el poder chavista y sus instituciones, en especial el Consejo Electoral y el Tribunal Supremo, que incluyen la imposibilidad de manifestar su voluntad electoral por parte de miles de compatriotas que han tenido que emigrar. ¿Acaso son ellos menos venezolanos que quienes residimos en el país? Entre las primeras decisiones de un nuevo Consejo Nacional Electoral está la corrección de esta injusticia.

 

 

Como ya decíamos, el futuro lleno de desgracias y construido pacientemente por un chavismo enemigo de todo aquel que no se pusiera de rodillas ante sus órdenes ya llegó, y hay que enmendarlo con urgencia. La única posibilidad de encuentro colaborativo entre la oposición y el chavismo se daría solo en un gobierno democrático, con algún sector chavista (por ahora inexistente) que haya entendido y aceptado los inmensos errores cometidos, y esté dispuesto a regenerarse, a asumir conductas de diálogo y respeto por el adversario, vale decir, que sus acciones sean democráticas y pluralistas. Con nuevos nombres (a los protagonistas actuales, su destino está por alcanzarlos), que no sean culpables directos de la masacre de estos 17 años.

 

 

Sólo así podrá hablarse de un sincero diálogo democrático, un diálogo que reconstruya con base en valores dignos y centrados en el bien común, y no en antivalores, la unidad nacional. Como destaca Mercedes Pulido en una reciente nota publicada en “Reporte Católico Laico”: “¿Qué habilidades tenemos que generar para impulsar estos valores y estas conductas? Imprescindible será la capacidad de deliberar, de debatir los problemas políticos para examinar, discutir y ampliar la visión de las diferencias. A esto se aúna la capacidad de pensar en el bien común de la nación como un todo mas allá de localismos inmediatos (…). La ciudadanía democrática requerirá capacidad de autocrítica y pensamiento crítico que razone con la autoridad y construya opciones alternativas. Solo se podrá hablar de diálogo si aprendemos a deliberar, a aceptar diferencias, a sustituir la visión de enemigo a ser derrotado por sujetos que tienen razones sobre lo que piensan y que pueden ser compartidos algunos pensamientos con los otros. El conocimiento no es garantía de buena conducta, pero la ignorancia es garantía virtual de lo contrario. La inteligencia no es garantía de integridad, pero ésta sin juicio crítico es garantía de sumisión. La apertura de la información y la exposición a los debates hace evidente el impulso al cultivo de la imaginación. La innovación que exigen las crisis requiere imaginaciones capacitadas, que enfrenten estigmas y privilegios… Es la ciudadanía democrática la que vencerá resistencias…”

 

 

Frente a las infinitas carencias éticas y políticas del liderazgo chavista, la oposición democrática, trabajando en conjunto con las mayorías ciudadanas, ofrece renovadas potencias creadoras para convertir, a pesar de la dificultad de la tarea, la miseria en prosperidad. El país espera, impacientemente, la llegada definitiva de los demócratas, constructores de un nuevo y mejor futuro.

 

Marcos Villasmil

Lo que va del 2016

Posted on: enero 29th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

 

La institucionalidad venezolana sufre una paradoja monstruosa: quienes debieran, por tener el poder estatal, defenderla y protegerla, tienen 17 años destruyéndola, y quienes sí desean reconstruirla, los opositores, apenas tienen poco más de tres semanas rescatando a una de las instituciones fundamentales, el poder legislativo.

 

 

El régimen chavista, más allá de sus discursos sobre su carácter socialista, es en realidad profundamente reaccionario. Como afirma con gran acierto Isaiah Berlin en su biografía sobre Karl Marx –personaje muy nombrado pero seguramente no leído con seriedad por ninguno de los jerarcas chavistas-: “se es reaccionario cuando se avanza inevitablemente hacia un punto muerto, y no hay capacidad para evitar el caos interno y el desmoronamiento final, a despecho de los más desesperados esfuerzos por sobrevivir”.

 

 

Y en esa coyuntura infernal estamos. Ya nadie duda que estamos siendo testigos del derrumbe sin pausas de un régimen que combinó a raudales ignorancia, corrupción, ampulosidad idiomática y colectivismo; lo que nadie puede adivinar es el cómo y el cuándo se producirá el desmoronamiento de por lo menos su expresión gubernamental. El porqué es lo único que todos tenemos clarito. Salvo los responsables y los culpables.

 

 

Un problema significativo que determina todos los escenarios es que, como afirmara el economista Orlando Ochoa en un muy interesante Foro organizado por el Instituto de Estudios Parlamentarios Fermín Toro (sobre las perspectivas institucionales del 2016),“los tiempos de la política son hoy más lentos que los de la economía”. La crisis socio-económica se ha transformado, como han señalado diversos actores nacionales e internacionales y ha destacado asimismo la Asamblea Nacional, en una crisis humanitaria.

 

 

Un dato importante es que gracias a las actitudes asumidas por la nueva mayoría, hay esperanzas de que en las mentes ciudadanas el conocido y tradicional antichavismo se vaya convirtiendo poco a poco en pro-oposición. Y eso es un hecho crucial: no se reconstruye un país, con tejidos sólidamente democráticos, a base de antis, se necesita que haya mayoría de pros. Y mientras los liderazgos democráticos se expanden, los chavistas se reducen dramáticamente. La bancada de la unidad tiene tareas simultáneas, tanto en el marco legislativo, como en la conducción de una transición democrática que supere el desorden previo, que ha durado 17 años, esencialmente autocrático. Dichas tareas confluyen en un deber ser que va más allá de lo material,  y que puede resumirse en una frase-objetivo: “humanizar el futuro”.

