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Twitter o cuando el tamaño sí importa

Posted on: septiembre 21st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

¿Cuánto mide un pensamiento? ¿Acaso se puede estirar una idea? Como el gas, las reflexiones se expanden por el máximo espacio disponible sin que sepamos si esa forma de riego por aspersión es buena, o si, por el contrario, con ello vamos a provocar una explosión. Las ideas del siguiente artículo de Opinión deben contenerse en 1.100 palabras y las del siguiente, en 750, y pobre de quien intente un Acento como el que usted está leyendo en más de 500. Todos somos prolijos y parece que necesitamos una clarísima acotación.

 

 

 

La métrica de la poesía sirvió a Antonio Machado para crear arte deslumbrante en el marco aparentemente inflexible del soneto, como los refranes trasladaron la sabiduría popular en frases cortas y pegadizas o los salmos bíblicos nos enseñaron maravillas.

 

 

 

Aforismos, pareados, haikus, tuits. Lo corto puede ser bello y lo acotado, más aún. El autor portugués Gonçalo Tavares cuenta que él pasa más tiempo cortando sus novelas que en el borrador inicial y lo hace por respeto al lector: “Yo solo abro una frase si tengo algo que decir, y si es así intento decirlo lo más rápidamente posible y callarme”. En su última novela, Una niña está perdida en el siglo XX, uno de los personajes mide la inteligencia de las personas por su capacidad de disminuir el peso de las cosas materiales que acumula.

 

 

 

Y abrir la frase, decirla y callarse es algo a lo que Twitter ha conseguido acostumbrarnos por fortuna para el resto de la humanidad. El mérito de las ideas es al fin y al cabo el efecto que pueden generar en los demás después de dichas y para ello ya sabemos que lo bueno, si breve, dos veces bueno.

 

 

 

 

Y sin embargo, reconozcámoslo: Twitter nos ha dado una alegría esta semana al retirar los vídeos, fotos y gifs de la dosis de caracteres que reserva para cada una de nuestras ideas, aunque sean brillantes. Desde ahora, los 140 caracteres ¡son nuestros! Nuestros y de esa humanidad que creemos que nos espera como si tuviéramos algo realmente importante que decir y a la que tan injustamente privábamos de esas palabras que había que excluir si añadíamos elementos no verbales.

 

 

 

El prestigioso crítico literario francés Bernard Pivot se ha convertido en voz popular en Twitter y explicaba así este domingo las razones de su éxito en El País Semanal: “Muy sencillo: porque no trato a la gente como si fuera tonta. Escribo en Twitter igual que lo haría en un periódico. Intento divertir a mis seguidores, pero también quiero que aprendan algo. Me esfuerzo por no contar estupideces. A veces estoy a punto de escribir una tontería de mal gusto, pero la acabo desestimando”.

 

 

 

Para explicarlo, es cierto, necesitó más de 140 caracteres, pero mereció la pena. Los demás celebraremos que Twitter aprieta pero no ahoga, y ajustaremos nuestras pequeñas ideas al espacio acotado. Por si acaso se expanden como el gas y hay explosión.

 

 

BERNA GONZÁLEZ HARBOUR
EL ACENTO

Tiemblen, nace el ‘No me gusta’ universal

Posted on: septiembre 17th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Facebook inventa lo que era un lugar común en los circos romanos

 

Perdonen los usuarios, esa cifra multimillonaria de adeptos a Facebook entre los que se cuenta este cronista, pero lo que ocurre con esta impresionante red de corazones solitarios en busca de apoyo sentimental se parece cada vez más, y más peligrosamente, a las prácticas de los circos romanos.

 

 

Durante años hemos vivido confortados y en busca del Me gusta que había, con el dedo alzado, al final de nuestras cuitas cotidianas, de nuestras reflexiones sentimentales, de nuestra manera de ver la vida, aunque fuera la vida chiquita de nuestros cumpleaños. Además, ahora, tiemblen ustedes, temblemos todos, en el circo universal de la amistad se ha inventado lo que ya en aquella Roma inclemente de los circos era un lugar común: el No me gusta.

 

 

Hubo un gran escritor cubano, Severo Sarduy, que cuando se encontraba entre personas que hablaban alto o expresaban disgusto hacia lo que él mismo representaba, gritaba como si estuviera ante la calavera de Hamlet: “¡Siento una atmósfera sangrienta a mi alrededor!”. Pues esa atmósfera sangrienta se pone ahora en marcha en el ámbito que antaño, es decir, hasta ahora mismo, se reservaba a las señales de la amistad. Facebook fue siempre, desde que nació, un instrumento de relaciones; la gente que se conoce se pide amistad, y espera ansiosa que el vecino, incluso el compadre, la comadre y los hijos le den al dedo positivo. Todos conocemos casos de amigos de toda la vida que se han ofendido porque en ese aire de amistad artificial que se ha creado en la Red no les hemos respondido a golpe de gatillo (o de dedillo) a sus amables requerimientos. Esa velocidad para hacer amigos ha tenido algunas imitaciones sardónicas: una televisión norteamericana creó El día de la enemistad, situado en alguna fecha de noviembre, con un enorme éxito de público. Se trataba de que la gente dijera de cuántas personas se había desamistado ese día.

 

 

Ahora el dedo conoce ya sus dos versiones romanas: a favor y en contra, la amistad y su contrario, lo bueno y lo malo en el cosmos. En las otras redes, en Twitter, sobre todo, se dispara al gaznate del contrario, con seudónimo generalmente, tan solo porque no has apoyado las tesis que proponen los que más gritan o los que argumentan con mayor brío. El nivel de insulto que se ha alcanzado en ese ámbito ha sido objeto ya de estudios universales, y de sonrojo también; en esa sucesión de frases sesudas y de tonterías inconmensurables (en las que caemos todos los usuarios, este cronista también, cómo no) se han colado descalificaciones, ruindades, que por otra parte no son distintas del rompe y rasga que se usó, por ejemplo, en la época de las palabras como puños (que diría el estudioso Fernando del Rey) de nuestro aciago tiempo previo a la Guerra Civil.

 

 

Pues ahí tenemos ya, asomando su patita, el No me gusta de Facebook. Tiemblen, temblemos; todo Me gusta tiene su No me gusta, naturalmente, pero hasta ahora parecía que nos íbamos a privar de este baile sin máscara que va a desnudar el idilio que esa Red vivía con la amistad.

 

Juan Cruz

El Paìs

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