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El ‘sheriff’ Trump estremece al mundo

Posted on: abril 18th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Ni en Siria ni en Corea del Norte hay solución militar viable. La única vía es la política.

 

 

 

La última vez que un presidente de Estados Unidos, el ‘decididor’ George W. Bush, se autodesignó policía guardián del universo para protegernos de las invisibles armas de destrucción masiva en Irak, sus balaceras provocaron un caos mundial del que todavía no podemos salir. Hoy, que Donald Trump se ha autodeclarado el nuevo sheriff mundial, el mundo entero se estremece porque, según los expertos en la materia, ni en Siria ni en Corea del Norte, los dos países que se encuentran en la mira del improvisado sheriff, hay solución militar viable.

 

 

 
Es cierto que el sirio Bashar al Asad es un monstruo que merece ser castigado por las atrocidades cometidas contra su propio pueblo, pero el conflicto en ese país solo puede resolverse por la vía política. También es cierto que las ambiciones nucleares del norcoreano Kim Jong-un presentan un grave peligro a sus vecinos y eventualmente también a Estados Unidos, pero un ataque militar contra el régimen de Pyongyang tendría consecuencias catastróficas. La única posible solución del embrollo exige una negociación entre China, Estados Unidos y las dos Coreas.

 

 

 

A pesar del cálculo de daños que tendría la militarización del conflicto, la apuesta de Trump para lidiar con Kim Jong-un es la intimidación militar. Una bravata que empezó con el lanzamiento de 59 misiles contra un aeropuerto en Siria, continuó con el desplazamiento de una flotilla naval encabezada por el portaaviones Carl Vinson hacia la costa norcoreana, y luego con la explosión de una bomba de 11 toneladas, conocida como la ‘madre de todas las bombas’ sobre un complejo de cuevas y túneles en las montañas de Afganistán.

 

 

 

Trump no tiene fama de conmoverse fácilmente con la suerte de los seres humanos que viven en otros países. Si no resiste el sufrimiento de los niños sirios, ¿por qué les niega asilo en EE. UU.?

 

 

La semana pasada, el vicepresidente Mike Pence viajó a Corea del Sur para informarles a las autoridades de ese país y a los militares norteamericanos estacionados en la península las opciones que Trump está manejando. Y desde Afganistán, el asesor de seguridad nacional, el general Herbert McMaster, declaró al Times de Londres que “la conducta amenazante” del dictador norcoreano, Kim Jong-un, no puede continuar. También dijo que Estados Unidos tiene el armamento necesario para neutralizar la infraestructura nuclear de Corea del Norte, y que no se descarta el uso de un ataque preventivo aun cuando reconoció que cualquier acción bélica contra el régimen de Pyongyang tendría un costo terrible en la región. McMaster habló de un ataque preventivo en el que se podría utilizar una bomba tres veces más potente que la recién lanzada en Afganistán, capaz de penetrar más de 60 metros de tierra y unos 18 metros de concreto antes de estallar.

 

 

Este es el verdadero contexto de la decisión de Trump de inmiscuirse en el conflicto sirio, un atolladero que hasta hace unas semanas le parecía indescifrable. ¿Por qué el cambio radical de la Casa Blanca? El sheriff y sus alguaciles quieren hacernos creer que fueron las imágenes que vieron en la televisión de niños sirios que convulsionaban por los efectos del gas sarín lo que los orilló a ordenar el ataque a Siria.

 

 

 

Lo extraño es que Trump no tiene fama de ser un hombre que se conmueve fácilmente con la suerte de los seres humanos que viven en otros países. Si no resiste el sufrimiento de los niños sirios, ¿por qué les niega asilo en EE. UU.? Si le conmueve tanto el futuro de los niños extranjeros, ¿por qué no le perturba que niños estadounidenses hijos de trabajadores indocumentados que vinieron a este país a trabajar se queden desamparados cuando deportan a sus padres?

 

 

 

Hoy, el mundo entero está en peligro y solo la experiencia política del presidente chino, Xi Jinping, puede lograr que los impetuosos beligerantes entiendan que no hay solución militar aceptable y que la única respuesta racional a estos conflictos es la negociación política.

