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¿Para visualizar el futuro?

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¿Para visualizar el futuro?

 

No agarró a nadie por sorpresa el hecho de que apenas al siguiente día de asumir la presidencia de Cuba, luego de celebrar su cumpleaños, el nuevo mandatario Díaz-Canel de la martirizada isla cubana recibiera, con los brazos abiertos y una amplia e interminable sonrisa, a Nicolás Maduro, jefe discutible de esta Venezuela también martirizada.

 

 

 

Pero lo que más llama la atención de este encuentro exprés entre Caracas y La Habana es el tema que pretenden discutir, nada menos ni nada más que “Visualizar el futuro y ratificar la alianza entre Cuba y Venezuela”, como si esos dos gobiernos tuvieran a su alcance no un futuro sino algo parecido. Nada hace pensar que el lamentable estado de ruina y miseria en que se encuentran estos dos países, a mitad de camino entre la muerte y la agonía, pueda inspirar algo medianamente decente para estos dos pueblos enflaquecidos moral y materialmente por el comunismo.

 

 

 

¿Qué clase de consejo le puede dar Nicolás Maduro al recién escogido presidente de Cuba luego de una larguísima campaña electoral que se inició hace muchos años atrás? Es tan descomunal la fama mundial de Nicolás como mandatario capaz de convertir una nación muy rica en un doloroso campo arrasado, poblado por fantasmas que recorren los campos en busca de alivio a sus penas, que nadie puede verlo como el abanderado de un futuro mejor. Ni mucho menos como el constructor de un país pujante, como el líder de una nueva nación optimista que renace de sus cenizas.

 

 

 

Porque a decir verdad, lo que deja atrás Maduro es una suerte de Hiroshima tropical, tierras y seres humanos calcinados, edificios en ruinas, barrios enteros sin los servicios fundamentales, fábricas que jamás volverán a producir y hospitales solitarios sin médicos, enfermeras y medicinas. Sobrarán los enfermos que no reciben atención ni la recibirán mientras no llegue la mítica ayuda humanitaria que tanto preocupa a los altos mandos militares de este deshilachado país.

 

 

 

Lo cierto y lo más cínico de todo esto es que acudir a Cuba para discutir una salida a la crisis venezolana es lo más parecido a acudir a un velorio en busca de una mejoría de salud, es como importar agua del Sahara, como cortar leña en la Antártida. Resultaría por demás interesante asomarse discretamente a una de estas reuniones entre estos dos poderosos cerebros latinoamericanos y adelantarse a sus maniobras que, a no dudarlo, arrasarán con lo poco que hoy queda en pie.

 

 

 

Según el historiador Nikolái Leónov, antiguo subdirector de la KGB soviético, “el nuevo líder cubano tiene plena libertad para la construcción del Estado y la gestión de la economía nacional. Díaz-Canel ha quedado al mando de casi todo”, aseguró Leónov a la agencia Efe. Resulta difícil comprarle a Leónov esa mercancía vieja y en desuso, pero el antiguo agente de la KGB respalda sus afirmaciones diciendo: “Hablé muy brevemente con Díaz-Canel en mi última visita a la isla en 2016 para presentar mi libro sobre Raúl. Entonces, era solo un candidato”.

 

 

 

Se nota que Raúl tardó años en prepararlo para ser su sucesor. Ojalá que Díaz-Canel no inicie su mandato en Cuba hablando con un pajarito, como Nicolás.

 

 

Editorial de El Nacional

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