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No hay preguntas estúpidas

Posted on: enero 9th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

¿Qué le puedo decir a futuros periodistas? Hace poco me invitaron a darle una plática a los estudiantes que se graduaban de la maestría en periodismo de CUNY (The City University of New York). De ahí salen, sin duda, algunos de los mejores reporteros digitales de Estados Unidos. Lo primero que les dije es que no hay preguntas estúpidas.

 

Y luego esto:

 

 

La gente con poder -presidentes, reyes, dictadores, militares, políticos, empresarios, celebridades y demás- odia que la cuestionen. Les encanta tener la última palabra. Pero nuestro trabajo es precisamente incomodarlos y hacerles preguntas difíciles.

 

 

Eso es lo que nos toca hacer. Los médicos salvan vidas. Los políticos gobiernan. Ingenieros y arquitectos hacen estructuras funcionales. Los artistas crean belleza. Y nosotros le hacemos preguntas a quienes no las quieren contestar.

 

 

Si no te quieres meter en problemas, esta no es una profesión para ti. Los poderosos harán cualquier cosa para evadir tus preguntas. (El periodismo es, desafortunadamente, una de las profesiones más peligrosas en muchos países. En México, por ejemplo, nos han asesinado a decenas de periodistas en los últimos dos sexenios. Y donde no te matan, te insultan.)

 

 

A finales del 2018 el presidente Donald Trump le dijo a Aby Philip, corresponsal de CNN en la Casa Blanca, que hacía “muchas preguntas estúpidas”. Aby le había preguntado al presidente sobre la investigación rusa que podría llevarlo a su destitución. La pregunta fue al corazón y, por eso, Trump reaccionó atacándola.

 

 

Para hacer preguntas duras es preciso tener una voz fuerte. Para eso no tenemos que trabajar en una cadena de televisión o en un diario de gran reputación. Las redes sociales nos permiten vivir en muchas plataformas con miles (y hasta millones) de vistas. Eso es nuevo.

 

 

Ya no es preciso esperar años para poder hablarle a una gran audiencia. Con un teléfono celular basta. Los periodistas de esta generación son, tecnológicamente, mucho más diestros que nosotros. Pero asegúrense de no entregarle el micrófono a nadie.

 

 

Eso es lo que la Casa Blanca trató de hacer con el corresponsal Jim Acosta durante la última conferencia de prensa con Trump. Una asistente presidencial le trató de arrebatar el micrófono a Acosta -para que no siguiera haciendo preguntas sobre una invasión de inmigrantes que Trump se había inventado- y el periodista no se dejó. El incidente le costó al reportero su credencial de prensa y acceso a la Casa Blanca por unos días. Pero nunca entregó el micrófono y siguió preguntando.

 

 

No le den su micrófono a nadie. En tu voz está tu fuerza. Cuídala y respétala. Las palabras importan. De nada sirve nuestro trabajo si la gente no cree lo que dices. En esta profesión no nos dan medallas por credibilidad ni existe un sistema de deducción de puntos cuando nos equivocamos o no decimos la verdad. Las audiencias, tus seguidores y los telespectadores te van a creer hasta que dejen de hacerlo. Y una vez que has perdido su confianza es casi imposible recuperarla. Cuida tus palabras en todo momento, igual en una entrevista que en un tuit o en una conversación que tu creas que es privada. (Advertencia: nada es privado, todo se sabe.)

 

 

El periodismo es una maravillosa profesión -el mejor oficio del mundo, según Gabriel García Márquez- que te permite cambiar las cosas, reportar lo invisible e influir en la dirección del planeta. La gran corresponsal de guerra, Marie Colvin, a quien perdimos en un ataque en Siria en 2012, solía decir que los periodistas “creemos que podemos hacer una diferencia.” Tenía razón. Sus valientes reportajes desde zonas de conflicto, denunciando horrores, torturas y tragedias, seguramente salvaron muchas vidas. ¿Y cómo lo logró? Nunca se quedó callada.

 

 

Esta no es una profesión silenciosa. Cuando los reporteros se quedan callados

 

 

-como muchos lo hicieron antes de la guerra en Irak en el 2003 o como ocurre en sistemas autoritarios- muchas vidas se pierden.

 

 

Lo mejor de todo es que el periodismo es bueno para la salud. Te mantendrá joven y rebelde por el resto de tus días. Siempre y cuando te atrevas a hacer las preguntas que te hacen sudar las palmas de las manos y que te echan a correr el corazón. Ya lo sabes: no hay preguntas estúpidas.

 

Jorge Ramos Avalos.

