Las ideas de todos

Posted on: junio 10th, 2021 by Laura Espinoza No Comments

“Cuando hablas, solo estás repitiendo lo que ya sabes. Pero si escuchas, siempre aprenderás algo nuevo”.

 

Dalai Lama

 

 

Las investigaciones de opinión pública siguen mostrando en Venezuela un fenómeno de particular interés e importancia para entender la dinámica de la correlación de fuerzas en la actual coyuntura. Por una parte, el rechazo a la tragedia que significa la continuación del fascismo madurista en el poder es casi total en el país. La inmensa mayoría de los venezolanos clama por un país distinto, donde la vida cotidiana sea algo más que sufrir precariedades e intentar a duras penas sobrevivir. Si hay algún consenso hoy en Venezuela, es el deseo por superar el calvario cotidiano que significa hallarse bajo el dominio de una dictadura inhumana. Pero, por otra parte, existen diferencias tanto en la colectividad como entre las fuerzas políticas y sociales democráticas sobre cómo alcanzar ese objetivo común.

 

 

Hemos insistido que la unidad superior de todos quienes aspiran a la liberación democrática en nuestro país es una condición imprescindible para el éxito de la lucha por la independencia de Venezuela y para hacer viable una necesaria transición política. Porque mucha gente no es lo mismo que una mayoría eficaz. Desagregada, dispersa, sin orden ni direccionalidad, esa mayoría no es más que simple superioridad numérica, insuficiente en una dictadura para constituirse en una amenaza creíble a la oligarquía.

 

 

Se puede dar así el escenario ya visto en otros países, y que ciertamente refleja una de nuestras debilidades fundamentales en términos de comparación relativa de fuerzas, de un inmenso país oponiéndose a una minoría explotadora, pero sin que esa mayoría logre los niveles necesarios de articulación y coordinación para construir una fuerza de poderosa eficacia política.

 

 

Se impone entonces, como tarea ineludible en la tarea por la liberación, detener cuanto antes el peligro de la división opositora e intentar construir una ruta de aproximación y confluencia entre sectores y organizaciones que aspiran a lo mismo. De lo que se trata en este momento es de pasar cuanto antes del estadio actual de dispersión y descoordinación de las fuerzas democráticas a un nuevo estadio donde frenemos esa tendencia y logremos reencontrar a la mayoría de las fuerzas sociales y políticas del país en espacios mínimos de consensos estratégicos y rutas comunes de lucha.

 

 

A partir de esta segunda semana de junio, y como contribución a esa tarea, el Frente Amplio Venezuela Libre ha anunciado el inicio de un ciclo de más de 140 encuentros regionales en todo el país, para sentar juntos a sectores tan importantes de la sociedad como el de las universidades, el de la salud, el sector laboral y obrero, las comunidades organizadas, organizaciones no gubernamentales y los partidos políticos.

 

 

Estos encuentros a realizarse en todos y cada uno de los 24 estados buscan, por una parte, promover la consolidación de espacios de coincidencia entre actores sociales y políticos distintos que necesitan encontrarse y generar acuerdos que permitan avanzar en el objetivo común de la liberación de Venezuela y, por la otra, ayudar a construir una estrategia conjunta orientada a movilizar a los sectores sociales y políticos para lograr una mejor articulación de sus acciones.

 

 

“Las ideas de todos”, que es el nombre que se le ha dado a este ciclo de encuentros en todo el país, no son asambleas de ciudadanos ni tampoco jornadas de activismo político. Son unos ejercicios ordenados de escucha activa e interacción efectiva, siguiendo una metodología diseñada especialmente para estos encuentros y una facilitación homogénea a todas las sesiones de trabajo. Lo que se busca es brindar una oportunidad única para que distintos sectores sociales y políticos, a partir de sus vivencias, acciones, percepciones y sugerencias, puedan identificar y encontrar razones comunes por las cuales articularse entre ellos, más allá de sus naturales diferencias de naturaleza y criterio.

 

 

No solo estos encuentros permitirán el intercambio y acercamiento entre distintas fuerzas democráticas de importancia, sino que los resultados de tales intercambios, recogidos siguiendo igualmente una metodología de relatoría y acopio específicos, constituirán al término de los mismos un muy valioso insumo –construido desde las bases– para identificar factores mínimos comunes sobre cómo avanzar y contribuir en la tarea por la salvación de Venezuela.

 

 

Al final, el objetivo de este ambicioso proyecto de “Las ideas de todos” es ayudar a la construcción de un tejido social más fuerte y amplio por medio de la creación de espacios de encuentro entre factores de la alternativa democrática venezolana, con la finalidad de promover una negociación integral exitosa que, como acuerdo político nacional, contemple la realización de elecciones libres y justas, única forma de alcanzar una transición política y social viable, exitosa y permanente.

 

 

A pesar de su extensión nacional, “Las ideas de todos” es un esfuerzo todavía parcial. Se requiere acercar y lograr la articulación de muchos más sectores y organizaciones sociales a quienes les une el sueño de salvar a Venezuela y la lucha por conseguirlo. Este es apenas un primer paso en la dirección correcta, pero que debe ser ampliado y estimular para que continúe y extienda. Porque siendo sin lugar a dudas la inmensa mayoría, ni la historia ni nuestros hijos nos perdonarán el no haber dejado de lado nuestras diferencias y construir una poderosa fuerza social y política de transformación a partir de lo que nos une.

