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Recompensas y distinciones

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Recompensas y distinciones


 
 
En este editorial no existe ni debería existir equívoco alguno, pues si bien se habla de recompensas (esos numeritos en dólares colocados en la parte superior de la fotografía de un sospechoso buscado por la justicia) el tema central no es, en verdad, ese que todo el mundo comenta y que lleva por la calle de la amargura a ciertas figuras pertenecientes al enchufado local.

 

 

Como es fácil de imaginar, ya surgirá la oportunidad de que el tiempo y quizás acontecimientos impredecibles obliguen a desmenuzar en pícaros detalles lo que hoy no está a la vista en su totalidad.

 

 

Lo cierto es que estas cuestiones de recompensas nos traen recuerdos de los western del cine estadounidense, algunos de ellos verdaderas obras maestras. Si no fuera por estas películas quizás no tuviéramos en nuestra memoria lo significativo del grado de peligrosidad que implicaba el monto ofrecido por la ley si alguien ubicaba al hombre señalado.

 

 

Esto resulta realmente importante porque una recompensa muy pequeña, mezquina o pichirre por parte de las autoridades terminaba siendo una ofensa para el perseguido en cuestión, que se creía a pie juntillas que él era el más malo entre todos los malos. A lo mejor era una estratagema del juez o del sheriff para que los cobradores de recompensas se dedicaran solo a la caza mayor y no recargarlos así de trabajo.

 

 

Y no se crea que esta treta judicial cayó en desuso. Por mostrar un ejemplo (y solo por esa íngrima razón) nos atrevemos a señalar que, no sin cierta alarma, leímos estupefactos unos reportes de las agencias de noticias en los cuales las autoridades ofrecían ridículas recompensas por los líderes de archiconocidas redes terroristas del Medio Oriente.

 

 


Sí, para estos señores que no se paran en mientes a la hora de despachar al otro mundo, no solo a los infieles (cristianos, judíos, budistas, creyentes o no, les da lo mismo) sino también a los integrantes de otras corrientes musulmanas inclinadas a prácticas más pacíficas, las sumas son bastante modestas. Sobre todo si se comparan con algunas cifras vociferadas por estos lados del mundo.

 

 

Entre estos distinguidos de tierras lejanas con una recompensa en dólares no podían faltar los líderes de Hezbolá, buscados por llevarse la palma en el oficio de acicatear el terrorismo en todas sus formas y maneras. Y han tenido sus tentáculos por aquí, pues en América Latina son y fueron tutores de las narcoguerrillas de las FARC y del ELN, devastadores inclementes del medio ambiente en el sur de nuestra Venezuela desvalida.  Hezbolá es además, y lo proclama sin pudor, un aliado del régimen de Irán, que es una teocracia que asfixia cualquier intento de libertad, mientras convierte su versión del islam en una de las prácticas religiosas más letales.

 

 

Aunque nadie duda de la maldad de estos terroristas (que se vanaglorian de contar con una maquinaria partidista y un ejército propio en el Líbano, de ser líderes de la violencia mundial, de ser aliados del sanguinario dictador sirio Al-Assad, de contar con el apoyo militar y logístico del eterno mandamás ruso Vladimir Putin), las  recompensas por sus cabezas apenas rozan los 10 millones de dólares. Unos montos miserables si se toman en cuenta las muertes y los daños causados.

 



Sin embargo, en nuestra América Latina las cantidades ofrecidas no dejan de sorprender, aunque hay maleantes de todo tipo y a veces es obvio que las autoridades los quieren tras las rejas. Revisemos, por si acaso, las que se ofrecen en México y a lo largo de toda Centroamérica en relación con el narcotráfico y sus capos, sin olvidar a Colombia, Ecuador y Bolivia, países “demasiado vecinos y limítrofes” a la hora de sembrar, cosechar coca y procesar cocaína. Hay quienes incluyen en este menú las islas del Caribe y Cuba, ese mar de la felicidad, como rutas de paso franco para la “mercancía”.

 

 

Y por supuesto, no escapa a esta práctica de las recompensas gringas nuestra “Tierra de gracia”, Colón dixit. Si seguimos hablando de cifras, al parecer aquí se juega delincuencialmente en las Grandes Ligas, y las ofertas suben hasta los 15 millones de billetes verdes por los líderes de ciertas organizaciones.

 



Aunque frente a los ojos de Estados Unidos todos son criminales, a veces los montos nos hacen pensar que unos lo son más que los otros. La realidad es que todos están en el mismo saco, pero pareciera que para un cazarrecompensa es más apetecible la búsqueda por estos lares en estos tiempos de recesión económica que se avecinan a causa de la pandemia.

 

 

Editorial de El Nacional

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