La pelea es peleando, la guerra es guerreando

Posted on: agosto 15th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El régimen se lanzó por la vía de un aumento del salario mínimo, llevándolo hasta Bs 65.056 al añadirle el bono de alimentación. Su objetivo fue claramente expuesto por el presidente Maduro: “La pelea es peleando, la guerra es guerreando”. No parece existir allí espacio alguno para motivaciones de carácter social o económico.

 

 
Nadie niega la necesidad de aumentar el ingreso de los trabajadores. El problema radica en que el objetivo de mejorar la remuneración es beneficiar a los trabajadores. ¿Es eso lo que se va a lograr o se trata de una medida de corte populista? Veamos:

 

 
Como ocurre con cualquier incremento las empresas responden por tres vías diferentes: La primera es trasladar ese aumento a los precios, la segunda es reduciendo personal y la tercera es procurar compensar los aumentos con incrementos en el nivel de productividad.

 

 
¿Pueden las empresas trasladar el incremento salarial a los precios? En las actuales circunstancias la respuesta es que muchas no podrán hacerlo, porque se enfrentan a una política de controles de precios que se lo impiden.

 

 
Si no logran trasladar el incremento a los precios las empresas se verían obligadas a reducir sus costos laborales, reduciendo personal. ¿Pueden hacerlo? La respuesta es no, porque existe un decreto de estabilidad laboral que se los impide.

 

 
Tendrían entonces las empresas que recurrir a una tercera alternativa, como sería la de procurar aumentos de productividad, invirtiendo en bienes de capital, es decir, maquinarias y equipos. Para ello tendrían que remplazar personal por maquinarias, o sea, reducir personal; pero como ya vimos, el decreto de estabilidad laboral se los impide. Adicionalmente, el costo de esas maquinaras es inaccesible, porque suelen ser importadas y el control de cambios limita la disponibilidad y el acceso a las divisas necesarias para hacerlo.

 

 
Además, los aumentos de productividad, por lo general, vienen acompañados por aumentos en el volumen de producción. ¿Pueden actualmente las empresas aumentar sus niveles de producción? La respuesta es probablemente no, porque para hacerlo necesitarían disponer de más materias primas e insumos que ni están disponibles en el país, ni se pueden importar dada la ya mencionada dificultad de obtener divisas.

 

 
Bloqueadas todas las vías anteriores, la única alternativa que le quedaría a infinidad de empresas será la de cerrar sus puertas. En particular habrá gran mortandad en la pequeña y la mediana industria.

 

 
A nivel del sector público la consecuencia será una crecimiento del déficit fiscal. Para cubrirlo el régimen recurrirá al financiamiento del BCV, aumentando considerablemente la masa monetaria mediante emisiones de dinero inorgánico. Resultado: hiperinflación.

 

 
En conjunto, las consecuencias inmediatas del decreto de aumento del salario repercutirán en varias áreas sensibles de la economía y de la sociedad:
Primero: En un fuerte impacto en el nivel de los precios; es decir, que en los próximos meses la inflación se disparará a niveles sin precedentes.
Segundo: Que el desempleo crecerá de manera fenomenal.

 

 
Tercero: Que ante el cierre de infinidad de empresas, la escasez se agudizará.

 

 
Cuarto: Que el mercado negro se expandirá, alimentado no sólo por una escasez creciente, sino además por un elevado número de trabajadores que al quedarse sin empleo formal tendrán que buscar esa alternativa de trabajo como medio de subsistencia.

 

 
Quinto: Que los niveles de sufrimiento de la población serán tremendos, ya que no hay peor situación para una familia que el desempleo en momentos de hiperinflación.
Todo lo anterior no es más que un análisis llevado a un extremo de simplificación. Es de suponer que la medida fue tomada con intención de favorecer a los trabajadores. Sin embargo, tras ella se esconden objetivos diferentes.

 

 
Puede ser simplemente una respuesta populista a la fuerte pérdida de popularidad del régimen, enfrentado al Referendo Revocatorio. Constituye un engaño a los trabajadores que atraídos por la idea simple de un aumento en sus ingresos, no disponen de los mecanismos necesarios para analizar la compleja trama de consecuencias que una medida así puede desencadenar.

 

 
El aumento en los ingresos de los trabajadores es un objetivo altamente deseable. Pero lo es en la medida en que los beneficios que obtengan superen los perjuicios que los afecten.
Un aumento salarial que no corresponda a un aumento en los niveles de productividad se traduce en un aumento más que proporcional en los precios. La inflación les arrebatará rápidamente el ingreso adicional y en definitiva la situación de los trabajadores empeorará,

 

 
Y después vienen las consecuencias macroeconómicas más complejas. La medida contribuirá a una mayor contracción económica agravando la ya severa caída del PIB que para este año el FMI estimaba en 10% y un incremento de la inflación aún mayor al 720% previsto por esa institución para el 2016. Y desde luego impactará también el valor de bolívar encareciendo las importaciones.

 

 
petoha@gmail.com
@josetorohardy

Mercosur

Posted on: agosto 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

A los venezolanos nos resulta difícil descifrar lo que ocurre en Mercosur. Para entenderlo será necesario remontarnos unos años atrás.

 

 
Hasta el 2006 Venezuela formaba parte de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), con la cual manteníamos un saldo positivo en la balanza comercial; es decir, exportábamos más de lo que importábamos.

 

 

 
Sin embargo en el 2006, por diferencias con el presidente Uribe, Chávez anuncia su decisión de denunciar el tratado: “la Comunidad Andina de Naciones -afirmó- está herida de muerte y hoy puedo decir que está muerta”, e inicia gestiones para ingresar al Mercosur. Curiosamente a la CAN le ha ido muy bien y al Mercosur muy mal.

 

 
Los miembros del Mercosur eran Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Estos países veían con interés el mercado venezolano, ya que los altos precios del petróleo brindaban oportunidades para aumentar sus exportaciones hacia nuestro país, en tanto que las nuestras no eran competitivas. Para ellos era una situación ganar ganar. En aquel entonces todos esos mandatarios eran políticamente afines al Foro de Sao Paulo.

 

 
Sin embargo en el 2012 el presidente de Paraguay confronta severas dificultades. Conforme a lo establecido en el art. 225 de la Constitución de ese país, el Congreso paraguayo toma la decisión de separar del cargo a Fernando Lugo, “por mal desempeño de sus funciones” con el voto favorable de 76 de los 77 diputados y 39 de los 43 senadores, que incluían a sus propios partidarios.