 

 

@angeloropeza182

La paz como virtud y como farsa

Posted on: mayo 16th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

Según ciertas concepciones políticas primitivas, la paz es simplemente la ausencia de guerra o la inexistencia de conflictos. Esta fue siempre la tesis de los especímenes de la represión militarista latinoamericana, como Pinochet, Somoza, Castro, D’Aubuisson o Duvalier. Por supuesto, es la que comparten Maduro, Cabello y otros representantes de nuestra decadente oligarquía.

 

 

 

Así como la salud no se reduce a la ausencia de enfermedad, o la libertad no es solo no estar preso, la paz es mucho más que lo que estas visiones reduccionistas interesadamente proponen. La palabra “paz” viene del latín pax (pacis), que significa “acuerdo o pacto”. Y esto es así, porque la paz es el fruto de la sana convivencia entre los seres humanos. La paz es un estado de equilibrio y armonía que, en su dimensión política, solo es posible en presencia de un orden social justo en el que todos tengan los mismos derechos y las mismas oportunidades para desarrollarse como tales. Los humanos somos en esencia seres en conflicto, producto de nuestra natural y deseable diversidad. Es por ello que la paz social, más que la ausencia de conflictos, supone la capacidad para manejarlos y transformarlos en fuente constante de enriquecimiento colectivo.

 

 

 

Al igual que la mayoría de los sátrapas de nuestro continente, el régimen venezolano ha comenzado nuevamente a hacer uso de la palabra paz en su acepción de farsa. Se habla de una “constituyente para la paz” y de quienes se oponen a ella como desestabilizadores y enemigos de “su” paz. Ahora bien, ¿qué significa “la paz” para la clase política gobernante? Cuando el régimen habla de la necesidad de “preservar” la paz, ¿de qué está realmente hablando?

 

 

 

La “paz” para el madurocabellismo no es otra cosa que el mantenimiento –a juro y por la fuerza– de un orden político en el que una minoría corrupta hace negocios con las necesidades materiales de una inmensa mayoría. Es esta “paz” la que ha permitido, por ejemplo, que 82% de las familias venezolanas se encuentren hoy por debajo de la línea de pobreza, lo que nos ha convertido, desde la perspectiva del ingreso, en el país más pobre del continente. La “paz” que pide preservar el oficialismo es la que ha permitido el “milagro” económico de un severo empobrecimiento colectivo combinado con un obsceno proceso de concentración de la riqueza en pocas manos, al punto que hoy tengamos el índice más alto de desigualdad social (0,44) de los últimos 20 años.

 

 

 

La “paz” que pide preservar nuestra hipócrita oligarquía es la misma que cobró la vida de 28.230 venezolanos el año pasado, 76% de ellos menores de 35 años, lo que nos ubica como el país más violento del mundo. Es la misma “paz” que tiene a 63% de la población sin ningún tipo de seguro de atención médica, que ha provocado una escasez superior a 80% en medicamentos esenciales, y que nos ha convertido en el país de América Latina donde es mayor el gasto del propio bolsillo de los ciudadanos para atender problemas de salud.

 

 

 

La “paz” que Maduro y Cabello piden a gritos “proteger”, es la que tiene a casi 2 millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan, y donde solo 40% de la población juvenil asiste regularmente a un centro de enseñanza. Es la “paz” de las colas interminables para poder comprar cada vez menos, de la delincuencia galopante y de la inflación más alta del planeta. Esta es la “paz” que nos piden resguardar, en su propio provecho, quienes se esconden atemorizados detrás de guardaespaldas disfrazados de soldados, pidiendo a gritos que nos sacrifiquemos todos para que ellos puedan seguir disfrutando los placeres sensuales del poder. Es la paz de los explotadores, que no es otra cosa que violencia y miseria para el pueblo.

 

 

 

Es por ello que, a diferencia de esa farsa, la búsqueda de la verdadera paz, la que solo se consigue a través de la justicia, al mismo tiempo que una noticia de esperanza y liberación para la mayoría, es la amenaza más peligrosa para el presente orden constituido, y para el statu quo de los poderosos y gobierneros.

 

 

Ángel Oropeza

@AngelOropeza182

Jugando ajedrez

Posted on: abril 18th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

En política, como en el ajedrez, todas las piezas cuentan. Y es un error pensar que con solo una de ellas se puede ganar el juego. De hecho, si usted en el ajedrez mueve bien todas sus piezas, pero se equivoca con una, no importa lo bien que lo hayan hecho las demás, usted no va a ganar. Exactamente igual que en la lucha política.

 

 

 

La alternativa democrática venezolana tiene en su tablero de juego varias piezas: la articulación social, la organización popular, la presión de calle, el trabajo político de socavamiento de las bases de apoyo del régimen, la presión internacional, la docencia social, el acompañamiento a las luchas ciudadanas y la organización electoral, por citar sólo las más importantes.

 

 

 

Todas estas modalidades del combate político son complementarias e incluyentes. Unas son más visibles, públicas y evidentes, otras más propias del trabajo callado y sin estridencias, y algunas se desarrollan con el menor ruido posible, como corresponde a quienes enfrentan una dictadura. Pero todas son elementos necesarios de una misma ecuación, que deben ser combinados y coordinados con adecuada direccionalidad, de manera inteligente y simultánea.

