Hace tiempo que los venezolanos no tienen motivos para saltar de alegría. Pero el reciente triunfo de la Vinotinto contra Bolivia y el reinado indiscutible de Yulimar Rojas en atletismo han oxigenado a la gente y renovado las esperanzas.
Los venezolanos vieron a la caraqueña revalidar su título en el Campeonato Mundial de Atletismo que se realizó en Qatar. Su tenaz preparación la llevó hasta ese punto y la hace brillar con luz propia. Verla tomar impulso y hacer la carrera previa; verla volar por los aires en fracciones de segundos y salvar una distancia de 15,37 metros es una maravilla.
Escucharla decir “estoy contenta, feliz de estar en Venezuela con otra medalla” no solo llena de orgullo, sino que enciende en los corazones la llama del gentilicio querido. Ella es venezolana y cuando gana, ella honra al país, la bandera tricolor ondea en lo más alto y las notas del Himno Nacional acompañan los aplausos.
Yulimar Rojas alzó la bandera en Qatar. Los integrantes de la Vinotinto lo hicieron en suelo caraqueño, y así, el pasado jueves, otra victoria produjo alegría en los corazones de los venezolanos.
La selección nacional de fútbol se enfrentó en el Estadio Universitario contra una Bolivia dirigida por otro venezolano, César Farías. Desde el punto de vista de los técnicos, ambos equipos estaban preparados para dar lo mejor de sí en la cancha. Es curioso que, ganara quien ganara, era un compatriota el que se alzaría con la victoria.
Pero esta vez el regreso de los jugadores vinotinto fue espectacular. Estaban respaldados por 20.000 almas que asistieron entusiasmadas al estadio y gritaron vítores cada vez que se anotaba un gol. Fueron cuatro tantos.
Toda Venezuela vio brillar a Salomón Rondón, Yangel Herrera y Darwin Machís. Toda Venezuela gritó “goooool”.
Esas grandes victorias les recuerdan a los venezolanos, dentro y fuera del país, que son capaces de conseguir el triunfo. El mensaje para los más jóvenes es claro y diáfano: esfuerzo, constancia, concentración son claves para alcanzar las metas.
En medio de tanta mediocridad, de tantas palabras huecas, del lenguaje soez al que nos tienen acostumbrados los personeros del régimen, un mensaje que viaja en acciones concretas siempre es refrescante y más efectivo.
Editorial de El Nacional
