Twitter o la neurosis colectiva

Posted on: julio 11th, 2020 by Periodista dista No Comments

 

 

“I’ve been around for a long, long year
Stole many a man’s soul to waste.”

The Rolling Stones

 

 

La idea o el desangramiento No entiendo al país, pienso que la Venezuela que hoy somos es vigorosamente distinta a la que dejé cuando me vi obligado a partir al destierro. No conozco a mi gente. No sé qué siente, no puedo imaginar ni conceptualmente el apocalíptico caos que está padeciendo. Los que vivimos en el exilio tenemos una idea abstracta del horror nacional, pero muy distinta es la idea al desangramiento. Los venezolanos en general estamos desgarrados, heridos de gravedad, pero los que aún viven en Venezuela padecen además sed, hambre, enfermedad, no tienen luz ni gasolina ni seguridad. Lo peor: saben que su situación empeora cada día, viven sin esperanza.

 

El virus chino y la peste chavista nos han descompuesto.

 

 

¿Dónde está la civilización?

 

He incursionado clandestinamente en Venezuela, pero la perturbación y el nervio por no ser capturado por la narcotiranía sumados a la fugacidad de cada visita me han impedido colocar el oído con calma sobre la faz de mi tierra venezolana para auscultar el pulso del corazón social. Para entender una nación se necesita tiempo, conversación diaria y larga, aliento y desaliento, la intuición que da la observación, caminar, notar los gestos, escuchar, ver rostros, atender necesidades y anhelos, visitar museos, pasear pueblos y ciudades, andar campos, embriagarse en una cantina urbana. Desde una ventana al mar la distancia social es aún mayor: ¿dónde está la civilización?

 

Lo único que acerca a la realidad es la angustia.

 

 

Twitter o la neurosis colectiva

 

Los gritos e insultos en twitter –no miento– me sofocan, pierdo el aire. Cada día me acerco menos a esa gallera global para auscultar el pulso del mundo, es inútil, desconfío de él, de verdad, asfixia. Lo uso poco, estimo que informa sobre realidades, pero no las interpreta, además, los gritos, la polarización, la tragicomedia, la indolencia, la urgencia por hacerse sentir, por alcanzar un “me gusta” o un comentario, es absolutamente delirante, los habitantes del establo global que es twitter viven en neurosis colectiva. Su realidad es virtual, imaginan que el mundo es un estadio de dimes y diretes permanente. Sufren si no hay “popularidad”, limosnean “likes”. El reconocimiento los aturde, los trastorna: su ansiedad es un like o un retweet.
No jodan, apaguen el aparato, vean el mundo.

 

 

El mal aliento del corazón

 

Pienso que los venezolanos –y la humanidad en general– tenemos suficientes problemas reales como para agregarle a estos problemas imaginarios. En Venezuela sólo un 7% de la población accede a twitter y mucho de ese porcentaje está influenciado por laboratorios, trolles (personas con identidades ficticias) y un universo de manipulación e histeria que no contribuyen en nada a la verdad. Pensar que lo que pasa o se dice en twitter es la realidad de una nación es tan descabellado como aberrante. Es como si un médico intentase reconocer el ritmo cardiaco de una persona oliéndole el aliento, midiendo el nivel de estridencia de sus gritos o escuchando las egocentricidades de los pseudo filósofos de meadero virtual. Insisto: no tiene sentido.
La realidad está en el 90% que no sigue ni atiende twitter. ¿Qué dice?

 

 

Un hombre de hace 2 mil años

 

La rebelión popular nacional, tan necesaria y urgida para liberar a Venezuela de la peste chavista –el peor y más ruinoso mal que hayamos conocido en la historia–, no se gestará jamás en twitter. Es una mentecatez abrumadora, una brutalidad enciclopédica, pensar que lograremos impulsar, movilizar u organizar una insurrección popular por esa red social. Los opinadores –¿Influencers?– que vegetan en ese corral global piensan que sus gritos “retuiteados”, “gustados” o comentados son el principio y el fin del mundo, pero la realidad es otra, no significan un carajo, son a veces –sólo a veces– masturbaciones verbales frente al espejo de la esterilidad cultural. No transforman realidades humanas ni sociedades, sólo histerizan.

 

Un hombre cambió el destino de la humanidad hace dos mil años, la civilización es antes y después de él. Lo hizo visitando y organizando cada poblado, trasmitiendo una “buena nueva” que desafiaba la tiranía de su tiempo. ¿Seguimos su ejemplo o el de los “Influencers”?

 

 

Vida o muerte del país

 

Vienen los tiempos más espinosos y cruciales de la historia contemporánea de Venezuela, si honestamente queremos salir de la letal pesadilla chavista habrá que escuchar más el latido del corazón nacional en sus caseríos y pueblos que la neurastenia twitteriana. Pese al virus chino, habrá que idear modos de comunicación, organización y activación popular porque serán la vida o la muerte del futuro del país. La política tendrá que desatender la histeria de las redes sociales y atender la rabia o la esperanza popular que se encuentra en las calles, barrios, poblados y ciudades de Venezuela. La verdadera nación que somos está sufriendo lo indecible en territorio venezolano, no escribiendo lecciones de tweets desde Colombia, Estados Unidos o España (me incluyo).

 

Por más que podamos apoyar desde el destierro la causa de la libertad, el verdadero desenlace final de la lucha se desarrollará en Venezuela y no la librarán los twitterianos, sino los venezolanos organizados y movilizados.

 

¿Triunfarán?

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

 

 

The End

Posted on: abril 4th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

Ni poeta ni documentalista

 

En estos tiempos de perplejidad e incomprensión, donde la humanidad para salvarse debe ser inhumana, retraída y cuidadosa del prójimo, donde tocarse, estrechar manos, abrazarse o besarse pueden ser interpretados como actos criminales, donde andamos de un lado al otro como enmascarados, la palabra activista se redimensiona y encarece: hay que activarse contra la peste.

 

En mi caso, por ejemplo, me enorgullece más ser reconocido como activista que como escritor, poeta, documentalista o abogado. Uso la poesía, el escrito, el documental o el derecho como actos que están al servicio y reivindican la libertad. No busco condecoraciones, busco libertades.

 

 

El heroísmo silencioso del activista

 

El activista no tiene descanso. Su vida está dedicada a reivindicar derechos. Lucha diariamente por ellos no de manera egoísta o individual (aunque por lo general sus esfuerzos lo sean). Siempre, en todos los casos, sus reclamos favorecen el bien común. Un activista es un silencioso héroe civilizador o, al menos, sus actos lo son. Vive una soledad de escalofrío.