 

 

Otro problema que tenemos todos, no sólo el liderazgo democrático, es que dentro de los cuadros gubernamentales, o dentro del PSUV, no hay ni una sola alma dispuesta al menos a aparentar maneras democráticas. Nadie responde el teléfono rojo –por ahora- ni en Miraflores ni en el partido de gobierno. Y es que Chávez no quiso aprender, y mucho menos enseñar, una de las lecciones fundamentales de todo demócrata verdadero: saber perder el poder, y luego trabajar dentro de las reglas constitucionales para recuperarlo. A su contumaz conducta le viene al dedo una vieja oración del absolutismo germánico aplicada durante la represión de las protestas populares que, iniciadas en 1849 en Baden, al sur del país, se extendieron a otras regiones, a medida que los reclamos por libertad aumentaban: ”Gegen Demokraten Helfen nur Soldaten”(contra los demócratas solo ayudan los soldados). A las menciones de la tríada revolucionaria francesa “libertad, igualdad, fraternidad”, el chavismo respondió siempre, en palabras que recuerdan a las de Marx en su obra “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”,“guardia nacional, milicias, colectivos”.

 

 

A pesar de la gravedad de la situación, no se viven tiempos de prudencia, de enmienda o de sensatez de parte chavista. Un actor identificado como posible puente de diálogo, acaba de dar una declaración increíble. El nuevo vicepresidente, Aristóbulo Istúriz: “El socialismo no ha fracasado porque no lo hemos construido”.  Es que son muchas las oraciones –insensatas, estúpidas, ignorantes- que hemos tenido que escuchar de estos señores cuya única habilidad parece ser la de saquear los bienes públicos y privados (la afirmación de la ministra de Salud, sobre cepillarse los dientes una vez al día, pertenece a cualquier antología de la idiotez); pero una que los descubre en su mayor orfandad ética y moral es la del encapuchado Jaua; una suprema burla ante la crisis humanitaria que se nos viene encima, y que va más o menos así: “no importa que escaseen los productos, porque tenemos patria.” Tal sentencia resume los contenidos e intenciones del más reciente difunto del régimen: el decreto económico madurista. A golpes de incompetencia, Maduro se está convirtiendo en una secta con un solo miembro. ¿Creerá de verdad que los ministros, los viceministros, la oficialidad que hoy ocupa centenares de cargos públicos, están dispuestos a inmolarse con él? El juicio al chavismo no terminó el 6D: apenas acaba de comenzar.

 

 

Hay que tener claro que solo un chavismo regenerado en socialismo democrático tiene cabida en una sociedad democrática. Bajo el paraguas constitucional, que nos debe cubrir a todos los ciudadanos, no caben las actitudes autoritarias.

 

 

Quienes añoran a una salida exclusivamente de uniforme deben tomar en cuenta que otros claros derrotados durante la jornada del 6D son la cultura de cuartel, del mando e imposición, la jerarquía sin méritos, la moralidad selectiva, y el latrocinio sin tapujos ni vergüenzas que ha convertido en una clase potentada a algunos miembros de la alta oficialidad criolla. Debe recordarse que la actual debacle que está llegando a su fin ha sido en gran medida liderada por un grupo de jóvenes oficiales que, traicionando valores esenciales, se alzaron el 4F de 1992. Esos traidores a la patria, que en su momento de mayor apogeo se creyeron dioses de la confrontación y de la guerra, buscan negar los hechos a la vista de todos, extraviado para siempre el sendero laberíntico hacia una tierra prometida donde los iba a llevar un conductor insensato hoy cada vez más memoria que realidad.

 

 

Esos son los dilemas que vive la sociedad venezolana en estos comienzos del 2016: un chavismo que tuvo pretensiones eternas  luce agotado; no hay nadie que responda el teléfono rojo del gobierno; y la crisis ya no es solamente social, o económica, sino humanitaria, dentro de un caos de origen gubernamental inimaginable incluso en nuestra accidentada historia patria.

 

 

Msrcos Villasmil

Argentina: La urgente necesidad del cambio

Posted on: noviembre 10th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Desde hace más de medio siglo hablar de política en Argentina ha pasado en buena medida por ese fenómeno anti-político llamado el peronismo. El próximo domingo 22, el pueblo argentino tiene una gran oportunidad de realizar un cambio que signifique un primer paso importante para abandonar viejos y muy dañinos hábitos, para evitar seguir equivocándose: elegir a Mauricio Macri como presidente, destrozando los planes hegemónicos del kirchnerismo.

 

 

 

Juan Domingo Perón impuso una impronta caudillista particularmente negativa. Dejó como testamento sólo ideas generales con tufo populista, así como un estilo de manejar la cosa pública basada en un clientelismo antológico y ligado a formas más o menos visibles de autoritarismo, con su persona como objeto de culto.  El peronismo se caracteriza por una flexibilidad proteica –de anti-valores, de propuestas, de visiones, de análisis, de modos de acción-, ya que el fin último es explotar la poca memoria de la masa, y poner todo al servicio del caudillo de turno.  Ello aporta la característica de que ningún principio que quede todavía realengo por allí es de importancia a la hora de crear nuevas pero siempre fructíferas capturas del poder. Eso fue lo que entendió un joven Néstor Kirchner, desde su lejana y sureña gobernación de Santa Cruz. Apenas llegar a la presidencia, renovó los hilos del poder peronista para ponerlo al servicio de la construcción de una nueva hegemonía. Y quien al final terminó cobrando y disfrutando fue su viuda Cristina.

 

 

 

En cierta ocasión, hace algunos años, se le solicitó al dueño de un bar llamado “Perón, Perón” que definiera al peronista típico: “Amigo de sus amigos, bueno para los asados, aficionado al fútbol, y sin dominio del inglés”. Al respondérsele que esa sería la definición del argentino promedio, indicó con sorna: ”Claro, el argentino promedio es peronista de corazón”.

