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Varices: por qué salen y cómo evitarlas

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Varices: por qué salen y cómo evitarlas

Todas las venas del organismo, sean más profundas o más superficiales, poseen unas válvulas unidireccionales, a modo de seguridad, cuya función es en condiciones normales favorecer el retorno de la sangre venosa hacia el corazón en dirección ascendente (se abren para dejar pasar la sangre hacia arriba y se cierran para impedir que retroceda), movimiento al cual también contribuyen los músculos de la pantorrilla al andar.

 

 

Las mujeres tienen más posibilidades de sufrir varices por los cambios hormonales de la pubertad, el embarazo y la menopausia
A veces, el funcionamiento de estas válvulas se altera, porque están deterioradas o porque las paredes de las venas se ablandan y dilatan -y las válvulas quedan demasiado separadas- y se vuelven incapaces de llevar a cabo su función valvular. Entonces, la sangre se acumula en las venas que, poco a poco, se van dilatando más, se vuelven tortuosas debido al pequeño espacio que tienen disponible y pueden verse con facilidad a través de la piel: esto son las varices. Aunque pueden formarse en otras partes del organismo, es más frecuente que aparezcan en la superficie de las piernas.

 

 

Entre los síntomas y signos más habituales de este problema de salud están la pesadez de piernas, inflamación, calambres nocturnos, hormigueo, el dolor y/o picor alrededor de la zona afectada y, por supuesto, la aparición de venas dilatadas.

 

 

¿Por qué salen las varices?
Se han establecido algunos factores de riesgo en el desarrollo de las varices, como sufrir hipertensión arterial; el hábito tabáquico; permanecer sentado o de pie, sin moverse, durante largos periodos de tiempo; utilizar ropa y calzado muy ajustado; padecer estreñimiento crónico; haber bebido durante muchos años; e, incluso, las altas temperaturas. Sin embargo, desde el National Heart, Lung anb Blood Institute de los EE.UU. señalan como los de mayor peso, los siguientes:

 

 

Los antecedentes familiares de varices: la mitad de las personas que las desarrollan tiene algún familiar afectado.
La edad avanzada: el deterioro inherente al envejecimiento provoca debilidad de las válvulas y las venas.
Ser mujer: ellas tienen entre dos y tres veces más posibilidades de sufrir varices que sus homólogos, debido a los cambios hormonales (de la progesterona y los estrógenos) que acaecen en la pubertad, el embarazo y la menopausia. Y también porque la tonicidad de la pared de las venas es menor en las mujeres.
El embarazo: el feto ejerce presión sobre las venas de las extremidades inferiores de la madre, lo que dificulta el retorno venoso. A menudo, las varices que aparecen durante la gestación mejoran entre los tres meses y el año posterior al parto.
El sobrepeso y la obesidad suponen una presión adicional a las venas y al retorno venoso.
Llevar una vida sedentaria favorece su aparición, como también estar en bipedestación o sentado, sobre todo con las piernas cruzadas, durante periodos prolongados de tiempo, ya que las venas deben hacer más fuerza para conseguir retornar toda la sangre al corazón.
Cómo prevenir las varices
A pesar de que hay factores de riesgo que no son modificables, desde la ‘Guía de cuidados para enfermos y familiares’ de la Asociación Española de Enfermería Vascular y Heridas (AEEVH) recomiendan una serie de medidas que pueden ayudar a frenar el desarrollo de varices.

 
Uno de ellos es mantener la piel limpia e hidratada. Es importante evitar el calor directo intenso (sol, agua caliente, estufas, sauna o depilación en caliente). Las duchas frías desde los pies a los muslos y a masajes con geles y cremas específicos favorecen el retorno venoso.

 

 

Entre los hábitos dietéticos más adecuados están controlar el peso mediante una alimentación sana y equilibrada, además de consumir alimentos ricos en fibra para mantener a raya el estreñimiento.

 

 

También se aconseja realizar ejercicio físico como mínimo 30 minutos cada día. Lo conveniente es incorporar movimiento a las actividades de la vida diaria: subir escaleras, andar al trabajo o en bicicleta o nadar son muy buenas opciones. También se recomienda evitar la sedestación o bipedestación prolongada. En caso de tener que estar mucho rato de pie, de vez en cuando realizar movimientos que activen el músculo de las pantorrillas, caminar de puntillas un rato o descansar media hora al día con los pies elevados. Si, por el contrario, hay que permanecer sentado, se debe evitar cruzar las piernas y hay que poner las piernas en alto, en un pequeño altillo y, con los pies elevados, de forma regular, moverlos en círculos, hacer ejercicio de extensión y flexión y elevar los talones varias veces del suelo.

 

 

En cuanto a la ropa y el calzado, es importante evitar que sean muy ajustados: pantalones, fajas y zapatos estrechos, puntiagudos o con demasiado talón o demasiado planos no son recomendables. Si no hay alguna patología que lo contraindique, lo mejor es dormir con los pies elevados de 5 a 10 centímetros.

 

 

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