La fortuna de ser Putin

Posted on: marzo 24th, 2024 by Super Confirmado No Comments

No voy a entrar en las vulgaridades que muchos se permiten con las derivaciones del apellido Putin. Es más, ni siquiera sé si debe llevar acento en la I. Por las dudas lo omito. Para llegar al Putin de hoy, marzo de 2024, cuando acaba de ser reelecto con el 87% de los votos, hay que hacer un largo recorrido. Lo curioso es que no he encontrado en ningún buscador el nombre o los nombres del o de los candidatos oponentes. De manera que más que una elección, la permanencia de Vladimir Putin en el poder por otros seis años, ha sido producto de un plebiscito más que de una contienda electoral.

 

 

Empecemos a examinar lo que –en mi opinión– hace de Vladimir Putin uno de los mandatarios más afortunados del mundo. Su mirada, no hay nada más aterrador. Y ese rictus que pretende ser una sonrisa. No podría asegurar que todos quienes pasaron por la KGB, el equivalente ruso de la CIA, estaban obligados a esa expresión de frialdad como si todo el hielo de Siberia se la hubiese congelado. Putin no solo fue miembro de la KGB, lo fue también, en 1980, de la STASI, la temible policía política de Alemania Oriental. Invito a los lectores que quieran ahondar en las oscuras profundidades de la STASI a que vean la película alemana «La vida de los otros», que los cubanos rebautizaron como «La vida de nosotros».

 

 

Antes de que existiera la KGB y hasta la muerte de Stalin, el jefe de la policía y del servicio secreto NKVD (desde 1938 a1953) fue Laurenti Pavlovic Beria, el perpetrador de todas las purgas que Stalin desató contra artistas, intelectuales, médicos judíos, etcétera, y que llevaron a la muerte o a prisión perpetua a miles de ciudadanos de la URSS y de sus países satélites como Checoslovaquia, Polonia y Hungría. Fue el reino del terror. Cuando la KGB sustituyó a la macabra policía de Beria, cambiaron los métodos pero no los aprendizajes. Putin fue miembro de esa policía desde 1980.

 

 

Si uno se pregunta por la sangre fría con que Putin ordena los envenenamientos o asesinatos por otras vías de quienes se le enfrentan, no tiene más que remontarse a lo que aprendió como miembro de la KGB y de la STASI.

 

Otro plus en la trayectoria política de Putin fue que heredó de la extinta URSS las armas nucleares con las que mantiene en vilo, no solo a Europa sino al mundo entero. Si no tuviera el demencial empeño de ser un nuevo Zar, uno creería que se trata de fanfarronería. Pero, ¿y si no lo es?

 

 

La mayoría de las capitales de Europa y de las universidades élite de Estados Unidos se han llenado de manifestaciones y consignas francamente antisemitas y en defensa del terrorismo de Hamas. Pasan por alto la masacre que este grupo cometió el 7 de octubre 2023 en Israel, asesinando y violando a mujeres y a niños y tomando rehenes que aún permanecen cautivos en su poder y a los que van asesinando por cuentagotas.

 

 

En cambio el sortudo Putin invadió a Ucrania hace dos años, ocupa una tercera parte de su territorio, ha causado la muerte de más de 30 mil civiles entre ellos miles de niños, de 40 mil soldados ucranianos y el desplazamiento de 7 millones de ciudadanos que ahora son refugiados. ¿Han sabido ustedes de alguna manifestación progre para repudiar estos hechos? Sólo las lánguidas condenas de la ONU y de los asustados países de la U.E, que para nada hacen desistir al zar Putin de sus propósitos criminales. Israel un pequeño país, acosado por todos los flancos, es el judío entre las naciones.

 

 

Regresamos a la farsa electoral del nuevo zar ruso y vemos que no ha tenido que buscarse a un tal Ratti para que pida la inhabilitación de candidatos y de partidos políticos, ni a un fiscal que le diga amén al tal Ratti. No ha tenido que hacer la pantomima de enviar una delegación a Barbados ni a otro sitio, para hacerle creer a los Estados Unidos y al mundo que permitirá, entre otras exigencias, unas elecciones libres y transparentes. No ha tenido que estar inventando que las tribulaciones de su país se deben a las sanciones de la maldad imperialista y a los vende patria que conspiran contra su gobierno. En fin, hay muchas razones para simular ser democrático y sin embargo sentir envidia de Putin.

 

 

Paulina Gamus|}

@Paulinagamus|
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Biblia para desorientados

Posted on: noviembre 19th, 2023 by Super Confirmado No Comments

 

 

Nací en una casa judía, de padres judíos, siempre me he sentido judía sin un segundo de duda. Pero por alguna razón que nunca quise indagar, desde niña me fascinaron los aguinaldos tradicionales venezolanos. No me perdía los conciertos navideños en la Iglesia de San José cuando el párroco era el Padre Hernández, aquel hombre inmenso en su estatura física y moral de quien fui amiga hasta su muerte.

 

 

Tampoco los inolvidables del Orfeón Lamas dirigido por el maestro Vicente Emilio Sojo en la Escuela de Música «José Ángel Lamas», de Caracas. Luego compré los discos de aguinaldos del Quinteto, Contrapunto y de Serenata Guayanesa que oigo siempre al empezar diciembre. Conste que en ninguno de los aguinaldos tradicionales o más recientes he oído que el Niño Jesús fuese palestino.

 

 

Jesús de Nazareth nació en Belén porque el Imperio Romano que había invadido el reino de Judea (no Palestina) realizó un censo obligatorio en la ciudad de Belén a la que debieron trasladarse desde Nazareth –donde vivían–José y María, los padres de Jesús. Y allí nació su hijo un 24 de diciembre. Los viejos calendarios identificaban el 6 de enero como Dia de Reyes y de la Circuncisión del Señor. Los niños judíos son circuncidados a los 8 días de su nacimiento. Ergo, Jesús nació judío, no palestino.

 

 

Unos 1040 años antes de la era cristiana, David fue rey de Israel, (no había ninguna Palestina), al que expandió hasta unirle las ciudades de Jerusalén, Samaria y Petra. Hasta las personas menos ilustradas han oído recrear el pasaje bíblico en que un joven David, con una piedra lanzada con su honda, da muerte a un temible gigante llamado Goliat.

 

 

A David lo heredó su hijo Salomón quien fue no solo rey, sino también poeta (El Cantar de los Cantares) sabio, legislador, juez supremo y constructor del Templo de Jerusalén, en el reino de Israel.

 

 

En el año 597, Nabucodonosor –Rey de Babilonia– ocupó Jerusalén, en el reino de Juda. Destruyó el templo de Salomón y llevó a miles de judíos como esclavos, a su reino.

 

 

Giuseppe Verdi se inspiró en este pasaje bíblico para componer su ópera «Nabucco», que incluye el coro «Va pensiero», lamento de los esclavos judíos en Babilonia y , con el paso de los siglos, himno sentimental de Italia. Esta es la letra: «Ve, pensamiento, con alas doradas; ve, pósate en laderas y colinas donde huele la suave fragancia, la dulce brisa de la tierra natal!. Las orillas del Jordán saludan, de Sión las torres destruidas . ¡Oh, patria mía, tan bella y perdida! ¡Oh, recuerdo tan querido y desdichado!”