 

 
El entonces canciller de Venezuela, Nicolás Maduro, se traslada a Paraguay para tratar de impedir aquella decisión, entre otras cosas, porque el ingreso al Mercosur de nuestro país dependía del voto unánime de sus miembros y era obvio que un nuevo gobierno no daría su consentimiento.

 

 
Aquella misma noche en una suerte de componenda extraña los presidentes Pepe Mujica de Uruguay, Dilma Rousseff de Brasil y Cristina Kirshner de Argentina suspenden al Paraguay del Mercosur e, intempestivamente, aceptan la incorporación de Venezuela a la organización, condicionándola a una serie de requisitos que Venezuela se comprometía a cumplir. Aquella decisión, tomada entre gallos y medianoche, habría de acarrear serias dificultades en el futuro.

 

 
Volvamos al presente. De conformidad con los estatutos del Mercosur, la presidencia “pro tempore” de la organización se rota cada 6 meses en orden alfabético entre sus miembros. El lapso del Uruguay acaba de concluir y, en función a dicha norma,  la presidencia debería corresponderle a Venezuela.

 

 
Pero en la actualidad en los países de Latinoamérica se ha producido un cambio importante en el rumbo de los vientos políticos. Ya no están ni Lula, ni Dilma, ni Pepe Mujica, ni los Kirshner, ni Fernando Lugo. La inmensa mayoría de los nuevos mandatarios no simpatizan con el modelo que impera en Venezuela.

 
Vencido el período del Uruguay, la canciller de Venezuela autoproclama que asume la presidencia del Mercosur alegando que no existen otros condicionamientos en sus estatutos más allá del orden alfabético. Uruguay, por su parte, afirma que vencido su período, está obligada a entregar.

 

 
Sin embargo, los otros presidentes no están de acuerdo y sostienen que conforme a esos mismos estatutos todas las decisiones deben ser adoptadas por consenso y, además, que el traspaso debe producirse en un acto con la presencia de todos los mandatarios. Ni Brasil, ni Paraguay, ni Argentina están dispuestos a asistir a tal ceremonia.

 

 
Alega además el canciller de Brasil, José Serra, que Venezuela no ha cumplido con los pre requisitos a los cuales se comprometió hace 4 años al adherirse y, por tanto, no puede asumir la presidencia de la organización. Además, coinciden en afirmar que la democracia en Venezuela está cuestionada y que la presidencia del Mercosur no puede estar en manos de un país donde haya presos políticos.

 

 
Declara el canciller de Paraguay: “El protocolo (de Ushuaia) señala como una condición, yo diría que ‘sine qua non’, el respeto irrestricto de los derechos humanos, la libertad de prensa, la libertad de opinión, la libertad de movimientos, la libertad de asociación”.

 

 

 
Corre por tanto el régimen venezolano el riesgo de que le sea aplicada la Cláusula Democrática establecida en el Protocolo de Ushuaia, equivalente en el Mercosur a la Cláusula Democrática Interamericana de la OEA, o quizá, que se declaren incumplidos sus compromisos al adherirse, suspendiéndose por tanto su membresía.

 

 

 
Como corolario podemos afirmar que el régimen luce cada vez más aislado y que la permanente conflictividad que ha caracterizado la política exterior de Venezuela en los últimos años no puede ser la indicada para asumir la defensa de los intereses geopolíticos de un Estado, que no deben estar supeditados las inclinaciones coyunturales de un gobierno.
petoha@gmail.com

 

 
@josetorohardy

La suerte está echada

Posted on: julio 26th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La sociedad venezolana está enfrentando severos antagonismos. A esto nos ha llevado un modelo que nunca ha tenido éxito en el mundo

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Nunca los defensores de ese modelo tuvieron mejor oportunidad de lograrlo que en nuestro país. Una población convencida del fracaso de los partidos, le entregó a un nuevo líder un cheque en blanco.

 

 

 
Comenzó por pedir una constituyente, una consulta al poder originario -al pueblo- para aprobar una nueva Constitución. ¡Y lo logró! Era el dueño de las circunstancias. Su nueva Carta Magna incorporaba todos sus deseos, incluyendo la figura de un Referendo Revocatorio y además la inclusión del Art. 350 que consagra el derecho del pueblo a “desconocer cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticas o menoscabe los derechos humanos”.

 

 

 
Vuelca todas sus energías en un intento por moldear la sociedad conforme a su propia visión. Ahí comienzan los enfrentamientos.

 

 

 

 
Viene entonces la prueba de fuego. El paro, los conflictos con Pdvsa y el despido de 20.000 de sus trabajadores, el pueblo protestando masivamente en las calles, los sucesos del 11 de abril, la breve salida del líder y su regreso al poder.

 

 
Triunfante en todas esas lides, lucía todopoderoso. Y para colmo en esos momentos los mercados petroleros se vuelcan a su favor con el más impresionante y sostenido auge de los precios que nunca antes se hubiese conocido. Después de haber alcanzado mínimos de 7 dólares el barril en 1998, el precio de la cesta petrolera venezolana sube hasta un máximo de 116 dólares. El cielo parecía el límite.

 

 

 
Era el momento de dar un salto al desarrollo, de lograr un cambio cualitativo en nuestra economía que permitiese garantizar su sostenibilidad  y una solución permanente de los problemas sociales. Pero no, optó por aplicar un modelo político que le garantizase indefinidamente el control del poder. Se entregó a un populismo de proporciones épicas, con programas distributivos que sólo se hubiesen podido mantener si el precio y la producción petrolera hubiesen seguido creciendo indefinidamente.
La rentabilidad política fue inmensa. Mientras vivió logró todos los objetivos que se propuso, dentro y fuera de Venezuela. Lo único que no logró fue que el pueblo le aprobase la Constitución socialista que anhelaba.

 

 

 
Igual siguió adelante “sin cambiarle ni una coma”. Substituyó esa Constitución con el Plan de la Patria. Ya no quiso escuchar al poder originario. Craso error. Endeudó al país, lo sembró de incertidumbre y lo arrojó a la vorágine de una inflación ruinosa.