 

 

Ser activista siempre –como todo acto heroico– conlleva una tragedia. Los griegos no se equivocaron. Desde entonces todo activista –como héroe– atiborra su espíritu de heridas, frustraciones, de incurables llagas sangrantes. Ni uno se salva, no sería un activista si estuviera exonerado del dolor y la tragedia. Todo heroísmo es trágico.

 

 

Todos para uno y uno para todos

 

 

Durante estos largos, tristes y devastadores veinte años de dictadura chavista casi cualquier venezolano decente ha sido un activista, algunos con mayor dedicación que otros, pero casi la mayoría de nosotros se ha activado para luchar por la libertad. Pocos no lo han hecho y sin duda esos pocos están vinculados con el crimen y la corrupción chavista, el desdén no existe.

 

 

Artistas, pintores, músicos, escritores, empresarios, abogados, ingenieros, estudiantes, obreros, panaderos, twitteros, maestros, enfermeras, doctores, campesinos y un largo etcétera de venezolanidad se ha activado contra el chavismo y, aunque luchamos, no hemos logrado derrocarlos. Ha sido extenuante ver al país devastarse y no poder liberarlo, ¿o no?

 

 

El método de la traición

 

 

La lucha ha sido feroz y asimétrica, el chavismo –conglomerado mafioso y criminal– una vez que llegó al poder, aparte de emplear los ortodoxos métodos de persecución, prisión, tortura y asesinato político, usó un dinero inimaginable para comprar opositores, doblegarlos y usarlos de manera grosera para sus propios fines dictatoriales y contra la libertad.

 

 

Así nos encontramos muchas veces con aberrantes casos de colaboracionismo que tanta nausea y consternación nos causaron. Las traiciones de Ricardo Sánchez, William Ojeda, Claudio Fermín, Felipe Mujica, Henri Falcón, Luis Vicente León, Luis Parra o José Brito han dificultado muchísimo la lucha. Pero ni con ellos a su servicio han podido doblegar nuestro sueño de libertad.

 

 

El final de la película

 

 

Sin embargo, el activismo venezolano, el decente, el que no se doblega ni vende, el que lucha día a día, el que resiste y protesta, el que denuncia aquí, allá y acullá, el que ama genuinamente a Venezuela, ha recibido al fin el espaldarazo de los aliados del mundo, quienes de manera universal le han puesto precio a la captura de los tiranos Maduro y Cabello. Insisto: al fin.

 

 

No sólo le han puesto precio. En una acción sin precedentes han desplegado una flota militar para liberar a Venezuela de la narcotiranía terrorista sea como sea. Es una victoria del activismo ciudadano, es decir, es una victoria tuya, suya, mía: nuestra.

 

 

El final de la película está escrito y llega su desenlace. Se intuye, se percibe, se siente, está cerca, llega. Lo verás.

 

The End.

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

“El otro Guaidó”

Posted on: febrero 15th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

Haciendo historia

 

 

Cristóbal Mendoza, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José Antonio Páez, José María Vargas, José Tadeo Monagas, Antonio Guzmán Blanco, Joaquín Crespo, Cipriano Castro, José Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina, Rómulo Gallegos, Marcos Pérez Jiménez, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins, Hugo Chávez.

 

 

Juan Gerardo Guaidó Márquez.

 

 

La evolución de un ideal

 

Porque lo conozco desde hace tanto tiempo puedo dar fe del crecimiento espiritual y político del presidente Juan Guaidó. No sé si en otros casos de nuestra historia o de la historia universal alguien haya tenido la oportunidad de observar la evolución de un líder desde el activismo original de todo gran espíritu, es decir, el de su imaginación, el sueño y el ideal hasta alcanzar el de la realidad de la política.

 

 

Yo lo tuve.

 

 

De idealista a presidente

 

Vi al estudiante idealista Juan Guaidó luchar contra la tiranía; lo vi inscribirse en un partido regional (Vargas de Primera) y participar de la manera más llana y servicial en él; lo vi fundar un partido nacional (Voluntad Popular) y dedicar su vida a su organización y crecimiento; lo vi participar –“porque hay que hacer política”– en las elecciones legislativas primero como diputado suplente y luego como diputado principal. Lo vi ganar con humildad. También lo vi perder.

 

 

Nunca dejó de soñar.

 

 

La política

 

Quien hace política sueña ser, hacer y tener una gran nación. Sí, un político es ante todo un soñador, un Idealista (en mayúscula) que convence a otros de su sueño o ideal, se organiza con ellos y alcanza el poder para hacer su sueño realidad. El soñador –político– triunfa si es también un hacedor. En Venezuela quien hace política –quien sueña distinto al chavismo– es perseguido, encarcelado, torturado o asesinado. En ese marco fatal, Juan Guaidó llegó a la presidencia.

 

 

Nada doblega su sueño de libertad.

 

 

Un hombre de Estado

 

 

Conversar largamente con él en Washington me permitió constatar que el joven idealista ya no sólo sueña, también hace realidad su sueño de libertad. Ha crecido, acaso porque su espíritu como el de tantos otros está repleto de heridas. Ya no es un activista, es un hombre de Estado, piensa, se comporta y actúa como tal. Tiene entre ceja y ceja un objetivo inmediato: liberar a Venezuela de la tiranía, incluso poniendo su vida al servicio de esa libertad. Piensa en grande, actúa en grande.

 

 

¿Lo logrará?

 

 

Sin ápice de duda

 

 

Me dijo en privado y luego lo repitió en público que si a su regreso a Venezuela era encarcelado o asesinado, semejante acto criminal aceleraría la caída de la tiranía. Lo expresó con tal seguridad, convicción y coraje, sin ápice de duda, que comprendí porque su nombre forma parte del grupo selecto de los que han llegado a la presidencia de nuestro país. Si el presidente Guaidó es capaz de ofrecer su vida por la libertad, me pregunto: ¿lo dejaremos solo?

 

 

¡No!

 

 

El sueño de Venezuela

 

 

Juan Guaidó forma parte de una generación que no ha dejado de soñar, por eso ha sido perseguida, encarcelada, torturada o asesinada. Su principal ideal es la libertad, luego de ello tienen otro ideal: hacer de Venezuela el mejor país del mundo. Para lograrlo, el presidente Guaidó no sólo nos pide cooperación, también participación. La única manera de salir de la peste chavista es derrocando a la tiranía. Tenemos un líder absolutamente dispuesto a hacerlo, no podemos dejarlo solo, simplemente no podemos. El sueño es común y el sueño es la libertad, pero hay que luchar.

