Sanciones sí, invasiones no

Posted on: diciembre 28th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

No sería capaz de leer -Las venas abiertas de América Latina- de nuevo. Caería desmayado. Para mí esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Sería ingresado al hospital. Eduardo Galeano (su autor)

 

Preámbulo de una entrega extensa

 

Me alargaré en esta entrega porque quiero darle relevancia a un hecho que no ha sido evaluado con el peso específico que merece: las sanciones individuales contra los violadores de derechos humanos del régimen madurista, hecho que califico sin ambigüedad de histórico.

 

Entiendo que esta semana frenética en la que el régimen volvió a descuartizar la Constitución por enésima vez (¿quién se sorprende todavía?) y donde fuimos nuevamente testigos de la desorientación y esterilidad opositora en la Asamblea Nacional -sus patéticas “negociaciones” con el chavismo (¿qué negocian?)-, nos mantuvieron distraídos, pero aprovecho el descanso decembrino, el fin de año y el deseo de libertad para el esperanzador año 2015 que amanece, para mandarme esta entusiasmada y larga reflexión.

 

Léanla con tiempo, y si no lo hicieren, al menos lean la extraordinaria y valiente entrega de Jesús “Chúo” Torrealba sobre el mismo tema y el imperdible análisis (en twitter) de Thays Peñalver sobre el alcance de las sanciones norteamericanas contra funcionarios venezolanos violadores de derechos humanos. Ambos son esenciales, desde aquí aplaudo su coherencia.

 

En mi caso, escribo largo sobre las sanciones como reconocimiento a dos culturas: la norteamericana y la venezolana. En cuanto a esta última, la venezolana, como reconocimiento especialísimo a sus estudiantes que con sangre, sudor y lágrimas han hecho todo y de todo por reivindicar la libertad en el país; también a los promotores y luchadores de derechos humanos que en Venezuela han impuesto un cambio histórico de mentalidad más humanista; y, por último, a María Corina Machado, Leopoldo López y Daniel Ceballos, porque a través de la política han intentado materializar sus ideas de democracia, justicia, libertad y prosperidad, con ejemplo y sacrificio. Estamos viviendo una auténtica y radical transformación del enfoque de hacer política en este siglo. Se les reconoce y se agradece.

 

 

Su medalla histórica será la libertad de nuestra patria.

El verdadero prócer

 

No soy de los que oculta sus afinidades ni formo parte del coro soso de quejosos que acusa a los Estados Unidos de América de todas las venas abiertas de América Latina.

 

Soy, sí, y lo expreso abiertamente, sin prejuicios ni retóricos cuidados intensivos, un admirador de la cultura y de la democracia estadounidense. Lo soy y lo seré, en especial de los ejemplares forjadores de su fundación: Thomas Jefferson o Benjamin Franklin, a quienes leo y releo cada vez que puedo.

 

Si como decía el historiador Thomas Carlyle: “la historia del mundo es solamente la biografía de sus grandes hombres”, la de Estados Unidos está enaltecida por la presencia de ese par de maravillosos espíritus.

 

A diferencia de la cultura francesa de la que admiro obviamente su literatura, su poesía, su romanticismo y desabrigada bohemia, que tanto esplendor ofreció a las artes plásticas, a la estética y a la filosofía, de la cultura norteamericana admiro sus biografías, su quehacer político y la doble semblanza de sus pensadores-hacedores de historia.

 

Personajes como Jefferson, Franklin o más tarde como Lincoln o Luther King, no se conformaron con ser los más lúcidos espíritus de su época, sino que se esforzaron e hicieron que su lucidez intelectual y pensamiento crítico se convirtieran en realidad social y política; como Miranda, Bolívar o Gallegos y Betancourt en Venezuela.

 

Creo que el verdadero prócer, el verdadero líder forjador de cambios nacionales e históricos, es un hombre de pensamiento lúcido que se esfuerza por materializar sus ideas en el quehacer cotidiano, que intenta hacer de su “hábito mental” una realidad social y política, o más, una realidad histórica.

 

Pocos lo logran. Ese es el desafío que vive Venezuela en esta hora difícil de reinvención fundadora: ¿lo lograremos?

 

De la democracia en América

 

Admiro especialmente de los Estados Unidos su desafiante y agrietada libertad, su permanente reinvención social y el espíritu crítico de su cultura, todo en el marco de mejorar las condiciones de vida y el bienestar individual y colectivo de sus ciudadanos.

 

Ese “hábito mental” de su ciudadanía por no conformarse, por cuidar con celo su libertad, por proteger sus derechos, por mantener el imperio de la ley y el estado de derecho, por intentar cambiar la realidad hasta hacerla más humana y más libre (claro, y más próspera), por hacerla más placentera y productiva, por reinventarse siempre, me hace reconocerlos y admirarlos, pese a sus grietas e imperfecciones.

 

Pienso, semejante a Alexis de Tocqueville, que en los Estados Unidos de América se ha desarrollado el modelo de democracia liberal más cercana a la idea que algún día tuvo la Ilustración francesa sobre un gobierno donde la soberanía reside en el pueblo, insisto, pese a sus imperfecciones y grietas

 

Cómo lo lograron y por qué lo explica mucho mejor que nadie el mismo Tocqueville -esa lectura deslumbrante- cuando habla en su exploración de la “Democracia en América” de los “hábitos de la mente” del pueblo norteamericano.

 

Los “hábitos de la mente”, es decir, las costumbres, los ritos, las tradiciones, las prácticas religiosas, los rituales sociales y populares, la cultura de su gente. En ese sentido, el “hábito mental” norteamericano es reformista, es decir, es crítico, se “iguala” al poder confrontándolo, desafiándolo y criticándolo.

 

¿Qué tiene esto que ver con nosotros?

 

Violadores flagrantes de derechos humanos

 

Venezuela ha llegado a un estado de canibalismo político y barbarie sin precedentes en nuestra historia democrática. El chavismo llegó para devorarse -despedazando y ensangrentando- a su propio pueblo.

 

No sólo nos disparó en la frente desde su aparición el 4 de febrero de 1992, nos ha descuartizado -como criminal en serie- desde entonces. Somos una nación flagelada, herida de muerte.

 

Admiro y agradezco como venezolano de los Estados Unidos de América, de su pueblo y de sus líderes, el recibimiento que ha dado a miles de venezolanos que han naufragado en su propia tierra, que han sido perseguidos, acosados, torturados, vilipendiados y desterrados por la dictadura chavista. Al menos yo jamás olvidaré ese gesto.

 

A diferencia de muchos “pueblos hermanos” -que no se han comportado como tales- de América Latina, los norteamericanos no sólo nos han tendido una mano como sociedad, han levantado una voz crítica ante los desmanes del régimen madurista como nadie en la región -para su propio bochorno y el de sus líderes- ha hecho.

 

No sólo han levantado la voz crítica, han actuado políticamente en defensa de los derechos humanos de los venezolanos sancionando individualmente a los responsables de las peores atrocidades que ha padecido pueblo latinoamericano alguno en las últimas décadas.

 

No olvidemos que “violar derechos humanos” no es un concepto abstracto, es un dolor, una desgarradura, una expresión sensible que implica muerte, cárcel, persecución, tortura, flagelación, humillación, bochorno nacional e internacional, llanto, muchísimo horror y tragedia, como ha padecido y sigue padeciendo Venezuela desde que Chávez nos disparó en la frente su revuelta rabiosa.

 

El pueblo norteamericano a través de sus representantes políticos: Rubio, Merentes, Díaz Balart, Ros-Lehtinen, del presidente Barack Obama y de su sensible administración han sido críticos y han llevado su crítica a una sanción política y administrativa, muy relevante y paradigmática para la región.

 

Insisto: relevante y paradigmática. No tenemos aún modo de evaluar cuán importante ha sido este gesto, el tiempo lo mostrará. Sus protagonistas, sean demócratas o republicanos, liberales o conservadores, deben sentirse orgullosos porque se han dado la mano para, mancomunadamente, tendérsela a América Latina. La historia de la pujante relación entre nuestros pueblos cambiará.

 

Por ahora, hay que destacar el formidable cambio en el “hábito mental” de los Estados Unidos para tratar a América Latina. La memoria de Jefferson, Franklin, Lincoln y Luther King se ha impuesto.

 

En esa dirección va la coherencia.

 

Sanciones sí; invasiones no

 

En el pasado, por cierto, no muy lejano, los Estados Unidos y su muchas veces inaceptable política internacional de “seguridad” cometió desmanes terribles con reprochables invasiones militares a países latinoamericanos.

 

El criterio de la “bota militar” y la guerra era el penoso quehacer de su política de estado. Otras veces, volteaban hacia los lados y se desentendían cuando los violadores de derechos humanos de la región, sobre todo férreas dictaduras militares, se comportaban como aliados. Ambas posturas eran incoherentes con los principios rectores de la democracia norteamericana.