 

 

Pero volvamos a Jesús de Nazareth cuando ha llegado a la edad de 33 años. Sus seguidores que son muchos lo llaman «Rabi». ¿Qué predica ese rabino? indignación por las desviaciones de la ortodoxia judía que practican «los mercaderes del Templo», y su expulsión del sagrado recinto. Como el ciudadano Nicolás Maduro ha decidido darle nacionalidad palestina a Jesús, nada impide que por un ejercicio de imaginación lo hagamos un venezolano en procura de expulsar y castigar no solo a los mercaderes del Templo, que los habrá, sino a todos aquellos que en los últimos 24 años han saqueado a este país hasta dejarlo en la inopia.

 

 

Por ser contestatario Jesús fue condenado a morir en la cruz. No lo crucificó «el Imperio español» como vociferó el ciudadano Maduro, porque ese Imperio nació 1492 años después con el descubrimiento de América.

 

 

La crucifixión fue una pena de muerte romana. Los españoles practicaron métodos más considerados como la horca, la hoguera y el garrote vil para aquellos que la Inquisición acusaba de judaizantes, brujos o herejes.

 

 

Espero haber aclarado que Jesús nació y murió judío, jamás palestino.

 

 

Ahh, algo que no puedo dejar sin comentar: el ciudadano Maduro acusó al sionismo internacional de querer acabar con el mundo árabe. La población musulmana se calcula en 1.500 millones de personas en el mundo, es decir el 20% de la población mundial. Los judíos (sionistas) en 13 millones de los cuales 7 millones viven en Israel y el resto esparcido por el mundo. Entre esos sionistas (judíos) dispuestos a liquidar a 1.500 millones de musulmanes, hay ancianos, niños, enfermos y discapacitados. Se sobrentiende que la cosa no es fácil .

 

 

Paulina Gamus 

@Paulinagamus

 

 

 

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Ojos que no ven

Posted on: diciembre 19th, 2022 by Super Confirmado No Comments

 

“Los criminales ganan más que los políticos por eso unirse a los primeros es una gran tentación para los segundos.”

Joe Barcala.

 

Cuando me decidí a escribir esta nota, tenía otro título en mente: La vista gorda, pero éste que utilizo me pareció algo más elegante, aunque el tema a tratar no lo sea en absoluto. En pocos días, entre las emociones desbocadas que despierta el Mundial de Qatar, hemos visto dos casos en nuestro subcontinente en los que a pesar de que los gobiernos son populistas y con rasgos autoritarios, una institución indispensable de toda democracia, como es la justicia, funciona.

 

 

La vicepresidente argentina Cristina Kirchner ha sido condenada a seis años de cárcel e inhabilitada para ejercer cualquier cargo público. Lo más probable es que la susodicha no pase un solo día entre rejas, pero la sola sentencia por sí misma es un triunfo de la lucha contra la corrupción. Los jueces encontraron a Kirchner responsable de defraudar al Estado por unos 500 millones de dólares mediante el desvío de contratos de obras públicas a empresarios amigos.

 

 

El otro caso que se veía venir porque en Perú las destituciones de presidentes siempre se ven venir (cinco presidentes en cinco años) es el de Pedro Castillo quien pasó de presidente a preso en cuestión de dos horas. Las denuncias de corrupción y de otros delitos, condujeron a la crisis que hoy vive ese país. Muertos, heridos y destrucción por manifestaciones populares en un país cansado de una inestabilidad continua y de la convicción general de que los congresistas que destituyen presidentes no son muy distintos de ellos. Aún no sabemos cuánto se robó el «cara de yo no fui» de Pedro Castillo, esperamos noticias.

 

 

Si volvemos a Cristina Kirchner y a la cantidad por ella defraudada (suponiendo que sea lo único de lo que C.K se apropió o defraudó) tengo que reconocer –muy a mi pesar– que la vicepresidenta ha sido hasta cierto punto recatada en echar mano a la cosa pública.

 

 

Ubiquémonos en Venezuela y sumemos solo cuatro de los más protuberantes casos de asalto al erario público: Rafael Ramírez ex ministro de Petróleo, 4.850 millones de dólares. El apodado «Tuerto» Andrade (Alejandro), ex escolta de Hugo Chávez y ex tesorero de la Nación, sentenciado en los EEUU a 10 años de cárcel por fraude contra el patrimonio venezolano estimado por la OFAC (Oficina de Control de Activos Extranjeros) en 2.400.000.000 de billetes verdes, Su colaboración como confidente (vulgo «sapo») con la Justicia de ese país rebajó su condena a 3 años y 6 meses más 1 año de libertad supervisada.

 

 

Los bolichicos de Derwick, empresa contratada para la instalación y ensamblaje de plantas de generación de electricidad, cobraron sobreprecios de 2.900 millones de dólares para construir centrales eléctricas que nunca ejecutaron. Cada vez que hay un apagón o un bajón en el suministro de electricidad, recuerdo a sus progenitoras.

 

Haiman El Troudi, ex presidente de la C.A. Metro de Caracas, recibió 145 millones de dólares de Alfa, empresa fachada de Odebrech. Es dueño de tres inmuebles en Francia y un edificio en París, por un valor de 16 millones de euros, más una cuenta congelada en Suiza a su esposa y a la suegra por 45 millones de dólares.

 

 

El saqueo a Venezuela, la perversa trama de corrupción alcanza los 400.000 mil millones de dólares. No hay cifras exactas de cuánto han robado el Gobierno y sus enchufados porque la Contraloría General de la República –en más de 20 años– ha investigado solo un caso importante de corrupción conocido como Pudreval (miles de toneladas de alimentos ya caducos importados por el Gobierno de Chávez). Más recientemente y como retaliación política, el ministro de Petróleo Tareck El Aissami, denunció por corrupción a su antecesor Rafael Ramírez y a su entorno.

 

 

La vista gorda ante estos robos sin antecedentes en Venezuela y quizá en el mundo, es propia de un país en el que no existen instituciones independientes. La justicia, por llamarla de alguna manera, se urde en Miraflores.

 

Otra evidencia pública (y además internacional) de ojos que no ven o de vista gorda, es la locura colectiva que provoca el Mundial de Qatar. A nadie o quizá a unos pocos para no generalizar, les importa todo el entretejido de corrupción que está detrás de la elección de ese país extremista islámico y cómplice con el terrorismo internacional, como sede de este mundial 2022. Si omitimos lo más cruel e inhumano que sustenta esta contienda futbolística –la muerte de unos 7.000 obreros en la construcción de la infraestructura– podemos ver en Netflix el documental “Los entresijos de la FIFA” que no deja hueso sano al implicar a los entonces presidentes en ejercicio Nicolás Sarkozy, de Francia y Lula Da Silva, de Brasil y a un montón de dirigentes políticos y deportivos, en la tramoya de sobornos que armó el gobierno de Qatar para obtener la sede.

 

Como guinda del pastel, acaba de estallar en el parlamento europeo el llamado Qatergate que ha llevado a la destitución de la vicepresidenta del organismo y diputada griega Eva Kaili, por haber recibido dinero de Qatar para influir en las decisiones de la institución. Es un terremoto que la hace tambalear.

