¿Cómo entender la reunión de Shannon con Diosdado?
Es la pregunta de la semana.
En Caracas y en Washington. Hasta en CNN se la hacían. Y no es para menos. En el sorprendente encuentro de Haití estaban fotografiados el sábado de la semana pasada, nada más y nada menos que un apagafuegos profesional de Washington, el señor Thomas Shannon, y el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Diosdado Cabello, presuntamente investigado en y de Estados Unidos, por una acusación dura.
Y tanto aquí como allá, confusión fue (o es) la palabra clave.
Hay que ver cómo le han dado con todo a Cabello, sin hasta el momento una sola prueba.
Lo que obligatoriamente hace surgir la interrogante: ¿Cómo poder entender (o imaginar) que uno de los más altos funcionarios del presidente de los Estados Unidos, el consejero del Departamento de Estado, señor Thomas Shannon, a la luz de las informaciones existentes –al menos desde lo difundido mundialmente por ABC de España, The Wall Street Journal y The New York Times– pueda reunirse con el señalado Cabello?
Sí, hay que reconocerlo. Es un juego duro este de la política, y sobre todo para tanta gente bisoña, o que al menos no sabe cómo jugarlo.
Con razón veteranos líderes como Rómulo Betancourt o Jóvito Villalba, por nombrar a solo dos de ellos, decían ante eventos tan aparentemente insólitos como éste, que la política la inventó el Diablo.
¿Se imagina, amigo lector, a Shannon reuniéndose por ejemplo con Pablo Escobar, Jorge Luis Ochoa o Gonzalo Rodríguez Gacha, o el miembro fundador del Cartel de Medellín Carlos Lehder, extraditado a Estados Unidos y condenado a cadena perpetua por más de 135 años, aunque su pena se redujo a 55 luego de colaborar con la justicia estadounidense?
No.
Es imposible. Jamás ocurrió. Entonces, la otra pregunta: ¿Es Cabello culpable?
Parece una ironía. Es el Gobierno de acá el que tiene esa manía truculenta de acusar al otro de lo que sea, de traidor a la Patria, de asesino, de cualquier barbaridad, sin presentar la menor prueba.
El combustible frente externo
Hace unos meses, en marzo, en una audiencia del Senado, altos funcionarios estadounidenses reiteraron la “profunda preocupación” de Washington por la situación venezolana, y defendieron las medidas impuestas como una manera de “resaltar” la “inaceptable” conducta venezolana. Y el subsecretario adjunto para Sudamérica y Cuba, Alex Lee, hizo tres afirmaciones contundentes.
“Los sancionados son siete individuos venezolanos muy emblemáticos que claramente tienen vínculos importantes con las violaciones de los derechos humanos o la corrupción del país”, dijo. Dejando en el ambiente la impresión de que la orden ejecutiva que abrió la vía a tales medidas permitía que estas fueran ampliadas en el futuro a otros funcionarios, aunque no parecía que fuera a ocurrir de manera inmediata.
Sin mencionar a Cabello, aunque el senador republicano Marcos Rubio (uno de los investigadores de las sanciones), leyera un listado de funcionarios “sancionables” que sí le incluía.
La idea, acotó Lee, era/es “combinar” unas sanciones que Washington considera justificadas con la búsqueda de alianzas en la región para lograr convencer a las autoridades venezolanas de que celebre este mismo año elecciones legislativas aceptables y verosímiles, y así evitar que se repitiera una tirante situación como la de las presidenciales del 14 de Abril que aún no sabemos como entrarle.
Unos “resultados electorales, creíbles, podrían reducir las tensiones en Venezuela”, dijo, dejando bien claro que Washington había enviado mensajes a sus socios regionales (todos los presidentes del hemisferio) para que “animen a Venezuela a aceptar una misión de observación electoral internacional robusta, que use estándares internacionales aceptados” para su evaluación.