 

Gracias al diálogo crítico y diplomático de la sociedad civil venezolana, al esfuerzo denodado de muchas personas (artistas, activistas, estudiantes, escritores, abogados y algunos políticos), al loable ejercicio humanista y progresista -en cuanto a la reivindicación de derechos sociales y civiles- de la administración Obama y al “hábito mental” en permanente reinvención crítica del pueblo norteamericano (y de sus representantes), en un hecho sin precedentes por su relevancia y magnitud histórica, el inaceptable criterio de la invasión militar de los Estados Unidos en contra de sus vecinos latinoamericanos cambió por la sanción “individual” a personas que desde el gobierno han cometido la atrocidad de violar derechos humanos, es decir, que agreden, encarcelan, torturan, sodomizan y asesinan gente inocente, como puedes ser tú o yo, tus hijos o los míosEra urgente, era necesario un cambio de disposición y mentalidad frente a la peor atrocidad que puede sufrir sociedad alguna: la violación flagrante de sus derechos humanos.

 

Lo hemos logrado, la generación humanista de Venezuela ha obtenido su primer triunfo internacional en la promoción y defensa de los derechos humanos

 

El triunfo no sólo es venezolano, es latinoamericano.

 

2015: el cambio de hábito

 

El gesto crítico contra la dictadura madurista ya no es sólo una vociferación, es un hecho político y jurídico objetivo, un cambio de “hábito mental” que aunque no sea perfecto, podrá ser perfeccionado con el tiempo. No es una inhumana guerra ni un desgarrador embargo que afecta a una nación entera, es una sanción individual a un criminal, a un energúmeno violador de derechos humanos.

 

Su extraordinario efecto está aún por conocerse, no sólo porque favorece la vida y la libertad de los ciudadanos de la América toda frente al poder arbitrario y tiránico de algunos de sus regímenes, sino porque evita la nefasta experiencia de la guerra, los embargos o las medidas que afectan de manera colectiva a un país y no, como debería de ser y de ahora en adelante será, a quienes desde el poder (usurpado y dictatorial como en el caso de Venezuela) asesinan, encarcelan, torturan y persiguen a quienes lo critican y a quienes disienten.

 

Las sanciones no cambiarán mucho la realidad venezolana, que debemos transformar los venezolanos con nuestros propios esfuerzos, reinventando nuestro “hábito mental”, dejando el lunatismo, la desidia y muchas otras cosas, pero sí influirán coercitivamente entre los cada día más desarticulados y aislados violadores de derechos humanos del madurismo que enfrentamos.

 

Las sanciones sirven para saber que los que luchamos por la libertad y la democracia, de manera no violenta, civil y humanista, no estamos solos…, y si resistimos, y si no nos cansamos, prevaleceremos. Y así será, y así lo estamos haciendo.

 

El 2015 será definitivo, respiremos hondo, tomemos aire, concentrémonos, llega la avanzada definitiva, tú eres el prócer de la nueva Venezuela.

 

Nuestro hábito mental ha cambiado, la libertad es nuestro destino, cada día falta menos, mucho menos…

 

¿Lo sientes?

 

@tovarr

Maduro, su jinetera y el estupidómetro

Posted on: diciembre 20th, 2014 by Pasante 1 No Comments

El estupidómetro

Uno de los primeros esfuerzos que debemos hacer los venezolanos una vez que hayamos salido de la peste chavista y de su cataclismo apocalíptico: el madurismo (esa devastación absoluta de la coherencia), es inventar un instrumento idóneo para medir las estupideces capaces de cometer ciertos personeros públicos, sean dictadores o no.

 

 

Yo lo llamaría el estupidómetro.

 

Lástima que el madurismo pulverizó toda posible iniciativa científica venezolana descuartizando -pienso en el pobre diputado Serra cuando pronuncio esa palabra y lo que le hicieron los caníbales de su partido- al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). Nos llevan al oscurantismo, o peor, nos llevan a la prehistoria de la sensatez.

 

Escribo “lastima”, “pulverizó”, “descuartizando”, “caníbales” y “prehistoria” y me doy cuenta de mi propia estupidez (¿ven lo necesario de un estupidómetro?), esas son palabras inherentes a Nicolás Maduro, que ha impuesto como políticas de su estado dictador.

 

¿De qué hablo si en el madurismo todo es una flagrante estupidez?

 

La estupidez como estigma

 

Prefiero ser panfletario y alegórico al estilo de Voltaire que sesudo al modo de Montesquieu, porque la estupidez ya es un estigma nacional y creo que ante tanto disparate intentar hablar en serio resulta banal. No se puede analizar nada con conciencia en este berenjenal, al menos no sino deseamos parecer napoleones o césares en medio de este manicomio socialista.

 

Confío que con la invención del estupidómetro podremos, al menos, estar alertas, prevenidos, establecer márgenes de equivocación, errores de cálculo o simples fallas en la percepción de las cosas y contrarrestarlas con estupideces, barbaridades o inmortales pendejadas como la que cometió Nicolás esta semana.

 

Sí, Nicolás, otra vez Nicolás, el parámetro más elevado que pueda tener estupidómetro alguno (yo rotularía su encopetado rostro de pelucón socialista, finamente peinado con secador de pelo y afinado bigotón en el margen superior de ese instrumento científico), quien esta semana volvió a complacer a su público con una que dejó perplejos al continente, a los líderes de Mercosur, incluyendo a su mascota y logotipo: Evo Morales, pero en especial a los fans enamorados del socialismo.

 

Fue formidable, sigue batiendo récords, rompiendo moldes y esquemas, es Nicolás.

 

Un día se desgañitó revolucionaria y socialistamente -eso sí, peinadito de peluquería como siempre- con una paupérrima marcha antiyanqui (las de él no son ni escuálidas, son paupérrimas) concurrida por borrachitos, mendigos y turistas (los traen chéveremente de todas partes de Venezuela para que conozcan la avenida Bolívar a cambió de una empanada, una cerveza fría y dos aullidos frenéticos) en la que supuestamente abominó, insultó y desafió al imperio y a Obama por entrometerse con él y sus secuaces violadores de derechos humanos, y al día siguiente se partió en dos como galleta ante al mismo imperio y su “valiente” Obama con una inconmensurable jalada de bolas que dejó boquiabierto al mundo entero.

 

(What the fuck?)

 

Nadie lo podía creer, ni Evo Morales, mascota y logotipo del disparatado socialismo regional, quien quedó pasmado de estupor ante esta nueva y olímpica estupidez.

 

¿Pensaban que lo del pajarito era una simple joda nuestra? Pues no, no lo es, eso es lo que hay: Maduro es el heredero, qué cosas raras y estúpidas puede el amor.

 

Parábola de la jinetera

 

Si Maduro ha impuesto la estupidez como política de estado de su dictadura, los Castro impusieron la prostitución en la suya; mientras sus devotos y nostálgicos se desengañan una y otra vez.

 

Enamorarse de una jinetera (prostituta, para los que no entienden) debe ser ingrato, muy ingrato. Y los hermanos Castro, como políticos, lo han sido siempre, es su política dictatorial.

 

Maduro y sus secuaces sancionados lo tuvieron que sufrir esta semana. Fue chistosísimo. No pudo ser más estúpido, por melodramático. Hasta uno que a veces es un poquito mordaz -sólo un poquito- sintió vergüenza ajena.

 

El carajazo fue de telenovela: aupado por la jinetera cubana, el chuleado venezolano (venido a menos, quebrado por la estrepitosa caída del petróleo) insulta al negro galán de la vecindad para que no se entrometa en su burdel ni con sus putas (sancionadas). El negro galán muestra su chequera y una de las putas (la cubana), hecha la pendeja, se le arrima y se sacude al chuleado, que queda como lo que es: un pendejo. Al encuentro lo llaman “histórico”. La puta -la jinetera- supuestamente se había resistido al galán hasta que éste entendió que todo el tema de la resistencia latinoamericana, desde la llegada de Colón o Cortés, era un tema de billete y espejitos de oro. ¿Quién da más? Abochornado ante la humillación, el chuleado venezolano se hace el occiso (el muertito, como su amado) y aplaude el encuentro como “valiente”; pide, urge, ruega ser amigo del negro otra vez. El negro -galán como es- no se da por enterado de la humillada plegaria del chuleado, lo abochorna nuevamente, lo “sanciona” y literalmente lo manda -al chuleado y a sus putas violadoras de derechos humanos- no a meterse su súplica en el paltó, sino en el culo (disculpen las damas y las jineteras mi procacidad, pero fue así).

 

Insospechado final: el chuleado, los chuleados, entendieron fríamente lo que era enamorarse de una jinetera. Ahora, merecidamente humillados y sancionados, no les queda sino irse a llorar para el valle.

 

Todo por una visa

 

No sé si el madurismo en su estupidez se ha sentado a leer el texto legal que razona las justas sanciones contra venezolanos violadores de derechos humanos (es decir, criminales que desde el poder han asesinado, torturado, sodomizado y apresado a gente inocente) que ha promovido el senado de los Estados Unidos y que ha ratificado Obama. En realidad, no sé si el madurismo sepa leer.

 

Lo cierto es que las sanciones son administrativas, es decir: inofensivas. Lo único que promueven es quitarle las visas de ingreso a los Estados Unidos y congelarle los fondos -obviamente robados- a los violadores de derechos humanos que, como putas criminales, por unas monedas de más se han puesto al servicio del chuleado dictador.

 

¿Por qué tanto escándalo, llanto, sufrimiento y hoguera ante el acto burgués y capitalista de visitar los Estados Unidos? ¿Por qué tanta histeria “socialista” colectiva? ¿Tanto les espanta no poder visitar el mundo de Disney o comprar frenéticamente y sin control como las hijas archi socialistas de Chávez?

 

Increíble: todo por una visa.