Fuente: https://jorgeramos.com

Miércoles, 09/01/2019 – 07:42¿Qué le puedo decir a futuros periodistas? Hace poco me invitaron a darle una plática a los estudiantes que se graduaban de la maestría en periodismo de CUNY (The City University of New York). De ahí salen, sin duda, algunos de los mejores reporteros digitales de Estados Unidos. Lo primero que les dije es que no hay preguntas estúpidas.
Y luego esto:

La gente con poder -presidentes, reyes, dictadores, militares, políticos, empresarios, celebridades y demás- odia que la cuestionen. Les encanta tener la última palabra. Pero nuestro trabajo es precisamente incomodarlos y hacerles preguntas difíciles.

Eso es lo que nos toca hacer. Los médicos salvan vidas. Los políticos gobiernan. Ingenieros y arquitectos hacen estructuras funcionales. Los artistas crean belleza. Y nosotros le hacemos preguntas a quienes no las quieren contestar.

Si no te quieres meter en problemas, esta no es una profesión para ti. Los poderosos harán cualquier cosa para evadir tus preguntas. (El periodismo es, desafortunadamente, una de las profesiones más peligrosas en muchos países. En México, por ejemplo, nos han asesinado a decenas de periodistas en los últimos dos sexenios. Y donde no te matan, te insultan.)

A finales del 2018 el presidente Donald Trump le dijo a Aby Philip, corresponsal de CNN en la Casa Blanca, que hacía “muchas preguntas estúpidas”. Aby le había preguntado al presidente sobre la investigación rusa que podría llevarlo a su destitución. La pregunta fue al corazón y, por eso, Trump reaccionó atacándola.

Para hacer preguntas duras es preciso tener una voz fuerte. Para eso no tenemos que trabajar en una cadena de televisión o en un diario de gran reputación. Las redes sociales nos permiten vivir en muchas plataformas con miles (y hasta millones) de vistas. Eso es nuevo.

Ya no es preciso esperar años para poder hablarle a una gran audiencia. Con un teléfono celular basta. Los periodistas de esta generación son, tecnológicamente, mucho más diestros que nosotros. Pero asegúrense de no entregarle el micrófono a nadie.

Eso es lo que la Casa Blanca trató de hacer con el corresponsal Jim Acosta durante la última conferencia de prensa con Trump. Una asistente presidencial le trató de arrebatar el micrófono a Acosta -para que no siguiera haciendo preguntas sobre una invasión de inmigrantes que Trump se había inventado- y el periodista no se dejó. El incidente le costó al reportero su credencial de prensa y acceso a la Casa Blanca por unos días. Pero nunca entregó el micrófono y siguió preguntando.

No le den su micrófono a nadie. En tu voz está tu fuerza. Cuídala y respétala. Las palabras importan. De nada sirve nuestro trabajo si la gente no cree lo que dices. En esta profesión no nos dan medallas por credibilidad ni existe un sistema de deducción de puntos cuando nos equivocamos o no decimos la verdad. Las audiencias, tus seguidores y los telespectadores te van a creer hasta que dejen de hacerlo. Y una vez que has perdido su confianza es casi imposible recuperarla. Cuida tus palabras en todo momento, igual en una entrevista que en un tuit o en una conversación que tu creas que es privada. (Advertencia: nada es privado, todo se sabe.)

El periodismo es una maravillosa profesión -el mejor oficio del mundo, según Gabriel García Márquez- que te permite cambiar las cosas, reportar lo invisible e influir en la dirección del planeta. La gran corresponsal de guerra, Marie Colvin, a quien perdimos en un ataque en Siria en 2012, solía decir que los periodistas “creemos que podemos hacer una diferencia.” Tenía razón. Sus valientes reportajes desde zonas de conflicto, denunciando horrores, torturas y tragedias, seguramente salvaron muchas vidas. ¿Y cómo lo logró? Nunca se quedó callada.

Esta no es una profesión silenciosa. Cuando los reporteros se quedan callados

-como muchos lo hicieron antes de la guerra en Irak en el 2003 o como ocurre en sistemas autoritarios- muchas vidas se pierden.

Lo mejor de todo es que el periodismo es bueno para la salud. Te mantendrá joven y rebelde por el resto de tus días. Siempre y cuando te atrevas a hacer las preguntas que te hacen sudar las palmas de las manos y que te echan a correr el corazón. Ya lo sabes: no hay preguntas estúpidas.
Jorge Ramos Avalos.

Fuente: https://jorgeramos.com

Blog de Jorge Ramos Avalos

La Venezuela de Juan Pablo

Posted on: junio 29th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

No sé si han visto el cartucho de una bomba lacrimógena. Es del largo de dos manos juntas, metálico y comienza en una punta. Tiene cerca de dos centímetros de diámetro. La policía los suele tirar a un lugar vacío para esparcir el gas y ahuyentar a manifestantes. Bueno, uno de esos cartuchos fue disparado a corta distancia al pecho de juan pablo pernalete en Caracas, Venezuela.