 

UNA POTENCIA TORNADA IMPOTENCIA

 

 

En su último artículo (titulado “Argentina: doscientos años de soledad”), el finado periodista y escritor Tomás Eloy Martínez (quien huyendo de amenazas de muerte de grupos de ultraderecha vivió varios años exiliado en Venezuela) afirmaba que su país se había tornado impredecible, todo un enigma.

 

 

Desde la llegada de Perón al poder Argentina ha sido un campo de batalla de facciones –civiles y militares- que se han sucedido, y que han negado sostenidamente cualquier idea que no esté mojada por el tinte autoritario, jerárquico, carismático y clientelar impuesto por el Padre de la Patria Populista. Con cada nuevo caudillo han sufrido tanto el pueblo como las instituciones, ambos olvidados y minuciosamente manipulados.

 

 

Un nuevo peronismo sucede al anterior, frustrante como todos, sembrando de nuevo el optimismo en una masa que ya ha adoptado como una nueva piel los tics explicativos del atraso y del fracaso, cuya culpa siempre la tiene un agente externo, como los Estados Unidos, o los organismos internacionales tipo FMI. Si algo ha producido el peronismo es el hecho renovado de que en un país lleno de callejones sin salida lo malo siempre puede empeorar.

 

 

No siempre fue así: Rubén Darío escribió en 1910 –antes del peronismo, cuando todo apuntaba fabulosamente para el país- un “Canto a la Argentina” con una gran fe en el futuro; la llamaba “la región del Dorado, el paraíso terrestre”. En 2004, Juan Gelman, a su manera le respondería: “Cuando el dolor se parece a un país, se parece a mi país.”

 

 

Se preguntaba Tomás Eloy Martínez, en el artículo mencionado arriba, dónde está ahora Argentina. ¿En qué confín del mundo, centro del atlas, techo del universo? ¿Argentina es una potencia o una impotencia, un destino o un desatino, el cuello del tercer mundo o el rabo del primero?

 

 

Continúa: “Hacia 1928, las estadísticas señalaban que Argentina era superior a Francia en número de automóviles y a Japón en líneas de teléfonos. A fines de 1924, el poeta nacional Leopoldo Lugones proclamó que los militares eran los “últimos aristócratas” del espíritu y les exigió que, espada en mano, ejercieran su “derecho de mejores”, con la ley o sin ella y emprendieran cruzadas para imponer un “orden nuevo”. Las sucesivas cruzadas de los “aristócratas del espíritu” -que culminaron en la guerra de las Malvinas, en los campos de concentración de la dictadura y en los cementerios de desaparecidos-, precipitaron el país en un desastre para el que todavía busca salida.”

 

 

Tomás Eloy concluía su artículo con estas terribles palabras: “Mucha de la infelicidad argentina nace de una lección que la realidad siempre contradice. A los niños se les enseña en las escuelas que son hijos de un país grande acechado por desgracias de las que no es responsable. Nunca le será fácil alcanzar la dicha a un país que cree tener menos de lo que merece y que desde hace décadas imagina que es más de lo que es. “¿Cómo se vive allá, en América Latina?”, me preguntaba un amigo cuando volví del exilio. Argentina no estaba, entonces, en América Latina sino en ninguna parte: ni en el continente al que pertenecía por afinidad geográfica ni en la Europa a la que creía pertenecer por razones de destino. Estaba, como quien dice, en el aire. Lo peor es que cuando tenga que bajar, no sabrá dónde.”

 

 

Votando el domingo 22 por Mauricio Macri no quiere decir que todo se arreglará automáticamente, que el país podrá por fin poner los pies sobre la muy terrena realidad. Eso nunca es verdad. Pero el último siglo argentino ha sido tan trágico, tan erróneo, que el gobierno que simplemente rompa con esa barrena infernal alcanzará un muy necesario logro histórico para el sufrido país sureño.

 

 Marcos Villasmil

COPEI: Extraños en un tren

Posted on: noviembre 3rd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

 

‘Las únicas mentiras por las cuales somos realmente castigados son aquellas que nos decimos a nosotros mismos.”  V. S. Naipaul

 

 

Al momento de redactar esta nota ha llegado a un punto insostenible la querella entre dos grupos antagónicos en lucha por el poder interno del partido

socialcristiano COPEI.

 

 

 

Un problema central y característico de dicha confrontación es que la misma no deriva de un debate al cual pudiera considerarse ideológico o doctrinario.

 

 
Un segundo dato, nada menor, y derivado del punto anterior, es que ambos grupos contendientes no ocultan el hecho de que la causa del diferendo es exclusivamente el poder interno: quieren el monopolio del mismo. Lo cual da a las luchas un carácter fundamentalmente anti-democrático y suma-cero. Solo pueden ganar destruyendo y condenando al adversario.

 

 

Destacadas personalidades del mundo democristiano criollo han tratado, en varias oportunidades, de mediar entre las partes, de lograr que se sienten a dialogar, motivar conciencias, no exacerbar odios o contar cañones. No ha sido posible.

 

 

Cuando uno oye a los contendientes, o lee sus escritos –que parecen partes de guerra-, sus voces pecan de parcialidad, de sordera frente al otro, de desapego frente a lo que debería unir.

 

 

Ambos conglomerados comparten, como si no fuera suficiente lo ya señalado, un tercer dato monumentalmente penoso: la decisión de dilucidar sus diferencias en el Tribunal Supremo chavista. Buscando legitimidad de parte del adversario autoritario, los dos grupos se han deslegitimado ante el mundo de la militancia socialcristiana. Olvidan, asimismo, que la política no se hace a golpes de sentencias judiciales, en una suerte deoutsourcing tenebroso (que otro decida lo que yo no puedo decidir); mucho menos cuando las decisiones terminan mendigándose al que es nuestro adversario fundamental.

