Joaquín Villalobos: El dominó venezolano

Posted on: agosto 9th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

El chavismo asesinó a la gallina de los huevos de oro, los subsidios al izquierdismo se acabaron y lo que estamos viendo ahora son los efectos. El dinero que sostenía al Gobierno de Nicaragua se terminó y por eso estalló el conflicto actual

 

 

 

La tragedia venezolana no tiene precedentes en Latinoamérica. Algunos consideran que Venezuela puede convertirse en otra Cuba, pero lo más probable es que Cuba acabe pronto convertida en otra Venezuela. Estamos frente a la repetición del efecto dominó que derrumbó a los regímenes del campo socialista en Europa Oriental, cuando hizo implosión la economía soviética. Las relaciones económicas entre estos Gobiernos funcionaban bajo lo que se conocía como Consejo Económico de Ayuda Mutua (CAME). Fidel Castro copió el CAME y se inventó la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) para salvar su régimen con el petróleo venezolano. La implosión económica de Venezuela ha desatado un efecto dominó que pone en jaque a los regímenes de Nicaragua y Cuba y a toda la extrema izquierda continental.

 

 

 

Las economías de los ocho regímenes de Europa del Este y Cuba sobrevivían por el subsidio petrolero y económico soviético. Cuando este terminó, los países comunistas europeos colapsaron a pesar de contar con poderosas fuerzas armadas, policías y servicios de inteligencia. Cuba perdió el 85% de su intercambio comercial, su PIB cayó un 36%, la producción agrícola se redujo a la mitad y los cubanos debieron sobrevivir con la mitad del petróleo que consumían. Castro decidió “resistir” con lo que llamó “periodo especial” para evitar que la hambruna terminara en estallido social. En esas circunstancias apareció el subsidio petrolero venezolano que salvó al socialismo cubano del colapso. El dinero venezolano, a través de ALBA, construyó una extensa defensa geopolítica, financió a Unasur, a los países del Caribe y a Gobiernos y grupos de izquierda en Nicaragua, Ecuador, El Salvador, Honduras, Chile, Argentina, Bolivia y España.

 

 

 

Pero, como era previsible, la economía venezolana terminó en un desastre, resultado de haber expropiado más de 700 empresas y cerrado otras 500.000 por efecto de los controles que impuso al mercado. El chavismo destruyó la planta productiva y perdió a la clase empresarial, gerencial y tecnocrática del país. Este desastre terminó alcanzando al petróleo, con la paradoja de que ahora que los precios subieron, la producción se ha derrumbado porque Pdvsa quebró al quedarse sin gerentes y técnicos. El chavismo asesinó a la gallina de los huevos de oro, los subsidios al izquierdismo se acabaron y lo que estamos viendo ahora son los efectos. Más de 3.000 millones de dólares venezolanos parieron la autocracia nicaragüense, pero, cuando el subsidio terminó, el Gobierno intentó un ajuste estructural y estalló el actual conflicto. En mayo de este año Venezuela ¡compró petróleo extranjero! para seguir sosteniendo al régimen cubano.

 

 

 

La economía global está totalmente regida por relaciones capitalistas. La idea de que Rusia y China pueden ser la salvación es un sueño. Rusia es un país pobre con una economía del tamaño de la de España, pero con tres veces más población, y China es un país rico, pero, como todo rico, mide riesgos, invierte para sacar ganancias y si presta cobra con intereses. En la economía mundial, ahora nadie regala nada; Hugo Chávez fue el último Santa Claus y eso se acabó. No hay quien subsidie ni a Venezuela, ni a Cuba ni a Nicaragua. Quizás encuentren apoyos diplomáticos, pero lo que necesitan para no derrumbarse es dinero regalado no diplomacia compasiva.

 

 

 

La consigna para la economía cubana no es socialismo o muerte, sino capitalismo o muerte
Nada va a cambiar a favor, la única esperanza sería que se recuperara la economía venezolana y eso es imposible. El despilfarro y la corrupción hicieron quebrar a Pdvsa, ALBA y Unasur. Hay miles de millones de dólares perdidos y robados. Venezuela está en bancarrota y vive en un caos. Maduro se ha enfrentado a más de 5.000 protestas en lo que va de 2018, los venezolanos sufren hiperinflación, una criminalidad feroz, escases de comida, medicinas, gasolina y dinero circulante; los servicios de transporte, energía y agua están colapsados. En medio de un severo aislamiento internacional la cohesión del bloque de poder se acabó, Maduro está reprimiendo al propio chavismo, a los funcionarios de Pdvsa y a los militares, los tres pilares fundamentales de su poder. Este conflicto está dejando despidos, capturas, torturas, muertos y hasta un confuso atentado contra Maduro.

 

 

 

La brutal represión en Nicaragua acabó la confianza que había generado en el mercado y abrió un camino sin retorno que está arrasando con la débil economía del país. El Gobierno ha regresado a las expropiaciones poniendo terror al mercado y se estima que 215.000 empleos se han perdido; ya no habrá crecimiento, sino más pobreza, más crisis social, más emigración, más descontento, y un irreversible y creciente rechazo al régimen. En Cuba apenas empiezan a hablar de propiedad privada con cambios lentos y torpes hacia una economía de mercado. El régimen teme que el surgimiento de una clase empresarial rompa el balance de poder y tiene razón. En la Unión Soviética las primeras reformas obligaron a más reformas que terminaron derrumbando el sistema. La lección fue que no se podía reformar lo que es irreformable. Paradójicamente ahora la consigna para la economía cubana no es socialismo o muerte, sino capitalismo o muerte, los jóvenes cubanos no resistirán otra hambruna. Sin el subsidio venezolano, la crisis cubana está a las puertas y la débil autocracia nicaragüense flotará sin recuperarse hasta quedarse sin reservas para pagar la represión.

