Pánico en la Casa Blanca

Posted on: marzo 20th, 2018 by Laura Espinoza No Comments

El poder es la pulsión que domina los corazones pero siempre tiene un coste

 

Donald Trump ante la Casa Blanca junto a miembros del Congreso. CAROLYN KASTER AP

 

 

 

Nada mueve más que el poder que, salvo el instinto de supervivencia, es la pulsión dominante en los corazones humanos. Sin embargo, si algo está escrito en la historia, es que siempre tiene un coste.

La Casa Blanca de Donald Trump se ha convertido en un carrusel y ese recinto que albergaba los más altos ideales humanos, desde los tiempos de Thomas Jefferson, vive un crepúsculo de los dioses en una ciudad mística como Washington, construida a golpe de cartabón y compás divinos.

 

 

 

Tenía que llegar alguien como Trump para desacralizar el lugar donde trabajaron Lincoln, Kennedy y en el que Franklin D. Roosevelt y una silla de ruedas iban y venían administrando un mundo convulso que se esculpía sobre la lucha entre el bien y el mal y sobre ríos de sangre y terremotos sociales que cambiaron la historia.

 

 

 

Ahora la Casa Blanca de Trump es vulgar, incomprensible, impredecible y poco fiable. El miedo domina a los hombres del presidente y solo una figura impecable como el general Kelly puede aguantar el terror que supone trabajar para el magnate. Ya nadie está a salvo, ni siquiera el esposo de su hija favorita, ni siquiera el hijo que le hubiera gustado tener en teoría y que ha demostrado que aún le faltan varios hervores.

 

 

 

Como en El cartero siempre llama dos veces, Trump siempre vuela en Twitter dos veces antes de matar y ahora, una vez fuera Rex Tillerson, lo hace en compañía de los halcones que le gustan: Mike Pompeo, en el Departamento de Estado, y Gina Haspel, como directora de la CIA. De puertas adentro el mensaje queda claro y de puertas afuera se transmite al mundo el miedo del equipo de Trump con sus mensajes sobre cómo piensan resolver, plantear y ejecutar las políticas en nombre de su país sobre el resto del universo.

 

 

 

Mientras buscan una salida de emergencia, los colaboradores de Trump tienen un sexto sentido para empezar a cooperar con las autoridades judiciales porque el fiscal Robert Mueller está destinado a lograr que se confiesen las mentiras de uno de los gobernantes más impunes, desde los tiempos de Huey Long, el gobernador de Luisiana asesinado en 1935, en los comienzos de su candidatura presidencial. Algo comparable con lo que sentía Al Capone en su lujosa suite del hotel Lexington en Chicago, cuando se preguntaba por qué no podía ser el jefe de la ciudad si ya tenía a todos comprados.

 

 

 

Los intocables siempre encuentran su Elliot Ness, y en este caso Robert Mueller no lo es. Solo es el conducto para exteriorizar los miedos de todos. No sé cómo acabará Trump, supongo que muy mal, aunque tiene mucho que ver lo que hará el pueblo estadounidense en las elecciones intermedias de noviembre.

 

 

 

Pero mientras tanto, el país que un día fue la tierra donde todo era posible, hoy es el país de la impunidad y la decepción. Y cuando se premia en los Oscar la historia de una película como Three Billboards (Tres anuncios por un crimen), se premia a los votantes de Trump que pueden vivir administrando una justicia imposible, pero sin buscar a los que violan, asesinan y queman a mujeres inocentes.

 

 

 

La crónica diaria, la que durante años nos ha enseñado a admirar al país de las barras y las estrellas, hoy es la historia de una derrota porque no es lo mismo contar el éxito del FBI que, en 1964, descubrió los cadáveres de tres activistas asesinados en Mississippi y a sus asesinos que contar que nunca se encuentra a los culpables.

 

 

 

La crónica de la América que votó por Trump es la de los más de cien muertos diarios por sobredosis de opiáceos, la crónica de un fracaso. Y en medio, después de haber derribado los principios éticos de la célebre Declaración de Independencia, viene la búsqueda y la identificación de las responsabilidades individuales por haber menospreciado lo que hizo una vez grande al imperio del Norte, un país que prefería tener libertad de prensa que fake news, un país en el que reservar una habitación en el Trump International Hotel en Washington puede convertirse el día de mañana en una acusación de corrupción.

 

 

 

El miedo es ya lo que gobierna el Ala Este y Oeste de la Casa Blanca, el miedo y el fracaso constituyen hoy la América de Trump y lo imposible que a estas alturas resulta salir del círculo dorado de un país que lo tuvo todo y está a punto de quedarse sin nada.

 

 

El País

ANTONIO NAVALÓN

América sin rumbo

Posted on: septiembre 18th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

La catarsis del ‘crack’ de 2008 ha dado lugar a un nuevo referente que no se articula a través de las instituciones

 

 

 

En este ocaso de los paradigmas y las ideologías, hay nuevas verdades que afectan a las Américas, a la que habla inglés y a la que habla español y portugués. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca no solo ha instaurado un cambio cualitativo en la estructura política moderna, sino que también evidencia los efectos colaterales de la crisis económica de 2008, como el agotamiento de las sociedades modernas, la nueva era de la comunicación e Internet, con todo lo que significa para la percepción social y la articulación política.