 

 

Venezuela se tiene que levantar…, esa Venezuela eres tú.

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

Noruega y la confianza herida…

Posted on: septiembre 28th, 2019 by Laura Espinoza No Comments

 

El negado mundo de Disney

 

A los asesinos chavistas no le importan sus crímenes, no le interesan sus graves violaciones a los derechos humanos, no le preocupan los juicios en la Corte Penal Internacional, a los asesinos chavistas sólo les afecta que le confisquen el dinero robado, que le impidan ir de compras a Nueva York o Miami y que sus hijos o nietos no puedan visitar el soñado mundo de Disney World.

 

A los asesinos chavistas lo único que los doblega son las sanciones del gobierno norteamericano, nada más.
Su roñoso nuevo riquismo es su debilidad.

 

Cero tolerancia con el criminal chavista

 

Si algún acierto ha tenido la estrategia planteada por el presidente Juan Guaidó es la composición de fuerza estatales extranjeras que han dado reconocimiento y respaldo a su gobierno, y que además han sancionado, perseguido y juzgado a malandros del chavismo, señalándolos, arrinconándolos, desnudando sus fechorías.
Esa exitosa estrategia hay que afianzarla, aislar como ha hecho el Grupo de Lima a cada asesino chavista sobre la faz de la tierra, que no puedan salir, que no puedan moverse, asfixiarlos.

 

Y en su agonía y angustia, derrocarlos.

 

 

Que cicatrice la herida

 

No me interesa hundir aún más el dedo de mi crítica en la llaga del previsible error estratégico de la negociación de Noruega, no hace falta, lo importante es atender lo que sigue a esta miopía y restablecer, en la medida de lo posible, la creciente desconfianza popular causada por semejante pifia. Noruega causó una herida a nuestra confianza, para cicatrizarla hay que cambiar de actitud.

 

Entendemos que para algunos líderes había que transitar ese pantanoso terreno, pero llegado a su fin, la cachetada de realidad debe despertarnos.
No sigamos menoscabando la confianza de nuestro pueblo. No más, seamos clementes.

 

La inclemencia del error

 

No podemos errar más, es despiadado hacerlo. La oportunidad de derrotar a la peste chavista vuelve a ser irrepetible. Están aislados, por ello montaron el parapeto de traidores que componen Felipe Mujica, Claudio Fermín y Henry Falcón. La última posibilidad –pacífica– que le queda a la mafia chavista para sobrevivir es la convivencia, el acomodo, el falso diálogo.

 

No nos equivoquemos, volver a la Asamblea Nacional, “convivir”, es la última posibilidad que tiene la tiranía no sólo de permanecer, sino de sobrevivir a la cárcel o a la muerte.
¿Les daremos tranquilidad a los que han arruinado a Venezuela? ¿Lo haremos?

 

 

La terrible tara histórica

 

Como digo antes, el chavismo buscará convivir, acomodarse, mezclarse con la oposición, saben que están perdidos, aislados, sentenciados. Muchos mediocres opositores –la mediocridad timorata, tara terrible de nuestra menguada sociedad frente a la historia– promoverán ese cínico acomodo. A mi juicio es peligrosísimo, suicida. Al chavismo hay que erradicarlo con moral y política, abominarlo como los alemanes abominan al nazismo.
Si aspiramos a la reinvención nacional, a la democracia y a la prosperidad, no hacerlo será mortal.
¿Le besamos la mano a nuestros verdugos o los encarcelamos?

 

 

¡Enterrémoslos!

 

La mejor manera de sentenciar –frente a la historia– al chavismo, de enterrarlo, de modo que podamos reinventarnos y renacer como país, es derrocarlo a través de una monumental rebelión popular. No hay mejor modo. Unir los esfuerzos de la insurrección con fuerzas aliadas internacionales –policiales y militares– para impedir un ataque violento contra nuestra gente. Millones de venezolanos en las calles de toda Venezuela sería el verdadero y definitivo grito de libertad.

 

Una solución tal, sin convivencia ni acomodos, un rechazo tajante a la infamia sería la semilla de conciencia hacia la Venezuela aspirada. Ojalá nuestro liderazgo político lo entienda. Después de Noruega sólo nos queda luchar. Sólo eso: luchar.

 

Acomodar al chavismo entre nosotros es darle permanencia eterna. ¡Enterrémoslo!

 

Llegó el momento…

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

“¡Eres un homosexual!”

Posted on: septiembre 21st, 2019 by Laura Espinoza No Comments

“Porque tú a mis espaldas me hiciste traición.
Hoy por eso te voy a quitar lo farsante.”
Juan Gabriel

 

Levantar el machete de la conciencia

 

 

Antes de emprender este esperado texto permítanme afilar artesanalmente el acero de mi palabra, necesito que mi machete verbal no sólo se levante, necesito que corte. A modo de espadero antiguo, con dedicación, paciencia, pero sobre todo talante, debo sacar filo a mi idea.

 

Venezuela, esa bella palabra, ha sido apestada por una lepra ideológica –el chavismo– que ha degradado cada esfera de nuestra vida social. Hay que clavarle hasta el fondo de su vicioso ser el afilado machete de nuestra conciencia. Yo lo haré…, otra vez.

 

 

Desenvaino, sacudo, oriento, embisto.

 

 

La diversión de hacer chillar cerditos

 

En todos estos años de oscurantismo chavista he enfrentado –a mi modo– a cada uno de sus leprosos líderes; con sutil mordacidad los he rajado uno tras otro frente a la historia. No ha sido difícil, su cinismo, torpeza y podredumbre son presa fácil. No miento, me divierte hacerlo, son tan lerdamente predecibles. Burlarme de ellos es escupirle en la jeta a la tiranía.

 

 

Según Cabello soy malo, muy malo, un blasfemo bullying antichavista, sólo porque lo comparé con “Diosdi” un cerdito gafo que yo, de niño, solía molestar y hacer chillar clavándole estacas en la michoacana hacienda de mis abuelos.

 

 

No soy malo, Diosdi, mi imaginación es conspirativa.

 

 

Enamorar a la reina

 

 

El más audaz de todos los que he enfrentado, debo reconocerlo, fue al creador de la peste, Hugo Chávez. Ese sí me dificultó la tarea, era artero, sagaz, muy astuto. Sin embargo, no contaba con que Octavio Paz me daría una imbatible idea: “sé poeta cortesano, enamórale a la reina (su Primera Dama), que sea ella quién lo enloquezca y bata”.

