|

País paralelo

Posted on: julio 20th, 2020 by Periodista dista No Comments

 

Si le preguntamos a cualquier venezolano sobre si el país está unido o dividido, estoy seguro de que la segunda será la respuesta unánime. A mi modo de ver, el país no solo está dividido sino que hay un país paralelo.

 

 

Un país paralelo en lo económico. En donde está, por una parte, la economía real, la que está compuesta de miles de emprendedores, empresarios y gente que ha apostado al país. Esta es la economía que, en palabras del propio exministro Giordani, “el gobierno ha buscado destruir”, para encima de esos escombros construir lo que ellos llaman el “sistema socialista”: que no es otra cosa que un sistema en donde todo depende del Estado; algo que yo he preferido llamar el “Estado arepera”, es decir, una economía paralela en la que todo el proceso económico depende de manera directa del Estado venezolano, tales como empresas públicas, que van desde redes de abastos, areperas o ferreterías, hasta cementeras, ensambladoras de carros o bancos. Ese aparato económico del “Estado arepera” tenía todas las ventajas y el apoyo del gobierno nacional, que lo subsidiaba, lo protegía e incluso lo ponía a competir (desigualmente) con actores de la otra economía, la economía privada. Lo peor de todo es que el “Estado arepera” regula y desregula a su antojo, utilizó instituciones como Cadivi, el Banco Central o la misma Pdvsa para acabar la economía privada y potenciar el sistema areperístico, en donde todo era pagado con petrodólares, todo era vendido a pérdidas, la corrupción por doquier, absoluta ineficiencia, sin rendición de cuentas, en fin, se creó una economía paralela que ha socavado la economía real y que en sí misma era imposible de sustentar. Hablo pasado porque todo esto se acabó por la vía de los hechos. El “socialismo del siglo XXI” fracasó y dejó al país en ruinas.

 

 

En los últimos tiempos eso ha cambiado y se ha creado lo que he llamado el nuevo “Estado bodegón” en el que se deja al sector privado importar las cosas bajo su propio riesgo, con el beneficio de poder vender acá las cosas dolarizadas y sin control de precios. De manera tal que somos más que nunca una economía de puertos que dependemos de lo que otros producen.

 

 

Un país paralelo en lo social, en donde hay ciudadanos de primera y ciudadanos excluidos. Los ciudadanos de primera son aquellos que están inscritos en un partido político determinado. Ellos pueden ser beneficiados en las misiones y los planes sociales del Estado. Si sucede algún milagro, de repente hasta se les adjudica una vivienda. Pueden acceder y ascender a puestos en la administración pública o en cualquier empresa o institución del Estado. Gozan de estabilidad laboral, sea cual sea su rendimiento. Pueden cometer algunos excesos porque saben que el aparato de “justicia” no va a ir en contra de ellos por el hecho de ponerse la franela de un color.

 

 

Por otro lado, estamos otro tipo de ciudadanos: los neoexcluidos, los librepensadores, los que tenemos ideas propias, los que no queremos ser de ese partido político. Los que queremos vivir con el fruto de nuestro trabajo independiente, sin depender del Estado. Nosotros somos ciudadanos de tercera o cuarta categoría. Somos los nunca reconocidos, los insultados, los culpables de todos los males (junto al imperio). Andamos por la vida desprovistos de instituciones a dónde acudir si somos víctimas de algún abuso. Somos los que esperamos ser incluidos en listas para los planes sociales, no tenemos caja CLAP, ni gasolina subsidiada. Un sector que está al margen, por fuera de cualquier política del Estado, por el hecho de pensar distinto.

 

 

Un país paralelo en lo moral. En el que la decencia y la dignidad de las personas depende de su corriente política. Acá se ha creado la nueva teoría de la relatividad, que consiste en si estás con el gobierno o eres de oposición. De eso depende todo. Con esa vara serás juzgado. Para un sector, la ética, la moral, la dignidad, solo depende de la lealtad al proceso político. No importa si se es corrupto, si mata, cualquier delito es permitido con tal de que sea leal a la “revolución”.

 

 

Por el contrario, la falta de ética, la inmoralidad están automáticamente del lado de quienes adversamos a los que gobiernan. Usted puede ser honesto, decente, buen ciudadano, solidario, caritativo, tener valores y principios, pero si no está con el gobierno puede ser juzgado y condenado como el peor de los delincuentes. Se ha querido crear una nueva moral, una nueva ética que no está basada en la virtud, sino que está basada en la complacencia, en la complicidad y en la conveniencia, algo que ellos confunden con la lealtad.

