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Día de elecciones

Posted on: noviembre 21st, 2021 by Laura Espinoza No Comments

 

 

Un día de elecciones regionales, que tienen su peso grueso institucional, hay que escribir sobre estas. Como es sabido, no se puede promover ninguna candidatura. Queda incitar a votar o no votar. Ya lo hice, en verdad sin muchos clarines, hace un par de semanas: convencido de que llegados adonde habíamos llegado, comprometida la oposición a participar y con invitados honorables como testigos, no tenía sentido abstenerse y renunciar al pedazo del pastel que nos toca, así no sea demasiado parecido al que hemos apetecido tanto, pero tanto, tiempo. Digamos que dije votar, pero sin mayúsculas ni signos de admiración.

 

 

Mucho menos me atrevería a hacer cálculos de los resultados, si en unas horas usted los va a conocer en ese momento ritual del republicanismo que es la electrizante lectura de los numeritos, cuando Tibisay –perdón Pedro- se instale en ese púlpito laico, en nombre de un CNE que hizo unas cuantas cosas positivas y dejó de hacer bastantes otras, de su incumbencia directa o no, pero que allí están… baste recordar el robo de los partidos y las inhabilitaciones canallescas.

 

 

Y aunque no esperemos grandes sorpresas, sí podemos sopesar algunas interrogantes. Para mí una muy especial, que es como repercuten en el electorado –ya sé que gran cantidad ni se entera- los durísimos golpes que ha recibido, y sigue recibiendo, la dictadura de parte de instituciones internacionales de gran calado: varias instancias de la ONU, la CPI, la OEA, la Unión Europea, que justo en estos días prolonga sus sanciones, etc. O los archivos vivientes abiertos o a punto de abrirse que son el colombiano, el Pollo o la enfermera. Y no tratemos de ser exhaustivos, remitimos a los Pandora Papers que a cada rato ofrendan una joya, para lo cual hay que recomendar esa maravilla del periodismo nacional y global que es Armando.Info que no cesa de sorprendernos. Cuentan también los golpes sucesivos del imperio del norte –el presidente de Venezuela es y seguirá siendo Juan Guaidó, por ejemplo- que mucho debe molestar al otro presidente y, de paso, a algunos líderes de la variopinta oposición, expertos en la medialengua.

 

 

Tantos golpes deberían poder leerse en los resultados, sumados por supuesto, al factor permanente, a la inmensa tragedia nacional, que no pormenorizo porque eso lo vivimos casi todos, casi. En pocas palabras, lo que queda del chavismo, con todo y sus triquiñuelas, muchas de las cuales son tales, tan suyas, que seguramente escaparán a los diligentes observadores internacionales.

 

 

La otra gran interrogante es la fragmentación de la oposición que va desde los chavistas disfrazados, alacranes, hasta los irreductibles de María Corina, Ledezma. etc. Y que tiene un epicentro muy importante en los cuatro partidos mayores encerrados en la MUD, donde parece haber un sordo combate del cual estas elecciones no nos dirán más, creo, que lo que ya sabemos y que es bastante, de lo mucho que hay que arreglar. La abstención como se sabe es bastante ambigua, por no decir muda. No sabremos si los abstencionistas lo hacen por flojos o irresponsables, antipolíticos, despechados, estratégicamente radicales o porque tienen coronavirus.

 

 

En resumen, lo que espero es que haya alguna claridad para que se pudiese comenzar a pensar con prontitud en lo que creo, con muchos otros, podrían ser las elecciones, estas sí con mayúsculas y signos de admiración, las del revocatorio del año próximo, donde se puede jugar a todo o nada, si es que el gobierno –observado desde adentro y desde fuera- respeta esa figura constitucional que ya sabe cómo hacer delincuencialmente para aplastarla. Y lo más probable es que lo intente de nuevo. Nosotros deberíamos tratar de encontrar el antídoto.

 

 

 Fernando Rodríguez 

Juan Guaidó

Posted on: diciembre 27th, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

Parece que Europa duda en continuar considerando a Juan Guaidó como presidente legítimo, interino, de esta malhadada república. A lo mejor le conceden otro título que lo distinga simbólicamente como adalid de la legítima Asamblea constitucional, que estaría de ser así en trance de pasar al estado de zombi, de muerto viviente. Él se opone a disolverla y tiene poderosas razones. Del debutante Biden y de países vecinos poco decisivo sabemos al respecto. Y esta rara moneda habrá que mezclarla con otros ingredientes de una fórmula general para enderezar el país inmóvil y andrajoso, que tampoco conocemos. (Se ruega no olvidar en este sancocho a Maduro, Padrino y sus gloriosas huestes, y los amigotes internacionales, que también juegan y hasta envenenan). Serio comienzo de 2021.

