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Bienvenidos, inmigrantes

Posted on: abril 29th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

La sociedad uruguaya actual es una refundación de la hispanocriolla, a la que en el final del siglo XIX y la primera mitad del XX se le sumaron enormes contingentes españoles, italianos, amén de otros más pequeños cuantitativamente, pero muy influyentes, como libaneses, judíos, valdenses, armenios… De esa amalgama nace el Uruguay moderno del siglo XX, el que desde José Batlle en adelante consolida su democracia y construye un Estado de bienestar que fue pionero en América.
Naturalmente, esos inmigrantes simplemente huían de una Europa o un Medio Oriente ensangrentado por guerras y degradado por la pobreza. En general, tenían una muy vaga idea de lo que se iban a encontrar, pero su urgencia era alejarse, dejar atrás la amenaza de la guerra, con sus «levas» de gente para ir a morir en las trincheras, o esa vida sin horizonte de los pequeños campesinos gallegos o genoveses. El momento trágico de la Segunda Guerra Mundial fue el último gran empuje, con judíos perseguidos e italianos y españoles que se alejaban de las miserias de aquel tiempo, atraídos por sus familiares ya instalados.

 

 

El hecho es que su aporte fue fundamental. Pacificada Europa, enriquecido el mundo del norte, el flujo cesó. Tampoco podíamos ofrecer mejores perspectivas que aquellas a las que allá podían acceder. Los años 60 y 70 se hicieron muy difíciles en Uruguay. La violencia política, guerrillera, primero y militar, después, produjeron una emigración importante.

 

 

 

Ahora nos encontramos con la sorpresa de un nuevo fenómeno inmigratorio, pero esta vez de raíz latinoamericana. El desencanto de cubanos, la desesperación de venezolanos y la pobreza de dominicanos ha llevado a que se genere un flujo hacia el sur, que desde Chile a Uruguay viene refrescando nuestras envejecidas sociedades con el aporte de gente joven, deseosa de trabajar y armar —o rearmar— sus familias en países que sienten acogedores. Entre nosotros, ese sentimiento aflora espontáneamente no bien se converse con ellos.

 

 

 

Es realmente muy bueno para el Uruguay que eso ocurra. En general, el inmigrante es joven y eso ayuda a los sistemas de seguridad social y al mundo laboral. Quien llega de afuera agradece la hospitalidad y su talante amable hoy se aprecia claramente en cualquier lugar de acceso al público donde nos aparece un camarero de restaurante venezolano o una vendedora de comercio cubana.
Las residencias otorgadas oficialmente son unas 30 mil en los últimos tres años, pero con tendencia creciente. Aquellos que se hagan un lugar seguramente atraerán a otros y ya se dan fenómenos tan peculiares como el de Santa Rosa, en Canelones, con 200 cubanos, o el del Club Wanderers, con una barra venezolana de 130 hinchas, que siguen fielmente al club bohemio; se integran así a nuestra sociedad desde la actividad más popular.

 

 

La escuela pública registra hoy esa presencia. En Montevideo este año se inscribieron 843 niños extranjeros, especialmente en las escuelas del Centro, donde su presencia se hace muy visible. El mayor contingente, un 38%, es venezolano.

 

 

El Uruguay así se enriquece. No olvidemos que algo así como el 90% de nuestra población no tuvo sus antepasados en la época colonial o de las luchas por la independencia. Fuimos un país abierto y felizmente lo seguimos siendo, ahora no solo como actitud sino como receptores de gente de carne y hueso que viene aquí a hacer su vida. Sentir recelos frente a quienes llegan sería negarnos a nosotros mismos, traicionar a nuestros abuelos o bisabuelos, que pudieron fundar familias en esta tierra de aspiraciones igualitarias.

 

 

No ignoramos que ya aparecen voces quejándose de que hay desocupación y que esta gente disputará el mercado. Este razonamiento, tan falso y egoísta como los de Donald Trump, debiera reconocer que no estamos ante un fenómeno que supere el 2% o 3% de la población activa, que si esta gente consigue trabajo, es por su mérito y no porque venga a ser explotada, que además hasta plantean una sana competencia en sectores de prestación de servicios donde la actitud es fundamental. Nuestro mercado laboral es muy reglado —hasta en demasía—, de modo que no es pensable que van a trabajar en condiciones irregulares (más bien lo contrario, ya que desean, y necesitan, formalizarse).

 

 

 

La escuela pública uruguaya vuelve a ser lo que fue con José Pedro Varela: el crisol en que se fundieron los diferentes. Ahora no hay ni diferencias de idiomas, apenas los matices de las regiones hispanohablantes que enriquecen aún más el habla popular.

 

 

En medio de tantos males que nos afligen, este proceso es de lo poco esperanzador que muestra una sociedad donde la droga, el narcotráfico, la violencia y la fractura social en barrios pobres hieren nuestro histórico sentimiento de solidaridad.

 

 

 

Julio María Sanguinetti
Abogado, Historiador y Escritor. Fue dos veces presidente de Uruguay.

 

Angustias post-populistas

Posted on: diciembre 30th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Argentina y Brasil luchan por salir del desastre político y la corrupción económica heredada

 

 

Brasil y Argentina dejaron atrás sus Gobiernos populistas, pero no por ello dejan de vivir en medio de zozobras. Tras la década de mejores precios internacionales de la historia conocida (2003-2012), con Gobiernos que dilapidaron los enormes excedentes de la bonanza, no es fácil luego equilibrar las cuentas ni, mucho menos, retomar un crecimiento genuino. Como dice el personaje de Carlos Fuentes en La silla del águila, los pueblos juzgan más por lo que ven que por lo que comprenden y hoy observan, más que la herencia recibida, su difícil administración.

 

 

El Gobierno de Macri, emanado de elecciones limpias, con un buen equipo ministerial y un estilo abierto de diálogo político, cumple ya su primer año con un buen balance. Enfrenta, sin embargo, el creciente ruido político provocado por las elecciones parlamentarias del año venidero, que llevarán todo un año de campaña.

 

 

 

De las Administraciones kirchneristas se heredó un desastre: un default de deuda externa largamente estirado, unas tarifas públicas viciadas por gigantescos subsidios, un mercado cambiario encepado, el Estado distorsionado en sus estructuras y hasta un instituto oficial de estadísticas organizado para mentir. En este primer año, de todo eso se salió. Y también se restableció un clima político que estaba quebrado por la intolerancia del constante arrebato retórico de la señora Kirchner contra los “conspiradores” de adentro y de afuera, que en el mundo entero intentaban “desestabilizarla…”. La prensa se liberó de intolerables presiones, como las ejercidas sobre Clarín.