De manera que, dejando el garrote atrás, la ofensiva diplomática comenzó en marzo pasado, colocándose en el tablero la línea de que “ahora es el momento de que la región trabaje de manera conjunta –y en esto Cuba se incorporaba, obviamente, dice uno– para ayudar a Venezuela a trabajar hacia una solución democrática a los desafíos que afronta el país”.
Recordemos que se había reabierto el diálogo de la normalización de las relaciones con la Cuba de Raúl Castro, y se estaba ante la Cumbre de Panamá. Y que Venezuela geopolíticamente comenzaba a colgar de un hilo.
Ante las sanciones, se subrayaba la imposibilidad de Maduro de responder (porque no pudo o porque no quiso) con una represalia “proporcional” al nuevo desafío de la Administración de Barack Obama. Optando –arrinconado en el exterior–, por darle apenas otra vuelta de tuerca al control que desde entonces ha intentado sobre nuestro atribulado frente interno.
Una presión de 800 atmósferas se había iniciado.
Maduro pide a Washington una reunión y Kerry envía a Shannon, invitado por Venezuela, y lo trascendido es vox populi: se le preguntó al Gobierno qué quería, y el Gobierno habría dicho: una buena relación con ustedes y que nos quiten de encima las sanciones. A lo que Shannon habría respondido: “lo de las sanciones no puede ser, pero lo de la relación sí, y desde la relación podemos trabajar las coincidencias y las diferencias”.
Quedando entre paréntesis muy claro para Washington dos cosas, una, que lo dicho por Cabello en aquel entonces en defensa de Maduro ante Estados Unidos con un lenguaje duro hasta la casi procacidad, había sido sólo un imperativo desde su propio interés, no el del Gobierno, porque se sentía amenazado. Y dos, que la posición de Maduro era “más programática”.
Con lo que, desde entonces y desde Washington, se esquilma aquí, aquí y aquí.
El combustible frente interno
Los avatares de la crisis expresan cambios muy tangibles, y no sólo en las encuestas entre civiles, la cuales marcan records de caída en el apoyo al Presidente y su Gobierno; también lógicamente en esta ausente Fuerza Armada. Que como todos los estamentos venezolanos, tiene su opinión de Maduro.
Se corrió la voz incluso, que se juega sobre seguro, y que todos los familiares de la más alta cúpula del gobierno tienen ya casa en Cuba.
¿También Cabello?
Ante este blackout informativo, casi por señas se entiende uno. Por ejemplo, existe la versión de que los asesores de Diosdado le habrían instado a dar un paso al frente. Las reacciones iniciales de Maduro ante las graves acusaciones de The Wall Street Journal, habrían sido muy frías. Ante lo que Cabello habría reaccionado. Siempre se apela al instinto de conservación. Después de la muerte de Chávez, en los peores momentos de Maduro, Cabello siempre estuvo ahí. Tras el resultado del 14 de Abril, y luego frente a los sucesos del 2014.
Cabello es un hombre franco.
Y luego aparece como partenaire de Thomas Shannon en la foto de Haití.
Ah. Pero junto a la canciller.
¿Qué pasó?
¿Quién o quiénes dirigen el juego y el fuego contra este hombre? ¿No y que no podía salir de Venezuela so pena de que le pusieran los ganchos inmediatamente? Salió de aquí, se fue hasta donde Lula y en un momentico se vio con Dilma Rousseff, la jefe de Estado de Brasil, un Brasil en el que Thomas Shannon ha sido embajador, del 2009 al 2013, y que ha jugado un papel dicen que muy sigiloso e importante en el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y la Cuba de Raúl Castro.
¿Qué está negociando el hombre de El Furrial? ¿O es que nadie se ha dado cuenta del impacto que desde su segundo estadio de poder, sea cual sea, ha dado al primer estadio, dejando a Maduro aún más gris y aún más neutro?
¿Qué se negocia entre Cabello y Shannon?
¿Qué piden los gringos?
¿Qué pide él?