 

 

Y lo hice. No me juzguen, no vayan a pensar –como Diosdi– que soy malo, no lo soy, recuerden que mi imaginación es irremediablemente conspirativa. Además, me enteré de tantas cosas, tantas. Algunas las he hecho públicas, no todas. Hablando de apetencias sexuales, yo conozco algunas.

 

 

Debo reconocerlo, no tengo remedio.

 

 

Felipe Mujica, “Mujiquita”

 

 

Cuando en vivo y en directo, ante la atención expectante de toda Latinoamérica, llamé “traidor” a Felipe Mujica, “Mujiquita” (como el maestro Rómulo Gallegos, anticipándose a mí, caricaturizó para la eternidad venezolana la mediocridad incurable de pobres diablos como Mujica), no lo hacía para provocarlo, lo hacía con plena conciencia de lo que decía. Traidor a la Constitución, traidor a la ley, traidor a la voluntad del pueblo de Venezuela. ¡Traidor!

 

 

Mujiquita, sorprendido y desenmascarado, segundón mediocre del despotismo chavista como es, enloqueció, intentó insultarme, primero me llamó “animal”, pero cerró con broche de estiércol gritándome histéricamente: “¡Tú eres un homosexual!”.

 

 

¿Homosexual?

 

 

La perfecta manera de degradarse y hundirse a sí mismo

 

 

Sin argumentos, perdido en sus propias contradicciones y falacias, absolutamente descubierto en su perfidia cómplice con el chavismo, lo dijo tres…, cuatro veces: “¡eres un homosexual!”, cuando lo escuché no di crédito, ¿en serio?, me pareció tan insólito que hice una pausa, callé, permití que lo dijera sonora y claramente, necesitaba que el mundo conociera su miseria.

 

 

No me ofende que me digan homosexual, aunque no lo soy, si lo fuera no tendría ningún cuidado en reconocerlo, muchos de mis amigos, gente que aprecio y admiro, lo son. ¿Mujiquita me insultaba llamándome “homosexual”? No, no lo hacía, es como si me dijera “indígena” o “negro”, no son ofensas, Mujiquita mostrando su homofobia sólo se degradaba y hundía él junto a sus empleadores del chavismo.

 

 

Mujiquita me agarraba el machete y se lo clavaba a sí mismo.

 

 

¡Traidor! ¡Imbécil! ¡Bruto!

 

 

Ser homosexual no es un insulto y mucho menos un delito, nunca lo fue ni será. La apetencia sexual de cada quien es un asunto privado no público. Delito, en cambio, es la corrupción; delito, la tortura y el asesinato político; delito, sí, la discriminación; delito, hincarle la rodilla a Maduro y a Cabello; delito, cooperar y sonreírle a la peste chavista; delito, pactar y negociar con la tiranía; delito es traicionar al país como Timoteo Zambrano y Claudio Fermín y tú lo han hecho.

 

 

Además, de traidor eres un imbécil, Mujiquita, por pretender –como buen fascista– que ser homosexual representa un insulto; y también eres bruto, muy bruto, por evidenciar tu demencial intolerancia en vivo y en directo ante toda Latinoamérica. Me permitiste mostrarle al mundo tu descomposición moral y política, que tanto te acerca al chavismo. Contigo, Mujiquita, envaino, por ahora, mi machete. Eres nada, un don nadie, lo serás de por vida. Debo agradecer –y mucho– por haberte puesto en evidencia, presa fácil.

 

 

¿Ahora entiendes el porqué Chávez está yerto y embalsamado?

 

 

La poesía a veces es más letal que una espada…

 

 

Postdata al orgullo venezolano

 

 

Sé que soy un provocador, lo hago con conciencia crítica. Enfrentamos la tiranía más ruinosa y vil de toda nuestra historia. Para liberarnos de ella, para derrocarla, hay que desafiarla y atacarla, levantar el machete moral en todos los terrenos y tajar en pedazos su crueldad. Hagámoslo unidos, sí, unidos. Además, hagámoslo rápido, con dedicación y talante. Venezuela, esa bella palabra, nos necesita. Hay que clavarle al vicioso ser chavista el afilado machete de nuestra conciencia hasta derrotarlo. Hagamos que los Mujiquitas y sus jefazos queden arrinconados y desahuciados en el basurero de la historia.

 

 

Desenvainemos, sacudamos, orientemos, embistamos, por nuestra libertad…

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

El sueño exterminador

Posted on: septiembre 8th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

Otra botella de tequila

 

 

 

Había tomado mucho, Morelia siempre me excede. La discusión sobre política mexicana me había exasperado. Mis amigos ya experimentan frustración y desengaño y aún el nuevo gobierno no ha ejercido el poder. Me irrita decir: ¡te lo advertí! A estas alturas decirlo es una auténtica futilidad. ¿Para qué?

 

 

 

Los escuché quejarse y pedi otra botella de tequila.

 

 

 

La modelo improbable de Modigliani

 

 

 

Hubo un momento donde no supe más, sólo recuerdo la álgida discusión por un cuadro de Modiglani, hablaban de una de sus modelos. Les comenté que yo había estado con ella en la tarde: “Se llama Regina”, aseveré. No estaba ebrio, ni deliraba, me había tomado un café cerrero con ella en la tarde, mientras conversábamos, la fotografíe, intenté mostrarles la foto al grupo de artistas que me acompañaban en la mesa y nadie hizo caso. Cada quien estaba en lo suyo.

 

 

 

Yo estaba en lo mío: una confusión de memorias venezolanas y el sombrero negro de Regina. ¿Borracho?

 

 

 

Oscurecer las memorias del éxodo

 

 

 

Imagino que a todos los venezolanos nos pesa el espíritu. No soy el único. Por más que disfrutamos de gratitudes y efímeras dichas, no hay felicidad completa: la nación está despedazada, no descansamos un segundo en autoflagelarnos, se ha apoderado de nosotros una ira permanente. Me recosté en el asiento del bar, cerré los ojos por un instante, quería oscurecer mis memorias, cubrir de negro las imágenes del espeluznante éxodo a pie que nuestros compatriotas están protagonizando ante la mirada desconertada del mundo. No es Siria, es Venezuela, el país más rico de América Latina.

 

 

 

No pude oscurecer nada, la agonía es indeleble.