 

 

 

No es poca cosecha, entonces. El problema es que se creó la expectativa de una retomada rápida del crecimiento y una mejoría de la enorme deuda social (30% de pobres). El país creyó que era más fácil salir del desastre, cuya magnitud no fue difundida claramente. Se va en buen rumbo, pero las inversiones que se esperaban vienen llegando a ritmo lento, ningún gran producto de exportación mejora, el mercado brasileño sigue planchado y el chino crece a menor velocidad.

 

 

 

La cuestión es que los reclamos aumentan cada semana que nos acercamos a la elección y el Gobierno, sin mayoría parlamentaria, debe hacer malabarismos. La gran incógnita, a su vez, es qué ocurrirá con el peronismo, si se reunificará o si el sector moderado intentará acabar con el kirchnerismo, cuya corrupción ha quedado en evidencia con una flagrancia sin precedentes: la filmación de un ministro, en la madrugada, saltando la verja de un convento para esconder paquetes con millones de dólares que iban entrando las nobles monjitas, superó todo lo conocido…

 

 

 

Los juicios han llevado a la cárcel a ministros y parlamentarios relevantes del Gobierno brasileño

 
La situación brasileña es bastante peor. La caída de su enorme economía (séptima del mundo) sigue inexorable: 3% este año, sumado a otro 3% en 2015 y a otro registro negativo en 2014. Su último gran año fue 2010 (7,5%) en medio de la bonanza internacional, pero a partir de allí el mal manejo de la economía en el segundo Gobierno de Lula y el corto lapso de Dilma, llevó a una progresiva caída. El PT, luego de una primera Administración de Lula razonable, se embriagó del afán de perpetuarse y organizó una maquinaria depredatoria del Estado, basada en la gran empresa petrolera (Petrobras). Se arreglaban las licitaciones a cambio de sobornos, hasta un límite no conocido. Los juicios han llevado a la cárcel a ministros y parlamentarios relevantes del Gobierno, junto a los mayores empresarios, que procuran mejorar su posición judicial ofreciendo delaciones privilegiadas. Estos días los titulares de la gran empresa constructora Odebrecht se han comprometido en los tribunales a devolver 2.000 millones dólares y seguir denunciando a los políticos que sobornaban.

 

 

 

La debilidad está en que la tarea de limpieza la debe hacer un Gobierno presidido por un vicepresidente asociado a la anterior Administración, que asumió hace seis meses después del juicio político a Dilma Rousseff. Ello ha facilitado la movilización del PT en su contra y un indisimulado apoyo de los movimientos de izquierda internacionales.

 

 

 

Lo reconfortante es que en la última elección de gobernadores y municipios, el PT fue barrido en todas las grandes ciudades y perdió San Pablo ante un candidato del PSD (el partido de Fernando Henrique Cardoso, Serra y Aécio Neves). Lo malo es que los juicios no terminan, por sospechas han caído ya seis ministros y la economía no remonta. Temer encara su Gobierno con la idea de ser una transición y de ordenar financiera y administrativamente el país. Lo viene haciendo, pero en medio de huracanes, rayos y centellas.

 

 

 

Julio María Sanguinetti fue presidente de Uruguay.

Petróleo sí, petróleo no

Posted on: agosto 31st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Las primeras noticias fehacientes sobre la prospección de petróleo en el mar han sido negativas en Uruguay. Se les reprocha —con razón— a algunas figuras del oficialismo, como el vicepresidente, haber anunciado triunfalmente que se encontraría con seguridad y que él, solitariamente, había defendido siempre esa perspectiva

 

 
Abogado, Historiador y Escritor. Fue dos veces presidente de Uruguay.

 

 
Las primeras noticias fehacientes sobre la prospección de petróleo en el mar han sido negativas. Para variar, se han desatado los debates consiguientes, se les reprocha —con razón— a algunas figuras del oficialismo en Uruguay, como el vicepresidente Raúl Sendic, haber anunciado triunfalmente que se encontraría, con seguridad y que él, solitariamente, había defendido siempre esa perspectiva. Pretendía por esa vía mejorar su difícil posición en el affaireAdministración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (Ancap), pero una vez más le ha salido el tiro por la culata.

 

 
La verdad es que la empresa Total fue muy cauta siempre y no alimentó ningún triunfalismo. En la reunión en la que el Presidente invitó a los ex Presidentes, sus representantes dijeron claramente que lo único cierto es que había en ese lugar un reservorio, pero que podía haber gas, petróleo, agua o nada. No cabía, entonces, ningún optimismo publicitario, pero no faltaron quienes, esfumadas ya sus promesas electorales, encontraron en el «descubrimiento» la renovación de las generosas ofertas.

 

 
Caída esa expectativa, el Gobierno anuncia que seguirá el intento de la búsqueda de hidrocarburos como si dependiera de su voluntad. La realidad dice que son las empresas las que tendrán que decidir si siguen haciendo perforaciones por su cuenta y su riesgo, con avatares como el presente. Decir «seguimos» no es novedad alguna, porque en nuestro país desde hace cincuenta años se ha procurado, una y otra vez, acercarse a la riqueza escondida del oro negro. Es más, como ministro de Industrias me correspondió llamar y adjudicar la licitación del primer relevamiento geofísico de la plataforma continental, que llevó a cabo la empresa francesa Compagnie Générale de Géophysique. Mediaron luego varios intentos y este último comenzó en el Gobierno del doctor Jorge Batlle, de modo que ha existido, en esa búsqueda, una saludable continuidad del Estado.

 

 
Seguimos pensando hoy lo que dijimos en las reuniones de la residencia presidencial de la avenida Suárez: que es necesario que el país legisle para la eventualidad de la aparición de hidrocarburos a fin de impedir los excesos que tantas veces han ocurrido en el mundo. La idea predominante en esas reuniones con el Presidente fue la que hasta hoy sigue siendo la mejor: establecer un manejo independiente, con un sistema de tipo noruego, en que la renta petrolera se conserva y sólo se invierte, en destinos específicamente establecidos, el producido de ese capital. En una palabra, impedir un despilfarro como el que hizo el Gobierno frentista en la década de los grandes precios agrícolas internacionales, que expandió el gasto para ganar la elección y sacrificó la inversión que hoy se nos demanda. Esa bonanza, que difícilmente vuelva a repetirse, fue la oportunidad perdida de reducir drásticamente la deuda externa, invertir en infraestructura de comunicaciones y en innovación tecnológica. Poco o nada se hizo y las facturas hay que pagarlas ahora.