 

 

Lo que quieren estas líneas es hacer un reconocimiento del tal Juan Guaidó, joven guaireño, es decir entre otras cosas, que no nació en cuna de seda. Ventajosa situación para conectarse con la gente que anda en autobús o en la carcasa del Metro. Para mí desconocido o visto alguna vez de pasada cuando era un diputado nuevo y joven en la Asamblea de los dos tercios, castrada al nacer. Como le tocaba a su partido la presidencia de ese ente legislativo, o a su sombra, y por no asomar en este muchos líderes más conocidos que no hubiesen sido inhabilitados o perseguidos por el gobierno lo nombraron, así no más.

 

 

Resulta que el tipo tiene carisma, esa cosa curiosa que ni Max Weber supo aclarar del todo, aun siendo alemán. Algo que atrae el afecto y la confianza a las multitudes y que tiene que ver más con la emocionalidad que con la razón. Y funcionó al poco rato, sobre todo cuando decidió autoproclamarse primer mandatario ante una marea de gente, porque el que como tal ejercía era un intruso, producto de unas elecciones chimbas, muy puercas. Ese fue un gesto inédito en nuestra historia, un país con dos presidentes in situ, y en muchas otras, y produjo furor colectivo como era de esperarse. Además, fijó tres puntos claros y breves como estrategia para salir del usurpador y volver a la luz de la democracia, que la gente los repetía como una letanía, tanto que lo llamaron el mantra. Las encuestas lo ponían en las nubes. Y allí lo mantuvieron a pesar del aparatoso fracaso de Cúcuta, adonde asistió, lo que fue una trompetilla al siniestro TSJ que le había prohibido salir del país, y derrota que logró reivindicar con un tour triunfal por algunos países vecinos y volver como si no hubiese un solo plato roto y fue ovacionado por muchísimos por ese reto sin respuesta al poder tiránico. Valiente el tipo, se decía.

 

 

Sin duda era valiente. Ya el solo hecho de mantenerse en el país y enfrentar sin mayores defensas todo el odio de un bloque de resentidos culposos y sin escrúpulos, llenos de violencia y bien armados, era un acto insólito. No es poca cosa. El valor es una virtud “cardinal”, dice la Iglesia, fundamental. Y algunos filósofos la consideran la primera virtud que de alguna forma sustenta a las demás. Él lo ha demostrado a raudales, se cayó a coñazos –hay fotos y videos– con los guardias nacionales para entrar al Capitolio cuando lo invadieron para hacer una de las trampas más desalmadas de su historia. Pero agregaría que tiene un carácter humilde, reflexivo y sereno, características loables cuando uno ve a Maduro o a Cabello por televisión.

 

 

Pero vino la mala hora. Comenzó, a lo mejor, con la incomprensible aventura militarista de Altamira, que nadie ha terminado por entender. Y con los ramalazos de la Operación Gedeón. Y una supuesta y no probada sujeción a los mandatos de Leopoldo López, dicho por los de allá y por algunos de los de aquí. Pero sobre todo se afincó la crítica en que no había logrado las promesas del mantra, lo que quiere decir que no había sacado al tirano, en dos largos años. Y la mayoría de la gente decidió irse para su casa, donde en realidad han estado casi todo el tiempo de la dictadura, aludo a los que pueden subsistir decente u opulentamente o moran en Miami o en Madrid. Los pobres, la grandísima mayoría, que migran y sufren de penuria son otra cosa. Tanto que uno puede preguntarse si los que han pasado veinte años sin poder salir de la pandemia política, y en realidad la mayoría no han hecho demasiado por salir de ella, no exageran en sus exigencias. Pero bueno el concepto del chivo expiatorio es ya una categoría de las ciencias sociales.

 

 

Errores ha cometido, yo mismo los he descrito y apostrofado en esta columna. No solo los espectaculares sino los permanentes de una oposición muy colonizada y en buena parte por socios poco presentables. Esto recae sobre la resistencia en su conjunto, claro él la preside.