 

 

 

Las tonalidades grises de La Comunión

 

 

 

Atiborrado de figuraciones confusas y enrevesadas unas con otras, volvió la imagen de Regina a pesar de que el debate ya no era sobre Modigliani, hablaban de Rufino Tamayo. Me preguntaron: “¿Quién es el Tamayo venezolano, poeta?” Contesté: “Jacobo Borges”, y pensé en las tonalidades grises —tristísimas— de su serie de pintura “La comunión”. La última vez que había estado con él habíamos discutido, siempre lo hacemos. ¿Jacobo? ¿Qué estará pintando ahorita? Me gustaría verlo, intercambiar las tonalidades grises de nuestra agonía patria.

 

 

 

Tamayo, Modigliani, Borges, ¿cómo en un momento tan grave puedo pensar en pintura?

 

 

 

El despertar de la conciencia

 

 

 

Regina —y su sombrero negro— me había preguntado por Lilian Tintori. Los cuadros de Modigliani hablan, siempre lo han hecho. Dialogar con una pintura es ser parte de ella. Desde niño siempre le hablé a las pinturas, siempre, por eso le respondí a Regina con seguridad y fluidez: “Lilian es una de las mujeres más extraordinarias que he conocido, todo lo que ha hecho lo hace porque tiene un proyecto de vida, lo hace por amor. A ella no le interesa el poder. Eso hace su sacrificio aún más admirable. Eso sí que es poesía”. ¿Por qué Regina me habrá preguntado por Lilian? ¿Cómo estará Leopoldo? ¿Estará bien? ¿Cómo estará su espíritu? ¿Herido?

 

 

 

¿Entenderá que su sacrificio fue el despertar de la conciencia del mundo en cuanto a la dictadura chavista?

 

 

 

La angustia del rebelde

 

 

 

Pensé que me había quedado dormido, pero no, estaba despierto. Volví a cerrar los ojos: “No hay nada como escuchar a José José (el príncipe de la canción) en un bar moreliano”, pensé. De pronto no supe si estaba pensando o soñando, imaginé la angustia de mi estimadísimo Jesús Medina, ese irremediable rebelde ahora encarcelado en la cárcel militar de Ramo Verde. Lo sentí rabioso consigo mismo por haberse permitido atrapar por la dictadura, también sentí su frustración y la conciencia que tendría de que pronto sería olvidado por todos. ¿A quién tenía? A nadie. Él es un niño de la calle que se convirtió en reportero de guerra y, a su modo especial, en libertador.

 

 

 

¿Estoy despierto?

 

 

 

El sueño exterminador

 

 

 

Me dormí. Sí, estaba dormido, lo sé pese a lo vívido del sueño porque de pronto me vi en Caracas, llevaba una ametralladora y yo no sé disparar ni una resortera (una china), estaba dispuesto a masacrar al chavismo, ser yo el causante de un Guernica venezolano. ¿Cómo aquello podía ser posible si yo soy un activista de la noviolencia?, ¿será que sólo lo soy despierto, no en mis sueños?, ¿será que en sueños soy un vengador, un justiciero? Y sí, de pronto me vi ajusticiando a criminales chavistas, persiguiéndolos por doquier para apresarlos y torturarlos como ellos torturan a los jóvenes venezolanos, lánzandolos a caminar desnudos por la gélida Cordillera de Los Andés.

 

 

 

Y desperté, había tenido un sueño exterminador. Otro más.

 

 

 

El otro arte

 

 

 

“Despierta, venezolano, despierta”, me dijo uno de los artistas que estaban en la mesa conmigo al tiempo que me sacudía para despabilarme. “¿Dónde estoy?”, pregunté todavía aturdido. “Creo que vives una pesadilla —me respondió enternecido—, eso es lo que creo”. Pensé nuevamente en el éxodo venezolano, las imágenes de niños, adultos y ancianos recorriendo desesperadamente y en llanto la cordillera andina, y entendí que sí estaba viviendo una pesadilla. Pensé en el sacrificio y dolor de los presos políticos; pensé que ni el arte me consolaba; y pensé después que quizá el consuelo sea otro tipo de arte, el de la guerra. Y volví a despertar, la verdad, es que podríamos evitar la guerra si nos unimos, nos organizamos y multitudinariamente nos rebelamos como pueblo a esta pesadilla. Si tomamos todos los poderes públicos.

 

 

Regina me preguntó: ¿saldrán del chavismo?

 

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

Hemos llegado a la orilla…

Posted on: junio 16th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Día D

 

 

 

La presentación del documental “Chavismo: la peste del siglo XXI” (aquí el link para que la vea gratuitamente:https://youtu.be/CzTtqmc5Uvg ) ha sido un día D en el quehacer político actual porque ha representado un desembargo en la orilla de la concienciá histórica.

 

 

 

En noventa minutos hemos logrado sintetizar 20 años de una tragedia histórica sin precedentes en la historia de América Latina. Noventa minutos que son técnicamente perfectos y humanamente inolvidables.

 

 

Aquí la carta que le escribí al talentoso equipo de profesionales que hizo esto posible.

 

 

 

Hemos llegado a la orilla

 

 

 

 

Les escribo profundamente conmovido. Han sido dos años intensos, difíciles, con altos y bajos estrepitosos, huracanes, terremotos, quiebras económicas, recuperaciones, ventas, donaciones, cárceles, torturas, muertes, escapes cinematográficos, desvelos, alegrías, tristezas, bromas, disgustos, Llanero –mi perro mastín– lamiendo rostros, Charro –mi otro perro, retriever– saltando locamente sobre nosotros, hasta Índigo –mi gato– clavando sus uñas (como si no tuviéramos suficiente con los chavistas), tantas emociones, tantas ideas, tanta entrega. Y hemos llegado a la orilla…, como en toda gran proeza humana con magulladuras y cicatrices, pero hemos llegado.

 

 

¡Gracias! Abracémonos, hemos culminado “Chavismo: la peste del siglo XXI”.

 

 

Tiempos enaltecedores, pero tristes

 

 

 

Estoy entrañablemente agradecido. Dios y la Virgen de Guadalupe me pusieron su presencia en el camino. Recordemos que cuando comencé este gran cruce trasatlántico a la tierra prometida del cine, no sabía hacer ni un vídeo para Instagram, han sido horas de estudio, de aprendizaje, de ensayo y error, de quita pon, re-pon, ediciones que son heridas (amputaciones), omisiones que laceran la conciencia, luces que opacan, sombras que iluminan,

 

 

Han sido tiempos enaltecedores, sensibles, muy nobles, pero también tristes.