 

 

Juan Pablo tenía 20 años y era un destacado basquetbolista. Había competido en Brasil, Argentina y Chile. Su objetivo era ir a jugar a la NBA en Estados Unidos. Su cuarto estaba lleno de medallas y diplomas. Además, tenía varios reconocimientos por su lucha en protección al medio ambiente. Era de esos hijos que uno ve y sonríe.

 

 

Pero un miércoles por la tarde lo mataron.

 

 

 

Juan Pablo, al igual que en los últimos dos meses, había ido a una manifestación contra la dictadura de Nicolás Maduro. Pero esta vez algo salió mal. Así me lo contó Elvira, su madre. “Juan Pablo muere por una bomba (lacrimógena) que le estrellaron en el corazón”, me dijo entre sollozos. “Por eso murió.”

 

 

El gobierno dio una versión distinta. El diputado oficialista y portavoz del chavismo/madurismo, Diosdado Cabello, le llamó “terroristas” y “asesinos” a los manifestantes que, como Juan Pablo, protestaban ese día por la Plaza Altamira en Caracas. Luego, en televisión, aseguró que “no estaba la Guardia Nacional ahí.”

 

 

Elvira brinca cuando le pongo un video con las declaraciones de Diosdado. Mi hijo “no es un terrorista”, me dice. “A nuestro hijo lo asesinó un Guardia Nacional… No acepto que nadie venga a manchar la memoria de mi hijo. Me lo asesinaron y este dolor nunca va a pasar. No hay derecho a quitarle la vida a un ser humano por querer un mejor país.”

 

 

En un asombroso acto de desafío -particularmente en un país donde el más mínimo cuestionamiento a las políticas oficiales es visto como traición- la Fiscal General, Luisa Ortega, se puso del lado de las víctimas: “De acuerdo a nuestra investigación la muerte del estudiante se produce por un shock cardiogénico por traumatismo cerrado del tórax.”

 

 

Traducción: Juan Pablo muere por una bomba lacrimógena dirigida a su pecho. Y solo la Guardia Nacional tiene ese tipo de bombas.

 

 

José Gregorio, el padre de Juan Pablo, quiere ir más allá de saber la verdad. “Las investigaciones dan como cierto que a nuestro hijo lo mató un Guardia Nacional,” me dijo. “Que asuman la responsabilidad respecto al hecho.” Ella: “Nosotros ahora lo que queremos es justicia. La verdad salió por más que traten de manipular.”

 

 

La pregunta -la gran pregunta- en Venezuela es el desenlace. Tras más de dos meses de protestas y decenas de muertos ¿qué sigue? Por el momento parece imposible que las cosas regresen a una precaria normalidad. Nada es normal hoy en día en Venezuela.

 

 

Por supuesto, un escenario es la caída de la dictadura; por la presión de las manifestaciones y el descontento popular, incluso entre chavistas, o por la media vuelta de los militares que no quieren seguir matando jóvenes. Pero otro escenario, posible y brutal, es una masacre de enormes proporciones -un día de luto, de esos que quedan en los libros de historia- y luego paz en base a balas.

 

 

Cuando un gobierno mata a los más jóvenes, esos mismos jóvenes se encargarán de cambiar a su gobierno. Los dos no caben en el mismo país. En la Venezuela que se imaginó Juan Pablo no caben Maduro, Diosdado y sus matones.

 

 

Cuando un político llega al poder suele venderles a sus ciudadanos una idea de país. Lo hizo igual Donald Trump y Barack Obama que Fidel Castro y Hugo Chávez. En el caso de Maduro no fue así. Lo puso Chávez de dedazo y su única promesa fue dejar las cosas como estaban. Pero no pudo. El país se le fue de las manos.

 

 

Ahora los venezolanos tiene una decisión muy fácil. ¿Cuál Venezuela prefieren, la de Maduro o la de Juan Pablo? Miles, millones quizás, ya escogieron en las calles.

 

 

¿En qué termina esto José Gregorio? “Ellos (los jóvenes como Juan Pablo) están luchando por sus ideales. Ellos son los dueños de su propio futuro. La historia les dará la razón.” Elvira solo baja la cabeza y le oigo un suave “Amén.”