 

 

Pero sigue teniendo el primer lugar en las encuestas y sigue siendo valeroso y activo, el líder en un país entumecido, con escasísimos voceros y con las claves de la dignidad nacional en las refacciones que pudiesen venir. Yo me atrevo a apostar que tendrá un lugar preeminente en el futuro. Y no se olvidará lo inaudito que logró construir contra el viento en el pasado reciente, es historia como dice el lugar común.

 

Fernando Rodríguez 

El Nacional

Zapatero y la vergüenza

Posted on: noviembre 18th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

 

Quienes seguimos creyendo que la unidad es condición necesaria para derrotar la tiranía que nos masacra vimos con sorpresa y una inmensa decepción el triste espectáculo de la oposición en la Asamblea Nacional dividiéndose en dos pedazos en torno al tema de los oficios mediadores de Rodríguez Zapatero. Bastante sabemos todos de lo destartalada y traumatizada de esa deseada unidad, pero es a tal punto parece necesaria que seguimos aupando toda iniciativa que pretenda restaurarla y echarla a andar. El Frente Amplio, por decir algo. De manera que lo acaecido en la Asamblea nos parece, como dice Delsa Solórzano, una verdadera “vergüenza”.

 

 

Para no caer en indefiniciones impertinentes, y si por allí hay algún lector que me sigue, diré que yo me he pronunciado no pocas veces en contra de las actuaciones de dicho sujeto. Más allá del chismorreo que acompaña cualquier desempeño público, ahora más que nunca en el reino de las redes y la posverdad, me parece que sus continuos fracasos lo inhabilitan para tan compleja labor, más difícil si se considera el prontuario de la parte gobernante. Y, por otro lado, me parece más que evidente su parcialización por el madurismo, que se manifiesta desde sus inoportunas e impúdicas visitas a palacio hasta su declaraciones sobre las actuaciones del gobierno como si este fuera un modelo democrático, como si no existieran la constituyente, el CNE de Tibisay o los muertos, torturados y presos de 2017, o los millones de hambrientos y migrantes. Y, por último, supone uno que deben haber unos cuantos mediadores posibles en el ancho mundo, si fuese menester, que cumplan esas funciones con eficacia y pundonor.

 

 

 

Reconozco también que me sorprende la capacidad del mediador de renacer, después de que uno ha estado completamente seguro de que ahora sí, se acabó su torpe presencia en nuestras desgracias, y de repente de la nada salta otra vez al primer plano. Ahora bien, parecía obvia su incapacidad de hacer acordar las partes, pero lo que no imaginaba siquiera es que pudiese fracturar tan hondamente a la oposición o al menos evidenciar sus peores sañas. Lo hizo.

 

 

No me interesa saber, por los momentos, si hay alguna “agenda” escondida en lo acaecido. Quién quita, por ahí se oyen las piedras del 10 de enero. Basta mirar el procedimiento para toparse con algo muy sórdido. Para empezar procedimentalmente era suficiente un acuerdo verbal entre las fracciones para al menos posponer un asunto que no parece tener inmediata urgencia, porque nadie habla de una transacción a la vuelta de la esquina y mucho menos guiada por un componedor tan probadamente torpe. De lo cual se concluye que estos aliados de ayer no deben ni hablarse en los pasillos parlamentarios y son capaces de utilizar la energía necesaria para acabar con la debacle nacional en pugilatos internos de muy baja ralea. Incomprensibles para la mayoría y muy convenientes para un gobierno que pocos dudan que no sea abominable en grado sumo. No habría que olvidar que la Asamblea, maniatada y todo, representa el último refugio de la constitucionalidad perdida y tampoco que el gobierno que ha pateado todas las formas e instituciones democráticas si bien la ha maniatado y humillado no se ha atrevido a hacerla desaparecer, como deben ser sus más intensos deseos. Degradarla, como se ha hecho, no es pecado menor.

 

 

Hay síntomas de que este acontecimiento, solo aparentemente “uno más”, pudiese ser el parteaguas que divida sine die a las partes opositoras; una lista de pecadores imperdonables y las consecuentes respuestas no son buenos indicios. Y ya no se trataría de una cierta capacidad funcional de actuar cada quien a su leal saber y entender, pero sin olvidar que más cerca o más lejos hay un horizonte común que debe seguir allí y siempre allí, el buscar la manera más rápida e incruenta de salir de esta inenarrable pesadilla. Pudiese ser uno de esos divorcios endemoniados.