 

 

Con ello, han mostrado por años una persistencia ciega que casi se ha convertido en frivolidad. Van al TSJ cuando precisamente se ha convertido en el instrumento más implacable para convertir a Venezuela en tierra arrasada por la injusticia de unos seres en los cuales los antivalores supremos son el odio y el enriquecimiento personal. ¿Cómo es posible que alguien pueda pensar que el actual TSJ decide algo con base en criterios de justicia o de legalidad?

 

 

Venezuela ha observado con asombro a dirigentes del grupo “A” regocijándose porque el TSJ les había dado la razón, para ver, tiempo después, en un toma y dame macabro, que los del grupo “B” pasaban a ser entonces los favorecidos. Y ambos sectores, en su respectivo momento de auto-engaño, pensaban que el TSJ había decidido apegado a la corrección jurídica.

 

 

Peor aún: No se han dado cuenta de que celebrar como justa una decisión del TSJ chavista es otorgarle legitimidad a quienes han fungido como principales verdugos de la verdad, de lo honesto, de lo moral, decidiendo siempre según los intereses del régimen.

 

 

La penosa conclusión, que debemos asumir todos los demócrata-cristianos, es que ninguno de los dos sectores está en capacidad de aglutinar, mucho menos dirigir o representar, a la Democracia Cristiana en Venezuela. Se presentan como salvadores del partido, cuando ni el partido ni la patria necesitan salvadores o mesías.

 

 

Otra consecuencia, que deriva directamente de la anterior, es que ambas partes han sembrado una enorme desesperanza en los cuadros de base del partido en lo que respecta a la posibilidad de recuperar una conducción certera, consustanciada con la orientación político-ideológica social cristiana y que esté, en consecuencia, al servicio de la necesidad de reintegrarle a la patria venezolana, mediante una lucha democrática frente al régimen autoritario que hoy desgobierna, la libertad, los valores republicanos y el sentido de unidad solidaria en torno a un destino común como nación.

 

 

En esta misma dirección, observamos que los jóvenes, que en épocas anteriores eran semillero fértil y potente de los demócrata-cristianos, se distancian de la organización al no sentirse interpretados por ella en sus ideales, en sus sueños de aportar su contribución a la construcción de un orden social más apegado a la dignidad de la persona humana.

 

 

Como consecuencia de todo ello, el partido muestra una aguda debilidad institucional, y una creciente pérdida de especificidad e incluso de identidad. De las ideas, que siempre fueron de una riqueza y de una visión que motivaba a la acción y al ejemplo democráticos, solo quedan cascarones manipulados, expresiones vacías de contenido sustantivo. Liderazgos que buscan esconderse bajo la cubierta de sus palabras, como si ellas los pudieran proteger de la realidad; como si citar

 

profusamente a Caldera, Calvani o Pérez Olivares otorgase una constancia automática de socialcristianismo.

 

 

Con sus continuos errores, han vuelto banal para la sociedad venezolana lo que en realidad es un hecho de suma gravedad: la incapacidad de los partidos para regenerarse y reinventarse en la lucha contra la tiranía.

 

 

¿Acaso no sienten el silencio ciudadano ante sus acciones? ¿No se dan cuenta del progresivo alejamiento de conciencias que, en otra circunstancia tendrían todos los motivos, en la lucha contra la autocracia chavista, de militar en la Democracia Cristiana, si éste fuera en verdad un movimiento vigorosamente democrático, plural, inspirado en ideas y no en ambiciones, dominado por la pasión de servir, y no por la tiranía de egos extraviados?

 

 

La inopinada catástrofe no ha sido consecuencia o efecto de un único motivo, de una causa en singular, más bien ha sido producto de un vórtice, de un punto de presión ciclónica, hacia el cual ha conspirado una porción de causas convergentes. Sobre ellas, ya he escrito dos documentos previos, el último titulado “Socialcristiano sigue buscando partido.”

 

 

Increíble cómo un tren de alta velocidad fue progresivamente convertido, por unos liderazgos cada vez más lejanos de los valores fundacionales, y negados a todo debate de ideas, en una locomotora de vapor. Una locomotora en ruinas llena de seres extraños, que no se reconocen ni se asumen en una militancia conjuntamente compartida.

 

 

Un partido DC hoy, ante las responsabilidades de enfrentar tentáculos totalitarios, debería partir del redescubrimiento y la armoniosa aceptación de los vínculos que unen, no de los que separan. Debe aceptar la presencia luminosa en la vida diaria partidista de la dialéctica civilizadora del diálogo, con mucha paciencia y no poca caridad. Teniendo siempre presente el valor cívico, irrenunciable y sereno, así como un claro sentido de responsabilidad, de decisión segura, moderación civil, y pulso firme.

 

 

Un auténtico liderazgo democristiano debe saber balancear valores, ambiciones legítimas, logros, esperanzas e intereses; procurar razones para la acción conjunta, y no meras excusas para una nueva ola de desencuentros.

 

 

¿Tiene futuro la Democracia Cristiana en Venezuela? Las ideas, la doctrina, las tesis, las visiones, están allí, siempre vigentes. Pero el viejo cuerpo partidista tiene demasiados años sufriendo oleadas y oleadas de traiciones a los ideales. Parece muy difícil admitir que quienes han sido actores principales en la actual tragedia partidista, quienes han sido los agentes directos del declive, vayan a ser los que puedan conducir algún proceso de resucitación.

 

 

Los encargados de intentarlo deberán ser, en todo caso, auténticos dirigentes democristianos, con el adecuado balance entre méritos, experiencia, creatividad e innovación, capaces de encarnar e identificarse con una causa fundada en valores trascendentes. La misma causa que llevó a los fundadores a dedicar su vida a luchar «por la Justicia Social en una Venezuela mejor».