 

 

 

 

Por: Sergio Muñoz Bata

El Tiempo.com

Desencuentros en la Cumbre

Posted on: abril 7th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Para darle credibilidad al descompuesto sistema democrático en el hemisferio es imprescindible denunciar a los gobiernos que violan los derechos humanos.

 
Si “el segundo matrimonio es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”, como escribió el ilustre Dr. Samuel Johnson, la VII Cumbre de las Américas sería el triunfo de la ópera bufa sobre la solidaridad democrática.

 

De sus nueve ediciones, siete oficiales y dos extraordinarias, lo memorable han sido los desencuentros, los desacuerdos y los berrinches de los líderes de los países del hemisferio. ¿Recuerda el asombroso “comes y te vas” con el que Vicente Fox invitó a Fidel Castro a la Cumbre Extraordinaria en Monterrey (México), ante el temor de que Fidel y George W. Bush se encontraran en los pasillos? En Mar del Plata, Néstor Kirchner, Evo Morales, Hugo Chávez y hasta Maradona escenificaron sus sainetes en cumbres alternativas con el fin de desairar a Bush, quien se fue de la reunión sin despedirse. Luego vino la farsa del dueto formado por el ecuatoriano Rafael Correa y el nicaragüense Daniel Ortega, quienes se negaron a asistir a la reunión en Cartagena porque Cuba no había sido invitada.

 

Y de los acuerdos hemisféricos en las cumbres, ni quien se acuerde, si es que hubo alguno.

 

Para esta séptima edición oficial de la Cumbre la expectativa era grande, pues no solo asistirían Raúl Castro, el dictador preferido de la mayoría de los gobiernos suramericanos, y el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, sino que lo harían en el marco de una lenta normalización de sus relaciones diplomáticas. Una circunstancia especial que dio pie a especulaciones fantásticas como esta, que escribió un comentarista aficionado a la hipérbole: “La historia recién ha comenzado: ya nada es como era ayer”.

 

Pero el gozo pronto se fue al pozo, después del fenomenal faux pas de Obama al declarar a Venezuela un peligro para la seguridad nacional. Una declaración sin mucho sentido, aunque necesaria legalmente para poder proceder con las sanciones a siete individuos, pero que también sirvió para empoderar temporalmente a Nicolás Maduro. Los alberos, tan dados a los excesos verbales, ahora exigen que Obama no solo se disculpe, sino que derogue las sanciones a los siete venezolanos señalados, y con razón, como violadores de los derechos humanos.

 

En su afán por evitar confrontaciones políticas entre el bloque de países del Alba y Estados Unidos, el Gobierno panameño ha anunciado que se esforzará por lograr acuerdos en cuestiones básicas como la salud, la educación, energía, medioambiente, gobernabilidad, migración y seguridad. Encomiable esfuerzo, pero insuficiente porque deja fuera de discusión los grandes temas que rebasan las fronteras nacionales, como son el fortalecimiento del sistema democrático, de las instituciones, del Estado de derecho, de los derechos humanos, y nuevas estrategias para debilitar el poder del narcotráfico.

 

Obama –me dice Charles Shapiro, uno de los diplomáticos que lo asesoraron antes de la Cumbre en el 2009– “debe insistir en el respeto a la Carta Democrática de la OEA, debe hacer hincapié en que la Cumbre debería dejar de ser un club de presidentes que se protegen y se defienden sin importar lo que hacen dentro de sus propios países. La solidaridad democrática debería estar por encima de la solidaridad latinoamericana”.

 

Desafortunadamente nada de esto sucederá porque lo que los gobernantes de Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Venezuela quieren es perpetuarse en el poder. Correa seguirá acosando a la prensa independiente; Ortega y Morales seguirán avanzando hacia el autoritarismo; Maduro seguirá encarcelando opositores y protegiendo a rufianes con el beneplácito de los países de América Latina que participan en esta Cumbre y que, escudándose en el principio de la no intervención, evitarán denunciar los abusos antidemocráticos de estos sátrapas.

 

Sergio Muñoz Bata

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