 
Todo esto requiere sobriedad, seriedad y paciencia. Si hubiera aparecido petróleo o gas, se hubieran precisado entre cinco y diez años para que se produjeran beneficios. Nada debía alimentar esos triunfalismos demagógicos que nos envolvieron. Del mismo modo que hoy no se puede minimizar el fracaso de esta profundísima prospección. Las compañías internacionales son las que dirán hasta dónde llega su interés y su capacidad de riesgo, algo que estuvo claro desde el principio.

 

 
Por nuestra parte, como país, deberíamos completar la legislación propuesta y aguardar a que aparezcan interesados. Sin alharacas ni demagogia.
El autor es abogado, historiador y escritor. Fue dos veces presidente de Uruguay.

 

 

 

Julio Sanguinetti
 Abogado, Historiador y Escritor. Fue dos veces presidente de Uruguay.

La ética de la derrota

Posted on: diciembre 7th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

En la esencia de la democracia también está la ética de la derrota. Como dice Felipe González, la aceptación de la derrota. Cuando luego de 14 años brillantes en el gobierno español perdió la elección por unos poquitos votos, pese a que se esperaba una paliza, lo llamé y le dije: «Perdiste, pero con sabor a victoria». Felipe González me respondió: «El tema es que perdimos y lo importante es la aceptación, asumir con normalidad y de buen talante el pronunciamiento ciudadano que no nos quita del escenario político, sino que apenas nos cambia de lugar».

 

 

Esto conlleva, de inmediato, organizar la continuidad del Estado. Los gobernantes son administradores circunstanciales, a término, de una organización permanente que es el Estado. El deber de quienes salen es asegurar la continuidad, especialmente en aquellos sectores sensibles que hacen a la estabilidad.

 

 
En Uruguay así ha ocurrido siempre, hasta con la dictadura militar, cuando nos tocó sustituirla por el voto popular y sus jerarcas se ofrecieron a coordinar las acciones. Especialmente, con una gran reserva en algunos aspectos financieros que estaban en verdadera crisis y debían manejarse con un enorme tacto.

 

 

Todo viene a cuento del momento argentino. La actitud de la Presidenta argentina, al no disponerse a organizar una transición cuando el país vive situaciones tan delicadas como la que sufre con sus reservas internacionales, es, por decir lo menos, irresponsable.

 

 
Desde esta ribera del Plata, miramos el proceso argentino con una enorme y esperanzada expectativa. El período Kirchner ha sido de pésimas relaciones en lo comercial, en lo político y hasta en lo personal, porque es notorio que nuestro actual presidente, en su primer mandato, ni siquiera se saludaba con Néstor.

 

 

El presidente Mujica intentó corregir la situación con la señora; no ocultaba su simpatía por su retórica populista e ingenuamente apostó al compadrazgo político, a las palmoteadas y a los asaditos. Nada mejoró, pero con cierto masoquismo él y sus seguidores continuaban prefiriéndola a Mauricio Macri. Tanto es así que, en una reciente audición en que le desea suerte al presidente electo, a renglón seguido llega a decir que está preocupado por la «estabilidad institucional de la República Argentina». De ese modo, no sólo agravia a un país que termina de hacer una ejemplar elección sino a un gobierno electo de convicción democrática y a la propia oposición, a la que estaría ubicando desde ya en una actitud conspirativa.

 

 
Fuera de ese grupo político, todo el resto del mundo político uruguayo, en el que incluyo al propio presidente, Tabaré Vázquez, y a su canciller, hemos visto con simpatía y, en mis caso, con entusiasmo, este resultado electoral.

 

 

La crispación kirchnerista ya era irresistible. La Argentina no podía seguir peleada con el mundo, la «construcción del enemigo» (llámese «buitres», Clarín, Nisman o «los años 90») estaba agotada. Como lo está todo el populismo sudamericano del Atlántico, con una Venezuela destruida y un Brasil viviendo la crisis moral más profunda de un gobierno democrático (a la distancia, lo de Collor es una metáfora folclórica).

 

 

Por cierto, sin mayoría parlamentaria clara y con finanzas corrompidas, nada le será fácil a Macri. Pero él es un cumplido ejemplo de que no es fatalidad ineluctable el viejo dicho de que «gobierna el peronismo o no gobierna nadie». Él sufrió el ataque constante del gobierno nacional y, sin embargo, pudo cumplir una gran gestión en la Capital, que lo ha catapultado hasta la máxima dignidad. Por otra parte, la dirigencia peronista se ha ido renovando y aun los veteranos (Duhalde, De la Sota) son hoy expresión de una modernización que se transmite a los más jóvenes, como Massa, Redrado, Urtubey y Randazzo, que aunque ubicados en sectores diversos, distan mucho del primitivismo populista de estos años.

 

 

El gabinete de Macri no puede ser mejor. Es gente joven y capaz, tanto la de su propio grupo como la que viene de otros orígenes. Da una impresión de homogeneidad, que será el desafío del presidente preservar y proyectar en la acción del Estado. Sus primeros pasos serán muy difíciles. Todo está envenenado: desde las reservas internacionales hasta los precios públicos, desde la burocracia hasta los servicios de seguridad. Se precisará mucha templanza para salir de ese pantano pero, paso a paso, podrán irse encaminando las cosas. Lo importante es que en ese esfuerzo, inevitablemente gradual, no se pierda el rumbo. Como decía Lucio Anneo Séneca: «No hay buen viento para el navegante que no tiene claro su lugar de destino».

 

 

Felizmente, Macri llega con las cosas claras. Lo ha demostrado en su inteligentísima campaña. Sus líneas de orientación son las que hoy necesita el país. Se trata ahora de que la política las haga viables, que la gente entienda el desastre que hereda, que pueda encontrar los interlocutores parlamentarios que ayuden a la gobernabilidad y que él mismo logre mantener la dirección en medio de los inevitables zigzagueos que le impondrá la realidad.

 

 

Ha llegado a la Argentina un nuevo tiempo. También, una nueva generación. Y ha quedado detrás, esperemos que para siempre, ese populismo arcaico que ha dilapidado la década de mayor bonanza del comercio internacional que hayamos podido registrar nunca.

 

Al gran pueblo argentino, salud.