 

 

Un país paralelo en lo político. Quizás esta es el área en donde menos tengo que explicar, ya que todos conocemos el panorama en el que la destrucción de nuestras instituciones ha ocasionado el caos político más grande de nuestra historia republicana. Un país en donde no existe el imperio de la ley, sino que lo que sigue es la voluntad de un individuo o una parcialidad política no puede ser justo, ni democrático, ni puede generar bienestar, ni desarrollo.

 

 

Un país paralelo nunca tomará la senda del progreso. Debemos unificar al país para que pueda ser viable. Solo con el reconocimiento mutuo, el trabajo en conjunto y la formulación de objetivos comunes a toda Venezuela podremos subirnos a esa ancha autopista de la estabilidad, la paz y la prosperidad

 

 Elías Sayegh

 

Un venezolano auténtico

Posted on: junio 22nd, 2020 by Laura Espinoza No Comments

 

La mejor noticia de los últimos tiempos para nosotros los venezolanos es, sin duda, la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. Venezuela entera ha esperado este momento desde hace décadas y después de un largo proceso hoy se reconoce a este ilustre venezolano como beato de la Iglesia, que es el paso previo a su declaración como santo.

 

 

El Dr. José Gregorio Hernández fue un auténtico venezolano que realza los valores de nuestro gentilicio. Muchos conocen su imagen, pero no saben realmente lo importante que fue en su tiempo y cómo ha trascendido después.

 

 

José Gregorio Hernández es un trujillano que viene de un origen humilde. Desde pequeño destacó por su inteligencia y su dedicación a las cosas que hacía. Fue el mejor alumno de medicina de la UCV y uno de los mejores médicos de su época. Realizó posgrados en Francia y Alemania. Fue un hombre culto. Hablaba español, inglés, francés, alemán, portugués, italiano y algo de latín; era músico y filósofo. Trajo a Venezuela el microscopio y otros instrumentos científicos.

 

 

Fue un católico practicante a carta cabal muy identificado con san Francisco de Asís, que reconocía en los más humildes a la persona de Cristo. Cosas de Dios que el Papa que lo declara beato es justamente Francisco, después de que la causa para su beatificación se tomara hace casi 70 años. Este anuncio se hace en medio de una pandemia y justamente José Gregorio Hernández fue uno de los héroes de la última que hubo, que fue la gripe española de 1918. Se cuenta que durante esa terrible pandemia el Dr. José Gregorio Hernández andaba por las calles de Caracas atendiendo a los enfermos.

 

 

Su importancia es tremenda como personaje religioso y místico, pero también lo es en el plano científico. José Gregorio Hernández fue un hombre de ciencia y un hombre de Dios a la vez. Muchos creen que esto es algo dicotómico, pero nuestro nuevo beato venezolano muestra que no lo es.

 

 

Su presencia como beato irrumpe en un momento en el que el país necesita más que nunca referentes positivos. José Gregorio Hernández es el auténtico venezolano que pone a relucir lo mejor de nosotros mismos. Fue un hombre solidario, amistoso, siempre bien dispuesto a colaborar con su gente. Es un modelo como hombre de trabajo, de empuje, con conciencia social y con valores morales y espirituales.

 

 

No le tocaron momentos fáciles. La Venezuela de finales de siglo XIX y principios de siglo XX era un desastre también. Un país empobrecido, víctima de innumerables guerras e insurrecciones, con una infraestructura y servicios públicos precarios. El Dr. José Gregorio Hernández le encontró un sentido a su vida, puso su granito de arena para mejorar la situación de su país y eso lo llevó a los altares.

 

 

Probablemente el Dr. José Gregorio Hernández es el venezolano más querido e indiscutido en la historia de este país. No fue presidente, no fue general, no fue multimillonario, no ganó ninguna guerra, ni era una estrella famosa de la noche a la mañana; fue un hombre de a pie, un ciudadano normal. Un hombre que buscó la excelencia en todos los ámbitos de su vida. Un ciudadano decente, honesto, trabajador, que se obligó a alcanzar su máximo potencial y lo puso al servicio de su país, su comunidad y sobre todo de los más necesitados. Su heroísmo y santidad están en su trabajo de todos los días.

 

 

Debemos reconocer el gran esfuerzo de la Iglesia Católica venezolana, la Conferencia Episcopal y el cardenal Baltazar Porras por el gran trabajo que se ha realizado en favor de la causa de José Gregorio Hernández. Venezuela se los agradecerá siempre.

 

 

Pidamos a nuestro nuevo beato que interceda por nuestro país para que podamos reencontrarnos y conseguir el rumbo hacia la Libertad, la prosperidad y el progreso. ¡Que viva el Dr. José Gregorio Hernández un auténtico venezolano! ¡Que viva Venezuela!

 

 

Elías Sayegh

 

|