 

 

La vista gorda con la corrupción que desde hace años rodea a la FIFA se parece mucho a los ojos que no ven con la corrupción que en los últimos 23 años ha transformado a Venezuela en un país paria entre las naciones. En ambos casos la vida sigue y aquí no ha pasado nada.

 

 

Paulina Gamus 
@Paugamus

No es país para viejos

Posted on: octubre 28th, 2022 by Maria Andrea No Comments

 

 

Tomo prestado el título de la muy laureada película (cuatro Oscar, dos Globos de Oro y tres Bafta) de los hermanos Joel y Ethan Coen, cuyo argumento nada tiene que ver con lo que escribiré a continuación.  La única relación —además del título— es que se trata de un western y es esa,  en cierto modo,  la vida que hemos tenido los venezolanos en los últimos 23 años con la particularidad de que en los western clásicos siempre ganan los «muchachos» y en el venezolano ganaron los bandidos.

 

 

Comenzaré con una pregunta a la que trataré de encontrar respuestas: ¿quién es viejo? Depende del país y del sexo. La primera vez que un conductor, molesto por alguna maniobra que hice  con mi vehículo, me gritó ¡Vieja! yo tendría unos 35 años de edad. Luego, en la actividad política, aspiré a la dirección nacional de mi partido Acción Democrática cuando tenía 45 años. Humberto Celli, de AD y Eduardo Fernández, de Copei eran dos años más jóvenes que yo. Para el común, ellos eran la generación de relevo, yo era «la vieja Gamus».  Pero mi pregunta aún no tiene respuesta. ¿Quién es viejo?

 

 

El expresidente uruguayo José Mujica, por ejemplo, se acaba de declarar no solo anciano sino casi terminal. En el reciente foro «El reto social de América latina», declaró: «No soy otra cosa que un anciano con consciencia de que se va, pertenezco a un tiempo que se va». Mujica tiene 87 año, pero tenía 80 cuando terminó su mandato en 2015.

 

Rafael Caldera tenía 78 cuando comenzó su segunda presidencia en 1994 y estoy segura de que en ningún momento sintió que su edad era un impedimento para ejercerla. Otra cosa es lo que pensaran los demás y esa es quizá la respuesta a mi pregunta: viejo es aquel que se siente viejo y no aquel a quien los demás ven como tal. Por ejemplo, Joaquín Sabina, el extraordinario cantautor español al cumplir 70 años ha dicho:  «Yo no me veo con un corazón ni un cerebro de 70 años». En cambio, Charles de Gaulle debe haberse sentido muy aporreado por el paso del tiempo cuando pronunció la frase que se le atribuye: «La vejez es un naufragio».

 

Hay países cuya población se va llenando de personas de la tercera y cuarta edad, algunos gobernantes  al manifestar lo que eso significa en los presupuestos de sus naciones han sido duramente criticados por insinuar la necesidad de practicar la eutanasia de esos ancianos que son una carga financiera.  También lo son en numerosos casos,  para sus familias, cuando padecen enfermedades irreversibles.

 

 

Pero carga o no, en los países de Europa donde es mayor el envejecimiento de la población, hay  respeto por  los  ancianos y por hacerles la vida más fácil y llevadera. Los autobuses tienen plataformas para que suban las sillas de ruedas, en las calles y edificios  hay rampas con el mismo objeto.  En los cines, museos y teatros hay descuentos especiales para personas de edad avanzada.

 

 

En Venezuela, país gobernado con  ficciones,  simulación y palabras huecas, existe desde hace 11 años la Gran Misión en Amor Mayor (obsérvese que no es una misión cualquiera sino una muy, pero muy grande). En el décimo aniversario de la misma, Nicolás Maduro declaró: «La Gran Mision en Amor Mayor  cumple 10 años protegiendo y reivindicando la lucha de nuestros adultos mayores. Como fiel defensor del legado del comandante Chávez, no descansaré hasta recuperar el estado de bienestar de los abuelos y abuelas, vulnerado por el bloqueo criminal».  No podía faltar la culpa «del bloqueo criminal» para  justificar que los ancianos deban hacer colas interminables para obtener una pensión miserable que apenas les alcanza para comprar un pollo  o un cartón de huevos. Pero  allí no queda el desprecio y humillación a los simplemente ancianos y nada de esa hipocresía de «adultos mayores». Muchas de las oficinas públicas, por ejemplo las del Saime, están ubicadas en locales a los que se solo se puede acceder por decenas de escalones que los ancianos no soportan.

 

 

Como desde los gobiernos municipales no se da el ejemplo de cumplir con las normas urbanísticas, los más modernos y lujosos edificios carecen de rampas para el acceso no solo de sillas de ruedas sino también de coches de bebés. Muchos arquitectos consideran que colocar pasamanos en las escaleras de acceso a esos edificios, afean el conjunto. Es decir que privilegian la estética frente a la seguridad de las personas. No sé cuántos viejos gozan de la suerte de no tener dolor de rodillas o de espalda y de esa manera no sufrir porque en las mejores clínicas del país y en los más pomposos restaurantes, las  pocetas o inodoros sean tan bajitos y de tan molesto uso que parecieran diseñados para jardines de infancia,  y que no tengan barandas.

 

 

Uno, una o unes (para hacerle una carantoña a la necedad del lenguaje inclusivo) puede ser viejo por partes. Por ejemplo, en mi caso, de la cintura hacia arriba (corazón y cerebro, como Joaquín Sabina) me siento de 40. De lo demás mejor no entrar en detalles. Pero he leído algo que me ha provocado un fresquito: los viejos de siempre lo seguimos siendo y cada año un poco más hasta que llega el final. Pero hay nuevos viejos y son nada menos que los millenialls. Según un artículo de Karelia Vásquez, en El País, los nacidos entre 1980 y 1996 son los nuevos ancianos en las redes, ahora manda la generación Z que será arrasada en unos años por la generación Alfa. Todos somos viejos o lo seremos en el próximo minuto». ¡Que alivio!

 

Paulina GamusPaulina Gamus|@Paulinagamus
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Indignados

Posted on: octubre 12th, 2022 by Maria Andrea No Comments

 

 

 

Aferrarse a la rabia es como agarrar un carbón ardiendo

con la intención de tirarlo a alguien; eres tú quien te quemas.

Buda.

 

 

He sentido la necesidad, en estos extraños días de extrañas elecciones, de ver nuevamente la película Las horas más oscuras, genialmente actuada por Gary Oldman. La misma se centra en el ambiente que vivía Inglaterra cuando —en 1939— un Hitler empoderado se preparaba para invadir Polonia y de allí en adelante avanzar y ocupar todo el continente europeo. Aquella Europa vivía realmente sus horas más oscuras. Tres dictadores sin límites para las crueldades más extremas y el genocidio impune, decidían las vidas y destinos de millones de seres humanos: Adolf Hitler, Benito Mussolini y Iósif Stalin. Y un solo hombre, Winston Churchill, logró con su sentido de la responsabilidad, con su visión política, patriotismo genuino y valentía moral, cambiar el curso de la historia.