 

 

 

La catarsis moral que supuso el crack de 2008 ha dado lugar a un nuevo referente mundial que no se articula a través de las instituciones, sino por la percepción social de la impunidad y el cáncer de la corrupción. En Brasil, el único elemento contaminante de la política social de los años de gobierno de los presidentes Lula y Dilma Rousseff es su conexión con esa apoteosis del soborno y de la corrupción institucional que es el caso Odebrecht en todo el subcontinente.

 

 

 

El fracaso chavista, más la experiencia de los Kirchner en Argentina, condujeron a América Latina a una crisis en la que los sistemas populistas han terminado por naufragar. Venezuela, uno de los países más ricos en reservas de petróleo del mundo, también es un Estado agónico donde la gente se está muriendo de hambre o de un simple resfriado por no tener acceso a medicinas. En el caso de Argentina, una vez que el populismo que significó la era Kirchner dijo adiós, el gran debate se gestó en torno a la percepción social de la batalla perdida contra la pobreza, que ahora deja al 30,3 % de los argentinos en esa condición.

 

 

 

En Estados Unidos, la crisis ha agudizado la disminución de su clase media, a la que ya solo pertenece un 49,9% del total de su población —120 millones de personas—, mientras que en 1971 ascendía al 61%. El propio Jesucristo dijo: “A los pobres siempre los tendréis entre vosotros” (Marcos 14.7). Pero lo que no dijo es que, después de tanta Escuela de Chicago, de tanto Banco Mundial, de tanto Fondo Monetario Internacional y de tanto sacrificio social en busca de la disciplina fiscal y financiera, no se conseguiría eliminar el odio social acumulado, que se ha ido convirtiendo en un partido de la pobreza en constante crecimiento, y que muestra el fracaso de los sistemas políticos. La crisis de 2008 ha terminado por desencadenar la percepción mundial de que la corrupción es el gran enemigo del siglo XXI y la impunidad, su consecuencia más inmediata.

 

 

 

América no tiene rumbo. Europa, por razones políticas, de disciplina social y, sobre todo, porque se ha convertido en el gran campo de batalla de la lucha de este siglo XXI, la lucha religiosa, tampoco lo tiene. Y, por su parte, a China le basta con no volar por los aires en sus propios números de desajuste social y mantener su estructura política, pese a la mutación que supone su éxito económico.

 

 

 

¿Cuáles son las fuerzas que van a configurar de aquí en adelante este curioso, violento y contradictorio siglo? En mi opinión, la injusticia económica ya no tiene su traducción en explosiones revolucionarias que toman por las armas el poder, sino que ahora se traduce en un círculo vicioso de corrupción, impunidad y miseria que socava la autoridad moral de los gobiernos. Está claro que, a estas alturas, no haber hecho nada frente a la hecatombe de hace casi una década ha traído estos fangos en los que el partido de la pobreza, la ausencia de rumbo, el robo generalizado, el soborno y la falta de rendición de cuentas son parte fundamental de la crisis que atravesamos.

 

 

Antonio Navalón

La matrioska

Posted on: marzo 16th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Putin puede observar el horizonte y saber que es el único que ha triunfado donde todos fracasaron

 

 
Las matrioskas son como las ilusiones, la fe y la necesidad de amor de los seres humanos porque cada vez que se destapa una, se encuentra otra y después otra y otra hasta llegar a la más pequeña en la que se materializa todo y nada. Ahí está el mito.

 

 
Vladímir Putin sabe que pisa las mismas alfombras por las que un día caminó Stalin, sabe que mira a través de los mismos cristales desde los que un día Lenin miró el mundo y sabe que se sienta en los mismos sillones en los que un día se sentó Andrópov. Putin puede observar el horizonte y saber que es el único que ha triunfado donde todos los demás fracasaron.

 

 

Estados Unidos marca un antes y un después en la historia de la democracia mundial. Aunque ahora, con cada acuerdo y con cada cena que ofrece el embajador de Rusia en Washington, Serguéi Kislyak, se da un paso hacia el precipicio del sistema que inventaron los griegos.

 

 

Con las armas de la democracia y del sueño americano, Putin ha destruido más de 200 años de garantías institucionales

 

 
En este momento Thomas Jefferson, George Washington, John Adams, Franklin Delano Roosevelt, Abraham Lincoln, John Kennedy y el resto de los presidentes estadounidenses asisten desde sus tumbas a una situación inédita, es decir, que un sólo hombre, a base de paciencia y conocimiento, se haya salido con la suya. Entre esos mandatarios, se encuentra Donald Trump que, pese a su admiración por Putin, ha tenido menos contacto con la trama rusa. Aunque a estas alturas cualquier ciudadano, sea fiscal, juez o votante sabe que algo muy sucio y muy oscuro sucedió. Y que, más allá del robo de correos electrónicos, la democracia estadounidense está enferma y su presidente no tiene legitimidad. Ahora la gran pregunta es, ¿todo eso fue por dinero, por estupidez o por traición? Porque Putin, con las armas de la democracia y del sueño americano, ha puesto de rodillas y ha destruido más de 200 años de garantías institucionales.