 

Marcos Villasmil

 

Argentina: “¡Elecciones ya!” (Videos)

Posted on: octubre 16th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Para un fanático latinoamericano del béisbol el mes de octubre consiste fundamentalmente en ver los juegos de la postemporada de Grandes Ligas (series de campeonato de las dos ligas, y luego la serie mundial), y el comienzo de la pelota de invierno, en mi caso la de Venezuela. Mejor que mejor, DirecTV transmite todos los juegos del Norte y al menos un juego diario del béisbol criollo.

 

 

Un detalle del béisbol es que cada juego posee una serie de interrupciones reglamentarias, en las cuales se produce el paso de cada equipo de la ofensiva a la defensiva. Y tales cambios ofrecen en televisión y radio al menos 18 espacios para publicidad por cada juego; y si el juego se extiende, no hay límites previstos.

 

 

Normalmente son spots publicitarios adaptados a un presumible fanático típico: carros deportivos, viajes de placer, bancos que te convierten en millonario apenas pisar su entrada, desodorantes que compiten por ver cuál, gracias a una magia digna de genio de botella, te hace más macho. Pero este octubre nada de chicas en autos italianos o alemanes, nada de viajes al Caribe o Nueva York. No señor, en su lugar nos hemos encontrado una auténtica peste medieval que ha infectado las pantallas de la TV latinoamericana que transmite deportes. Esa plaga es la publicidad de los diversos candidatos a la presidencia argentina.

 

 

Lo peor es que no son dos, sino un variado grupo de aspirantes –para terror de un amigo desesperado, perdido entre tantos nombres, siglas, colores y listas (lista 132, lista 438, etc., algo al parecer muy usado en el cono sur)-. Por lo que he visto los candidatos son, en primer lugar, un viejito de traje y corbata (que me hace recordar a los notarios que destaca Jacques Brel en su inolvidable canción “Los burgueses”) que nos alecciona sobre las razones por las cuales con él la cosa por fin se va a arreglar, ya que es el nuevo mesías de las pampas (un tal Rodríguez Saá). La publicidad tiene un tufo naftalínico, como del siglo pasado. Mal comienza la cosa. Pasemos el mal rato viendo y oyendo a Jacques Brel interpretar ‘Los Burgueses:”

 

 

Ya con ese primer ejemplo sería suficiente, pero resulta que es apenas el abreboca a un espectáculo de circo político en decadencia, donde los leones se murieron y solo los trapecistas hacen lo que pueden para salvar la faena, con una horrorosa falta de originalidad y de creatividad. Sigamos adelante: otro spot nos muestra a una pareja: candidato a presidente él, vicepresidente ella (salvo una señora de apellido poco común, Stolbizer, todas las chicas que aparecen van de vice). Evidentemente de izquierda, este dúo dinámico del socialismo científico se mete un autogol con una promesa absolutamente idiota: rebajar los sueldos de los parlamentarios y equipararlos a los de los maestros. Es decir, castigar a los ediles, poniéndolos a ganar la miseria que ganan los educadores. Confieso que nunca había visto a unos socialistas más sinceros; la suya, es una de las confesiones más rampantes de igualación hacia abajo que se haya hecho en la política latinoamericana. Nada de proponer, por ejemplo, lo contrario: que los educadores tengan el nivel de vida de un parlamentario. Al revés. Que todos coman cable, para decirlo en criollo.

 

 

Luego, nuestra peculiar aventura turística en desiertos publicitarios argentinos sigue con un señor elegante en su traje y corbata, con apellido de corredor de Fórmula 1, Massa, que sale acompañado por unos individuos –todos adultos muuuy mayores- de pinta burguesamente respetable, sus supuestos futuros ministros. Las lucubraciones de todos estos egregios cerebros patrios dan sólo para ofrecer una “república más federal; derrotar los desafíos económicos, que son grandes (¡¡!!); un país unido y mejor y, como lema, “las propuestas son el cambio.” (¿No sería más aconsejable que cambiaran las propuestas?).

 

 

La señora de apellido extranjero tiene una cuña en que pide votar por una obviedad: por lo que uno cree. ¿Su lema? “el voto ganado.” Más bien parecería “el votante tratado como ganado.” Un ganado en estado de Alzheimer terminal.

 

 

Es hora de mencionar a los dos caballos favoritos de las apuestas: Scioli y Macri. Ellos tienen más publicidad, es decir, más dinero, más recursos. Igual no mejora el enfermo. La oferta sigue siendo gris, poco original.

 

 

Mauricio Macri casi nunca aparece de traje y corbata. Aparece en reuniones pequeñas, suerte de conversatorios electorales. Posee una característica esencial de la mayoría de los políticos latinoamericanos de hoy: sustituye la retórica y la oratoria por la conversa. No busca convencer, motivar, persuadir, deleitar o emocionar, sino informar, reportar. Al no generar emoción, no hay real contacto social en el nivel del discurso, en el encuentro privado, personal, entre el político y el ciudadano. Sería recomendable – nunca es tarde para aprender en política- que todos se dieran un paseo por alguno de los discursos de Sir Winston Churchill. Aquí, un breve extracto de su discurso “Their Finest Hour”:

 

 

 

Algunos dicen que Daniel Scioli es una marioneta de la Kirchner; no lo creo: si algo tiene el peronismo es una gran capacidad para mantenerse en el imaginario ciudadano no cambiando su mensaje de fondo, sino simplemente el mensajero. Una variante gattopardiana basada no en cambiar las cosas para que queden los mismos jefes, sino cambiar los jefes para que las cosas sigan igual, cuesta abajo en la rodada, como dice el tango aquel. Scioli, el representante de turno de las eternas y cada vez más rancias esencias del mensaje de Perón, Scioli el futuro presidente –según los entendidos- propone que “sigamos construyendo a partir de lo construido”, así como que ‘hay que profundizar lo que tengamos que profundizar y cambiar lo que haya que cambiar”,prometiendo “una victoria de todos.” Como buen populista afirma sin que se afecte el tensiómetro que “desarrollar es dar” , y que “el nacimiento del peronismo es la justicia social.” Obviamente, ofrece “pleno empleo.” Ejemplo publicitario de su campaña:

 

 

 

 

Pero cuando la saca del estadio es con esta auténtica, genial, perla: “la familia es el pilar básico de la sociedad.” Si alguien no lo sabía, entérese. En íntima sintonía con su propuesta de profundización de su atención a lo familiar afirma: “cuidaré especialmente a las mujeres, los chicos y los adultos mayores.” Los asesores extranjeros, si los tiene, deben morirse de risa apenas llegan a su habitación del hotel. Nunca se habían encontrado un trabajo más fácil.

