¿Deportará Donald Trump a los 11 millones de sin papeles que hay en Estados Unidos si llega a la Casa Blanca? ¿Expulsará solo a los que han cometido delitos? ¿Creará la fuerza especial de deportación que prometió?.
La expectación ante el discurso sobre inmigración que el candidato presidencial del Partido Republicano pronunciará este miércoles en Arizona es alta tras las señales de cierta suavización que desde la semana pasada viene dando en el tema central de su campaña.
Donald Trump, candidato republicano presidencial 2016. (Foto Prensa Libre:AFP).
Esa disertación en uno de los estados fronterizos con México se contempla como la presentación oficial de su programa en el tema inmigratorio, después de que su campaña suspendiera sin dar explicaciones el discurso que había anunciado para el jueves pasado en Colorado.
Tras meses comprometiéndose a actuar con determinación y dureza, Trump y su nueva directora de campaña, Kellyanne Conway, han sembrado dudas respecto a las polémicas medidas prometidas hasta ahora. Solo en la construcción del muro en la frontera con México no han titubeado. En el resto de las controvertidas propuestas, como la deportación de todos los indocumentados o la creación de una fuerza especial para ello, han dado señales contradictorias.
A 70 días de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre, nadie tiene claro ahora mismo cuáles son los planes exactos de Trump en esta materia si gana esos comicios.
«Estaré dando el mayor discurso sobre INMIGRACIÓN ILEGAL el miércoles en el GRAN estado de Arizona. Grandes multitudes, buscando un espacio grande», anunció el propio Trump, mayúsculas incluidas, en su cuenta de Twitter. La cita es en el Centro de Convenciones de Phoenix a las 6 de la tarde (local).
Su prometida mano dura con los inmigrantes indocumentados le ha valido el apoyo de la derecha más a la derecha en Estados Unidos. Pero no solo le ha alejado de los votantes hispanos, que en estas elecciones romperán todos los récords con 24 millones (11 por ciento del censo), sino que ha espantado a votantes republicanos que no se ven capaces de apoyar a un hombre con un discurso racista.
A ellos parece dirigido este cambio al menos en formas porque, dicen los analistas, es difícil que Trump recupere apoyo entre los hispanos, donde lo respalda como mucho un 20 por ciento, según las encuestas. Trump es el hombre que cuando lanzó su carrera presidencial llamó violadores y criminales a los indocumentados mexicanos.
Hace ya semanas que la demócrata Hillary Clinton lo supera por una media de seis puntos en los sondeos, y tras un cambio en la cúpula de su campaña trata ahora mismo de reposicionarse. El tiempo apremia: la votación anticipada comienza en 26 días en Minnesota y poco después lo hará en otros 32 estados.
El magnate neoryorquino va camino de convertirse en el republicano menos votado por los hispanos en las últimas décadas. George W. Bush obtuvo en su día el respaldo del 44 por ciento de los votantes hispanos; Mitt Romney perdió hace cuatro años frente a Barack Obama con un respaldo latino del 27 por ciento.
«Nadie te va a votar si dices que vas a deportar a su abuela. Y hay una diferencia entre un traficante, un pandillero y una abuela que lleva aquí 30 años, trabajando realmente duro para sacar adelante a un par de niños», se quejaba hace días el senador por Carolina del Sur, Lindsey Graham, uno de los republicanos críticos con Trump públicamente.
Una encuesta realizada por la publicación «Politico» entre miembros del Partido Republicano en los llamados «swing states», los estados cuyo voto no está definido de antemano, mostraba el fin de semana que cerca de dos tercios de ellos cree que la moderación del discurso de Trump en este asunto podría ayudarle a ganar la presidencia.
