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EEUU debería suspender sus importaciones petroleras de Venezuela

Posted on: febrero 28th, 2014 by Super Confirmado No Comments

Cuando Hugo Chávez ironizaba sobre el olor a azufre que todavía flotaba en el aire del recinto principal de las Naciones Unidas, un día después de haber disertado allí George Bush, no aclaró que el fuego del inferno donde habitaba ese diablo norteamericano estaba en gran medida alimentado por el petróleo venezolano.

 

Venezuela produce, principalmente en la cuenca de Maracaibo, un combustible fósil muy pesado y de mala calidad, que prácticamente sólo puede ser procesado del otro lado del Mar Caribe, en las refinerías estadounidenses de la costa del Golfo de México. Por esa razón principal las exportaciones del país gobernado por el chavismo adolecen de una enorme dependencia con el califican como su gran enemigo. Una postura éticamente muy discutible.

 

El régimen que anda pregonando la independencia económica y desarmando a diestra y siniestra cualquier intento de libre comercio con los EEUU es la nación que, junto con México, mantiene mayor relación de intercambio con la primera potencia mundial. Más del 50% de las exportaciones de petróleo venezolano tienen ese destino, lo que representa cerca del 15% de las importaciones norteamericanas. En los hechos, Caracas mantiene y sostiene lo que le niega y reprocha a sus vecinos regionales.

 

Tras la muerte del caudillo, su sucesor Maduro no pareciera haber registrado cambio alguno en esta materia. Por el contrario pese a su adherencia a rajatabla al manual del buen marxista, escrito esta vez con acento caribeño desde La Habana, sigue manteniendo este esquema. Lo que ocasiona la enorme inconsistencia de que aquel que se yergue como el principal enemigo del “imperio” y el abanderado de la lucha contra el “capitalismo”, continúa haciendo formidables negocios con su adversario. Gran paradoja que el antinorteamericanismo sea financiado por el propio consumo desmedido de los propios norteamericanos.

 

Por eso la llave de cualquier cambio de rumbo en el gobierno de Maduro la tiene el propio Obama. Impulsada por el verdadero boom del shale gas y del shale oil que está transformando a los EEUU de importadores netos de combustibles en exportadores netos, la Casa Blanca podría decidir presionar al Palacio de Miraflores con la suspensión de las importaciones petroleras hasta que se dé marcha atrás con las aberrantes violaciones de los derechos humanos y se liberen a todos los presos políticos.

 

Una decisión de este calibre sin dudas será escuchada y tenida en cuenta por el chavismo, que necesita imperiosamente de divisas frescas para poder financiar sus desaguisados internos. Altísima inflación, escasez de todo tipo de productos, gasto público creciente y descontrolado, devaluación eterna, una serie de situaciones que se agravarían aún más si los ansiados petrodólares dejaran de llover como maná del cielo. Lejos de haber alcanzado la industrialización y la autonomía económica tantas veces prometida, los más de 15 años de socialismo del siglo XXI han terminado en una dependencia mucho más grave respecto de las patologías consumistas de los “gringos” y sus enormes necesidades de combustible.

 

Venezuela no puede siquiera producir los alimentos básicos necesarios para su población. La impunidad de Maduro es temeraria. Al no recibir presión alguna de sus colegas de la región, más inclinados a apoyar a su amigo o correligionario que a hacer cumplir los principios y derechos humanos de los que se dicen abanderados, el chavismo sigue apretando la cuerda que ya está asfixiando a la oposición y a los movimientos juveniles que decidieron salir a protestar en las calles. La minimización de estos atropellos por parte de Cristina Kirchner y otros encumbrados líderes “progresistas” son más que representativos del pensamiento de los otros populismos latinoamericanos que gobiernan Ecuador, Bolivia y Nicaragua, pero lo que es más grave aún, de los socialistas de tipo europeo, más moderados y respetuosos de las libertades individuales en sus propios países, que rigen o regirán los destinos de Brasil, Chile y Uruguay.