 

Julio María Sanguinetti

Ex presidente de Uruguay

 

 

 

La resaca de la fiesta

Posted on: junio 22nd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

La educación es el cuello de botella del crecimiento. Los gremios de docentes rechazan el cambio

La bonanza de la década maravillosa de los precios internacionales (2003 a 2013) ha llegado a su fin. América Latina tiene que asumir que la soja, la carne, el cobre, el petróleo o el hierro ya no valdrán como en ese inédito amanecer rosado. No se vislumbra una crisis económica, porque la caída no es tan fuerte y sus finanzas, en términos generales, están más sólidas. Pero se terminó el país de la jauja y ahora hay que administrar. Y, además, enfrentar los temas estructurales que, bajada la marea, han quedado al desnudo.

 

Cuando los altos precios dejan de disimular las ineficiencias, la competitividad pasa factura en el conjunto de sus factores: la estabilidad política, la legalidad, la infraestructura de comunicaciones, la flexibilidad para realizar negocios y la educación. Ella se ha transformado no sólo en un problema humano y social, sino en un cuello de botella que estrangula las posibilidades de expansión económica. ¿Cómo se alcanzan tasas importantes de crecimiento si no hay suficiente gente con capacidad para ocupar los mandos medios de las nuevas empresas o jóvenes capacitados para asumir el clima de la innovación? Todos los Gobiernos reconocen que la educación tiene hoy esa perspectiva. Pero la resistencia al cambio es muy fuerte.

 

México inició una reforma educativa ineludible y, acosado por las protestas, el propio Gobierno dio marcha atrás en un aspecto fundamental de sus propuestas: la evaluación de los docentes. Resistentes a los censos, a las inspecciones, a las pruebas, grandes masas de maestros se han movilizado tanto en medios urbanos como rurales. En éstos, incluso, se sufren prácticas corruptas que llegan hasta la venta de los puestos o el cobro de maestros inexistentes. Naturalmente, el sindicato magisterial es proverbialmente poderoso y no está solo en la resistencia al cambio, pese a que en el PISA de 2013, México es el último de los 34 países de OCDE. De paso recordemos que de los 67 evaluados por esa prueba, los 8 latinoamericanos se ubican entre el 53 (Chile) y el 65 (Perú).

 

¿Cómo hace para sustentar la prosperidad sin cuadros formados?
En Chile, hasta hace pocos años el modelo de avance y transformación, el malhumor se acrecienta. Lo sufrió el Gobierno de Piñera, de centro-derecha, y lo sufre el de Bachelet, de centro-izquierda. Hay ingredientes políticos en el enojo, pero la educación es el epicentro de un constante terremoto. Y, lejos de amainar, ni una ley muy progresista que apunta a la gratuidad de la enseñanza superior actúa como el necesario bálsamo. Los maestros se resisten a pasar por una prueba de conocimientos y tienen al país en vilo. Chile ha mejorado y hoy en el PISA está por encima de Argentina y Uruguay, que fueron durante un siglo la vanguardia de la educación latinoamericana. Pero el desafío de calidad permanece muy fuerte cuando el propio sistema de evaluación chileno establece que el 40% de sus alumnos de educación básica no alcanzan un nivel mínimo de suficiencia.

 

Si observamos a Brasil, la situación no es distinta. El rendimiento de los alumnos del sector socioeconómico más elevado es menor que el del sector más pobre de la OCDE. Está todo dicho. Es un país enorme, con una gran riqueza geográfica y étnica, muy diverso en sus regiones pero amalgamado por el color y la música. El dilema es: ¿cómo hace para sustentar un crecimiento importante sin cuadrosformados?

 

Como se aprecia en toda la región, la resistencia a la evaluación de resultados es consistente y problemática. No se acepta el cambio, no se quieren cambiar métodos, molesta aumentar las cargas horarias. Las gremiales de docentes, poderosas, con gran capacidad de agitación, se han transformado en una fuerza conservadora. Anidan allí los que en su tiempo Fernando Henrique Cardoso llamó “las utopías regresivas”, ese sueño no realizado de una sociedad sin clases que parece que algún día hubiera existido, del que se habla como si no hubiera fracasado una y otra vez en el empeño colectivista que llevó al autoritarismo y la pobreza.

 

Ahora que el festival de los precios y los capitales terminó, la realidad está golpeando. Después de la fiesta queda la resaca. Las tres economías mayores Argentina, Brasil y México, están estancadas. México, asociado a la economía norteamericana, tendrá en ella su motor de arranque. Brasil y Argentina dependen de su propia capacidad para insertarse en el mundo. ¿Cómo lo harán si no se desprenden de estas rémoras del pasado, si no emprenden un gigantesco esfuerzo para promover a su gente y transformarla en ciudadanos de la globalidad?

 

Julio María Sanguinetti es abogado y periodista, y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000).

 

Un estentóreo silencio

Posted on: febrero 26th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

América Latina, que conoce bien el desastre de Venezuela, calla o lo defiende

Se ha cumplido un año desde que Leopoldo López , líder opositor venezolano, está preso. Cuando fue responsabilizado por “incendio intencional, instigación pública, daños a la propiedad pública y asociación para delinquir” optó por entregarse. Pensó que su encarcelamiento sería la más fuerte acusación contra el Gobierno. Hoy está en una prisión, Ramo Verde, a 30 kilómetros de Caracas, en una situación de comunicación restringida. Tanto que no se dejó verlo a los expresidentes Andrés Pastrana (Colombia) y Sebastián Piñera (Chile).

 

 

La legisladora María Corina Machado fue despojada de la banca que ganó con una formidable votación y, si bien está libre, pesa sobre ella la amenaza de un arbitrario juicio.

 

 

Ahora, es arrestado de un modo ostentoso y brutal, el alcalde de Caracas, tan electo por el pueblo como el presidente Maduro, solo que aquél soportando la enorme desventaja de la mordaza de la prensa opositora, la restricción de la actividad política y el clima generalizado de amenaza instalado por el Gobierno. Desde el primer momento, su autoridad fue vaciada de contenido, porque una vez que ganó las elecciones, el Gobierno creó una Jefatura de Gobierno del Distrito Capital y a ella se trasladaron el presupuesto y las competencias de la alcaldía. Pero eso no bastó: ahora se le encarcela, por firmar un manifiesto opositor que, en la reiterada versión oficialista, es parte de un plan golpista para derribar al Gobierno.

