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¿Qué ocurrirá cuando el Sol muera?

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¿Qué ocurrirá cuando el Sol muera?

Hace 4.500 millones de años, una estrella de tamaño mediano se formó en medio de una enorme nube de gases y polvo. A su alrededor, la materia fue colapsándose y dando forma a los cuerpos estelares que hoy orbitan este, nuestro Sol, presidente de nuestro hogar, y entre los que se encuentra, de un azul pálido, nuestro planeta.

 

 

Pero algún día la estrella que nos dio la vida agotará su combustible. Actualmente se encuentra generando helio de la fusión constante de átomos de hidrógeno en su núcleo. Cuando deje de hacerlo, morirá y con ella lo hará también el resto de cuerpos celestes, incluida la Tierra.

Una vez que el Sol agote definitivamente sus reservas de hidrógeno, comenzará a fusionar átomos de helio y en este proceso se expandirá hasta alcanzar la órbita de la Tierra como una gigante roja. Los científicos no saben a ciencia cierta si en ese momento, dentro de otros 4.500 millones de años, el imparable crecimiento de sus capas exteriores engullirá también a la Tierra (en su expansión hará lo propio con Mercurio y Venus), pero de lo que no hay duda es que nuestro planeta habrá sido incompatible con la vida tiempo antes.

 

 

Los científicos estaban de acuerdo en que el astro morirá, y cuándo. De lo que no estaban seguros es del cómo, hasta ahora. Gracias a una nueva investigación, los científicos conocen más detalles acerca de cómo será el final definitivo del Sol e, irremediablemente, el de nuestro hogar.

 

El estudio ha sido elaborado por un equipo internacional de científicos, quienes han sido capaces de predecir que el Sol se convertirá en un anillo masivo de gas y polvo luminoso, lo que se conoce como una nebulosa planetaria.

Pero el estudio no solo ha determinado cómo sería el final del Sol, sino que, averiguándolo, ha resuelto un conflicto que ha durado más de 25 años en la comunidad científica: el hipotético final que se le augura ahora al Sol, teóricamente, no era posible según los modelos antiguos, porque se creía que el Sol, como estrella mediana, no era capaz de dejar tras de sí esta nebulosa. En cambio, la nueva investigación revela que no solo las estrellas más masivas pueden dar lugar a nebulosas planetarias; las de masa media-baja, como nuestro Sol, también pueden, aunque de menor intensidad.

 

Un final espectacular

Cuando una estrella muere, tiene dos finales posibles. El primero, y más espectacular, es el estallido de sus capas exteriores en una masiva explosión, en forma de supernova. El segundo, algo más discreto, es la reconversión en enana blanca. Es decir, que o bien se apagará lentamente hasta quedar fría e inusitada; o explotará dejando tras de sí una nube de polvo estelar que más adelante podría dar lugar a nuevas estrellas y cuerpos celestes.

 

Este final espectacular es el mismo al que llega el 90% de las estrellas vivas activas que podemos observar hoy en nuestro universo. Pero, durante años, los científicos no estuvieron seguros de si el Sol seguiría la misma ruta que muchas de sus compañeras. Como decimos, se creía que su masa no era lo bastante elevada como para generar una nebulosa planetaria.

 

 

Por tanto, aunque el Sol sería la estrella de menor masa que podría producir una nebulosa planetaria visible, sí podría hacerlo, y efectivamente así lo hará cuando muera, aventuran los investigadores.

 

 

Para determinar en qué se convertirá una estrella en el ocaso de su vida, el equipo utilizó un modelo capaz de predecir el ciclo de vida de las estrellas. El modelo se usó a su vez para determinar el brillo o luminosidad de estrellas de diferentes tamaños y edades.

 

 

La investigación se publica en la revista Nature Astronomy. Un descubrimiento excitante, dado que permite, no solo aventurar el final de nuestro Sol, sino que también supone una manera de medir la presencia de estrellas de miles de millones de años en galaxias distantes.

 

 

Muy Interesante

 

Ahora, los nuevos modelos muestran que después de la muerte de la estrella, sus capas exteriores se calientan tres veces más rápido que lo que mostraban investigaciones previas. Esto haría mucho más fácil a una estrella de baja masa, como el Sol, formar una nebulosa planetaria brillante.

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