 

 

 
Parafraseando a Marx, aquel modelo contenía el germen de su propia destrucción. Desmanteló el aparato productivo. Pero sin una economía sólida que aportase los recursos y sin una industria petrolera pujante cuyas bases había destruido, aquel socialismo no era viable. No se podía distribuir lo que no se producía. Tomando las palabras de Andrés Eloy Blanco, fueron vapores de la fantasía.

 

 

 
Su legado al país destruyó su legado. Exacerbó el rentismo petrolero. No le bastaron los recursos que aportaba el petróleo; endeudó brutalmente a la nación y a la propia Pdvsa. Liquidó la independencia del BCV y lo obligó a imprimir todo el dinero que requerían sus planes delirantes. Destruyó el valor de la moneda. Ya nadie quiere prestarle a Venezuela. El FMI lo resume en sus pronósticos para el 2016: inflación de más del 700% y caída del PIB del 10%. “Es decir, la peor evolución del crecimiento y la inflación en todo el mundo”, acotó el Fondo. El país ha entrado en una situación de desesperanza que oprime el corazón.

 

 

 
En el ámbito político la situación no puede ser más tensa. El pueblo escogió sus representantes a la Asamblea Nacional el 6D pero el TSJ no sólo desconoció a algunos de ellos, sino que ha desconocido sistemáticamente las decisiones que toma la Asamblea. A su vez la Asamblea ha anulado la designación de los magistrados “express” al TSJ y por su parte el PSUV espera que el TSJ disuelva la Asamblea (no sé basándose en qué artículo de la Constitución). Ha estallado una guerra entre poderes.

 

 

 
La salud de la República está en grave riesgo. Frente a una situación así la única salida pacífica es recurrir al poder originario definido como aquel en que reside el origen de la soberanía del Estado: el pueblo, a quien Rousseau calificaba como “el soberano”, que es el único calificado para ratificar la voluntad general. Para consultarle se incluyó en la Constitución de 1999 la figura del Referendo Revocatorio. Si el pueblo está conforme con lo que ocurre, que lo diga y habrá que aceptarlo; si no, habrá que acatar su voluntad. De lo contrario cualquier cosa puede ocurrir y a no dudarlo ocurrirá.

 

 

 
Tal como están las cosas ya no hay marcha atrás. Como dijo Julio César al cruzar el Rubicón: Alea iacta est.

 

 

 
petoha@gmail.com
@josetorohardy

Vladimir Padrino

Posted on: julio 18th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Con la designación del general Padrino López a un cargo de preeminencia sobre los demás ministros, me vienen a la memoria eventos históricos que incitan a establecer un paralelismo. Me refiero a los sucesos que ocurrieron en Nicaragua a raíz de la derrota electoral del Sandinismo en 1990.

 

 

Daniel Ortega, líder del Sandinismo (FSLN), ocupaba la presidencia de Nicaragua desde 1985. El programa sandinista estaba inspirado en el socialismo marxista y leninista y era un antecesor ideológico del Socialismo del Siglo XXI. Era un régimen represor y corrupto. La situación económica y social era desastrosa. Las nacionalizaciones, confiscaciones, expropiaciones de tierras y la economía planificada impuesta por el régimen habían destruido la economía nicaragüense. La inflación era devastadora y el gobernante había perdido popularidad.

 

Agotado el apoyo de la tambaleante URSS y bajo fuerte presión internacional, Daniel Ortega convoca a elecciones en 1990, en las cuales se enfrentaría a Violeta Chamorro, resultando la  última triunfadora.

 

Muchos sandinistas se oponían a la entrega del poder. Se dice que Fidel Castro -cuyo país entraba en el “período especial”- tuvo una intervención decisiva al convencer a Daniel Ortega de entregar, bajo la condición de que Humberto Ortega (hermano del presidente saliente) se mantuviese como Ministro de la Defensa a fin de preservar tanto al Sandinismo como al ejército. De esta forma Humberto Ortega conservó el mando del ejército hasta 1995,  como se había pactado.

 

Según tales versiones, Fidel estaba convencido de que el gobierno de Chamorro se vería obligado a adoptar medidas económicas que tendrían un alto costo político lo cual eventualmente le permitiría a Daniel Ortega regresar al poder, cosa que efectivamente ocurrió años después, gracias al apoyo de Hugo Chávez.

 

Pasemos ahora a Venezuela. Con las diferencias del caso, la historia tiene una terca tendencia a repetirse. La designación del general Vladimir Padrino puede obedecer a la misma lógica que llevó en Nicaragua en 1990 a la firma del Protocolo de Transición del Poder Ejecutivo  (Acuerdo de Transición) suscrito con la mediación de Joao Baena Suárez -secretario general de la OEA-  y del ex-presidente Jimmy Carter.

 

Según todas las encuestas el régimen bolivariano sería hoy derrotado en un referendo revocatorio. El oficialismo aborrece la idea del referendo porque sabe que sería barrido políticamente. Muchos prefieren una renuncia de Maduro, lo cual les permitiría reorganizarse y concurrir después a elecciones con un nuevo liderazgo menos desgastado.

 

La prioridad sería una transición ordenada con garantías de que no van a ser aplastados.  Una figura como la de Padrino López cumpliría  un papel similar al que le tocó desempeñar en Nicaragua a Humberto Ortega.

 

Pero hay dentro del oficialismo algunos que saben que no tienen a donde correr. Ellos se opondrán a todo.

 

 

Pero más son los interesados en que en Venezuela los acontecimientos no se salgan de madre. Quizá esto sea también una prioridad para  Cuba. Ese país ve con temor la perspectiva de un nuevo “período especial” como el que padecieron a raíz de la derrota del comunismo y la desintegración de la URSS en 1991. Al suspenderse la ayuda soviética, la población cubana enfrentó enormes privaciones, las cuales sólo pudieron superar con la ayuda masiva que comenzó a fluir desde Venezuela  al llegar Chávez al poder.

 

 

La situación puede repetirse. Los subsidios petroleros que reciben de Venezuela están mermando porque la crisis venezolana es dramática. Nuestra producción petrolera ha caído en más de 230.000 barriles diarios en los últimos 6 meses. De hecho, según el gobierno informó a la OPEP, sólo en mayo la producción cayó en 69.000 b/d; sin embargo la propia OPEP señala en su último informe que, de acuerdo a otras fuentes, el desplome de la producción durante el mes de mayo superó los 120.000 barriles por día. Esto, desde luego, ha impactado los envíos de petróleo a Cuba al extremo de que la refinería de Cienfuegos se está paralizando.