 

¡Son tan descarada y bochornosamente estúpidos! La revolución Cartier -chavista- entra en su fase final, no podrá comprar un secador de pelo Karmin G3 en Estados Unidos para el vejado y chuleado líder máximo y heredero del trono socialista: Nicolás.

 

¿Qué hacer? Sin duda, inventar el estupidómetro antes de que sea demasiado tarde. Hay que ponerle alguna medida a esta demencia.

 

Por cierto, qué raro que el pajarito no ha trinado en estos días…, ¿qué habrá pasado?

 

¿Nicolás?

 

 

 

 

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovar

 

 

El pacto del huevo frito

Posted on: diciembre 6th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

“Ooh, it makes me wonder” Led Zeppelin

 

Una última alegoría crítica a la oposición

 

Juro que hago todo lo posible por no escribir sobre cierto sector de la oposición venezolana, se supone que andamos el mismo camino, pero resulta imposible no hacerlo sobre todo ahora que ante un régimen caído, desvanecido, vomitado sobre sí mismo, observamos -a ese sector de la oposición- empeñado en mantener de pie hasta el 2019 a esa manada de criminales que compone el madurismo.

 

No entiendo nada, y como no entiendo, prefiero ejercitar una última alegoría crítica a la oposición para evitar peores confrontaciones futuras que nos desvíen aún más del destino común: la libertad.

 

Comienzo.

 

El pacto del huevo frito

 

El partido de los pajizos -insisto, por su tono amarillento no por otra cosa- se ha vinculado en un acomodamiento antinatural con el estertor blanco de los adecos.

 

A ese vínculo inexplicable le llaman popularmente el pacto del huevo frito.

 

Nadie jamás lo hubiese imaginado, pero en la era de la fritanga chavista todo es posible, hasta eso. Amarillentos por dentro y blancuzcos por fuera unidos en algo que nadie comprende.

 

La “yema” cuando nació como organización social -con aspiraciones políticas- en los pasillos de la Universidad Católica Andrés Bello lo hizo siempre pensando que debía ser un anticuerpo moral a las prácticas cogolléricas y corruptas de la “clara”.

 

La “clara”, por su parte, siempre despreció a la “yema” por imberbe y sifrina. Sin embargo, exigidos por la fritanga chavista, el cogollo, la corrupción, la inmadurez y el sifrinismo se fusionaron entre sí y se convirtieron en un desabrido huevo frito.

 

Su misión: servir de acompañante en una mesa que se pudre junto a la morcilla madurista.

 

No creo que este desagradable platillo histórico sea un experimento de “laboratorio” como algunos han señalado temerariamente las últimas semanas, creo que es resultado de un despelote que parece inacabable.

 

Huevo frito con morcilla: ¿quién se come esa vaina?

 

El “laboratorio” del huevo frito

 

Pareciera que nadie tiene derecho a sentir náuseas en Venezuela, quien las siente es acusado de ser un amargado científico de laboratorio.

 

Para despecho de los complacidos con el estado de las cosas, todas las encuestas públicas indican que el asco es unánime por lo que nos están intentando dar de comer. Venezuela entera siente repugnancia, no soporta más los espasmos estomacales, está a punto de vomitar.

 

¿No se dan cuenta?

 

Señalar senil y conservadoramente que este arqueo masivo y popular es producto de un ejercicio de laboratorio levanta todo tipo de sospechas; unas benévolas, otras malévolas. Pero sospechas, muchas sospechas.

 

Nadie se puede calar ni complacer con este horror, con esta insoportable comilona de inmundicia. Nadie.

 

Lo común -por no decir lo “lógico” y no parecer científicos de laboratorio-, lo que no levanta ningún tipo de sospechas es sentir un profundo asco por el acontecer nacional; lo común es criticar el hartazgo plácido de algún sector de la oposición; lo común es mentarle la madre a este guiso de inmoralidad y displicencia.

 

Es lo común, somos venezolanos. No criticar, no arquearse, no darle una patada a la mesa, aceptar silenciosamente este revoltijo, nos haría cubanos, y eso, creo, aún no lo somos.

 

Aunque si seguimos así lo seremos pronto.

 

¿Es lo que desea el pacto del huevo frito?

 

Se pudre por intragable

 

Cualquier guiso se pudre cuando nadie está dispuesto a tragárselo. En ese sentido, la denuncia pública que en días recientes hiciera la “clara” del huevo frito sobre un supuesto informe de complot de laboratorio para desprestigiar a miembros vinculados con un revoltillo de la oposición es la cosa más disparatada, senil y sospechosa que he leído en este difícil trance que vive el país.

 

Tuve acceso al dichoso informe y sólo puedo decir que es un apoteósico disparate. No puedo creer que nadie en su sano juicio acepte como cierto lo que ahí se dice (por cierto, para los que no lo han leído debo anunciar que no aparezco mencionado, es decir, no formo parte del laboratorio).

 

Acusan sí, de manera temeraria, irresponsable, difamatoria y, disculpen la insistencia, disparatada a gente seria y comprometida con la democracia, la justicia y la libertad de Venezuela de las cosas más ridículas que uno se pueda imaginar.

 

Coño, ni el gordito gafo de Diosdi es capaz de un absurdo de semejante magnitud. Ni él. Lo menciono sólo para que se den una idea de la sarta de pendejadas que se escriben ahí.

 

Ojalá se haga público para que cada venezolano, en un acto de conciencia no alegórica sino realista, coherente con lo que se ve y padece en el país, se termine de dar cuenta de ese intragable guiso histórico que nos intentan meter por el buche.

 

No porque millones de moscas coman mierda los seres humanos también lo debemos hacer.

 

¿Somos moscas?

 

Apagar nuestra conciencia

 

Ya basta, por favor, ya basta, no es posible que una íntima filiación con el guiso corrupto atragante nuestra conciencia y nos haga vomitar de modo tan despreciable y burdo semejante acusación.

 

Habría que recordar que el primero que denunció tamaña burrada fue Pedro Carreño: ¿es que ahora el pacto del huevo frito se alía con esa mosca feroz?
Entiendo que las histéricas doñas académicas se alíen a la mentira (tienen que justificar las limosnas que les dan para conseguir tinte de pelo y alcanzar su codiciada eterna juventud), pero que un político se preste a semejante idiotez no tiene perdón ni lo tendrá.

 

Ya un guiso apagó al país, ahora otro intenta apagar nuestra conciencia. No lo lograrán. Créanme la pajiza “yema” se rebelará, volverá a sus sueños originales.
No hay manera de sobrevivir sino encendemos la luz de la verdad y de la justicia.

 

Prendámosla, por cierto, es amarilla también.

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

Jaua, la mascota del madurismo

Posted on: noviembre 22nd, 2014 by Lina Romero No Comments

“Gustavito, yo no te odio, eres mi pillito”

Diosdado Cabello

 

Un desestabilizador compulsivo

 

Espero que la sociedad protectora de animales no ejerza sobre mí ninguna acción disciplinaria por este suelto. He leído bien sus estatutos y no encontré ninguna mención que incrimine a personas que desairen a las mascotas de otros.

 

Juro que a las mías las cuido con fraternidad; son parte integral de la familia. Pueden enviar a un fiscal protector de mascotas (Luisa Ortega Díaz o a cualquier otra) y lo corroborarán.

 

No creo que sea necesario sumarle otro delito a mi “orden de captura”: ¿prófugo por mortificar mascotas? No sé, todo es posible en la injusticia madurista, pero me parece algo exagerado.

 

Pese a que me reconozco a mí mismo como un desestabilizador compulsivo, soy un ciudadano responsable (sólo golpeo suave), no me gusta infringir la ley y juro que si fuese ilegal ridiculizar a mascotas ajenas no lo haría.

 

Lo mío es una simple alegoría, ¿no se supone que los recursos literarios son para usarlos?

 

Yo los uso, no puedo evitarlo, siempre flaqueo. No sólo es de humanos errar, también los conspiradores lo hacemos.

 

Me disculpo, no es mi intención ofender a sus dueños.

 

Elías Jaua pareciese que pudiera hablar, pero se le dificulta, balbucea, ladra, respinga, aúlla, pero no habla: gruñe. Eso sí sus gruñidos son tiernísimos. Su estirpe, algo patética, es la del chaparro sabueso Basset. Es igualito, ¿no les parece?, no hay manera que nadie se atemorice ante él, provoca compasión por alelado y soso, lo incita a uno a sobarle la cabeza para que se regocije y calme, para que jadee sacando la lengüita.

 

Lo conocí, a Jaua, en curiosas circunstancias hace algunos años mientras se paseaba por el lujoso jardín de la residencia donde vive -o vivía- en Sebucán y del que es propietario del más caro penthouse de la zona. Créanlo o no, es -o era- mi vecino cuando yo vivía en el santuario de la libertad: la mítica y rebelde quinta Michoacán.

 

Me le acerqué e intentó escabullirse del pánico -era obvio, me temía, probablemente porque Diosdi Cabello me ha dado una fama que no merezco-, recuerdo que trató de ladrar pero, ya sabemos, mascota que ladra no muerde, terminó arrinconadito, mirándome con sus ojitos llorones y suplicantes para que no le diera un lepe. Claro que no se lo di -no soy capaz de aporrear a una mascota ajena- aunque se lo merecía.