 

 

Todos esos hechos son conocidos. Como lo es el desabastecimiento de los productos más elementales, la constante represión de las manifestaciones, el total desquicio económico, el cercenamiento masivo de la prensa y la inflación más elevada del mundo. Lo que nos mueve a desazón es la actitud de América Latina, su silencio o la defensa declarada del régimen venezolano, asumiendo como indiscutible la fantasiosa teoría de la conspiración Madrid-Bogotá-Miami, que Maduro usa como pretexto para su atropello de todos los derechos ciudadanos. Esta complacencia con el chavismo comenzó con su fundador. La idea fue entonces no aislarlo, acompañarlo y moderarlo, evitar el error que EE UU había cometido con Cuba, a través de ese inefectivo embargo comercial, que solo ha servido para que el régimen se abrace a una romántica bandera nacionalista de fuerte convocatoria emocional.

 

 

Chávez correspondía a esa actitud con una diplomacia de chequera, que practicaba como un Papá Noel, recorriendo América Latina y regalando hospitales, escuelas o aun petróleo. Carismático, verborrágico, ganó simpatías y compró alianzas. Después de su muerte, su sucesor, un tosco representante de su revolución bolivariana, heredó esa red política pero no generó, ni de cerca, la resonancia de su mentor. Más que nunca se abrazó a Cuba para lograr el certificado de pureza revolucionaria que le otorgaban los Castro. A la vez, y a cambio de un apoyo decisivo (que sustituía para Cuba a la derrumbada protección soviética), recibía de ellos know how para organizar con eficiencia totalitaria servicios de inteligencia y mecanismos de control social. Hoy Maduro gobierna un país desquiciado, destruido en sus estructuras como no hay parangón en nuestra América moderna. Además, la caída del petróleo ha derrumbado lo poco que quedaba de su economía.

 

 

Los Gobiernos latinoamericanos conocen bien el desastre venezolano. Nadie simpatiza de verdad con Maduro, pero guardan silencio. Apenas la acusada Colombia se ha hecho oír y los organismos de integración que pueblan la región miran hacia otro lado. En la OEA está vigente una pomposa Carta Democrática y en el Mercosur, del que Venezuela es miembro, rige la automática suspensión del país en que no exista “la plena vigencia de las instituciones democráticas”. Esta cláusula, incluso, se le aplicó arbitrariamente a Paraguay, en junio de 2012, cuando después de un juicio político jurídicamente correcto el poder legislativo destituyó a un presidente al que nadie defendió. Pudo haber sido un error político, pero jurídicamente todo se hizo regularmente, sin la menor intervención de fuerza pública y con una sucesión legítima. Ahora, silencio. Nadie dice nada y el presidente Maduro llega a Uruguay a participar de la ceremonia de transmisión de mando presidencial.

 

 

Este silencio cómplice desnuda la falta de compromiso democrático de Gobiernos fundamentales, como el de Brasil, y el temor a chocar con los sistemas populistas, que han construido una falsificada aureola de izquierda que los inmuniza de la crítica. Todo el que les cuestione es acusado de fascista, cuando —justamente— la esencia de esos populismos poco o nada tiene de socialismo y son un calco de la histórica metodología autoritaria que en su tiempo creó Mussolini. Da la impresión que los Gobiernos de la izquierda democrática, obligados a manejar la economía con equilibrio (pese a la bonanza de esta última década) y a enterrar sus viejas consignas revolucionarias, tratan de mantener su viejo imaginario abrazándose con Cuba y Venezuela, para contemplar a sus grupos más radicales.

 

 

No creemos que una acción internacional más decidida vaya a moderar a Maduro. Pero está claro que este silencio desalienta a la sacrificada oposición y le aporta a un régimen que es ya una descarada dictadura, un falso barniz de legitimidad.

 

 

Julio María Sanguinetti es abogado y periodista, y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000)

Nadando desnudos

Posted on: febrero 5th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

En Brasil ya no hay euforia popular. Las promesas electorales flotan en el espacio

En la última década, quienquiera preguntara sobre quién crecía más, si Brasil o Argentina, recibiría la respuesta, casi obvia, de que era el país de Lula y Dilma y no el problemático y polémico del matrimonio Kirchner. Sin embargo, no era así. Desde 2003 a 2013, los años de la gran bonanza del comercio exterior, Argentina mantuvo claramente un crecimiento superior, y no porque su manejo económico fuera una maravilla, sino porque el gigante sudamericano crecía muy poco.

 

¿Por qué esa ilusión óptica? Porque lo brasileño es mirado siempre con simpatía: su talante abierto, su espíritu festivo, su música, su colorido, añadida a la popularidad ganada por un presidente de origen obrero que guardaba equilibrios fiscales, le beneficiaban con una mirada benevolente. Sin embargo, la realidad era otra. El crecimiento basado en el consumo interno, la inversión muy baja, las devaluaciones forzadas para ganar competencia, la pesada carga tributaria (37% del PIB) y un mercado aún relativamente cerrado, pasaban su factura. La bonanza disimulaba, pero cuando los precios internacionales de hierro y soja bajaron algo, todo quedó en evidencia. Como alguien ha dicho, “cuando la marea baja es que descubrimos quién estaba nadando desnudo”. Es el caso justamente.

 

La Dilma que inició su primer periodo con la esperanza de una sólida gestión de “ingeniero”, ganó su reelección con escaso margen y comienza su segundo mandato con otro clima. No hay euforia popular y ya se advierte que las promesas electorales han quedado flotando en el espacio. Se aumentó el gabinete hasta 39 ministros, para aceitar una trabajosa mayoría parlamentaria, y se anuncia ya un ajuste económico.

 

Sobre toda la gestión flota aun el tema de la corrupción administrativa

 
La presidenta fue a buscar a la banca a su nuevo ministro de Hacienda, Joaquín Levy, un técnico competente y ortodoxo que ya ha sido bien claro en la necesidad de reducir drásticamente el gasto público y equilibrar las cuentas del Estado. Aquel impulso estatista, con algo de sesentismo, que marcó su periodo anterior, se desvanece ante un baño de realidades.

 

Por aparte, sobre toda la gestión flota aún el tema de la corrupción administrativa. El mensalao fue un episodio muy fuerte, que sacudió el Gobierno de Lula, cuando se reveló que se lograba el apoyo de legisladores con dinero desviado de la gestión pública. Sin embargo, el episodio ha quedado pequeño ante las revelaciones que afectan a Petrobras, la mayor empresa latinoamericana, la perla de la corona. Se ha hecho judicialmente evidente que era usada para financiar campañas electorales, que se detraía un 3% de su enorme facturación para sobornos, que realizó inversiones escandalosas con criterios políticos y que impuso al Gobierno condiciones de restricción de la competencia, que le llevaron a fracasar en el desarrollo de la explotación de las nuevas reservas del llamado pre-sal. El hecho es que en los últimos seis años, el valor de mercado de la empresa ha caído hasta el 80%, sus acciones bajaron de 50 reales a 10 y para levantarla se requerirá de un muy sólido manejo empresarial.