 

Pero no es sólo el petróleo que recibe de Venezuela. Cuba está severamente afectada por el deterioro del precio del níquel (tiene las mayores reservas de níquel del mundo), una de sus principales fuentes de ingresos, así como por la fuerte caída que experimentó este año la zafra de caña.

 

 

Bajo tales circunstancias Cuba, que ya no nos puede exprimir más, también le puede convenir de una transición ordenada en Venezuela que no obstaculice su acercamiento a EEUU. La figura del general Vladimir Padrino -amigo de los Castro- puede contribuir a preservar lazos entre los dos países, tal como Humberto Ortega lo hizo en el caso de Nicaragua en 1990.

 

Como ocurrió en Nicaragua, la presión internacional sobre Venezuela es enorme. Lo vemos en la OEA, en Mercosur, en EEUU, en el Caribe y en Europa. Internamente la crisis humanitaria es inocultable y la economía deplorable. Con los altibajos y tensiones del caso, en Venezuela parece inevitable una transición.

 

@josetorohardy
petoha@gmail.com

«Contracflación»

Posted on: julio 12th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
La inflación consiste en un aumento general de los precios que ocurre cuando la masa monetaria crece más que la oferta de bienes y servicios. Acontece porque los gobiernos gastan más dinero del que reciben y  obligan a los bancos centrales a emitir dinero sin respaldo para financiar el déficit fiscal.
Cuando los gobiernos no toman medidas para corregir esta peste, sus niveles se expanden hasta transformarse en una “inflación galopante”. En esos niveles estuvo Venezuela.

 
Pero cuando algún gobierno, por razones de ignorancia, populismo o incompetencia no solo no enfrenta el mal sino que lo alimenta, el mismo inexorablemente avanza como una gangrena. Se llega entonces a la temida “hiperinflación”. Esta es ya una enfermedad terminal y se diagnostica cuando el nivel de los precios crece por encima del 50% mensual. Allí podría encontrarse Venezuela de acuerdo con algunos indicadores. De hecho, el FMI estima que este año la inflación alcanzará al 720%.

 
Sin embargo, en los procesos hiperinflacionarios las economías suelen lucir recalentadas. La actividad económica es a veces esquizofrénica porque los gobiernos la han sobreestimulado y la velocidad de circulación del dinero es acelerada porque la gente quiere desprenderse del mismo y convertirlo en otros bienes o en dólares.

 
Pero en nuestro país tenemos que considerar la posibilidad de que hayamos caído en un mal aún peor que se conoce como “estanflación”, es decir, estancamiento con inflación. Fue documentada por primera vez en Inglaterra y provoca en 1979 la caída del gobierno Laborista de James Callagham. Surge cuando un gobernante opta por aplicar políticas expansivas con el objeto de estimular la economía, incurriendo para ello expresamente en un déficit fiscal que es financiado por el banco central. A partir de un momento determinado la inflación sigue creciendo de manera delirante mientras la economía se estanca.

 

 

 

Se trata de una dolencia económica maligna porque todas las medidas que se pueden tomar para curar la inflación agravan el estancamiento; pero a la inversa, las medidas que se pueden tomar para atacar el estancamiento agravan la inflación. En Latinoamérica muchos países padecieron de esta malignidad en la década de los 80. Por cierto, ni uno solo de esos gobiernos de la llamada “Década Perdida”  pudo sobrevivir al mal.
Lo que padece hoy Venezuela es todavía mucho más grave que una estanflación. Como antes se dijo, cuando hay hiperinflación las economías suelen lucir hiperactivas y padecen de fiebre alta que se manifiesta con el crecimiento desenfrenado de los precios. Ahora bien, en los casos de estanflación, los precios siguen desbocados pero las economías se estancan.

 
Nuestra economía no está estancada. Está en un agudo proceso de contracción. De hecho el FMI estima que este año se contraerá en un 8%, a la vez que padecerá, como ya se dijo, un brutal aumento de los precios calculados en un 720%.

 
Estamos hablando pues de un cáncer de una gravedad extrema que hasta ahora no ha sido suficientemente descrito por la ciencia económica. Sus síntomas son evidentes y se perciben en la desesperación de la gente que siente que se quedó sin futuro y que se les ha robado el poder adquisitivo a sus ingresos. Los costos no guardan relación con los precios y estos se han divorciado de los salarios. A la vez el valor de la moneda se diluye como sal y agua entre las manos. El mercado negro campea por sus fueros. La economía ha caído en un estado caótico  abatida por perversas políticas económicas (expropiaciones, control de cambios, control de precios, etc.), así como por la destrucción de Pdvsa y por la caída del petróleo.

 

 

 

El aparato productivo desmantelado induce una escasez perniciosa que lleva a miles y miles de venezolanos a pasar días y noches en angustiosas colas “a ver qué se consigue”. Pero la escasez es cada vez mayor por la sencilla razón de que se produce cada vez menos y de que ya no hay dólares disponibles para importar. Por la misma razón tampoco hay medicinas y muchos laboratorios se han ido del país, tal como lo están haciendo las líneas aéreas y multitud de empresas han cerrado dejando una secuela de desempleo. Las reservas internacionales en poder del BCV se esfuman.

 
Tampoco hay materias primas, ni insumos, ni equipos, ni repuestos, ni tantas otras cosas que requiere el funcionamiento normal de una economía. Hemos caído pues en un círculo vicioso de empobrecimiento que se profundiza y adquiere velocidad tal cual un remolino líquido que se hunde en un drenaje. La sociedad cae en extremos de pesimismo y ha llegado al límite de su paciencia.

 
Habría que acuñar una nueva palabra para describir esta metástasis económica: “Contracflación”, un término que nos hace pensar que, o reaccionamos ya, o llegó la hora de la extremaunción de nuestra economía.

 
petoha@gmail.com
@josetorohardy

El impeachment de Dilma

Posted on: abril 19th, 2016 by Laura Espinoza 1 Comment

 
En el Congreso de Brasil los diputados aprobaron seguir el proceso en contra de Dilma Rousseff. Hagamos un pequeño recuento de lo que ha ocurrido, de lo que puede ocurrir y de cuáles serían las consecuencias.