 

Jorge Ramos Avalos

 

 

Posdata. La entrevista por televisión con los padres de Juan Pablo Pernalete la pueden ver aquí:

 

Blog de Jorge Ramos Avalos

 

 

 

El dictadorzuelo no se quiere ir

Posted on: julio 9th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Los dictadores -y sus imitadores, los dictadorzuelos- nunca dejan el poder por las buenas. Es preciso sacarlos. Pero hay maneras de sacarlos.

 

 

 

En el caso de Nicolás Maduro en Venezuela la cosa es complicada. Primero, porque él no se percibe a sí mismo como un dictador. Segundo, porque Venezuela todavía no es una dictadura tipo Cuba; la oposición controla la Asamblea Nacional. Y tercero porque la misma constitución bolivariana incluye una salida democrática a través de un referendum revocatorio. La pregunta es ¿cómo salir de un líder que ya no es demócrata en un sistema autoritario?

 

 

 

Cuando a Hugo Chávez se le ocurrió incluir en la constitución de 1999 un referendum revocatorio, nunca se imaginó que se le aplicaría a él -en el 2004- y luego al líder que escogería por dedazo para sustituirlo. Chávez superó el referendo y se quedó en el poder hasta su muerte. Pero pocos creen que Maduro podría hacer lo mismo con uno de los peores gobiernos en la historia de Venezuela.

 

 

 

¿Es Venezuela una dictadura? le pregunté al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. “Nosotros no hemos utilizado ese término en nuestro informe”, me explicó. “Pero sí hemos hecho referencias a problemas serios que existen en el funcionamiento democrático de Venezuela. La existencia de presos políticos es totalmente inconsistente con el concepto mismo de democracia. El hecho de poner obstáculo administrativos a la realización del referéndum revocatorio es obstaculizar a la gente para que se exprese. Es muy importante que se haga este año. No hacerlo afectaría variables de legitimidad del gobierno.”

 
Almagro se ha atrevido a hacer algo que su predecesor, Jose Miguel Insulza, evitó durante toda una década: invocar la Carta Democrática de la OEA. Insulza, cuidadoso de las formas y las palabras, nunca tuvo el valor y la decencia de enfrentar a Chávez y a Maduro. Prefirió no hacer olas. Almagro, en cambio, ha desatado una tormenta.

 

 

 

“Negarle la consulta al pueblo, negarle la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más como tantos que ha tenido el continente”, le dijo Almagro a Maduro. Eso, sin duda, no es diplomático pero sí es la verdad.

 

 

 

La oposición venezolana -con el apoyo de 20 países en la OEA- por fin ha encontrado la salida. Maduro ve el final y por eso está peleando como gato en el agua. Trató de bloquear el proceso para activar la carta democrática en la OEA y no pudo. Ahora busca sacar el asunto de la OEA y llevarlo a una reunión en República Dominicana -o donde sea- para ganar tiempo y apoyo de sus incondicionales.

 

 

 

Mientras tanto, un grupo de chavistas busca que el Tribunal Supremo de Justicia desconozca a la Asamblea Nacional. En ninguna democracia un poder puede cancelar a otro. Pero en la Venezuela madurista todo es posible. Y esa falta del equilibrio de poderes le preocupa a Almagro. “Aquí hay un desconocimiento permanente del poder legislativo”, me dijo, “y eso afecta todo el funcionamiento de la democracia en Venezuela.”

 

 

Venezuela está al borde del colapso. El desabastecimiento está generando dramáticos casos de hambruna en un país que, hasta hace poco, era considerado uno de los más ricos del continente. La corrupción del chavismo es a plena luz del día; no hay que esconderse porque los del gobierno se sienten impunes. Y el crimen y la inflación son el purgatorio todos los días.

 

 

Un gobierno relativamente racional buscaría menos muertos y más orden. Pero el régimen de Maduro hace mucho que perdió el rumbo y me recuerda una frase del personaje central de la novela de Gabriel García Márquez, El General En Su Laberinto: “Nuestra autoridad y nuestras vidas no se pueden conservar sino a costa de la sangre de nuestros contrarios.”

 

 

Lo dicho: ningún dictadorzuelo se va por las buenas.

 

 

Posdata. Hay que prepararnos para la siguiente masacre en Estados Unidos. A pesar del enojo y la tristeza tras la matanza de 49 personas en Orlanda, nada -¡absolutamente nada!- se ha hecho para evitar otro incidente similar. El congreso se cruzó de brazos y hoy es tan fácil comprar armas de guerra como lo fue antes de la tragedia en la discoteca Pulse. O sea, prepárense.
Jorge Ramos Avalos.

 

 

La entrevista a Luis Almagro

 

 

 

La primavera mexicana

Posted on: abril 16th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Vie, 15/04/2016 – 18:51Regresar a México me llena de vida y, por alguna razón, siempre creo que voy a ver grandes cambios. Pero casi siempre me quedo esperando.