 

 

La matrioska que el presidente ruso ha regalado a Estados Unidos tiene dentro un resorte que hace estremecer de orgullo a los espíritus de Lenin y Mao Tse-tung al ver a su alumno aventajado. Porque, a pesar de que el imperio del Norte, ganó la guerra con la caída del muro de Berlín, Putin, jugando con el pueblo, los valores y los colegios electorales estadounidenses, ha puesto una bomba nuclear que, en el mejor de los casos, obligará a la revisión del aparato electoral, y en el peor, como ya sucedió con el 11-S, terminará por liquidar la virginidad del sistema democrático.

 

 

Nadie puede saber cómo acabará esto porque uno de los grandes problemas de esta comedia es que todo es muy grave, muy rápido y demasiado grande. Y ahora personajes como el secretario de Estado, Rex Tillerson; el ex consejero de Seguridad Nacional, el general Michael Flynn, y el secretario de Comercio, Wilbur Ross, se han apresurado en hacer negocios y en comer con los hombres de Putin.

 

 

A esto se suma que el líder ruso y Steve Bannon piensan igual porque ambos consideran que ha llegado la hora de destruir el sistema. Y, si ellos están de acuerdo y sólo creen en el Armagedón como factor purificador, está claro que el principal estratega de un presidente y el enemigo histórico de Estados Unidos coinciden por primera vez en la historia.

 

 

Si no fuera suficiente con el grado de penetración y destrucción de las instituciones, el nuevo regalo de Julian Assange con las últimas revelaciones de Wikileaks confirma que no sólo ha salido perjudicado el corazón del sistema y la confianza hacia la democracia estadounidense, sino que habrá una humillación permanente por el ciberespionaje que se le adjudica a la CIA. Ya no hay seguridad alguna ni para ellos, ni para todos los sistemas informáticos que hoy nutren el mundo. Y eso, sin duda, es un gran respaldo para Trump, porque esa penetración de los sistemas no se le atribuye a él, sino a su antecesor Barack Obama.

 

 

Odebrecht: el cólera de la corrupción

Posted on: enero 31st, 2017 by Laura Espinoza No Comments

La constructora brasileña es un virus que amenaza con eliminar a la clase política regional

 

 

 
En un mundo tan entretenido y asombrado con el espectáculo de Donald Trump desde la carpa en la que ha convertido la Casa Blanca, hay datos estructurales sobre América Latina en los que no se ha puesto énfasis con la rotundidad necesaria. La constructora brasileña Odebrecht es ya una verdadera gripe española para los Gobiernos de derecha y de izquierda en el continente que, a diferencia de esa pandemia que causó decenas de millones de muertos a principios del siglo XX, ha mutado en un virus que amenaza con eliminar a una gran parte de la clase política.

 

 

 
Resulta estremecedor, pero a la vez lógico, que las dinámicas de la impunidad y la corrupción dieran lugar a un entramado tan avanzado en términos tecnológicos como el que articuló Odebrecht, hasta el extremo de crear una especie de comando especial, comprando su propio banco para atender exclusivamente el negocio paralelo de los sobornos y las corruptelas sin límite.

 

 

 

Ahora, Estados Unidos, tan distraído con su guerra interna y los “hechos alternativos” de su nuevo presidente, tiene una nueva arma para configurar el mapa de la política en América Latina en los próximos años. De Brasil mejor ni se habla. Ha pasado de ser el subcontinente del siglo XXI a una vergüenza escondida, que intenta adivinar día a día quién es la mano que mece la cuna y administrar los descubrimientos que, como las capas de la cebolla, muestran hasta dónde llegó la corrupción.

 

 

 

En Perú, el presidente Pedro Pablo Kuczynski ha pedido a la empresa brasileña, responsable de grandes obras de infraestructura en Latinoamérica, que abandone el país, cobrándole además una penalización salvaje no solo por los daños económicos sino por la erosión moral que generó de 2005 a 2014 en al menos tres mandatos presidenciales. Por cierto, en uno de ellos —en el de Alejandro Toledo— Kuczynski era primer ministro.

 

 

 

El gran interrogante es: ¿quién administra el goteo de la información y cómo irán evolucionando los escándalos en cada país? Porque hoy le toca a Panamá, mañana a Argentina, pasado a Colombia, después a Venezuela, a República Dominicana, Ecuador y así hasta México y Guatemala.

 

 

 

Dado que últimamente el Departamento de Justicia estadounidense está comportándose como toda una agencia descubridora de nuevos casos de corrupción en el exterior, hay que considerar que esa información podría ser un arma devastadora para la región. Ya que por nuestra culpa, por nuestra incapacidad, por falta de voluntad y por creer que esto nunca nos iba a pasar estamos armando a alguien que, por lo menos hasta hoy, no parece interesado en usar esa munición, pero que mañana, o según vayan avanzando las aventuras del presidente del imperio del Norte, podría cincelar la política en Latinoamérica con el martillo y el escoplo en la piedra lodosa de la corrupción y no en el mármol de las instituciones.

 

 

 

Odebrecht marca un antes y un después, aunque lo único que hay que reconocer es su raíz profundamente democrática porque todos participaron sin tener problema alguno ni con los populistas, ni con los conservadores, los izquierdistas o los derechistas.

 

 

 

En síntesis, no hubo dificultades con ninguna tendencia política. Por eso ahora, quien esté libre de Odebrecht, que tire la primera piedra.