 

Fue ahí cuando descubrí que no sabía hablar. Del pavor, entre balbuceos, quejidos y sollozos, me rogó que no le dijera a nadie que vivía ahí. Promesa que cumplí hasta hoy.

 

¿Ven? Soy hombre de palabra, no soy tan cruel con las mascotas de mis vecinos como parece, no las maltrato.

 

 

Con la cola entre las piernas

 

Les revelo que me impresionó más su rostro de sabueso regañado (insisto, de la tierna raza de los Basset) que el hecho de que viviera en el penthouse más ostentoso y caro de la zona.

 

Ya a nadie sorprende el descaro corrupto y nuevo rico de los chavistas quienes pavonean, como la hiena Jorge Rodríguez, sus relojes de oro, sus aviones, sus yates, sus elegantes carros (Audi, BMW, Ferrari, etc.), sus viajes, sus joyas cursis o sus multimillonarias viviendas.

 

Esa es la cotidianidad entre ellos: son mafiosos del lujo.

 

Aclaro que no tengo ningún problema con la prosperidad ni con la comodidad que ésta produce, considero que es una genuina aspiración humana vivir en bienestar mientras sea el producto de la creatividad, el buen desempeño comercial o empresarial o del trabajo honesto de las personas. Son merecidos.

 

Con lo que sí tengo problema -y mucho- es con el dinero mal habido, adquirido por corrupción y malversación de fondos públicos, con la rapacidad y el hambre económicos, en los que el madurismo es un incontestable campeón mundial por su descaro y perfidia.

 

¿Revolucionarios? Sí, pero del raterismo y de la malversación sin límite. Han robado como nadie en la historia de Venezuela jamás lo hizo, ni los españoles.

 

Su hipocresía, su cinismo dizque socialista, siempre desabotonados por su regordete nuevo riquismo y por su flacidez lujosa y cursi, que los lleva al descaro de tener niñeras esclavizadas que viajan con ellos sólo para saciar su ego explotador y consumista, gastando cientos de miles de dólares del erario público (además de un pueblo desabastecido y enfermo), cometiendo el delito de peculado de uso sin ningún estupor, peor aún: confesándolo, es lo que me obliga como venezolano indignado a ridiculizar, mortificar, patear a Jaua, la mascota humana del madurismo, por ladrón y muerto de hambre confeso.

 

Y claro, después de escrito el párrafo anterior, me alboroza imaginarlo como se merece: con el rabo entre las piernas.

 

Al menos algo de justicia le estampo en el hocico.

 

El lepe justificado

 

Este lepe verbal a la mascota del madurismo está más que justificado por la insolente malversación y peculados cometidos en el incidente brasileño. Espero que las sociedades protectoras de animales entiendan que una nación indignada me lo exigía, y yo soy muy obediente de las exigencias nacionales.

 

De hecho, no sólo la nación venezolana -lo que queda de ella- lo exigía, también y de manera manifiesta el gobierno hermano de Brasil, indignadísimo con la mascota del madurismo, le ha mandado su bofetón. Me comentan que hasta Marco Aurelio García, ese inefable personaje de la política brasileña, está que le cae a patadas al sabueso impresentable.

 

Hasta en la mejores familias se encuentra una mascota impertinente, mal educada e invasiva que se monta sobre uno, muerde nuestros zapatos o nos arrebata la comida de la mesa. Qué podríamos decir de las peores familias, como la madurista.

 

Los venezolanos lo sabemos desde hace rato; los brasileños ya lo descubrieron. Sólo resta meter a la mascota en su jaula.

 

¿O es que en Latinoamérica no hay una sociedad protectora de seres humanos ante los rapaces?

 

Veremos…

 

(Postdata retadora: Diosdi, estoy convencido de que no me odias, lo sé, no me lo repitas tanto, sé exactamente qué tipo de emoción te produzco, sin embargo, te confieso que en algo acaso sí tengas razón: soy un poeta “pillito” que le gusta hurtar hermosuras. A tu comandante infinito, como sabes, le hurté una…, y de la arrechera quedó embalsamado. Quizá mi peor delito contra el madurismo es que tengo buen gusto, me embriagaría una belleza que canta. Ordena mi captura, mi irreverente sueño de libertad anda, como cupido, sublimado.)

 

 Gustavo Tovar Arroyo

@tovarr

El partido de los pajizos 

Posted on: noviembre 15th, 2014 by Lina Romero No Comments

La entraña que habla

 

Este artículo será escrito desde la entraña. Es un grito en medio de la devastación y una convocatoria. Puede que traiga consecuencias negativas en el seno de la oposición, pero el riesgo es necesario. Las consecuencias de no escribirlo, de no ventilarlo, pese al estilo, serían infinitamente peores.

 

El país se nos desbarata y pervierte, y nadie, o muy pocos, se oponen. Si no repudiamos y enfrentamos a la autocracia como siempre se ha hecho: viéndola al rostro, desafiándola y luchando contra ella en todos los escenarios (protestas, movilizaciones, elecciones, desconocimiento civil) las expectativas de democracia, libertad y de justicia estarán perdidas.

 

Así que escribiré y esperaré con entusiasmo las críticas, son urgentes ante tanto acomodo y languidez.

 

La historia nos absolverá

 

Estoy seguro que la historia nos absolverá o, al menos, mostrará que algunos nos atrevimos a escribir desde la asfixia -inconformes, indignados, exasperados- ante la podredumbre madurista, que todo infecta y fermenta.

 

Mostrará, la historia, que no todos los venezolanos le dimos la mano a la perfidia, ni le hincamos la rodilla al cinismo, mostrará que no todos “dialogamos” nuestros principios con los verdugos del país, mostrará que le enseñamos los dientes y hasta mordimos (con nuestra crítica) a quienes dejaron caer la guillotina sobre Venezuela y contra quienes permanecieron impávidos y ajenos mientras eso ocurría.

 

La historia nos absolverá porque verificará que algunos arrostramos, vociferamos y combatimos con descaro y sin amaneramientos la peste chavista; verificará que no todos permanecimos complacientes (¿cómplices?) ante la vejación.

 

Mostrará cómo algunos intentaron emular a un pueblo que algún día recibió la gloria por ser bravo y no pajizo (amarillento). ¿O acaso el himno nacional -sí “nacional”- canta: “Gloria al pajizo pueblo que con el yugo dialogó”?

 

No, el canto no es ése, es otro muy diferente.

 

Muy diferente.

 

Las cualidades de la paja

 

Antes de herir sensibilidades deseo retratar las cualidades de la paja a las que me refiero en esta entrega. Espero atajar temprano posibles suspicacias (¿será que sí las tiene?). Igual sigo.

 

La paja, como sabemos, es un filamento vegetal muy delgado, doblegable e insignificante que, una vez perdida su vitalidad y fuerza, una vez que se seca y languidece, se torna amarillenta.

 

Para los venezolanos la palabra “paja” tiene un sentido procaz que identifica a personas que recurren permanentemente al onanismo (la masturbación, disculpen el rebuscamiento semántico) y se les nota desganados, alelados y lentos: agüevoneados.

 

En este suelto, pese a que lo escribo desde la entraña, no le doy esa connotación insolente a la palabra (¿o sí?), libéreme Dios de semejante blasfemia. Me persigno para redimirme de pecado.

 

La cualidad que rescato de la paja en este suelto es la del filamento doblegable, que perdió su fuerza y vitalidad y se tornó amarillento. Digamos que es una cuestión de estilo, mi estilo.

 

¿O no?

 

El partido de los pajizos (amarillos)

 

Me justifico y excuso señalando que lo pajizo no es por desganados, alelados o lentos (por onanistas), no, lo pajizo es por su insignificancia, por la pérdida de vitalidad, por la delgadez (moral), por lo doblegables, pero sobre todo por su languidecimiento amarillento frente a la dictadura.

 

Por cierto, ¿será por casualidad que las siglas “p” y “j” se inmiscuyen en la metáfora?

No me odien ni detesten, no me insulten tampoco, es más fácil sacudirse el término que contravenirme. Mucho más fácil.

 

Además, créanme, no soy yo el único que lo expone, un creciente pensamiento crítico lo vocifera, sobre todo por la nimiedad amarillenta, por la delgadez (moral), desvergüenza y “paja loca” de llamar a los estudiantes violentos cuando todos sabemos que los únicos violentos han sido y son los chavistas. Ya da náusea la cantidad de veces que lo repiten como para justificar las atrocidades barbáricas del madurismo.

 

Protestar es reivindicar y desafiar; protestar personifica masivamente y a un tiempo las palabras dignidad y coraje.

 

Protestar revitaliza y dinamiza una sociedad

 

No se presten a la infamia. Ustedes no son ni jamás han sido producto de la perfidia, ustedes no son guayabas: amarillos por fuera y rojos por dentro.

 

Ustedes son hijos y padres de un enorme sueño de justicia. Así se les reconoce y admira. Háganlo realidad, deslástrense de lo pajizo y reivindiquen su raíz, sean los radicales de lo justo.

 

Lo primero es la justicia que es un valor, no un color.

 

¡Vuelvan!

 

Vuelvan a ser el partido de los justicieros, de los recios transformadores sociales y de los esmerados sembradores de nuevas realidades políticas. Vuelvan a la plenitud y al desafío, a la visión y al sueño de justicia y libertad.