 

 

 

Quiero terminar diciendo que este es uno de esos artículos que no hubiera querido escribir nunca.

 

 

Fernando Rodríguez

Destino

Posted on: octubre 11th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

La gente ahora habla poco de política en la comarca, hasta muchos líderes han reducido sustancialmente sus declaraciones públicas, en los dos bandos. Seguro que más de quince años de no hablar de otra cosa tiene lo suyo, la búsqueda de espacios coloquiales más distendidos y privados. O las batallas contra la escasez y los altos precios de cada día ocupan buena parte de las conversas. O el desastre nacional es de tal magnitud, tan grande como el de las víctimas del ébola o las guerras civiles (FMI), que nos deja boquiabiertos, enmudecidos. Ahora bien yo diría que sobre todo hemos perdido posibilidades de hacer prospectivas, pronósticos, escenarios convincentes. Y para qué abordar el tema, si es una película de la que se nos extravió el rollo con el final, el desenlace; si no confiamos en que alguno tenga la capacidad de elaborar premoniciones conclusivas.

 

 

La política es pasión por el futuro, lo otro es periodismo o historia. De manera que aparentemente estamos despolitizados o sobresaturados, que es lo mismo. Pero la procesión va por dentro y todos sentimos temor y temblor, también ira, por el mañana. Así esperemos que alguna vez habrá un día claro y amable, vaya usted a saber cuándo. En concreto vivimos una campaña electoral que consideramos definitiva, paradójicamente bastante asordinada, intangible.

 

 

Ahora bien, como todo en esta vida lo apuntado no es solo pérdida. Por ahí dicen que vivir en el presente es condición propicia para acercarnos a la vida verdadera. Mitiga la ansiedad y el miedo, sustituye lo ilusorio por lo real, lo ausente y distante por la acción que conmina. De manera que aminorar verbalmente el tema puede aliviarnos de intoxicaciones retóricas sin deteriorar la reciedumbre y el realismo que a veces son justamente silenciosos.

 

 

Porque si algo sí sabemos con certeza es que ya no hay vuelta atrás y que son tales las fuerzas desatadas y el monto de lo que se juega que debemos hacer acopio de valor cada día, porque ya no está en nosotros la escogencia íntegra de la hora, los lugares y las armas con las que se ha de dirimir esta contienda  contra un poder sin escrúpulos ni principios.

 

 

Yo me atrevo a creer que con este paso lento, sin aspavientos desafiantes, sin trompetas, sosteniendo nuestra convicción democrática estamos acuñando una disposición de vida. La que se necesita, en la historia o en la aventura existencial, para ocasiones en que debemos seguir andando hacia un destino señalado, sin que tengamos posibilidad de eludirlo. Y en tales situaciones límites solo el valor acumulado y sedimentado, en este caso producto del agravio sin cese y de las exigencias de supervivencia e integridad personal, puede acompañarnos realmente. Ese camino andamos, ojalá lo hagamos nuestro de veras, a cualquier precio.

 

 

Fernando Rodríguez

Barranco

Posted on: octubre 4th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Creo que muy pocos venezolanos dudarán en considerar a César Miguel Rondón como “el periodista venezolano más escuchado”, como lo llaman en El País tras el atropello irracional y alevoso a que fue sometido por el sicariato de Conatel. De manera que a estas alturas poco hay que agregar, solo sumarse, a la tonelada de desagravios y elogios que ha merecido. Pero hay que insistir en esa manotada fascista (U. Eco: “Nacionalismo y xenofobia/ Guerra permanente/ Envidia y miedo al ‘enemigo”) que es el espíritu del comunicado en su contra. Por ordinario que sea al fascismo nunca se le enfrenta en demasía.

 

 

Dudar de la nacionalidad de ese venezolano ejemplar es idiota. Pero para nada inocente. El “argumento” de que los periodistas están en el deber de cuestionar a sus entrevistados es una alhaja de la ética del oficio ¿Alguien imagina a un periodista rebatiendo las falacias y los desvaríos de Maduro, materia prima de sus peroratas, y exigiéndole demostraciones de sus asertos sobre magnicidios y golpes, trapisondas políticas o descalificación de sus enemigos? Se refuta solo ese disparate.