 

 

 

En el tablero del modelo fascista que hoy nos explota, también hay varias piezas de juego. De ellas, hay tres de mayor peso e importancia, y sobre las cuales descansa su esperanza de ganar el juego. En primer lugar, la represión y el uso de la fuerza bruta, con los cuales se busca quebrar la capacidad de resistencia de la gente, y disuadir sus expresiones políticas a punta de miedo. Luego, la emisión sistemática de mensajes cuyo objetivo es generar desánimo y desesperanza en la población, a fin de convencerlos que su lucha no tiene sentido. Y, por último, tratar por todos los medios de romper la Unidad opositora, que es el mayor activo de las fuerzas democráticas y el principal obstáculo en el camino del régimen.

 

 

 

En esta estrategia central de desunión de la Oposición, indispensable para mantenerse en el poder, el gobierno cuenta con el apoyo –intencional o por descuido, pero apoyo al fin de cuentas– de algunas personas que han vuelto en estos días con prédicas que pensábamos ya superadas. Por ejemplo, han reaparecido, para beneplácito del madurocabellismo, las fábulas de los opositores “traidores” que negocian la “calle” a cambio de elecciones, el gastado cuento que hay opositores que sí quieren sacar a Maduro y otros que sueñan con que se quede, la eterna historia del “ahora o nunca” o de la “batalla final”, el falso dilema que hay que salir del gobierno primero para poder hacer elecciones después, o –la guinda de la torta de lo absurdo– que hacer elecciones regionales es hacerle el favor a Maduro, cuando en verdad es la elección que más teme, ante la perspectiva cierta de perder el control en casi todo el territorio nacional, y precipitar su caída.

 

 

 

Esta colección de febriles historietas, al igual que la enfermiza desconfianza en el liderazgo democrático, son hijas de la primitiva antipolítica que, entre otras cosas, nos trajo a Chávez y a su modelo. Creo que llegó la hora de denunciar y detener esa contaminación militarista de nuestra manera de pensar y concebir la política, que no sólo demuestra ignorancia o estupidez, sino que se interpone en el camino de un pueblo dispuesto a lograr su liberación por vías eficaces y sostenibles.

 

 

 

¿Por qué está acorralada hoy la dictadura? Porque nadie nos ha sacado de la estrategia electoral, pacífica y constitucional (esa misma que a algunos les parecía inacción o entrega), la cual incluye la activación integrada y coordinada de todas –léase bien, de todas– las piezas y herramientas que conforman la lucha política.

 

 

 

Salirnos de allí, volver a los “atajos” o al estéril voluntarismo de las salidas mágicas, además de ser un error criminal, es el mayor favor que le podemos hacer a la consolidación y permanencia de la dictadura. Recordemos que el juego se pierde no sólo cuando el contrincante mueve bien sus piezas, sino cuando usted mueve mal las suyas.

 

Ángel Oropeza

@AngelOropeza182

La mosca en la sopa

Posted on: abril 4th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

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La inmensa e inteligente combinación de presión nacional e internacional, luego del golpe de Estado amparado por la sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, provocó en lo inmediato dos efectos. Por una parte, desnudó aún más las tensiones a lo interno del gobierno. Y, por la otra, lo obligó a disfrazar lo ocurrido, simulando un recule cosmético según el cual los delitos del TSJ eran solo una mosca en la sopa, y que, al removerla, todos pueden continuar bebiendo de ella.

 

 

 

En realidad, las aclaratorias de los llamados “magistrados” dejan la situación de inconstitucionalidad sin resolver, y vienen a confirmar no solo su sumisión al Ejecutivo y la no separación de poderes que ya existía, sino la comisión misma del delito. Una Sala Constitucional “no presionable” y “máximo árbitro de la Constitución”, recibe órdenes de Maduro de ensayar una falsa corrección a fin de calmar la presión nacional y externa. Pero el delito persiste, y sus autores no están exentos por el hecho de esconder el arma o simular un falso arrepentimiento.

 

 

 

Lo cierto es que las violaciones contra la Constitución, como las del derecho al voto, la independencia de poderes, el reconocimiento de la voluntad ciudadana y la existencia de presos políticos, continúan más allá de correcciones cosméticas de dos sentencias. Estas no son una mosca en la sopa. Si se quiere un símil, es más apropiado el de la punta del iceberg, que está allí y es visible porque hay un iceberg abajo. Si usted corta la punta, no solo el iceberg no desaparece sino que se vuelve más peligroso, porque si usted no lo ve, va directo a chocar contra él, pensando que no existe.

 

 

 

Más allá de que los delitos –previos a las sentencias de marras– contra la Constitución y los venezolanos cometidos por la dupla gobierno-TSJ continúan, las supuestas correcciones a ellas dejan intactas dos violaciones más. En primer lugar, dejan vigente en la 155 las inconstitucionales atribuciones de poderes totales a Maduro para legislar. Y en la 156, su capacidad para saltarse los controles legislativos sobre endeudamiento del país y firma de contratos con empresas extranjeras, en especial en las áreas petroleras y de minería, en beneficio de un grupo pequeño de privilegiados y en perjuicio de la nación. En palabras sencillas, Maduro quiere terminar de vender el país a sus amigos y a transnacionales cómplices, y para ello necesita anular la Constitución.