 

La elección ha dejado el saldo de un país partido en dos, con un Norte y Noreste en que todo depende del Estado, las empresas y la gente, votando al PT, y un Sur y Sureste viviendo de su esfuerzo y reclamando una modernización de verdad, en que Brasil compita en el mundo, mejore su educación y abandone esas complacientes explicaciones inspiradas en un apolillado discurso tercermundista.

 

Brasil  debe mejorar su educación y abandonar esas complacientes explicaciones inspiradas en un apolillado discurso tercermundista
¿Nos pone este panorama delante de un Brasil necesariamente en sombras? No es así. Depende de que el ajuste vaya en serio, que se mejore la productividad, que no se le tema a la competencia, que la justicia no se detenga en la erradicación de la corrupción y que la presidenta no vuelva a quedar enredada en la telaraña de una política fisiológica(inspirado neologismo que edulcora una realidad prebendaria, en que el voto parlamentario se cotiza al portador). En esa dirección, con un mundo en que nuevamente EE UU reemprende la marcha y China que, pese a todo, no cede, Brasil bien puede generar un proceso de recuperación.

 

Y cubrir sus desnudeces. Para ello tendrá que lidiar con la naturaleza del brasileño, a quien el teórico de la independencia, el gran José Bonifacio de Andrada e Silva (1763-1838), así definió: “Los brasileños son entusiastas del bello ideal, amigos de su libertad pero que malsufren perder cualquier regalía que alguna vez adquirieron. Obedientes solo en lo justo, enemigos de lo arbitrario, soportan mejor el robo que el vilipendio. Ignorantes por falta de instrucción pero llenos de talento por naturaleza; de imaginación brillante y por ello amigos de las novedades que prometen perfección y ennoblecimientos; generosos aunque con arrogancia; capaces de grandes acciones, pero siempre que no se exija atención exigente y que no requiera trabajo asiduo y monótono; apasionados del sexo por clima, vida y educación. Emprenden mucho, acaban poco. Serían los atenienses de América si no fueran comprimidos y tiranizados por el despotismo”.

 

 

Julio María Sanguinetti es abogado y periodista, y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000).

Menos pobres, más delitos

Posted on: enero 4th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

La contradicción se explica por la crisis de la educación y de las instituciones en América Latina

Entre 2000 y 2012, América Latina creció un 4,2% anual y si bien actualmente ha disminuido su ritmo (1,1% para este año), el Índice de Desarrollo Humano en términos generales ha mejorado sustantivamente. Fueron años de favorables vientos, en que la demanda china precipitó espectaculares valores de minerales y productos agrícolas. Bajaron las tasas de pobreza y creció la clase media, pero paradójicamente nos encontramos con un aumento de la delincuencia, que aparece como primera preocupación en casi todos los países. (Informe Regional, PNUD, 2014).

 

Se estima que la clase media ha crecido de un 21% de la población en el año 2000 a un 34% en 2012. Son 82 millones de personas. En el otro extremo, la pobreza cayó de un 41,7% a un 25,4%, o sea, 56 millones menos. Sin embargo, entre esos extremos nos encontramos con una nueva situación que hoy se evalúa y que es lo que se ha llamado “población vulnerable”. Es aquella que ha rebasado estadísticamente el nivel de ingresos de pobreza (menos de 10 dólares diarios) pero que no posee capacidad para autosustentarse, normalmente recibe un subsidio del Estado y cualquier tropiezo de la vida personal le retrotrae a la situación anterior.

 

El desempleo ha bajado. La expectativa de vida de los 512 millones de habitantes de la región está en 74 años y sigue creciendo, con algunos países que han superado los 80. Si pensamos que en 1950 el promedio era de 55 años, para los 161 millones que vivían entonces, es indudable que objetivamente la región ha seguido mejorando.

 

¿Cómo se explica entonces que la tasa de homicidios haya crecido el 11%, cuando en el resto del mundo está más o menos igual? ¿Cómo es posible que la seguridad ciudadana sea hoy el mayor reclamo de unas sociedades que vienen apuntando hacia otros escenarios superiores, pero que sufren estas fronteras de retroceso?

 

La pregunta nos lleva a que el desarrollo no se ha acompasado a la expansión material. Bien se sabe que crecimiento no es necesariamente desarrollo, aunque sea condición necesaria de él. Y esto es lo que se experimenta aun en los países con mayor expansión

 

¿En qué debemos pensar para explicar esta paradójica contradicción, que hiere el concepto mismo de una democracia que, pese a sus altibajos, ha dejado atrás los tiempos de militarismo y golpes de Estado?

 

En la educación se advierten claramente los rezagos que el crecimiento no ha podido superar
La familia, en primer lugar, se ha debilitado sustantivamente. Los hogares monoparentales se han duplicado en los últimos 30 años y los que tienen una mujer como cabeza son el 26% en Argentina, en Chile el 21% y en México, un 20%. Los adolescentes que ni siquiera saben quién es el padre terminan siendo carne de cañón del vicio o el crimen organizado. El consumo de alcohol o drogas es otro fenómeno en expansión. Se ha investigado si antes de cometer un delito sus autores habían consumido alcohol, alguna otra droga o la combinación de varias de ellas, que es lo más habitual. El resultado es afirmativo para el 49% en Chile, el 38% en Brasil y el 36% en México. Naturalmente, estas adicciones generan, además, el tráfico ilícito que corroe las estructuras urbanas, con áreas de altísimo riesgo personal.

 

Por cierto, no es despreciable la debilidad institucional que en muchos países es evidente, por insuficiencias policiales y judiciales. México, que ha evolucionado en tantos aspectos de su desarrollo, como la industria por ejemplo, ha exhibido —en su región más pobre— episodios de criminalidad con una crueldad insuperable. Allí, en Guerrero, han quedado expuestas todas las lacras sociales, incluida la corrupción política que en este caso afectó al tradicional partido de izquierda, al que renunció su fundador, Cuauhtémoc Cárdenas.

