Venezuela en cesación de pagos
mayo 14, 2014 7:51 am

En 2007 el gobierno de entonces presidido por Hugo Chávez lanzó una ola masiva de expropiaciones y nacionalizaciones de empresas. Por muchas pagó pero por otras no. Aquel gobierno que se sentía rico, retaba a los empresarios a que le vendieran sus empresas. Se estima que el monto pagado en aquella oportunidad a los dueños de Sidor, Cantv, Electricidad de Caracas, empresas del cemento, entre otras, alcanzó a más de US$ 10.000 millones.

 

Acto seguido se lanzó el gobierno contra las empresas petroleras que eran partícipes en la apertura petrolera en la Faja del Orinoco y las nacionalizó para luego, a las que aceptaron el nuevo arreglo legal, hacerlas socias. Un grupo de esas compañías acudieron a tribunales internacionales a dirimir sus reclamos ante el acto expropiador del Ejecutivo y actualmente reposan en esas instancias juicios pendientes, contra aquel Estado otrora rico hoy devenido en maula, que involucran más de US$ 20.000 millones, una parte de los cuales tendrá obligatoriamente que ser pagados a los demandantes. Lo último que se sabe es que para el Estado venezolano algunos de esos litigios están literalmente perdidos.

 

En el ínterin, a partir de aquel año, el sector público aumentó su nivel de endeudamiento considerablemente hasta un estimado de US$ 200.000 millones en 2013, cuyo servicio de capital e intereses ha pagado religiosamente para bienestar de banqueros y otros acreedores. La avalancha de expropiaciones no se detuvo y llegó hasta pequeñas empresas de servicios a PDVSA en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo y tocó también a Agroisleña y Friosa, cuyos dueños aún esperan que el antiguo Estado todopoderoso les pague completo lo que les debe.

 

Pero entre 2011 y 2012 sucedió algo importante: las importaciones crecieron exponencialmente como expresión de una moneda sobrevaluada que estimula las importaciones y también por la insuficiencia de la producción nacional, en vista del efecto devastador que el giordanismo-merentismo ha tenido sobre el cuerpo productivo de la economía. Como buena parte de las importaciones son financiadas por los exportadores, a comienzos de 2013 la entonces presidenta del BCV y el mismo Giordani, que siempre estimuló las importaciones en detrimento de la producción nacional, descubrieron que había ilícitos en esas importaciones por US$ 20.000 millones. En el fondo lo que decía Giordani era que el Estado entraría en una cesación de pagos de esa deuda comercial legalmente contraída con los proveedores del exterior. Esas importaciones que ingresaron en 2012 jamás lo hubiesen podido hacer sin que el gobierno a través de Cadivi emitiese a favor del importador, la conformidad mediante la denominada Autorización de Adquisición de Divisas (AAD). Llegadas las mercancías a los puertos, luego fueron nacionalizadas, consumidas y disfrutadas por venezolanos ávidos de bienes importados. Consumidas y disfrutadas ahora no hay con que pagar y el Estado venezolano ha entrado en lo que se conoce como un default en el pago de esa deuda. De aquel gobierno soberbio que quería comprarlo todo a cualquier precio pasamos a uno que no paga porque no tiene con qué, porque si tuviese pagase.

 

¿A cuánto asciende el monto adeudado? No es fácil contabilizar esa deuda en un país donde el gobierno optó por el oscurantismo informativo. Pero como los apurados en pagar son quienes deben, éstos han tirado al ruedo distintas cifras para distintos sectores. Luego de una indagación en declaraciones, conversaciones y revisión de archivos, he llegado a la conclusión que la deuda comercial en defalult con suplidores del exterior es de US$ 14.348 millones, como se detalla en el cuadro anexo. Hoy no hay como pagarla.

 

El gobierno, rico en el pasado y arruinado en el presente, ha prometido que va a pagar 30,0% de la deuda en cesación de pagos. Del 70,0% restante uno interpreta que dada la precariedad financiera en lo relativo a liquidez internacional, no será cancelada o en el mejor de los casos tendrá que ser renegociada. Ello ha traído como consecuencia que el crédito comercial del exterior se haya cortado, las importaciones irremplazables disminuido hasta el límite de la subsistencia, lo que ha provocado una situación de escasez pronunciada que solamente quienes vivimos en Venezuela podemos valorar en toda su magnitud.

 

Esto nos ha convertido en verdaderos parias y en mendigos que ahora nos encandilamos cuando vemos que aparece la leche, el azúcar, el aceite vegetal o un teléfono celular en una tienda. A la vergüenza nos ha traído el socialismo. Nuestro deber es derrotarlo sin atenuantes para que ningún otro demagogo de oficio vuelva a jugar con la esperanza de un pueblo.

 

Por José Guerra