 

 

 

Lo que es innegable es que cuando la unidad nacional –partidos políticos, estudiantes, gremios, universidades, sindicatos, organizaciones populares, sectores sociales organizados– se activa, se vuelve un movimiento indetenible. Toda la estrategia electoral, pacífica y constitucional –que a algunos les parecía inacción– ha producido el escenario actual de un gobierno acorralado. Sería un grave error desarticular ese movimiento, porque el mesonero dijo que había removido la mosca o porque la punta del iceberg no se ve. Hay que mantener la presión. Ya la Mesa de la Unidad Democrática ha anunciado, en coordinación con actores de la sociedad civil organizada y con las mesas de unidad regionales, un conjunto de acciones progresivas para procurar la mayor eficacia política del inmenso descontento popular. Y esas acciones deben incluir a personalidades y partidos políticos disidentes o todavía simpatizantes del oficialismo, y a organizaciones políticas no pertenecientes a la MUD. Esta no es una lucha de un sector político contra otro. Es la batalla unitaria de todos los demócratas y de todos quienes queremos a este país, en defensa de una causa común, que es la república.

 

 

 

Nadie sabe si esta será una batalla definitiva o, probablemente, una más en el camino. No se trata de crear ilusiones. Pero si actuamos con inteligencia y unidad, esta será una oportunidad magnífica no solo para fortalecer nuestra posición, sino para debilitar y fraccionar al gobierno. No hay una sola transición a la democracia que no pase por la grieta del régimen dictatorial. A buen entendedor…

 

 

Ángel Oropeza

@AngelOropeza182

Viviendo a medias

Posted on: febrero 21st, 2017 by Maria Andrea No Comments

Como todo organismo vivo, los países van siempre cambiando. La mayoría de ellos lo hace hacia adelante, mejorando las condiciones de vida de sus habitantes. Otros pocos cambian lamentablemente hacia atrás, haciendo más infelices a sus poblaciones. De este último y reducido grupo, Venezuela tiene el penoso deshonor de ser, en términos sociales y políticos, el país de la mayor y más rápida involución contemporánea del planeta.

 

 

 

En apenas un año, Venezuela se ha tribalizado. En lo político, el anterior modelo chavecista de “autoritarismo competitivo” ha migrado a un modelo madurocabellista de “autoritarismo hegemónico”, lo cual es simplemente una dictadura de nuevo cuño. Mientras el chavecismo originario llegó al poder con la consigna de la “democracia participativa y protagónica”, el gran logro de su involución madurocabellista es haber anulado toda participación y protagonismo del pueblo, al cerrar la puerta –por ahora y hasta que logremos lo contrario- al elemento mínimo que separa los regímenes democráticos de los dictatoriales, como lo es el sufragio.

 

 

 

En lo social, ya el calificativo de “fallido” es para el Estado venezolano una categoría benevolente. El viernes pasado, la UCAB, la UCV y la USB, dieron a conocer los resultados del último Estudio Nacional de Condiciones de Vida de los venezolanos (Encovi 2016), La profundidad y extensión de los resultados supera por supuesto las limitaciones de espacio de este artículo, y la invitación de nuestras tres universidades es precisamente a conocer, difundir y discutir estos hallazgos y sus implicaciones. Pero lo cierto es que la radiografía social que desnudan los datos revela un país en situación de extrema vulnerabilidad.

 

 

 

Sólo a manera de ejemplo, la pobreza de ingreso en nuestro país alcanza la escandalosa cifra de 82% de las familias. Y todavía más grave, la pobreza extrema se ubica en 52%. En palabras sencillas, poco más de la mitad de los hogares venezolanos tiene, desde el punto de vista del ingreso, severas dificultades para alimentar a sus miembros. Esto nos convierte hoy por hoy, en términos de pobreza de ingreso, en el país más pobre de América Latina.

 

 

 

Es conveniente recordar que la clase política que se hizo del poder en 1999, logró engañar a medio mundo con el falso mito de 80% de pobreza que habían provocado los gobiernos de la era democrática. Lo científicamente cierto y demostrable es que en 1998, último año de la república civil, la pobreza de ingreso se presentaba en 45% de las familias: 55% de los hogares venezolanos para ese año no eran pobres, 26,3% eran pobres moderados y 18,7% eran pobres extremos. Ello indudablemente es bastante, pero es la mitad del mito fundacional de la república militarista, y en términos de pobreza extrema, tres veces menor de lo que ésta última ha creado, a pesar de contar con muchos mayores recursos y bonanza económica.

 

 

 

No es de extrañar entonces –otro dato del Estudio– que el número de personas que ingiere dos o menos comidas al día se haya incrementado  de 12,1% en 2015 a 32,5 % en 2016, lo cual significa que aproximadamente 9,6 millones de venezolanos ingiere dos o menos comidas al día. Y también que 74, 3% de nuestros compatriotas señalen que en el último año han perdido en promedio 8,7 kg de manera involuntaria. Mientras tanto, más de 63% de la población no tiene ningún tipo de seguros de atención médica (10% de aumento con respecto a 2015), y se registran hoy en el país las peores condiciones de desprotección de salud desde principios del siglo XX.