 

 

En suma: los candidatos y sus cuñas publicitarias son un material formidable para un gran especial de un programa cómico estilo Saturday Night Live, con Mike Myers haciendo de Macri, Amy Poehler como la Stolbizer, Seth Meyer y Kate McKinnon como los izquierdistas, Billy Crystal como Scioli y el debut como actor del creador de SNL, Lorne Michaels, en el papel del viejo notario Rodríguez Saá.

 

¿Qué tienen todos los candidatos –muy acartonadamente serios, muy políticamente correctos- en común? Que sus presupuestos de publicidad en TV son unos reales perdidos. Y encima los gastan en extranjeros fanáticos de un deporte, el béisbol, que en Argentina si acaso lo juegan los funcionarios de la embajada gringa, con sus pares cubanos –la nueva entente en acción-, japoneses, coreanos del sur, canadienses, venezolanos, dominicanos o mexicanos.

 

 

En suma: todo un carrusel de promesas y más promesas, como las que la política latinoamericana viene ofreciendo desde tiempos inmemoriales, siempre tropezando con ese muro inconmovible que es la realidad. Si se produce el triunfo de Scioli será también en buena medida porque la oposición tiene muchos años practicando, incansable, ese particular harakiri político llamado división. En su ya acostumbrada liturgia, ofrece un buen grupo de candidatos tan prescindibles como olvidables. Mientras, el pobre Macri, el único con algún chance frente al candidato ungido por el “Peronismo Inc.“, sufriendo. ¿Y qué ha hecho entonces el hombre? Pues lo que haría un peronista ortodoxo: inauguró el pasado 8 de octubre una estatua de Juan Domingo Perón. ¡Así se hace oposición!!

 

 

Uno, hasta cierto punto, lo comprende. Desde 1946, de las elecciones en que el peronismo ha participado, ha ganado 9 y sólo ha perdido 2. Como nos recuerda una nota reciente en The Economist, el peronismo se define por el poder como fin en sí mismo, no por alguna ideología con parámetros claros. Es un mondongo originalísimo de emociones y de una cierta praxis, de tanto éxito que hasta ha sido producto de exportación. Y las divisiones propias no le afectan: en las últimas cuatro elecciones presidenciales ha habido al menos 2 candidatos peronistas -en la actual, están Scioli, Massa y habrá que pedirle a Macri que se defina, luego del asunto de la estatua ¿acaso un peronista light?-

 

 

Una buena medida de lo que pensaba Perón de su pueblo es esta afirmación: “Las masas no piensan, las masas sienten, y sus reacciones son más o menos intuitivas y organizadas. ¿Quién genera esas reacciones? Su líder.”

 

 

¿Qué sentimientos generan todos estos aspirantes a la Casa Rosada? Estupor, asombro, ganas de reír. Hasta el izquierdista parece un candidato del statu quo. Todos estos señores se comportan como políticos peronistas: una diferencia es que algunos lo reconocen, lo asumen, y otros no, pero, cuales cerdos al final de “Animal Farm”, de George Orwell, todos estos representantes de la avinagrada cosecha 2015 son idénticos en su superficialidad, demagogia y populismo. Cada uno intentando vender su versión pedestre de una epopeya tercermundista, de un nuevo milagro peronista. No llores por ellos, Argentina.

 

 

En palabras escritas por Tomás Eloy Martínez, en uno de sus últimos artículos: “Nada se ha empobrecido tanto en la Argentina como la imaginación de sus políticos.”

 

 

Un ruego final de parte de los fanáticos del béisbol a la junta electoral (o como se llame) argentina: ¡Por favor, adelanten las elecciones, al menos unos días! Total, al parecer ya ganó Scioli. Y así podremos ver los juegos de pelota en paz.

 

 

Y ustedes, candidatos, sincérense: cambien la publicidad y transmitan simplemente su versión preferida del mejor retrato de la realidad de su país (y, en buena medida, de la latinoamericana): el tango “Cambalache” (de 1934, escrito por alguien que tuvo sus rollos con el peronismo, Enrique Santos Discépolo, “Discepolín”.) Oigamos, para finalizar en onda de recuerdo, la versión del gran Julio Sosa:

 

Marcos Villasmil

 

Chávez, o cómo ser aspirante a mito en el siglo XXI

Posted on: octubre 8th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 
Dentro de sus muchas funciones, un mito tiende a dividir a una sociedad. Sobre todo si su origen es político. Todavía hay rusos que extrañan a Stalin, colombianos a Gaitán o argentinos a Perón.

 

 

Luego de la muerte de Chávez hay un inescrupuloso intento de construcción de una figura mítica, digna de ciertos altares populares de la patria, junto a Negro Primero, María Lionza, José Gregorio Hernández y, claro, Bolívar.

 

 

Nos recuerda Leszek Kolakowski que los mitos tienden a establecer una frontera cultural con la vertiente tecnológica de una sociedad dada, de la cual la ciencia es su expresión más común. Un punto central, fundamental, es que la fe en un mito no puede obtenerse por convencimiento racional. Además, y para peor, si bien la estructura mítica no sirve para explicar la realidad de forma racional, quien cree en el mito no exige dicha explicación. El mito le basta y sobra.

