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¿Quién derribará nuestro muro de Berlín?

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¿Quién derribará nuestro muro de Berlín?


 
Leímos con interés recientemente las declaraciones de un respetado analista de oposición, según las cuales: “No se actúa de manera responsable cuando se coloca en terceros la responsabilidad de sacarnos de este problema. Al final del día hay que agradecer y seguir acompañados, pero no se puede colocar en ellos el peso de lo que viene… El tema es que el muro de Berlín lo tumbaron los alemanes, no la comunidad internacional”. Concluyó así: “Este muro tenemos que derrumbarlo nosotros, con apoyo de la comunidad internacional, sí, pero no podemos cruzarnos de brazos a esperar que ellos lo resuelvan. El conflicto político venezolano hay que nacionalizarlo y entender que la responsabilidad es nuestra”.

 

 

Se trata de un tema importante, y al respecto conviene revisar con cuidado el pasado al que se hace referencia, y en todo lo posible aplicar sus lecciones a nuestro presente con la mayor ponderación. Lo esencial es preservar el equilibrio y no exagerar las cosas de un lado u otro. Si bien es cierto que no debemos colocar sobre los hombros de otros el principal peso de la lucha, también es verdad que en el mundo de hoy el contexto geopolítico regional y global desempeña un papel fundamental en la definición, evolución y resolución de conflictos como el que desangra a Venezuela.

 

 

El muro de Berlín fue derribado por los alemanes, pero ello ocurrió luego de años de luchas en el contexto de la guerra fría y la confrontación global entre los sistemas capitalista y comunista. Los alemanes orientales se hallaban en el epicentro de una pugna que no solo enfrentaba dos grandes bloques estratégicos, sino que además lo hacía en el plano de la amenaza de una guerra nuclear. Las decenas de miles de soldados estadounidenses y de otros miembros de la OTAN desplegados en la entonces Alemania occidental, apoyados por divisiones acorazadas, flotas aéreas y navales, misiles tácticos de corto y mediano alcance, todo ello apuntalado por el arsenal nuclear dirigido a nivel político desde Washington, formaba parte de un entramado que dio forma a las tensiones y las llevó a su conclusión.

 

 

Es imposible comprender el episodio decisivo, en el ámbito de los símbolos políticos, de la caída del muro de Berlín, así como la participación que tuvieron los habitantes de una ciudad que clamaba por su liberación, sin tener en cuenta las determinantes intervenciones del papa Juan Pablo II, Ronald Reagan y Margaret Thatcher, entre otros, en las etapas finales de la que fue una larga crisis. El comunismo soviético, tanto en Rusia como Europa del Este, no se derrumbó de la noche a la mañana. Vistas las cosas en perspectiva, pensamos que los pueblos de esas naciones sometidas no habrían tenido chance efectivo de quitarse de encima a sus opresores, sin la presión externa de una comunidad de países libres que perseveraron en su sostén y aliento.

 

 

Creemos que la intención de las declaraciones que ahora comentamos es positiva, y está dirigida a establecer un sano equilibrio entre los factores internos y externos de la lucha democrática en Venezuela. Sin embargo, anotamos que no nos ha parecido que la oposición genuina, la que capta la verdadera naturaleza del régimen y no se engaña acerca de sus propósitos totalitarios, ha entregado sus responsabilidades a factores externos. Por otra parte, creemos que en ocasiones nuestros principales aliados externos han experimentado frustraciones y decepciones, derivadas tanto de la fragmentación de la oposición como de la carencia de una estrategia de lucha coherente y persistente, que envíe señales claras y evite la confusión de quienes nos respaldan. La oposición genuina no ha claudicado en sus responsabilidades, pero no siempre ha colmado las expectativas y esperanzas de nuestros aliados.

 

 

Nos preguntamos, en tal sentido, si tal vez las opiniones ambiguas emitidas hace pocos días por el presidente de Estados Unidos con relación a Venezuela, encerraban acaso el objetivo de actuar como acicate para una oposición democrática que no pareciera dar sus pasos con la pericia y congruencia que las circunstancias exigen. Haya sido esa o no la meta de Donald Trump, en todo caso lo que dijo produjo una sacudida no del todo negativa. Cualesquiera hayan sido los significados recónditos de las expresiones del mandatario estadounidense, sería un error perder de vista que ningún apoyo internacional es incondicional y eterno, y que el coraje de un pueblo jamás podrá ser sustituido por la solidaridad de sus amigos en el extranjero.

 

 

En síntesis, nuestro muro de Berlín, utilizando acá el término como metáfora de las cadenas a la libertad, tendrá que ser derribado en última instancia por los venezolanos, como ocurrió con los habitantes de la Alemania comunista, y para ello requerimos el respaldo de aliados que confíen en nosotros. Debemos cuidar y cultivar con inteligencia y esmero esas alianzas, lo que solo se logra con una conducta honesta y digna, una estrategia política coherente, una unidad basada en los principios, y un mensaje convincente que transmita entereza a toda prueba.

 

Editorial de El Nacional

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