Ya nada sorprende en este país en dónde el régimen trae de cabeza a millones de venezolanos. La tragedia es global, no hay rincón en Venezuela en el qué no se registre un sismo de cualquier naturaleza que ponga en evidencia el estremecimiento y las ruinas que van dejando a su paso esos movimientos telúricos de una falsa revolución.
Como diría mi abuela Emelina “no queda hueso sano”. Todo lo han quebrado. Son una plaga que devora las siembras de aquellos agricultores emprendedores de la Cuenca del Tiznado o de Tucupido, otrora orgulloso Granero del Guárico. Todo eso lo han ido arrasando, sin contemplaciones. Sin el más mínimo reparo de saber que se estaban llevando por delante la suerte de miles de trabajadores que han dejado en la calle, “con una mano adelante y otra atrás”. No estoy exagerando, simplemente articulo datos verídicos que recabo en El Sombrero, mi pueblo natal, donde se cosechaban los tomates para abastecer buena parte del mercado nacional, hoy muy pocos siembran, lo que refleja el desmadre que ha producido este proyecto diabólico que cayó como una centella destructora sobre el suelo patrio.
En medio de esa avalancha de agresiones, atropellos, insultos, vejaciones, expropiaciones, confiscaciones, asaltos y pare usted de contar, se han empinado mujeres y hombres que se quedaron sin tierra, sin fincas, sin hatos o sin su humilde conuco, pero aún les queda la dignidad que no regatean ante un régimen que se cree capaz de poder comprar todo, inclusive, los principios de los seres humanos decentes de mi país. Cada vez que me acerco a un cementerio comercial -antes centro comercial- a la Plaza de Los Samanes de San Juan de Los Morros, lo que se escucha es el eco del lamento de muchos comerciantes que están en la carraplana después que la locura del autoritarismo liquidó la propiedad privada en Venezuela. Son comerciantes que trabajaban sus negocios levantados a pulso por sus padres o abuelos, y hoy, esa herencia bien habida, es reducida a comercios cerrados o solitarios como consecuencia de las políticas económicas impuestas por esta tiranía y, sobre todo, por las patadas a las leyes y preceptos constitucionales que han pisoteado sin el mas mínimo recato.
Sabiendo lo que han sufrido los parceleros de Calabozo, que llegaron a crecer económica y socialmente, gracias a sus exitosas siembras de arroz; estando al tanto, como lo estoy, de las nostalgias de los criadores de cerdos o de pollos que hicieron de sus granjas en Altagracia de Orituco empresas rentables; recordando los espectaculares desfiles de ganado de raza buena, en la Feria de Valle de La Pascua, el mes de Febrero de cada año, en honor a la Virgen de La Candelaria, no puedo dejar de imaginar que estarán pensando esos agricultores o ganaderos de mi Guárico, ¿que pasara por la cabeza de esos cientos de comerciantes? que hoy están arruinados cuando vieron en la tarima de Fedecámaras, como invitada estelar, a quien usurpa cargos en el tren ministerial de Maduro.
Señores de Fedecámaras, ¿Que les pasó? ¿Se les nubló la mente? Es necesario refrescarles la memoria como bien lo dijo Antonio Ledezma, «En Fedecámaras han debido reponer el video en dónde aparece Chávez enloquecido, en la Plaza Bolívar de Caracas, ordenando expropiar empresas, fábricas o comercios y aquel día de 2001 en que promulgó la Ley de Tierras que dio pie a la ruina del sector agropecuario»
Señores de Fedecámaras, la dignidad es el bien mas grande que puede atesorar un mortal, sobre todo hoy que hay tantas desviaciones de orden ético y moral.
Por eso mi aplauso para todos los que siguen resistiendo, con la cabeza erguida, sin declinar sus valores ni arriar sus banderas, aun limpias, a pesar de tanto barro desparramado.
Carlos Ismayel
@CYsmayel