 

En la más histórica herramienta de progreso social, la educación, cuya importancia se ha hecho más acuciante en esta desafiante sociedad del conocimiento, se advierten claramente los rezagos que el crecimiento no ha podido superar. El hecho es que si bien los años de escolaridad han aumentado y la matrícula de la educación primaria cubre prácticamente el total de su generación, la enseñanza media no logra acomodarse a los tiempos. El 51% no la termina y el sistema de evaluación PISA desnuda sus carencias. Esas pruebas, que miden el nivel en matemática, la lengua propia y los conceptos básicos de ciencia, en los adolescentes de 15 años, nos dicen que de 67 países evaluados, los ocho latinoamericanos están entre el 53 (Chile) y el 67 (Perú). Los siete primeros son asiáticos, lo que una vez más nos dice que, detrás de los éxitos, no hay milagros sino esfuerzo inteligente.

 

Luego de años de bonanza en el comercio exterior, los tiempos que corren han cambiado la ecuación. La caída de los precios de las materias primas y la crisis del petróleo impactan de manera variada a los países. A algunos, dramáticamente, como la desvencijada Venezuela; a otros, menos, como los exportadores de alimentos, pero en todo caso se terminaron los precios rutilantes. No se avizora una crisis, pero sí tiempos en que se requerirá rigor y administración. Al tiempo que las contradicciones que apuntamos obligan a mirar en profundidad esas tendencias que no son coyuntura, sino el corazón de su estructura social.

 

Julio María Sanguinetti es abogado y periodista, y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000).

El doble discurso

Posted on: noviembre 21st, 2014 by Lina Romero No Comments

Algunas democracias latinoamericanas siguen arrastrando carencias muy graves

En los 35 años que van desde la reinstitucionalización de República Dominicana y Ecuador en 1978 hasta la de Paraguay y Chile en 1989, América Latina ha vivido un avance democrático sin precedentes. Tanto México como Brasil, los dos Estados más grandes, han vivido auspiciosos procesos institucionales: el primero, con una alternancia en el poder que superó el histórico hegemonismo del Partido Revolucionario Institucional, en el Gobierno durante 71 años; Brasil, con dos partidos que se han alternado en cinco elecciones seguidas, superando el vacío de formaciones nacionales estables que caracterizó su vida política desde los tiempos del Imperio.

 

No han faltado episodios traumáticos, con la caída de presidentes, como —entre otros— el exobispo Lugo en Paraguay (2012), Mel Zelaya en Honduras (2009), Collor de Melo en Brasil (1992), Sánchez de Lozada en Bolivia (2003) o de Fernando de la Rúa en Argentina (2001). Todos ellos se resolvieron más o menos dentro de la Constitución y, en todo caso, sin irrupciones militares, que felizmente han pasado a la historia.

 

No obstante, se viven situaciones intolerables que no deberían ser aceptadas en silencio por la comunidad latinoamericana, como desgraciadamente ocurre. Es el caso arquetípico de Venezuela, designada incluso para integrar el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a propuesta unánime de la región. Como era de esperar, el presidente Nicolás Maduro ha festejado el éxito diplomático invocando el prestigio de su régimen. Sus colegas le han hecho ese obsequio pese a que Leopoldo López, uno de los principales líderes opositores, está preso y maltratado, junto a dos alcaldes, como Daniel Ceballos y Enzo Scarano, acusados todos ellos de los peores delitos contra el Estado.

 

Luego del cierre de los únicos canales de televisión independientes, la prensa vive cercada por la falta de divisas para comprar papel e insumos, 12 diarios ya cerraron y otros 30 apenas sobreviven, por la colaboración de los diarios colombianos. Bajo ningún criterio es hoy Venezuela una democracia, aunque haya elecciones, que transcurren en medio de la falta de libertades y la presión envolvente del Gobierno sobre los medios y los espacios normales de libertad para movilizarse. Solo el verdadero heroísmo de jóvenes dirigentes y militantes ha mantenido viva la llama de la democracia, a pesar de las amenazas y difamaciones que se lanzan sobre ellos como rayos.

 

No puede ignorarse que en Ecuador tampoco la prensa actúa con libertad y que el presidente viene avanzando hacia la aprobación de la reelección indefinida, sin un plebiscito que en algo lo legitime.

 

En Venezuela, la prensa vive cercada por la falta de divisas para comprar papel e insumos
En la Argentina, solo la justicia ha hecho posible que su prensa tradicional sobreviva hasta hoy. El ataque sistemático que se hace desde el Gobierno a La Nación y Clarín no tiene precedentes conocidos. Que la propia señora presidenta apostrofe constantemente, con nombres y apellidos, a dos periódicos de larga tradición y prestigio, sólo se ha visto en algunos regímenes totalitarios.

 

La Nación sufre la amenaza de un juicio fiscal que puede llevarle al cierre y únicamente los amparos judiciales han permitido su sobrevivencia. Clarín ha sufrido el empleo de todos los recursos posibles de un Estado para destruirlo. Desde inspecciones fiscales llevadas a cabo por cientos de funcionarios que, llegados en omnibuses, invadieron sus oficinas, hasta una ley que específicamente procuró la dispersión del grupo editorial. No obstante propuso, y se le aceptó, un proyecto de desmembramiento, sorpresivamente anuncian ahora que por decreto procederán a modificar la estructura societaria.

 

Sobre estas situaciones parecería que ningún Gobierno latinoamericano se siente obligado, por lo menos, a preguntar. En medio de himnos sobre la vigencia universal de los derechos humanos, se les agrede aviesamente y nada sacude las aguas de las instituciones hemisféricas.

 

En México, días pasados, en ocasión de la reunión del prestigioso Foro Iberoamérica que fundó hace 15 años Carlos Fuentes, Fernando Henrique Cardoso, refiriéndose a Venezuela, dijo que los demócratas “tenemos que gritar, hacernos oír”, porque esta hipocresía reinante, ese doble discurso, condena a la soledad a un pueblo venezolano que, por su historia y su cultura, no merece lo que hoy sufre.

 

Si observamos la calidad institucional desde afuera del sistema formal de funcionamiento, nos encontramos con poderes fácticos que sacuden el edificio. Es el caso de México, con estructuras de corrupción vinculadas al narcotráfico, que ejercen la violencia casi como Estados paralelos, desafiando la vigencia del ordenamiento legal. La matanza del Estado de Guerrero le ha dado a ese cáncer endémico difusión internacional y quizás esto abra un espacio para que la autoridad constituida pueda iniciar un proceso de reconquista real de su competencia. Colombia, que lleva adelante —trabajosamente— un esperanzado proceso de paz, convive todavía con una narcoguerrilla que, aun acotada y en medio de un diálogo con el Gobierno, no termina de asumir que, para que se le crea, debe abandonar las armas para siempre.