 

 

 

El mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la izquierda democrática
La defensa estratégica de Cuba ha sido alentar conflictos en su periferia para evitar presión directa sobre su régimen. Por eso apoyó siempre revueltas en todo el continente. Los conflictos en Venezuela y Nicaragua son ahora la defensa de Cuba, ha puesto a otros a matar y destruir mientras su régimen intenta reformarse. La salvaje represión que sufren y la compleja lucha que libran los opositores venezolanos y nicaragüenses no es casual. No se enfrentan a un Gobierno, sino a tres, y con ellos a toda la extrema izquierda. El destino de la dictadura cubana y de toda la mitología revolucionaria izquierdista está en juego. Los opositores sufren dificultades en el presente, pero los Gobiernos a los que enfrentan no tienen futuro. Son regímenes históricamente agotados, luchando por sobrevivir, pueden matar, apresar, torturar y ser en extremo cínicos, pero eso no resuelve los problemas económicos, sociales y políticos que padecen ni los libera del aislamiento internacional.

 

 

 

No hay una lucha entre izquierda y derecha, sino entre democracia y dictadura, en la que el mayor beneficio del fin de las dictaduras de izquierda será para la izquierda democrática que durante décadas ha pagado los costos del miedo y sufrido el chantaje de ser llamados traidores si se atrevían a cuestionar a Cuba. La izquierda democrática debe luchar con los pies en la tierra y asumir sin pena y sin miedo la democracia, el mercado y el deseo de superación individual que mueve a todos los seres humanos. No tiene sentido luchar por ideales y terminar defendiendo a muerte privilegios personales. No hay razones ni morales ni políticas, ni prácticas para defender algo que, además de no funcionar, genera matanzas, hambrunas y dictaduras.

 

 

 

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

 Venezuela, petróleo a cambio de espías

Posted on: julio 22nd, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Han llegado a Venezuela más de 50.000 cubanos, unos son profesionales que apoyan programas sociales y el resto militares destinados a controlar a las Fuerzas Armadas. Los militares cubanos han organizado los servicios de inteligencia para contrarrestar golpes de Estado, mientras otros adoctrinan a tropa y oficiales con la pretensión de lograr un cambio ideológico en la institución. La resistencia que ha mostrado el régimen venezolano a derrumbarse se explica por la combinación de dos factores: petróleo y militares. La fiesta petrolera se acabó con la caída de los precios y el colapso de la producción. Ahora son los militares, quienes empiezan a dar señales de agotamiento. Las capturas de oficiales son tan comunes como las de opositores civiles. Más de 60 han sido arrestados en los últimos cuatro años y actualmente hay una cacería en marcha.

 

 

 

Cuba se juega su futuro en Venezuela. Si ocurriese un cambio político en Caracas el régimen cubano sería el mayor perdedor. Quedarse solos frente al gobierno de Donald Trump es un riesgo extremo. Por lo tanto, el sometimiento pleno de las Fuerzas Armadas venezolanas es un asunto esencial para la supervivencia de Maduro y del régimen cubano. El espionaje está en el ADN de la dictadura cubana y en Venezuela llevan 18 años usando todos los recursos posibles para mantener a raya a los militares venezolanos. Debemos concluir entonces que la cacería de jefes y oficiales que ahora está en marcha se ejecuta en Venezuela, pero se dirige desde La Habana; los cubanos saben que el poder de Maduro no está en los votos, sino en los fusiles.

 

 

La radicalización o retirada hacia adelante del régimen chavista se basó desde el inicio en imitar a Cuba. Copiaron las políticas económicas que han creado la crisis humanitaria actual, inventaron una Asamblea Constituyente para intentar construir un régimen de partido único, pretenden acabar con los partidos de oposición, están estimulando la migración masiva de población para reducir la presión social y ahora Maduro propone que la solución al hambre es que los venezolanos tengas gallinas en la sala y chanchos en el baño como en Cuba.

 

 

 

Pero una cosa son las intenciones y otra la realidad. En Venezuela los cubanos no están controlando a las Fuerzas Armadas a través de unos duros revolucionarios ideológicos, sino de una frágil banda de corruptos y narcotraficantes. No existe en la historia de Latinoamérica un gobierno que haya soportado una crisis económica y social tan grave, ni un aislamiento internacional tan severo como el que enfrenta Maduro. Las dictaduras no se derrumban porque su poder de coerción se debilita, sino porque se rompe la cohesión en sus filas. La cacería de militares no es una manifestación de fuerza, sino una evidencia del resquebrajamiento del régimen, algo que también se reveló con la persecución de funcionarios de la empresa de petróleos que ahora está prácticamente destruida.

 

 

 

Maduro ha convertido a Venezuela en un Estado fallido que amenaza la seguridad de la región al pretender que otros gobiernos se hagan cargo de millones de venezolanos. La intervención militar cubana al apoyar a Maduro contribuye a mantener la crisis humanitaria y convierte a Venezuela en un conflicto geopolítico. Esto justifica y obliga una mayor presión internacional. Chávez salvó a Cuba del colapso porque el petróleo fue útil para reducir el hambre de los cubanos. Pero los espías cubanos quizás pueden parar una conspiración, pero son inútiles para resolver el hambre, controlar la profunda crisis social y detener el grave descontento político de millones de personas que ahora incluyen también a decenas de miles de soldados y oficiales de las Fuerzas Armadas. Latinoamérica no es África y Venezuela no es Cuba.

 

 

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

La gran estafa bolivariana

Posted on: septiembre 5th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

(La opinión del ex jefe guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos, consultor en seguridad y resolución de conflictos. Asesor del gobierno de Colombia para el proceso de paz)…

 

 

Fidel Castro solía lamentarse de que la primera revolución marxista en el continente hubiera tenido lugar en un país pobre como Cuba; decía que habría sido mejor en un país rico como Venezuela y lo intentó. En los años sesenta un grupo de cubanos se sumó a las guerrillas venezolanas y cuenta Teodoro Petkoff, veterano de aquella insurgencia, que Fidel les propuso enviar al Che Guevara, pero los guerrilleros venezolanos se opusieron, obviamente el Che sería más ruido que ayuda. En los ochenta las luchas revolucionarias más importantes tuvieron lugar en Nicaragua y El Salvador, dos países más pobres que Cuba que estaban más para pedir que para dar. En ese contexto se derrumbó la Unión Soviética que era la gran proveedora, el panorama se volvió desolador, Cuba se organizó para resistir el hambre y, entonces, llegó Hugo Chávez.