 

 

 

Los andamios humanos

 

 

 

Mientras cruzábamos el océano del documental, como saben, además oficiábamos la gesta de la libertad en Venezuela. Junto a muchos auténticos héroes nacionales, fomentaba la lucha por libertad en el país y al final lloraba desconsoladamente el fracaso de 2017, probablemente uno de los años más frustrantes y desconsoladamente amargos de mi vida.

 

 

 

Les tocó vivir ese drama y permanecieron ahí intactos, impertérritos, lúcidos. Fueron los andamios humanos que permitieron que este descomunal esfuerzo llegará a su fin. ¡Gracias!

 

 

 

Sobra el aliento

 

 

 

Cuando nuestros jóvenes, esas estrellas en el espeso firmamento de nuestro quehacer libertador, eran sofocados a tiros, con cárceles, con tratos inhumanos y crueles, con torturas, ustedes seguían, permanecían animando, apoyando, investigando, editando, creando. Mientras sufríamos el horror de la derrota, su profesionalismo, su fuerza espiritual y su convicción de que estábamos contribuyendo a hacer algo “grande” por nuestro país los mantuvo de pie, y así permanecemos, y así estamos.

 

 

 

Lo he dicho antes: mientras nuestro aliento sea capaz de empañar una lámina de vidrio tendremos fuerzas suficientes para luchar por la libertad. Y ahora es que sobra el aliento.

 

 

 

Vamos a liberar a Venezuela…, lo haremos sin duda.

 

 

 

 

Hecho para crear conciencia

 

 

 

“Chavismo: la peste del siglo XXI” será una antorcha de luz histórica que encenderá este tiempo oscuro frente a las eras. No fue hecho con fines de lucro, fue hecho con fines de lucidez crítica.

 

 

 

Sé, y me disculpo, que muchos de nosotros hubiésemos querido que los reflectores del cine, que las alfombras y la gran pantalla adornara con su presencia nuestro gran esfuerzo, pero como saben y les he dicho esto fue hecho para liberar a una nación de uno de los daños más terribles de su historia y no para entretener, esto fue hecho para crear conciencia y no para distraerla del horror que vive nuestra amada Venezuela, sus niños, sus jóvenes, sus ancianos, su pueblo: esto fue hecho por la libertad.

 

 

 

No es cine es activismos

 

 

 

Hemos llegado a la orilla, sí, pero ahora dependerá de cada uno de nosotros, de cada venezolano y latinoamericano noble, sembrar, cosechar y distribuir los frutos de este mensaje a un tiempo sublime y atroz.

 

 

 

Ahora dependerá del activismo y de la conciencia de cada ser humano de bien, mostrarle a la civilización el horror que ha sido el Chavismo y su peste…

 

 

 

Gracias, queridísimos, gracias de verdad. Perdonen lo malo, enaltezcamos lo bueno. Hoy, por esta obra, somos mejores venezolanos.

 

 

 

Seguimos…, nuestro destino es la libertad.

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

El eterno retorno del voto perdido  

Posted on: enero 27th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

En búsqueda de una coincidencia

 

 

 

Creo que el principal esfuerzo que debemos hacer los venezolanos -en esta categoría no incluyo a los chavistas, mercenarios del narcotráfico- es dejar de insultarnos entre nosotros mismos. Tenemos que buscar coincidencias, una, dos, las que sean, pero coincidencias.

 

 

 

Pienso que la coincidencia inequívoca -entre los opositores sinceros y los países democráticos- es que hay que salir del criminal chavismo de manera radical y rápida.

 

 

 

La controversia es ¿cómo hacerlo?

 

 

 

La oportunidad perdida y el precipicio histórico

 

 

 

Nos hemos abstenido de votar y no ha pasado nada. Hemos votado y tampoco. Hemos marchado en las calles, protestado, hecho huelgas, solicitado juicios y tampoco. Incluso se ganó abrumadoramente la elección para elegir a los diputados -supuestos representantes del pueblo- a la Asamblea Nacional (AN), obteniendo potestades políticas y constitucionales para reconstituir todos los poderes públicos, fiscalizar la corrupción chavista y emprender un camino legal y legítimo hacia la recuperación de la libertad y la democracia, y no se hizo nada, no se luchó, se permitió que una minoría de narcotraficantes impusiera su tiranía.

 

 

 

La voluntad del pueblo quedó defraudada, se le prometió un cambio, se votó por ese cambió, se venció a la dictadura y no cambió nada, perdimos una oportunidad única. Sí, la perdimos, y caímos en un escarpado precipicio histórico.

 

 

 

Aquí estamos en el abismo.

 

 

 

Votar o no votar, da igual, la tiranía hace lo que le da la gana

 

 

 

Entre mordiscos, rasguños, patadas y empujones, las facciones de la oposición se debaten -otra vez- si participan o no en unas elecciones de antemano conocidamente fraudulentas y perdidas, cada quien con sus argumentos y pareceres, en la que los electoralistas viven de una ilusión suicida y piensan que, nada más y nada menos, en la elección presidencial -ahora sí- ocurrirá un acto de magia liberador y derrotaremos al narcochavismo. A los abstencionistas les irrita, con toda razón, tanta dudosa ingenuidad. Las puñaladas verbales entre ambos son bíblicas.

 

 

 

La discusión es tan hiriente como inútil. Votar o no votar, da igual, la tiranía hace siempre lo que le da la gana. Ricardo Hausmann acertadamente declaró: “En 2005 no participamos en las elecciones de la AN y el gobierno hizo lo que le dio la gana. En el 2015 ganamos las elecciones de la AN y el gobierno desconoció e hizo lo que le dio la gana. Implicación: en Venezuela el poder no tiene nada que ver con elecciones.”

 

 

 

La tiranía venezolana -sobran pruebas para confirmarlo- no es ni será una de esas tiranías de la cual se podrá salir con votos, se necesitará una rebelión total para liberarnos de ella.

 

 

 

Entre el lepe o el abrazo

 

 

 

Muchos de los más iracundos promotores del voto jamás han participado en una elección contra la dictadura chavista, jamás han movilizado un elector, no tienen idea de organización política ni de defensa del voto, no saben ni siquiera cómo es el proceso de votación ni cómo son las auditorías, pero promueven a gritos que votemos.

 

 

 

Su voluntarismo es enternecedor. A veces provoca abrazarlos, apretarles los cachetitos tiernamente, despeinarles la cabecita, darles un besito en la frente y mandarlos a la cama (para que sigan soñando). Otras veces lo que provoca es pegarles un lepe por charlatanes o pasmados.