 

Una vez derrotado el nazifascismo y creada la Organización de Naciones Unidas, en su Asamblea general celebrada en París en diciembre de 1948, se aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de la cual transcribiré solo sus tres primeros artículos:

 

 

Artículo 1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

 

Artículo 2 .Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.

 

 

Artículo 3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

 

 

Surgió entonces un nuevo mundo con esperanzas y optimismo, Europa se fue recuperando de la devastación de la guerra con la ayuda de los Estados Unidos de América. Ese mundo comenzó  a enterarse lentamente de la catástrofe humana que significó la muerte de más de 50 millones de personas entre ellas el asesinato programado de 6 millones de judíos, además de un número no cuantificado de gitanos, eslavos, enfermos mentales y homosexuales. Todos aquellos que las leyes raciales de la Alemania nazi y de la Italia fascista consideraban razas y seres inferiores sin derecho a la vida.

 

 

Mucho ha llovido y se ha movido desde aquellos años de esperanzas por un mundo mejor. Nadie podía vaticinar los cambios que se producirían en las relaciones humanas  y entre países por los avances tecnológicos. Nadie imaginó que millones de seres humanos sumidos en la miseria, acosados por el hambre o perseguidos por la violencia tendrían que abandonar sus países de origen en pateras (los africanos), en balsas (los cubanos) o acudir al cuasi suicidio de cruzar la selva de Darién para llegar a los Estados Unidos (venezolanos, la mayoría). Nadie fue capaz de suponer que un mundo que había acogido la democracia como su forma inalterable de vida, llegaría a despreciarla y arrojarla al basurero para entregarse en brazos del populismo autoritario o del neofascismo. Este es el mundo que vivimos, el de los indignados  cuyo voto está movido por la rabia y el resentimiento.

 

 

El diccionario de la RAE define la indignación como «enojo, ira o enfado vehemente contra una persona o contra sus actos».  No se agrega algo que es inseparable de la indignación: la incapacidad de razonar. El iracundo quiere vengarse y no razona sobre las consecuencias de sus actos.  Con incitación y engaño a los indignados de Venezuela, llegó Hugo Chávez a la presidencia en diciembre de 1998. Fue un caso clásico de populismo militarista que conduciría al país democrático, relativamente próspero y asomado al desarrollo que era Venezuela a ser una autocracia destructiva de sus instituciones, de su infraestructura y de su tejido económico y  social.

 

 

Indignados por la corrupcion de los gobiernos de Lula Da Silva  y Dilma Rousseff,  los brasileros eligieron en 2018 a Jair Messias Bolsonaro. Nunca un segundo nombre fue más adecuado para la personalidad de su portador: militarista, fanático religioso, homófobo, machista y absolutamente despectivo con la conservación de la Amazonia y del medioambiente en general. Y esos indignados, ya transformados en rabiosos crónicos, fueron la casi mitad de los electores que de nuevo confiaron en Jair Messias. Un dilema electoral terrible el de Brasil: elegir entre el malo y el peor.

 

 

Indignado el pueblo salvadoreño que apoya las tropelías de su presidente Nayib Bukele porque ha hecho de la lucha contra la delincuencia su bandera. Lucha que como todas las promesas estrafalarias, se centra en violación de los derechos humanos y de la Constitución de su país que prohíbe la reelección indefinida. Indignados los italianos que eligieron a Giorgia Meloni, reencarnación femenina de Mussolini: homófoba y  racista además de xenófoba. Su éxito se ha basado en una campaña de odio a los inmigrantes. Indignados quienes eligieron a Gabriel Boric en Chile y a Gustavo Petro en Colombia, aunque hasta ahora ninguno de los dos ha dado muestras de apartarse de la Constitución de sus países. Pero tampoco de poder resolver los problemas que les dieron el triunfo.

 

Indignarse no siempre es negativo, hay indignaciones no solo justas sino también necesarias y urgentes. Las de las mujeres y hombres de Irán que se han levantado contra la tiranía islamista de los Ayatolas, esa que hace de las mujeres simples cosas que pueden ser asesinadas por  llevar el velo torcido. Y la tardía pero imperativa de los cubanos que hoy salen a protestar por la oscuridad no solo eléctrica sino total en que ha estado sumida su patria desde hace 63 años.

 

 

 

Paulina Gamus

@Paulinagamus
Twitter: @Paugamus

Cargos sin majestad

Posted on: septiembre 13th, 2022 by Maria Andrea No Comments

 

 

No puedo recordar la primera vez que oí mencionar como algo imprescindible, más aún, obligatorio, «la majestad del cargo». Significaba que quien estuviera expuesto al escrutinio público por ocupar una destacada función de gobierno o en la actividad privada, debía comportarse con sobriedad y cuidando las apariencias. En otras palabras, no podía hacer muchas de las cosas que hacían las personas comunes y corrientes porque su posición lo hacía diferente.

 

 

Fue así como tuve que renunciar, solo por ocupar un cargo de elección popular, a uno de mis mayores placeres cuando viajaba –de cuando en vez– a la isla de Aruba: sentarme largo rato frente a una máquina tragamonedas introduciendo las de 25 centavos de dólar. Todo terminó el día que el periodista Kiko Bautista, en su columna de chismes cargados de inocultable mala intención, publicó: «la diputada Paulina Gamus fue vista en el casino del hotel Marriot en Aruba». Detrás de esas pocas palabras estaba encerrado un mensaje subliminal: la diputada Paulina Gamus es una corrupta. Nunca más volví a Aruba hasta después de 1999 cuando renuncié a mi cargo de parlamentaria y regresé a mi condición de ciudadana rasa.

 

 

El ejemplo quizá más resaltante de la majestad del cargo es la reina Isabel II de Inglaterra, hasta su sonrisa o el movimiento de sus manos son los que indica el protocolo real. Sus hijos, nietos y mucho antes su difunta hermana Margarita, le han causado muchos dolores de cabeza porque han violado una y otra vez esa obligatoria majestad del cargo.

 

Pero ningún monarca europeo fue tan lejos como el Rey Juan Carlos, de España. Los mentideros de su país y el cotilleo a que son tan aficionados sus nacionales, daban cuenta de sus infidelidades que la reina Sofía toleraba con la dignidad que aconseja la majestad de su cargo de consorte. Pero la tapa del frasco, el derrumbe apoteósico de toda majestad, ocurrió el 14 de abril de 2012 cuando la prensa española difundió que el Rey había sido operado de urgencia por una fractura de cadera, en Botsuana, donde participaba en un safari para cazar elefantes.

 

 

Las críticas de las organizaciones ecologistas y la indignación de muchos de sus socios no tardaron en llegar. Matar ejemplares de una especie que se encuentra amenazada parecía difícilmente compatible con el respeto a la naturaleza que Don Juan Carlos había manifestado durante su reinado. Ese desliz fue el principio del fin del reinado de Juan Carlos acosado luego por múltiples denuncias de corrupción asociadas seguramente a la andropausia. El ya fallecido rey de Arabia Saudita, le había regalado 65 millones de euros el 8 de agosto de 2008 y el Rey no encontró nada mejor que transferirlos a su amante Corinna Larsen, quien sin majestad alguna pero con mucha viveza, se quedó con la fortuna. Total que Su Majestad Juan Carlos I pasó a ser Rey emérito y a seguir metiendo la pata para vergüenza y desdicha de su hijo Felipe V, prisionero de los paparazis

 

 

Una digna cumplidora de la majestad del cargo fue la ex canciller alemana Angela Merkel, quien jamás cedió a la coquetería femenina a la que sin embargo tenía derecho. Su peinado y sus ropas que parecían un uniforme no cambiaron en sus 16 años de ejercicio. Siempre se mantuvo a la altura de las exigencias de su posición.