 

 

A diferencia de Colombia, que es un país violento con una cultura política civilista, Venezuela es un país pacífico con una cultura política militarista. Muchos venezolanos les confieren a los militares el papel de “salvadores de la patria”. No es extraño que el rechazo al ajuste estructural de Carlos Andrés Pérez acabara convertido en oportunidad para el golpismo militar en 1992 y luego en la victoria electoral del teniente coronel Hugo Chávez en 1998. El militarismo venezolano de tradición conservadora, vocación autoritaria, pasado represivo y entrenamiento estadunidense, pudo así alcanzar el poder con una narrativa antipolítica como la de Fujimori, para luego asumir una plataforma izquierdista antineoliberal. La pregunta en aquel momento era si Chávez era un nuevo “gorilato militar” o una revolución como él decía.

 

 

Intelectuales de izquierda de todo el planeta comenzaron a estudiar el militarismo venezolano y su propuesta de socialismo del siglo XXI. Se escribieron miles de páginas para darle a los uniformados bolivarianos sus credenciales revolucionarias. En vida a Salvador Allende nunca se le consideró un revolucionario, tampoco a Juan Velazco Alvarado, mucho menos a Juan Domingo Perón o al general Omar Torrijos a quien Fidel simplemente llamaba “guajiro filósofo”. ¿Qué tenía Chávez que logró que Castro cantara el “Happy Birthday” en inglés?, ¿qué hizo que estos militares terminaran aceptados rápidamente como revolucionarios? Los ingresos petroleros de Venezuela desde 1998 hasta 2016 se estiman en cerca de un millón de millones de dólares, el más grande boom petrolero en la historia de Venezuela. Una verdadera orgía de dinero a la que los militares venezolanos invitaron a los izquierdistas de todo el planeta. Fidel Castro, que ya había hecho gala de pragmatismo respaldando a los cuasinazis militares argentinos en la guerra de las Malvinas, se prestó para reconocer como revolucionarios a unos gorilas sin ideología que tenían mucho dinero y estaban dispuestos a repartir.

 

 

 

La plata venezolana llegó, así, a los extremistas de izquierda de todas partes: Estados Unidos, Gran Bretaña, España y toda América Latina; se pagaron consultorías a académicos europeos a precios de ejecutivos de Coca Cola, se financiaron partidos políticos, organismos no gubernamentales, campañas electorales, candidaturas presidenciales, convenciones internacionales, se inventó la Alianza Bolivariana de América, se alineó petroleramente a los pequeños países caribeños y con 90 mil barriles diarios de petróleo Cuba logró sobrevivir y ganar tiempo para empezar a transitar gradualmente al capitalismo porque su socialismo ya había fracasado.

 

 

 

El dinero venezolano tuvo tres destinos principales, una parte en políticas sociales, otra en geopolítica de protección y otra para los militares y la elite chavista. Todo esto se hizo con un manejo brutalmente ineficiente, despidiendo a los técnicos y colocando militantes en posiciones de gobierno, hasta alcanzar una burocracia de más de dos millones de personas. Las Fuerzas Armadas pasaron a tener el doble de generales que Estados Unidos ascendiendo a dos mil oficiales a ese rango, con ello tuvieron más cabeza que cuerpo, algo ilógico para una fuerza militar, pero lógico para distribuir corrupción. Compraron armamentos militarmente inútiles bajo contratos que les permitieron hacerse de miles de millones dólares. El desorden en el manejo de los recursos ha sido gigantesco, sin controles y bajo el supuesto de que gobernarían por siempre sin jamás tener que rendir cuentas a nadie.

 

 

 

 

El dinero era tan abundante que se tapaba el despilfarro con más despilfarro. Si escaseaba comida se compraba más y se la dejaba pudrir sin repartirla. En esa ruta se realizaron expropiaciones que lo mismo perjudicaban a grandes capitales que a panaderías de barrio. Las empresas expropiadas terminaron arruinadas, afectando el mercado, golpeando la estructura productiva y las cadenas de distribución de productos. Cuando cayeron los precios del petróleo estalló el drama del hambre para los más pobres y se les repartió represión como alimento. Los saqueos más violentos y la represión más brutal han ocurrido en antiguos bastiones chavistas, entre éstos, el lugar donde nació Hugo Chávez y el barrio donde vivió Nicolás Maduro cuando era pobre.

 

 

 

Por un momento algunos, aunque nunca estuvimos de acuerdo con la tal revolución bolivariana, pensamos pragmáticamente que, a pesar del desorden, el chavismo podía derivar en inclusión social, generación de nuevas elites y un partido político de izquierda que podía madurar con el tiempo. Pero no hubo ahorro, no hubo transformación productiva, no hubo planes sociales sostenibles, no hubo construcción de institucionalidad, se dejó de realizar elecciones libres cuando se tuvo certeza de perderlas y se inventaron una Asamblea Constituyente partidaria para quedarse gobernando para siempre por la fuerza. Entre el 6 de abril y el 7 de agosto los militares y paramilitares han asesinado a 156 personas y herido a más de 10 mil. Existen más de 600 presos políticos y la tortura se ha vuelto sistemática.

Las revoluciones, equivocadas o no, descansan en procesos sociales en los que se lucha en desventaja contra un poder muy superior. Esto obliga a un despliegue extraordinario de mística, heroísmo, espíritu de sacrificio, capacidad de organización, un extenso voluntariado y un manejo austero de los escasos recursos de que se dispone. Las revoluciones suelen ser por ello un momento muy religioso de la política. Nada de esto estuvo, ni ha estado presente en el ascenso del chavismo. Este llegó al gobierno vía elecciones libres, una vez allí pasó a administrar una abundancia extraordinaria, durante dos décadas reinó políticamente en el continente y gozó de la tolerancia de cuatro gobiernos de Estados Unidos. Es hasta que empezaron a matar, apresar y torturar que se acabó la tolerancia.

 

 

 

En Venezuela se produjo un engendro en el que se combinaron la utopía izquierdista, el autoritarismo militarista de derechas, el oportunismo geopolítico, la ineficiencia de gobierno y el dinero como factor de cohesión. Ni los utópicos, ni los militares sabían cómo gobernar y el resultado ha sido fatalmente destructivo. Corrupción hay en todas partes, pero el problema más grave es que en Venezuela, mientras todos se ocupaban de robar, nadie se ocupaba de gobernar en serio. El engendro derivó en una cleptocracia de gran escala. Más que militancia revolucionaria construyeron redes clientelares, las milicias y “colectivos” son lumpen pagados y la propia dirigencia izquierdista terminó en una descarada corrupción.