 

 
Dilma es la heredera escogida a dedo por Lula. Su trayectoria es de luchas y confrontaciones. En su juventud estuvo afiliada a las organizaciones de extrema izquierda,

 

 

enfrentándose a las dictaduras militares de su país y militando en la organización revolucionaria marxista Política Obrera y el grupo Guerrillero Colina. Detenida en 1970 fue torturada y un tribunal militar la condenó, permaneciendo presa durante tres años.

 

 
En el 2001 ingresó en el Partido de los Trabajadores (PT), encabezado a nivel nacional por Lula da Silva quien, al asumir la presidencia en 2002, la nombró Ministro de Minas y Energía. Presidió el Consejo Directivo de Petrobras, el gigante petrolero del Brasil. Tras el escándalo de las mensualidades (mensalão) pasó a ser  Jefa del Gabinete de Lula. El 31 de marzo de 2010 se presentó a la presidencia de Brasil, resultando electa en segunda vuelta. El 11 de enero del 2011 asume como la primera mujer que alcanza el cargo de Presidente en Brasil y después fue reelecta para un segundo período.

 

 
Combativo

 

 
Su antecesor Lula da Silva había ascendido, hasta alcanzar la presidencia del Brasil como un combativo líder sindical que en el año 1990 había sido junto con Fidel Castro el protagonista del Foro de Sao Paulo, donde los partidos de izquierda latinoamericanos se relamían las heridas convencidos de que los sucesos en la URSS los había reducido a la nada. En efecto, durante un lapso relativamente corto se había derrumbado la Cortina de Hierro concebida por Stalin, se había venido a pique el Pacto de Varsovia que servía de salvaguarda militar a las naciones comunistas, el presidente comunista -Jaruzelsky- de Polonia había caído vencido por Lech Walesa; había caído también el Muro de Berlín construido por orden de Nikita Krushev para impedir que los ciudadanos de Alemania Oriental huyeran en tropel hacia Alemania Occidental. Finalmente en 1991 el comunismo fue derrotado en la propia URSS, que se desintegró en 15 países.

 

 
El sistema había muerto por incompetente en el seno mismo de la segunda nación más poderosa de mundo. Es el fin de la historia, proclamó Fukuyama. El mundo había pasado a ser unipolar. El  capitalismo  había vencido.

 

 
Ese fue el escenario bajo el cual se reúne el Foro de Sao Paulo en 1990. Allí se trazan estrategias para tratar de revivir a las izquierdas latinoamericanas. No sabían ellos que la historia  les depararía una nueva oportunidad.

 

 
En efecto, naciendo el siglo XXI un suceso económico vendría a cambiarlo todo: impulsados por el crecimiento de China, los precios de las materias primas experimentaron alzas inusitadas. Ese “súper ciclo de commodities” fue como un maná caído del cielo para el populismo.

 

 
Deslumbrado por los precios del petróleo y aconsejado por Fidel Castro, desde Venezuela Hugo Chávez comienza a darles respiración artificial a sus correligionarios. Casi en fila india llegan a la presidencia Lula en Brasil,  Kirshner en Argentina, Fernando Lugo en Paraguay, Evo en Bolivia, Correa en Ecuador, Ortega en Nicaragua. Pertenecían a la misma especie. Latinoamérica se volvió chavista, o lulista, o kirshnerista. En dos platos Latinoamérica se volvió populista.

 

 
La rueda de la historia

 

 
Pero ahora la rueda de la historia giró. Hoy los precios del petróleo, del hierro, del acero, del níquel, del cobre, del estaño, del trigo y la soya y, en general, de  todas  las materias primas -que habían dotado a estos gobernantes de posibilidades rara vez imaginadas- se están viniendo a pique.  Aquellos gobernantes se están viniendo a pique también en fila india. Todos ellos fueron demagogos y todos desperdiciaron inmensas oportunidades incurriendo en espantosos casos de corrupción. Como hubiera dicho Andrés Eloy Blanco, fueron vapores de la fantasía.

 

 
Es probable que un nuevo episodio de la tragedia de las izquierdas se haya escrito. Es probable que luego que la plenaria de la Cámara de Diputados del Brasil votara por el impeachment de Dilma, dentro de pocos días el Senado del Brasil la saque del poder. Lula, quizá, esté en las puertas de la cárcel.

 

 
Un Mercosur rejuvenecido bajo el liderazgo de Macri en Argentina, Temer en Brasil y Horacio Cártens en Paraguay, presionará a Tabaré Vásquez para acudir en auxilio de la democracia en Venezuela, a quien podrían aplicarle la Claúsula Democrática del Protocolo de Ushuaia. Le seguiría la OEA. El gobernante venezolano podría quedar deslegitimado.
En fin, la historia está tomando nuevos rumbos y los vientos que traen consigo no lucen favorables a los gobernantes populistas.

 

 
petoha@gmail.com
@josetorohardy

¡Qué guerra económica ni que ocho cuartos!

Posted on: abril 5th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
No hay precedentes en tiempos de paz del nivel de escasez, angustia e incertidumbre que se vive actualmente en Venezuela. Tampoco hay precedentes de semejante destrucción de la economía. Lo más doloroso es que toda esta tragedia ocurre poco después de haber vivido la etapa de mayor afluencia petrolera que hayamos conocido.

 

 
La dirigencia oficialista no cesa de repetir que se trata de una “guerra económica”.

 

 
Desde luego que hay una guerra económica. Es una guerra salvaje que el dogmatismo y la ignorancia le han declarado a la racionalidad. Se trata de enfrentar todos los conocimientos que la ciencia económica ha logrado formular, con el salvajismo de un modelo que no ha hecho otra cosa que provocar destrucción y hambre en todos los sitios donde se ha intentado aplicar. El modelo marxista fracasó rotundamente en todas las sociedades donde se intentó. En pocos países todavía impera en medio de un denominador común: la presencia de Estados policiales y gobiernos autoritarios que en nada tienen en cuenta los deseos de la población de vivir en libertad y mejorar su nivel de vida.

