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Venezuela S.A.

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Para decirlo con claridad, no es que haya un mal gobierno al cual se enfrenta una oposición acostumbrada que sus ofertas entren al olvido, sacarlas de nuevo, entre una y otra derrota, con palabras y organizaciones recicladas. La realidad es que en Venezuela hay una sociedad entre minorías, que comparten y usufructúan el poder en beneficio de intereses.

 

 

Conjeturemos a Venezuela como una empresa que controla en teoría una asamblea de accionistas -no se sabe cuántos son, millones se han ido a otros sueños-, pero en la práctica hay dos pequeños grupos simulando críticas de la boca para afuera, que comparten directiva por mitad, la que controla el territorio, domina la estructura gerencial, y la otra, que insiste en asumirla sin un proyecto definido; lo que hace poco probable, tomar decisiones importantes sin acuerdos, -de allí la insistencia y justificación de la conversadera siempre fallida, en realidad, no buscan acuerdo, sino tiempo-. Unos mandan otros acompañan silenciosos, haciendo creer que nada reciben sino carencias y, si llegaran a encargarse de las decisiones ejecutivas, otro gallo no comunista cantaría.

 

 

Ambos se mueven entre la colectividad recabando voluntades. El chavismo, madurismo, socialismo, comunismo o como se quiera llamar al castrismo nacional, fue más original, eficiente al principio y consiguió en tiempos mejores votos suficientes para controlar la directiva, entonces concibió dos situaciones al mismo tiempo: se extendió conversando con la mayoría de pequeños accionistas ofreciendo dividendos maravillosos, consientes que jamás cumplirían, pero haciéndolos sentir eran ellos quienes manejaban la compañía, sólo hacían lo que esa mayoría crecida en número y bajaba en ganancias quería; y al fortalecerse, se instaló en la puerta de la sala de junta, guardias armados dispuestos a cualquier violencia para que nadie pudiera entrar, y en el salón de accionistas, para que no se atrevieran a realizar preguntas incómodas. Y quienes las hacían, eran reprimidos, duramente castigados.

 

 

Por la puerta de atrás y en secreto, entraban los miembros del otro grupo, que no sólo arreglan acuerdos en su favor e intereses que representan, sino que tienen como tarea la importante labor de distraer y apaciguar a los demás, ofreciendo algún día serán directores.

 

 

Los socios al mando no han sabido manejar la empresa, malbarataron haberes, sustrajeron la caja, la destruyeron, arruinaron, y para mantenerla en aparente prosperidad venden, sin consultar, validos de posición, activos de Venezuela S.A. que se agotan por su incompetencia gerencial, sin lograr producir alternativas, ni siquiera mantener productivo lo poco que quedan.

 

 

Los integrantes públicos y ocultos de la directiva son amigos, se conocen, acuerdan, se reúnen a diario, tienen años en el juego, algunos advierten sobre errores, pero nada hacen para evitarlos porque de los escasos aciertos y muchas equivocaciones sacan tajada.

 

 

Reunirse en la sede empresarial o en cualquier otra parte, no es más que montar un templete carnavalesco, lleno de papelillo y megáfonos para tratar de dar ánimos, distraer a los vecinos para que continúen pendientes, aunque no tengan música para bailar, los disfraces sean los menos y estén apretujados. Desde abajo es difícil conocer las máscaras y los rostros verdaderos, se parecen tanto.

 

 

Los directores notorios y disimulados de esta arruinada compañía nunca pierden, siempre ganan, aunque la empresa está quebrada. Por hablar que no quede, ya se sabe que hablando se entiende la gente, aunque sea sólo una minoría devastadora. Los demás que se sigan marchando, serán menos gastos para la gerencia incapaz de producir beneficios y el problema que lo resuelvan otros.

 

 

Sin embargo, la empresa y sus directivos llegaron al límite, están en situación de insolvencia, desconfianza, legitimidad, representatividad, y requieren con urgencia abrirse a inversionistas que aporten capital social, credibilidad, profesionalismo, plan elaborado de recuperación, pero quienes hoy aun manejan la sociedad, pretenden tercos continuar al mando y se resisten cambiar al personal directivo, administradores y gerentes fracasos de siempre, no quieren modificar el plan estratégico, por el contrario, la intención es mantenerlo. El que venga no lo hará sólo por solidaridad, exigirá una ruta distinta, estrategia institucional confiable, con garantías, por supuesto, apartar a los fracasados, solicitando que el destino de los incompetentes, sea asumir sus errores.

 

 
Armando Martini Pietri

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