 

 
En el caso venezolano, como bien afirma Luis Castro Leiva, “la saturación cultural alcanzada por el bolivarianismo en esta república hace del mito la sustancia del valor moral de las acciones y pasiones políticas.”

 

 

UN PAÍS DE CIUDADANOS, NO DE PETRO-CONSUMIDORES

 

 

La revolución, afirmaba Mao, no es un baile de buenos modales. Y ese asesino que acabó siendo una muy exitosa efigie de franela, el Che Guevara, sentenció que el revolucionario debe ser una máquina fría de matar.  Así son esos fascistas de izquierda.

 

 

Caído el Muro de Berlín, los viudos del totalitarismo entendieron que en esta época híper-tecnológica las formas eran muy importantes, por aquello de que tapar sus marranadas no era tan fácil como en el pasado. Las viejas tácticas de confrontación se vieron derrotadas por innovaciones tecnológicas capitalistas que las desnudaban en toda su crudeza. Había que cambiar de modales, y pronto: así, hoy se puede ser un muy revolucionario lector de Kropotkin o de Lenin, y usar un iPhone, un iPad, una MacBook, o tener cuentas en Facebook y Twitter. Como se puede fungir de demócrata, participar en elecciones, e incluso ganarlas, para luego destruir el Estado de Derecho desde dentro. Los Putin, Ortega, o Mugabe así lo demuestran. Pero el más efectivo de todos fue Hugo Chávez.

 

 

Cambio de formas, pero no de objetivos. Máxime cuando se tiene todo un coro de cheerleaders en medio de la variopinta congregación de supuestos demócratas que gobiernan nuestros países de la América no norteamericana.

 

 

Un triunfo central de las fuerzas totalitarias, alimentado por los coros de tontos útiles que les siguen el cántico: la democracia es simplemente un método electoral, y punto. ¿El mayor tonto, extremadamente útil? El nunca extrañado Insulza, quien fuera el mayordomo – en el más claro sentido británico del término- de una OEA ciega, sorda y muda ante los desmanes del llamado socialismo del siglo XXI.

 

 

Un fracaso general de la sociedad venezolana es que no hemos sido capaces de construir un país de ciudadanos. Al contrario. La antropología petrolera ha hecho de Venezuela no sólo un petro-estado, sino que, usando como recurso la promoción de la ignorancia, ha generado ciudadanos pétreamente domesticados en los modales del consumismo y del clientelismo más extremos.

 

 

Venezuela tiene un postgrado en dictaduras. Y en todas esas aventuras irresponsables, nos recuerda también Luis Castro Leiva, “el ritual dictatorial comienza como una extraordinaria aventura moral, como una revolución, si no que le pregunten a los militares.” En Hugo Chávez se unieron el siglo XIX y el XXI. Los híper-precios del petróleo sirvieron para re-establecer la chatarra argumental e ideológica del socialismo del siglo XIX, convertido por obra y gracia de la voluntad de un militar golpista en petro-socialismo,  mágicamente unido al petro-capitalismo de Estado que seguimos padeciendo  hoy los venezolanos. Por ello, no hay análisis lineal o racional de la realidad actual venezolana. Estamos a merced de cualquier accidente, locura o cataclismo social.

 

 

Está de moda centrar la crítica al chavismo en sus falencias económicas, pero el daño mayor, el que sin duda alguna será más difícil de solucionar, es el daño antropológico. No sólo por el cáncer de la división –otro cáncer importante ligado al tirano- sino por haber repotenciado, en palabras de Manuel Felipe Sierra, el ADN militarista que pervive en las mentes venezolanas desde el origen de la nacionalidad republicana. Un ADN al que se une, siempre por la teta petrolera, un paternalismo misionero clientelar y vergonzante. Hugo Chávez llevó al paroxismo lo que por desgracia todavía subsiste en la corriente sanguínea nacional: Chávez se convirtió en el líder adorado por las masas que Carlos Andrés Pérez quiso ser, creyó ser,  y al final no fue.

 

 

No hay agenda realmente democrática que no parta de allí: del daño antropológico causado por tantos años de desidia, de abandono de ideas, de destrucción institucional, de degradación de la moral y de la ética tanto públicas como privadas. Vivimos en una anomia y una anarquía constantes, porque tenemos un Estado ilegítimo y sin autoridad donde el vicio y la injusticia se dan la mano, convertida la sociedad, por orden de Chávez primero, Maduro después, en un cuartel al lado de un pozo petrolero.

 

 

Por más de veinte años Hugo Chávez Frías, el Nuevo Mito Nacional, el hombre que más daño ha hecho a Venezuela en toda su historia, si bien nunca poseyó una real filosofía, sí tuvo, y a granel, una retórica: demostró claramente que un perenne monólogo puede convertirse en todo un delirio.

 

 

Marcos Villasmil

Los demócratas no son vitalicios

Posted on: agosto 25th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En su reciente viaje a África, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, envió un mensaje muy claro a buena parte de los jefes de gobierno de dicho continente: “Nadie debería ser presidente de por vida.”

coherencia

 

Si algo ha caracterizado a la región africana es tener presidentes cuyo objetivo fundamental pareciera ser atornillarse en la silla presidencial a costa de lo que sea. Y si hay alguien con alguna autoridad para recomendarles lo contrario es su colega norteamericano, porque en su país las reglas son muy claras desde la enmienda constitucional que permite una sola reelección presidencial, o sea que el máximo periodo de tiempo que se puede ejercer el cargo es ocho años. Además, no les estaba hablando un blanco con aspecto de funcionario colonial, sino el primer presidente norteamericano con ascendencia africana.

 

 

Obama se franqueó con sus colegas: “Creo haber sido un buen presidente. Todavía quedan muchas cosas que me gustaría poder hacer, y pienso que si fuera candidato en las próximas elecciones podría ganar, pero la ley es la ley y nadie debería estar por encima de ella.”