 
Eran productivas

 
Durante los últimos 17 años, el oficialismo ha destruido las bases fundamentales de nuestra economía. Ha expropiado infinidad de empresas que en manos del sector privado eran exitosas, pero que una vez estatizadas se han hundido en un marasmo de ineficiencia, improductividad y corrupción. La mayoría de ellas ya no producen nada, excepto pérdidas. En el sector agrícola cerca de 6 millones de hectáreas que antes eran productivas le han sido tomadas por distintas vías a quienes en ellas laboraban, para pasar a manos de un aparataje de indolentes que han resultado incapaces de aportar nada a la sociedad. También a Pdvsa la destruyeron los rojo rojitos.

 

 
En el sector industrial ha ocurrido lo mismo. La inseguridad jurídica campea por sus fueros. Ya nadie se atreve a invertir porque un presidente ya fallecido los convenció de que la propiedad privada era indeseable. Parado en una esquina del centro de Caracas y transmitiendo en cadena nacional, comenzó a descargar con furia su obsesión expropiadora señalando edificios y comercios y profiriendo instrucciones de forma aleatoria: “¡Exprópiese! ¡Exprópiese! ¡Exprópiese!”

 

 
Cualquiera que tuviese los más mínimos conocimientos de cómo funciona una economía hubiese comprendido que bajo aquel esquema el único camino que cabía esperar era el de un deterioro insostenible en los niveles de producción. Y que en la medida en que disminuía la oferta de bienes, sus precios aumentarían. Ese es el efecto de la escasez. Si la cantidad de dinero que circula aumenta y la oferta de bienes disminuye, los precios irremediablemente aumentan.

 

 
Pero por supuesto, bajo la óptica revolucionaria, la única explicación aceptable era la especulación a manos de unos capitalistas explotadores. Recurren entonces a la aplicación de precios regulados, que inevitablemente desestimulan el aparato productivo. Nadie se atreve a invertir si el fruto de su esfuerzo va a depender de la fijación discrecional por parte de algún funcionario dogmático de un precio de venta que no guarda relación con la estructura de costos de la empresa.

 
Incertidumbre

 
Todo lo anterior ocurre en un ambiente de incertidumbre generado por un control de cambios en el cual los empresarios no tienen garantizadas las divisas para importar las materias primas ni los insumos que requieren. Tampoco, en el caso de los inversionistas extranjeros, se les permite la repatriación de dividendos que al fin y al cabo es el objetivo que persiguen al realizar una inversión. Muchos de ellos están simplemente borrando de sus balances las inversiones que tienen en Venezuela.

 

 
Además el gobierno actúa en materia fiscal con la mayor irresponsabilidad imaginable. Sus gastos no guardan ya ninguna relación con sus ingresos. El déficit fiscal, que supera el 20% del PIB, lo cubren simplemente obligando al Banco Central a imprimir dinero sin respaldo. Por esa vía, la liquidez se duplicó en el 2015, provocando una indetenible arremetida inflacionaria. Ya nuestra inflación es la más alta del mundo; sin embargo el FMI estima que en el 2016 alcanzará a un 720%.

 

 
Temeroso de que la Asamblea Nacional lo prive de ese irracional mecanismo de financiar su déficit fiscal, el gobierno da al traste con cualquier ilusión de respeto institucional recurriendo al TSJ para declarar inconstitucional la reforma aprobada de la Ley del BCV, que no hacía otra cosa que restituir los mecanismos de control que sobre esa institución existían hasta diciembre del 2015, cuando habiendo ya perdido la elecciones, el oficialismo se lanzó en una alocada carrera de desconocimiento de la voluntad del soberano.
¡Qué guerra económica ni que ocho cuartos!

 

 
petoha@gmail.com
@josetorohardy

Un modelo fallido, un estado fallido

Posted on: marzo 21st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

La escasez es un tema que está asfixiando y llevando al borde de la desesperación a infinidad de familias venezolanas. El drama de la escasez se torna tanto más perverso por cuanto viene acompañado por la inflación más alta del mundo, que según el BCV superó en el 2015 el 180%. Esa cifra, sin embargo, es engañosa. Con poco rigor científico, el BCV modificó los parámetros de cálculo, para esconder lo que fue un aumento mucho más severo en el nivel de los precios. El FMI estima que en el 2016 la inflación superará el 720%.El oficialismo trata de desviar la culpa. Aristóbulo Istúriz sostuvo en la Asamblea Nacional que el 70% de la inflación era atribuible al dólar paralelo y antes había afirmado que este representaba el 10% de las transacciones. Magistral fue la respuesta de José Guerra:

 

 

“Si el dólar paralelo representa apenas el 10% de las transacciones, no puede explicar ese 10% el 70% de la inflación. Está malo ese modelo económico”

 

 

 

Lo sostenido por Guerra está sólidamente respaldado por las cifras del BCV. Veamos: el Banco Central señala que los auxilios financieros a PDVSA alcanzan a 138.958 millones de dólares. La cifra  es espeluznante. Equivale a 10,2 veces el monto de las Reservas Internacionales totales en poder del BCV  y supera ampliamente el Patrimonio de PDVSA que llega a apenas US$ 89.757 millones.  Lo que más atemoriza de esa cifra es que implica que PDVSA ya no es capaz de cumplir con sus funciones sin ser auxiliada. Evidencia  que la estatal petrolera padece un brutal déficit en su flujo de caja del orden de los 19.000 millones de dólares al año.  Para que pueda seguir operando el BCV ha tenido que imprimir ingentes cantidades de bolívares inorgánicos, por el equivalente a los 138.958 millones de dólares antes mencionados.  Esos son los bolívares, fabricados por el BCV, que permiten que el mercado paralelo haya alcanzado los niveles en que se ha ubicado.

 

 

Esa es la verdadera causa de la inflación. La emisión de bolívares sin respaldo para auxiliar a PDVSA y otras empresas públicas provocó que el nivel del circulante se duplicase en el 2015. Esos son los bolívares a los cuales se refería José Guerra al decir:

 

 

“Para comprar un dólar a mil bolívares tienen que haber los bolívares y, ¿quién fabrica estos?: el Banco Central. Si no hubiera creación de dinero inorgánico, no hay manera de hacer transacciones a una tasa de cambio de  mil bolívares. El responsable es el BCV”.

 

 

No quiere el gobierno reconocer que la culpa de lo que está ocurriendo es del modelo fallido que está imponiendo, claramente en contra de la voluntad popular que se expresó en forma diáfana el 6D y que en todas las encuestas manifiesta hoy un rechazo al gobierno del orden del 80%.