 

Por eso la presión de los EEUU es clave. No debería tratarse de un nuevo embargo, con las consecuencias no deseadas que afectarían primordialmente a la población y que pudieran servirle a Maduro como un excelente pretexto para endurecer más su autoritarismo. Por el contrario, sería una decisión soberana de un país que decide terminar una relación comercial debido a razones extracomerciales.

 

De paso Obama ejecutaría un cambio importante en aquella doctrina o práctica norteamericana de tolerar cualquier tipo de abuso por parte de aquellos países que constituyen una fuente relativamente confiable y segura de petróleo. El primer presidente estadounidense de raza negra, cuya llegada a lo alto del poder mundial generó una ola de esperanza en todas partes, con esta medida podría marcar un antes y un después en las relaciones con la región. Señalar un importante precedente que fuera tenido en cuenta por cualquiera que intente violar en el futuro los derechos humanos elementales.

 

Los EEUU debería mantener esta decisión hasta tanto Maduro terminara con la represión a los movimientos opositores y decidiera liberar a sus prisioneros políticos, incluyendo a Leopoldo López. Las nuevas posibilidades de producción interna le permiten darse ese lujo y de paso contribuir decididamente a la democracia venezolana y a la libertad de millones de seres humanos. Obama puede hacerlo, ojalá lo haga.

 

Por Luis Rosales

El fascista no es Leopoldo

Posted on: febrero 19th, 2014 by Super Confirmado No Comments

En Miami, donde me encuentro presentando Francis. A Pope of Our Time, la biografía en inglés del Papa Francisco que escribí especialmente para éste, el mercado editorial más grande del mundo, estuve pensando bastante cómo titular esta nota. La tentación de utilizar el significado del apellido del presidente venezolano siempre es grande. Ya lo hicimos antes, cuando apenas asumía su controvertido mandato, decíamos: “El plan de los Castro para la América Latina, ya está Maduro”… Y los hechos posteriores muestran que no nos equivocamos.

 

Siguiendo el manual del buen marxista, el sucesor de Chávez pareciera estar tensando la situación para intentar generar las condiciones necesarias a fin de poder instalar la llamada “dictadura del proletariado”, instancia imprescindible para derivar luego en la utopía socialista de la que él siempre estuvo convencido. Todos los países que experimentaron gobiernos de este tinte siguieron más o menos el mismo camino.

 

La Unión Soviética, sus naciones satélites de Europa del Este, Vietnam, Camboya, Corea del Norte, los experimentos africanos, Cuba y sigue la lista. Siempre se sostuvo que una vez que llegan al poder, aunque lo hagan por elecciones libres, no se van nunca por medios democráticos. En aras de la transformación de la injusta y para ellos perimida sociedad burguesa y capitalista, suprimen libertades individuales, asfixian a la prensa independiente, nacionalizan y estatizan la economía y hasta suspenden las elecciones o las transforman en verdaderas parodias dominadas por el partido único de gobierno.

 

El problema es que esta visión revolucionaria, las nuevas burocracias socialistas siempre tienen un buen pretexto o una buena amenaza para seguir aferrados al poder y nunca se dan las condiciones suficientes para terminar con esa etapa transicional de gobierno autoritario. Se reemplaza un sistema imperfecto por otro mucho peor, plagado de abusos, autoritarismo, ineficiencia económica, corrupción y mayores desigualdades. En el mundo entero todos los casos terminaron igual. Venezuela, en la que los bolivarianos nunca aplicaron esta receta en extremo en vida de Chávez, ahora con Maduro no parece ser la excepción.

 

La patria de Bolívar vive hoy días muy tristes y complicados. La paciencia de millones de sus habitantes ha llegado a un límite peligroso. El gobierno, en vez de poner paños fríos y descomprimir, alienta y alimenta el conflicto. Un país partido en dos, que trágicamente se encamina hacia situaciones por nadie deseadas. Maduro llegó al poder en unas elecciones muy controvertidas. La mayoría de los líderes opositores, como también sus seguidores y votantes, están convencidos que se las robaron impunemente, demostrando una vez más que es muy difícil que un marxista reconozca una derrota electoral.