 

Vuelvan a ser una organización sin colores pero de principios, que inspiró tanto y a tantos. Vuelvan a descollar como los jóvenes soñadores de la democracia y el virtuosismo, como los admirados reinventores de la palabra política en el amanecer del siglo.

 

Vuelvan a dictar cátedra con honor contra la dictadura del deshonor.

 

Pero vuelvan, por favor, los necesitamos. La historia nos absolverá a todos, no hay duda. Pero vuelvan. Unidos somos más bravos, somos más pueblo.

 

Un himno nos marca la ruta de la gloria. Gritemos con brío ¡muera la opresión! Y recuerden siempre, compatriotas fieles: la fuerza es la unión.

 

¡Vuelvan!

 

@tovarr

 

El delito de soñar en libertad 

Posted on: noviembre 8th, 2014 by Lina Romero No Comments

El silencio y la humillación

 

Lo silencié, era previsible.

 

Diosdi (Cabello) no pudo más con la ridiculización que le marqué en la frente, con la letra escarlata de corrupción con que rotulé su retaca y regordeta estolidez (por cierto, lo próximo que hará es dieta, créanme). Simplemente no pudo, prefirió el silencio y la humillación.

 

Entendió, o mejor, lo hicieron entender que girarme una “orden de captura” porque le dije “pato feo” fue una soberana pendejada. Lo entendió tarde, pero lo entendió.

 

Igual seguirá, Diosdi es torpe, muy torpe, no se dará por vencido, hará todo lo posible porque el juicio siga, porque la fiscalía me acuse y hasta solicite mi excomunión. También es previsible. Se retorcerá de arrechará eso sí ante mi insolencia y rebeldía, lo seguiré provocando, desafiando, ridiculizando, atizando como quien atiza un cerdito para que chille, será sencillo, seguiré, me ha dado la oportunidad perfecta para caricaturizar a la justicia venezolana ante el mundo y lo haré.

 

Ahora en mi defensa, como mexicano (mi segunda nacionalidad), obrará una nación y un gobierno (lo cual, como activista de los derechos humanos, agradezco públicamente).

 

Mi México lindo y querido, la tierra vientre en cuya humedad fui concebido, me abraza y guarda en su regazo.

 

Comienza la verdadera fiesta mexicana…

 

A soñar, a cantar

 

Quien sueña y canta una mejor Venezuela invade el terreno de la política porque, pese a sus detractores, la política es esencialmente un canto, un sueño a coro de nación.

 

La savia bruta, la fuerza vital de la política son sueños e ideales de país. Por eso cualquiera puede hacer política (aunque no todos la hagan bien), sólo hay que atreverse a soñar.

 

Un político es un soñador, en ese sentido todos somos políticos porque soñamos y luchamos una Venezuela más humana y libre. Sin duda la conquistaremos.

 

El reto del político es lograr que su sueño se haga realidad, para ello trata de ganar voluntades en torno a su ideal (aspira hacer de su sueño un canto común), se organiza para llegar al poder por la vía democrática (a través de la suma de voluntades organizadas) y así, desde él, materializar su visión.

 

El secreto de un buen político es la organización de ideales y sueños comunes, y esa organización se perfecciona y prevalece en el tiempo si promueve la participación protagónica de la juventud en la invención del país.

 

Que la juventud volviese a soñar, que la juventud volviese a cantar, que la juventud organizase su sueño y canto común fue el desafío del amanecer del siglo.

 

Y lo logramos: hoy sueñan y vociferan a coro la palabra “libertad”.

 

El derrumbe de la dictadura es inevitable.

 

Las puertas abiertas del futuro

 

Uno de los peores males que padeció la democracia venezolana a finales del siglo pasado fue despreciar a la política, sobre todo impedir que los jóvenes tuvieran la posibilidad de hacerla, soñando y participando en ella.

 

Cerraron las puertas a la juventud, es decir al futuro, y claudicamos.

 

Además se nos educó con la falsa idea de que la política era una vocación nefasta y ruin. Nada más incierto y perjudicial. Por haber abandonado el sueño político, los nefastos y los ruines (los chavistas) llegaron al poder y ahora no están dispuestos a desprenderse de él.

 

Como políticos los chavistas también sueñan, su sueño es la destrucción nacional: “Patria socialista o muerte”; desde el poder no han hecho sino imponer su corrupta y destructiva perversión.

 

Todo el que se atreve a soñar un país distinto al de ellos es perseguido, apresado, torturado, sodomizado o asesinado. Apresan momentáneamente nuestros cuerpos, pero no pueden apresar nuestros sueños. Esa es su peor fatalidad.

 

Nuestro desafío comienza por soñar distinto, tener esperanza y fe en la posibilidad cierta de una mejor Venezuela, por hacer política; lo estamos haciendo y poco a poco prevalecemos.

 

Nuestro desafío es abrir las puertas del futuro uniéndonos al canto y a la lucha de la juventud.

 

Mientras los venezolanos soñamos, resistimos. Mientras los venezolanos resistimos, florecemos.

 

Sueña y resiste…, Venezuela renace en ti.

 

El delito de soñar en libertad

 

A parte de llamar “pato feo” a Diosdi, no conozco la causa penal por la cual el régimen madurista me quiere apresar; no la conozco pero lo intuyó: cometí el gravísimo e imperdonable delito de inducir a la juventud venezolana (a los estudiantes) a soñar en Venezuela; es decir, los incité a hacer política.

 

Ese es mi delito: soñar en libertad y promover que la juventud también lo hiciese. Según los códigos de la injusticia dictatorial somos algo así como peligrosos “soñadores en serie”. Todos lo somos. Nadie se salva.

 

La fuerza de nuestros ideales y sueños nacionales debe organizarse. Nuestro crimen no debe cesar, ahora menos que nunca. Sumemos nuestra voluntad a aquellas organizaciones que aspiran a una pronta salida a la pesadilla chavista. Desafiemos la destrucción que nos impone la dictadura.

 

Nicolás Maduro y Diosdi Cabello son la patria socialista, es decir, son la muerte de Venezuela. Desafiarlos soñando un país distinto, organizándonos, cantando a coro en las calles nuestra libertad (no dándole la mano a los verdugos), los hará sucumbir, estamos cerca, muy cerca de lograrlo. Pronto vendrá el empuje final.

 

¿Orden de captura a un país porque sueña en libertad? Veremos.

 

Nuestro sueño comienza…

 

Gustavo Tovar Arroyo

@tovarr

 

Diosdado, qué ladilla…

Posted on: octubre 18th, 2014 by Lina Romero No Comments

Diosdado…, esa es una de las fuentes de la corrupción, ojo pelao… Hugo Chávez Frías

 

Pocas cosas en común

 

Hugo Chávez Frías y yo tuvimos pocas cosas en común, una de ellas fue el reconocimiento de Diosdado Cabello como una de las más pérfidas y descaradas fuentes de corrupción del chavismo. En eso pensamos exactamente lo mismo el sátrapa y yo.

 

En sus últimos años de vida, Chávez lo repudió, arrinconó y humilló por corrupto. Para el sátrapa Diosdado era impresentable, una mancha regordeta y cínica que chupaba la poca sangre moral que le quedaba a la revolución. Todos los caminos de la corrupción más descarada y burda conducían a Diosdado. Lo dijo Chávez (y Mario Silva), no yo.

 

Sin embargo, no puedo disimular que una de las cosas que más celebro de la mortal caída de Hugo Chávez es el advenimiento de Diosdado como figura central del circo. No tengo duda: la torpeza política de Cabello, su corrupción a toda prueba y su celulítico cinismo son tan burdos como ostentosos. En Diosdado cabe aquella mención popular que sintetiza: no tiene un gramo de grasa en su cuerpo que no vocifere su perfidia. Ni uno, y son muchísimos los gramos de grasa que tiene de más.

 

Mis lectores se preguntarán: ¿qué le picó ahora al poeta de la C.I.A. (es decir, a mí) que saca a colación otra vez al cavernícola de la revolución, Diosdado Cabello? ¿Qué pasó?

 

Me explico.

 

La ladilla de Diosdado

 

Aunque suene cursi -consciente de que lo es, lo cual poco importa- develo una flaqueza personal: soy un romántico, un empedernido romántico de este siglo. Amo las artes y la poesía, deliro por la música, me tumbo en la orilla del mar para soñar un mundo más humano y libre, idealizo repúblicas aéreas, imagino una civilización sin guerras ni pobreza y, de vez en cuando ante la cruel realidad, me emborracho en los bares escuchando y cantando rancheras (sí, me encantan las fiestas mexicanas).

 

Fue en ese orden de romanticismos, como padre, que siempre tuve la curiosa idea de ser el “primer amor” que llevase a mi bellísima hija Alexia a Venecia cuando cumpliera sus primeros dieciocho años de vida. Ya se imaginarán: beberme un vino junto a mi “niña” en la plaza San Marcos; mostrarle la negrura imposible en los cuadros del Tintoretto en el Palazzo Ducale; caminar por el fatídico Puente de los Suspiros para hacerle sentir el terror que experimenta un preso político cuando es conducido a su celda; escuchar el Adagio de Albinoni o el Stabat Mater del veneciano Vivaldi en la Chiesa di San Vidal; liberarme de rabias y suspirar junto a mi lúcida poetisa -Alexia escribe hermoso- frente a los atardeceres y lunas de esta ciudad de agua.