 

 

Antonio Navalón

El aleteo de una mariposa

Posted on: diciembre 19th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

La estrategia de Trump y su equipo para formar el nuevo Gabinete está produciendo una convulsión mundial

 

 

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, necesita urgentemente que alguien le explique con claridad en qué consiste el llamado “efecto mariposa”. Según esa teoría, el aleteo de un insecto en Hong Kong puede desatar —por la interconexión de todos los fenómenos— una tempestad en Nueva York.

 

 

 
La estrategia de Trump y su equipo para formar el nuevo Gabinete, salpicada de esos saltos esporádicos entre sus declaraciones y sus explosiones emocionales en forma de tuits, está produciendo una convulsión mundial cuyos efectos podrían cambiar la historia moderna.

 

 

 
Seguramente, el magnate neoyorquino tampoco ha oído hablar de la “teoría del dominó”, que provocó que Washington terminase en la guerra de Vietnam. Si el Departamento de Estado no hubiera cometido el error de no distinguir entre el comunismo de la Unión Soviética y el de China, se hubiera podido evitar toda la catástrofe del sudeste asiático y hoy el mundo sería diferente.

 

 

 

Es muy tarde para saber cómo sería Estados Unidos si, tras su éxito en la Segunda Guerra Mundial, no se hubiese producido el apogeo de la industria bélica. Pero ahora, como denunció Eisenhower en su mensaje de despedida al terminar su mandato en 1961, el complejo industrial-militar tiene una gran relevancia. Y, en caso de duda, solo hay que observar cómo bajaron las acciones de Lockheed Martin tras el tuit de Trump que tachaba de excesivo el costo de un avión de combate fabricado por esa empresa.

 

 

 

Esperemos que los excesos cometidos por Trump sean rectificados en el Senado, que deberá sancionar los nombramientos del Gabinete

 

 
El mundo es y ha sido interdependiente. Lo fue en la época de Theodore Roosevelt cuando decidió junto con su secretario de Estado, John Milton Hay, enviar buques de guerra y marines para liberar a un playboy grecoestadounidense llamado Ion Hanford Perdicaris secuestrado en Marruecos, lo que desató un incidente en el que Washington trató de involucrar sin éxito a Francia y a Reino Unido para emprender una acción militar conjunta y lograr el rescate.

 

 

 

En ese sentido, es urgente que alguien le explique al señor Trump que, más allá de un juego travieso o de la razón desnuda de la rentabilidad, el mundo también depende de pequeños factores que, en cualquier momento, pueden precipitar una tragedia de proporciones innegables y desconocidas.

 

 

 

Es tanta la ignorancia y la violencia de los planteamientos del presidente electo del imperio del Norte que solo queda la constancia de que Estados Unidos es un país serio, lleno de errores, pero también de gente competente, un Estado que tiene sentido del papel que juega y de su trascendencia.

 

 

 

Por lo tanto, esperemos que los excesos cometidos desde el penthouse de la Quinta Avenida, en esa desacralización que estamos presenciando en la que se confunde la formación del Gobierno de la primera potencia del mundo con la venta de souvenirs, sean rectificados en el Senado que deberá sancionar los nombramientos del primer Gabinete del republicano. Aunque se ha hecho tanto daño que ya nadie podrá cambiar esa nueva forma de ejercer la democracia que está fuera de los hábitos tradicionales del poder.

 

 

 

Pero, mientras tanto, por favor que alguien le explique que el problema no es que quiera levantar un muro en la frontera con México, sino que Los Ángeles es la ciudad con mayor cantidad de hispanos del país. Que alguien le explique que su acercamiento a Taiwán no sólo debilita la relación con China —el mayor soporte de su estabilidad financiera—, sino que las posibles implicaciones de todo eso pueden llevar a su país y al resto del mundo a una catástrofe nunca vista.

 

 

 

En la Guerra de Corea, los chinos se enfrentaron a las tropas estadounidenses y ante las amenazas del general Douglas MacArthur de atacar bases en territorio chino y el peligro latente del uso de armas nucleares, Truman, que no quería un conflicto abierto, destituyó al héroe de la Segunda Guerra Mundial, que volvió a Washington para someterse a juicio.

 

 

 

La historia no se puede ignorar y Trump debe saber que Estados Unidos lleva más de un siglo en guerra con Rusia, primero la imperial, luego la comunista y hoy la de Putin. Y debe saber que el aleteo de la mariposa en la geoestrategia del Pacífico no comenzó con el bombardeo de Pearl Harbor en 1941, sino en 1905 en Port Arthur (China) cuando la Armada japonesa, con el auspicio de los Gobiernos inglés y estadounidense, destruyó la Armada Imperial rusa en el Pacífico y se anexionó Corea.

 

 

 

No debemos olvidar que todo está interrelacionado en el mundo y este juego de niño travieso en EE UU sólo puede traer sangre, sudor, lágrimas y holocausto.

 

Antonio Navalón

El Gobierno del rencor

Posted on: octubre 17th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Los grandes principios y razones no se están defendiendo en las urnas

 

¿Qué tienen en común el Brexit, el acuerdo de paz entre Colombia y las FARC, la abstención en España en las dos últimas elecciones y el panorama electoral en Estados Unidos?