 

 

Pero la ponzoña está en lo que sigue: el entrevistado es alcalde de Cúcuta y Conatel supone un estado al menos prebélico con los vecinos. “En un momento tan delicado para la nación, cuando se requiere el concurso patriótico de todos y todas sus ciudadanos y ciudadanas en la defensa de los intereses nacionales, esta actitud del ciudadano César Miguel Rondón y del Circuito Éxitos Unión Radio expresa una línea editorial irresponsable y peligrosa… pretende criminalizar y descalificar ante la opinión pública la legítima defensa de los intereses de la República Bolivariana de Venezuela”. Es decir, César Miguel se ha puesto del lado del enemigo al no rebatir lo que, por demás y en lo esencial, han dicho cualquier cantidad de venezolanos. Es un procolombiano, un santanderista, un traidor, un mexicano en síntesis. Sentencia que de generalizarse haría de cualquier crítica al desgobierno madurista una criminalización y, dada la “delicada” situación del país (nada más cierto), un contubernio con sus innumerables enemigos exteriores. Prohibida la palabra opuesta y hasta el silencio. Además se apela a la fórmula siniestra de Diosdado Cabello de involucrar en el pecado a los dueños del medio, los que en definitiva pueden hundir la nave.

 

 

Lo que pasa es que Conatel llega a destiempo. Ya Maduro se reunió con Santos. Se dio cuenta de que las tropelías fotografiadas de su “injuriada” Guardia Nacional Bolivariana tenían un costo desmesurado para su famélica imagen y que no podía alienarse los muchos colombianos votantes a los que ahora jura amor eterno. Por último, decidió volver a traer a los miles de deportados agredidos y humillados (¡sublime, insólito!). Pero, en fin, alguien tenía que tratar de limpiar los retretes después de las temibles e inútiles convulsiones fronterizas.

 

 

Fernando Rodríguez

Rumbos

Posted on: septiembre 13th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Hector Schamis, en un artículo reciente (El País), ha señalado con perspicacia que la década dorada de América Latina, con la que comenzó el presente siglo, y que gracias al alza mundial de los precios de las materias primas produjo notables desarrollos económicos y sociales, ha generado igualmente un franco retroceso en la salud de la democracia. La relativa abundancia permitió la emergencia de regímenes que utilizaron esta para perpetuarse en el poder mediante la reelección, cuyo desiderátum último es la perpetuidad, y la manipulación constitucional hasta hacer de esas leyes magnas un instrumento abusivo del presidente electo y reelecto. Estas instalaron la negación de la separación de poderes y la minusvalía del Estado de Derecho. Lo que lleva necesariamente al cercenamiento de la libertad de expresión y, como nunca antes, al crimen organizado y a la corrupción convertida en eje fundamental de la organización del poder nacional. Un nuevo despotismo pues. “Es paradójico que la prosperidad de este siglo haya dañado las instituciones democráticas más que la crisis de la deuda y la hiperinflación del siglo anterior”.

 

 

Ciertamente es paradójico. Lo es menos que el declive de esa bonanza, ahora por el descenso de los precios de esas materias primas y de políticas económicas obtusas, se esté encargando de asfixiar esos regímenes del abuso y la corruptela. La riqueza que trajo despotismo, la pobreza que propicia libertades, lo que no deja de ser contradictorio con la mayoría de las experiencias planetarias. Brasil, Argentina, Ecuador y, por supuesto, Venezuela son magníficos ejemplos de cómo años de euforia económica y soberbia política, con los componentes más o menos definidos del populismo “izquierdista”, se trocaron en economías francamente averiadas, acompañadas de un agudo resquebrajamiento político. Dilma Rousseff ha estado, ¿está?, al borde de los abismos; Correa se enfrenta a movimientos populares muy amplios y agresivos; la era Kirchner ha terminado tristemente y probablemente lo suceda un peronista de otra vestimenta, que cualquier cosa cabe en esa franquicia, y en Venezuela, la gran víctima, se vive en el estiércol y en la búsqueda desesperada de una salida para sobrevivir.

 

 

No hay que olvidar tampoco que en Cuba el inglés acaba de sustituir al ruso en la educación formal y al Mr. Marshall de turno lo reciben con cantidad de eufóricas banderitas con cintas y estrellas.

