Dom, 05/06/2016 – 21:24Extraño triunfo reclama el gobierno venezolano en la OEA cuando en ese foro todos saben que el país hace aguas y que no hay salvavidas, El pasado 1 de junio no fue un día cualquiera para muchos venezolanos preocupados por la situación de su país. Estos, animados por la energía que el Secretario General de la OEA le ha inyectado a la solución de la crisis que padece Venezuela, esperaban con ansias la sesión del Consejo Permanente de la Organización (CP), en la cual se discutiría el informe que el funcionario diplomático había preparado sobre la crisis.}
Dichos venezolanos no eran los únicos que tenían expectativas por la reunión. Otro sector, representado por los más altos funcionarios del Gobierno Nacional, también mantenían ansiedad por el resultado de las actividades de ese día en el organismo hemisférico, si bien por una razón absolutamente diferente.
El caso es que existía una estrategia por parte de estos, que de materializarse, representaría una importante victoria psicológica en contra de sus opositores, así como del Secretario General, el cual se ha convertido en un dolor de cabeza para el régimen.
De acuerdo con lo planificado, el representante permanente de Venezuela en la OEA, quien había conversado con la mayoría de sus colegas allí y solicitado su apoyo, presentaría el pasado lunes, día festivo en los EE.UU, formal solicitud ante el Presidente del CP, máxima autoridad del órgano regular de la OEA, para que la reunión fuera suspendida. Para ello, hacía referencia a cierto argumento bastante discutible, como el de una supuesta “práctica diplomática”, en la cual -según él- el país en crisis era quien debía convocar la reunión. De ser cierta esta práctica, habría que esperar a que los gobiernos violadores de derechos humanos se arrepintieran y confesaran su culpa en alguna reunión convocada por ellos mismos, o que aquellos gobiernos dirigidos por dictadores, quisieran reconocer su delito en una sesión en donde estos actuaran como anfitriones.
A veces las cosas mejor planificadas no salen como las esperamos, y es que ese mismo lunes Venezuela no fue el único país que solicito un cambio en la agenda para la esperada sesión. Argentina, país que tenía varios días analizando la posibilidad de presentar una opción alternativa a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana (CDI), requirió igualmente al Consejo Permanente, del cual ejerce la presidencia temporal, la inclusión de un proyecto de Resolución contentivo de una propuesta que si bien era diferente a la solicitada por el Secretario General, impediría que la sesión se suspendiera, como había solicitado su par venezolano.
La sorpresa del representante de Venezuela fue mayúscula cuando el día de la sesión observa, que en vez de haber circulado su propuesta de dejar sin efecto la reunión, era circulado el proyecto de Argentina, que si bien nada refería sobre la CDI, si solicitaba bajo el uso del habitual lenguaje diplomático, que la OEA, a diferencia de lo que el Gobierno de Venezuela había venido manteniendo, fuera aceptada junto con UNASUR, y cualquier otro colaborador, como apoyo para la búsqueda de un entendimiento entre los venezolanos.
De no ser por las constantes interrupciones del embajador de Venezuela durante la reunión, las cuales riñen con sus tan defendidas “practicas diplomáticas”, nadie se hubiera dado cuenta de la tensión que padecía, al saber que sus superiores en Caracas no verían con buenos ojos la no suspensión de la sesión, como aquel les había garantizado. De igual forma, le resultaba imposible aceptar la falta de veteranía que represento el no haberle dado seguimiento a la convocatoria introducida en el CP. Estas circunstancias habrán ocupado un importante espacio en su cabeza, más aun cuando estaba obligado a justificarlas en el momento en que tuviera que comunicarse con la Sra. Canciller, hecho al que se vio obligado durante el largo intermedio de la sesión.
Mientras esto sucedía en la capital de los EE.UU, nadie en Venezuela entendía lo que estaba pasando, hasta el punto que sectores opositores se adelantaban a comentar respecto a la acción de Argentina, calificándola como un acto de traición. Paralelamente la Sra. Canciller, a sabiendas del revés producido, elucubraba un argumento plausible para convencer a su Presidente de que aun cuando no se hubiera logrado suspender la reunión, la participación de Venezuela había sido un éxito.
Esta situación que circunstancialmente ha ocurrido, nos lleva a asimilar el nivel de tensión que padecen los venezolanos como consecuencia de la problemática en el país. Aun así, valdría la pena entender el fino hilo que diferencia la sana crítica de una situación que nos causa malestar, de las acusaciones directas a gobiernos, que a pesar que sus acciones pudieran no ser del agrado de los espectadores, representan el ejercicio de su soberanía. Recordemos que esa misma soberanía también reside en el pueblo venezolano, y que su imagen no puede ser asimilada bajo ningún concepto a la actitud intolerante y grosera que ha demostrado su gobierno.
Paradójicamente, ese día se debatió en la OEA durante 10 horas la crisis de Venezuela, aun cuando se hizo bajo otra perspectiva. Este hecho resulto diametralmente opuesto a lo sucedido durante la visita, semanas atrás, por parte de la representante de la política exterior venezolana. En esa oportunidad, con excepción de Canadá y los Estados Unidos, solo unos pocos gobiernos se atrevieron a opinar, para hacerlo de una manera superficial.
La Resolución presentada por Argentina se adoptó por consenso, teniendo que ser adecuada a las sugerencias de los presentes, incluyendo Venezuela. Esto implica la aceptación por parte de Venezuela de la participación de la OEA en las actividades de apoyo a la solución de la crisis. La operatividad de la misma, dependerá del seguimiento que los interesados puedan darle a dicha Resolución. En todo caso, nada impide que sea la propia oposición venezolana quien propicie que se haga cumplir.
Por si esto fuera poco para el Gobierno venezolano, el Secretario General insiste en la necesidad de aplicar la consabida CDI, reiterando la necesidad de discutir su informe, informe que sin lugar a dudas será distribuido por este a todos los cancilleres que se reunirán a partir del próximo 13 de junio en la Asamblea General en República Dominicana. Muy seguramente usara sus habilidades diplomáticas, y la experiencia adquirida con la fallida convocatoria, para lograr más temprano que tarde la realización de la pretendida sesión en la OEA. En todo caso, ya todo el mundo sabe allí que el país hace aguas, y que hasta ahora no hay salvavidas. A lo mejor será por esto que el Gobierno de Venezuela ha declarado su triunfo.
Virginia Contreras