 

Así fue que lo hice hace pocos días, me llevé a Alexia a Venecia y cuando todo iba de ensueño, tal cual lo había imaginado desde siempre, mi celular comenzó a aturdir mi romántica y paternal paz.

 

Lo sé, no tienen por qué recordármelo: ¿a quién carajo se le ocurre visitar Venecia con un celular en la mano? Pues a mí. Craso error.

La información por todas las vías era la misma: Diosdado está hablando -otra vez- en su programa de televisión sobre ti y de tu conspira

 

tiva visita a Venecia. Dice que un “patriota cooperante” te vio por Madrid, Roma, París y Venecia conspirando contra la revolución.

 

Pese a que conozco lo demencial que puede ser la dictadura con su disparatada creatividad insurreccional, confieso que al principio no di crédito: ¿conspiración en Venecia? ¡Coño, esto sí que es furiosamente lunático, no puede ser! ¿En serio?

 

No tarde mucho en percatarme, abrí el enlace que me enviaron desde Caracas y pude comprobarlo. Otra vez Diosdado me acusaba de conspirador, qué ladilla…

 

¿Parece o es?

 

Soy de los espíritus que piensa que las personas asumen morfología animal o artrópoda (de insecto) según sea su personalidad y carácter. Cuando pensé en la ladilla que suponía este nuevo e insolente capítulo de mi vida conspirativa -según el disparatado surrealismo madurista-, no logré dimensionar en el momento la claridad de mi pensamiento: Diosdado no parecía una ladilla, era una ladilla.

 

Sí: redondo, achatado, invertebrado y amarillento, Diosdado con sus imbéciles acusaciones no muerde, pica y fastidia como una ladilla, produce comezón, nada más.

 

(Abro un paréntesis a mis editores que justifica la analogía. No puede ser que ese irresponsable diga lo que le viene en gana sobre mí sin ninguna prueba, sin ningún sustento coherente y yo no pueda responderle, literariamente, a mi modo. Además, uso un venezolanismo casual, tan típico, tan nuestro, que nadie debe ni puede ofenderse, así somos. Ellos chillan que soy un peligroso conspirador, yo respondo que ellos son una ladilla.)

 

Nunca he profesado, como señalé antes, ningún respeto por Diosdado Cabello. Insisto, igual que Hugo Chávez, siempre lo he desdeñado por corrupto y bruto. Pero con esta astronómica pendejada de verdad que se pasó. ¿Conspirar en Venecia? Carajo, si no soy Johnny Depp ni James Bond, ¿de qué coño habla?

 

El retaco tenientillo pasó de ser un burdo cavernícola perseguidor de la disidencia moral opositora a ser una ladilla que se escabulle -y pica- por nuestro vello púbico para chupar sangre y producir comezón.

 

Da vergüenza hasta rascarse (disculpen la procacidad, pero es la verdad), pero no tenemos otro remedio, ya es mucho el prurito.

 

El conspirador hedonista

 

Aferrados en hacer de mí un mito, Diosdado y Rodríguez Torres se empeñan en convertirme en un objeto del deseo político venezolano. Según ellos soy un conspirador hedonista: conspiro en “fiestas mexicanas”; me rebelo en París y Venecia; y golpeo “suave, muy suave” a la revolución.

 

Sí, soy un poético peligro, una ardiente amenaza para la paz mundial, mi poemario erótico “Piel Negada” me incrimina, es la prueba infalible de mi delito sensual. En este irreductible absurdo madurista una “alerta roja, muy roja” de Interpol no estaría de más: en un país desgarrado y herido como Venezuela, se me busca por inspirar y desestabilizar con placer verbal.

 

La pregunta saca chispas en la atónita audiencia, incluso entre los chavistas: ¿quién no desearía conspirar con un personaje así?

 

Sugiero que manden a una “patriota cooperante” a apresarme. Sería una detención lúdica, gustosa, arrebatadoramente romántica y táctil.

 

Lo garantizo.

 

Postdata aclaratoria y última rascadita

 

Debo aclarar -con vergüenza- a los que realmente están luchando por la libertad en Venezuela, a los que están dando la cara por la democracia y la justicia en nuestro país, que no entiendo, no tengo idea de dónde proviene tanta imbecilidad madurista sobre mí. No sé qué clase de emoción inspiro en Diosdado o Rodríguez Torres, no logro comprender tanta fijación, tanta ladilla: fastidian, pican, lo que nos queda es rascarnos, nada más.

 

Mi respuesta única a tanta pendejada que dice el madurismo sobre mí es que desde donde sea soñaré y escribiré en libertad.

 

Y seguiré…

 

@tovarr

 

¿Cómo murió “arrechito”?

Posted on: octubre 11th, 2014 by Lina Romero No Comments

El sabio proverbio del “arrechito”

 

Así como los chinos tienen sus sabios proverbios los venezolanos también tenemos nuestra sabiduría popular, más llana y picante, pero sabiduría al fin y al cabo.

 

Con la brutal balacera ocurrida entre miembros de los colectivos chavistas contra el brazo armado del madurismo que representan tanto el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) como el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) hay un dicho venezolano que brinca inclemente sobre nosotros: “Arrechito murió cagando”.

 

Murió Chávez quien era el más arrecho de todos los chavistas pidiendo clemencia a diosito y a todos los santos (quienes por alguna razón no lo escucharon); murió Robert Serra el más estridente chavista de la Asamblea Nacional consumido por el pánico ante la saña y maldad de sus verdugos; y acaba de morir emboscado el ultra chavista José Odremán minutos después de manifestar amenazante (arrechísimo) que si le sucedía cualquier cosa el culpable de su muerte sería, nada más y nada menos, que Miguel Rodríguez Torres.

 

En Venezuela ante el despelote que ha impuesto Maduro ni siquiera los chavistas más arrechos se salvan. Nadie.

 

¿Seguiremos muriendo como arrechitos?

 

La mortal victoria del madurismo frente al chavismo

 

Estoy más convencido que nunca de que Hugo Chávez fue asesinado por una conspiración de Fidel Castro con Nicolás Maduro, su intención fue la de controlar las riquezas de nuestro país -y al país-, y lo han logrado.

 

La evidencia es palpable: ¿Por qué los presidentes Dilma, Lula o Lugo logran sobrevivir a sus gravísimos cánceres y Chávez no lo logra pese a que su enfermedad era menor? ¿Qué pasó en Cuba? ¿Por qué tantas mentiras y secreto en cuanto a su tratamiento y muerte?

 

¡Lo mataron!

 

Chávez nunca volvió a aparecer públicamente después de la última locución en la que proclamó como sucesor a su amado, “como la luna llena”, Nicolás. Nada se supo sobre él, lo único que sabemos es que regresó inesperadamente al país y habló durante 5 horas con Nicolás Maduro estando entubado en terapia intensiva.

 

Chávez debía desaparecer una vez anunciada la sucesión, como ocurrió.

 

Inventaron una y otra parodia, acusaron disparatadamente a quien les vino en gana y salieron victoriosos. Derramando sangre de chavistas arrechos el madurismo se consolida.

 

No buscan la verdad, buscan consolidarse en el poder a cualquier precio.

 

Luego de las muertes de Juancho Montoya, Robert Serra y José Odremán, y de observar las demenciales imputaciones que han inventado para señalar a la oposición como culpable, minutos después de conocidos los hechos, llegamos a la conclusión de que todo estaba anticipadamente planificado.

 

Un chavista furibundo (muy arrecho) como es Mario Silva lo advirtió en su momento. No lo mataron físicamente, lo mataron moralmente que es acaso la peor de muerte.

 

¿Quién traicionó a Silva? Un cubano, lo que demuestra que Fidel Castro y su patético madurismo ganan la guerra.

 

La guerra del fin del mundo

 

En Latinoamérica tenemos varias obras imprescindibles en la literatura, una de ellas es “La guerra del fin del mundo” del Nobel peruano Mario Vargas Llosa.

 

Junto a “Rayuela” de Cortázar, “Sobre héroes y tumbas” de Sábato, “Cien años de soledad” de García Márquez, “El Aleph” de Borges y “La región más transparente” de Fuentes, “La guerra del fin del mundo” marca un hito descriptivo de nuestra cultura a un tiempo graciosa y sublime, bochornosa y sangrienta.

 

Su vigencia y relación con el pandemonio que vivimos en Venezuela, en especial con la disparada demencia asesina de la última semana en Caracas, es abrumador. Recomiendo leerla cuanto antes y repasarla si ya lo han hecho, se sorprenderán.

 

En “La guerra del fin del mundo” Vargas Llosa narra un evento real -pero mágico, como la actual Venezuela- conocido como la Guerra de los Canudos que se vivió en el recién independizado Brasil de finales del siglo XIX.

 

La trama muestra una nación flagelada por la hambruna, las pestes, la criminalidad y el caos (como la actual Venezuela), en la que surge un líder carismático que se hace pasar por el Cristo de los pobres (como Chávez lo hizo) y quien crea en torno a él una secta socioreligiosa compuesta por bandoleros, asesinos y dementes llamados los Canudos (el chavismo de hoy) para colectivamente reivindicar las glorias perdidas de un pasado monárquico y la supremacía de emperador Pedro II (una especie de Fidel Castro de nuestra época).

 

Los canudos -los chavistas- rechazaban la Independencia brasileña y tenían como enemiga más acérrima a la recientemente creada república, veneraban a su Mesías y por él estaban dispuestos a morir y a matar.