 

En cambio mucho hay que decir del ex primer ministro británico Boris Johnson. Sus alocadas fiestas en pleno confinamiento por la pandemia del covid 19, fueron una continuación de sus tiempos de estudiante en Oxford donde presidió el club de los Caballeros (libertinos) célebre por sus fiestas orgiásticas. Eso y sus errores en la conducción del gobierno, Brexit incluido, lo defenestraron. Johnson nunca respetó la majestad del cargo. Donald Trump en los E.E.U.U. fue epítome del cargo sin majestad: gritón, grosero, irrespetuoso, tramposo y violador compulsivo de la ética política y de las leyes de su país.

 

 

La primera ministra de Finlandia, Sanna Marín, líder muy popular por su manejo de la pandemia y porque desafió a Putin con la petición de entrar a la OTAN, ahora debe dar explicaciones por sus fiestas. La joven de 36 años no prescinde de festivales de rock y otra clase de diversiones que la han obligado a someterse a una prueba de detección de drogas y a pedir disculpas públicas por fotos subidas de tono tomadas en una fiesta en la residencia oficial.

 

 

Venimos a nuestra América latina. Si recordamos a Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera en el ejercicio de sus presidencias, entenderemos perfectamente lo que es la majestad del cargo. Jamás se prestaron a hacer el ridículo con disfraces de aborígenes o de sultanes turcos, recibir credenciales de embajadores de otros países con un sombrero típico de aquel país. Sus discursos, aún los más polémicos, siempre cuidaron las formas.Las vulgaridades, las palabras obscenas, la homofobia, la ofensa degradante al adversario jamás contaminaron su oratoria ni sus mensajes. Podría decir lo mismo de Carlos Andrés Pérez y de Jaime Lusinchi si ambos hubiesen podido separar sus vidas públicas de sus vidas privadas.

 

 

En Perú el presidente Pedro Castillo tiene como parte inseparable de su anatomía, unos sombreros más grandes que él. En Brasil el presidente y aspirante a repetir, Jair Bolsonaro, que ha hecho gala permanente de un machismo deplorable, ha sacado a su casi anónima esposa del armario donde la tenía enclaustrada para convertirla en predicadora religiosa. La señora Michelle Bolsonaro es una fervorosa evangélica que ha hecho de su discurso político una confrontación entre Dios (Bolsonaro) y el Demonio (Lula Da Silva) y ha logrado mayor audiencia que su marido. En México AMLO, además de sus discursos diarios y muchas veces incoherentes, usa unas coronas de flores que serían la envidia de Frida Kahlo.

 

Definitivamente el mundo actual, plagado de políticos populistas convencidos de que solo la extravagancia da votos, es de difícil comprensión para quienes crecimos y envejecimos conociendo la majestad del cargo.

 

 

Hay un joven presidente Gabriel Boric, de Chile, quien ante su derrota personal con el aplastante rechazo al referéndum constitucional, ha reconocido que Chile es una democracia y que serán democráticos los mecanismos para enmendar los errores. A pesar de su juventud y de su ideología de Izquierda, Boric respeta la majestad del cargo.

 

En cambio al presidente colombiano, Gustavo Petro, se le salió la clase de intransigente al insultar a más de la mitad de los electores chilenos con la desdichada frase “Revivió Pinochet”. Otro con cargo sin majestad.

 

 

Paulina Gamus

@Paugamus

Turcomanía

Posted on: junio 21st, 2022 by Laura Espinoza No Comments

Creo que todas las púberes y adolescentes que hace alrededor de 70 años devorábamos las novelas de Corín Tellado, lo ocultábamos con cierta vergüenza: era literatura menor o quizá más adecuado, no era literatura. Sin embargo, la escritora española a quien su editorial la obligaba a entregar cuatro novelas mensuales, es (o fue) la autora más leída en castellano después de Miguel de Cervantes. Vendió nada menos que 400 millones de libros.

 

 

Tellado guardaba en su casa una fotografía del encuentro que mantuvo con Mario Vargas Llosa, cuando el premio nobel peruano la entrevistó en 1981 para la televisión. La manifestación del cariño que allí surgió puede comprobarse en el texto que Vargas Llosa le dedicó en El País tras su muerte y que finaliza con estas palabras: “Aunque nunca la leí, siempre la respeté y la traté con cariño y gratitud. Porque gracias a ella, cientos de miles, acaso millones de personas que jamás hubieran abierto un libro de otra manera, leyeron, fantasearon, se emocionaron y lloraron y por un rato o unas horas vivieron la experiencia maravillosa de la ficción. Ella no podía sospecharlo, pero fue probablemente la última escribidora popular, en el sentido más cabal de la palabra, la que llevó una variante (fácil, elemental, sensiblera y truculenta, ya lo sé) de la literatura al vasto pueblo, ese que no entra jamás a las librerías y pasa como sobre ascuas por las secciones culturales de las revistas, y piensa que la literatura seria es larga y soporífera”. Tellado no recibió nunca un premio literario más allá de los que reconocían su hiperproducción. En 1994 entró en el Libro Guinness de los récords y en 1998 le concedieron la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo .

 

 

Los lectores se preguntarán a qué viene la exhumación que hace mi memoria de la trayectoria de Corín Tellado. Debo confesar que se debe a una suerte de regresión o involución. Por supuesto que ya no leo a la prolífica y fenecida escritora asturiana, pero la veo. ¿Cómo? gracias a las series turcas a las que soy adicta desde hace algunos años. No fingiré con ínfulas intelectuales que nunca vi telenovelas. Claro que sí: las clásicas brasileras que hicieron furor en los 70 y parte de los 80 y las venezolanas que salieron del patrón clásico de la «cenicienta», como «Estefanía», «La señora de Cárdenas»” y «La Dueña».

 

 

La mejor de todas en todos los tiempos, que puedo verla una y otra vez: «Yo soy Betty la fea», del colombiano Fernando Gaitán. Me produce una nostalgia enorme porque se desarrolla entre 1999 y 2000, cuando Venezuela era un referente importante para Colombia, no solo económico, sino también artístico. Otra de Gaitán, «Café con aroma de mujer» en su primera versión, porque es un trabajo magnífico de amor y de orgullo de un dramaturgo por su país y de promoción del más universal de sus productos de exportación, el café.

 

 

Pero regreso a las turcas. La primera que vi fue «El Sultán», la historia novelada de Solimán el Magnífico, una superproducción digna del mejor cine de Hollywood en sus tiempos de gloria. Después empecé –y sigo hasta hoy– con las románticas (involución corinesca). Hago lo siguiente, veo el último capítulo después del primero para cerciorarme de que el final es feliz. Y así paso buena parte de mis noches con esa higiene mental que descubrí para evadirme de la realidad espantosa que nos rodea. Es un derecho adquirido por mis años y por mi voluntad de no ser una vieja amargada ni deprimida. Las prefiero en turco con subtítulos porque así voy descubriendo palabras turcas incorporadas al judeo español de mis abuelos maternos, nacidos en Grecia que fue por siglos parte del Imperio otomano. Y también porque se recrean las comidas del menú tradicional de mi familia.