 

 

 

Empecemos por Reino Unido, un país desarrollado por excelencia, un país donde las esencias y la cruz de San Jorge permanecen imborrables en su bandera como emblema de la historia, un país que nunca olvidó la gran tormenta tras la que se cerraron Calais y Dover y aquellos titulares de los periódicos británicos: Niebla en el canal, el continente aislado. Tras el Brexit, los jóvenes británicos no dejan de recordar que 27 oportunidades siempre son mejor que una. Sin embargo, todos sabemos que el resultado de ese referéndum no fue por arte de magia: que fueron los mismos ingleses los que decidieron su destino. Gran parte de la población no votó y a partir de ahí Londres busca —tras recorrer el camino de la decadencia como imperio— un reencuentro con sus orígenes. Aunque no hay que olvidar que fueron los primeros en decirle a Alemania: tú no eres Europa.

 

 

 

En el caso de Colombia, con 52 años de guerra civil, 52 años apostándole a las armas, a los helicópteros y a los aviones, 52 años sin poder ganar y, aunque la paz se manifestaba como el anhelo de los colombianos, el día del plebiscito para aprobar los acuerdos de paz con las FARC también una gran parte de los votantes decidió quedarse en su casa. Hay quien dice que el problema de fondo del expresidente Álvaro Uribe con este acuerdo es que él no lo hizo. Y es posible que así sea o también que él considere que hay que tener la paz perfecta sobre la justicia perfecta.

 

 

 

Aspirar a lo que nunca existió es positivo y forma parte de la condición humana, pero el asunto es que Colombia está viviendo una experiencia única ya que, a pesar de que el pueblo dijo no, las FARC y lo que queda del Gobierno de Juan Manuel Santos, fortalecido por el premio Nobel de la Paz, dijeron sí, lo que significa de momento que no habrá regreso a las armas. Todo este fenómeno tiene que ver con la soledad y las lecciones que debemos aprender ante un mundo que hoy está en manos de aquellos que por una razón u otra —rencor, odio o venganza— fueron a votar.

 

 

 

En este contexto, España ha descubierto algo maravilloso que ignoraba desde la época de los Reyes Católicos: que se vive mejor sin gobierno. Más de 300 días ya y no pasa nada. Se trata de un lujo un poco caro porque hay un montón de parásitos sociales involucrados en la toma de decisiones que ahora, sin ninguna legitimidad y sin ningún respaldo formal de su Constitución y de sus leyes, ejercen el poder sobre los ciudadanos. Pero eso sí, de manera discreta, porque ya no son el Gobierno, ahora son los administradores temporales de un fracaso colectivo. ¿Cuántos españoles votaron en las últimas elecciones? No llegó al 70%, lo que supone que más de 10 millones de personas se quedaron en casa.

 

 

 

Y así llegamos a la fecha crucial del 8 de noviembre en Estados Unidos, en la que en teoría más de 200 millones de personas podrán votar, siguiendo los datos del registro de 2014, para elegir al nuevo presidente del país, que aún sigue siendo el emperador del mundo.

 

 

 

Eso, si votan. ¿Qué pasará? ¿Es posible que como Donald Trump ya está por convertirse en un candidato independiente, encarnando lo más vulgar y lo peor del pueblo, los políticos profesionales, los intelectuales, los think tanks y los pensadores decidan no votar? De ser así, la abstención de la razón terminará por traernos a un emperador que nos obligaría a remontarnos hasta Nerón para encontrar a un personaje similar.

 

 

 

Sin duda, estamos ante la crisis generalizada del sistema de representación porque ahora la incapacidad del modelo democrático está produciendo un enorme vacío de poder. Hemos llegado a un punto culminante, en el que si la abstención se mantiene como en los últimos años, todos aquellos que representan lo peor de la sociedad y que encarnan la frustración colectiva, terminarán adueñándose del poder.

 

 

 

No hay que ir contra los abstencionistas por sentido común, sino contra la furia militante. Al final, los grandes principios y las grandes razones no se están defendiendo en las urnas. Tal vez, si se sigue por el mismo camino, esa pesadilla llamada Trump llegará al Despacho Oval.

 

 

Antonio Navalon

Cazando populistas

Posted on: junio 6th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

Ahora, con independencia de la situación venezolana, Argentina, Brasil, y hasta cierto punto Bolivia, aliados ideológicos y compañeros de viaje, atraviesan sus propias crisis

 

La realidad política y social de estos tiempos no solo se basa en el empoderamiento de las sociedades y en el estruendo generado por el rayo inmediato de las redes, también empieza a caracterizarse por la destrucción sistemática de las normas aceptadas globalmente. Las calles de Caracas arden en todos los sentidos. La escasez, las manifestaciones y el descontento son factores implícitos en todos y cada uno de los movimientos que se producen en ese país ante la incapacidad manifiesta de la clase política. Además, el demoledor informe de más de 100 páginas de la OEA sobre la crisis venezolana no solo es un punto sin retorno en la condena o en la demostración del fracaso de un régimen, sino que muestra además la necesidad de empezar a vivir con unas fórmulas políticamente inéditas.

 

 

Venezuela es un punto y aparte por muchas razones. Básicamente porque, a partir de la política petrolera del comandante Hugo Chávez, nacieron los países del ALBA, nació el chavismo como justificación y nació la posibilidad de que Cuba sobreviviera. Ahora, con independencia de la situación venezolana, Argentina, Brasil, y hasta cierto punto Bolivia, aliados ideológicos y compañeros de viaje, atraviesan sus propias crisis y viven el encontronazo radical entre los distintos modelos económicos y sociales, configurando un nuevo panorama que no deja de presentar planteamientos inéditos.