 

 

 

Recuerdo que en una ocasión se acusó a Fidel Castro de tener cuentas en el extranjero y éste respondió con mucha firmeza que estaba dispuesto a renunciar si se lo probaban. La aplicación de sanciones personales por parte de Estados Unidos a Nicolás Maduro y otros 22 dirigentes chavistas incluye congelarles cuentas y bienes en Estados Unidos. Ni Maduro ni los principales dirigentes incluidos en estas listas han negado que posean bienes y cuentas. Al vicepresidente Tareck El Aissami se le ha descubierto una fortuna personal de varios cientos de millones de dólares. ¿Cómo fueron tan estúpidos para declararse revolucionarios antiimperialistas y al mismo tiempo abrir cuentas y comprar propiedades en Estados Unidos?

 

 

 

El desastre del chavismo es un golpe moral muy grande al extremismo de izquierda, porque reafirma la inviabilidad de su utopía. No sólo por el fracaso programático bolivariano ha derivado en crisis humanitaria, sino porque el rechazo visceral a la riqueza y al capital se ha evidenciado como hipocresía y hasta como resentimiento social izquierdista. Lucen ahora como la iglesia católica con el celibato, que trae como resultado todo tipo de perversiones sexuales. Venezuela prueba cómo la codicia llevó a la extrema izquierda a bendecir como revolución a una dictadura militar cleptocrática. Es cierto que se combinaron intereses políticos, pero la codicia personal ha sido un componente colectivo indiscutible en la red clientelar mundial chavista que ha dejado a no pocos “revolucionarios” convertidos en millonarios. No tiene nada de malo tener dinero, pero es hipócrita proclamarse anticapitalista y volverse rico con dinero público.

 

 

 

El ser humano está programado para la competencia y la cooperación, intentar sistemas que descansen sólo en uno de estos dos grandes componentes de la naturaleza humana es una receta para el fracaso. Se puede ser rico y solidario y también se puede ser pobre y codicioso. El verdadero proyecto de izquierda debe poner el énfasis en la solidaridad, pero asumiendo sin pena y sin miedo la representación del derecho a la superación individual para darle oportunidad a la generación de riqueza. Sin deseo de superación no hay riqueza y sin solidaridad no hay seguridad. Sin ambas cosas no se puede superar la pobreza. La razón de los éxitos del centro izquierda en Uruguay, Chile, Costa Rica, España, Suecia, Noruega, Dinamarca y otros países reside en el respeto al mercado y a la democracia. Cuba y Venezuela reafirman nuevamente que la utopía izquierdista no funciona. Ésta genera pobreza y dictadura y vuelve hipócritas y cínicos a dirigentes que se inician con voto de pobreza y terminan invadidos por la codicia.

 

 

 

¿Por qué nadie le dijo a Chávez que no se peleara con el mercado y que evitara expropiar empresas? Cuando él llegó al gobierno, la extrema izquierda ya venía de regreso en ese tema, incluso cuidando la estabilidad macroeconómica en arreglos con organismos financieros. Algunos países con gobiernos de izquierda que se definieron bolivarianos respetaron el mercado y sus economías han crecido. ¿Por qué Cuba, que estaba desarrollando reformas capitalistas, en vez de señalar el error empujó al chavismo a la radicalización? ¿Por qué los consultores izquierdistas europeos tampoco dijeron nada? Callaron porque el desorden y el despilfarro bolivariano era una condición óptima para sacar recursos mediante acuerdos políticos, una economía más ordenada hubiera obligado a controles administrativos. Al final todo esto ha sido una gran estafa, la extrema izquierda engañaba al chavismo, los militares engañaban a la extrema izquierda, los cubanos engañaban a los venezolanos, los chavistas se engañaban a ellos mismos y todos juntos engañaron a los más pobres.

 

 

Joaquín Villalobos

Fuente: http://www.nexos.com.mx/?p=33480

Lo que queda de Venezuela

Posted on: julio 21st, 2017 by Laura Espinoza No Comments

El régimen de Maduro se está convirtiendo en el sepulturero de la ‘Revolución Bolivariana’. Enfrentado a una coalición de fuerzas de centro que creen en la democracia y el mercado, es un modelo muerto y nada puede recuperarlo

 

En Latinoamérica están en marcha tres transiciones que golpean a la extrema izquierda: el fin de la lucha armada en Colombia; el retorno gradual, pero irreversible, de Cuba al capitalismo; y el final de la Revolución Bolivariana.Venezuela es el eje de estas tres transiciones. Con más de 400 presos políticos y la negación a la alternancia mediante elecciones libres, el régimen chavista se destapó como dictadura. Después del intento de Fujimori, se acabaron en el continente las dictaduras de extrema derecha y tras casi 40 años de democracia solo quedan las dictaduras de extrema izquierda en Cuba y Venezuela. En este contexto, los 100 días de protestas contra Maduro se han convertido en la rebelión pacífica más prolongada y de mayor participación en la historia de Latinoamérica. Ninguna dictadura anterior enfrentó un rechazo tan contundente.

 

Si Nicolás Maduro hubiese aceptado el referéndum revocatorio en el 2016, posiblemente hubiera perdido conservando un 40% de los votos. Pero ahora cada día que pasa su soporte es menor, con lo cual Maduro se está convirtiendo en el sepulturero de la Revolución Bolivariana. Es totalmente falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista; el régimen venezolano está enfrentado a una coalición de fuerzas esencialmente de centro que incluye a partidos, líderes, organizaciones sociales e intelectuales de izquierda que creen en la democracia y el mercado. Lo que está en juego en Venezuela es el futuro del centrismo político en Latinoamérica, porque en esta ocasión, las fuerzas democráticas no son compañeros de viaje de extremistas ni de derecha, ni de izquierda. La derrota del extremismo abre la posibilidad de alcanzar una mayor madurez democrática en el continente.