 

 

 

Tengo mi rutina para regresar. Mi primera parada, muchas veces, es para comprar unos churrumais -frituras de maíz con limón y chile- o para comerme unos tacos al pastor. Eso me devuelve a mi adolescencia y al país que dejé. Me fui de México hace 33 años pero México no se ha ido de mí.

 

 

 

Mientras más tiempo paso fuera de México más aprecio lo que dejé. En mi última visita vi montones de familias, de la mano, paseando, regalándose frecuentes gestos de cariño. Los niños mexicanos son de los más apapachados y besados del mundo. Caí en comidas largas, sin prisa y con sobremesa, como si no hubiera nada más importante que hacer. En México la comida es un ritual en que el alma y la boca se entrelazan como sopa de fideos.

 

 

Lo que más me gusta de México son sus intangibles, esas cosas que no se pueden tocar pero que te alimentan por dentro. En México nunca me he sentido solo. En cambio, la vida en Estados Unidos puede ser muy solitaria para los inmigrantes, sobre todo en navidad y en días de fiesta.

 

 

 

Me gustan las fiestas mexicanas que rompen con la rutina -por algo le llaman “reventones”– y el uso del humor (en memes, caricaturas y albures) para balancear momentáneamente nuestras desigualdades. Criticar, sí, es una forma de querer a México.

 

 

Admiro esa sana y clara distancia del mexicano con sus gobernantes y con sus jefes. No les creen nada. Antes dudábamos del tlatoani azteca y de los virreyes españoles. Hoy dudamos del presidente y de los mirreyes (ese grupito de ricos y prepotentes que ahorcan al resto del país).

 

 

 

Después de tantos sexenios de abusos, escándalos y engaños, México se ha convertido en un país de incrédulos. Y a mí eso me parece muy saludable; todo cambio se inicia sospechando de la autoridad, de las tradiciones y de las conductas aprendidas.

 

 

 

Pero ¿viene el cambio? “En México nunca pasa nada”, me dijo un amigo y corresponsal extranjero afincado en el país hace varios años. Entiendo por qué lo dice. Más del 98 por ciento de los crímenes permanecen en la impunidad, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Pero en México sí están pasando cosas.

 

 

 

Pasan cosas -para robarme la frase del periodista colombiano Julio Sánchez Cristo- cuando muchísimos mexicanos ya no le creen a su presidente, Enrique Peña Nieto, y lo dicen en la calle y en las redes sociales. ¿Cómo creerle cuando él y su esposa le compran una casa de 7 millones de dólares a un contratista gubernamental?

 

 

 

Gracias a los llamados Papeles de Panamá, ahora sabemos que ese contratista

 

 
-Juan Armando Hinojosa Cantú, dueño del grupo Higa- envió 100 millones de dólares de su fortuna en paraísos fiscales poco después que se inició la investigación de la Casa Blanca mexicana. (¿Habrá ahí algo que investigar don Virgilio?)

 

 

 

Pasan cosas en México cuando -con un diario pase de lista- no olvidamos a los 43 jóvenes de Ayotzinapa que el gobierno quiso desaparecer dos veces. ¿Cómo resaltar lo positivo cuando ha habido 52 mil muertes violentas en los últimos tres años y el de Peña Nieto podría ser el sexenio más violento de nuestra historia moderna? Veo con esperanza las denuncias y protestas de muchos mexicanos indignados y frustrados. El mensaje es claro: no nos vamos a dejar.

 

 

 

Algunos creían que esa indignación y frustración se convertiría en una pacífica rebelión ciudadana, obligaría a renunciar a altos funcionarios y daría un golpe de timón al país. Por ejemplo, el primer ministro de Islandia se apartó de su puesto por acusaciones de corrupción tras la publicación de los Papeles de Panamá. Pero en México todo sigue igual. Nadie renunció tras las denuncias de la Casa Blanca, ni de la fuga del Chapo, ni de las matanzas de Ayotzinapa y Tlatlaya.

 

 

 

Hay grandes cambios en Guatemala, Argentina, Brasil y Venezuela. Y millones de mexicanos se preguntan ¿cuándo nos toca a nosotros? Quizás nuestra fuerza radica más en resistir que en exigir. ¿Por qué no aceptar la creación de una Comisión Internacional contra la Impunidad en México, dependiente de Naciones Unidas, al igual como lo hicieron en Guatemala? Sería un buen primer paso.

 

 

 

Sí, ya sé. En México siempre da la impresión de que algo está a punto de reventar…y no revienta. Pero lo viejo y lo corrompido no acaban de morir. Por eso, hace varias primaveras que estamos esperando la primavera mexicana.