CRÁTERES
Cuando están a punto las listas cerradas de la MUD y el total apoyo al uso de la tarjeta única en las próximas parlamentarias de ¿Septiembre? ¿Diciembre?, sólo Voluntad Popular se opone a ella después de ser el primero en empujarla desde antes. Se ponen de manifiesto aquellos que buscan salir (como en el PSUV) en unas regiones en son impuestos por alguno que otro acuerdo político, y están a punto de lanzarse en paracaídas: Alfonzo Marquina en Lara, Henry Ramos en Caracas (siempre Emilio Rondón por Anzoátegui, fue por Carabobo), José Antonio España por el Delta, Luis Emilio Rondón por el Delta, Timoteo Zambrano por el Zulia, Tomás Guanipa por Caracas y Freddy Guevara por Miranda, hasta ahora.
Y valdría una reflexión en torno a esto. Todo el país sabe, y los partidos y sus dirigentes supuestamente también, que vivimos una coyuntura ante las parlamentarias, de urgente necesidad de regeneración política y democrática, tan horadada por el autoritarismo y la corrupción, que han expandido la desconfianza. Entonces, ¿no hay consciencia aún a pesar de la crisis, de que con sus listas cerradas y bloqueadas aunque sea parcialmente, se evita el empoderamiento de los ciudadanos y se impide la regeneración democrática, como señalaba en España Felipe González ante la situación de una muy crítica desconexión popular que mantiene en jaque a los dos principales partidos de gobierno, el PP y el PSOE?
Se denomina endogamia ((del griego Endon“dentro”, y Gamos, “casamiento”) al matrimonio entre personas de la misma casta, raza, comunidad o condición social. O lo que es lo mismo, a la selección de profesionales entre los mismos de la profesión o entre los que le son muy cercanos, de manera que no se permite la entrada de personas ajenas al mismo.
Siempre se ha creído, como ha dicho Felipe González, que hay que valorar desde el punto de vista democrático, esa afirmación que uno oye de que la democracia interna de un partido (de haberla) importa más que los resultados electorales. Y más en una situación tan grave como la nuestra. Obligando a una pregunta: ¿Puede la necesidad interna de una dirigencia partidista para mantenerse en un puesto y no soltarlo, estar en contra o ser prioritaria sobre la democracia de los venezolanos con sus votos?… “Si es así, señalaba alguien, lo que elegimos dentro está alejado o en contradicción con lo que los ciudadanos están esperando de nosotros”. Lo que obligaría a desbloquear las listas para devolver a los ciudadanos el poder de decidir quienes son los candidatos que prefieren o rechazan de los que presentan los partidos.
Hay quien resuelve esto con a dedazo Los del PSUV, desde los tiempos de Chávez y ahora desde el Gobierno, lo han decidido así, y por eso se mantienen en una unidad a la cañona, cuasi militar y recia, con gran esfuerzo y amedrentamiento, y hasta con purgas continuas. Para mantener un liderazgo que de lo contrario se disolvería, si quien lo ejerce no tuviera la potestad de designar quién será el candidato y cuándo. Lo que en el caso de la oposición, ha alejado a los ciudadanos y mutilado la identidad política que están luchando por construir, mantener o recobrar.
Y hay que evitar la confusión que produce tener los votos del partido con tener los de la ciudadanía. Una confusión que, como todos saben, por experiencias anteriores, ha hecho desaparecer, parcial o totalmente, a los partidos que preexistieron, y que al parecer sólo se pone de manifiesto después de las derrotas. Por lo que habría que jerarquizar la necesidad que tienen los partidos de recuperar, urgentemente, con las personas adecuadas su voluntad, si es que la hay, de representar a las mayorías. Y no resignarse a perderlas.
Superar las tentaciones endogámicas y controladoras, y apoyar la gran oportunidad que se nos está ofreciendo en estos días de personas y proyectos que lleguen a la mayoría social que espera respuestas, desde las localidades y regiones.
Luis García Mora