 

 

Chávez pudo darle unos años más de vida al régimen cubano que ahora, literalmente, está buscando desprenderse de la teta petrolera venezolana para agarrarse de la teta financiera norteamericana. Hace 18 años era intelectualmente obvio que la Revolución Bolivariana tenía fecha de caducidad. La historia de sube y baja de los precios del petróleo y los avances tecnológicos volvían absurda la pretendida eternidad de un socialismo petrolero que permitiera repartir sin producir. Sin embargo, izquierdistas de toda Latinoamérica, España, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y del resto del mundo vieron en Hugo Chávez la resurrección del mesías y en Venezuela el renacimiento de la utopía que había muerto en Europa Oriental y agonizaba en Cuba. La euforia fue tal que, para muchos, ser de izquierda implicaba aplaudir a Chávez y no criticar a Fidel Castro. La chequera venezolana compró lealtades a escala universal. Sin duda el final del régimen dejaría perdedores en todas partes, por eso sigue conservando defensores y obteniendo silencios.

 

 

Pero, finalmente, tal como era previsible, se produjo la implosión del socialismo del siglo XXI y la crisis humanitaria que ha generado es descomunal; la fiesta del despilfarro revolucionario y del robo oportunista ha terminado. El modelo chavista saltó de la inclusión social a la multiplicación exponencial de la miseria. El modelo está muerto y absolutamente nada puede recuperarlo. El régimen de Chávez fue el único de los llamados bolivarianos que le declaró una guerra abierta al mercado con expropiaciones que acabaron con la economía de Venezuela. Ahora solo le queda la fuerza bruta del carácter militar que siempre tuvo. Las ideas que acogió Chávez fueron más una oportunidad para la tradición militarista venezolana que una definición ideológica. El principal factor de cohesión de la Revolución Bolivariana nunca fue la ideología, sino el dinero. Con los billones de dólares en ingresos petroleros fue fácil que un grupo de militares se decidiera, para beneficio propio, confesarse izquierdistas.

 

 

Es falso que en Venezuela haya una lucha entre izquierda revolucionaria y derecha fascista
Los militares venezolanos tienen más generales que Estados Unidos, ocupan miles de puestos de gobierno, han armado paramilitares, se han involucrado en el narcotráfico, han intervenido y expropiado empresas, se benefician de la corrupción, controlan el mercado negro, reprimen, apresan, torturan, juzgan y encarcelan opositores. En 17 años los militares han matado casi 300 venezolanos por protestar en las calles. En la historia de las dictaduras latinoamericanas no ha existido una élite militar que haya podido enriquecerse tanto como la venezolana y todo esto lo han defendido como “revolución popular” los extremistas de izquierda en todo el planeta. La plata venezolana logró que intelectuales de primer y tercer mundo establecieran que los antes “gorilas derechistas” fueran reconocidos como un fenómeno revolucionario.

 

 

 

En el pasado, los revolucionarios latinoamericanos fueron perseguidos por Estados Unidos; los bolivarianos, por el contrario, tienen propiedades y cuentas bancarias en Florida. A Venezuela no necesitan invadirla como a Cuba, tampoco requieren armar contrarrevolucionarios como lo hicieron con Nicaragua. La Revolución Bolivariana no depende de Rusia, ni de China, sino de que su enemigo, el “imperialismo yankee”, le siga comprando petróleo. Venezuela cubre solo el 8% del mercado estadounidense. Suspender esa compra no afectaría a Estados Unidos y no sería una agresión, sino una decisión de mercado. Por ello, aunque parezca inaudito, Maduro sigue gobernando gracias a la compasión de Donald Trump. No hay argumento antimperialista que valga, Estados Unidos no ha metido su mano en Venezuela como la metió en Chile, República Dominicana, Panamá o El Salvador.

 

 

 

Los enormes progresos en bienestar logrados por el centroizquierda en Costa Rica, Chile, España y, no digamos, Suecia, Noruega o Dinamarca respetando la democracia y el mercado contrastan con el desastre social y económico de Cuba y Venezuela. Es incomprensible la terquedad de los utópicos de querer hacer posible lo imposible. Chávez no inventó un nuevo socialismo para el siglo XXI, sino que repitió el camino equivocado al pelearse con las fuerzas del mercado y ahora sus herederos hacen lo mismo contra la democracia.

 

 

Los bolivarianos bajaron la producción del petróleo y despilfarraron unos ingresos históricos
El supuesto marxista era que la Revolución Bolivariana lograría el desarrollo de las fuerzas productivas, pero, al igual que en Cuba, lo que hubo fue destrucción de las fuerzas productivas. Los bolivarianos hicieron retroceder la producción de petróleo y despilfarraron los ingresos más altos que ha tenido Venezuela en toda su historia. Pero no solo se contradijeron con Carlos Marx. En Venezuela a los de arriba se les ha vuelto imposible gobernar, hay un agravamiento extremo de la miseria de la gente y existe una intensificación extraordinaria de la lucha popular. Estas son las tres condiciones que estableció Vladímir Lenin para reconocer la existencia de una situación revolucionaria. Qué triste debe ser comprarse una revolución de mentiras y ser derrotado por una de verdad. Como dice Rubén Blades en su canción: “Sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas”.

 

 

 

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

 

El País

Elemental para Venezuela

Posted on: agosto 6th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

El régimen está atrapado entre una supuesta revolución y la pérdida de la mayoría electoral

 

 
La escasez y dificultades que afrontaron Cuba, durante el periodo especial, y Nicaragua, durante la guerra contrarrevolucionaria, fueron más graves que la actual situación de Venezuela. Pero tanto en Cuba como en Nicaragua no hubo saqueos y tampoco los barrios populares acabaron dominados por delincuentes. La ineficiencia productiva es común en las revoluciones marxistas; sin embargo, tienen gran capacidad para enfrentarse a momentos difíciles, organizar a la gente y distribuir de forma eficiente lo escaso. Con la autollamada Revolución bolivariana,Caracas se convirtió en la ciudad más violenta del mundo, en tiempos de abundancia se perdían toneladas de alimentos y ahora con la escasez ocurren hasta tres saqueos por día.

 

 

 

Cuando se juzga al régimen venezolano desde la democracia y el mercado, los vacíos son evidentes. En las actuales circunstancias resulta útil analizarlo desde su propia definición como revolución. No hubo en Venezuela una revuelta popular, ni derrumbe ni refundación de las instituciones preexistentes. El chavismo combinó tres factores: caudillo, votos y dinero. El carisma del caudillo atrajo los votos y la abundancia de dinero hizo el resto. Una mayoría electoral prolongada por los precios del petróleo y los errores de la oposición le permitieron al régimen controlar las instituciones. No existe revolución, sino Gobiernos electos como en el resto del continente.