 

 

 
Jorge Ramos Avalos.

http://diariodecaracas.com/blog/73

Quien paga por el maldito muro

Posted on: marzo 4th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

“Yo no voy a pagar por ese fucking muro”, me dijo en una entrevista en Miami y en inglés el ex presidente de México, Vicente Fox. “(Trump) debe pagar por el muro; él tiene el dinero para hacerlo.”
La noticia fue que Fox utilizó una grosería en inglés para referirse al muro que el candidato Donald Trump quiere construir entre México y Estados Unidos. (Aquí está mi entrevista de TV con Fox)

 

 

La intención de Fox era muy clara: que lo supiera Trump -el candidato que va adelante en la contienda por la nominación del partido Republicano a la presidencia. Y lo logró. A las pocas horas de que publicáramos el comentario de Fox en las cadenas Univision y Fusion, Trump le contestó al ex presidente mexicano en Twitter. Trump le exigió una disculpa a Fox y dijo que si él hubiera usado esa palabra, se habría generado un escándalo.

 

 

Fox, por supuesto, no se disculpó. La ironía es que Trump -quien ha ofendido a mujeres, inmigrantes, personas con discapacidad, héroes de guerra y a otros candidatos- ahora le está exigiendo una disculpa pública a Fox por usar malas palabras.

 

 

Trump sabe muy poco de la historia de México. Trump no sabe que Fox y millones de mexicanos terminaron con 71 años de gobiernos priístas en México en una campaña marcada por fuertes críticas (y salpicada con una que otra grosería). Fox sabe cómo llamar la atención. Lo hizo en el 2000 -durante la lucha para que la democracia llegara a México- y ahora, una vez más, para denunciar los ataques de Trump a los mexicanos.

 

 

Fox no está solo. El ex presidente, Felipe Calderón, también criticó en inglés a Trump y su absurda idea de construir un muro en la frontera. “Los mexicanos no vamos a pagar un solo centavo por un muro estúpido”, dijo Calderón en inglés en un reporte de la cadena CNBC. “Si este tipo cree que cerrando la frontera al comercio y a la gente va a generar prosperidad en Estados Unidos, está completamente loco.”

 

 

Llama poderosamente la atención que los expresidente Fox y Calderón sí han salido en público a criticar a Trump y a defender a los mexicanos mientras que el actual presidente, Enrique Peña Nieto se ha quedado callado. Otra vez. El silencio y agacharse es la política preferida de Peña Nieto para enfrentar los grandes retos del país.

 

 

Actualmente hay muros y cercas en 670 de las 1,954 millas de frontera entre ambos países. El plan de Trump es extender el muro 1,284 millas más a un costo de unos 20 mil millones de dólares. (Un reporte del New York Times calculó que la construcción de cada milla costaría al menos 16 millones de dólares.) Trump dice que obligará a México a pagar por la construcción del nuevo muro. Pero ni el gobierno ni nadie está dispuesto a hacerlo.

 

 

Construir ese muro es totalmente inútil. ¿Por qué? Porque el número de indocumentados no ha aumentado desde el 2009 y porque cada vez hay menos mexicanos en Estados Unidos; en el 2014 hubo 140,000 mexicanos menos que en el 2009, según The New York Times. Además ¿para qué construir un muro si cuatro de cada 10 indocumentados llega legalmente a Estados Unidos con una visa e, incluso, muchos vienen en avión? ¿Qué muro detiene eso?

 

 

Los ataques de Trump a los inmigrantes mexicanos y su idea de construir un nuevo muro en la frontera ha destruido su imagen entre los hispanos. El 81 por ciento de los latinos tiene una imagen negativa de Trump, según la última encuesta de Univision y el Washington Post.

 

 

Hay más datos. Trump no obtendría más del 16 por ciento del voto latino si se enfrentara en la elección presidencial contra Bernie Sanders o Hillary Clinton. Y así no podría ganar la Casa Blanca.

 

 

El muro se ha convertido en el principal símbolo de lo que sería una presidencia de Donald Trump. Por eso son tan efectivos los ataques mediáticos de los expresidentes Fox y Calderón contra el maldito muro. Es importante destruir la idea del muro antes de que empiece a construirse.

 

 

Resulta difícil de creer que en la época de la globalización, de la internet y de las redes sociales, existe la posibilidad de que el candidato del muro gane la presidencia de uno de los países más abiertos del mundo.

 

 

 

No, señor Trump, México no va a pagar por su muro.