 

 

 

Antes, en Latinoamérica se tenía claro que, al mismo tiempo que se aplicaban las brutales recetas del llamado neoliberalismo —impuesto por el Banco Mundial y por el Fondo Monetario Internacional—, los sindicatos, el acuerdo social y los intereses de los menos favorecidos estaban representados por gobernantes que lograron mantenerse en el poder durante los últimos 15 años con resultados que han terminado por ser muy cuestionados. Ahora, esos representantes se encuentran cada vez más cerca de la puerta de las cárceles y sus gobernados, sumergidos en una catástrofe económica declarada por la caída de los precios de las materias primas y la desaceleración china.

 

 

 

Con todos esos acontecimientos, se está apostando por la radicalización política, por la persecución del populismo y por imputaciones a los dirigentes, como ocurre con la expresidenta de Brasil, Dilma Rousseff, retenida como si fuera la reina de Escocia, María Estuardo, en una de las torres del palacio presidencial por un supuesto maquillaje de las cuentas públicas que todos los demás presidentes han utilizado, y sustituida por su siamés, Michel Temer, en su momento aliado en la misma papeleta electoral que ahora está siendo juzgada.

 

 

 

Pero más allá de las palabras y de las decisiones políticas, este es un momento en el que la consistencia moral de un continente está siendo juzgada. Y ahora lo que se juega de verdad es una situación en la que, una vez que llegue a su fin el experimento de la socialdemocracia y las reformas, veremos la capacidad de resistencia de los pueblos ante una grave crisis económica sin instrumentos útiles de mediación política.

 

 

 

Al final, en estos países, es posible apreciar algo más que la brutalidad de las crisis económicas y la ausencia de cualquier estructura de entendimiento social. En ese sentido, todo conduce a una gran pregunta: ¿Acaso en la era de Internet la integración social, sindical y política forma parte del pasado y solo la radicalización social y la imposición de razones por la fuerza serán parte del presente?

 

 

 

Antonio Navalón

El laberinto venezolano

Posted on: mayo 30th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

El país ha olvidado que se está jugando su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos

 

En ese realismo mágico de América Latina —constituido por la fusión de los sueños, las leyendas y el sincretismo cultural y religioso—, Venezuela se ha situado en un lugar único, debido a la incomprensible situación que atraviesa. Pero revisando la historia, podemos recordar que Hugo Chávez y el chavismo fueron consecuencia directa de lo que el expresidente mexicano José López Portillo acuñó como la necesidad de “administrar la abundancia”.

 

 

Los malos cálculos de las políticas populistas y las medidas económicas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, puestas en marcha por el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, terminaron por desencadenar en 1989 el llamado caracazo y en 1992 un intento de golpe de Estado encabezado por Hugo Chávez. Los desencadenantes fueron la corrupción, la descomposición de los partidos y la molicie del bipartidismo frente a la necesidad de cambios estructurales que exigía Venezuela.

 

 

Ese derrumbe de las formaciones tradicionales y el populismo creado por el expresidente Rafael Caldera al separarse de su partido —COPEI— y crear uno nuevo llamado Convergencia para ganar la presidencia en 1993, fueron abriendo el paso al chavismo. Primero, amnistiando al propio Hugo Chávez en 1994. Y a partir de ahí la historia es conocida: después de Caldera llegó el caos y, después del caos, llegó Chávez en 1999.

 

 

 

Sin embargo, sólo una serie de hechos históricos, que van desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 hasta la caída de los precios del petróleo y la fascinación por la revolución castrista que el líder bolivariano profesaba a su manera, permiten explicar el chavismo y el recorrido de los países que integran el ALBA [Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América]. Con el fracaso de esa ideología en la mayor parte de la región, con el regreso al escenario de Estados Unidos tras restablecer relaciones diplomáticas con Cuba y con esa especie de venganza histórica a la que Chávez se condenó —como Tiberio cuando nombró a Calígula para sucederlo— al elegir a Nicolás Maduro como heredero, Venezuela queda más allá de toda comprensión.

 

 

Sin duda, es difícil entender por qué un país tan rico con una tradición de intelectuales y de golpistas eficientes en el poder ha llegado al callejón sin salida de un verbalismo sin freno. Lo único verdadero es el insulto político que encarna Nicolás Maduro y las horas de soledad del líder opositor Leopoldo López en la prisión militar de Ramo Verde.

 

 

Ni Felipe González que, al tratar de defender a López, mereció la descalificación global de los chavistas; ni José Luis Rodríguez Zapatero, siempre disfrazado de hombre de buena voluntad cuya mediación ha propiciado un primer acercamiento entre las partes en República Dominicana, ni la visita de los jóvenes de la postransición española, representada por el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, han logrado por el momento un diálogo real que conduzca a Venezuela hacia la estabilidad.

 

 

Todos los países son responsables de lo que sucede en su interior. Pero también está claro que la partida de ajedrez de la situación venezolana se encuentra en tablas. Y en este momento la escasez, la desgracia y la ausencia de horizontes hermanan tanto a los chavistas como a la oposición.