 

 

 

El dinero ha sido el principal factor de cohesión del régimen venezolano; en vez de un partido revolucionario construido con voluntarios unidos por la mística, el espíritu de sacrificio, la ideología y la capacidad de organización, los chavistas son una fuerza política que mezcla radicales ideológicos con personas que buscan enriquecerse. La inexistencia de un partido revolucionario es la razón por la cual la situación es más dramática que en los casos de Cuba y Nicaragua.

 

 

 

Todas las revoluciones marxistas han generado escasez, emigración y mercado negro. La diferencia es que en Venezuela gran parte del mercado negro y de las actividades criminales que afectan a la población son controladas por los propios colectivos chavistas con policías y guardias bolivarianos. Esta situación de miseria abajo coincide con opulencia en las elites dirigentes bolivarianas. El dinero como factor de cohesión “revolucionaria” derivó en un oportunismo de características más delictivas que políticas dentro del propio partido. Por ello, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) que Maduro presentó como solución fracasaron rápidamente. Ahora ha anunciado la “Gran Misión Abastecimiento Seguro”, que será manejada por los militares. Pero los generales venezolanos padecen el mismo mal del partido de mucho dinero y poco esfuerzo.

 

 

 

Para resolver la crisis humanitaria, Maduro necesitaría recuperar la confianza del mercado después de haber expropiado más de 1.200 empresas

 

 
Los chavistas se compraron la idea de que eran una revolución y otros les hicieron creer que así era. Ahora el régimen está atrapado entre esa supuesta revolución que, según ellos, les da derecho de permanencia en el poder, y la pérdida de la mayoría electoral, que los obliga a dejar el Gobierno. El Gobierno de Maduro no puede ni atender ni resolver la emergencia humanitaria. Para atenderla necesitaría un partido con disciplina, en vez de colectivos fuertemente contaminados por delincuentes. Para resolverla necesitaría recuperar la confianza del mercado después de haber expropiado más de 1.200 empresas. Sin ser revolución ni democracia no hay ninguna posibilidad de que Maduro atenúe la crisis. Lo seguro es que Venezuela seguirá empeorando con graves resultados para los venezolanos, para Latinoamérica e incluso para el futuro político del partido chavista.

 

 

 

En Cuba, donde sí hubo revolución y no ha habido elecciones en medio siglo, la posibilidad de un cambio ordenado y pacífico descansa, en última instancia, en el control que tiene el régimen y en la inexistencia de una oposición fuerte. Allí, para lograr una liberalización política es necesario primero liberalizar la economía. En Venezuela, por el contrario, ha habido 19 elecciones en 17 años, existen partidos políticos y la oposición es ahora mayoría. Allí, para reactivar la economía es indispensable primero un cambio político. Las guerras de Centroamérica, las crisis de Perú y Argentina en el 2000 y muchos otros conflictos o preconflictos en el mundo acabaron en elecciones. Es por lo tanto elemental, la salida más ordenada y pacífica a la crisis de Venezuela es realizar un referéndum revocatorio a la mayor brevedad posible, tal como establece su Constitución.

 

 

 

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.

Colombia y Venezuela, conflictos cruzados

Posted on: junio 13th, 2014 by lina No Comments

Las divisiones en ambos países aumentan la tensión en la zona

 

Señor ministro de Defensa! ¡muévame 10 batallones hacia la frontera con Colombia!, ¡de inmediato!, ¡batallones de tanques!, ¡la aviación militar que se despliegue!”. Ésas eran las órdenes que el fallecido coronel Hugo Chávez dio a su ministro de Defensa el 3 de marzo de 2008, al tiempo que también instruía retirar a todo el personal de la Embajada de Colombia. El motivo fue una incursión de fuerzas militares colombianas en territorio ecuatoriano para atacar un campamento de las FARC. La presión militar hizo perder estabilidad y territorios a las FARC dentro de Colombia y esto las empujó a utilizar a Ecuador y Venezuela como santuarios provocando una crisis regional de grandes proporciones.

 

En Centroamérica el diálogo y las soluciones negociadas fueron el único camino para resolver conflictos que dejaron más de 400.000 muertos

 

Se realizaron reuniones de emergencia de la OEA, Ecuador abrió un juicio a Juan Manuel Santos, entonces ministro de Defensa de Colombia, se cerraron fronteras, se afectó severamente el comercio entre los países y Colombia tuvo que sopesar las capacidades de sus Fuerzas Armadas, que estaban concentradas en la guerra irregular, frente al hecho de que Venezuela había multiplicado su poder de fuego convencional. En marzo de este año el Gobierno de Venezuela rompió relaciones con Panamá a raíz de que el Gobierno panameño dio espacio en la OEA a un representante de la oposición venezolana; esto ocurrió en el momento en que el Gobierno de Maduro enfrentaba violentas protestas callejeras.

 

Cualquier país es altamente sensible frente a acciones desestabilizadoras originadas en sus países vecinos. Centroamérica vivió 10 años con guerras en Guatemala, El Salvador y Nicaragua que convirtieron las fronteras de Honduras y Costa Rica en zonas de guerra y campos de refugiados, mientras Estados Unidos estableció bases militares en Honduras, minó los puertos de Nicaragua y terminó invadiendo Panamá. Los guerrilleros salvadoreños operaron en territorio hondureño y las tropas nicaragüenses realizaron una incursión militar a gran escala contra los campamentos de la Contra en Honduras. Respaldar a los opositores de un país vecino cuando éste padece una crisis es algo muy peligroso.

 

En los últimos cuatro años el escenario regional Colombia-Venezuela-Ecuador ha sido modificado sustancialmente por una política de cooperación y paz entre los países basada en el respeto a la política interna de todos. La seguridad y el comercio han mejorado. Colombia hizo las paces con sus vecinos e inició negociaciones con las guerrillas de las FARC y el ELN. Los Gobiernos de Venezuela, Ecuador y Cuba han apoyado seriamente estos esfuerzos de paz y su cooperación ha resultado vital para obtener progresos extraordinarios en las conversaciones de La Habana.