 

La insoportable presión de los medios oficialistas que ahora son la enorme mayoría, sumado a los militares, leales al chavismo y armados hasta los dientes y una Justicia absolutamente imparcial y prostituida, hizo que finalmente se dejaran de lado todas las quejas y denuncias de fraude. La muy rápida decisión de la comunidad de naciones sudamericanas de reconocer a Maduro sin ninguna objeción también alimentó esta sensación de desprotección y desamparo que experimentan millones de venezolanos.

 

Durante los meses siguientes, la oposición fue tomando diferentes perspectivas respecto de este asunto, todo agravado por la espiral casi explosiva de crisis económica con altísima inflación combinada con un crecimiento alarmante de la inseguridad ciudadana. Los más moderados, encabezados por el gobernador del Estado de Miranda y ex candidato a presidente Henrique Capriles, creen que con el diálogo lograrán convencer al gobierno de enderezar el rumbo y piensan que podrán eventualmente derrotarlo y reemplazarlo a través del voto popular.

 

Los más radicales, representados por Leopoldo López, sostienen un curso de acción diferente. Considerando que el régimen es ilegal desde su propio origen y viendo que en vez de avanzar hacia soluciones lógicas de estos gravísimos problemas, el presidente Maduro redobla la apuesta, recurren a la protesta ciudadana para conseguir los mismos objetivos. Menos confiados que sus otros aliados, están convencidos que sin una presión fuerte Maduro no reaccionará y nunca entregará el poder por más que se le sigan ganando elecciones.

 

Conozco a Leopoldo López desde hace años. Desde cuando era alcalde del Chacao, uno de los municipios en que se divide el Gran Caracas y yo asesoraba como consultor político en una de las tantas elecciones presidenciales en las que con bastante transparencia Chávez reafirmaba su liderazgo nacional. Puede considerárselo como una víctima importante del chavismo. En una práctica muy extendida del régimen, López, una de las tres personas más populares de la política venezolana, fue proscripto para ejercer cargos públicos, en un muy controvertido fallo judicial, por causas irrelevantes, justo cuando las encuestas lo mostraban como el sucesor natural de Chávez, aun por encima de Capriles.

 

Desde entonces supo esperar y dar pasos al costado. Cuando era evidente que ni siquiera la fuerte declaración de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contraria a su proscripción haría cambiar de opinión al gobierno, dejó de competir en las primarias por la presidencia y sumó sus fuerzas a las del quien terminara siendo el candidato opositor único. A pesar de que ahora el Presidente lo califica de fascista, construyó un partido moderno y progresista, que muchos consideran de centroizquierda democrática. Leopoldo es un dirigente preparado y profundamente democrático. Nada que ver con ese monstruo violento que la enorme maquinaria de la propaganda oficial quiere mostrar.

 

López, quien estuvo varias veces en la Argentina denunciando los abusos del chavismo, ejerce un liderazgo muy potente entre los jóvenes y los estudiantes, verdaderos protagonistas de estas revueltas y protestas ciudadanas. Hartos de lo que ellos consideran abusos, mentiras flagrantes y errores garrafales del gobierno decidieron tomar la calle.

 

En una actitud parecida a lo que sucediera en Egipto y que terminara con los 30 años de la autocracia de Mubarak, desafían por igual a los policías y las bandas paramilitares chavistas, armadas (en todos los sentidos) desde hace años por el propio gobierno como forma de imposibilitar una hipotética invasión norteamericana. La reacción y represión del gobierno fue absolutamente desmedida.

 

El tiempo dirá si el futuro próximo nos permite seguir relacionando a Caracas con El Cairo, o si por lo contrario, el gobierno de Maduro se decide a escuchar el reclamo, dejar de reprimir, permitiendo que la situación comience a normalizarse. Por el bien de toda la región y por la paz de nuestra tierra hermana y querida de Venezuela, todos esperamos que el presidente Maduro finalmente recapacite y cambie.