 

 

Como estoy de confesiones debo admitir que al principio me sentía avergonzada por esa adicción que además provocaba insinuaciones y hasta comentarios burlones de mi propia familia. Pero poco a poco fui descubriendo que los adictos somos muchos y multidisciplinarios, hay abogados, sociólogos, psicólogos, economistas, ingenieros y hasta médicos, en su mayoría féminas y casi todos de la tercera edad. Somos tantos que podemos jactarnos de tener más servidores que muchos de los aspirantes inscritos en las Primarias.

 

 

Resulta que Nicolás Maduro y la primera combatiente Cilia Flores también son fans de las series turcas. No me parece una raya ya que seguramente son fans de las arepas como lo somos casi todos los 30 o más millones de venezolanos. Ya en un viaje anterior a Turquía se disfrazaron en el set de una de esas series de época de sultanes y sultanas. Y ahora, junio de 2022, acaban de repetir la visita y una parte del disfraz, con la serie «Kurul Osman», de la misma temática.

 

 

Esas historias de gobernantes autoritarios e inamovibles, son aparentemente sus predilectas. Maduro llegó incluso a asomar la posibilidad de una coproducción cinematográfica con Turquía, pero aquí hay que entrar en la fase de advertencias.

 

Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía es un dictador, lo cual le viene de perlas a Nicolás Maduro. Pero además es islamista o islámico, es decir, un ortodoxo del Islam. Las series turcas pueden clasificarse en pre Erdogan y pos Erdogan. En las primeras había besos más o menos apasionados y se insinuaban o sugerían las relaciones sexuales, por supuesto siempre que hubiese un vínculo matrimonial.

 

 

En las pos Erdogan sucede que hay que esperar 30 capítulos para que los enamorados se abracen, otros 20 para que se besen en la mejilla. Después de 60˜ es posible que haya un tímido y fugaz beso en la boca. En el episodio 75˜ se acuestan pero con pijamas cuello tortuga. Y más o menos en el 80˜ tienen un bebé que uno debe suponer como fue concebido. Esta es la moral de Erdogan que no impide que en esas mismas telenovelas en las que el acercamiento físico de las parejas es casi un crimen, haya secuestros, narcotráfico y violaciones (sugeridas). De verdad espero con ansias la coproducción cinematográfica Maduro-Erdogan. Sin duda para el Oscar.-

 

 

 

Paulia Gamus

Twitter: @Paugamus

Posted on: junio 6th, 2022 by Laura Espinoza No Comments

 

«La vida te enseña que a la pareja se la conoce en el divorcio, a los hermanos en la herencia, a los hijos en la vejez, a los amigos en las dificultades y a los imbéciles en las elecciones».

 

Autor Anónimo.

 

Ahora, cuando los venezolanos nos hemos transformado en un país de emigración y cuando la mayoría de quienes han abandonado el país se encuentra en Colombia, se difunde una leyenda dorada según la cual los venezolanos tratamos al millón y medio o dos millones de colombianos que vinieron a ganarse la vida en nuestro país, con afecto casi fraternal. Algunos lo hicimos gracias a los empleados colombianos que se ganaron nuestra confianza, gratitud y cariño indelebles. Pero sin llegar a extremos de xenofobia con violencia –como ha ocurrido en distintos países dizque hermanos– aquí la policía acosaba y extorsionaba a los colombianos, el auge criminal se les atribuía siempre y muchos vivían con miedo a la deportación.

 

 

En aquellos días en que Venezuela era el país a donde venían los pobres y perseguidos de distintos países, nunca me interesé por saber de la política colombiana más allá de lo elemental. Nunca imaginé que la tortilla se voltearía y que Colombia estaría en mi mente y en mi corazón porque tengo dos nietos que fueron a buscar mejores caminos y encontraron magníficas parejas en Bogotá y ahora tengo cinco bisnietos colombianos. Por eso me han sido tan importantes las recientes elecciones presidenciales cuyos resultados son tan difíciles de digerir.

 

 

Mientras los venezolanos que añoramos la democracia mirábamos con terror las encuestas que daban como imbatible al ex guerrillero Gustavo Petro, no veíamos, como quizá le sucedió a una buena parte de los ciudadanos colombianos, como se iba colando un candidato sin partido, sin estructura política, sin renombre pero con mucho dinero y sobredosis de populismo, llamado Rodolfo Hernández alias “El Viejo”, ex alcalde de Bucaramanga. En una elecciones en las que hubo un 43% de abstención, Gustavo Petro obtuvo el 40.3% del 47% que votó y “El Viejo” Rodolfo, el 28.2%. Los demás candidatos, que de una u otra forma representaban el statu quo, quedaron muy atrás.

 

 

¿Qué movilizó a los votantes tanto de Petro como de Hernández? ¡El cambio! Esa promesa que suele tener poderes mágicos para captar voluntades y que generalmente termina siendo profunda frustración. Muy pocos se preguntan, al votar, cómo será ese cambio, para qué y hacia dónde.

 

 

Con la promesa del cambio llegó Hugo Chávez al poder en Venezuela y cada día durante los últimos veintidós años, hemos padecido el derrumbe general y la tragedia que han significado ese cambio.

 

Copio de un análisis en El País, de Madrid: “…..El próximo presidente de Colombia podría ser el ingeniero Rodolfo Hernández, un ricachón de 77 años que parece sacado de una tira cómica. Su fortuna la hizo vendiendo y comprando tierras en un país donde el acceso a la propiedad ha sido la fuente de las mayores disputas y desigualdades. Es admirador de Hitler y cree que las mujeres no se deben meter en política porque su sitio es la casa. No se sabe los nombres de los departamentos del país que espera gobernar, y dice sin sonrojarse que si llega al poder lo primero que va a hacer es declarar la conmoción interior y a gobernar por decreto. Se parece a Bucaram, a Bukele, a Trump y a Bolsonaro y, aunque parece una caricatura, es real. Tiene todo para ganar porque está amparado por la petrofobia, ese miedo irracional que muchos colombianos tienen por todo lo que huela a izquierda.

 

 

Poco importa que no tenga un programa de gobierno ni una hoja de ruta ni que sea un demagogo que puede llevar al país a un salto al vacío. Tampoco incide que sea un populista que desprecia las instituciones, que se dé el lujo de desacatar los fallos de la justicia y que crea que el país se puede manejar como si fuera su empresa. Con tal de que pueda frenar a Gustavo Petro. Rodolfo Hernández puede patear la democracia.

 

La petrofobia le ha dado a Rodolfo Hernández unas alas que no tenía. Antes del domingo era un candidato que pocos tomaban en serio, con licencia para decir barbaridades. Uno le preguntaba por el medio ambiente o por la crisis fiscal, pero él siempre respondía con la misma frase: “Lo que prometo es parar la robadera”. Era un populista de derechas, tiktokero y anti reformista que, sin embargo, no suscitaba mayores temores porque no era un candidato viable.