 

En lo inmediato se trata de alcanzar las playas donde comienzan el cabal ejercicio democrático y la honestidad cívica. Pero no es de descartar que la experiencia citada haga abominar por mucho tiempo las fórmulas realmente progresistas, así sean las de una democracia social moderna y libertaria, un tanto a la manera de las sensatas y equilibradas experiencias de Chile y Uruguay. Que posterguemos esa consigna que parece clave en este siglo, en expansión en todo el planeta, la lucha contra las inmensas desigualdades que siguen ahogando a la especie. Pero suele pasar que a los colectivismos enfermos y demagógicos suceden individualismos y economicismos igualmente extremos. Divergencias de pasado mañana.

 

 

Los cambios de gabinete de la señora Rousseff y la evidencia judicial del malandrismo del PT; el excéntrico millonario que representa al kirchnerismo en las elecciones de octubre; las histéricas peleas culpabilizadoras de Correa con algunos de los más serios periódicos del planeta; las inevitables reformas que alguien tendrá que hacer en Venezuela para que vuelva a ser un país y, sobre todo, las ansias abiertas de Cuba ante el Tío Sam, son signos iniciales, diversos pero inequívocos de ese movimiento del péndulo de la historia.

 

Fernando Rodríguez

Animales feroces

Posted on: agosto 23rd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

No hay muchas dudas de que los venezolanos, salvo algunos enchufados y ciertos obcecados, sienten que están viviendo en las puertas del infierno. En la última encuesta de Datanálisis más de 85% opina que Venezuela está enferma. Y no hay que ser demasiado versado en aritméticas de la opinión para sentirlo en el aire y en los rostros de los conciudadanos. Y, sin embargo, hay una aparente calma en el país. Según la misma encuesta, del pasado julio, tres de cada cuatro venezolanos no están dispuestos a asistir a marchas políticas, lo cual se ha hecho evidente en los reiterados fracasos de las convocatorias a esos eventos de opositores y oficialistas en los últimos tiempos. Y una cifra bastante mayor no está dispuesto a “guarimbear”, lo cual también es tangible en la mudez de las calles de nuestras ciudades, muchas de ellas enguerrilladas hace apenas unos meses. Se diría que no hay respuesta a esta espantosa crisis que según muchos debería hacer arder el país, convertirlo en algo así como un inmenso Caracazo. Y no. Que mañana o pasado sea de otra manera pudiese ser, razones abundan, veremos.

 

 

Pero la ira que se agiganta en el pecho del venezolano que hace horas de cola para comprar lo más elemental para el diario vivir; él, acosado por el hambre incapaz de pagar con sus irreales salarios los precios de la inflación; él, que es pasto de la enfermedad y la muerte por falta de recursos médicos; o teme ser víctima de los delincuencia cotidiana e impune; esa ira, decimos, tiene que drenarse de alguna manera. Y se derrama ciertamente en hechos puntuales y aislados, pero que son de una textura que pone en cuestión los mínimos supuestos de la vida civilizada por su violencia y su rechazo de toda legitimidad. Por ejemplo, las decenas de saqueos aislados de los últimos meses o la multiplicación de los linchamientos de delincuentes, aun de aquellos atrapados en delitos menores. Transgresiones frente a las cuales cuán cívicas aparecen las marchas pacíficas, ésas que impide Jorge Rodríguez en su territorio. O, aun, los enfrentamientos callejeros de cierta intensidad que al fin y al cabo generalmente se autorregulan y, por demás, son asaz frecuentes en casi todo el planeta.

 

 

Lo que tienen de espantoso el tipo de sucesos que aludimos es que se generan, como han dicho algunos psiquiatras en este diario, en la violencia del natural instinto de supervivencia, el hambre propia y de los amados o el terror paranoico al esperar el hijo que tarda en las noches escalofriantes. Esos pequeños escenarios, multiplicados, son los agujeros por los que se deshace el tejido social y dejan emerger la violencia primaria, la del lobo acorralado, frente a la cual las exigencias de la norma social ya no operan, la anomia pues. Que ellos sean el síntoma de explosiones mayores y con una finalidad política razonable no lo sabemos pero sí se podría afirmar que seguirán surgiendo aquí y allá, llagas en la epidermis dañada del país.