 

 

 

Los venezolanos de 2017 están, política y socialmente, sólo viviendo a medias. Y aunque para algunos esta lacerante realidad les provoque llorar, para otros enfrentarla y superarla es justamente el reto que les mantiene trabajando y luchando. Porque la peor tragedia no es vivir a medias, sino acostumbrarse a ello. Y el cambio se inicia cuando la gente decide que ni es normal ni aceptable que su máxima aspiración cotidiana sea sólo sobrevivir. Cuando ello ocurre, oligarcas temblad.

 

 

 

Ángel Oropeza

 

Por Confirmado: Francys Garcìa.

El guion del 2017

Posted on: enero 10th, 2017 by Laura Espinoza No Comments

 

A lo largo de la historia, quienes luchan por la justicia son siempre catalogados por los poderosos de turno como violentos y desestabilizadores. Jesús de Nazareth era un peligro para los intereses de las autoridades judías y romanas, y la acusación que le llevó a la muerte fue justamente la de ser un desestabilizador, pues su mensaje socavaba las bases de aquella dominación religiosa y política. Los cristianos que siguieron su ejemplo fueron por siglos estigmatizados como desestabilizadores, ya que su mensaje liberador era un peligro para un dominio fundado en la sumisión.

 

 

 

El gran argumento de los esclavistas era que la lucha de los esclavos por su libertad resultaba desestabilizadora para los intereses de grandes fortunas que descansaban sobre la explotación del hombre.

 

 

 

En nuestra independencia, los patriotas siempre fueron los violentos que no reconocían la hegemonía española. En Suráfrica, los miembros del Congreso Nacional Africano eran tildados por la oligarquía blanca de desestabilizadores, que se resistían a reconocer como gobierno a quienes realmente eran minoría. Su líder máximo, Nelson Mandela, estuvo 27 años en prisión por desestabilizador del “orden”. En Estados Unidos, el Movimiento contra la segregación racial fue siempre acusado de ser un peligroso factor de desestabilización para los intereses de los blancos y pudientes.

 

 

 

El ejemplo y la prédica del Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Romero resultaron demasiado incómodas para la “unión cívico-militar” que oprimía a su país en la década de los 80, y fue asesinado por desestabilizador. Hace un par de años, el Papa Francisco lo elevó a los altares, y hoy es recordado como el mártir del antimilitarismo latinoamericano

 

 

 

La historia está llena de ejemplos como los hasta aquí mencionados. Y a pesar de las diferencias, el hecho siempre es el mismo: para los poderosos, cualquiera que pregone un cambio es siempre violento y desestabilizador. Porque como bien lo afirma el teólogo José M. Castillo, la lucha por la justicia tiene que soportar la persecución, sencillamente porque los privilegiados por el actual estado de cosas es evidente que no pueden querer otra sociedad. En consecuencia, la búsqueda de la paz y la justicia es algo que no puede realizarse impunemente, porque al mismo tiempo que es una noticia de esperanza para la mayoría, es la amenaza más peligrosa para el status quo de los poderosos y gobierneros.

 

 

 

El señalar a quienes pregonan el cambio y la justicia como violentos y desestabilizadores, otorga a los opresores la excusa perfecta para actuar con violencia contra ellos. Y en esta práctica de cinismo proyectivo, los gobiernos débiles suelen ser los más radicales y represivos.

 

 

 

La razón de ello estriba justamente en la precaria autoridad que deriva de su debilidad. Como lo describió Montesquieu, la tiranía es la más violenta y menos poderosa de las formas de gobierno, precisamente porque, como observa Hanna Arendt, violencia y poder no son iguales. El poder legítimo no necesita de la violencia y la represión para ser temido, pues tiene el autoritas que sólo da la legitimidad que le otorga y reconoce el pueblo. A falta de la autoridad suficiente que proviene de la legitimidad popular, el único recurso es la violencia contra quienes se oponen a su mandato opresor, y de acusar de desestabilizadores a aquellos que han abrazado la causa de la dignidad y la justicia.

 

 

 

Maduro ha mostrado, en sus discursos y en la reciente modificación de su gabinete, que el guion para 2017 va a ser tratar de gobernar sin gente y de blindar el sistema de privilegios particulares al que llaman “revolución”, para lo cual reprimir a quien se oponga es condición indispensable. Por ello, lo que viene es la etiqueta de “desestabilizadores”, “violentos” e “inconstitucionales” a todos los que no aceptamos vivir de rodillas.

 

 

 

Nada nuevo. Los poderosos y las oligarquías actúan siempre con el mismo guion. Pero olvidan que al final, el guion también indica cuál suele ser siempre su desenlace.

 

 

 

Ángel Oropeza

@AngelOropeza182

 

El obstáculo más grande

Posted on: diciembre 27th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Hay un fenómeno pernicioso, una especie de “efecto halo” negativo muy común en estos días, que consiste en concluir que como el gobierno es pésimo, y en el país –su economía, infraestructura, salud, servicios– todo es malo, entonces el venezolano también lo es. Y este, como todo sesgo, no solo es simplista, sino además falso.

