El presidente Obama se ha manifestado en todas estas circunstancias de violencia racial con la destreza de un malabarista sobre el precipicio de una historia de odios.
El abuso de un ser humano por otro es tan viejo como nuestra historia: tiene sus raíces en la arbitrariedad de la autoridad. En otras palabras, es una situación en la cual quien detenta el poder sobre otra persona lo utiliza para explotarla debido a su posición jerárquica o a su riqueza. Esa explotación termina por lo general sirviendo a los más primitivos instintos de violencia física y psicológica del dominador.
Comencemos por el tema de las jerarquías: estas pueden tener su origen en instituciones privadas o públicas o pueden ser producto de la fantasía individual de quienes se sienten superiores. Miremos el funesto resultado de la combinación de ambos: el nazismo. Según la loca imaginación de Hitler, quien detentaba el poder absoluto en Alemania, existía una raza superior en ideología y fisiología: la de los arios. Aquellos que no pertenecían a ella eran “enemigos del pueblo” y por ello ordenó la exterminación de 11 millones de seres humanos: judíos, cristianos, testigos de Jehová, homosexuales, gitanos y comunistas.
La lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, liderada por Martin Luther King en este país, fue y sigue siendo precisamente la de enfrentarse a una raza que se cree superior y que detenta la autoridad. Creo que lo que estamos viendo hoy en Baltimore es la segunda generación de esa lucha: jóvenes negros, nietos de la era de King están hartos de ver a policías blancos maltratar impunemente a gente de su raza.
Los invito a ver la película Selma para entender en toda su dimensión lo reciente de esta tragedia y lo horrible que fue ese capítulo de la historia de Estados Unidos. Y es que el sentirse superior como raza, junto con la autoridad para ejercer el poder, es una combinación fatal que ofende y hace imposible la igualdad de los derechos humanos de todos y para todos.
Por eso en mi opinión lo que estamos viendo en Estados Unidos hoy desde los acontecimientos en Ferguson con la muerte de Michael Brown, o el “no puedo respirar” de Eric Garner en Nueva York y ahora Freddie Gray, quien muere por agresiones bajo la custodia de la policía de Baltimore, es la segunda etapa de lucha por los derechos civiles de los afroamericanos ante la ley. Desafortunadamente, no tienen un líder como Luther King para canalizar su frustración en acciones políticamente efectivas, y la anarquía termina tristemente adueñándose de lo que podrían ser legítimas protestas.
El presidente Obama se ha manifestado en todas estas circunstancias de violencia racial con la destreza de un malabarista sobre el precipicio de una historia de odios.
Esta semana se refirió a los eventos de Baltimore y condenó los disturbios pero también resaltó la necesidad de entender la falta de inclusión de la juventud afroamericana en el tejido social del país.
Pienso que a Obama, después de hacer historia al ser el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, le tocará la misión de liderar, como lo hizo Martin Luther King, esta segunda lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos.
Recordemos que la declaración de independencia de 1776 de este país reza: “all men are created equal” (todos los hombres han sido creados iguales) y el Himno Nacional dice que esta es la tierra de los libres y el hogar de los valientes: “the land of the free and home of the brave”.
El presidente Obama al salir de la Casa Blanca podría finalmente unir racialmente a este país. Ojala así sea.
Ana Julia Jatar