 

 

Pero, por supuesto, hay mucho más formas de violencia. Por ejemplo, la orgía de calumnias, estupideces, sadismo y disparatadas mentiras con que Maduro, abriendo la campaña electoral, ha tratado de convertir a la oposición en una suerte de banda de asesinos dirigida por Álvaro Uribe Vélez, refrendada por el defensor del pueblo (¡!) que se soltó el moño fascista. O las políticas represivas desproporcionadas del Estado histérico, esos operativos bélicos contra barrios enteros para pescar algunos pocos malvivientes y fastidiar a medio mundo.

 

 

No, no hay paz en el país. Mucho menos música y risas como pretende el gobierno. La guerra está ahí, solapada, doquier, hasta en el magro almuerzo que con vergüenza se sirve en casa. Hay que aceptarla y reconocerla para darle un sentido

 

Fernando Rodríguez

De dónde venimos

Posted on: agosto 16th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

 

Una revolución, marxista leninista al menos, se hace para destruir la sociedad capitalista establecida y sustituirla por otra en la cual ya no exista la explotación del hombre. Ahora bien, para destruir un mundo, una inmensidad de entes y relaciones humanas, básicamente por la violencia, se necesita asumir una supremacía moral absoluta, esa que permite hacer la guerra, despojar y matar. Es la lógica que hemos vivido en estos más de tres lustros bolivarianos. Es cierto que con límites, provenientes del planeta posterior a 1989 y las brutales indigencias mentales de sus protagonistas, que le impidieron acabar con la propiedad privada y con la democracia “burguesa”. Solo golpearlas, asfixiarlas, prostituirlas, embarrarlas. Y llegar a un lugar innombrado de la historia donde reina la mayor oscuridad, el atroz sufrimiento colectivo, la Venezuela de hoy.

 

 

Como toda pulsión que no alcanza su realización, tiende a volverse perversa, esa bastarda preeminencia moral produjo efectos muy grandes y muy torvos, por ejemplo falsificar las palabras y los símbolos. El insulto, la calumnia y las acusaciones permanentes y sin contención, el culto a la personalidad de un líder de pacotilla, la historia patria rehecha de la manera más tosca para celebrar el cuartel y el jefe, el trastrocamiento de las denominaciones desde la patria misma hasta el último organismo provinciano, la manipulación de los signos emblemáticos del país, la mentira como razón de Estado, etc. La comunicación trastocada en retórica, inacabable y ponzoñosa retórica.

 

 

No vamos a hacer una reláfica de todos los efectos reales que produjo esa mentalidad, los venezolanos llevan su marca en el desasosiego de cada día. Basta con lo dicho para indicar lo que pretendemos subrayar y que no es otra que la densidad, la hondura de los atropellos y las humillaciones a los que hemos sido sometidos. Y la tarea titánica de revertirlos. Esos que se hicieron del poder en nefasta hora, y tuvieron la sagacidad y la impudicia de prolongarlo más de lo previsible, se creían omnipotentes y que les era dado hacer lo que quisieran con el país, puesto que eran revolucionarios, como Fidel y a lo mejor como Gadafi o Mugabe, sin saber que se trataba de cadáveres.

 

 

Y no poco daño hicieron a nuestros espíritus. La pasividad que hemos lamentado muchas veces viene de allí, de los efectos de esa lógica, que además de lógica terminó refrendada por las armas de un ejército hipotecado. La incredulidad en el fin de la pesadilla. La lucha hecha a ratos con sus mismas herramientas. La culpabilización artera de ellos y la autoflagelación indebida de nosotros. La desesperanza, la desesperación. La huida, lejos. El miedo, naturalmente. Y también, seguro, la gallarda resistencia de muchos.

 

 

Pero hoy que ya somos aplastante mayoría los que decimos “no” y la falacia revolucionaria ha quedado al desnudo, son ellos, los destructores, los que retroceden ante los fantasmas monstruosos que han creado y ante la necesidad de rendir cuentas. Gritan todavía, maldicen al imperio, inventan guerras, amenazan con hacer correr sangre. Pero son minoría, son escuálidos y muchos son reos de delitos inauditos.