 

La oposición venezolana está dividida entre quienes están a favor del diálogo y el camino electoral y los radicales que quieren “la salida” inmediata de Maduro. “La salida” supone una división de los militares. Luego de 15 años de chavismo, una división en la milicia podría derivar en un enfrentamiento armado que instalaría la violencia política en el país durante muchos años. Paralelamente, en Colombia el proceso electoral ha dividido al país entre quienes están a favor de una negociación con las guerrillas y quienes piensan que es el momento de derrotarlas por considerar que una negociación entregaría al país a lo que llaman “castro-chavismo”. En esta situación también han comenzado a intervenir los intereses de grupos radicales anticastristas de la Florida que, frente a la posibilidad de una transición suave del régimen cubano, prefieren su colapso. De nuevo la confrontación, en vez de la pacificación, amenazan con tomar control de las relaciones regionales. Si los extremismos cobran fuerza, los interesados empezarán a usar los territorios de un país para atacar al Gobierno de otro y de allí a perder el control se estará a un paso.

 

Si EE UU pacta con los talibanes ¿por qué no negocia en la crisis de Caracas?

La idea de que Colombia no tiene un conflicto sino una amenaza terrorista está coincidiendo con la idea de que Venezuela es una dictadura y no un país que ha tenido 15 elecciones en 15 años. A esto se suma la creencia de que en este momento en Cuba son más importantes los cambios democráticos que la profunda e irreversible transformación social que están dejando los cambios económicos. A la fecha existen en la isla casi 500.000 pequeños empresarios. Impaciencia, retórica y emociones contra paciencia, pragmatismo y racionalidad.

 

Los avances en las negociaciones con las FARC no tienen precedentes. Las FARC ya aceptaron dejar las armas y las drogas y transformarse en partido político. El Gobierno por su parte aceptó implementar un programa de paz territorial con una reforma agraria integral que llevaría por fin el desarrollo y el Estado a la Colombia rural, profunda y salvaje. Ambas partes priorizarán los derechos de las víctimas y no harán intercambio de impunidades. Tirar todo esto a la basura sería una locura. La idea de que Venezuela es una dictadura que debe ser derrocada tiene escasos adeptos en el continente y en los Estados Unidos. Los comparativos frente a los 30.000 desaparecidos en Argentina, los escuadrones de la muerte de Brasil, el genocidio en Guatemala y los miles de descuartizados que aparecían en las calles de El Salvador dejan poco espacio para pensar a Venezuela como dictadura.

 

Un cambio de correlación en la oposición venezolana y en la política colombiana implicaría, en principio, un cambio hacia una retórica más agresiva. Dice el profesor David Apter que “el discurso de la violencia como política y la violencia política como discurso constituyen una intervención perturbadora que da por sentadas las causas, los efectos y las probabilidades. Es en ese momento que las palabras pueden matar”. Las palabras crean actitudes, las actitudes generan hechos y los hechos desencadenan procesos; si la retórica es de confrontación el resultado es la guerra. Es cierto que hay paranoias en Cuba y Venezuela, pero los errores de la invasión de Bahía Cochinos a Cuba en abril de 1961 y el intento de golpe de Estado contra Chávez en abril del 2002 dieron credenciales de verdad a todo lo que estos regímenes dijeran después. Hay una relación entre hechos históricos, creencias, retórica y violencia.

 

En Centroamérica el diálogo y las soluciones negociadas fueron el único camino para resolver conflictos que dejaron más de 400.000 muertos. Esto fue posible porque México, Colombia, Panamá y Venezuela, apoyados por Europa, respaldaron el diálogo contra la voluntad de guerra de los Estados Unidos. Si en la nueva realidad Estados Unidos dialoga y negocia con los talibanes, ¿por qué no debe entonces negociarse con las FARC? ¿Por qué no debe ser el dialogo la salida a la crisis venezolana? La comunidad internacional debe persistir, como lo hizo en Centroamérica, para que el diálogo y la negociación prevalezcan sobre la violencia.

 

Venezuela lleva 15 años bajo una polarización política extrema con un régimen que ha limitado las libertades democráticas y creado un desastre económico. Esto ha terminado en una crisis de violencia callejera que ha dejado 32 civiles y 9 policías muertos en los enfrentamientos. Colombia tiene 54 años viviendo un conflicto que ha dejado 4.744.000 desplazados junto a 178.220 civiles y 41.000 militares y policías muertos. Los colombianos necesitan terminar su conflicto y los venezolanos deben ahorrarse el de ellos.

 

Joaquín Villalobos

Inteligencia, paciencia y mucho diálogo

Posted on: mayo 10th, 2014 by lina No Comments

En América Latina no hay una lucha de buenos contra malos: hay izquierdas sin política económica y derechas sin oferta social. Unos que reparten, pero no producen, y otros que producen, pero no reparten

 

Transcurrieron casi 150 años para que un afroamericano fuera presidente de Estados Unidos. Llegar allí implicó una guerra civil, revueltas callejeras, represión y magnicidios, sin embargo las huellas de la exclusión racial siguen presentes. Las transiciones son procesos largos, complejos, violentos, a veces regresivos y no siempre exitosos. Parafraseando a Charles Dickens, son “primaveras de esperanza”, pero también “inviernos de desesperación”. Los riesgos de guerra en Ucrania son saldos de la primavera de Berlín de hace 25 años.

 

En febrero de 1989 el entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, aplicó un conjunto de medidas económicas, conocidas como el “consenso de Washington”, que desencadenaron violentas protestas. El llamado Caracazo fue reprimido con saldo de centenares de muertos. Al Caracazo le siguieron dos violentos intentos de golpes de Estado en 1992 y luego la victoria electoral de Hugo Chávez en 1999. Venezuela es el caso más emblemático de la liberalización económica y la transición democrática de Latinoamérica.

 

La disciplina macroeconómica es un saldo positivo del “consenso de Washington” y los procesos de inclusión social y política son el principal resultado de la democracia. Sin embargo, era imposible que estos dos procesos caminaran armónicamente. Así como hablando de economía se suele decir que “no hay almuerzo gratis”, en política podemos decir que “no hay inclusión que no pase factura”. La estabilidad será proporcional a los agravios y la exclusión pasada.