 
Como en una democracia nadie debe estar por encima de la ley, al menos formalmente, la moda más reciente en las parroquias latinoamericanas es reformar la ley –en este caso la constitución- para permitir la reelección, sea parcial o sea indefinida. Los únicos países latinoamericanos que hoy prohíben la reelección presidencial son México, Colombia (muy recientemente),  Guatemala y Paraguay; y en estos dos últimos ha habido presiones y debates recientes con el fin de que se apruebe.

 

 

Y es que uno de los mayores obstáculos al progreso institucional africano – también, por cierto, al latinoamericano- es su accidentada historia de presidencias caudillistas, con presidentes-potentados que se han enriquecido en el poder (y han ayudado a sus familias, amigos, clanes, a enriquecerse), manteniéndose allí por años, incluso décadas, en regímenes calcificados.

 

 

La nefasta epidemia no hay que buscarla en los libros de historia o en las hemerotecas. Hace pocas semanas el presidente de Burundi promovió unas elecciones que lo reeligieron para un tercer periodo (lo cual ha generado toda una serie de protestas, al considerarse que al hacerlo violó tanto la constitución como un acuerdo de paz que había puesto fin a una devastadora guerra civil.) Mientras que en Ruanda, los legisladores aprobaron una reforma constitucional para permitir al presidente Paul Kagame un tercer periodo presidencial (al parecer los parlamentarios se inspiraron, para tomar una decisión tan errónea, en el apellido del presidente.) Igualito ha ocurrido en el Congo, con su presidente Denis Sassou-Nguesso. Asimismo, el gobierno de Burkina Faso colapsó hace un año cuando las calles se vieron inundadas por las protestas populares ante la intención del presidente Blaise Compaoré de extender su presidencia, que tan sólo ha ejercido por 27 años. Y para seguir tales ejemplos, en la llamada República Democrática del Congo hay preocupación porque el presidente Joseph Kabila está viendo cómo darle la vuelta a la limitación constitucional que prohíbe más de una reelección, al buscar retrasar la elección presidencial, prevista para el próximo año. Kabila tiene por lo demás la dudosa característica de ser miembro del selecto club de dinastías continentales en las que hijos de jefes de Estado toman el poder directamente de sus padres y perpetúan mandatos familiares que se prolongan décadas, como también han hecho Faure Gnassingbé en Togo y Ali Bongo en Gabón.

 

 

Sigamos con los argumentos de Obama que, dirigidos a los africanos en un discurso ante la Unión Africana, son sin embargo perfectamente aplicables a Latinoamérica: “Nadie debería ser presidente de por vida, ya que tu país está mejor con nueva sangre y nuevas ideas. Soy todavía un hombre bastante joven, pero sé que hay otros con nuevas energías y conocimientos cuya llegada será positiva para mi país.” (…) “Cuando un líder trata de cambiar las reglas a mitad del juego para permanecer en el cargo, arriesga la aparición de inestabilidad y conflicto, como hemos visto en Burundi, y esto es a menudo sólo el primer paso en una senda peligrosa; en ocasiones se oye a un líder decir “bueno, soy la única persona que puede mantener la unidad nacional.” “Si eso es verdad –prosigue Obama-entonces tal líder ha ciertamente fracasado en la construcción de su nación.”

 

 

Algunos de sus oyentes, que ya estaban muy emocionados con sus palabras, gritaron y celebraron ruidosamente al oírle decir: “no entiendo por qué algunos líderes no se retiran, especialmente cuando ya han acumulado mucho dinero.”

 

 

Como recordaba una nota reciente del New York Times, casi la mitad de los poco más de 50 países que forman la Unión Africana tienen presidentes, primer ministros o monarcas que han estado en el poder más tiempo que Obama, algunos por décadas. Además de los países y jefes de gobierno ya mencionados arriba, Teodoro Obiang ha gobernado Guinea Ecuatorial desde 1979 (el decano de todos, con sus 36 años); Robert Mugabe ha controlado el poder en Zimbabue desde 1980; José Eduardo Dos Santos, en Angola, también desde 1980; Paul Biya ha gobernado Camerún desde 1982; Yoweri Museveni dirige Uganda desde 1986; Omar Hassan-al-Bashir ha estado sentado en la silla ejecutiva de Sudán desde 1989. No pueden olvidarse tampoco Idris Déby en Chad (desde 1990), Isaías Afewerki en Eritrea (desde 1993) y Yahya Jammeh en Gambia (arrancó su mandato en 1996; si nos guiamos por los promedios de sus vecinos, el muy fornido Jammeh, con sólo 19 años mandando, apenas está comenzando a calentar el brazo en el cargo). Por supuesto, la respuesta de algunos de los reyes-presidentes al presidente norteamericano no se hizo esperar, clamando algunos que nadie puede venir a darles lecciones, y que Obama desconoce “las especificidades de cada país.“

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Yahya Jammeh

 

 

Ya en 2009, en una vista a Gana, Obama había hecho una afirmación similar: “África no necesita hombres fuertes. Necesita instituciones fuertes.” Lo mismo debería decir si viniera por estas tierras latinas.

 

 

Y es que en ninguna democracia la presencia de los hombres en las instituciones políticas debe ser vitalicia. Lo único vitalicio debe ser el entramado institucional, que sin embargo requiere reacomodos, revisiones, mejoras, adaptaciones.

 

 

Y si las palabras de Obama no fueran suficientemente convincentes, veamos los testimonios vergonzosos, los ejemplos fallidos dejados por dos caudillismos cuasi-vitalicios que han sembrado la destrucción y el desastre en sus sociedades: en África, Robert Mugabe, y en América Latina, los hermanos Castro.

 

 

Marcos Villasmil

americanuestra.com