 

Eran muy arrechitos y murieron como tales.

 

El caudillismo es una constante vergonzosa en la historia política latinoamericana, pero el mesianismo (como el chavista) también lo es. Suerte de hipnosis colectiva, el mesianismo lo único que ha traído a nuestra amada Latinoamérica es guerra, orfandad, llanto y pobreza, es decir involución moral y material, dolor, como en el Brasil de los canudos y en la Venezuela de los chavistas.

 

El delirio, el frenesí, insisto, la hipnosis colectiva es cinematográfica. Los loquitos -los hipnotizados- repiten consignas y actuaciones, aunque éstas sean devorarse entre sí como está sucediendo entre maduristas y chavistas en estos días, sin siquiera darse cuenta, sin estar conscientes, del espectáculo apocalíptico.

 

Por ejemplo, sale un pedazo de loco, un chiste humano, una gracia de manicomio que se hace pasar por el Che Guevara (pobre Che, Dios mío, pobre Che) diciendo ante las cámaras de televisión -¡Sí, las cámaras de televisión, el mejor show del siglo señores!- que va a matar a medio mundo, que va a descuartizar al país y el país en vez de reaccionar, coloca la imagen en el Facebook, en el Twitter y en el Instagram y obtiene sopotocientos “Me gusta”.

 

Insólito, lo único que nos queda decir es que más que hipnotizados estamos absurdamente locos como los canudos, los chavistas y los asesinos que se instalan en el poder: los maduristas.

 

La arrechera, los arrechitos, el arrecherismo político de los chavistas y de los maduristas cobrará sus vidas, ya lo está haciendo, lo triste es saber que Venezuela -y los venezolanos- si sigue en manos de estos dementes, morirá como bien señala nuestra sabiduría popular: cagando.

 

Yo, tú, él, nosotros: Venezuela.

 

Gustavo Tovar Arroyo

@tovarr

Los descuartizadores del joven Serra

Posted on: octubre 4th, 2014 by Lina Romero No Comments

Sin hipocresía

 

No puedo ocultarlo, el sanguinario asesinato de Robert Serra me ha conmocionado. Todavía no puedo creerlo, no sólo porque se trataba de uno de los diputados más ruidosos y polémicos del chavismo, sino por la ferocidad, saña y salvajismo con que fue cometido el abominable crimen.

 

Aunque resulte odioso debo señalarlo: esa es la Venezuela despiadada y cruel que nos ha legado el chavismo.

 

En vida Robert Serra me acusó, persiguió, insultó, trató de hacerme la vida de cuadritos y no pudo; era demasiado fantoche para lograrlo. Siempre me pareció una marioneta parlanchina del régimen, dependiendo de quién fuese el ventrílocuo de turno era su tono.

 

Ante sus ataques jamás me quedé callado, lo desprecié con el mismo vigor con que él lo hizo. Entre nosotros sólo existió mutuo despreció; eso no cambiará jamás; ni vivos ni muertos, jamás. Para mí Robert Serra era un venezolano ruin, como ruin me parece el chavismo y como ruin -injustificable, despreciable y absolutamente condenable- fue la muerte que le impuso la gente de su entorno.

 

Eso sí, pese a que la muerte de Serra me ha conmovido, sensibilizado y hasta abrumado, como venezolano, por su ferocidad, no caeré en la hipocresía de alabar a Serra ahora que una manada de bárbaros, de caníbales, de fieras (¿chavistas?) le han puesto fin a su vida. No lo haré.

 

Tampoco me ufano ni me deleito por su muerte, sólo los espíritus más viles y despiadados serían capaces de hacerlo. No soy vil ni despiadado y no miento, me duele, me conmueve profundamente, la agonía que tuvo que haber vivido Robert en sus últimos instantes de vida en las garras de sus verdugos.

 

La huida hacia adelante del chavismo

 

Sospechosamente, muy sospechosamente, el chavismo más recalcitrante ha huido hacia adelante con el inhumano asesinato de Robert.

 

Las declaraciones brindadas por sus magnates fascistas -con el bobalicón de Maduro a la cabeza, Cabello, Rodríguez Torres o la intelectual barata de Eekhout-, no sólo han sido temerarias, han sido misteriosamente irresponsables.

 

Acusar a la “derecha” del crimen -en Venezuela no existe esa vaina, en todo caso son ellos los militares conservadores, asesinos y millonarios, es decir, son ellos la “derecha fascista”-; señalar que fue la “oposición política” y su eterna conspiración intergaláctica; aducir un nuevo complot internacional que involucra a Obama, Uribe y probablemente al capitán Jack Sparrow; no se los cree nadie, más aún, no se lo creen ni ellos mismos.

 

Además hacerlo de manera tan atropellada y demencial, sin pruebas, mezclando los asesinatos de Anderson y Otaiza, el “envenenamiento” a Bolívar, la “inoculación cancerígena” al pajarito Chávez, con esta nueva atrocidad, sólo muestra un discurso planificado, anticipado, maquiavélico: una peligrosa cacería de brujas.

 

Están creando una falaz y perversa matriz de opinión, localizando culpables donde no los hay, acusando a diestra y siniestra, porque saben quién cometió el crimen e intentan ocultarlo.

 

No hay otra explicación. Lo demente auspicia lo sospechoso.

 

Estoy convencido de que el condenable crimen contra Serra no es sólo una muestra de la rancia ineptitud que caracteriza a la dictadura en temas de seguridad ciudadana y todos sus cínicos planes de “patria segura”; estoy convencido de que no es otra pérfida mediocridad, otra chapucería más de Rodríguez Torres; estoy convencido de que algo ocultan, que en realidad saben qué pasó y no se atreven decirlo. Crean una coartada política para esconder una realidad vergonzosa.

 

Mientras tanto los descuartizadores del joven Serra están en la calle, probablemente en el poder, haciendo lo que les viene en gana.

 

Sus feroces fauces

 

Me cuesta creer que algún político venezolano sea capaz de semejante salvajismo.

 

En todo caso, si alguien es capaz de asesinar de esa manera a Robert Serra como dice Rodríguez Torres que hicieron -el muy cínico leyó a Isaías, si será malandro ese tipo ¡carajo!-, son los mismos asesinos del 4 de febrero, del 27 de noviembre, del 11 de abril y de todos los jóvenes estudiantes que fueron balaceados en la cabeza, torturados y sodomizados por la dictadura. Si alguien es capaz de semejante crimen son ellos mismos, su larga tradición asesina así lo demuestra.

 

Este tipo de crímenes sólo lo han cometido chavistas desde el 4 de febrero de 1992, día en el que Rodríguez Torres, Cabello, Carreño, Ameliach, entre otros, le mostraron sus feroces y asesinas fauces a la política en Venezuela.

 

Antes señalo que no creo que un político venezolano sea capaz de semejante atrocidad criminal, de verdad no lo creo, ni siquiera los fascistas del régimen (que a todas luces no son políticos), pienso que ese tipo de aberraciones asesinas sólo las comete el narcotráfico o en el peor de los casos, pero lo dudo, un apasionado enamoramiento.

Hechos, no ficciones

 

La situación es sumamente extraña, no olvidemos que meses antes habían asesinado a uno de los escoltas de Serra y que la madre del escolta ha señalado que su asesino se encuentra en la Asamblea Nacional. ¿Quiénes fueron los asesinos? ¿Por qué no lo dicen?

 

Hechos, no ficciones, muestran que Serra estaba cercanamente involucrado con las mafias de los colectivos, algunas de ellas (no todas) estrechamente asociadas al narcotráfico y al comercio ilegal de armas.

 

No creo que haya sido Obama el asesino ni Álvaro Uribe, creo que ambos tienen suficientes problemas en sus países como para dedicarle mucha atención a nuestra descuartizada y surreal Venezuela, no creo que haya sido la oposición y, aunque me genera cierta sospecha y duda, me costaría pensar que los fascistas del régimen lo hubiesen asesinado de manera tan encarnizada y abominable, ellos prefieren disparar un solo disparo en la cabeza; pienso que esto es un crimen de mafias, de narcotraficantes, de mercaderes de la guerra.

 

De cualquier manera, en un país tan demente como el nuestro, no pondría mis manos en fuego. Por eso exigimos una investigación seria, insisto: hechos, no ficciones ni coartadas surrealistas.

 

Venezuela descuartizada

 

Mencioné antes que no alabaré a Serra ahora que ha muerto, tampoco cometeré la vileza de celebrar su sufrimiento. Revelo, como venezolano, mi conmoción -incluso mi dolor- por la atrocidad criminal que ese pobre muchacho tuvo que vivir en sus últimos instantes de vida.

 

No puedo…, no quiero ni imaginar su sufrimiento. Maniatado, amordazado, vejado en un rincón, el otrora todo poderoso y arrogante diputado, apuñalado una y otra vez sin clemencia hasta su desangre último, hasta su dolor final y su muerte. No puedo imaginar semejante crueldad.

 

(¡Dios! ¿Por qué has abandonado a nuestra bella Venezuela?)

 

Y pienso en Robert y pienso en los miles de jóvenes que de manera injusta han perdido la vida durante todos estos años de la cínica “patria segura” del inepto policía Rodríguez Torres, pienso en el desgarrador dolor de sus padres, sus familiares y sus amigos. Pienso en el dolor a coro que somos como país y pienso que esto seguirá así, que nada cambiará, mientras el fascismo chavista permanezca en el poder.