 

 

La inflación se cura con dos simple fórmulas: produciendo más e impidiendo menos dinero inorgánico.

 

 

En torno a estos dos planteamientos se hace necesario construir todo un conjunto de políticas económicas.

 

 

Para producir más hay que comenzar por eliminar los controles de precios. Esos controles no logran otra cosa que contribuir a la escasez, lanzándonos hacia un proceso hiperinflacionario. Si se logra aumentar la producción de bienes, la escasez disminuiría y los precios también.  Desparecerían los bachaqueros.

 

 

La otra cara de la moneda es que hay que devolverle la autonomía al BCV para impedir que siga emitiendo dinero inorgánico para financiar el brutal déficit fiscal del gobierno que ya alcanza al 20% del PIB. Si esto se logra, comenzarían a “secarse” los excedentes monetarios que circulan en la economía. Ya no existirían bolívares inorgánicos en el sistema capaces de financiar compras de dólares paralelos a una tasa de 1.000 bolívares (al decir del diputado Guerra), ni tampoco de provocar un aumento en el nivel de los precios.

 

 

Lo anterior tendría que ser acompañado por una racionalización del mercado cambiario y la eliminación del régimen de cambios diferenciales que no hace más que fomentar la corrupción. Recuperada la sensatez habría que aplicar un tipo de cambio único con lo cual los equilibrios macroeconómicos tenderían a recuperarse y los dólares comenzarían a fluir hacia el aparato productivo, contribuyendo así al primer objetivo, o sea, el de producir más, mediante el fomento de las inversiones, tanto nacionales como extranjeras, que con tanta urgencia requiere el país.

 

 

Por supuesto eso sólo se lograría si simultáneamente somos capaces de devolverle la seguridad jurídica a Venezuela y a los inversionistas.

 

 

Ese conjunto de medidas, por sí mismas, implicaría  desmontar lo que ha llegado a transformarse en un modelo fallido, que junto con la inseguridad las violaciones a los DDHH, el narcotráfico, el desprecio a las instituciones democrática y el progresivo aislamiento internacional,  terminarían por conducirnos hacia el precipicio de un estado fallido.

 

 

@josetorohardy

petoha@gmail.com

La URSS y Venezuela

Posted on: marzo 7th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

 

En 1984 tuve la oportunidad de visitar la URSS. Aunque cuando llegué ya era de noche, no pude resistir la tentación de ir a conocer la imponente Plaza Roja. ¡Me quedé asombrado! Era el símbolo del poderío soviético. A uno de sus lados la muralla del Kremlin desde donde los jerarcas comunistas presidían desfiles militares para alardear del poderío de las armas rusas. En aquella muralla están enterradas varias de las figuras más importantes de Rusia. Además la tumba de Lenin, el Museo de Historia, la catedral de San Basilio, todo profusamente iluminado y, como presidiendo, una inmensa bandera roja de la URSS con la hoz y el martillo coronando el Kremlin.

 

 

Admirado por el esplendor que me rodeaba, estuve horas observando y meditando. Finalmente me dispuse a partir. No eran las 10 de la noche pero no había ni un alma en las calles, ni pude conseguir nada abierto donde calmar la sed. Escondida en una esquina de la plaza finalmente conseguí una peculiar máquina expendedora de Pepsi. Digo que era peculiar porque no había vasos de plástico, ni latas, ni botellas. El líquido caía en un único vaso de vidrio que usaba todo el mundo y que, después, había que colocar otra vez en su lugar. Era tanta la sed que limpié el borde y bebí. Al abandonar la Plaza Roja las calles estaban oscuras. Faroles había muchos, con un bello diseño, pero todos apagados.

 

 

Al día siguiente quise ver cómo vivían los moscovitas. Mi impresión fue terrible. Las colas para comprar alimentos eran larguísimas. Todo escaseaba. Todo estaba racionado. Vi por primera vez en mi vida aparatos de radio sin dial. Una sola emisora que transmitía solo lo que el gobierno quería que la gente oyera.

 

 

Fui a una inmensa tienda -los almacenes GUM- a un lado de la Plaza Roja. Había largos mesones donde las prendas estaban amontonadas en desorden. Me causó mucha impresión el mesón de los zapatos. Montañas de ellos, de distintas tallas, pero todos marrones e iguales. No estaban presentados en cajas ni en pares. Uno metía la mano en el pilón, hasta conseguir digamos uno talla 40 para el pie izquierdo y después tenía que seguir jurungando hasta conseguir el otro.

 

 

Eso es el comunismo. En la URSS el sistema era capaz de producir bombas atómicas y de hidrógeno, aviones de guerra, helicópteros, satélites artificiales y disponer del ejército más numeroso del mundo, dotado del mayor número de tanques de guerra que existía y de armas ultra modernas.

 

 

La URSS era la segunda nación más poderosa del planeta pero sus ciudadanos estaban sometidos a privaciones increíbles. Aquel gobierno era capaz de subsidiarle el petróleo a todos los países de la órbita soviética para conservarlos fieles al comunismo. Era capaz de mantener a Cuba y de financiar o respaldar aventuras políticas y militares en África o en Centro América; pero de lo que no era capaz el comunismo era de producir vasitos de cartón, ni alimentos suficientes para su población que padecía grandes carencias, ni zapatos de distinto modelo, ni cajas para que los zapatos se pudieran vender por pares, ni de satisfacer necesidades que para cualquier ciudadano de Occidente se hubieran considerado elementales. No era capaz de iluminar las calles, ni de producir autos suficientes, pero era capaz de dedicar cualquier esfuerzo para extender su sistema. Podía mantener a su nomenclatura satisfecha y en la abundancia a costa de privar al ruso común -cuya opinión no contaba- de las cosas más sencillas. Sobre todo los privaba de libertad.

 

 

El comunismo tenía que acabarse y eso fue lo que ocurrió cuando la gente se hartó, al igual que pasó en los países de Europa Oriental. Uno a uno se rebelaron. Se desmoronó la Cortina de Hierro, se derrumbó el Muro de Berlín y hasta la propia URSS se desintegró en 16 naciones diferentes en 1991. El comunismo, firmemente apoyado por el inmenso ejército rojo, se vino a pique sin que se disparara ni un solo tiro. Murió por ineficiente.

