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Por mayoría simple

Posted on: diciembre 27th, 2014 by Laura Espinoza No Comments

No había ninguna otro escenario factible a lo que terminó sucediendo. El régimen, actuando de acuerdo con su naturaleza, impuso a los titulares del poder moral utilizando su mayoría. Y lo mismo hará con los rectores del CNE, pero a través de la decisión del TSJ, una variación de la misma realidad: que ellos son la fuerza, que la ejercen sin pudor y que no les importa para nada lo que al respecto diga la Constitución, porque ellos hace mucho tiempo que no respetan su espíritu y propósito, simplemente la utilizan a su conveniencia, siempre en contra del interés ciudadano. Así tenía que ser, y así terminó siendo.

 

Pero hay varios aspectos que no han sido debidamente aclarados. El primero de todos por qué la alternativa democrática sigue padeciendo de esa ingenuidad que raya en estupidez. Cuando asumieron que un resultado equitativo y ponderado podía ser logrado en el marco del diálogo parlamentario olvidaron que precisamente esa Asamblea tiene un patrón de resultados que tienen en común el irrespeto y la mansalva. ¿Por qué ahora iba a ser diferente? Cuando dejaron las negociaciones en manos de los que la asumieron, ¿por qué iba a lograrse otra cosa que el mismo status quo que les garantiza a ellos cuantas jugadas quieran, subsumidos como están en el destino manifiesto de la revolución socialista? ¿Por qué ahora iba a ser diferente? ¿Por qué siguen en la misma línea que garantiza este tipo de resultados aparatosos?

 

Pero hay algo más que nadie hasta ahora ha explicado. ¿Cómo es que aparecen en las ternas y listas esos “flamantes representantes” de la alternativa democrática? ¿Quién los designó? ¿Cuáles son sus credenciales? ¿También es el resultado del uso de “mayorías simples”? ¿Cómo es que llegaron hasta allí? En otras palabras ¿cuáles tipos de negociación se realizaron –al margen de la opinión pública- para colear (y de paso legitimar el proceso) a esos personajes que terminarán siendo parte de los poderes públicos? ¿Cómo es que exigimos primarias para diputados y nos entuban un representante ante el CNE y dos o tres magistrados del TSJ sin que sepamos nada, absolutamente nada de sus compromisos, sus ideologías, sus realizaciones, sus formas de ver la política? ¿Quién va a asumir la responsabilidad por esta forma opaca, poco transparente, no democrática y poco alentadora de asumir toda esta trama? En suma, ¿quién está al mando de todas estas equivocaciones?

 

Los partidos políticos democráticos y su principal instancia de coordinación y formulación de políticas tienen que reinventarse. Deben asumir el desafío de la relegitimación. Tienen que dialogar más con sus bases –lo que es muy diferente a esas caminatas sudorosas, a esos apretones de mano que no dejan nada- y deben también resolver sus fracturas emocionales. Cada vez que alguien pide algo similar siempre sale alguien diciendo que la MUD no es una instancia política sino de acuerdos electorales. La verdad es que esa es una mala excusa, y un síntoma trágico de la evasión de responsabilidades. Son elecciones y son también formulación de estrategias y políticas. Y son caras que deben asumir la responsabilidad por estos desvaríos y esta falta de seriedad que encarga a segundos y terceros niveles la negociación de los poderes públicos. Los partidos no pueden seguir siendo este certamen disonante de zancadillas ausentes de solidaridad y grandeza –cuando nadie los está viendo- y declaraciones altisonantes y espurias al frente de las cámaras. Tienen que reencontrarse con la nobleza y encarar esta realidad con la urgencia que demanda.

 

Esos partidos políticos tienen que explicarnos cómo se colearon estos representantes. A quienes responden esos representantes. Y qué conexiones tenían con esa comisión que negoció esos “acuerdos”. Y cómo seguimos tratando como honorable a un interlocutor que persigue, apresa, extorsiona, golpea, desafora y pone presos a nuestros líderes. Cómo cohonestamos sus decisiones y los legitimamos cada vez que negociamos sin condiciones y los tratamos como lo que no son: honorables y demócratas. Alguien tiene que responder a los ciudadanos todas estas interrogantes porque hay una hedentina a rebatiña y golilleo que resulta peligrosamente insoportable.

 

Sun Tzu comienza su libro, El Arte de la Guerra, advirtiendo que la guerra –o la política- hay que tomársela en serio. Es un asunto de vida o muerte. Por eso es que resulta duro de entender esta levedad con la que nuestros dirigentes asumen este momento del país, descuidando la influencia moral que deberían tener los líderes, desatendiendo el clima político, despreciando el marco institucional, menospreciando el mando y la delegación –colocando a cualquiera en tareas cruciales- y olvidando la doctrina. Algunos líderes están envenenados de cinismo, creen que todo es posible y que de lo que se trata es de sobrevivir. Advierto que así no es. Hay que sobrevivir pero manteniendo la dignidad y siendo capaces de presentarse como alternativa. No es en el marco del negociado y del “vivalapepismo”. No es la ética del vivo la que puede salvarnos. Ni la ética del “muerto de hambre”. Es otra la que pide el país, que está hambriento y sediento de decencia.