 

 

Todo esto cambió desde el domingo pasado, cuando el ingeniero Hernández sacó casi seis millones de votos y hundió al candidato de la derecha, que era Federico Gutiérrez. De ser un chiste pasó a ser presidenciable y se convirtió de repente en el candidato admirado por los petrofóbicos.

 

 

La trayectoria del ex alcalde de Bucaramanga ha estado cargada de dichos y hechos polémicos:

 

 

“Necesitamos que los empresarios entiendan que el mejor negocio del mundo es tener gente pobre con capacidad de consumo, porque los pobres consumen toda la plata en enero».

 

“Yo me defino como Rodolfo Hernández, un ingeniero que quiere sacar los ladrones del gobierno. Eso es todo». «La corrupción es el mayor impuesto que nos toca pagar a todos los colombianos». «La corrupción es una enfermedad que solo puede curarse con cirugía y sin anestesia». Pero este candidato está acusado judicialmente por corrupción.

 

En noviembre de 2018, el entonces alcalde de Bucaramanga acusó a un concejal opositor, Jhon Claro, de no dejarlo hablar. Le dijo «sinvergüenza». En ese intercambio de palabras, Hernández se levantó de la silla y le dio un golpe en la cabeza y además descargó una andanada de improperios que iban desde calificativos hasta vulgaridades.

 

«Yo soy seguidor de un gran pensador alemán. Se llama Adolf Hitler», dijo en una entrevista con la cadena radial RCN en el año 2016, cuando era alcalde de Bucaramanga. Y citó lo que afirmó que era una recomendación de tal pensador: «No pretenda que las cosas cambien si hacemos siempre lo mismo». Luego se disculpó diciendo que había confundido a Hitler con Einstein.
 

Así termina el análisis de El País que he citado: …»Este domingo ganaron (en Colombia) el malestar y el deseo de un cambio real. Los dos son factores legítimos que alimentan a menudo el populismo y la radicalización: ninguna de las dos condiciones favorece la prosperidad de un país con heridas profundas».

 

 

Si TalCual no fuese un medio de altura y si yo no conservara algo del pudor que se fue desvaneciendo a lo largo de mi bastante larga vida, diría que Colombia está como en el chiste cruel de «Chacachaca o Muerte» y hasta lo contaría. Estoy segura de que muchos lectores lo conocen. Pero en honor a la decencia y con real preocupación y tristeza solo digo que a la querida Colombia si no la agarra el chingo la agarra el sin nariz.

 

 

Nota Final: Espero que chingo en Colombia no signifique lo mismo que en México.

 

Paulina Gamus

@Paugamus

 

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El voto ¿castigo o esperanza?

Posted on: noviembre 14th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

 

Esta vez ni lo uno ni lo otro. Pero, por favor, apreciados lectores, no vayan a responder «sino todo lo contrario», porque la cosa es seria. En un principio, cuando comenzamos a votar, al retornar la democracia en 1958, el voto era no solo esperanza, era alegría, era orgullo al poder decidir —después de diez oscuros años— a quién queríamos como presidente de la república y a quiénes como parlamentarios. Con ese sentimiento votamos por Rómulo Betancourt en diciembre de ese año y luego por Raúl Leoni en diciembre de 1963.

 

 

El voto entonces era obligatorio y se corría la especie de que quien no demostrara que había votado no podría solicitar distintos servicios públicos ni viajar al exterior.

 

 

El domingo 1º de diciembre de 1963, los cuatro hermanos Gamus en edad de votar fuimos a cumplir con ese deber a pesar de que nuestro padre había muerto tres días antes y debíamos guardar los ocho días de duelo obligantes para los judíos.

 

 

La elección de Rafael Caldera en diciembre de 1968 no fue esperanza ni castigo. Fue apenas dudosa por un virtual empate que se resolvió por la madurez política del candidato adeco Gonzalo Barrios y del presidente Raúl Leoni: preferible perder las elecciones que tener un presidente cuestionado. Esa decisión salvó la democracia y le permitió continuar por otros 30 años.

 

 

La elección de Carlos Andrés Pérez, en diciembre de1973, fue la apoteosis de una fiesta electoral como no se había visto antes. No solo por la ingeniosa publicidad que transformó a un personaje con cara y fama de policía —asociado con la represión policial contra la extrema izquierda alzada en armas y terrorista— en un cuasi deportista que saltaba charcos como un antecesor de Yulimar Rojas. Pero, además, con la promesa de gobernar con energía y mano dura contra delincuentes y afines.

 

 

La caminata de cierre de campaña, que comenzó en Catia y culminó en Petare (los dos extremos de la capital por si alguien no familiarizado con Caracas lee esta nota), fue algo nunca visto: una marea de cascos y banderas blancas con el logotipo AD.

 

 

La elección de Luis Herrera Campíns, en diciembre de 1978, tuvo más de castigo al gobierno dispendioso de CAP que de esperanza.

 

 

La presidencia se decidió por un margen relativamente pequeño de votos contra el candidato de Acción Democrática Luis Piñerúa Ordaz, quien debió soportar toda clase de burlas por no tener título universitario; pero, además, por haberle endosado especialmente el humor ácido de Luis Beltrán Prieto Figueroa la especie de que su libro de cabecera (de Piñerúa) era el Libro gordo de Petete de los programas infantiles. A los jóvenes que no vivieron esos tiempos les sugiero acudir a Google. En contraste, a Luis Herrera —quien además de abogado era un intelectual amante del arte y de la cultura en general— le favoreció vestirse como un campesino y hablar con refranes y modismos del pueblo llano.

 

 

Fue tan, pero tan malo ese gobierno —el que acabó con el bolívar fuerte y el dólar barato que hacía de la clase media y profesional venezolana la de mayor poder adquisitivo quizá en el mundo— que la esperanza renació, pero unida a sed de venganza con la elección de Jaime Lusinchi en diciembre de 1983. Para ese entonces quien esto escribe vivía en un edificio muy cercano al barrio Santa Cruz del Este. Alrededor de las 11 de la noche se produjo un estruendo y era el barrio entero con pailas, ollas, maracas y todo lo que hiciera ruido, que recorría las calles como una escuela de samba, celebrando el triunfo de Lusinchi y de AD.

 

 

A pesar de esa circunstancia, de la escasez de productos básicos en los últimos meses de su gobierno y del tópico Blanca Ibáñez, concluyó su mandato con una alta popularidad, pero, al mismo tiempo, con el inicio de la antipolítica que haría erupción en el segundo gobierno de CAP. Y con la declaración de guerra interna en AD entre lusinchistas y perecistas que se tradujo en el envío desde Miraflores a la Comisión de Contraloría de la Cámara de Diputados, presidida por la oposición copeyana, de documentos que probaban hechos de corrupción del gobierno de Lusinchi. El caso más curioso fue el de los Jeep comprados para la campaña de AD, es decir la que le dio la presidencia a Carlos Andrés Pérez y que luego sirvió para inculpar al gobierno del «compañero» Lusinchi.