 

 

Fuente/jorgeramos.com/articulos

El Papa pecador

Posted on: septiembre 26th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

“Soy un pecador”… Así se definió el Papa Francisco durante una entrevista a la revista jesuita, La Civilitá Cattolica, en el 2013. Y eso lo acerca a todos nosotros. Por eso, seamos creyentes o no, el Papa nos cae bien.

 

 

Jorge Bergoglio, contrario a otros pontífices de la iglesia católica, no se presenta como un ser superior e inalcanzable. “Presentar al Papa como una especie de supermán, como una estrella, es algo ofensivo para mí”, dijo en otra entrevista al diario Corriere della Sera en el 2014. Si es cierto que dios habla a través de él -un acto de fe para los católicos del mundo- eso es algo de lo que no presume.

 

 

Cuando Bergoglio fue elegido Papa por 110 cardenales el 13 de marzo del 2013, yo estaba en la India y vi por televisión el histórico momento. Primer latinoamericano, primer jesuita, primer líder de la iglesia cuyo idioma materno es el español. Pero cuando salió a la plaza de San Pedro habló poco, sus ojos todavía denotaban sorpresa y parecía muy tímido. Era como si se preguntara ¿qué hago yo en este lugar?

 

 

Pronto supimos que, efectivamente, se trataba de un Papa distinto. No quiso vivir en el Palacio Apostólico, como la mayoría de los Papas desde el siglo 14, sino en la Casa Santa Marta, un austero recinto para huéspedes. Se mueve en Roma en un Ford Focus azul, no usa los ridículos zapatos rojos, no lleva chaleco antibalas en público, abraza a los feligreses en la calle y se toma selfies con adolescentes.

 

 

Es el primer Papa que da entrevistas. La tradición asegura que el Papa es infalible. Pero a Francisco no le preocupa ser cuestionado. Por lo tanto aceptó hablar con una revista jesuita, con un diario italiano, y con los periodistas de la televisión Henrique Cymerman, Valentina Alazraki y David Muir.

 

 

Este es un Papa que no teme equivocarse e, incluso, en debatir la inflexible doctrina de la iglesia. “¿Quién soy yo para juzgar?”, dijo sobre los homosexuales ante la prensa en su vuelo de regreso de Brasil.

 

 

Pero este es el problema con el Papa Francisco: su humildad, su sencillez y su accesibilidad no significan que vaya a modificar a fondo la doctrina católica para 1,200 millones de creyentes. El Papa Francisco no es un rebelde radical. Sus cambios son solo de estilo, no de sustancia.

 

 

El Papa Francisco apoya la rápida y gratuita anulación de matrimonios religiosos. Ese es un cambio mínimo. También ha permitido que divorciados y mujeres que han abortado se acerquen a la iglesia. Pero en su viaje a Cuba y Estados Unidos no irá más lejos. No quiere y no puede.

 

 

A pesar de presentarse como un Papa abierto al cambio, Bergoglio se niega a permitir que las mujeres ejerzan el sacerdocio, se rehúsa a levantar la prohibición del celibato a padres, rechaza contundentemente el matrimonio gay, el aborto y ni siquiera aprueba el uso de anticonceptivos. Y en su lucha contra el abuso sexual dentro de la iglesia no se ha atrevido a tocar a sus amigos y principales colaboradores.

 

 

Es cierto que el Papa Francisco, contrario a sus dos predecesores -Juan Pablo II y Benedicto XVI- ha impuesto la política de cero tolerancia en contra de sacerdotes pedófilos. Pero sigue siendo muy tibio y permisivo con obispos, arzobispos y cardenales que encubrieron esos crímenes contra niños durante décadas. Muchos de ellos siguen en sus puestos. Así es la justicia divina.

 

 

A pesar de todo lo anterior, es admirable la libertad y espontaneidad con la que habla el Papa Francisco. Eso es algo que, aparentemente, aprendió tras su difícil y doloroso paso como Superior Provincial de la Compañía de Jesús en Argentina durante la guerra sucia (1976-1983). Bergoglio, como muchos otros líderes religiosos de la época, trató de ayudar en silencio y en privado a las víctimas de la dictadura pero no desafió públicamente a las autoridades. Esa experiencia lo marcó. Hoy parece no guardarse nada.

 

 

“Tuve que aprender de mis errores porque, la verdad, he cometido cientos de errores; errores y pecados.” dijo Bergoglio sobre su experiencia como líder religioso en esa época (en una entrevista que recoge Paul Villely en su libro sobre el Papa).

 

 

Pero el Papa también está viendo al futuro y se está preparando para entregar el poder. Tiene 78 años, lo impresionó mucho la renuncia de Benedicto XVI y ya busca quien lo reemplace.