 

 

 

Uno los observa con cierta duda: ¿qué aspiran legitimando a la dictadura y al bodrio criminal de la Asamblea Nacional Constituyente?

 

 

 

Sí, ¿qué aspiran?

 

 

¿Qué hacer?

 

 

 

Antes de participar en ninguna elección, la oposición debería acordar algo esencial para la unidad: la movilización y protesta para alcanzar condiciones electorales justas (no medianamente justas, como algún limosnero de justicia sugirió por ahí). Si no son capaces de lograr dichas condiciones, me pregunto: ¿cómo carajos pretenden reivindicar una victoria electoral contra la narcotiranía? ¿Cómo cobrarán la victoria? ¿Lo mismo que en 2013? ¿Bailoterapia?

 

 

 

No harán nada porque no tienen idea de qué hacer; perderán otra vez. No son capaces de organizar una piñata cómo aspiran organizar una rebelión popular contra una tiranía. Imposible, por eso votar en las actuales condiciones es un suicidio.

 

 

 

¿Eres suicida?

 

¿Qué hacer?

 

Hay una franca disposición del chavismo por instaurar su narcotiranía. Se han quitado la careta. La única salida posible -con o sin elecciones- es una rebelión nacional total, un desconocimiento civil completo. Llegamos al punto en que debemos escoger entre la esclavitud o la rebelión. Preparémonos si queremos ser libres.

 

 

 

Una rebelión total implicaría: planificación, organización y multitudinaria movilización a nivel nacional para ocupar todos los poderes públicos. Todo el país movilizado (carros, autobuses, tractores, motos, caballos, burros), por un lado para neutralizar las fuerzas de la tiranía y por otro, para ocupar Miraflores, La Casona, Fuerte Tiuna, gobernaciones, alcaldías, TSJ, AN, etcétera.

 

 

Necesitamos unidad.

 

 

¿Y si la tiranía no cede?

 

 

Sé que estamos cansados, sé que estamos mal heridos, sé que estamos llenos de sospechas unos con otros, pero también sé que estamos muy cerca del final. El chavismo es un cuerpo envenenado y enfermo. Una elección mal manejada nos enterrará y no hay manera de manejarla bien en estos momentos.

 

 

 

Volvamos a las calles para exigir condiciones electorales justas y llevemos las protestas al límite, si la tiranía no cede, que no lo hará, ocupemos todos los poderes públicos para que el poder constituyente (el pueblo) conquiste el poder constituido que ha sido usurpado.

 

 

 

No sigamos discutiendo e hiriéndonos entre nosotros, unámonos para la lucha final que, fuese cual fuese el escenario, implicará una rebelión total del bravo pueblo de Venezuela contra la tiranía chavista.

 

 

 

Cantemos el himno, unidos…

 

 

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

¿Y si no lo hubiesen masacrado?

Posted on: enero 20th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Uno de esos personajes de leyenda: Lo conocí poco, comentó algunos de mis artículos y compartimos en una larga conversación la Venezuela de nuestros ideales y sueños. Me llamaba poeta; yo a él, Mariscal. Aunque no lo traté mucho siempre supe que Oscar Pérez era uno de esos personajes de leyenda que uno no cree que existan sino hasta haber incrustado nuestro dedo en alguna de las llagas de su costado y haber tocado su corazón palpitantemente venezolano. Era un idealista; sí, en Venezuela todavía existen algunos de ellos.
Él era uno.

La indoblegable banalidad de los doños académicos
Cuando se rebeló y alzó vuelo en un helicóptero policial mostrando la proclama “350 Libertad”, no imaginé que fuera el Mariscal. Nunca dudé de los insurrectos, resultaba obvio que lo eran, la irreverencia, la temeridad, pero sobre todo la demencial ira con la que había respondido la tiranía chavista a semejante osadía eran pruebas irrefutables de la verosimilitud del hecho. No obstante, el colaboracionismo opositor, la indomable banalidad de los histéricos doños académicos y la neurastenia colectiva le restaron crédito al evento insurreccional. Según ellos era un “trapo rojo” (otro más) del castrocomunismo, un entuerto para distraer nuestra atención.
En la hazaña vieron –venezolanamente– un show.

 

 

 

Un soldado verdadero

 

 

“Poeta, soy yo, el Mariscal, ¿qué te pareció la misión?”. Conversé corto con él. Le expresé que una acción de esa naturaleza sin coordinación lo aislaría. Llamar al “pueblo a la calle” sin planificación y organización previa, para los que entendemos de movilización social es un ilusión: por twitter o por periscope no se puede hacer una rebelión, es imposible, hay que planificar y organizar mucho antes para que ocurra, hay que movilizar. Igual le manifesté mi reconocimiento y admiración.
Un soldado verdadero, como él, lucha por la libertad de su país.

 

 

 

El desastre

 

 

No supe más del Mariscal, pero entendía que algunos compañeros estaban en permanente contacto con él. Me enteré que darían una entrevista en CNN y me estremecí, lo consideré un gravísimo error. Intenté evitarlo, pero no pude. El Mariscal –según me dijeron– estaba decidido, quería exponerle al pueblo venezolano las razones de su lucha, le afectaba mucho que no le creyeran. Ese fue su error: la incredulidad venezolana lo expuso y lo entregó. El riesgo fue innecesario.
La entrevista fue un desastre.

 

 

 

Aquellas ametralladoras, aquellas bazucas

 

 

La madrugada nefasta del 15 de enero nos hizo testigos de uno de los sucesos más tristes de los que tendremos memoria en nuestras vidas, la ejecución desproporcionada, cobarde y criminal de un venezolano cabal, de un verdadero soldado que luchó a su modo por la libertad de su país. Aquellas ametralladoras y aquellas bazucas son heridas que están clavadas en nuestro espíritu, que aún se desangra. Las últimas palabras del Mariscal jamás se borrarán de nuestra memoria. Perdimos a uno de los mejores venezolanos de nuestra generación.

 

 

El idealismo fue asesinado.

 

 

Acto de contrición

 

 

La tiranía quedó desnuda con la masacre. Ni en la guerra se actúa con tan cobarde alevosía como ella actuó. Su brutalidad criminal quedó en evidencia. He pensado mucho en lo ocurrido y estoy convencido –lo escribo con desconsuelo y vergüenza– que si la dictadura chavista no hubiese masacrado físicamente a Oscar Pérez, la incredulidad venezolana lo habría masacrado moralmente. De haber negociado su rendición, el colaboracionismo venezolano unido a la babosería farsante de los histéricos doños académicos, lo habrían acribillado con improperios y dudas, con banales comentarios y burlas, como lo han hecho con tantos que han entregado su vida y su libertad para enfrentar a la peste chavista. Ojalá esta reflexión genere un acto de contrición entre los incrédulos y los eruditos de la mediocridad, pero lo dudo.
Honremos a los venezolanos que luchan, ellos son los imprescindibles.