 

 

La elección de CAP, en diciembre de 1988, fue de esperanza ciega. Podríamos decir que fantasiosa. Fue creer en el retorno de la Venezuela saudita que tantos criticaron pero muchos disfrutaron. La trágica revuelta de febrero de 1989 conocida como el Caracazo fue el punto final de la ilusión democrática. Fue el pistoletazo para dar la voz de partida a los «Notables» y a la antipolítica en general. Fue lo que permitió la llegada de Caldera II con su chiripero y la asombrosa votación que obtuvo La Causa Radical. Y fue la que, cinco años después, daría el triunfo a un teniente coronel, fracasado golpista. 23 años después de esa elección, los venezolanos hemos sido convocados a votar para elegir gobernadores, alcaldes y concejales, el 21 de este mes de noviembre de 2021.

 

 

Ni voto castigo —aunque debería serlo como nunca antes— ni voto esperanza, porque es difícil tenerla cuando votas en un país aplastado por una dictadura no solo tramposa, voraz y depredadora, sino además cruel y sanguinaria.

 

 

Pero con todos los factores en contra, al menos yo voy a votar e invito a mis lectores a hacerlo.

 

Votar es la única forma de protesta que nos queda, la única para mostrar que los opositores al régimen existimos, que no nos resignamos ni doblegamos. Que sabemos que no habrá nunca otra forma de cambio que no sea el voto. Que ese cambio no será fácil ni será esta vez cuando sucederá, pero sucederá.

 

 

Paulina Gamus
gamus.paulina@gmail.com
@paugamus
Venezuela 

La bola mecánica

Posted on: enero 22nd, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Llegar a la vejez con buena memoria es el mejor regalo para agradecer a Dios -los creyentes-  a los genes o simplemente a la buena suerte. Resulta que al comenzar este nuevo año en que se sumó uno más a los muchos míos, no sé por cuál extraña razón me vino a la mente la demolición del Hotel Majestic, ubicado frente al teatro Municipal de Caracas. El hecho ocurrió en 1949 cuando quien escribe apenas contaba doce años de edad.  Nunca estuve en ese lujoso hotel, estoy segura de que tampoco mis padres ya que no estaban a la altura de sus tarifas. Fue el hotel al que llegaron Carlos Gardel y otros grandes artistas. El ministro Alberto Adriani, creador de la frase “sembrar el petróleo”, lo tenía como residencia. Allí muy joven comenzó como pianista Aldemaro Romero y trabajó como mesonero Aquiles Nazoa. Todo esto lo obtengo gracias a Google porque creo no haber siquiera pasado por el frente de ese legendario edificio coronado por un fabuloso ángel dorado. En una entrevista concedida a PRODAVINCI, nuestro querido y admirado Rodolfo Izaguirre dijo: “Para los caraqueños de mi generación, el ángel del Majestic era el final de la infancia. Ahí termina mi infancia, así como la infancia de una ciudad, la inocencia de una ciudad.

 

 

Esa joya arquitectónica vivió apenas diecinueve años: 1930-1949. Toda Caracas acudió llena de curiosidad, quizá algo masoquista, para ver cómo una inmensa bola de concreto golpeaba sin misericordia el estupendo edificio hasta convertirlo en escombros, y ver rodar destrozado aquel ángel.

 

 

Ahora que lo medito mejor creo que la imagen recurrente del Majestic demolido por la bola gigante se debe a que solo fueron diecinueve años los que vivió ese edificio. Diecinueve años después era escombros. Diecinueve años es el tiempo que le ha tomado al chavismo-madurismo demoler a Venezuela con la misma saña y precisión de la bola de concreto que acabó con el emblemático hotel capitalino. En realidad son veinte pero para 2019  era muy poco lo que quedaba en pie.

 

 

El recuento de lo destruido llevaría varios tomos porque no hay ciudad, pueblo, autopista, carretera o avenida que no muestre el paso implacable de dos décadas de corrupción, ineptitud y desidia. ¿Podría alguien haber imaginado hace veinte años que solo Caracas, y eso con suerte según la zona, tendría energía eléctrica? ¿Qué el Zulia, primer productor de petróleo, estaría sin servicio eléctrico hasta doce  horas de cada día y sin gasolina?  Pero ahora que decimos petróleo ¿quién habría supuesto siquiera en sus pesadillas nocturnas que Petróleos de Venezuela, nuestra brillante PDVSA, sería una empresita marginal después de ser saqueada por los corruptos más voraces y despiadados que haya conocido nuestra historia.  ¿Y el agua? Ayyyy, el agua.  El país entero sufre de sed, Caracas es una ciudad privilegiada en la que se hacen excavaciones en casas y edificios, buscando pozos que permitan paliar la carencia de ese líquido que dicen es vida y que en realidad lo es.

 

 

¿La industria nacional? Sobreviven quienes han tenido el valor para desafiar atropellos y abusos e toda índole. Mientras las empresas nacionales han ido a la ruina, han cerrado por imposibilidad de subsistir o se han mudado de país, consumimos productos importados de Brasil y otros países de América Latina, pero más extravagantes aún, de Turquía y similares por remotos.

 

 

¿Puede haber algo tan doloroso como la destrucción del bolívar, nuestra moneda?  Ese bolívar que llegó a cotizarse en las casas de cambio de todo el mundo, es poco menos que inservible. El gobierno seudo  comunista y anti imperialista de Nicolás Maduro ha hecho del dólar norteamericano la moneda nacional.

 

 

¿Y la destrucción social? Más de cinco millones de venezolanos en el exilio forzados por el hambre y otros millones obligados a la mendicidad cuando esperan ansiosos que les llegue la cada vez más escuálida bolsa CLAP o alguno de los bonos inventados para el engaño y la sumisión.

 

 

Pasó 2019, año de esperanzas y expectativas que se esfumaron. Llegó 2020 y está en acción otra bola de concreto como la que destruyó al Majestic y como la virtual pero muy efectiva del chavomadurismo. Es la  de la oposición que critica a la Asamblea Nacional en conjunto sin ver que frente a 17 diputados vendidos y traidores, hay otros 100 que han resistido el billetazo del millón de dólares y han soportado golpizas y persecuciones para cumplir con su deber. Es la oposición que se queja de que Maduro aun esté en el poder pero olvida a los dirigentes políticos y militares presos. A los diputados obligados a huir del país y  a los partidos y dirigentes inhabilitados.

 

 

Es la Oposición que con su bola de concreto virtual se ensaña contra Juan Guaidó porque no ha cumplido con su objetivo de sacar a los usurpadores.  Esa bola que ya ha destruido otros liderazgos opositores, desconoce el valor de ese joven legitimado por casi toda la comunidad internacional, el líder que ha logrado mayor apoyo interno y externo. Inteligente, valiente e íntegro.  Nada ni nadie le ha hecho mayor favor a la dictadura de Maduro y su Cosa Nostra, que ese afán destructivo de cierta Oposición. 2020 es año de acontecimientos que pueden decidir si la dictadura continúa o recuperamos la libertad. Divididos, enfrentados, mirando más a la ambición personal que al interés colectivo, destruyendo liderazgos con acusaciones falsas ya sabemos lo que ocurrirá. Escombros como el Majestic y su ángel dorado en 1949.

 

 

Paulina Gamus

Prodavinci