 

 

Llama la atención que un país que va perdiendo hasta las señas de identidad, como la cerveza Polar que ha dejado de fabricarse, o la ausencia de Coca-Cola por falta de azúcar, sea un Estado al margen de las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos. En ese sentido, la gran pregunta es: ¿cuándo convergerán los intereses de los países latinoamericanos para que se produzca de verdad un cambio cualitativo en Venezuela? Porque la República Bolivariana va siendo una figura del pasado, como lo han sido la ONU y la OEA en toda esta crisis.

 

 

Venezuela está en caída libre y ahora da la impresión de que es un país adormecido sobre su propio océano de palabras y que ha olvidado que lo que se está jugando día a día es su propia supervivencia como nación y el futuro de sus hijos.

 

 

Un escenario en el que es difícil entender por qué las palabras superan a la realidad en el país con mayores reservas de petróleo del planeta.

 

 

 

Antonio Navalon

Latinos: haciendo presidentes

Posted on: septiembre 28th, 2015 by Laura Espinoza No Comments

La comunidad demuestra que, pese a su poder, ha perdido la batalla por la dignidad del terreno conquistado

Con la imagen de la niña mexicana que cruza los controles de seguridad para suplicar al Papa que no la separen de sus padres por ser migrantes ilegales y la figura de Obama, el presidente que tiene el récord de deportaciones en Estados Unidos, pero que también ha mandado la ley migratoria al Congreso, el voto de los latinos será muy importante en las próximas elecciones presidenciales en EE UU.

 

 

El Partido Republicano que, en busca de su identidad, sirve de pretexto para mostrar lo peor del imperio del Norte, con Donald Trump como favorito para ser su candidato, se está convirtiendo en el centro del odio de la comunidad latina.

 

 

Hoy, Trump ha demostrado que los latinos no existen y aunque fabriquen presidentes es mucho más fácil comprarlos de uno en uno que tomarlos en serio
En ese sentido, los líderes latinos —dada su importancia electoral— tienen una responsabilidad histórica. Es el momento de que sean capaces de llevar a cabo acciones que, en la forma y en el fondo, den a la comunidad que representan el papel que realmente tiene.

 

 

Los latinos, sin los cuales no existiría la América profunda que representa Trump, están demostrando que, pese a su poder, han perdido una de las batallas más importantes: la batalla por la dignidad del terreno conquistado.

 

 

Sus dirigentes deben aprender del ejemplo de la minoría afroamericana. Porque cuando los líderes de los derechos civiles emprendieron la marcha en Selma y no pararon hasta doblarle la mano a un Lyndon Johnson entrampado en la guerra de Vietnam, dieron la pauta para poder cambiar la historia estadounidense según los parámetros de la ley y la razón.

 

 

Hoy, Trump ha demostrado que los latinos no existen y aunque fabriquen presidentes es mucho más fácil —por la falta de dignidad colectiva— comprarlos de uno en uno que tomarlos en serio.

 

 

Varios condados de Texas están negando la ciudadanía a los hijos de mexicanos nacidos en ese territorio. Y también se está generando una ofensa colectiva hacia el pueblo de México al llamarlo narcotraficante, drogadicto y violador.

 

 

Sin embargo, la paz de las piscinas de Norteamérica, las flores bonitas que contemplan las señoras de los WASP y el funcionamiento de las ciudades dependen de los trabajadores latinos, así como el sector agrario y otros muchos.

 

 

Actualmente todo ese poder latino está perdido. Y ahora está abandonado a ambos lados de la frontera porque si falla en Estados Unidos tampoco tiene un respaldo en territorio mexicano, donde el Gobierno defiende a sus connacionales del repudio de algunos estadounidenses como si estuviera defendiendo a extranjeros y no a los hijos de la patria.

 

 

No hay defensa ni aquí ni allá. Y todo eso se enfrenta a que el mayor problema de seguridad del imperio del Norte ya no es el Estado Islámico o que otro Bin Laden derrumbe otras torres, sino que, de no tomarse las medidas adecuadas, toda esta tensión racial puede hacer que Los Ángeles, la segunda ciudad con más mexicanos después del Distrito Federal, acabe ardiendo.

 

 

Hace mucho tiempo que los migrantes latinos abandonaron la dignidad. Y hace mucho tiempo que el problema de la minoría que determina el resultado electoral, se basa en que ha perdido el sentido de su propio poder, lo que explica por qué las cosas son como son.

 

 

Ahora Trump tiene una gran ventaja. Y los líderes de los movimientos migrantes en EE UU de origen mexicano tienen la obligación no sólo de frenar las calles, sino también de plantear a los aspirantes a la Casa Blanca la importancia del compromiso con las minorías.

 

 

 

Y eso podrá ser posible sólo por una razón: porque una minoría —la afroamericana— cuyo recuerdo histórico era la esclavitud tuvo la fuerza, la disciplina y el sentido de conservación para unificarse e imponer, por las buenas o por las malas, el respeto a sus derechos.

 

Antonio Navalon

El fracaso de las Américas

Posted on: marzo 3rd, 2015 by Laura Espinoza No Comments

Los países de la región, envueltos en sus propios laberintos, no hacen nada ante la crisis venezolana

La situación en Venezuela polariza el subcontinente y constituye una prueba de fuego para las instituciones y países de las Américas. El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, se ha ofrecido como mediador entre la oposición y el Gobierno venezolano que sigue de espaldas a su pueblo, oyéndose sólo a sí mismo, descalificando a los disidentes, amenazando a Gobiernos extranjeros y empresas.