 

 

¿Quién podría ser? De los 39 cardenales que ha designado durante su papado, 24 no son europeos. En uno de sus pocos actos carentes de humildad, el Papa pecador está buscando a un sucesor muy parecido a él. Por definición, no hay pecador perfecto.

 

 

Fuente: jorgeramos.com

No más reyes

Posted on: junio 17th, 2014 by lina No Comments

Para qué necesita España un rey en pleno siglo XXI? Para nada.

 

La democracia española está perfectamente consolidada, tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, y no requiere de un nuevo rey para garantizar su futuro. Los españoles pueden vivir sin rey.

 

La abdicación del rey Juan Carlos I de Borbón tomó a muchos por sorpresa. Pero había una creciente presión para un cambio. En un país con unos seis millones de parados –donde tener menos de 25 años es casi una condena de desempleo- no es fácil justificar los gastos de un rey que se va a cazar elefantes o los abusos y complicidades de su yerno, Iñaki Urdangarín, para enriquecerse.

 

Nadie cuestiona el papel fundamental del rey Juan Carlos en la transición hacia la democracia. Pero ya no. Su rol no es esencial.

 

Hoy la mayoría de los españoles quiere un cambio. Un 62 por ciento, según una encuesta del diario El País, desearía “en algún momento” un plebiscito para redefinir su forma de gobierno y escoger entre monarquía o república. Pero, para variar, los políticos tradicionales no están escuchando.

 

El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, cortó cualquier posibilidad de cambio en el actual sistema de gobierno. “El debate tiene un objetivo único”, dijo, “la abdicación, de eso se trata.” Y como su partido, el Popular, y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) controlan más del 80 por ciento de los puestos en el parlamento, el asunto de una verdadera y final transición hacia la democracia quedó archivado. Pero les volverá a brincar.

 

Tener reyes no es moderno, moral, deseable o aleccionador. Es un terrible prejuicio histórico. Nadie debería tener un puesto solo por ser hijo del rey. Esa no puede ser una regla universal. En una sociedad en que premiamos el talento, el esfuerzo, la creatividad y el valor, lo menos cool es ser príncipe o rey por tu día de nacimiento en una familia privilegiada.

 

La monarquía parlamentaria es la forma política del estado español. El rey reina, dicen, pero no gobierna. Es su peculiar manera de separar los poderes. Pero tiene una contradicción intrínseca; ¿manda la mayoría o manda uno? Monarquía parlamentaria es un término tan confuso y ambiguo como el “estado libre asociado” en Puerto Rico o el “Partido Revolucionario Institucional” en México.

 

Apoyar la monarquía va en contra del principio de igualdad que promueve la mayoría de las constituciones del mundo. “Todos los hombres fueron creados iguales”, dice la Declaración de Independencia de Estados Unidos en 1776. Los franceses establecieron lo mismo en su Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos.” Y Naciones Unidas refrenda en 1948, casi con las mismas palabras, el concepto de que nadie nace superior a los otros.

 

Apoyar a un rey es ir en contra del avance de todos y refrenda los valores más retrógrados e injustos de una sociedad. España pudo en este 2014 definir su futuro buscando mayor igualdad. Pero, por ahora, prefirió ser un país de desiguales.

 

Este asunto, ciertamente, no es personal. Conocí al principe Felipe en 1998 en Honduras, tras el paso del destructivo huracán Mitch. Y se metió a las zonas más peligrosas y afectadas, compartiendo y ayudando a los más pobres de los pobres. Me impresionó su actitud; fue sencillo y directo, afectivo y efectivo.

 

Lo volví a ver hace unos meses, durante su visita a las instalaciones de las cadenas Univision y Fusion en Miami. Dudo que haya alguien mejor preparado que él –con inigualables cualidades militares, lingüísticas y diplomáticas- para ser rey. (Y hasta tiene sentido del humor; se tomó una selfie, sonriente, con una de nuestras periodistas.)

 

Pero en esta época nadie debe ser subdito de nadie. Insistir en reyes y reinas es el mensaje equivocado. En el siglo XIX hubo más de 250 monarquías en el mundo. El diario The Washington Post calculó que ahora solo quedan 26.

 

Sospecho que Felipe y su esposa Letizia, por su juventud, formación e inteligencia, también apoyarían un plebiscito si no formaran parte de la familia real. Pero lo democrático, lo verdaderamente moderno, es que si Felipe o cualquier otro español quiere ser jefe de estado, que se lance como candidato y se ponga a votación. No se vale apelar a tu acta de nacimiento.

 

La monarquía ya tuvo su lugar en la historia de España. Esta es la era de las repúblicas, de la democracia, de la igualdad y de los ciudadanos.

 

 Jorge Ramos Avalos.

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