 

 

 

El Gran Mariscal

 

 

Las últimas palabras de Oscar Pérez antes de morir, su serenidad y convicción hasta el último de sus segundos, el conmovedor mensaje a sus hijos y su invitación al pueblo de Venezuela a seguir luchando contra la tiranía chavista, han quedado tatuadas en nuestro espíritu: los venezolanos lo hemos ascendido como el Gran Mariscal de nuestros corazones. Estoy convencido de que la excesiva crueldad con que fue masacrado junto a sus heroicos compañeros, igual como ocurrió con la ejecución de José María España y de Manuel Gual en 1799 (que inspiró y fue precursora de la Independencia de Venezuela), nos motivará y forzará a seguir luchando. Honrar al Gran Mariscal es luchar más y mejor, es luchar sin descanso hasta la libertad. Su ejemplo de vida y de lucha son la vara alta con que se mide la bravura que tanta gloria ha dado al pueblo venezolano ante la historia universal.

 

 

Gloria al bravo Oscar y a sus compañeros.

 

 

¡Su fuerza será la unión!

 

Gustavo Tovar-Arroyo

@tovarr

Blog de Gustavo Tovar-Arroyo

Rafael Lacava, el enano del circo…

Posted on: septiembre 30th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

Las estrellas circenses

 

 

Me hechizaban los circos, no me perdía uno de niño. Esas carpas itinerantes me parecían espacios únicos donde el embrujo y la fascinación lo cercaban a uno en un mundo de excentricidad y magia electrizantes desde el mismísimo momento en que nos internábamos en sus graderías. El color, el aroma, la tensa tonalidad que nos invadía cuando penetrábamos sus toldos eran tan peculiares como fantásticos. No había nada en el planeta que me extasiara más –nada, ni el fútbol– como un circo. Tragafuegos, payasos, trapecistas, temerarios domadores de leones, hombres bala, malabaristas, escapistas, fortachones, magos, contorsionistas, motorizados de fuego, acróbatas, personajes inconcebibles, jirafas, osos, panteras, pumas, perros bailarines, monstruosidades, adefesios, extrañezas, osadías inverosímiles, todas en vivo. Fui un niño anonadado ante ellos.

 

 

Con el tiempo descubrí las inclemencias –cruel realidad– que padecen las estrellas circenses y los abominé; pero ése es otro tema.

 

 

 

El circo de los hermanos Chávez

 

 

Los rumanos y los rusos en Europa, los colombianos y los mexicanos en América, eran los mejores circos. Yo prefería los latinoamericanos porque, además de malabares y contorsiones, presentaban mayores monstruosidades y extrañezas: la vaca con tres cabezas; el gato con patas de conejo; la jirafa del cuello corto; o los humanos: el hermafrodita de la Polinesia; el hombre con cuerno de unicornio; el niño con cola de serpiente; la mujer con siete senos. Recuerdo todavía con algo de morbo la tensa competencia entre los circos de los hermanos Flores y los hermanos Rodríguez, con el de los hermanos Chávez de Sinaloa. Aunque todos eran fenomenales, sin duda el circo de los Chávez era el superior. Dicen que era financiado por el narcotráfico, de ahí su espectacularidad, pero uno de niño ni idea tiene de lo que sea eso. Fuese la que fuese la causa de su predominio, cada nueva temporada, cada nuevo espectáculo, el circo de los hermanos Chávez nos embobaba y admiraba más; con él nunca perdimos la capacidad de asombro.

 

 

¿Qué habrá sido de aquel circo?

 

 

¿Y los enanos?

 

 

Era un niño y como tal era conmovido y deslumbrado muy particularmente por los enanos. Debo reconocer –cosas de niños– que por un lado me deslumbraban, pero por otro me entristecían y aterrorizaban. Para mí eran los todopoderosos del circo. Recapitulo: los enanos siempre hacían travesuras, burlaban a los payasos, interrumpían a los tragafuegos o retaban a los musculosos, alguna vez, recuerdo con imprecisión escarbando en el deshilachado cofre de mi memoria, un enano fue el hombre bala que salió estornudado por un cañón de guerra dejando al público boquiabierto y maravillado. Andaban, los enanos, de un lado para el otro sin observar reglas, eran –si no recuerdo mal– los únicos autorizados (a veces con los payasos) para participar en todos los actos del circo, salpicándolos con su simpatía, inyectándoles tensión o animando al público para que aplaudieran a malabaristas y acróbatas con el objeto de lograr que sus hazañas fuesen culminadas con éxito. Era un niño, entiendan, evítense peroratas, sabemos que cada niño fantasea y percibe el mundo a modo. Mi manera de fantasear y de percibir el mundo quizá haya sido algo desestabilizadora y retorcida, por eso tanta atención a los enanos. Quizá de niño me faltó castigo, quizá debí de ser vendido a un circo para que conociera en carne propia sus inclemencias. Quizá todavía soy parte del público de un gran circo.

 

 

Lo cierto es que todos los circos tenían sus enanos, ¿cómo habríamos evitado sorprendernos ante ellos?

 

 

Rafael Lacava, el enano del circo chavista

 

 

 

No sé ni entiendo cómo me vino a la mente esa curiosidad humana, Rafael Lacava, cuando en estos días me acordaba de mi inquietante fascinación por los circos. ¿Será porque vi a la hiena Jorge Rodríguez andar en dos patas? ¿Será por el tongoneo chistoso del cerdito Cabello en una tarima? ¿Será por la repugnancia que ocasiona la arpía inhumana Cilia Flores cada vez que aparece en escena? ¿Será por la domada vigorosa que le dieron al hermafrodita Carvajalino que lo sentó de culo? No sé, la verdad, no lo sé, pero cuando observé el último acto de esa extrañeza socialista –Lacava– instantáneamente pensé: ¡Coño, éste es el enano que le faltaba al circo más tenebroso de nuestro siglo: el chavista! La fascinación ha derivado en espanto, ahora soy capaz de observar las crueldades con que los dueños del espectáculo someten a sus empleados.

 

 

 

¿Quién duda que este circo macabro es financiado por el narcotráfico?

 

 

Gustavo Tovar Arroyo