¡Qué pena con Maduro!
mayo 21, 2018 6:31 am

 

 

Lo ocurrido ayer en las elecciones presidenciales no puede ser ocultado a la opinión pública nacional e internacional. Es tal la magnitud del fracaso de Nicolás que, si le quedara algo de vergüenza, a estas horas debería estar escondido debajo de la cama matrimonial sin atreverse a asomar la nariz. Pero la maquinaria extranjera que política y publicitariamente le ha colocado en semejante ridículo universal lo obligará a dar la cara aunque sea a empujones. Peor desgracia imposible para un político que hasta sus íntimos aliados proclaman a sus espaldas que es “un tanto limitado en su entender” y que es menester hablarle despacio y, de ser posible, con frases fáciles de digerir.

 

 

Quizás estas circunstancias y otras vulgares razones lo llevaron a dar saltos en una tarima como si los pasos de baile, por muy graciosos que sean, arrimaran votos a una candidatura que si algo tiene a la vista es que por tamaño y peso implica un esfuerzo adicional que no todo el mundo puede hacer, a menos que haya trabajado en una empresa de mudanzas.

 

 

 

Lo cierto es que, entre pitos y flautas, el candidato trató de llenar el vacío que su programa de gobierno (incoherente por lo demás) era incapaz de darle algo de vida. La campaña de Maduro, para regocijo de sus asesores, consistió en una serie de episodios teatrales mal ensayados y con libretos que, en su conjunto, no alcanzaban a entusiasmar a una feria de pueblo.

 

 

 

Los asesores de Maduro, entre ellos un ciudadano español que vino a descubrir América y que, de seguro, ahorrará dólares aquí para comprarse una raquítica “vivienda popular” como la del máximo líder de Podemos, el coleta Iglesias. A ver si aprende de los exiliados que llegaron a Venezuela y trabajando duro la convirtieron en un país pujante.

 

 

 

La derrota de Maduro, de su modelo y de su socialismo de pata de palo, marca un momento histórico en la ruta del desplome continental del embaucador socialismo del siglo XXI. En el marco político latinoamericano ya las principales figuras del populismo están de capa caída, desde Lula como agente de venta de grandes compañías brasileñas, o de la pandilla kirchnerista que robó a manos llenas en Argentina apoyada en sindicatos corruptos y mafiosos, hasta Venezuela donde se dio una de las más espectaculares alianzas entre el Alto Mando Militar, unos supuestos izquierdistas especializados en desplumar el erario público y los carteles del narcotráfico colombianos y mexicanos.

 

 

 

De toda esta trama hay suficiente documentación en Venezuela y en el exterior y, por supuesto, el propio gobierno debería emprender esta cruzada para iluminar los lados oscuros de un proyecto social y económico que falló por sus débiles principios éticos y morales.

 

 

 

Lo sucedido ayer es más que luminoso y, por lo demás, histórico. Es como esos días en que la marea se retira y deja ver toda la basura que las aguas han ocultado. Los ciudadanos han protestado de la manera más pacífica ante un mamotreto que se le quería imponer como modelo de elecciones, se han retirado para no contaminarse y para no sumergirse en inmensas olas de mierda. ¡Qué lección para los políticos de lado y lado!

 

 

Editorial de El Nacional