 

Estas situaciones revelan las carencias de un Estado, que es excesivo en ciertos sectores de la vida económica y falta en sus roles esenciales: el juez y el gendarme. Los poderes judiciales, en ocasiones amenazados e infiltrados, no siempre son la barrera que el Estado de derecho necesita. Las policías, lo mismo. Si en esos países no se logra el monopolio de la fuerza de que hablaba Max Weber como esencia del Estado, todo lo demás se hace ilusorio.

 

Julio María Sanguinetti es abogado y periodista y fue presidente de Uruguay (1985-1990 y 1994-2000).

El sistema de valores occidentales está en juego

Posted on: agosto 8th, 2014 by Super Confirmado No Comments

En un episodio más de la larga batalla que desde 1948 enfrenta Israel para sobrevivir en medio de Estados árabes que aspiran a su desaparición, la franja de Gaza ha vuelto a transformarse en una llama ardiente.

 

Todo comenzó con el asesinato de tres jóvenes colonos israelíes, seguido luego de otro de un joven palestino. Esos asesinatos encendieron la mecha para que el latente conflicto se estallara nuevamente. Lo que es la endémica agresión con cohetes que parten de Gaza se acentuó e Israel resolvió repelerla, primero por aire y luego por tierra, para desarmar una estructura terrestre, fundamentalmente subterránea, que por debajo de la frontera se había construido para incursionar sorpresivamente en su territorio .

 

A partir de allí, hemos vuelto a caer en lo habitual. Los medios internacionales destacan las represalias israelíes y se soslayan las agresiones que las provocaron. Se insiste en la idea de la “desproporción” de las réplicas, por el simple hecho de que hay más víctimas del lado palestino que del lado israelí. La sangrienta contabilidad, al día miércoles, establecía 1.300 muertos palestinos contra 59 israelíes. El pecado de estos últimos ha sido no dejarse matar y poseer un sistema de defensa antimisilístico que le ha permitido preservar los puntos neurálgicos del país, como el aeropuerto de Tel Aviv, al que se ha tratado de atacar.

 

¿La desproporción está en el balance? Es bien sabido que bastaría el cese de la agresión para que desaparezca la réplica. ¿La desproporción es que hay muchos muertos civiles en Gaza? ¿Alguien ignora que se usa la población civil como escudo y que la organización terrorista de Hamas ordena no desalojar los lugares que Israel indica como posibles objetivos?

 

Hamas sunita como Hezbolla chiita, por caminos diversos, siguen proclamando lo mismo: la destrucción de Israel. ¿Cómo se negocia y se pacta con una teórica contraparte que parte de la base de la desaparición del otro?

 

Nadie ignora estos hechos. Lo lamentable es que en Occidente hay una tendencia creciente a acusar a Israel e insistir con la construcción de un Estado palestino que nadie niega, pero que no puede edificarse sobre la base de la destrucción del vecino. Es notorio que en 1948 se crearon los dos Estados y que esta interminable guerra es el resultado sangriento de haberse renunciado a ese Estado árabe por no aceptar la existencia de Israel. Desgraciadamente, en los últimos tiempos se ha ido adelantando el reconocimiento del Estado Palestino a cambio de nada, haciendo así ilusoria la necesaria negociación para lograr simplemente el respeto recíproco a la existencia del otro.

 

Una hipócrita mayoría de Estados en las Naciones Unidas ha propiciado ese reconocimiento y se alinea hoy fácilmente en contra de Israel, al sumarse intereses coincidentes. Los rivales de EE.UU., los países europeos temerosos de las represalias terroristas en su interior, los países sensibles a la prédica antisemita (hoy tramposamente disfrazada de antisionismo), los ricos Estados y Emiratos árabes aterrorizados por los sectores radicales y luego una suerte de humanismo bobalicón y frívolo que se orienta hacia el más débil, aunque sea el provocador.

 

Todos ellos hacen como que ignoran que la franja de Gaza es el mejor ejemplo de que las concesiones israelíes no sirven para avanzar en la paz. Originalmente parte del Estado árabe creado por Naciones Unidas en 1947, fue apropiada por Egipto hasta 1967, en que la ocupó Israel luego de la guerra de los Seis Días. En 2005, a raíz de los acuerdos de Oslo, se le reconoció la independencia e Israel se retiró. El mismo Sharon, que la había conquistado, asumió la responsabilidad política de devolverla, ¿y que han hecho los palestinos de su independencia? Los terroristas de Hamas han sometido al país a su orientación violenta, se han dedicado a agredir la población israelí con un constante golpeteo de cohetes y —lo peor de lo peor— quienes desean ayudar a Palestina le proveen de armas en vez de inversiones productivas.

 

¿Porqué no construyen hoteles para dar trabajo y explotar sus playas? ¿Porqué no canalizan inversiones productivas que generen riqueza y empleo?

 

Los movimientos occidentales que se consideran “progresistas” se alinean con estos movimientos terroristas de un modo realmente inmoral. Ellos son crueles, creen en la violencia, no respetan la idea ajena, subordinan a sus mujeres a un estado prácticamente animal, profundamente antidemocráticos practican el fanatismo religioso sin el menor espacio a la tolerancia… ¿Cómo pueden considerarse progresistas cuando se suman a lo más reaccionario, lo más retrógrado del mundo contemporáneo? Lo que se juega allí está mucho más allá de Hamas y el propio Israel: es el sistema de valores de nuestra civilización, agredido por los mismos que volaron las Torres Gemelas en Nueva York o la estación de Atocha en Madrid y que ven en el Estado judío apenas la primera muralla defensiva de esa enorme construcción que a lo largo de los siglos hicieron Jerusalem, Atenas y Roma y que se ha llamado históricamente Occidente.

 

Si duele la violencia, si las fotos del horror sacuden la conciencia, no menos indignante es el cinismo que rodea la situación. La hipocresía de los que claman por la paz y alimentan la violencia, de los que lloran por los niños victimados y nada dicen sobre los que los exponen, de los que se envuelven en banderas de justicia cuando ellos mismos las pisotean.

 

El tema reclama serenidad en el juicio. Pero también hablar claro, para que la verdad pueda tener algún espacio y se discuta sobre hechos y no fantasías, sobre razones y no dogmas, sobre historias comprobables y no imaginarios relatos.

 

Julio María Sanguinetti

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