La exreina y actriz venezolana Mónica Spear fue asesinada en un Toyota Corolla modelo 2002 que, por muy modesto que fuera, llamó la atención de los asaltantes que acabaron con su vida y la de su esposo. Fue en la noche del lunes en la mitad de una oscura autopista entre las ciudades de Puerto Cabello y Valencia, una zona montañosa en la costa norte de Venezuela, escenario del doble homicidio que además fue presenciado por la pequeña hija de Spear, quien resultó herida.
La tragedia tiene al país de luto, y a muchos -en cada plaza, en cada arepera, en cada cola- hablando de uno de los problemas que más preocupa a los venezolanos: la inseguridad.
«Eso le pasa por andar de noche en la carretera», le dijo a BBC Mundo una mujer en la cola del supermercado Excelsior Gama en el barrio de clase media de Los Palos Grandes, en Caracas. «Si uno tiene plata, no debe andar a esas horas por la carretera», concluyó como si fuera obvio que viajar por las carreteras venezolanas de noche es una imprudencia.
Los venezolanos han tenido que cambiar su estilo de vida para vivir en un país donde la posibilidad de un robo, un tiroteo y hasta un secuestro es enorme. Incluso las conservadoras y para muchos dudosas cifras del gobierno de 16.000 muertos en 2012 muestran a uno de los países más violentos del mundo.
Precauciones
El taxista Daniel Torres, residente del barrio popular de Petare, también en Caracas, dice que dejó de respetar los semáforos por las noches por miedo de que lo roben. Y en muchas ocasiones, añade, son los mismos clientes quienes le piden que se salte dichas señales de tránsito.
Torres cuenta que Geo, un conocido suyo de Petare, «fue asesinado con seis tiros la semana pasada después de que trataron de robarle el Jeep» en el que subía a los locales a las lomas del barrio conocido como el más peligroso de la ciudad. «Los venezolanos viajamos con el Credo en la boca y la Cruz en la mano», analiza Torres. «Que se te pinche un caucho o el carro se te dañe en carretera es el mayor peligro, sobre todo porque después de las 11 pm uno no ve una patrulla».
Su análisis se corrobora con el caso de Spear, que aparentmente tuvo un accidente en el kilómetro 194 de la intrincada autopista Puerto Cabello-Valencia y, según informes forenses, la atacaron para robarla cuando el auto ya iba en la grúa.
Fabiola Zuluaga es, como Torres, residente de Petare e incluso suele tomar uno de los mencionados Jeeps para subir hasta su casa. Para ella, «la seguridad brilla por su ausencia». Y la única precaución que puede tomar es «no salir de la casa salvo si es necesario».
Algo parecido pasa en la otra orilla del espectro social: María Camila Camacho, una madre de familia de clase media-alta y residente de las acomodadas Colinas de Tamanaco, asegura que solo sale cuando tiene un evento especial. «Es raro ver niños en las calles como antes», señala. Y añade que muchos de sus amigos no salen de la casa después de las 6 pm, como si fuera un toque de queda.
Según ella, «los que iban a los clubes de playa ya no van mucho y cuando uno viaja por la noche lo hace en caravana». Por su parte, la periodista del diario El NacionalKatiuska Hernández cuenta que aunque termina de trabajar a las 6pm, prefiere quedarse hasta las 9pm para irse con otros colegas y no tener que depender del riesgoso transporte público. Es una práctica frecuentada por muchos que, también, quieren evitar manejar solos. Se llama el «car-pooling».
Hernández, que escribe sobre economía, asegura que las costumbres bancarias de mucha gente han cambiado: «Prefieren usar cheques de gerencia que efectivo, cambian las rutas hacia el banco y van acompañados». Según la periodista, residente durante años en Maracaibo, la tradición de comer en la calle en la segunda ciudad más grande de Venezuela se ha visto afectada por el miedo a salir.
Miedo
Aunque la criminalidad en Venezuela no es algo nuevo, la situación se ha vuelto más crítica en los últimos años y tomar precauciones pasó a ser -como sucede en Colombia, Honduras o El Salvador- parte de la rutina.
Hay quienes creen que el país es seguro y que la gente no está preocupada, como el actor de línea chavista Roberto Messuti, quien dijo el martes que «los venezolanos se sienten seguros» en una declaración que se volvió viral en las redes sociales por lo paradójico que les pareció a muchos.
Sin embargo, según le dice a BBC Mundo el sociólogo experto en Venezuela David Smilde, «durante los últimos 20 años la inseguridad ha estado en el tope de las preocupaciones de los venezolanos de acuerdo a diferentes encuestas».
Desde el que va a cine de día hasta el que no publica las fotos de sus viajes en Facebook para que no vean que tiene plata, los ejemplos son innumerables. Quizá uno de los más frecuentes es tener más de un celular, uno de ellos con licencia para ser robado. Y la recomendación típica: «Nunca, pero nunca hables por teléfono en la calle».
El propio sociólogo reconoce que su vida en Caracas ha cambiado: «Yo andaba todo el sábado por la calle en la bicicleta y mi mamá no sabía a dónde iba; ahora mis hijas solo pueden cruzar la calle para ir al centro comercial».
Quizá la inseguridad explique la enorme importancia que tienen los malls en la vida cotidiana de Venezuela, apunta Smilde, también investigador de la organización no gubernamental Washington Office on Latin America (WOLA). Y concluye: «Hay una generación de venezolanos que no tiene la libertad que tuvieron otros».
Es la generación de muchos que han escogido irse del país en busca de más tranquilidad.
Aquella que se describe en Blue Label, la popular novela del escritor venezolano de 36 años Eduardo Sánchez Rugeles, que describe la manera como un grupo de venezolanos jóvenes vive la realidad del país. Aquella que representa lo dicho por la actriz venezolana y colega de Mónica Spear en la cadena estadounidense Telemundo, Gaby Espino: «Yo amo a mi país, pero yo no piso más Venezuela».
Fuente: BBC