 

 

Años después Chávez pretendió resucitarlo y emularlo con un modelo al cual llamó Socialismo del Siglo XXI. Usó el petróleo tal como lo hacía Brezhnev, para comprar voluntades. El desenlace parecía inevitable. El comunismo y la URSS comenzaron a desplomarse cuando muere Brezhnev en 1982 y los precios del petróleo soviético caen de 42 a 9 dólares el barril y su economía colapsa. El Socialismo del Siglo XXI se vino a pique cuando muere Chávez, los precios del petróleo venezolano se derrumban de $ 116 el barril a un nivel inferior a los 30 y la economía colapsa.

 

 

Venezuela ha entrado en su propio “período especial”. La escasez de alimentos y de medicinas es dramática. Las colas en los automercados y en las farmacias así lo evidencian. Nada se consigue. Eso ya se había vivido en la URSS. Con las diferencias del caso, la historia se repite.

 

 

@josetorohardy

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El tiempo se acaba

Posted on: febrero 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Con preocupación observamos la profundización de la crisis que afecta a Venezuela

 

Con preocupación observamos la profundización de la crisis que afecta a Venezuela. Cobra vida propia y cada vez toma más cuerpo y velocidad. ¡Luce indetenible! El Presidente le ha achacado la culpa a una «guerra económica» y les ha dicho a los venezolanos que hay una «huelga de inversionistas».

 

 

¿Cuál es el origen de esta situación? ¿De quién es la culpa de la escasez que impera y de la falta de inversiones a la cual se refiere el primer mandatario?

 

 

Me viene a la memoria un episodio que explica muchas cosas. Se trata de imágenes ampliamente difundidas en todos los medios de comunicación. En ellas se veía al presidente Chávez, parado en una esquina de la plaza Bolívar de Caracas, tronando instrucciones al alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez.

 

 

– «¿De quién son esos negocios? -preguntaba el Presidente- ¡Exprópiense!», y detrás se oía la voz del alcalde Jorge Rodríguez:

 

 

– «Como no, señor Presidente».

 

– «Y este edificio aquí, ¿cuál es?», preguntaba nuevamente Chávez, a lo cual el alcalde Rodríguez contestaba:

 

 

– «También es un edificio que tiene locales comerciales de propiedad privada».

 

 

– «¡Exprópiese, señor alcalde! ¡Exprópiese, exprópiese!»

 

 

– «¿Y este edificio?» -continuaba Chávez.

 

 

– «Es un edificio que tiene comercios privados de joyería».

 

 

– «¡Exprópiese!».

 

 

– «De acuerdo», respondía el alcalde.

 

 

– «¿Y aquel edificio allá en la esquina?», interrogaba mientras señalaba a lo lejos con la mano, a lo cual el alcalde informaba:

 

 

– «También son edificios que tienen locales comerciales».

 

 

– «Exprópiense!».

 

 

¡¡¡ Expropiar, expropiar, expropiar !!! Repetía obsesivamente el mandatario.

 

 

En sus «Aló Presidente» amenazaba continuamente con expropiaciones a diestra y siniestra. En una ocasión lo vimos llamar en vivo e increpar al presidente de un banco extranjero en el país. «Tenga cuidado con lo que va a decir», le advertía. Su modus operandi consistía en intimidar.

 

 

En el año 2008 se expropiaron todas las plantas cementeras del país. En el 2009 se expropió la planta productora de pastas de Cargill. Ese mismo año se expropiaron los molinos de Monaca, que producían harina de maíz, pastas, etc. Se expropiaron igualmente las plantas de Aceite Diana, Lácteos Los Andes y las principales torrefactoras de café de Venezuela, entre las cuales recordamos a Fama de América y Madrid. Siguieron en la lista las cadenas de supermercados Cada y Éxito, Owens Illinois, Agroisleña, así como las empresas que suministraban gas doméstico a los hogares de Venezuela.

 

 

Además de las expropiaciones antes citadas, se nacionalizaron las empresas siderúrgicas y las de aluminio, muchas de Guayana, así como las de servicios petroleros en el Zulia. La cifra de empresas expropiadas se ubica en torno a unas mil quinientas.

 

 

Ni qué decir del campo venezolano donde por una u otra vía, cerca de cuatro millones de hectáreas que antes eran productivas en manos del sector privado fueron a parar a manos del Estado y se han hundido en un abismo de improductividad. ¿Recuerdan el Hato Piñero y tantos otros?

 

 

El resultado de esa cruzada expropiadora es que prácticamente todos las empresas que pasaron a manos del Estado están técnicamente quebradas y el denominador común es que los bienes que solían producir no se consiguen, siendo la causa fundamental de la escasez que abruma a los venezolanos. Además, la seguridad jurídica brilla por su ausencia. ¡Nunca habíamos conocido una situación semejante!

 

 

A la incertidumbre que situaciones como esas generan en los productores, se suma la «huelga de dólares» en que incurre el Estado que no entrega las divisas que requiere el sector productivo para importar las materias primas y demás insumos, incluyendo repuestos para las maquinarias y equipos.

 

 

Y además está el tema de los controles de precios. ¿Quién se atreve a invertir para ponerse en manos de algún burócrata que fija discrecionalmente el precio de los bienes que va a producir?

 

 

Para colmo a los inversionistas extranjeros no les permiten repatriar dividendos. Muchos han asumido grandes pérdidas borrando de sus balances las inversiones que tienen en Venezuela.

 

 

¿Y tienen aún los bríos de hablar de «guerra económica» o «huelga de inversionistas?»

 

 

Como si lo anterior fuera poco, vemos al jefe de Estado, desencajado, profiriendo insultos y llamando ladrón al presidente de la Polar, quien más bien debería ser condecorado por su empeño de seguir produciendo e invirtiendo.

 

 

No le arriendo la ganancia al mandatario. El país entero sabe que sin Polar la escasez arreciaría en términos exponenciales y el hambre terminarían por agotar la paciencia de los ciudadanos. Las encuestas muestran que el 85% de los venezolanos se oponen a cualquier medida que adopte el gobierno contra esa empresa.

 

 

Y ahora se agotan los inventarios. ¡Ya estamos en extra inning!

 

 

petoha@gmail.com

@josetorohardy