 

Víctor Maldonado
@vjmc

Sobre abrir y cerrar las puertas del futuro

Posted on: agosto 3rd, 2013 by joselyn No Comments

“Aun si admitimos que las leyes han de ser cambiadas, ¿deben cambiar todas, en cada Estado? ¿Y han de ser cambiadas por cualquiera que quiera, o sólo por ciertas personas? Estas son cuestiones muy importantes; y por lo tanto mejor reservamos la discusión de ellas para una ocasión más apropiada.” Aristóteles

 

La “izquierda” más perfumada del castrofascismo a veces lee, buscando aromas de preferencia para su estropeado jardín. Así como se arropan con uniformes del pasado, vuelven al discurso de Mao de las “Cien Flores” (De la justa solución de las contradicciones en el seno del pueblo, 1957) o a otros textos más antiguos (De la dictadura democrática popular, 1949; o Contra el estilo estereotipado del Partido, 1942), auxiliándose con el razonamiento siguiente: la discusión es libre en el interior del Partido; las objeciones contra el Partido provienen de dos fuentes: los adversarios de la Revolución, quienes no deben tener derecho a expresarse, y los partidarios sinceros, que nunca están en desacuerdo. De ahí que los métodos autoritarios del “centralismo democrático” sean legítimos. En cuanto al pueblo, “la libertad es correlativa a la disciplina”.

 

El esquema es similar en el terreno filosófico. ¿Podemos criticar al marxismo? Claro que sí, pues “el marxismo no teme a la crítica”: “si pudiera ser demolido por la crítica, ya no serviría para nada”. Sólo puede discutírselo en vano, porque es invulnerable. ¿Para qué molestarse entonces? En arte y literatura, también las Cien Flores pueden florecer intelectualmente, pero como importa que las “hierbas venenosas” no se mezclen con las “flores perfumadas”, Mao reivindica un dirigismo cultural, vieja idea de Mao, que tampoco innova: la cultura es siempre el reflejo de la realidad política y social. Una vez cumplida la revolución económica, hay que alinear sobre ella la cultura. Este punto de vista es del leninismo militante, sin la menor variación personal de parte de Mao…

 

Filosóficamente, los textos de Mao obligan a la afirmación de que: el pequeño escritor rojo no existe, no hay “versión china” del marxismo, no hay “pensamiento de Mao”.

 

Lo peor que podría ocurrirnos a los venezolanos y al cambio hacia la libertad sería recaer en una ideología del siglo 19 y ver esterilizada nuestra creatividad por el deseo de encuadrarla en conceptos forjados en la prehistoria de las “revoluciones” modernas. La fuerza del movimiento democrático ha sido y es, precisamente, la de inventar modos de acción adaptados a la situación que se encuentra y que obran eficaz y simultáneamente en todos los sectores de la sociedad a la que combate. Si esta inspiración revolucionaria se deja encerrar en los moldes teóricos “revolucionarios” -donde no se hace la revolución y nadie se pregunta si hay derecho a que no sea marxista-, se agotará y todo quedará esclerosado. Recordemos: revolucionar no es imitar; no es ajustar cuentas con el pasado sino con el presente. Esto es lo que da originalidad a la democracia por contraste con el comunismo, camarada. Esto explica el que la juventud realice revoluciones antes de conceptualizarlas. Como dijo Noam Chomsky: “Los hombres más estúpidos aprenden a hablar, mientras que los monos más brillantes no aprenden nunca”. Claro: nuestra monocracia opina distinto.

 

Ello no significa que las formas clásicas de la lucha social se hayan extinguido. Los trabajadores son una garantía en la sociedad industrial-tecnológica; no desempeñan el papel que les atribuía Marx en el siglo 19. Los trabajadores de hoy son menos sumisos que los de antes, sienten un mismo temor ante los extremistas, todos los extremistas, “altamente desfavorables”.

 

Evaluar y orientar a la “mayoría silenciosa” es difícil. En Venezuela podría ser de alrededor de la mitad de la población, 13/15 millones, incluyendo a la clase media “putrefacta y embrutecida”, según un dirigente rojo. Ahí hay de todas las tendencias, y con todas las exigencias de efectividad en las acciones de gobernar. Esta población ha presenciado el crecimiento del autoritarismo, cuya autoría ha perdido la imaginación. Y es desde ahí que se levanta la fuerza del cambio, desde una masa de contestación que tiene que ser vasta para tornar perceptible la condenación de los abusos del castrofascismo criollo, y hacer de ello un real problema político, un alzamiento para restablecer la obligación constitucional. Sólo del repudio interior surgirá el equilibrio de la vida venezolana.

 

La amenaza comunista tratará de utilizar el “imperialismo” como chivo expiatorio para disculpar sus fracasos. No fue la CIA la que llevó el castrocomunismo al poder, ni la que ha manejado su política mediocre; en todo caso, la CIA tiene el castigo que se merece por parte de la propia democracia norteamericana. Somos nosotros, los venezolanos, los que hemos creado nuestros propios males, esa avalancha de estancamiento que parece una invasión, que lucha por su prolongación y no está dispuesta a aceptar su relevo del poder.

 

Hoy surge en Venezuela la necesidad de un cambio original, correspondiente a nuestra época; una afirmación total de la libertad para todos, contra las interdicciones arcaicas, que encuentre la salida posible para los venezolanos, donde se tome nuestra civilización como un medio y no como un fin. Al igual que sucede con la tecnología: podemos contradecirla sin aniquilarla; extirpar el cáncer sin matar la vida. Estamos a las puertas de un conflicto interno que puede situarse en el nivel más creador, un ineluctable enfrentamiento que abrirá o cerrará las puertas del futuro.

 

Por Alberto Rodríguez Barrera

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