 

 

 

Empecemos por una distinción obvia pero que alguna gente, por descuido o manipulación, olvida con excesiva frecuencia, y es que una cosa es el gobierno y otra muy distinta el país. La confusión de ambos por descuido es consecuencia de un proceso de generalización indebida de rasgos negativos ampliamente estudiada por la psicología del aprendizaje y la percepción. Según este proceso de simplificación perceptiva, las personas suelen atribuir de manera inadecuada características negativas o desfavorables a todo el conjunto de elementos de una serie aunque solo una parte de ella objetivamente las posea.

 

 

 

Pero también existe la confusión por manipulación, que ocurre cuando aquellos que son responsables de las penurias colectivas necesitan desviar la atención sobre sus culpas propias y tratar de adjudicarlas a terceros. Tanto el discurso del decadente establishment como el imperio mediático oficialista suelen repetir los mismos clichés de esa conocida estrategia: si no hay agua es porque los venezolanos se bañan en demasía; si no hay comida es porque los venezolanos inconscientes comen mucho; si no hay papel higiénico es porque los venezolanos desobedientes defecan más de lo que el gobierno les ordena. Lo único común a todos estos mensajes es que –al final de cuentas– el problema no es el gobierno ni su fracasado modelo, sino el venezolano.

 

 

 

Una modalidad de esta estrategia es afirmar que el venezolano “ha perdido los valores”, lo cual es una forma “light” de sumarse al discurso oficialista y cargar las culpas sobre quien no es responsable sino víctima. Quienes así opinan confunden valores con conductas. Una cosa es que el venezolano haya tenido que desarrollar conductas de supervivencia y adaptación a un entorno hostil y cambiante, y otra que ya no sepa qué es lo bueno y qué lo malo, definición última de lo que es un “valor”.

 

 

 

Universalmente, las crisis disparan ambos tipos de respuesta: las de ensimismamiento y las de apertura, las de egoísmo y las de solidaridad. Lo que pasa es que las conductas negativas e inadecuadas, dado que nos afectan, son más visibles y les prestamos mayor atención. Se genera así un fenómeno de “correlación ilusoria” y se les percibe más numerosas de lo que en realidad son. Pero lo cierto es que las conductas de generosidad, de compromiso con otros y con el país, y hasta de heroísmo frente a una situación de crueldad sistemática y de sufrimiento, son no solo más numerosas, sino que caracterizan a la mayoría de los venezolanos de este tiempo.

 

 

 

Hoy por hoy, y a pesar de la insoportable incertidumbre y confusión, nuestra esperanza mayor es el venezolano, este de hoy, con sus valores, con su espíritu libertario, con su talante solidario. Ese venezolano que la llamada revolución quiso destruir pero no pudo y hoy es su mayor enemigo y su mayor obstáculo de permanencia.

 

 

 

Lo quisieron cambiar por un conveniente “hombre nuevo”, mucho más dócil y arrodillado, y hoy se le planta al gobierno desde su dignidad intacta. Engañados durante un tiempo, a punta de dádivas y promesas, ya es difícil conseguir –más allá de algunos ingenuos y de los corruptos que viven de la dominación– algún venezolano que no haya renunciado ya a esos afectos pasajeros y clame por un cambio en la conducción del país.

 

 

 

Por eso, porque el venezolano se ha convertido en la mayor amenaza a los corruptos que nos gobiernan, es que no se les deja que voten y se expresen. Por eso el pánico al pueblo, el terror cobarde a la gente.

 

 

 

Ciertamente, en Venezuela hoy se puede decir que nada funciona y que todo es malo. Menos el venezolano. El mayor obstáculo para la putrefacta oligarquía roja, y nuestra mayor esperanza para 2017.

 

 

Ángel Oropeza

@AngelOropeza182

Alegrarse a juro

Posted on: diciembre 13th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

La alegría es una de las seis emociones básicas que ha identificado la investigación psicológica. Desde el punto de vista físico, su aparición se relaciona con la liberación de endorfinas, que ayudan a aliviar el dolor, aumentan la resistencia de mente y cuerpo, hacen que funcionen mejor los órganos del cuerpo y que nuestro cerebro trabaje con mayor claridad y eficiencia. Psicológicamente, se asocia con satisfacción afectiva, sentimiento de bienestar general, altos niveles de energía y propensión a conductas de apertura.Dado lo anterior, es fácil entender por qué la alegría es incompatible con la imposición. Es un contrasentido neuropsicológico alegrarse por la fuerza o solo porque alguien lo ordene. Se podrán disimular falsas sonrisas y hasta forzar expresiones de agrado, pero acatar la orden de alegrarse a juro es simplemente un dislate.

 

 

 

Desesperados por intentar que la gente olvide su muy oficialista tragedia cotidiana, Maduro y la triste cofradía del decadente establishment ha inventado su más reciente y delirante ridiculez. Y en una mezcla de cursilería con cinismo como solo el oficialismo puede hacerlo, han ordenado la alegría de la Navidad por decreto.

 

 

 

Desde noviembre, todos los burócratas del gobierno, empezando por Maduro, han asumido la bufa conducta de animadores de feria barata y no hacen otra cosa que “ordenar” que la gente baile, se ría y sea feliz. Desde el encendido de la Cruz del Ávila un mes antes, pasando por unas extrañas cuñas invitando a “prender la luz que es diciembre” (¿sabrá Corpoelec de este autosaboteo a su plan de racionamiento?), hasta llegar a los pasitos de salsa presidenciales y a los griticos histéricos de funcionarios mediocres, lo cierto es que Venezuela debe ser el único país del planeta donde los que gobiernan creen que se puede imponer a juro la alegría.