 

 

Venezuela labró su propio destino, al ser complaciente y permisible con la clase política corrupta que llevó a Hugo Chávez al poder y permitir que el comandante ganara 14 elecciones con su programa social para los pobres. Chávez, un dialéctico intuitivo, comprendió —después del fallido golpe de Estado de 2002, orquestado por varios empresarios con el apoyo de los Gobiernos español y estadounidense— que, una vez cometido el error de no haberle metido en avión a Cuba, sería libre y tendría todo el terreno de juego a su disposición, absorto como estaba Washington en las consecuencias del 11-S.

 

 

Chávez es hijo de la teoría del gran palo. Sabía que el límite del juego estaba en los intereses del tío Sam y, junto a Castro, intuyó que éste estaría ocupado solo en vengarse y en restaurar el equilibrio mundial a través de dos guerras fallidas: Afganistán e Irak. Así, ambos sustituyeron la “teoría del dominó” por la del “petróleo libre para todos”.

 

 

Venezuela labró su propio destino, al ser complaciente y permisible con la clase política corrupta que llevó a Hugo Chávez al poder
El fallecido presidente venezolano, con su referente ideológico castrista y su interminable reserva petrolera, cogió su libro amarillo y se fue a hacer las Américas. En el momento del golpe de Estado de 2002, Pedro Carmona (el empresario que urdió la trama para convertirse en presidente provisional) y el almirante Bernabé Carrero desconocían que el Ejército venezolano —al que pertenecía Chávez— era uno de los pocos elementos de movilidad social y se transformó en la clase nueva y dominante.

Lo que hizo Chávez fue comprarles su derecho a tener todo el poder y con ese pretexto se lanzó a entregar fácticamente el país a la técnica del dominio de masas de los cubanos, a hacer valer el derecho de los militares de sacar partido de la riqueza nacional y a arrinconar —sin ningún deseo de integración— a las clases dominantes, los llamados “sifrinos” u oligarcas o cualquiera que no fuera o un habitante de los ranchitos o un militar.

 

 

La OEA, Unasur y el ALBA deberían estar tomando el relevo para hacer menos dramáticas las condiciones de los venezolanos
Tras los recientes episodios de violencia, la OEA, Unasur y el ALBA deberían estar tomando el relevo para hacer menos dramáticas las condiciones de los venezolanos. Nada de eso sucede. La OEA hace mucho que sirve para poco, Unasur no cuaja por la necesidad de afirmación individual de los países latinoamericanos y el único libro rojo del ALBA es el petróleo negro de Venezuela.

 

 

Por ello, una vez muerto Chávez y con un nuevo panorama geoestratégico, América vive las consecuencias de su fracaso en medio de la represión y la ausencia de esperanza de los venezolanos.

 

 

Tampoco quedó nunca claro por qué Chávez eligió a Nicolás Maduro y no a Diosdado Cabello para sustituirle. Pese a la inspiración divina y al pajarito de Chávez, Maduro no ha sido ni el líder revolucionario que esperaban los chavistas ni, disminuido el fervor, el que mejorara la vida de su pueblo.

 

 

América no tiene referentes y, mientras se prepara la vuelta del imperio del Norte, el hambre, el fracaso y la represión en Venezuela, ese país tan rico, tan poco habitado y tan desgraciado, se han convertido en una vergüenza, justo cuando en el siglo XXI el ser humano ha perdido la capacidad de conmoverse frente a la muerte. A nadie le importan los muertos de Siria o Ucrania y, desde luego, a nadie le importan los muertos que no tuvo Chávez o los 49 que lleva Maduro.

 

 

Todos los países latinoamericanos están envueltos en sus propios laberintos. Brasil no puede dar un paso más sin resolver la corrupción que amenaza con devorar al Gobierno. Colombia está en manos de Cuba, que auspicia las negociaciones de paz con las FARC. Argentina está ya en su enésima crisis cíclica, de la que de nuevo será capaz de salir, aunque ahora coincida con el cambio presidencial. Y México está ahogado en un mar de violencia, corrupción y falta de credibilidad.

 

 

Por eso, América no dice ni hace nada respecto al tema venezolano. Quienes viven o han vivido de la beca Chávez —a través del petróleo—, no ven ninguna razón para ayudar o dejar de ayudar a Maduro o defender al pueblo venezolano.

 

 

La situación mejorará cuando se pierda el miedo colectivo. Recuerdo que el presidente español Adolfo Suárez siempre decía: “Hay que evitar que el cinturón del miedo los una a todos”. Hoy en Venezuela todos tienen miedo.

 

 

Tienen miedo quienes están en el poder porque saben que lo han perdido y que solo las balas les permitirán mantenerse en él. Tienen miedo los opositores porque saben que un paso más allá y nadie podrá controlar la explosión. Tienen miedo los cubanos porque son los únicos que manejan los hilos y porque en la gran negociación entre el Norte y la América que ha emergido después de las Torres Gemelas, Venezuela es solo una moneda de cambio.

 

Antonio Navalón

El País