 

 

Es necesario entonces que vayamos asumiendo la demolición paulatina de esa trampajaula feroz y prolongada contra nuestro derecho de pensar, de decidir, de actuar. Que nos liberemos de ese desvalimiento espiritual que crea el terror, la ignorancia, el absolutismo así sea de opereta y la rapacidad sin límites. Somos mayoría, nos toca una descomunal tarea de la liberación y el recomenzar. Su inicio está en nosotros en un primer y decisivo momento, el de saber que estamos obligados a tomar el mando de este barco ebrio y pensarlo y enrumbarlo con otra manera del espíritu.

 

Fernando Rodríguez

Campaña y suciedad

Posted on: agosto 2nd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Si alguna constante tiene nuestro proceso revolucionario es su capacidad de insultar a todo aquel que se le interpone. Hacer una antología de sus mejores piezas no es tarea fácil. Pero uno recuerda, al azar de la memoria, algunas joyas de Chávez, como llamar analfabeta a Vargas Llosa, decirle a los obispos que tenían el diablo debajo de la sotana, tratar de tarifado a Zapata, de cochino a Henrique Capriles y paremos de contar que es tema que no tiene fin. También recibía lo suyo y nada mejor que aquel monárquico “por qué no te callas”, con audiencia planetaria, o la famosa gallina de Arias Cárdenas. Este pequeño recordatorio es porque nos da la impresión de que si en algo imita el heredero al difunto es en ese arte, aunque ciertamente con menos variedad y contundencia, como pasa con el resto del legado.

 

 

Esto lo traemos a colación porque es un arma que utilizan con particular virulencia en los momentos electorales para acabar con el enemigo. Maduro “vomita” –el verbo es suyo– a diestra y siniestra a cualquiera que lo adversa, sea un dignatario extranjero o un candidato opositor. Diría que es el ingrediente que le da el sello chavista a la actual campaña para la Asamblea. Porque faltan otros elementos ligados al dinero, tan escaso por estos días.

 

 

Chávez nos contó que Fidel le preparó las misiones, y Jorge Rodríguez en el CNE le facilitó el tiempo para que florecieran, a fin de que no lo defenestraran en un revocatorio que en principio tenía perdido. Y funcionó. De ahí en adelante toda elección importante debía tener, además de los indebidos usos habituales del patrimonio de todos los venezolanos, una causa bandera que propiciara la victoria. No hay mejor ejemplo que la Gran Misión Vivienda. La mecánica es la siguiente: se toma un área particularmente deprimida de la acción gubernamental y se la somete a un tratamiento intensivo y, sobre todo, a un aplastante despliegue propagandístico cuya finalidad es hacer olvidar el deshonroso pasado y hacer sentir que nadie nunca ha hecho tanto por el área. El gobierno había sido en materia de hábitat peor que cualquiera de la democracia puntofijista y terminó proclamándose campeón de la vivienda y hasta del vivir viviendo. Por supuesto, cuando se gana la elección la cosa pasa a segundo plano, el nivel de construcción desciende y el déficit habitacional sigue creciendo.

 

 

Maduro en su duelo con Capriles tuvo su dakaso, asunto mucho más modesto y bastante antieconómico, antiético y antiestético, pero a lo mejor hizo la diferencia, si es que la hubo.

 

 

En estas parlamentarias tan peliagudas como dicen las encuestas no hay con qué montar muchos espectáculos y las colas y los precios bárbaros y la delincuencia desatada copan el paisaje nacional. El gobierno solo ha inventado dos shows especiales para la ocasión, de bajos costos y seguramente de poca eficiencia. Reactivar Guyana que es un cuento viejo, lío donde tienen las mayores y más flagrantes culpas y de una resolución muy larga y poco apropiada para nuestras acuciantes penurias. Y esos estruendosos operativos, los OLP, en que despliegan centenares de efectivos policiales y militares sobre zonas muy reducidas, se hacen allanamientos brutales (hasta el defensor lo reconoce), hay centenares de presos que luego sueltan o deportan y se matan unas decenas que ya no pueden reclamar. Al parecer quedan 7 detenidos de la batalla de la Cota 905 y en la batalla de Montalbán, según Maduro, encontraron unas chicas de la vida, algún humilde bachaquero y un vendedor de drogas al detal. Mientras tanto las cifras de la morgue son cada vez más grotescas.

 

 

De modo que hay que insultar mucho y no detenerse en inhabilitar al enemigo de todas las maneras imaginables, hasta las más delictivas. Atención, pues.

 

Fernando Rodríguez

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