 

 

 

Frente a esto, ¿cuál ha sido la respuesta de la gente? El más reciente estudio de la Universidad Católica Andrés Bello sobre actitudes de los venezolanos hacia su país y su realidad política (Ratio-UCAB, noviembre 2016) arroja algunas respuestas.

 

 

Preguntados sobre qué tiene pensado hacer en diciembre –un mes en el que históricamente la gente viaja o se traslada al interior del país a reencontrarse con familiares y amigos–, 86,8% de los encuestados respondió que no podía hacer otra cosa este año que simplemente quedarse en su casa. Solo 3,5% piensa viajar a alguna ciudad de Venezuela a encontrarse con algún familiar, 1,4% viajará al exterior, y otro escuálido 1,4% irá a pasar las navidades en algún lugar vacacional. No es fácil conseguir mejor expresión de la crisis que datos como estos.

 

 

 

Pero mucho más elocuente del fracaso del régimen en que la gente se alegre a juro son las respuestas a la pregunta: “¿Cómo cree que serán para usted y su familia estas navidades?”. Pues bien, 13,8% considera que iguales y 9,9% cree que mejores que en 2015. Pero 38,5% dice que son peores que las del año pasado, y 34,7% afirma “que serán las peores navidades de nuestras vidas”. En otras palabras, tres de cada cuatro venezolanos siente que las “felices navidades de Maduro” son peores o las peores de su vida. El signo de estos tiempos en Venezuela no es la alegría, sino la confusión, la tristeza y la rabia contenida.

 

 

Hace poco más de 2.000 años, un pueblo explotado y sin rumbo recibió la buena noticia de que su liberación se había iniciado. Esa fue la primera Navidad. Desde entonces, su celebración es una invitación a la reflexión y al compromiso sobre la permanente y continua redención. Redención de toda violencia, egoísmo, orden injusto, opresión y exclusión que impide que las personas sean felices, que es lo que Dios quiere para todos sus hijos.

 

 

Para los venezolanos de estos tiempos de odio, cinismo y tristeza, la Navidad no es una fiesta oficial obligada, sino una oportunidad para rescatar su esencia como símbolo y advenimiento de liberación –en la persona y mensaje del niño de Belén– de todo aquello que no nos permite crecer como personas, como sociedad y como país.

 

 

@AngelOropeza182

Lo que sobra y lo que no

Posted on: noviembre 1st, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 

Así como hay dos formas básicas de organización social, por consenso o por imposición, para cambiar las cosas solo hay dos caminos, el de la política y el de la violencia. La violencia es simple, porque se trata solo de destrucción. La política es compleja, porque supone construir.

 

 

 

En la política existe un amplio rango de herramientas de lucha: organización popular, presión internacional, movilizaciones, diálogo con el adversario, trabajo electoral, docencia social e incorporación de la ciudadanía.

 

 

 

En la Venezuela de nuestros días, la inmensa masa humana que se opone al modelo militarista de dominación lo hace desde varios frentes, tan disímiles como la propia naturaleza diversa de los venezolanos. Así, la oposición se expresa por igual en el tortuoso camino de las conversaciones con el gobierno, en las luchas de calle, en las protestas de las comunidades, en la lucha organizativa de los partidos políticos, en el combate y creatividad de los movimientos estudiantiles, en la presión internacional, en la pelea de los diputados por cambios institucionales, y en el trabajo –callado y sin estridencias– hacia dentro de los movimientos populares y de acompañamiento a las luchas ciudadanas.

 

 

 

Todas las modalidades de la lucha política son complementarias e incluyentes. Todas son elementos valiosos de una misma ecuación. Y así como a nadie le sobra un ojo porque ya tiene uno, o renuncia a un pie porque la mano es más importante, en política ningún instrumento puede ser dejado de lado porque se prefiera otro. Demonizar o criticar la utilización de alguna de las herramientas, sea por desconfianza, por veleidades emocionales, o por una concepción superficial y simplista de la complejidad política, es contribuir al debilitamiento y eventual fracaso de esta y, por ende, al peligro de que en su lugar irrumpa la opción violenta.

 

 

 

Ante la disyuntiva de respetar el elemento mínimo de cualquier democracia que son las elecciones, o violar la Constitución e impedirlas para detener una segura y aplastante derrota, el gobierno optó por lo último. Con ello, dejó caer la pequeña y última hoja de parra que intentaba disfrazar su desnudez dictatorial.

 

 

 

Frente a esto, la estrategia de la oposición es tratar de combinar la necesaria presión de calle con acciones políticas que terminen por deslegitimar al gobierno y aglutinar al país en torno a una propuesta creíble y viable de cambio. El objetivo es generar una crisis de gobernabilidad, de la cual –como todas las crisis de este tipo– solo se sale por elecciones.

 

 

 

Para el éxito de esta estrategia no sobra ninguna de las herramientas de la política. No sobra, por ejemplo, la presión popular, sin la cual el costo de contarse seguirá siendo para la oligarquía muy superior al de no hacerlo. Ni tampoco sobran las conversaciones, con las cuales se busca fundamentalmente afrontar esta complicada y desigual fase de la batalla política acompañados de un testigo de excepción y de ascendencia insuperable, como el Vaticano.

