Existen muchas cosas que ocurren a nuestro alrededor todos los días, forman parte de nuestra cotidianidad y ya las asumimos como normales aún cuándo no sepamos ni su origen ni su por qué. Esta es una pregunta muy frecuente y que siempre pasamos por alto es ¿Por qué lloramos cuando algo nos duele? La explicación realmente tiene que ver con un asunto meramente instintivo pues es una respuesta que en la mayoría de los casos no podemos controlar.

Este tipo de respuestas comienzan desde muy temprano, cuando éramos unos infantes indefensos, nuestro llanto era una señal de aflicción y atención que servía para hacer que nuestros padres nos atendieran alguna incomodidad. Es un recurso muy importante ya que en nuestra condición de no poder valernos por nosotros mismos, necesitamos llamar la atención de alguna forma y qué mejor que un molesto y sonoro llanto.

Lloramos durante todas las etapas de nuestra vida y cada una tiene su razón, así que si sientes ganas de llorar, simplemente, llora, no te preocupes.
En la edad adulta, la mayoría de los animales silvestres suprimen estas señales porque no quieren anunciar su vulnerabilidad a los depredadores o los rivales de su propia especie.

¿No se les hace familiar este comportamiento? Hasta cierto punto, este instinto también persiste con los seres humanos, lo cual podría ser una razón por la que los hombres tienden a llorar menos que las mujeres. En el plano social del ser humano, por cuestiones culturales, hemos asumido que llorar significa debilidad y por tanto tendemos a suprimir esta acción para evitar ser mal vistos o juzgados en un momento determinado.

Pero comparados con la mayoría de los mamíferos, los humanos somos una especie enormemente social. Y por mucho que le duela a nuestro orgullo, cuando lloramos de dolor estamos pidiendo ayuda y advirtiendo a la gente de que hay un peligro.
Y estas dos situaciones son características evolutivas útiles.

Con información de: BBC