 

 

Por Luis Rosales

A Paraguay sí, a Venezuela no

Posted on: abril 23rd, 2013 by Super Confirmado No Comments

Los paraguayos votaron y eligieron. Claramente se impuso el candidato colorado y con esa decisión culminaron cinco años de gobierno de lo que durante décadas constituyó la oposición al régimen de partido único. Vuelven los seguidores de la organización que le dio sustento a la dictadura de Stroessner y sus abusos. Sus nuevos dirigentes, incluyendo al Presidente electo, deberán demostrar claramente que han aprendido las lecciones y que se han transformado en una fuerza democrática y plural.

 

Paraguay tiene una serie de asignaturas pendientes muy graves que pareciera que nadie está en condiciones o tiene la real voluntad de superar. Con mucha esperanza se creía que la llegada de alguien muy especial, como Fernando Lugo, permitiría revertir esta tendencia. La realidad demostró que no sería nada fácil. La pobreza endémica y estructural que afecta a un porcentaje muy grande de la población, la corrupción casi crónica y muy arraigada, la deficiente infraestructura y una muy débil institucionalidad se mantuvieron casi constantes.

 

Una situación que viene de largo si tenemos en cuenta que aquel dictador de origen alemán alguna vez expresó que en su país no había pobres, lo que motivó el chiste en secreto y clandestino de añadirle a su frase que estaban todos viviendo en el gran Buenos Aires. Una forma humorística y algo cínica de señalar la tragedia de miles de sus compatriotas, que sin encontrar contención en su propia tierra, tuvieron que emigrar hacia otros países.

 

Los historiadores responsabilizan a la Guerra de la Triple Alianza como causa original del declive pronunciado que viviera esta nación durante todo el siglo XX. Fue el enfrentamiento armado con la Argentina, Brasil y Uruguay el que provocara la casi total extinción de toda una generación de hombres, situación de la que nunca pareciera haberse recuperado. Se sugiere que el desarrollo relativo y la independencia de criterio que Asunción demostraba en aquellos tiempos, producto tal vez de la particular forma de desarrollo que viviera en tiempos de la colonia gracias a la acción de las misiones jesuíticas, provocaba preocupación en Buenos Aires y Río de Janeiro. Sobre todo chocaba con las ansias expansionistas imperiales de la familia Braganza.

 

La agenda del nuevo presidente es enorme. Paraguay necesita volver a ser una parte plena de la región, después de las suspensiones decididas por el Mercosur y la Unasur como consecuencia de la remoción legal, pero de dudosa legitimidad, del obispo presidente Lugo. No puede vivir a espaldas de Brasil y la Argentina, ni por su mediterraneidad, aislarse del resto del subcontinente. Ahora es tiempo de que sus vecinos levanten las sanciones y cumplan con su palabra. El pueblo paraguayo se ha pronunciado y los demás deberán escucharlo y respetarlo.

 

Al Paraguay se le dio un trato muy diferente que a Venezuela. El muy estricto celo institucionalista que inspirara estas sanciones internacionales no se vio en el apuro y la vista gorda puesta de manifiesto en las innumerables alteraciones al orden constitucional devenidos de la enfermedad y muerte del comandante presidente Chávez, ni en las dudas y observaciones a la legitimidad de la asunción de sucesor Maduro.

 

Es bueno que la región fiscalice y se preocupe por las formas como en el caso de la salida de Lugo. Constituye una garantía para todos los sudamericanos que tanto hemos sufrido de alteraciones al orden constitucional y que tanto hemos luchado por el respeto de la voluntad popular. Pero sería imprescindible y muy sano para el futuro, que el mismo celo se aplique en el caso de Venezuela. No vaya a ser que no se trate de una auténtica convicción, sino que todo sea sólo un método de presión para ayudar a los gobiernos de los amigos.

 

Fuente: Infobae

Por Luis Rosales

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