 

Pienso que en manos de tanto asesino en serie la descuartizada será Venezuela.

 

Gustavo Tovar Arroyo

@tovarr

La inquebrantable fe de Leopoldo López

Posted on: septiembre 27th, 2014 by Super Confirmado No Comments

“Enfrentaré en todos los terrenos, en todos, y en especial en el moral, a la dictadura”.

 

Leopoldo López Mendoza

 

Las cosas del espíritu

 

Del espíritu son cosas como la belleza, la imaginación, la creatividad, el arte, los sueños, los ideales, la felicidad, el coraje, la sabiduría, la dignidad, la fe o la libertad.

 

También del espíritu son la maldad, la perversidad, la corrupción, el cinismo, la cobardía, la humillación o el chavismo.

 

Cuando señalamos que en Venezuela se libra una lucha espiritual por un porvenir más humano y libre, más digno y creativo en contra de esta algarabía de cinismo y depravación que es el chavismo no exageramos. Este tipo de luchas no son nuevas, en sociedades tan convulsionadas como la nuestra la lucha del bien contra el mal es la constante.

 

Que alguien se atreva a señalar que a un pueblo no le interesa luchar por su libertad no sólo es estúpido, es ignorante del alma humana y de la historia de las civilizaciones. Los momentos más brillantes que ha vivido la humanidad los ha conocido por luchar y vencer por cosas del espíritu como la libertad, la justicia, la igualdad o la democracia.

 

Romper con el molde del conformismo y de la desesperanza aprendida requiere de mucho valor y a veces hasta de heroísmo. No es fácil librar batallas espirituales pero si un pueblo aspira un mejor porvenir, si desea progresar hacia mejores niveles de libertad y prosperidad debe luchar con brío, de manera individual y colectiva, por conquistarlos.

 

Quien lo hace lidera a una nación y más: lidera una época.

 

La fuerza es la fe

 

En el momento más desconsolador y humillante en el que un sector del liderazgo político opositor se había rendido y subyugado a los devastadores antojos del dictador Nicolás Maduro, cuando todo parecía perdido y la Mesa de la Unidad (MUD) había decidido cohabitar sumisamente con el poder autocrático del chavismo, Leopoldo López junto a María Corina Machado, Antonio Ledezma y el movimiento estudiantil, alzaron la voz, se movilizaron y se rebelaron: no se someterían a los disparatados designios de la corrupción chavista, no serían cómplices sumisos de la devastación nación, al menos desenmascararían a los culpables y lucharían contra ellos.

 

Leopoldo López, quien como alcalde logró completar una de las mejores gestiones públicas que ha conocido Venezuela en su historia, comprendió que el país no vivía un tiempo exclusivo de debate de políticas públicas ¿cómo se debate con la ignorancia?, sino algo más complejo y vital, comprendió que el país vivía un dilema de desesperanza y de autoestima moral, que la frustración popular nos tenía hundidos.

Había que rescatar la moral y el ánimo del pueblo; había que sacrificarse por causas espirituales como lo habían hecho grandes espíritus de la humanidad como Cristo, Gandhi, Luther King, Havel o Mandela; sí, había que mostrar que los ideales y los principios son incarcelables, había que dar el ejemplo.

 

Leopoldo sabía que no sería fácil, pero también sabía que si no se hacía la adversidad y el hundimiento serían insalvables.

 

Todo estaba en contra: la ferocidad autocrática del régimen; los acomodados miembros de la eterna unidad opositora; la desahuciada esperanza de un pueblo que se sentía abandonado y traicionado por sus líderes; la falta de recursos materiales; la vista gorda y complacencia hipócrita de la comunidad internacional; todo.

 

Leopoldo con lo que contaba era con la inquebrantable fuerza de su fe, la fe en una mejor Venezuela.

 

Barrotes de humo

 

Las dictaduras lo son no por ingenuas sino por maliciosas y perversas. Están educadas en el mal y saben perseguir a tiempo al bien antes de que las derroque.

 

Hugo Chávez, perspicaz como era, reconoció tempranamente a su verdadero y más peligroso antagónico político en Leopoldo López.

 

Le temió desde el primer día. Intentó asesinarlo físicamente en varias ocasiones y no pudo; lo inhabilitó políticamente para evitar enfrentarse a él y cometió un grave error de cálculo: promovió el nacimiento de la indoblegable fuerza política que es el partido Voluntad Popular; por último, ya embalsamado el sátrapa, su amado sucesor Nicolás Maduro en un torpe ataque de pánico ha encarcelado a Leopoldo.

 

Error probablemente insalvable: con el injusto y disparatado encarcelamiento, el régimen ha enaltecido a Leopoldo, ha ensanchado su espíritu y ha hecho que su fe sobrepase con facilidad los barrotes de humo con que intentan someter su elevada moral. No han podido doblegarlo, todo lo contrario: lo han encumbrado.

 

Al margen de que el mundo ha puesto los ojos sobre Leopoldo López, que presidentes, premios Nobel, artistas y líderes políticos de todas partes han solicitado su libertad, hasta aliados tradicionales del chavismo han criticado lo extravagante, viciado y despiadado del juicio, al margen de esto o aquello, lo que nos ha sorprendido hasta la inspiración y el entusiasmo ha sido cada pronunciamiento, cada aseveración, cada palabra escrita por Leopoldo desde su encarcelamiento.

 

Es el mismo ser pero es otro espíritu: más hondo, más sensible y piadoso, más cabal y universal.

El inhumano trato que ha recibido, el inexcusable aislamiento, las torturas, las golpizas, las vejaciones a sus familiares, esposa e hijos, el robo a mano armada de sus pertenencias, de sus escritos y de los apuntes sobre su defensa por parte de encapuchados carceleros, no han logrado menoscabar la fuerza de su espíritu, todo lo contrario, lo han ensanchado.

 

Su fe, su inquebrantable fe, su sacrificio y su ejemplo, nos reivindican, animan e inspiran. Son este tipo de hazañas las que transforman a las naciones.

 

Con el sacrificio de Leopoldo una idea de dignidad, de temple y magnanimidad nos reivindica y distancia de la depravada (por el chavismo) y la apocada (por la oposición) antropología del ser venezolano.

 

Vamos siendo otros, como venezolanos, por su liderazgo y ejemplo moral.

 

La sonrisa de Manuela

 

Me une a Leopoldo una fraternidad fundada sobre ideales de justicia, prosperidad y libertad para Venezuela. También me une los afectos por su entrañable y admirada familia. Pero me hermana con él un sueño común y futuro por una mejor, más humana y libre, más próspera, Venezuela.

 

Una verdadera hermandad espiritual nace de los afectos, se consolida con la comunión de principios e ideales, pero se vigoriza y eterniza con la alianza de sueños y visiones nacionales futuras. En ese sentido puedo señalar sin miramiento que tengo un hermano preso; lucharé por liberarlo porque su libertad significará en gran medida la libertad de la moral y del futuro de la Venezuela que anhelo.

 

El futuro de una nación lo encarna su niñez, es por ello que uno ama más a un país y se compromete más con su destino cuando tiene un hijo. Todo nuestro esfuerzo se enfoca en brindarles un mejor porvenir.

 

Ver la conmovedora y bellísima sonrisa de Manuela López después de visitar a su padre en la injusta e inmerecida cárcel es una garantía de que Leopoldo seguirá luchando, sin descanso, hasta alcanzar esa anhelada mejor Venezuela. Los que lo conocemos, los que sabemos el inmenso amor que le profesa a sus hijos, sabemos que hasta el último suspiro luchará por lograrlo, y lo logrará.

 

Pero esa labor liberadora y transformadora no es sólo responsabilidad de Leopoldo, a todos nos compete por igual. Ya él cimentó con su sacrificio y entrega las bases morales de otra Venezuela, ahora entre todos forjemos las bases sociales de la libertad, luchemos por un mejor futuro.

 

La lucha es espiritual pero debe materializarse en hechos concretos. Somos una nación encarcelada por el disparate chavista, tenemos que liberarnos y desvanecer los barrotes de humo con que el chavismo pretende encarcelar nuestro ideales y sueños; que la inquebrantable fuerza de nuestra fe también se imponga, unidos la Venezuela que añoramos será indetenible. Sí hay futuro, depende de ti y de mí.

 

Cerraré con unas palabras de Leopoldo y dos preguntas; la pregunta como toda cosa del espíritu quedará en tu conciencia.

 

Asegura Leopoldo: “Sé que voy a salir en libertad y que cuando salga estaré más fuerte de alma, mente y cuerpo. Saldré fortalecido espiritualmente y sin rencor. El odio, el resentimiento es lo que ha llevado a nuestro país al estancamiento. Vamos a avanzar en nuestro sueño que no es otro que alcanzar la mejor Venezuela, la Venezuela de la paz, del bienestar y del progreso.”

 

Y yo te pregunto: ¿Tú también saldrás en libertad? ¿Qué tan inquebrantable es tu fe? No me respondas a mí, respóndele a tu conciencia.

 

Y si dudas y si sientes que te frustras y no puedes, observa el admirable ejemplo Leopoldo, su entereza, su fortaleza moral y su fuerza.

 

Y recuerda: el que se cansa pierde…

 

Gustavo Tovar Arroyo

@tovarr