 

 

 

¿Qué sobra? Sin lugar a dudas, al menos dos cosas. Primero, la crónica desconfianza en el liderazgo democrático, hija dilecta de la primitiva antipolítica que, entre otras cosas, nos trajo a Chávez y a su modelo. Esa desconfianza infantil que confunde errores con traiciones, que solo habla de “colaboracionismos” o arreglos de trastienda, y que ve en cualquier opinión distinta una deslealtad, exactamente como lo hacía el fallecido expresidente.

 

 

 

Y, en segundo lugar, sobra la tentación del voluntarismo estéril. Nunca como ahora es conveniente recordar que el éxito político requiere, siguiendo a Weber, de tres cualidades decisivamente importantes: pasión, sentido de la responsabilidad y mesura. Y que la política “se hace con la cabeza y no con otras partes del cuerpo” (Max Weber, Politikals Beruf, 1992). Uno de nuestros retos cruciales de hoy es precisamente cómo conseguir que vayan juntas la pasión y la mesurada frialdad. Porque, de nuevo, el país requiere de una solución y no tan solo de un desenlace.

 

Ángel Oropeza

 

Padrino, la FAN y la Línea Maginot

Posted on: octubre 18th, 2016 by Laura Espinoza No Comments

 
Después de la Primera Guerra Mundial, Francia decidió construir un conjunto de fortificaciones militares a lo largo de su frontera para evitar la repetición de una invasión al país. Ese conjunto de edificaciones, bautizado como la “Línea Maginot”, es conocido como la mayor línea de defensa militar construida en el mundo moderno. Su costo total fue superior a 5.000 millones de euros de hoy, y su complejidad tecnológica y militar hacía de estas construcciones una fortaleza inexpugnable.

 

 

 

No obstante todo ese derroche de dinero y materiales, ello no sirvió para impedir la derrota de Francia al comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1940, y la arrogante gran Línea Maginot quedó para la historia como uno de los fracasos militares más costosos e inútiles. Los franceses cometieron el error estratégico de confiar en su experiencia de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial, lo que suponía un paradigma bélico de frentes de batalla estáticos, y desdeñaron la incursión de nuevas tácticas y nuevos elementos, como la guerra relámpago y el uso de la aviación. Confiaron en que lo que les había servido una vez serviría para siempre, sin importar los cambios que estaban ocurriendo y los nuevos escenarios que se suscitaban.

 

 

 

El fracaso de la Línea Maginot es un eterno recordatorio al mundo militar de la inutilidad de una fuerza sin el necesario discernimiento estratégico. Y de cómo no importa el poder de fuego, si la ceguera o la tozudez hacen que no se vea lo que está pasando más allá de sus cuarteles y cálculos.

 

 

 

El gobierno de Maduro ha dejado caer la última hoja de parra que ocultaba su indigencia democrática, y ha dispuesto acabar con el requisito sine qua non de cualquier democracia por más primitiva que sea: permitir las elecciones como mecanismo fundamental de soberanía del pueblo. El miedo a perder el poder ha llevado a la oligarquía gobernante a traspasar la raya roja que separa la legitimidad democrática de la inconstitucional usurpación autoritaria.

 

 

 

El gobierno se ha quedado solo, sin pueblo y sin Constitución. Pero confía en que la Fuerza Armada Nacional le ayudará en esta aventura inconstitucional, prestándose para reprimir y para impedir las fundadas demandas de cambio de casi todo el país. El problema es que a lo interno del mundo militar siempre ha quedado claro que si el gobernante no se cuenta, ya no es no es ni democrático ni legítimo.

 

 

 

Para tragedia de la FANB, ella aparece en las últimas investigaciones de opinión pública entre las instituciones peor vistas y evaluadas por la población. Mientras la Iglesia Católica, sin tomar partido por ninguno de los factores de poder, ha insistido en que la única forma de resolver la crisis es permitiendo que el pueblo –el soberano– sea quien decida, y es la institución hoy por hoy de mayor confianza y credibilidad, la FANB se desliza hacia abajo en el afecto popular. Ya ha comenzado a recibir una factura que no le es propia. ¿Qué se impone entonces ahora? ¿La voz de los que quieren una Fuerza Armada sólida, querida y respetada por todo el país, o la de quienes creen que las violaciones de la Constitución por parte del gobierno van a beneficiar y a proteger a la FANB?

 

 

 

El madurocabellismo está jugando a la desestabilización política de un sistema del cual la Fuerza Armada es actor y garante. En otras palabras, el gobierno está desestabilizando el piso donde el estamento militar también está montado. Y esto es una jugada muy riesgosa para quien no tiene pueblo.

 

 

 

La Fuerza Armada debe saber que el país la quiere fuerte, constitucional, sin afiliación partidista, querida y respetada por todos, y no humillada y usada por un grupo al que no le importan ni el futuro ni la reputación de la familia militar con tal de proteger sus beneficios.

 

 

 

Con el respeto y afecto que se merecen, le pedimos a la FAN que no se presten a la represión. Vean lo que está pasando en las calles. Nadie puede contra las demandas de cambio de un pueblo decidido. No cometan el error estratégico de los franceses.

 

 

 

Ámgel Oropeza