Para comer y subsistir

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Para comer y subsistir

La nueva etapa de la lucha contra la usurpación se ocupa de un asunto fundamental para la sociedad venezolana: la comida y los alimentos que la dictadura ha negado a la población muerta de hambre y doliente en la atención de sus enfermedades. Ahora los líderes tocan un punto fundamental, que no solo se aferra a un asunto que concierne a la sociedad venezolana, sino también a la comunidad internacional, porque pone en un aprieto gigantesco a los detentadores del poder.

 

 

Como son evidentes las carencias de alimentación y vivienda que se padecen en Venezuela, el nuevo liderazgo las utiliza como arma de combate. Dada la magnitud del problema, la Asamblea Nacional, los partidos y las agrupaciones políticas que la apoyan han querido colocarla ahora en la vanguardia de la batalla por la expulsión del usurpador. Se ubica así en primer plano una de las falencias de envergadura que distinguen a la dictadura, se da relevancia a uno de los peores males que ha causado a pesar del manejo de inmensas cantidades de dinero dilapidadas por la ineptitud o pérdidas en el pantano de la corrupción. ¿No es un capítulo notable de los planes cada vez más exitosos del presidente Juan Guaidó y de su talentoso equipo?

 

 

Ha conmovido a la opinión internacional, cuyos gobiernos se volcarán en el envío de insumos para paliar la hambruna y la desasistencia hospitalaria. Si antes se conocían tales males, ahora forman parte de un movimiento de solidaridad internacional que les da un volumen aturdidor. Estamos frente a una solidaridad esperable de los pueblos de otras latitudes, desde luego, pero también ante la utilización de un arma letal contra la usurpación. Sus injusticias quedan al descubierto en todo su brutal tamaño, para que no solo los nacionales sino también los extranjeros clamen por su desaparición.

 

 

 

La dictadura no tiene posibilidad de salir airosa del trance. Va a impedir la entrada de la comida y de las provisiones médicas porque, si se queda con los brazos cruzados, confirmará la mengua que se denuncia. Pero ¿cómo hará para impedir la pérdida del mínimo respaldo que hasta ahora tiene?, ¿utilizará elementos armados para la continuación de una clausura que la mayoría de las democracias del mundo quiere acabar?, ¿persistirá en la propaganda sobre las amenazas del imperialismo yanqui que solo provoca carcajadas, o sobre una guerra económica sin sostén en la opinión pública? Tales son los rompecabezas de los secuaces del usurpador, a cuya soldadura los reta una dirigencia cada vez más inteligente y atrevida.

 

 

No la tiene fácil el usurpador, porque la oposición ha preparado un plan de acción que no parecía probable hace poco, pero que se ha convertido en lo más parecido a una avalancha capaz de mover cielo y tierra para el logro de su cometido, para borrar al usurpador de la faz de la tierra venezolana. Pero la ciudadanía debe estar presente en este nuevo capítulo de la lucha, en esta admirable escaramuza de la lucidez contra la brutalidad, de la inteligencia contra la estupidez. Que la llegada de los alimentos y las medicinas cuente con caudalosa compañía popular, por consiguiente.

 

 

Editorial de El Nacional

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