 

Latinoamérica logró progresos democráticos extraordinarios, pero con pocos resultados para los pobres. Continuó siendo la región más desigual del planeta. El consenso de Washington adelgazó a los Estados y volvió obesos a pequeños grupos del sector privado. Fue una liberalización a medias que le dio continuidad al modelo extractivo y no a un capitalismo de amplia base empresarial. La democracia elevó la demanda social, pero las políticas económicas empobrecieron la oferta social y de seguridad del Estado.

 

Reducir el Estado en situaciones de transición es un contrasentido y trae graves consecuencias

Toda transición necesita un Estado fuerte; reducirlo en condiciones de transición es un contrasentido. Guatemala redujo dramáticamente su poder coercitivo como consecuencia de la liberalización económica y no por la guerra insurgente que sufría. El resultado fue un vacío de poder que llenaron grupos criminales y lo mismo ha ocurrido en Honduras y El Salvador. Países con ausencia o déficit severo de Estado tomaron dogmáticamente la idea de los organismos financieros. Con más de 100 millones de afrodescendientes y casi 30 millones de indígenas en condiciones de extrema exclusión y pobreza no tenía sentido reducir un Estado que en muchos casos ni siquiera estaba construido. La crisis de seguridad en casi todo el continente tiene más relación con debilidad del Estado que con las drogas. Los linchamientos de delincuentes, la aparición de paramilitares, las treguas con criminales, los 700.000 casos de cólera en Haití y su rápida expansión hacia otros países, son en parte resultados del dogma de Estado famélico que dejó el consenso de Washington.

 

Durante el ajuste económico las opciones de derecha tuvieron ventaja, los casos más emblemáticos fueron el Chile de Pinochet, la Argentina de Menem y el Perú de Fujimori. Pero la democratización volvió hegemónica a la izquierda en casi todo el continente. La derecha tradicional en sentido estricto gobierna en países de escasa relevancia como Guatemala, Honduras y Paraguay. A partir de la victoria de la oposición en Panamá el resto del continente queda en manos de coaliciones de centro, centro izquierda e izquierda. Esto no obedece a razones ideológicas, sino a la prioridad que estas fuerzas han dado a las políticas sociales. Por ello se volvieron tan importantes en algunos lugares los miles de médicos cubanos que llegaban donde nadie quería llegar. La derecha se aferró a la receta económica y perdió terreno político. Los que estaban excluidos buscaron sus propias opciones entre quienes los tuvieran en cuenta. Así, la izquierda en versiones moderadas, extremas, ilustradas, no ilustradas y caudillistas tomó ventaja.

 

No es casual que ahora haya un indígena sindicalista en la presidencia de Bolivia, un chófer de autobús de presidente de Venezuela, que ex guerrilleros presidan los gobiernos de Brasil, Uruguay y Nicaragua y que el presidente electo de El Salvador sea un exguerrillero maestro de primaria. La inclusión es el componente principal en toda transición y los sectores que estuvieron excluidos buscan tener su propia representación política y ésta será conforme a la educación que tenga la sociedad. No hay que esperar sabiduría donde se sembró ignorancia. Los partidos socialistas europeos pasaron por etapas de radicalismo y muchos de sus dirigentes originales surgieron de los movimientos obreros, no nacieron ilustrados y moderados y tampoco los conservadores se volvieron compasivos sin conflicto.

 

La mayoría de los partidos de derecha llamaron populismo a las políticas sociales. Como juicio académico podía tener sentido, pero como bandera política frente a millones de pobres que ahora votan ha sido suicida y los ha dejado sin oferta electoral. Este debate alcanza incluso a los Estados Unidos, donde pobres e inmigrantes han empezado a decidir las elecciones y donde sectores de la derecha pretenden echar atrás el programa de salud del presidente Obama que beneficia a millones de personas. Si este proceso de inclusión ha provocado una elevada polarización en Estados Unidos, ¿cómo no se iban a polarizar de manera más dramática Bolivia, Ecuador o Venezuela?

 

La buena noticia es que ahora sin los pobres, que son mayoría, no se puede ser gobierno

La democracia es sólo una técnica de gobierno, no una religión que acaba milagrosamente con los conflictos; al contrario, en algunos casos los pueden hacer crecer. No se puede meter la realidad en la ideología, en el tribal Afganistán fracasaron el comunismo y el liberalismo, porque no existen las clases que puedan sustentarlos. En Latinoamérica los recién sentados a la mesa del poder llegan a ésta con grandes deficiencias de conocimiento que suplen con ideología, cargados de agravios históricos, sin poder económico y desconfiados esperando golpes de Estado. Los antiguos poderes han tenido el monopolio del dinero, de la política, de los medios de comunicación y del conocimiento, hablan inglés, saben de economía, y conocen el mundo, mientras del otro lado hay hambre de todo. No es extraño que así como ahora hay una reacción racista en algunas derechas existan abusos de poder, revanchismo, políticas autoritarias, uso del Estado para tener ventajas económicas y hasta oportunismo sin ideología en algunos gobiernos de izquierda. Están emergiendo nuevas élites económicas y políticas que darán equilibrio al poder y este proceso desgraciadamente no será ni puro, ni transparente, ni perfecto.

 

Latinoamérica no se enfrenta a una conspiración ideológica subordinada al “consenso de Caracas”. No estamos frente a una lucha de buenos contra malos. Quienes lideraron el “consenso de Washington” en Argentina, Chile y Perú fueron iguales o peores. América Latina está viviendo un proceso de inclusión al que le falta mucho para que deje de ser conflictivo. Bolivia está avanzando en resolver los cinco siglos de exclusión indígena, mientras Guatemala ni siquiera ha comenzado. En este escenario hay izquierdas sin política económica y derechas sin oferta social. Unos que reparten, pero no producen y otros que producen, pero no reparten. Lo primero es insostenible y lo segundo es conflicto porque la desigualdad es esencialmente un problema de estabilidad y seguridad. La buena noticia es que ahora, desde Washington hasta Buenos Aires, sin los pobres, que son mayoría, no se puede ser gobierno. No es momento de batallas libertarias a muerte, es momento de inteligencia, tolerancia, paciencia, pragmatismo y sobre todo de mucho diálogo.

 

Fuente: El País

Joaquín Villalobos fue guerrillero salvadoreño y es consultor para la resolución de conflictos internacionales.